capítulo: Cuatro

Siempre, durante los siete años que estuve en Hogwarts, me senté con Lupin en pociones. Nunca hablábamos fuera de estas clases, ni siquiera nos dirigíamos la mirada. Por eso me sorprendí tanto cuando, al salir de la clase de transformaciones dobles, le dije:

- Lupin, quiero hablar contigo un segundo.

A él no pareció perturbarle la idea, pero yo me quedé completamente atónito. ¿Porqué le dije eso? No tuve tiempo de responderme, los ojos dulces del chico me miraban con curiosidad. Tenía que decir algo, tenía que hacer algo, tenía que.

- Si quieres podemos hablar otro día - ofreció Remus.

Y entonces, impulsado por una fuerza ajena a la mía, me acerqué, y dejé que mis labios se fueran contra los suyos. Fue cosa de un instante, un beso rápido, pero fue más que suficiente para hacerme correr como nunca lo había hecho.

Por más que me alejé, el grito furioso de Black estuvo a punto de destrozarme los tímpanos.

- ¿¡¿QUE TE HIZO QUÉ?!?

Y, peor aún, me di cuenta de que Lupin le había contado lo que pasó, y si le contaba a él, entonces se lo contaría a todos... En ese caso, yo terminaría por pasar los peores años de toda mi vida.

Seguí corriendo.

Corrí por los pasillos, y subí innumerables escaleras, hasta llegar a la torre de astronomía. Cerré los ojos, y me aventé al vacío.