Capítulo 3
Salidas nocturnas
-Este examen es imposible. Creo que me pasaré toda la noche en la Biblioteca estudiando. ¿Y tú, Sirius? ¿Qué vas a hacer?
-¿Esta noche...? –empezó a decir pensativo- ¿Qué día es hoy?
-Martes.
-No, digo del mes.
-Veintisiete. ¿Por qué?
-No, nada. Bueno, me voy.
-¿Ya?
-Sí. Hasta mañana.
Sirius se fue dejando a Elisa con un mar de sospechas dudas.
Elisa decidió regresar a su Sala Comuna. Se había encontrado con Sirius en el Gran Comedor y Elisa había aprovechado para devolverle unos apuntes de Transformaciones para el día siguiente. Elisa esperaba que se quedarían un rato conversando y quedarían para estudiar juntos. Pero no había sido así. Se había llevado una buena desilusión. Pero no era nada en comparación con la frustración que sentí por no saber nada del secreto de Sirius. Porqué sabía que le escondía un secreto, y de los buenos. Pero jamás había podido averiguar de qué se trataba.
Elisa volvió a su habitación para dejar sus libros. Una vez los hubo dejado dentro del baúl, se quedó sentada en su cama absorta en sus pensamientos. No pasaron ni cinco minutos que entró Katrina para cambiarse de ropa. No se dio cuenta de que Elisa estaba ahí y pasa de largo delante suya.
-Katrina...
Katrina dio un salto del susto.
-Qué... ¿qué haces aquí? –le preguntó Katrina con los ojos muy abiertos.
-Nada.
-A ver... mañana tenemos un examen complicadísimo ¿y tú no estás haciendo nada? –dijo Katrina sentándose a su lado-. Va, cuéntamelo.
-No, si no es nada.
-Se trata de Sirius.
-Sí –assintió abatida.
-¿Qué ha pasado?
-Es que... me esconde algo.
-¿Una amante secreta? –preguntá Katrina pícara.
-No... –murmuró Elisa sin llegar a captar la broma de Katrina.
Katrina se preocupó. Era muy poco corriente que Elisa no captara sus nefastos sarcásmos, y lo que era más, no había salido a la defensiva diciendo que a ella Sirius no le gustaba y que no eran novios. El asunto era grave.
-¿Entonces?
-Creo que... es algo relacionado con sus amigos... tienen un secreto.
-Elisa, ¿aún no conoces a los Gryffindor? ¿No ves que a la mínima ya están metidos en algún lío? Ahora, Elisa, yo te aconsejo que por mucho que te fastidie que Sirius no te lo cuente todo, no te metas.
-¡Pero...! –intentó replicar Elisa, pero Katrina la cortó.
-Si no, recuerda lo que le pasó a Severus Snape. Aquel lío con el salce boxeador.
Mmm... ¿Snape?
-¡Ya, pero...! –volvió a intenar decir Elisa sin mucho éxito cuando salió de sus pensamientos.
-Elisa, ¿no lo recuerdas?
-Sí.
-Entonces ya sabes lo que tienes que hacer.
Elisa se quedó en silencio observando el suelo.
-¿Saber lo que tienes que hacer? –insistió Katrina al ver que Elisa no contestaba.
-Que sí, pesada.
Katrina asintió satisfecha de sí misma mientras se ponía la camiseta. Iba a irse ya, pero se paró pensativa.
-Después de todo... –empezó a decir Katrina- nadie querría que la alumna modelo de Hogwarts fuese expulsada.
Elisa le dedicó la sonrisa más falsa del mundo.
-Por supuesto –dijo Elisa amargamente.
Katrina salió de la habitación tarareando una canción, sentía que había hecho un enorme favor a su amiga del alma.
Cuando en realidad aquello último que había dicho le había sentado más mal que un Snape sarcástico. Odiaba que la considerasen una alumna ejemplar, incapaz de hacer nada malo. Pues ahora, para llevarle a todos la contraria y demostrar de lo que era capaz saldría aquella noche. Descubriría el secreto de Snape para que vieran lo que era capaz de hacer: bueno o malo.
_*_*_*_
Elisa esperó en la sombra que Sirius apareciese con sus amigos. Almenos su voz. Porqué eso sí que lo sabía: la fantástica y asombrosamente útil capa de invisibilidad de James.
Elisa se sentía entre excitada y culpable. Excitada porqué jamás había hecho algo similar. Culpable porqué sabía que en aquel precisoa instante devería de estar estudiando. Pero ya era demasiado tarde para canviar de opinión. Así que se quedó en un rincón esperando lo que tuviese que pasar.
