Capítulo 5
La noche del baileLlegó el día del baile y Sirius no había dicho nada a Elisa. Así que las cosas se quedarían como estaban. Elisa iría con Snape y Sirius con una amiga de Lily. A Remus le hubiese gustado decirle más de cuatro cosas a su amigo, pero sabía que no serviría de nada.
Ya había corrido el rumor de que Elisa iría con Snape, por lo tanto Katrina se había enterado el mismo día del baile. Casi le da un ataque.
-¡¿PERO CÓMO HAS PODIDO?! –gritó Katrina fuera de sus casillas.
-Tranquila, Katrina, sólo es un estúpido baile –trató de tranquilizarla Elisa.
-No, si ya se nota que para ti sólo es eso. Pero, pero... es que no lo entiendo. ¿Por qué...? ¿Por qué precisamente él?
-Es que... no lo sé, surgió así.
-Elisa...
Elisa sabía que Katrina siempre reconocía cuando decía la verdad o mentía. Pero Elisa no podía decirle lo del secreto de Sirius... Por eso, tenía que hacer una cosa que el orgullo no le había permitido... hasta aquel momento.
-Es que... –empezó a decir indecisa- vi... a Sirius con la chica esa que es rubia... esa de la que te he hablado alguna vez... que es amiga de Lily... Pues eso, que me puse celosa y decidí ir con Snape.
-Elisa...
Katrina la miró con el ceño fruncido. Elisa temió que le pudiese descubrir el pastel, pero, por primera vez en mucho tiempo, Katrina se tragó la mentira.
-Oh... al final nuestra Elisa ha declarado sus auténticos sentimientos...
Elisa se quedó algo parada, pero en seguida reaccionó sonriéndole abiértamente.
-Así es.
-Oh, ¡qué orgullosa estoy de tí! –dijo Katrina abrazándola.
En aquel preciso instante, entró Neus en la habitación, una amiga y compañera de habitación.
-¿Qué pasa? ¿De qué estás tan orgullosa? –preguntó Neus curiosa.
-La pequeña Elisa al fin ha aceptado sus sentimientos.
-¡Oh! ¿Ya sales con Sirius?
-¡Qué va! –la rechazó Elisa con demasiada ligereza.
-Lo importante es que tú ya has dado un primer paso –dijo Katrina con entusiasmo.
-Bueno, creo que voy a arreglarme ya para el baile –dijo Neus desviando el tema.
-¡Nosotras también! –corroboró Katrina sin perder el entusiasmo.
-¿De qué servirá?
-Para que Sirius se fije más en tí –le aclaró Neus entendida.
-No creo que iendo con Snape...
-Venga, venga... que yo te arreglaré el pelo.
Tanto Neus como Katrina ignoraron las quejas de Elisa y la arreglaron tanto como les fue posible. Cuando acabaron, ni Elisa misma se reconocía. Elisa se puso su túnica azul de gala –nueva de aquel año- y se bajó a la Sala Común con un libro a esperar que dieran las ocho.
Llegó la hora del baile –puesto que habían empezado a arreglarse con unas cuantas horas de antelación-. Snape llegó puntualmente a recoger a Elisa. Al verla tan arreglada, Snape se quedó helado, pero Elisa no le dio tiempo para decir nada y para no ser vistos.
-Estás muy bien –le dijo finalmente Snape mientras recorrían los pasillos –espléndidamente decorados que conducían al Gran Comedor.
-¿Piensas contarme el secreto o no? –preguntó Elisa sin rodeos impaciente.
-¿Por qué no dejas de usar ese tono que no pega con tu cara? –replicó Snape con enojo.
-¿Por qué no dejas de usar ese tono y esa cara conmigo? –le contestó Elisa.
-No voy a contarte nada aún. No quiero que te me escapes –dijo Snape con una sorisa maliciosa.
Elisa hizó una mueca asqueada.
-¿Piensas aprovechar la ocasión, eh?
-Tanto como sea posible.
Estaban pasando por las escaleras por las que solían coincidir con los Gyffindor. Elisa aguzó el oído por si venía alguién. Y, en efecto, se oían unas voces muy conocidas.
-¿Dónde está Remus? –preguntó Peter Pettigrew.
-¡Cazando estrellas, no te digo! ¿No ves que es luna llena?
Elisa li hizó una señal a Snape para se parase y se escondiera a un lado con ella. Snape obedeció de mala gana. Aquella hubiese sido una ocasión perfecta para meterse con ellos. Pero corría risco que Elisa se marchase. Por eso decidió que valía más la pena ver la cara que haría Sirius cuando la viese con ella.
-Le hacemos una visita en acabar el baile, ¿no? –dijo James.
-Mmm... si hay ganas...
-Sirius, por favor, es tu amigo –le reprochó James
-De acuerdo, iremos.
-Por cierto, ¿dónde están las chicas?
-En el aseo –dijo Peter algo decaído.
-Tranquilo, Peter, seguro que el año que viene alguién querrá ir contigo.
James le dio un codazo a Sirius.
-¡Ai! ¿Qué?
-¿Quieres ser un poco más delicado, por favor? –le susurró James.
