Los personajes de Ranma no me pertenecen, escribo esta historia sin ánimo de lucro y por el mero hecho de entretener
Advertencia: Este capítulo puede herir la sensibilidad de algunas personas.
Lost in my memories
Capítulo 4
—Este es su apartamento, coronel —Ryoga Hibiki abrió la puerta y dejó pasar a Ranma, este entró con paso decidido y dejó su maleta en la entrada dirigiéndose hacia la primera ventana que encontró.
—Le dije que no hacía falta que me acompañara, ya he abusado de su tiempo hoy.
—No es ninguna molestia… —dijo fingiendo una sonrisa, aunque no hacía falta ya que Ranma le daba la espalda, absorto en la gente que pasaba por la calle. Esperó a que su coronel le dijera algo pero solo recibió silencio—. Si no necesita nada más me retiro. Bienvenido a Shanghai.
Ranma asintió y Ryoga cerró la puerta, salió del edificio con cara de malas pulgas, después de haber pasado toda la tarde con Saotome cada vez le parecía más complicado poder hacer de su nuevo coronel su títere personal. Estuvo enseñándole todo el cuartel, los equipos, el personal y qué se hacía día a día. Hibiki intentó ganarse la confianza de Ranma pero él parecía un muro inquebrantable, callado y observador, parecía un felino agazapado a punto de atacar, sin moverse demasiado para no dejar notar a la presa que la tenía en el punto de mira. Ese pensamiento le revolvió las entrañas al capitán Hibiki, recordando que mientras le iba explicando, el coronel Saotome hizo solo un par de preguntas, justo de aquello que se escapaba de su control, algo de lo que Ryoga se dio cuenta inmediatamente; Ranma Saotome era un obseso del control, un verdadero maniático.
Cuando Ranma se quedó solo caminó por el minúsculo apartamento inspeccionando todo muy cuidadosamente. Los 45 metros cuadrados que ofrecía el gobierno como residencia a un coronel varias veces galardonado como héroe de guerra parecían demasiado ridículos y absurdos desde que había llegado a Shanghai, hacía apenas unas horas que se le antojaron como años. Su vida parecía una prisión de donde jamás podría escapar. No importaba si lo hacían regresar a Tokio o si lo mandaban a la India, nada le devolvería la paz. A menos que… miró su arma en el cinturón pero inmediatamente alejó esa idea. No, no le haría eso a su madre, no era honorable y tampoco era digno del hombre que ella había criado.
Con lentitud se quitó la ropa y abrió la mampara para entrar en la ducha, que era un espacio de 2,5 metros cuadrados con un cabezal de ducha amarillento y el suelo en mosaicos de plástico de color verde, nada ostentoso. El vapor inundó el ambiente y nubló la mirada de Ranma que entró con su ancha espalda por la diminuta puerta, lanzando un suspiro en cuanto sintió el contacto del agua caliente por su cuerpo. De pronto una conocida sensación de ansiedad lo invadió de nuevo hasta hacerlo recargarse en la pared, apretando los puños y preparándose para golpearla. Cerró los ojos y su imagen apareció ante él, de nuevo esos ojos azules, tan parecidos a los suyos, preguntándole en un mudo y rápido diálogo por qué su vida iba a acabar ahí, qué pasaría con sus sueños y esperanzas, por qué había vuelto a ese infierno… Ranma emitió un grito desgarrador, se giró y golpeó la pared con fuerza, después poco a poco fue descendiendo hasta sentarse en el suelo de la ducha dejando que el agua le fuera calmando.
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Shampoo se quedó con Akane después de que Taro se marchara, la morena sacó una manta, ambas se cubrieron con ella y continuaron sentadas alrededor del fuego.
―¿Qué significa Taro para ti? ―preguntó Shampoo de pronto. Akane la miró sin entender. La joven de larga melena violeta le sonrió con dulzura al ver su expresión― ¿Qué es lo que sientes por él?
Akane se encogió de hombros ―Supongo que lo que cualquier hermana siente por su hermano mayor, que es un pesado que se mete de más en todo lo que hago, preferentemente en con quién lo hago. Me tiene aislada del mundo, a este paso me voy a quedar sin ningún amigo.
Shampoo la miró y esbozó una sonrisa ―Pero él no es tu hermano, es un hombre… Akane, ¿no te das cuenta de que él te mira distinto desde hace tiempo?
―¿Distinto? Bueno, se ha vuelto extremadamente protector conmigo, ya te digo que no deja que ningún chico se me acerque pero es que dice que nadie me merece… cosas de hermanos mayores ―contestó sin importancia.
―Te digo que más de una chica querría que un hombre la mirara como Taro te mira a ti… piénsalo…
Akane la observó curiosa sin entender muy bien a qué se refería Shampoo, ¿de qué otra manera podría mirarla Taro? ―Me encanta cuando vienes a cenar, siento como si fuéramos una familia.
La chica de ojos carmesí tragó en seco y los ojos comenzaron a humedecérsele, meditó durante largo rato si seguir con el plan de Mousse. No quería perjudicar a Akane pero le tenía terror… no sabría de lo que sería capaz si no hacía lo que le había ordenado ―A-Akane… ―La voz le temblaba―. ¿Has pensado en buscar trabajo?
La cara de Akane se iluminó, por fin alguien que la entendía ―¡Millones de veces! Sobre todo desde que cumplí la mayoría de edad pero Taro no quiere que trabaje, dice que él es capaz de mantenernos a los dos pero, ¿de qué manera? ¿Peleando y robando? Yo sé que soy capaz de hacer algo más en la vida, si encuentro un trabajo quizá podríamos dejar de vivir en el gueto, pero creo que Taro ni siquiera se ha planteado salir de aquí.
Shampoo volvió a tragar antes de hablar ―La semana que viene habrá un evento importante en el Black Ahiru, va a ir un grupo bastante grande de gente de negocios para cerrar un trato y divertirse… ―Shampoo le aclaró enseguida al ver la expresión de horror que ponía Akane―. ¡No es lo que piensas! Jamás se me ocurriría, necesitamos camareras y te aseguro que Mousse paga muy bien por una noche trabajando en el local. Con ese dinero tendríais para estar tranquilos una temporada. ¿Qué me dices? Si todo va bien igual podrías trabajar más seguido allí. Entre las peleas de Taro y tu sueldo de camarera hasta podríais salir de aquí, alquilaros algo decente, un techo donde vivir.
