Capítulo 45

Nuray se encontraba arrodillada en el jardín de la villa, delante de la tumba de Yusuf en una mañana soleada tras días de lluvia.

La mujer había apartado con las manos las hojas muertas sobre la sencilla lápida de mármol blanco de su amigo, donde sólo se leía su nombre en turco, y dos fechas.

Habían optado por hacer aquello para seguir los preceptos del islam, lo que hacía sonreír a la morena ante el recuerdo de aquella parte oculta de Yusuf. Nunca había perdido esa parte religiosa que el padre de Nuray le había despertado.

Cogiendo aire con una profunda lentitud, la turca se esforzó por contener sus emociones ante los recuerdos que asaltaban su mente, todos ellos felices, pero igual de dolorosos ante la pérdida.

Al escuchar que alguien se aproximaba, limpió con el dorso de la mano sus ojos vidriosos, girando el rostro para observar a Adara caminar hacia ella. La niña se sentó a su lado en el suelo cuando su madre le hizo un gesto para que la acompañara.

-¿Qué haces aquí? -Preguntó la muchacha, mientras Nuray la abrazaba con un brazo.

-Estaba visitando al tío; aprovechando la calma de la casa antes de que vuelvan todos. -Dijo sonriendo levemente, haciendo que ambas fijaran sus ojos en la tumba, mientras reinaba el silencio.

-Le echo de menos, mucho.

-Lo sé, cariño. Yo también. Pero siempre estará con nosotros, en nuestra memoria, y en nuestro corazón.

Adara asintió, intentando retener las lágrimas sin éxito. Cuando su madre lo notó, la abrazó hasta reclinarla sobre su hombro, sin decir nada durante unos instantes. Pasado un breve tiempo, Nuray habló mientras deshacían la postura.

-Hace frío, vamos a meternos dentro. ¿Se ha despertado ya Giovanni?

-No. Sigue en la cama.

-Bueno, pues vamos a despertarlo. Tenéis que prepararos para ir a vuestras clases.

La muchacha se levantó pronto, vislumbrando que a la mujer le costaba, haciendo una mueca de dolor que la llevó al instante a ayudar a su madre a ponerse en pie. Ambas avanzaron al interior del hogar, encontrando a Claudia salir de la cocina con Livia en brazos.

-Cariño, sube a despertar a tu hermano. Ahora voy.

Nuray esperó a que su hija se alejara para hablar con Claudia en el vestíbulo.

-¿Cuánto crees que tardarán en volver? No me gustaría que Yan-Sen llegara antes que Ezio y Oksana.

-No te preocupes, llegarán como tarde a mediodía. Lucca vino hace poco, antes de que te levantaras, y me dijo que anoche finalmente no pasó nada. Se encontraron con Maquiavelo en Florencia, y le dijo que aquel movimiento en el Vaticano era una falsa alarma.

-Menos mal. Pues entonces voy a ver si logro que los chicos se preparen, y sacarlos antes de que vuelva todo el mundo y puedan distraerse.

Claudia sonrió ante su comentario, siendo respondida de igual forma por la turca, quien avanzó a la escalera para dirigirse a la tarea.


Ezio despertó de aquel sueño súbitamente con un grito ahogado. Rápidamente, a su lado, Nuray también lo hizo, nombrándolo en un susurro mientras él se incorporaba y se sentaba al borde de la cama.

-¿Estás bien?

-Sí. Sólo ha sido una pesadilla. -Respondió mientras acariciaba la mano de la mujer, quien lo había abrazado por la espalda. -Siento haberte despertado, amor.

-No te preocupes, cariño.

La turca depositó un beso en la zona del trapecio del italiano, allí donde la piel quedaba desnuda, haciendo que poco después él se girara para besarla fugazmente y poder abrazarla antes de levantarse.

-¿A dónde vas? Aún debe ser pronto. -Preguntó Nuray, mientras contemplaba al hombre buscar su ropa para el nuevo día.

-Sí, lo sé. Pero quiero tenerlo todo listo para la llegada de esa gente.

-Ezio, Yan-Sen no llegará aquí con Maquiavelo al menos hasta pasado el almuerzo. Deberías relajarte ahora que aún puedes hacerlo, o cuando llegue el momento de la reunión de los maestros, va a darte algo.