-No pasa nada, chicos, estoy acostumbrado.
Cuando ya estuvieron lejos, Snape y Elisa salieron del escondite.
-¿Quién iba a querer un gordinflón que se esconde siempre detrás de sus compañeros? –comentó Snape con desprecio.
Elisa no contestó, estaba mirando a los Gryffindor pensativa.
-¿Cómo es posible...? –dijo Elisa meditabunda- Si es un hombre lobo, no pueden verle, les matará.
-Ojalá fuese así –murmuró Snape.
-A no ser... ¡espera, ya lo tengo! Los hombres lobo no atacan a otros animales. ¡Pues claro, son animagos! Ése... ese es el secreto...
-¿Por qué tenías que ser tan lista?
-¿Es eso? –preguntó Elis incredula.
-Has acertado –asintió Snape amargamente.
-Bueno... –dijo Elisa con soberbia- ya sabes, soy una Ravenclaw.
-¿Y ahora, qué?
-¿Ahora? Entramos ya al Gran Comedor o nos perderemos la fiesta...
-C-claro... –tartamudeó Snape sorprendido porqué ella no hubiese decidido abandonarle.
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-No sabes lo mal que lo pasado.
-¿Eh? –preguntó Elisa distraída con los ojos clavados en Sirius y la chica que le acompañaba.
-Creía que me ibas a dejar colgado por haber descubierto el secreto.
-No soy tan vengativa como tú.
-Por supuesto –bufó Snape sarcástico.
-¿Qué?
-Tú también eres vengativa.
-¿Qué te hace pensar eso?
-Todo el mundo lo es.
-No todo el mundo.
-Sí cuando te atacan donde más duele.
-No me apatece discutir sobre eso –murmuró Elisa volviendo a mirar a Sirius.
-De verdad, nena, es que sois masoquistas.
Elisa giró la cara para mirarle.
-¿Disculpa?
-Tú y Black. No hacéis más que haceros daño mutuamente.
-Si tú no me hubieses hecho chantaje, ahora mismo no estaría aquí, contigo, sino allí, con Sirius.
-Por mi puedes ir.
-¿Cómo? –preguntó Elisa sorprendida.
-Estoy harto de veros lanzaros miradas furtivas celosas.
-¿Me ha mirado?
-Pues claro que sí, tonta.
-Tonto tú.
-Odiaría ver a Black feliz ahora que Potter y lo es, pero no soporto más vuestro patético sufrimiento. Ves a hablar con él, por favor.
Elisa le sonrió feliz y se levantó con la intención de ir a hablar con Sirius. Pero cuando vio a Sirius se quedó petrificada. Sintió como si le hubiesen arrancado el corazón y lo hubiesen hecho trizas. Sirius estaba besando a la chica rubia.
-¿Qué? –preguntó Snape impaciente.
-Elisa no pudo articular palabra. Intentó gesticular con la boca pero no pudo emitir sonido alguno. Señaló la puerta abierta del jardín y finalmente habló.
-V... voy fuera –murmuró no muy consciente de sus movimientos.
Snape observó como Elisa salía corriendo hacía el jardín. Luego vio como Sirius apartaba bruscamente la chica que le había besado –víctima clara de un mal entendido-. Snape se quedó plantando preguntándose qué debía hacer. Podía quedarse allí, en la aburrida fiesta, sin hacer nada. Podría ir y meterse con la peña de Potter. O bien podía intentar animar a la devalida y deprimida Elisa. Realmente, la más atractiva era la de molestar a Potter. Aunque ayudar en aquellos momentos a Elisa podía ser bueno para un futuro –como un plan guardado para molestar a Black-.
Snape salió al jardín y vió a Elisa sentada encima de una piedra, al lado del lago. Estaba entretenida tirando pidreas al pulpo. Snape dudó durante unos breves segundos. ¿De verdad serviría para algo hablar con ella? Quizás conseguiría animarla un poco. ¿Pero en qué estaba pensando? ¿Des de cuando era tan buena persona? No era propio en él... preocuparse por los demás... y menos en una amiga ítima de un amigo íntimo de Potter ¡brrr! Daba escalofríos sólo oírlo.
Caminó hasta donde estaba ella.
-¿Estás bien? –le preguntó Snape vacilante.
Elisa negó con la cabeza.
-He sido una estúpida. Por creer que... Sirius sentí algo hacía mí. ¿Cómo he sido capaz...? Tendría que haberlo sabido.
-Ni siquiera tú puedes saberlo todo...
-¡Maldito imbécil! –lamentó Elisa irritada.
-Escucha, tú, un poco de respeto –se defendió Snape.
-No es a ti, es por Sirius.
-... puede que si escucharas a la personas con conocimiento sabrías que esos personajes no merecen ningún respeto.
-Tú mejor te callas, ¿vale?
-De nada por intentar animarte, agradecida –replicó Snape sarcástico.
-Lo siento, pero no estoy de humor.
-¿Te animaría que fuesemos a gastar una broma a Black?
-No –contestó Elisa cortante.
-Está bien.
-¡Si es que nunca tendría que haberme enamorado de Sirius! –musitó Elisa con amargura.
-Es que ya te vale...