―¿En el Black Ahiru…? ―Akane comenzó a juguetear con los dedos―. Taro no va a dejarme… ni siquiera quiere que lo acompañe las noches de peleas…
―Bueno… ya eres mayor para decidir lo que quieres hacer con tu vida, no tienes que tener permiso de él para todo. De todas formas, esa noche puedo organizarlo para que ni siquiera se entere de que vas a trabajar allí. Cuando aparezcas con el dinero, igual te cae una bronca pero él no puede estar enfadado contigo mucho tiempo…
La morena pensó durante un instante lo que su amiga le decía, ya era hora de coger las riendas de su vida, le debía mucho a Taro, él se había preocupado de mantenerla desde que la recogió, ya era hora de ir pagando su deuda. Sabía que iba a echar escupitajos de fuego por la boca cuando se enterara de que había estado en el Black Ahiru pero ya era mayor de edad y ella decidía ―¡Está bien! ¡Dile a Mousse que cuente conmigo! Aunque… no tengo experiencia como camarera…
―N-no te preocupes… Mei-Lin será tu maestra… es más sencillo de lo que tú piensas. ―Estaba hecho, no había vuelta atrás, acababa de traicionar a la única persona pura de corazón que había conocido y que no la había tratado como una vulgar prostituta, es más, hasta parecía que la admiraba como persona. Y luego estaba Taro… definitivamente iba a perderlo para siempre después de esto… Comenzó a sentir que le faltaba el aire, se levantó de golpe sintiéndose mareada, necesitaba huir de allí.
―Shampoo, ¿estás bien? ―Akane se levantó y la sujetó preocupada.
No me mires con esos ojos inocentes… pensó la joven de melena violeta―. S-se me ha hecho muy tarde, te avisaré del día y la hora a la que tienes que estar allí, ¿vale?
―Perfecto. Muchas gracias Shampoo ―La sonrisa de Akane aceleró la huída de la joven meretriz, sintiéndose el ser más despreciable de la faz de la tierra.
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Taro llegó pasadas cuatro horas de su marcha, entró en el refugio dando tumbos, sosteniendo una botella de vino de serpiente en una de sus manos. El ruido despertó a Akane que se incorporó mientras se frotaba los ojos ―¿Taro?
El joven se giró al oír su nombre, le dio otro sorbo a la botella y la tiró al suelo al comprobar que ya no quedaba nada de tan exquisito licor. Acto seguido se agachó hasta quedar a la altura de la chica ―¡Hegmanitaaaaa! ¿Te he deshpegtado? Lo ssshiento… ―Taro acunó el rostro de Akane entre sus manos acariciándolo con la yema de los dedos.
La morena frunció el ceño molesta ―Puaggg, apestas a alcohol, has vuelto a beber… cada vez que sales con ellos regresas igual. ¿Qué-qué haces?
Taro tocaba su cara y la miraba embelesado ―Eresh taaaaan bonitaaaaa, hegmanitaaaaa.
Cuando el joven le acarició los labios sin apartar la vista de ellos Akane reaccionó, le dio un empujón, cogió agua y se la echó sobre la cabeza.
―¿¡Qué coño haceshhh Akane!? ―preguntó el chico con un deje de resentimiento en el tono de su voz, se sentía rechazado una vez más. Cada vez que intentaba acercarse ella le daba a notar que no estaba interesada, al contrario que todas las mujeres en el gueto, que peleaban entre ellas por una caricia suya. Akane sin embargo no.
―¡Espabilarte! ¡Estás muy raro! ―En ese momento se le vinieron a la mente las palabras de Shampoo pero, del mismo modo, las hizo desaparecer― ¡Duerme la mona y mañana hablamos!
―¡Hash mojado parte de mi futón! ¿Sabesh lo que tardará eshto en shecarse?
―¡Pues duerme en el mío, ya no tengo sueño! ―salió del refugio envuelta en una manta, sentándose donde aún quedaban las ascuas del fuego de esa misma noche.
Taro salió a buscarla ―Hace un frío de mil demonioshh, entra de una vez, pondré otra manta encima y me dogmiré.
Akane lo miró malhumorada, odiaba que llegara borracho y últimamente eran cada vez más frecuentes sus salidas con Mao y sus llegadas a las tantas de la madrugada ebrio ―He dicho que no tengo sueño.
Taro se quedó un rato más esperando a que Akane cambiara de opinión y entrara en el refugio con él, pero la conocía bastante bien como para saber cuando ella no iba a dar su brazo a torcer, y esta era una de esas ocasiones. Dio media vuelta y entró escupiendo maldiciones por lo bajo.
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A la mañana siguiente Taro despertó con la boca totalmente seca y pastosa, le dolía la cabeza como si un tren hubiera estado toda la noche deambulando por su cerebro.
―Veo que por fin el señor está despierto.
Taro alzó la cabeza y se encontró a Akane de brazos cruzados mirándolo desde arriba. Volvió a tumbarse cubriéndose con la manta hasta la cabeza ―No tengo el cuerpo para sermones, además ya soy mayorcito para que una niña me diga lo que debo o no debo hacer―. Akane le quitó la manta y se agachó a su altura― ¡¿Qué haces?! ¡Quiero seguir durmiendo! ―se quejó el castaño.
―Dijiste que hablaríamos mañana, pues ya es mañana. Taro, quiero trabajar.
Las palabras de la joven hicieron que el artista marcial se semi incorporara y la mirara ceñudo ―Ya hemos hablado de eso muchas veces, yo soy capaz de mantenernos a los dos, no tienes que ser la esclava de nadie.
―¡No es ser esclava de nadie! ¡Quiero ganarme la vida honradamente! ¡Quiero ser útil! ¡Quizá podamos salir de aquí y buscar un lugar mejor para vivir!
―¡¿Qué tiene este de malo?! ¡Ha sido tu hogar desde niña! ¡He procurado que no te falte de nada! ¡Piensas que no estoy a tu altura! ¿Es eso, no?
―¡Por supuesto que no pienso eso! ¡Te estoy inmensamente agradecida por todo lo que has hecho por mí! ¡Justamente por eso me gustaría poder colaborar! ¡Si los dos ganamos dinero podemos optar a un verdadero hogar!