Al cabo de un rato, empezó a sentirse idiota. ¿Porqué creía que iban a salir aquella noche, en aquel momento y que pasarían por aquel lugar? Confiaba demasiado en las casualidades y presentía que iba a llevarse un chasco.
Cuando Elisa iba a irse ya, la suerte se puso de su parte. Se oyeron unas voces hablando en susurros. Elisa contuvo la respiración y aguzó el oído.
-¡Au! –se quejó una voz femenina-. ¡Me has pisado!
-Perdona –oyó que decía Sirius.
-Lily, insisto en que te vuelvas ya –dijo la voz razonable de James.
-¡Soy monitora! Tengo todo el derecho del mundo de acompañaros.
-¡Yo también soy monitor! –susurró James.
-¿Queréis callar los dos? Flich podría oírnos.
Se callaron de repente dándole la razón a Sirius. Sólo se oían los pasos que cada vez se alejaban más. Entonces Elisa se dio cuenta de su error. Llegado aquel punto, no había pensado lo que haría. No sabía si seguirles –y correr el risco de ser descubierta-. O dejar la cosa ahí y, para más seguridad, volverse. Pero recordó con rencor las palabras de su amiga.
Así que, se armó de coraje y se dispusó a seguirles. Iba a salir, cuando vio una osmbra moverse. Se quedó totalmente paralizada. La Señora Norris –una cría de gata que había adoptado Flich- se deslizó entre las sombras acercándose peligrosamente a ella. Un sudor frío le recorría por todo el cuerpo y no conseguía moverse.
La gata la vio. Se quedó observándola atentamente con los aojos muy abiertos. Entonces maulló y se puso a acariciarse contra la piernas de Elisa. Elisa estaba alucinada. No se lo creía. Pero, dada la amabilidad de la gata, se acachó y la acarició un poco. La gata ronroneó agradecida y cuando se cansó se fue.
Elisa temió que la gata fuese a avisar –de algún modo- a Flich. Pero Flich no apareció. Había tenido la suerte de caerle bien a la inexperta gatita.
Volvió –ahora sí- a su Sala Común, entró en su habitación silenciosamente y se metió en la cama. Creió que nadie la había oído, pero si hubiese habido luz en aquella habitación, habría visto que Katrina tenía los ojos clavados en ella.
A la mañana siguiente, antes de bajar al Gran Comedor, Katrina habló muy seriamente con Elisa.
-¿Donde estuviste anoche?
-¿Ayer por la noche? En la Bibioteca, estudiando.
-¿Y por qué no me dijiste nada?
-Porqué a ti no te gusta ir a la Bibioteca.
-Me estás escondiendo algo.
-No –contestó Elisa muy tranquila.
-Ya... si es el mismo no que el que dices para negar que te gusta Sirius... sé que es justo al contrario.
-¡Katrina, por favor!
-Seguiste a Sirius, ¿verdad?
-Elisa suspiró impaciente.
-Sí –murmuró dándose por vencida.
-¿Le viste?
-Sí.
-¿Y cómo sabías por donde pasaría?
-No lo sabía. Me puse al lado de la entrada de su Sala Común. Al lado del retrato de la Señora Gorda.
-¿Sabes dónde está su entrada? –preguntó Katrina sorprendida.
-Sí. He ido muchas veces con Sirius. Per tranquila, nuestra Sala es mucho mejor.
-¿Ah, sí? –dijo ella sonriente, pero enseguida le cambio la expresión al recordar-. ¡No me canvies de tema! ¿Por qué lo has hecho?
-Ya te lo dije, quería conocer su secreto.
-¿Y qué, cuál es su secreto? –preguntó Katrina irónica.
-No lo sé. Iba a seguirles cuando apareció la gata de Flich.
-¿Te cogió?
-No. La verdad es que era una gatita muy simpática.
-¡Pero si Flich la entrena para odiar a los estudiantes!
-Pues a mí no me odia. La cuestión es que nadie me ha descubierto –escepto tú- y tampoco he descubierto el secreto de Sirius. ¿Satisfecha?
-Para nada. Pero a la próxima lo descubiremos.
-Disculpa, ¿próxima? ¿Descubriremos?
-Sí, tú y yo.
-Vaya. Eso sí que no me lo esperaba.
-¿Qué te crees? ¿Que eres la única capaz de romper las normas?
Elisa sonrió, y, aclaradas las cosas, bajaron al Gran Comedor.
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N.A. En el próximo capítulo, ¿se descubrirá el secreto? No lo sé. Es un misterio. Y además un polémico tema que ha surgido y causado problemas en muchas ocasiones. ¿Sabéis de qué estoy hablando? Se necesita pareja...