-No es eso, Nuray. No tengo un buen presentimiento, no sólo por todo lo que Oksana ha contado de él…

-Ya -le cortó la morena-. Lo que te contó Maquiavelo que habían averiguado… Ezio, lo de que matara a su padre para acceder al poder de la hermandad en China, son sólo conjeturas. Aunque sea un megalómano real y un prepotente, también tiene muchos enemigos que tratan de desprestigiarlo. Espera a conocerlo para forjarte una opinión real, o notará este ambiente ya hostil, y las negociaciones irán peor de lo que esperamos.

Su marido suspiró discretamente, sabiendo que tenía razón. Poco después escuchó como ella le decía que volviera a la cama en un tono dulce, el cual hizo que se girara para encontrar su sonrisa.

Ante el gesto que hizo la asesina sobre el colchón, él acabó aceptando su oferta, abandonando la ropa entre sus manos para volver a tumbarse a su lado. La turca enseguida lo abrazó mientras besaba sus labios con suavidad, acariciando su rostro, acto seguido.


Los presentes en el gran comedor de la villa Auditore callaron al instante de que la puerta se abriera velozmente. El asesino de media edad que cruzó el umbral, habló enseguida mirando a Ezio.

-Maestro, acaban de llegar a Monteriggioni. El maestro oriental sólo viene con dos hombres más, finalmente.

El florentino se levantó mientras agradecía la información, haciendo que el resto de presentes lo imitaran en silencio. Oksana no disimuló su desagrado con un gesto de cansancio, haciendo rodar sus ojos.

-No deberías montar toda esta parafernalia, Ezio. Va a creérselo más todavía. -Agregó la rusa cuando estuvieron en el vestíbulo, pero el mentado no respondió.

Al instante pudieron escuchar los caballos recién llegados a la entrada del palacete, y automáticamente después, Ezio avanzó hasta las grandes puertas, abriéndolas para recibir al cuarteto, puesto que Maquiavelo los acompañaba.

-Bienvenidos. -Saludó el italiano cuando el grupo llegó a la entrada, observando por fin las facciones del oriental.

No era demasiado joven, pero lucía unos penetrantes ojos negros llenos de energía y seguridad. En su rostro destacaban también una larga perilla y bigote negro. Con un extraño acento, el chino habló en un pobre italiano mientras hacía una leve reverencia.

-Gracias, maestro Auditore. Es un honor conocernos en persona por fin. Querida Oksana, siempre es un placer verte de nuevo. -Añadió con una socarrona sonrisa, dirigiéndose a la única persona conocida allí.

-Por supuesto, Yan-Sen. Ambos sabemos que el placer es mío.

El oriental ensanchó su sonrisa con diversión ante la respuesta, pero no dijo más, centrándose en la nueva intervención de Ezio, quien presentó rápidamente a Claudia, Nuray y a Rèmy, pasando después a las palabras importantes.

-Retrasaremos la reunión de maestros que os pedí en la carta a mañana, cuando llegará la última maestra que falta. Alba, de España. Ascendió hace unas semanas. Mientras tanto, aprovechemos la oportunidad para conocernos y descansar. Habéis hecho un largo viaje desde vuestra tierra.

-Sí, mucho, maestro Auditore. Y por ello, y el elevado número de enemigos que revolotean a mi alrededor, no me ha parecido la mejor idea tener que dejar a mis guerreros en Florencia. -Dijo el asiático, con reproche en la voz.

-No te lo tomes a mal, es por precaución para no despertar más sospechas. Los ejércitos de los demás están esparcidos por los alrededores, ahora congregándose para ponernos en marcha hacia Roma en pocos días. De todos modos, Yan-sen, aquí estarás a salvo. Somos todos amigos.

-Y, además, como último recurso tienes a tus guardaespaldas. -Agregó Oksana con burla en la voz, señalando a los dos grandes hombres que siempre estaban tras él, en silencio.

Yan-Sen sonrió con un deje de acidez, contemplando a la rubia mientras respondía con una fría serenidad, en la que persistía la actitud que ambos mantenían entre sí.

-Ya sabes lo que dicen, nunca hay que fiarse demasiado de nadie. Ni siquiera de los crees conocer.