Taro se levantó del todo y bebió agua de una botella ―No quiero que trabajes… Estamos bien como hasta ahora. Además, volvemos a lo mismo de siempre, ¿quién te va a contratar?, ¿en qué tienes experiencia?
Akane bajó la vista al suelo ―Pero puedo aprender… soy muy perseverante… tú lo sabes…
―Me duele la cabeza, no quiero volver a hablar del tema. ―Cogió una toalla y salió del refugio listo para darse un baño.
Akane resopló furiosa ―Te voy a demostrar que sirvo para algo más que coger comida caducada de un supermercado.
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Pasaron los días y llegó de nuevo el viernes, Ranma estuvo esos días reorganizando su despacho, haciendo contínuas reuniones con su equipo para explicarles cómo iban a llevarse las cosas mientras él estuviera ahí, entrenándolos tanto psíquica como físicamente hasta casi la extenuación, como consecuencia se ganó varios apodos para nada agradables. Aún así seguía furioso con su país por haberlo enviado a este nido de holgazanes inútiles. Cuando se disponía a coger otro portafolio para revisarlo sonó la puerta de su despacho.
―Adelante ―contestó secamente.
―Con su permiso, coronel ―Ryoga entró al despacho y se colocó delante de la mesa de Ranma con las manos pegadas a los lados de su cuerpo.
―Descanse, capitán, ¿qué deseaba? ―Ranma siguió mirando el portafolios.
―Es una visita informal, vengo a invitarle a tomar un trago. Ya lleva unos días aquí y he pensado que le gustaría salir a socializar.
Ranma lo miró levantando una ceja ―No soy mucho de socializar, capitán.
―Sí, me percato de eso ―dijo con una sonrisa irónica―. Pero creo que lo mismo que nosotros hacemos el esfuerzo de adaptarnos a sus normas, ¿por qué no hace usted el de conocer más nuestras costumbres? Ya que lo quiera o no está en un país que no es el suyo… Sólo será una cerveza y yo soy lo más parecido a un compañero japonés que encontrará por aquí.
Ranma lo miró pensativo, quizá si se integraba más podría analizarlos mucho mejor ―Está bien.
―Perfecto, pues lo recojo en su casa en una hora ―Lo saludó formalmente y salió del despacho―. Primer paso… ―musitó.
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Como Hibiki le dijo, al cabo de una hora estaba recogiéndolo en su casa. Se montaron en el coche y lo llevó primero a probar la comida callejera de Shanghai en Dongyuhang Street. Comieron y bebieron hasta quedar saciados, Ryoga le ponía al día de los platos típicos de allí, los mejores puestos, la mejor cerveza… El algarabío de la gente, el ruido, el delicioso olor a comida proveniente de distintos puntos de esa calle, hicieron que Ranma se evadiera de sus problemas aunque fuera durante unos breves instantes. A pesar de que el hombre de la trenza era muy parco en palabras, no le hacía falta más, ya que su interlocutor era un gran conversador. Entraron en un bar para echar el trago por el que había comenzado la noche. Se sentaron en la barra y pidieron dos cervezas.
―Aquí tienen ―Una chica morena, con una flor adornando su larga y lisa melena les puso los vasos de cerveza sonriendo tímidamente.
―Gracias guapa, esto es para ti ―Ryoga le sonrió seductoramente y le dio una buena propina a la chica que lo agradeció haciendo un saludo a los hombres y se alejó con la tez completamente colorada―. Vaya mirada le ha echado… Estoy seguro de que agradecería amanecer en su cama, coronel.
―No me interesa, no estoy en Shanghai por placer ―Ranma dio un largo trago a su vaso de cerveza.
―Pero todos tenemos nuestras necesidades… Debería relajarse un poco y disfrutar de las cosas bonitas que le ofrece mi ciudad ―Ryoga también bebió sin apartar la mirada de la joven camarera.
―Veo que aquí están demasiado relajados… por si lo han olvidado Japón y Corea siguen en guerra y eso implica también a China como aliada de mi país, así que hay que estar preparados para entrar en combate en cualquier momento.
Ryoga bufó internamente, no estaba avanzando nada ―Nos subestima, coronel… Que intentemos disfrutar de cada minuto por si el día de mañana debemos entrar en combate y no regresemos a casa no significa que no estemos suficientemente preparados para ello. ¿Qué problema hay? ¡Ven! ―Ryoga movió la mano llamando la atención de la camarera. La chica se acercó desviando la mirada a cada paso.
―¿Deseaban algo?
―Te ha gustado mi amigo, ¿verdad?
Ranma escupió la cerveza y lo miró con los ojos desorbitados ―¿¡Qué diablos hace!?
―Yo… yo… ―La chica comenzó a juguetear con los dedos mirando fugazmente a Ranma y luego al suelo.
Ryoga se inclinó para intentar coger a la chica por el brazo y acercarla pero Ranma le sujetó la muñeca ―Hibiki…
―¡¿Qué cojones creéis que estáis haciendo, extranjeros?! ¡¿Cómo os atrevéis a flirtear con mi chica?! ―Un hombre robusto con una cicatriz que le atravesaba la cara, acompañado de dos más del mismo tamaño que él se pusieron a la espalda de Ryoga y Ranma. Hibiki se giró pero el hombre de la trenza continuó bebiendo haciendo caso omiso.
―¿Extranjero? Yo nací aquí y además… sólo estábamos hablando con ella. ¿Cuál es tu problema? ―respondió Ryoga alzando el tono de voz.
―¡Mi problema son los tipos como vosotros! ¡Típicos figurines de gimnasio que se piensan que todas las chicas les pertenecen! ¡Quiero que os larguéis de aquí cagando leches!
―No me pienso ir a ningún sitio ―dijo Ryoga desafiante―. Aún me queda cerveza.