-Si no piensas decirme nada agradable lárgate y déjame sola. Que es como estoy mejor –añadió con voz queda mirando fijamente el lago.
-No eres mejor que Black –murmuró Snape por lo bajo.
Elisa le miró con odio.
-¿Quien te crees tú para juzgarme a mí o a Sirius? Lo único que tú sabes hacer es fastidiar a los demás. Por lo menos yo no hago daño a nadie. Ni me meto en la vida de los demás.
-Bien. Como quieras. Ahora ya comprendo porqué nunca había hecho esto. Solo intentaba ayudarte. Quizás no sea muy bueno, pero al menos yo lo he intentado. Dime tú lo que has hecho.
-Déjame en paz –bufó Elisa volviendo a mirar el lago.
-De acuerdo, ¡está bien! –dijo indignado-. Me rindo, haz lo que quieras.
Sanpe volvió al castillo murmurando entre dientes algo incomprensible para Elisa.
Elisa miró tristona hacia el sauce boxeador. Estaba muy quieto. Demasiado quieto.
Elisa se levantó del suelo y se quitó la suciedad de los pantalones. No le apetecía nada volver al baile. Y estar allí sentada compadeciendose de si misma era aburridísimo. Así que decidió acercarse al sauce. Recordaba que lo plantaron en su primer año en Hogwarts. Era un árbol con muy mal genio, que la tomaba con cualquiera que se le acercarse. Elisa conseguía comprender por que habían plantado un árbol tan peligroso en el colegio. Claro que los seres que había tanto en el fondo del lago como en el bosque prohibido, no eran muy amigables. Sabía que que Dumbeldore estaba algo loco, pero también sabía que no hacía nada porqué sí.
Elisa se encontro justo delante del árbol extrañamente tranquilo. Se acercó más al árbol cautelosa. Nada, que no se movía. Aquello era muy raro. Era com si alguién le hubiese lanzado un hechizo para que fueses inofensivo. O que le hubiesen quitado toda la fuerza de golpe. Dio una vuelta rodeando el árbol hasta que una figura diminuta la hizo pararse. Con una mueca de asco descubrió que era una rata. Curiosa, se acercó peligrosamente al árbol. La rata tenía una pata puesta sobre una rama que sobresalía del suelo. Parecía que la estaba pulsando. Se acercó más para ver mejor, y vio que la rata se metía por un agujero. En eses preciso instante, una brana del árbol le dio un bofetada en toda la cara increíblemente dolorosa. Elisa cayó al suelo aturdida y se arrastró tan rápido como pudo lejos del alcance del árbol.
Elisa oyó una s voces provinentes de dentro del árbol, entonces se escondió rápidamente detrás de unos matorrales.
-No ha sido buena idea venir... Snape podría rondar por aquí –dijo la voz de James.
-Volvamos al castillo –aquél era Sirius.
¿Tanto rato había estado Elisa fuera que ellos habían tenido tiempo de entrar y de salir de aquel extraordinario escondite?
Salieron uno a uno del sauce –escepto Lupin- y se volvieron al castillo. Elisa observó maravillada como la rata se convertía en Peter Pegriew. Jamás hubiese creído que sería capaz de ser un animago.
Cuando estuvo segura de que nadie pudiese verla, volvió al castillo. Entró por la entrada principal, no quería encontrarse con nadie del baile. Tan buen punto hubo entrado en el castillo, alguién la empujó bruscamente contra la pared.
-¡Tú!
-¿Sirius?
-¿Tú?
-Me haces daño, Sirius.
-Oh, perdona –dijo Sirius aflojando un poco pero sin llegar a soltarla-. ¿Nos has visto?
-¿Qué es lo que he visto? ¿La rata? ¿El sauce boxeador? –bufó Elisa con un amargo sarcasmo.
-¡Ni se te ocurra decir nada! –la amenazó Sirius.
Elisa le miró dolida.
-¿Por quién me tomas? ¿Es así com confías en mí? ¡Creía que éramos amigos!
-No des de que vas a los bailes con Snape –replicó Sirius dejándola ir-. ¿Qué pasa? ¿Que ya te lo ha soltado y no te has podido estar de ir a verlo por ti misma?
-No.
-¿Entonces?
-Ha sido pura casualidad. Yo estaba paseando por el jardín y cuando he visto el sauce boxeador...
-¿Prefieres estar fuera en el jardín, sola, en una noche tan lúgubre habiéndo una fantástica fiesta dentro del castillo?
-Hay gente a la que no le gustan los bailes.
-Por supuesto.
-No me crees.
-Ponte en mi lugar, ¿lo harías?
-Pues sí. Yo no me olvido con tanta facilidad de mis amigos. Y si se alían con mis enemigos será por algo.
Dicho esto, Elisa se fue corriendo hacia su casa, sin esperar respuesta de Sirius. Sirius se quedó allí plantado durante un largo rato. ¿Era un indirecta, lo que le había dicho Elisa? Puede que él hubiese hecho algo mal. De repente, empezó a sentirse tremendamente culpable por lo que le había dicho a Elisa y por como se había comportado. Pero es que llevaba una noche más horrible...
