3

Nunca en la vida le había pasado eso. Bueno, quizás un par de situaciones parecidas, pero no tan extremas. La ligera exasperación que tuvo cuando la azabache se negó a ceder ante él y besó a Kagura, le caló tan hondo en el ego, que él también esperó a que ella volviera a mirarlo para hacer lo mismo con Yoi, el joven que había estado coqueteándole desde que había entrado a su bar. Sintió que estaba perdiendo los encantos seductores que tanto lo habían caracterizado y eso lo llenó de cierta frustración…

Deseaba a esa mujer, era más bien una codicia. No estaba tan empecinado con ella hasta que la vio reaccionar ante las caricias de Kagura, sonreír por los besos en el cuello, volver a beber vodka y empezar a bailar pegaditas con lentos movimientos serpenteantes. Se le hizo adictiva por su tenacidad para soportar su coqueteo, si a leguas se notaba que mojaba las bragas por él, pero se dio el lujo de devolverle el golpe con su amiga. Era astuta y poderosa y eso lo excitaba tanto como le jodía. Él era quien dominaba y siempre había sido así, por lo que, inconscientemente, esa noche, se sentía amenazado. Ella ahora dio una vuelta, risueña, entre las manos de Toriyama, más cerca de él, disfrutando de la música que cada vez se ponía mejor. Ya ni siquiera sentía las manos de Yoi acariciarlo, simplemente se había quedado enfocado en cada movimiento cada vez más desinhibido de la chica que deseaba.

Los ojos de la maestra de danza se dirigieron hasta su amigo, dándose cuenta de que su cometido se había cumplido.

—Qué lástima —dijo en voz alta, deteniendo a su compañera—, habría querido que este juego llegara más lejos y con menos prendas.

A pesar de ya haberla besado un par de veces, que su cuerpo hubiera reaccionado a las caricias atrevidas y todo el contexto que la había llevado hasta ahí, Kagome se sonrojó ante el comentario. No se veía capaz de llegar a ese punto realmente, no pensó que fuera algo que quisiera.

—Yo no creo-

—Es hora —evitó la negativa, sabía que había límites en esa mujer y que el verdadero objetivo no era ella, sino InuYasha—. Escúchame, hay una habitación de baño privada solo para InuYasha a la derecha de los baños generales —le explicó, viéndola directamente—: ve hasta esa puerta como quien no quiere la cosa, que InuYasha va a seguirte.

—¿Cómo estás tan segura? —Entre toda su excitación y el alcohol que traía encima, tuvo miedo de que eso no pasara.

—Créeme —rio—, conozco esa mirada… No lo aguanta más.

Kagome asintió entonces, agradeciéndole. Tomó aire hondo antes de caminar hacia donde se le había indicado y perderse entre la multitud. Toriyama pestañeó un par de veces en dirección al ambarino y se acercó para pedir otra bebida al bartender, quien tal vez había sido testigo de todo el espectáculo.

Desde el otro lado, InuYasha tomó la muñeca del joven, deteniendo en el acto la caricia.

—Para —le dijo con voz ronca, ansioso por ir tras la azabache.

—¿Qué sucede? —La voz de Yoi salió nerviosa, sintiéndose un completo inútil por el cambio tan repentino—. ¿Hice algo mal?

El hombre negó, sonriendo socarrón.

—Al contrario —guio esa misma mano hasta su abultada entrepierna—, toca —Yoi tragó duro—. Pero esta noche, no se trata de ti.

Después de esa demostración, no se sintió tan inútil, así que, sin rechistar, se levantó.

—Está bien —le guiñó un ojo al final y sonrió.

InuYasha lo vio irse y sin perder un segundo más, se levantó, decidido, caminando hacia la pelinegra, que se alzaba otro shot como si no existiera un mañana.

—Normalmente, eres más respetuosa con mis conquistas —masculló sin verla y pidiéndole al joven barista que le atienda—. Un shot de tequila —el aludido asintió y él se dirigió de nuevo a la muchacha, con toda la calentura arruinando sus sentidos.

Ella rio, extasiada, acercándose peligrosamente. El baile con Kagome la había dejado tan acalorada, que sus hormonas la estaban obligando a cerrar las piernas con fuerza. Besó a InuYasha de forma pasional, pegándose a la anatomía del ambarino, aunque sin recibir nada más que el gesto correspondido, ya que los brazos masculinos no se movieron un centímetro de la barra.

—Uy…, cuidado con dónde apuntas esta arma —le dijo cerca de la cara, volviendo a reír—, no vayas a matar a alguien.

—¿Cómo se llama? —Tomó su trago de una vez, acomodándose la entrepierna disimuladamente con la mano libre

—Sí que ha funcionado mi coqueteo —le dijo, burlona. Hacía mucho que no lo veía tan interesado por una chica, más bien, parecía urgido—. Es Kagome Higurashi, hetero, vino acá para mandar al diablo el recuerdo de su ex, parece que tiene tiempo sin follar y pide a gritos que seas tú quien la ponga de rodillas —eso último fue en tono pícaro e hizo a InuYasha sonreír—, mejor amiga de Jakotsu, te lo presenté hace tiempo en mi academia. Es guapa, ¿no? —Terminó por decir, alzando las cejas, y el hecho de que el peliplata no lo negara fue una confirmación a su pregunta.