Uno de los tipos que iban con el de la cicatriz le arrebató el vaso y lo estrelló contra el suelo. Al oír el ruido de cristales rotos, a Ranma se le activó algo en su interior, el inicio del momento en el que su vida comenzó a arruinarse siempre era un cristal rompiéndose. Sin dar tiempo a que Ryoga reaccionara, se giró y comenzó a golpear como un loco a los tres hombres, Hibiki tardó en reaccionar, él era un experto artemarcialista y había sido incapaz de ver a Ranma moverse e iniciar la pelea. Tuvo que abalanzarse sobre su coronel porque los tres hombres yacían inconscientes en el suelo y seguía golpeándolos sin piedad, parecía completamente en trance. Él alardeaba de su velocidad y su fuerza hasta que vio a Ranma en acción, ahora entendía muchas cosas del informe que le habían mandado de Saotome.
―¡Ya basta, coronel! ¡Va a matarlos! ―Le estaba costando horrores contener a esa mole de testosterona mezclada con ira desatada, pero a su vez se estaba divirtiendo como hacía mucho tiempo que no lo hacía. Sería el rival perfecto para Taro. Aunque le costara admitirlo, en artes marciales él no era rival para Ling pero Saotome sí.
El verse rodeado de gente pareció hacer reaccionar a Ranma y darse cuenta de dónde estaba. Se sacó dinero de su cartera, lo depositó en la barra y salió del local, seguido de Hibiki.
―¡Eso ha sido increíble, coronel! ¡Había oído hablar de su destreza en las artes marciales pero hasta que no lo he visto no me lo creía del todo!
Ranma se paseaba dando círculos con las manos en la cabeza ―No estoy en Corea, no estoy en Corea… ―murmuraba para sí mismo.
―Coronel… ¿Se encuentra bien? ―Ryoga le cortó el paso y lo miró directo, lo que vio en los ojos de Saotome le fascinó, esos ojos emanaban puro odio e ira. Quizá sí que podría adiestrarlo para sus fines.
―Me llamo Ranma Saotome, soy coronel del ejército imperial japonés, ahora mismo estoy destinado en Shanghai, no estoy en Corea… no estoy en Corea… ―hablaba muy bajito, muy rápido y en japonés, lo que se le hacía incomprensible para Ryoga.
―Coronel… Antes de llevarlo a casa necesito pasar por el local de un amigo, le prometí que le echaría un ojo porque él está de viaje. ¿Me acompaña? Nos pilla de camino, solo será un momento.
―¿Qué? ―Ranma pareció salir de su trance― Sí, claro… después de haber arruinado la noche es lo mínimo que puedo hacer.
Ryoga sonrió de medio lado ―Estupendo, le va a encantar el sitio, no tardaremos nada.
Aparcaron en la puerta, Ranma se bajó y se grabó el nombre del bar en la mente: Black Ahiru.
―Buenas noches, señor Hibiki ―saludó el portero abriendo para dejar pasar a Ryoga y a Ranma.
―Buenas noches, Hong ―saludó el hombre del colmillo prominente levantando la mano.
El hombre de la trenza observó el local minuciosamente, a pesar de la escasa luz que ofrecía. Parecía un antro, un bar de mala muerte situado en una zona bastante conflictiva de Shanghai. Hizo varias notas mentales: Investigar el local, qué implicación tenía el capitán Hibiki con el dueño, pero sus notas fueron interrumpidas al ver a una mujer acercarse a ellos moviendo sus caderas exageradamente. Se percató de que había más chicas de estilo similar acompañando a varios hombres.
―Shampoo… mi bella flor de loto.
―Señor Hibiki… qué honor… ―saludó la joven con una ligera inclinación. No pudo evitar sentir curiosidad por la persona que lo acompañaba. Era un hombre muy guapo pero su mirada parecía vacía y fría a la vez y eso le dio bastante miedo.
―Quédese aquí, enseguida regreso ―le dijo Ryoga a Ranma―. Pídase algo de beber si quiere, invita la casa.
Ryoga se alejó y Ranma se quedó pendiente del círculo que comenzaba a formarse en el centro del local, como si estuvieran preparando una especie de rin.
Hibiki cogió a Shampoo del brazo y la hizo entrar al despacho de Mousse ―¿Está todo preparado para el domingo? ―preguntó nada más cerrar la puerta. La chica asintió mirando hacia el suelo. El hombre se acercó y le levantó el mentón―. ¿Qué te pasa? ¿No te alegras de verme? ¿O es que estás celosa porque estoy interesado en otra?
―Ryoga… ―comenzó a decir Shampoo― ¿de verdad que no hay nada que yo pueda hacer? Haré todo lo que me pidas…
―Cariño, ya hemos hablado de esto… tú no puedes darme lo que ella tiene… Muy a mi pesar cuando te probé ya estabas usada, aunque he de reconocer que eres la mejor… consigues que mi polla salte de alegría al verte pero desde que vio a Akane… ufff.. sueña todas las noches con meterse dentro de ella. ¿Lo entiendes verdad? ―Le apartó el cabello y comenzó a besarle el cuello.
―Por favor… sé gentil con ella… ―Le costó hablar por el nudo que tenía formado en su garganta y en su estómago.
Ryoga paró de besarla y la miró a los ojos ―¿Es que crees que soy un monstruo? ¿Acaso alguna vez te he hecho daño?
―No.. por supuesto que no… es que sólo es una niña que no sabe nada de la vida…
―No te preocupes que voy a hacer que disfrute… Tengo que irme ya, no te vendas a nadie esta noche, en un rato vendré a verte. Espérame en tu habitación.
La joven volvió a asentir y salió del despacho, instantes después Ryoga hizo lo propio, fue a buscar a Ranma pero no lo encontró por ningún lado. ¿Se había largado? En ese momento vio a Taro entrar al local.
―¡Ling! ―lo llamó―. Taro se giró al oír su nombre― Aunque Mousse no esté, yo sí.
―¿Qué me quieres decir con eso Hibiki? ―respondió harto de sermones.
―Si tú ganas nosotros ganamos, no quiero que flaquees, nunca se sabe cuándo llegará un rival mejor que tú.
Taro chasqueó la lengua y caminó hacia el corro de hombres, dispuesto a pelear como cada viernes.
Ryoga se asomó a la puerta y encontró a Ranma dentro del coche, en el asiento del piloto con las manos puestas en el volante, apretándolo con tal fuerza que los nudillos se le tornaron de color blanco.
―Coronel… Iremos más rápido si conduzco yo, ¿qué hace aquí?
―Tenía que salir de allí, había hombres peleando, si me llego a quedar un minuto más…
―Es un buen sitio para desfogarse… en todos los sentidos. Yo he luchado alguna vez que otra, tómelo como un entrenamiento más. Y no se preocupe… mi amigo y su socio tienen todos los papeles en regla. Si alguna vez necesita descargarse es un buen sitio.
Ranma se quedó un segundo meditando las palabras de su capitán, ¿debía de creerle al decirle que tenía todos los papeles en regla? Un antro de mala muerte donde era obvio que se hacían apuestas con peleas, y luego estaban las chicas… que no parecían simples camareras y, además, juraría que muchas de ellas eran demasiado jóvenes, ni siquiera estaba seguro de que tuvieran la mayoría de edad. Decidió dejarlo pasar por esa noche, estaba exhausto, necesitaba cerrar los ojos y que el resto del día transcurriera lo antes posible. Así que sin mediar palabra salió del vehículo y se sentó en el lado del copiloto.
Antes de bajar del coche, una vez Ryoga lo hubo dejado delante de su edificio, Ranma se giró y lo miró fríamente —Espero su discreción, Hibiki.
Ryoga no sabía si interpretarlo como una orden directa, una advertencia o simplemente el ruego silencioso de un hombre enfermo que no supo controlar lo que en teoría ya había superado y no quería que los altos mandos se enterasen.
—Ni siquiera sé a qué se refiere, coronel —contestó esbozando una sonrisa de medio lado con esos prominentes caninos que lo caracterizaban. Ranma pareció satisfecho con la respuesta y esta vez sí que abandonó el coche y dio por zanjado el día.
Ryoga dio media vuelta para de nuevo regresar al Black Ahiru, una exuberante mujer lo esperaba y, después de todo, la noche ya había sido suficientemente productiva.
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Akane no pudo dormir la noche del sábado al domingo, estaba tremendamente nerviosa. Esa tarde iba a estrenarse como camarera en el Black Ahiru y esperaba no meter la pata, no era muy habilidosa en prácticamente nada, salvo en artes marciales y temía causar un desastre y que, en vez de pagarle por el trabajo, ella terminara pagando toda la vajilla que rompiera. Pero esa no era la razón principal de su pérdida de sueño, lo que peor llevaba era ocultarle sus planes a Taro, jamás le había mentido y eso la estaba torturando por dentro.
―¿No puedes dormir? ―preguntó el castaño entre sueños.
―No sabía que estabas despierto, es muy temprano aún…
―No has parado de moverte en toda la noche.
―Lo siento… sigue durmiendo. Yo voy a salir a ver cómo siguen Luna y los bebés.
―¿Otra vez vas a darles nuestra comida? ―gruñó mientras se daba la vuelta.
―Solo voy a darles un poco de leche.
―Al final vas a hacer lo que te dé la gana.
Esas palabras calaron más hondo en Akane de lo que Taro se imaginó, porque después de prohibirle miles de veces que se acercara al Black Ahiru, ella iba a trabajar como camarera esa tarde.
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Taro se colocaba el abrigo para salir, se sentía terriblemente culpable por lo que iba a hacer pero no podía seguir así, deseando a una chica que jamás lo miraría con otros ojos que no fueran los de un hermano mayor, tenía que pasar página.
―Me voy a dar una vuelta, no creo que tarde.
―No te preocupes, Yan y Shui me han dicho de salir a pasear.
A Taro le cambió la cara al escuchar el nombre de la sombra de Akane ―¿Sales con Yan?
Akane resopló ―No empecemos, ¿vale?
El castaño la observó durante unos instantes y luego salió del refugio sin despedirse. Akane esperó unos minutos antes de asomarse y comprobar que Taro ya no estaba cerca. Acto seguido salió ella también en dirección al Black Ahiru.
Cuando se vio en la puerta se quedó inmóvil durante un buen rato, ¿estaría haciendo lo correcto al ocultarle a Taro sus intenciones de trabajar? Se inculcó valor a sí misma y decidió entrar, total, ya habían hablado mil veces del tema y siempre acababan igual, él hacía caso omiso a todos sus argumentos.
El local estaba bastante vacío, según le había dicho Shampoo hoy iba a tener mucho ajetreo debido a una reunión de empresa. Quizá la reserva era para más tarde y la habían citado antes para enseñarle a servir en la barra y las mesas.
―¿Akane? Akane Ling, ¿no?
Akane se giró al oír su nombre y descubrió a una hermosa chica de larga cabellera morena, inmediatamente la reconoció, fue la que la había interrogado la última vez ―Señorita Rouge… ―La morena de cabello corto hizo una ligera reverencia a modo de saludo.
―Qué mona eres, Shampoo me dijo que vendrías, parece que vas a estrenarte como camarera.
―S-sí… ¿Dónde está ella? ―preguntó mientras miraba a todos lados buscando a la joven de melena violeta.
―Hoy tiene el día libre y ha salido… la muy pillina… te ha dejado a mi cargo, ven, te daré el uniforme de camarera y me ha dicho que te pases por el despacho de Mousse para que te den instrucciones.
Akane se sintió decepcionada al comprobar que Shampoo no se encontraba allí, no le dijo que no fuera a estar, eso la hacía sentirse algo incómoda pero ella era una adulta y lo llevaría como tal, no como una niña asustada ―De acuerdo, vamos.
Una vez que Rouge hubo vestido, peinado y maquillado apropiadamente a Akane hizo que se mirara en el espejo ―Estás preciosa, esta noche vamos a hacer una buena caja contigo.
Akane estaba totalmente colorada mientras repasaba su imagen en el espejo, el uniforme del Black Ahiru era bastante escueto, un top ajustado por el que se asomaban unos pechos que Akane pensó que no tenía y que, además, dejaba al aire su vientre plano, una falda que le cubría lo justo para no enseñar su trasero y unos tacones con los que no tenía claro si iba a saber caminar. Incluso la ropa heredada de Shampoo era mucho más tapada que ese uniforme —¿T-tengo que ir vestida así obligatoriamente?
—Todas las camareras van así vestidas, cariño, pero no te preocupes, verás como te acostumbras rápido, sobre todo con las propinas que te van a dar. Se les va a caer a todos la baba contigo.
Akane suspiró nerviosa, sólo serían unas horas, no era su intención trabajar allí de manera permanente —Está bien. Podré hacerlo.