—Es más tenaz que cualquiera que haya visto —dijo a cambio, resaltando que aquello era lo que más le atraía.

—Esta noche se follan ambos… —comentó, segura. Kagome no era una de esas sumisas mujeres que buscaban a un dominante como InuYasha, era casi un punto de equilibrio que tendía a dominar también.

—No lo creo —¿Que esa mujer se lo follaba a él? Claro, cómo no—. Y a ti parece que te ha gustado, ¿no? —Levantó una ceja, ligeramente serio.

—Bueno —movió el alcohol en el vaso de shot—, no eres el único con buen gusto aquí —se tomó el trago y volvió a dirigirse al dueño del bar—. Suerte, y… llévala al cielo también por mí.


Se había quedado ahí unos minutos, notando que la puerta necesitaba una llave para abrirse. Estaba tan nerviosa de repente por haber creído en las palabras de una desconocida que acababa de besar, que ahora estaba pensando seriamente en que quizás se habían burlado de ella. Estaba a punto de mandar todo al diablo, cuando escuchó que alguien se acercaba por detrás.

—¿Qué tal va la noche? —Se le erizó la piel con ese tono grave y pensó que la única persona en ese bar que pudiera cumplir ese requisito, era InuYasha.

—Bien, buscaba un baño —dijo, tratando de que su voz sonara normal y de que su corazón no se escuche. Giró sobre sus tacones y se encontró con la imponente figura que ahora se veía mejor de cerca.

—Adelante —pasó a su lado, sacando la llave de su bolsillo y abriendo la puerta. Kagome no pudo evitar agachar la mirada para encontrarse con aquel prominente relieve en el pantalón. Se iba a ahogar muy pronto—. Te he visto con Kagura esta noche, parece que se llevaban bien —comentó casual mientras prendía la iluminación en la pared, viéndola caminar hasta el lavabo y observarlo por medio del enorme espejo. Cerró la puerta y puso el seguro interno.

Gracias a la luz, pudo ver mejor los rasgos de la azabache y pensó que Kagura no había mentido cuando la elogió.

—Sí, ella es muy sensual —se atrevió a decir, agachando la vista y abriendo la llave para lavarse.

—¿Si? —Prosiguió, haciendo lo mismo que ella y en el mismo lavabo, a pesar de que eran dos. La joven sintió que la cercanía de ese hombre iba a terminar por desmoronarla; era adictivo y casi amenazante al mismo tiempo… le encantó—. Puede ser, la vi… recorriendo tus curvas —prosiguió, enjabonándose. Tuvo que mojarse los labios. La sola idea de evocarlo, le subía los niveles de deseo hasta los oídos.

¿Sus… curvas?

¿En serio acababa de nombras a sus curvas? ¿Las había visto? ¿Las habría delineado? ¿Estudiado? Tuvo que volver a tragar.

La azabache casi suelta cualquier estupidez cuando notó los enormes dedos masculinos resbalar entre la espuma, con delicadeza, mientras lo que acababa de soltarle se repetía en su mente una y otra vez. Pero los dedos… los quería dentro, los necesitaba. El movimiento sugerente prosiguió y ella se quedó prendada de lo que veía, enloquecida y asombrada de que su cerebro replicara cada revoloteo de las falanges dentro de ella. ¡¿Hasta dónde carajos había llegado su libido?! Se mordió los labios por dentro de la boca.

—Me habló de ti —casi susurró, embelesada. Lo bueno era que la música no era tan alta en ese lugar—, dijo que te llamas InuYasha y que eres el dueño de este bar.

Se enjuagó mientras soltaba una risita perspicaz y asentía, confirmando la información. No pudo evitar relamerse ligeramente, otra vez, cuando los ojos marrones se posaron sobre él, brillantes, expresivos y ardiendo del más puro y vil deseo. Necesitaba acomodarse la entrepierna de nuevo.

«Esta noche se follan ambos…»

Negó ligeramente, apretando los labios.

—Y… ¿vas a usar el baño, Kagome?


Jakotsu arregló las flores en el vestido como último detalle, dándose un respiro para admirar la perfección del trabajo en equipo, pero, sobre todo, la armonía que existía entre el traje y la hermosura tan delicada de Hitomiko, que hacía que todo se viera extraordinario.

—Estás preciosa —infló el pecho inhalando aire, mientras sonreía con sinceridad. Pestañeó un par de veces, tomando a la joven por los hombros.

La aludida también sonrió amplio, asintiendo por el halago.

—Eso es gracias a ti —le dio el crédito para después abrazarlo, con cuidado de no arruinar nada de su indumentaria. Luego de unos segundos, se miraron con complicidad para evitar que los nervios siguieran escalando antes de la presentación. Hitomiko siempre había dado shows pequeños, pero actuar en el famoso «Rainbow House», era otro nivel—. ¿Sabes? —Dijo después de unos segundos, distrayendo la mirada y sintiéndose un poco apenada—. Invité a Kagome a bailar y creo que la incomodé —hizo una mueca desanimada. Le había quedado rondando en la mente todo lo que había sucedido y tenía algo de temor por haber quedado como una acosadora y que la azabache nunca más quisiera pasar tiempo con ella por eso.