—¡Claro que sí! ¿Sabes dónde está la oficina de Mousse? —Akane asintió—. Perfecto, no sé si habrá llegado ya, estaba de viaje pero si no está busca a Mei-Lin y que te vaya enseñando cómo manejarte detrás de la barra. ¡Mucha suerte! Yo voy arreglándome.
Akane salió de la habitación de Rouge, bajó las escaleras decidida y se encaminó a la oficina de Mousse. Cuando llegó a la puerta, se intentó bajar un poco la falda y tomó aire antes de llamar.
—Adelante —. No parecía la voz de Mousse, la chica abrió despacio y se asomó con cautela.
—¿Señor Tzu…? —preguntó.
—Akane… pasa, Mousse no ha llegado pero yo me ocuparé de ti, ¿te acuerdas de mí?
—¿Señor Hibiki…? —dudó.
Ryoga sonrió mostrando su colmillo y se acercó a ella —Llámame Ryoga, por favor, pasa…
Le puso la mano a la espalda para que caminara, mientras se acercaba a la silla Akane escuchó un click a su espalda, ¿era posible que hubiera cerrado la puerta con llave?
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Taro llegó a la posada Monte Fénix, donde siempre se encontraba con Shampoo fuera de ojos curiosos, aunque después de averiguar que sus encuentros no eran tan privados pensó que igual deberían de haber quedado en otro sitio. Subió a la misma habitación de siempre, la número 11, abrió la puerta y se encontró a Shampoo esperándolo, sentada en la cama. En cuanto lo vio entrar se levantó y se acercó a él.
—¿Llevas mucho tiempo esperando? —preguntó el castaño quitándose el abrigo.
—No… —La chica le rodeó el cuello con sus brazos y le besó apasionadamente. No quería hablar y que él pudiera notar que le temblaba la voz, no quería pensar que posiblemente, en esos momentos, Akane estaba siendo forzada por un desalmado sin escrúpulos, le apretaba el corazón sólo imaginarse la escena. El joven no tardó en responderle, llevaba mucho tiempo sin estar con una mujer y Shampoo conseguía encenderlo al instante. Comenzó a recorrer todo su cuerpo impunemente, acercándola hasta la cama y tumbándola en la misma mientras seguía devorándola. Necesitaba sentirse amado y Shampoo era la única que lo lograba, porque ella estaba enamorada de él. Sintió asco de sí mismo por utilizar sus sentimientos para sus fines pero ella ya sabía lo que había, no lo habían hablado abiertamente pero la joven se lo dejó claro en más de una ocasión. Ella le rodeó su cintura con las piernas y subió sus caderas haciendo que sus intimidades se rozaran y consiguiendo un gruñido de placer de parte de él, lo que consiguió fue despertar a la bestia que Taro llevaba apaciguando durante meses y, sin más preámbulos, la desnudó completamente, observándola lujuriosamente mientras él también se desnudaba.
Volvió a tumbarse sobre ella y la penetró con fuerza mientras estrujaba sus senos y lamía sus pezones —Eres una diosa… —jadeaba empujando más y más. Nunca tenía suficiente de ella. Pero ese día algo no iba como siempre, cuando se dio la vuelta colocándola encima de él vio lágrimas en sus ojos carmesí, a pesar de que ella giró el rostro para que no se percatara de que estaba llorando. Taro se incorporó inmediatamente―. ¿Qué te pasa?
La chica se cubrió el rostro con las manos y comenzó a llorar amargamente, el castaño se asustó, la tomó de la cintura y salió de ella, depositándola con cuidado en la cama, a su lado ―¿Me vas a contar qué pasa de una vez? Sabes que la paciencia no es una de mis virtudes. Fuiste tú la que quería que nos viéramos, yo he intentado apartarme de ti para que no lo pasaras mal.
―N-No es eso… Yo… soy una persona despreciable… Akane… Akane…
Al escuchar el nombre de Akane Taro se levantó y frunció el ceño ―¿¡Qué pasa con Akane!? ¡Ella no me quiere! ¡¿Ahora te ha entrado un ataque de conciencia?!
Shampoo se levantó y lo abrazó con fuerza ―Taro escúchame bien, igual todavía estás a tiempo de evitarlo.
―Evitar el qué… ¿Has empezado a tomar cosas raras? Porque si es así no quiero saber nada más de ti…
―Temo que tampoco quieras saber nada de mí con lo que voy a contarte… ―dijo con la respiración entrecortada.
Taro la sujetó de los hombros y la separó de él ―¿Qué has hecho, Shampoo? ―bramó cambiando su expresión seria a una asustada.
―Mousse… Mousse me obligó… quería que te distrajera… Akane está ahora mismo en el Black Ahiru… Ella cree que va a trabajar de camarera pero es una trampa… Hibiki se ha encaprichado de ella, la quiere para él… Yo… lo siento… ―Taro la apartó de un empujón y la miró como quien ve un repugnante gusano lleno de pus, comenzó a vestirse a toda velocidad. Shampoo hizo lo mismo mientras sollozaba sin consuelo.
―Me das asco… Jamás te vuelvas a acercar a mí y mucho menos a Akane ―dicho esto último cogió el abrigo y salió disparado en dirección al Black Ahiru dejando a Shampoo rota de dolor, había perdido al amor de su vida e iba a destrozarle la vida a una jovencita que no hacía más que idolatrarla, así que corrió detrás de Taro, le daba igual lo que Mousse le hiciera pero iba a intentar ayudar, si aún era posible evitar la catástrofe.
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Akane se sentó en una de las sillas del despacho, muy rígida, con la cabeza agachada y jugando todo el rato con la escasa tela de su falda.
―Debo decir que estás increíblemente preciosa ―Ryoga se sentó en el escritorio cerca de Akane mientras la repasaba de arriba a abajo, relamiéndose por dentro.
―Gra-gracias señor Hibiki… digo Ryoga…
―Te veo muy tensa, toma ―Le ofreció un vaso de agua, Akane lo tomó asintiendo y bebió un sorbo.
―Gracias… ―dijo colocando el vaso encima del escritorio.
Ryoga la tomó de la mano e hizo que se levantara ―Déjame que te vea bien, la imagen de nuestras chicas lo es todo, nuestra clientela viene buscando sólo lo mejor. ―La hizo girar para poder admirarla aún mejor, Akane no estaba acostumbrada a caminar con tacones y tropezó consigo misma al dar la vuelta, Hibiki la sujetó antes de que cayera al suelo―. Igual deberías empezar a llevar este tipo de calzado más a menudo, te hacen unas piernas espectaculares…
Akane intentó retirarse pero el hombre del colmillo la tenía fuertemente agarrada por la cintura ―C-creo que debería ir a que Mei-Lin me enseñe antes de que lleguen los clientes… ―Se puso terriblemente nerviosa cuando sintió la erección del hombre rozar su cuerpo.
Ryoga negó con la cabeza y le sonrió de medio lado ―Antes de trabajar aquí tengo que darte el visto bueno… ―Bajó la mano hasta que agarró el trasero de Akane por debajo de la falda, en ese momento la chica se revolvió aún más y le enfrentó.
―¡Yo no soy ese tipo de chica! ¡Suélteme!
―Lo sé… es por eso que te quiero a ti… Akane, conmigo lo tendrías todo… Sé mía por voluntad propia, yo te sacaré de la calle, te daré todo lo que me pidas.
La chica consiguió zafarse de su agarre gracias a un movimiento que le había enseñado Taro y corrió hacia la puerta, sujetó el pomo e intentó girarlo pero, como sospechaba, había echado la llave ―Deme la llave… ―dijo intentando sonar segura de sí misma.
Ryoga la miraba serio, acababa de rechazarlo, cualquier mujer en su lugar jamás hubiera declinado esa oferta ―Akane… igual he sido muy brusco, de verdad que quiero cuidar de ti, dame una oportunidad de demostrártelo.
Akane se acercó con el brazo extendido y el ceño fruncido ―Deme la llave…
―Soy muy paciente pero todo tiene un límite, vas a ser mía por las buenas o por las malas, tú decides ―Akane se quitó los tacones y adoptó una postura defensiva. Ryoga sonrió lascivo―. Esto va a ser interesante.
Se remangó las mangas de su camisa y se desabrochó los primeros botones, Akane se lanzó a atacarle pero él la esquivó con una facilidad pasmosa, ella lanzaba puñetazos y patadas y él los bloqueaba con bastante facilidad.
―Me encanta lo salvaje que eres, como un animalillo del bosque ―decía mientras detenía sus ataques una y otra vez. Akane se dio cuenta de que Ryoga era un gran artista marcial, no se movía como Taro pero estaba empezando a preocuparse de no poder librarse de él, además comenzaba a sentirse mareada, eso jamás le había pasado. La chica lanzó un puñetazo, él lo frenó tomándola por la muñeca, la giró y la acercó a él, colocándole hábilmente los dos brazos atrás. La espalda de la chica se apoyaba contra el torso de él, que la sujetaba con una mano y con la otra le rodeaba a la altura del pecho. Akane se removía intentando zafarse del nuevo agarre.
―¡Se arrepentirá de esto! ¡No se le ocurra tocarme! ―bramó Akane mientras seguía intentando deshacerse de Ryoga. Éste la acercó al escritorio e hizo que se inclinara sobre él. Se colocó detrás y también se inclinó junto a ella.
―Te juro que no quiero hacerte daño pero es que te deseo demasiado… desde que te ví no he podido dejar de pensar en ti ―susurró al oído de la joven, ésta poco a poco se fue relajando.
―¿Q-qué me ha hecho…? Siento que me pesa el cuerpo…
―No te preocupes, no es nada grave, solo te he puesto unos tranquilizantes en el agua, para que te relajes. Akane, sé que podrías llegar a amarme, no me digas que no te gusto, sé el efecto que causo en las mujeres ―. Comenzó a besarle y a lamerle el cuello mientras con la mano libre recorría su abdomen hasta subir a sus turgentes pechos. La chica siguió resistiéndose pero cada vez le costaba más trabajo.
―Señor Hibiki… por favor…
―Soy el primer hombre que te toca así, ¿verdad? No sabes lo que me está costando ser delicado en estos momentos cuando lo único que quiero es arrancarte la ropa y follarte duro. ―Continuó su recorrido por el cuerpo de la joven hasta llegar a su trasero, el cual apretó con fuerza.
Lágrimas de rabia y miedo se agolpaban en los ojos de Akane, cómo había sido tan ingenua, por qué no había entrenado más con Taro, aunque ni siquiera sabía si eso hubiera servido de algo, ya que sus conocimientos en artes marciales le valían ante cualquier ratero de barrio que no supiera combatir, contrario a lo que estaba viviendo en ese momento, Ryoga Hibiki era un experto artemarcialista.
―Tchs… no llores… te prometo que voy a tratarte cortésmente… Vas a disfrutar, te lo aseguro. Me hubiera gustado que esto fuera de otra manera pero conseguiré que me ames y que en lo sucesivo te entregues a mí sin necesidad de drogarte.
Le subió la escasa falda y le bajó la ropa interior ―¡NOOOOOOO! ―Con un último esfuerzo volvió a retorcerse pero Ryoga apretó más las muñecas de la joven haciendo que ésta emitiera un leve quejido de dolor.
Ryoga la miró mordiéndose el labio y respirando agitadamente ―Si no te estás quieta voy a hacerte daño ―masculló entre dientes―. Eres una delicia Akane… ―La chica escuchó cómo se desabrochaba el cinturón, no había nada que hacer.
―¿¡Dónde está!? ―Akane escuchó una voz conocida al otro lado de la puerta, comenzó a llorar esta vez de alivio al saber que Taro estaba allí. Intentó llamarle pero la voz apenas le salía de la garganta.
―¿Qué cojones hace él aquí?
Escucharon un estruendo tras la puerta, como si alguien le estuviera dando fuertes patadas ―¡HIBIKIIIIIII! ¡TE JURO QUE ERES HOMBRE MUERTO!
―¡Taro!
La puerta se abrió de golpe y el castaño entró como una exhalación, le costó asimilar la imagen con la que se encontró. Ryoga se terminaba de abrochar el cinturón y Akane seguía sobre el escritorio de Mousse.