Jakotsu iba a decir algo cuando la expresión incrédula de Susaku, los alertó.

—¿Qué dices? —Habló con la boca llena, comiéndose los bocadillos del camerino—. Si hace poco estaba besando a Kagura.

Ambos volvieron la vista al muchacho, incrédulos y con los ojos saltones—. ¡¿Qué?!


La descarga eléctrica que sintió entre las piernas había sido épica, jamás antes registrada en su historial sexual. Y es que solo oírlo llamarla por su nombre le había causado una explosión tan grande en el corazón, que se quedó quieta en su lugar, medio ladeada hacia él, con una mano descansando sobre el lavabo.

—Creo que ya no quiero usar el baño —negó con la cabeza, aplaudiéndose mentalmente por poder armar una oración coherente por fin. La sonrisa socarrona que ahora notaba característica de su acompañante, se acentuaba todavía más.

No iba a perder el tiempo más, no se trataba de un simple coqueteo, su cuerpo realmente hervía por dentro. Alzó un dedo para que ella le espere, giró y se acercó a un dispensador junto al jabón, sacando de este un preservativo marca Okamoto que Kagome reconoció al instante, abriendo la boca por la impresión. Era real, él sinceramente quería que follaran. Y ella también.

—Bien, Kagome —alzó el empaque cuadrado azul entre los dedos índice y medio—, tienes dos opciones —se acercó a ella con el sigilo de un león acechando a su presa, calculó cada movimiento para encontrar completo consenso—: la puerta o…

—¿O…? —Lo interrumpió con voz desafiante, acortando completamente la distancia, sin dejar de verlo directamente a los ojos.

La forma en la que Kagome se adueñó de los labios masculinos produjo un desate de ansias acumuladas de esos últimos minutos en los que sus ojos se habían encontrado por primera vez. Entre el movimiento, InuYasha dejó la protección sobre el mármol y automáticamente después, las manos masculinas acudieron directo a los glúteos, estrujándolos como si en ese gesto pudiera frenar un poco de su ánimo y encajando sus sexos como si se tratara de un puzle erótico o algo así pasó por su cabeza nublada de lujuria. Ante la sensación placentera, Kagome se obligó a gemir entre el beso, aferrándose de la nuca del ambarino como si no hubiera un mañana. Cuando la necesidad de aire los alcanzó, separaron sus rostros entre las respiraciones erráticas y desesperadas. InuYasha deslizó las manos con lentitud por la cintura hasta apretarla. La observaba con profundidad, mientras ella sonreía por su forma de abordarla, parecía complacida y eso le gustó.

Le gustó demasiado.

De un movimiento ágil, la puso de frente al espejo y él se acomodó en su espalda. La tomó por la barbilla para que observara cada cosa que pasaría mediante su reflejo y con la otra mano le hizo el cabello para un lado, dejándole la zona del cuello libre, en donde colocó la punta de la nariz, rozando la piel y oliéndola. Olía tan bien como se veía la condenada.

—Kagura ha hecho un buen trabajo —le susurró y sintió cómo se erizaba, la pegó de nuevo a su anatomía, rozándole la entrepierna en los glúteos y notando cómo estiraba el cuello para que tuviera mejor acceso.

—Ah, ¿sí? —exhaló, todavía procesando que, probablemente el hombre más deseable de ese lugar, estaba acariciándola con miras de follarla de forma inolvidable—. ¿Por qué lo dices?

—Porque ardes —le respondió en el mismo tono, tomando entre sus manos ambos senos—. ¿Hace mucho que un hombre no te toca? —Le mordisqueó la oreja, viéndola abrir la boca para agarrar un poco de aire.

—Hace mucho más que a ti —sonrió, también socarrona—, por lo visto.

»


Andamos al 96%, solo falta que InuYasha ponga a Kagome en 4, para andar al 100%.


*Okamoto es la marca de condones líder en Japón.


Este fic está escrito muy inspirado en la talentosa CrisUL, es como un tributo a ella y disfruté mucho tecleando cada palabra de esta historia.

Muchos besos a las bellas: Geanery Sandoval Castaneda, Marlenis Samudio, Rodriguez Fuente, YokoGH y MegoKa.

Sé que la historia pinta rara, pero les juro que a la final es como todos los fics InuKag que han leído de mi autoría hahaha. Este realmente es un One!Shot dividido en 4 cortos, porque creo que está mejor distribuido, ya que, a pesar de desarrollarse en una misma noche, pasa por algunas etapas, por decirlo así.

Nos leemos en cinco días para el ardiente desenlace y ya voy preguntando si están de acuerdo con que debería tener más capítulos y ser una historia larga /le dicen que no épicamente.

Un beso a todas, son un amor conmigo siempre.