―No te conviene enfrentarte a mí, Ling. Sabes que tengo mucho poder…
Antes de que Ryoga terminara la frase Taro se lanzó hacia él y, de una fuerte patada, lo estampó contra la pared. Miró a Akane que se incorporaba con bastante precariedad, parecía que estaba borracha. Con dificultad se subió la ropa interior, el castaño se acercó a ella, se quitó el abrigo y se lo puso encima ―T-te ha…
La chica negó con la cabeza, esto pareció aliviar por un breve instante a Taro que volvió a fijar su vista en Hibiki, el cual ya se había incorporado.
―Vete a casa y espérame allí… ―dijo fríamente, sin mirarla.
―¡Akane! ―Shampoo entró en ese momento en el despacho.
―Tú… maldita zorra me la has jugado… Has dictado tu sentencia… ―dijo Ryoga apretando los dientes.
―Shampoo… ―Akane caminaba en círculos intentando llegar hasta su amiga.
Taro se giró dispuesto a decirle a Shampoo que no se le ocurriera tocar a Akane, que se alejara de ella, pero viendo el estado en el que se encontraba la chica, decidió que lo mejor sería que alguien la llevara al refugio para que pudiera llegar bien. Shampoo entendió perfectamente el mensaje de Taro sin necesidad de palabras.
―Taro, ven conmigo… ―sollozó la chica de melena corta.
―Vete ahora, espérame allí.
Shampoo rodeó a Akane por los hombros y la sacó a regañadientes del despacho.
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Taro llegó al refugio a medianoche, Akane se levantó inmediatamente cuando lo oyó, se aproximó a él y le abrazó.
—Estaba muy asustada… creía que te había pasado algo —. El castaño se quejó levemente y Akane se apartó. Al mirarlo con más atención pudo apreciar diversos cortes y magulladuras en la cara y cuerpo—. Iré a por el botiquín. El chico le tomó la muñeca y la volvió a abrazar.
—No es nada, estoy bien —dijo arrastrando las palabras.
—¿Has bebido…? —preguntó la chica.
—Lo necesitaba… ha sido una tarde muy dura. ―La retiró levemente tomándola por los hombros y la escudriñó muy serio―. Entonces… n-no… ha llegado a…
Akane movió enérgicamente la cabeza negando ―Llegaste justo a tiempo ―esbozó un amago de sonrisa―. ¿Cómo lo supiste?
El castaño resopló ―Shampoo me lo confesó… ella sabía lo que iba a pasar… Ayudó a Hibiki a distraerme, dice que fue obligada por Mousse pero no le voy a perdonar jamás el haberte puesto en peligro.
Akane se quedó totalmente petrificada, ni en sus peores pesadillas hubiera imaginado que Shampoo, a la que ella consideraba su hermana mayor, la traicionaría metiéndola directamente en la boca del lobo. Taro la volvió a abrazar pero Akane estaba como en otro lugar.
―¿Por qué me desobedeciste? Te dije que jamás fueras al Black Ahiru y mucho menos sin mí.
―Y-yo… sólo quería demostrarte que podía servir para algo más… ―arrastraba las palabras en un hilo de voz, aún estaba en shock por lo descubierto recientemente.
―Te dije que no hacía falta que trabajaras ―dijo mascullando entre dientes―, mira lo que casi consigues, eres una ilusa y demasiado confiada, ¿¡acaso no te das cuenta del efecto que causas en los hombres!?
―Yo… no… ―musitó la joven de melena corta agachando la cabeza―. Taro volvió a abrazarla y resopló, le besó la coronilla y aspiró el perfume de su cabello, Akane comenzó a sentirse algo incómoda y quiso separarse de él pero el joven la atrajo más hacia sí. ―Taro… voy a por el botiquín y creo que deberías dormir…
―No quiero dormir, no quiero que te separes de mí, odio a cualquier hombre que se te acerca porque pienso que te va a robar mi atención, Akane… yo te amo…
―¿Q-qué estás diciendo…? ―La morena de ojos avellana comenzó a ponerse extremadamente nerviosa―. Cre-creo que has bebido demasiado… mañana cuando te despiertes…
―Soy perfectamente consciente de lo que estoy diciendo, no puedo ocultarlo más, Akane… yo no te veo como una hermana pequeña… Yo… no quiero que me veas como un hermano mayor, quiero que me veas como lo que soy, un hombre.
El castaño le tomó el rostro con las manos y estampó sus labios contra los de la asombrada chica, que se volvió a quedar de piedra, ¿en qué momento su vida había girado de esa manera? ¿En qué momento su mundo se había puesto patas arriba?
Cuando Akane sintió su lengua intentando abrirse paso, reaccionó e intentó separarse de él, Taro dejó de besarla y la miró angustiado ―N-no me rechaces… por favor… te necesito… Akane… ―se acercó a su cuello y comenzó a besarlo desesperado.
Las palabras de Shampoo llegaron como un jarro de agua fría a la mente de Akane "Pero él no es tu hermano, es un hombre… Akane, ¿no te das cuenta de que él te mira distinto desde hace tiempo?" Realmente era una ingenua, pero jamás se pudo imaginar que Taro tuviera esa clase de sentimientos hacia ella, le debía tanto… la había acogido y protegido desde que la encontró en la calle con 5 años, la había alimentado, le había proporcionado un hogar donde refugiarse, le debía su vida… Así que tomó aire mientras una lágrima descendía por su rostro y simplemente dejó que pasara…
Continuará…
Bueno pues… yo me voy yendo despacio, eh? Venga hasta luego…
En fin, pobrecita mi Akane, con lo que la quiero y lo que le hago pasar. Todo es culpa de mi beta Sailordancer7 que me lleva por el lado oscuro :p
Voy a ser breve porque me tengo que preparar en breve para ir a trabajar y no me da mucho tiempo de explayarme, gracias mil por vuestros reviews, parece que os está gustando la historia, aunque queráis crucificarme por este capítulo, yo os sigo adorando. Sin vosotros los fickers no somos nada.
A mis betas Sailordancer7, LumLumLove, LucitaChan (Gracias por estar ahí a pesar de ya tú sabes), SusyChantilly mil gracias a todas por vuestra paciencia!
A mis loquillas un besazo enorme. Os quiero chicas!
Si no hay cosas raras que me lo impidan actualizaré de nuevo el 19 de noviembre. Besitos a todos! Nos leemos!
Sakura Saotome :)
