Capítulo 8

Celos

            Elisa estaba sentada en una de las confortables butacas de la Sala Común de Raveclaw. Tenía los ojos fijos en el fuego. Sostenía en sus manos una taza de chocolate, que aún no había probado. Katrina estaba sentada en la butaca de al lado y tenía unos papeles en las manos, una lista. Le estaba diciendo algo sobre la lista, pero Elisa no la escuchaba.

            -Elisa... ¿se puede saber en qué piensas? ODIO que me ignores de ese modo.

            -Alguna vez... ¿te has dado cuenta de que las persona a las que conocías pueden llegar a ser muy diferentes de como creías?

            -¿Eso significa que te has vuelto a pensar lo del último chico? –la tanteó Katrina esperanzada.

            Elisa frunció el ceño desconcertada. ¿De qué habalba Katrina? Era evidente que no seguían la misma linia de pensamientos. Puede que le estuviese hablando aún de esa lista.

            -Mmm... no sé. Creo que podríamos dejar eso de la lista, ¿no crees?

            -¡Pero Elisa! –se quejó Katrina.

            ¡Buf! Era eso suspiró Elisa con alivio.

            -Por favor, Katrina, me harías un favor.

            -A ti te pasa algo. Ese aire ausente... esas palabras lentas y pausadas... ese suspiro.

            -¿Sabes algo de Neus? –divagó Elisa evitando entrar en aquella clase de temas peliagudos.

            -Vuelve mañana –repuso Katrina lacónica, dejando por una vez que Elisa no contestara a sus sospechas.

            -¿Está bien?

            -Todo lo bien que puede estar una víctima de Quién-tú-ya-sabes –asintió Katrina sombría.

            -¿Alguno de sus padres era muggle?

            -Sus abuelos.

            -¿Pero los padres están bien?

            -Imagínate. Son los únicos de la familia que sobrevivieron.

            -Su familia era bastante numerosa, ¿no?

            -Bastante.

            -Pues vaya.

            -Sería recomendable no hablar de ello en su presencia.

            -Claro –dijo Elisa volviendo a fijar sus ojos en la chimenea, con aire pensativo.

*          *            *

            Elisa estiró las piernas. Estaba sentadaen una de las piedras a la orilla del lago, en el mismo lugar que Elisa había estado lamentándose durante el baile. Ladeó la cabeza y vio que alguien se acercaba a ella. Elisa volvió a centrar sus visión en el lago. El apacible y silencioso lago. Únicamente interrumpido por los pasos acercándose. Elisa volvió a mirar. No era la primera vez que se encontraban allí. Des de que había tenido aquella ruptura de amistad con Sirius, le veía más a menudo. Ya no se insultaban... demasiado. En cierto modo, habían llegado a una especie de acuerdo. No es que aquello se pudiese considerar amistad. No. Para nada.

            -Hola –la saludó Snape sentándose junto a ella.

            -Últimamente no merodea mucho por aquí la rata, ¿verdad?

            -No –repuso Snape encogiéndose de hombros.

            -Bueno... –suspiró Elisa-. Oye, quería decirte algo.

            -Pues tú dirás.

            -No sé... estando aquí me he acordado... quizás sea un poco tarde, y no te acuerdes, pero... ¿Recuerdas la noche del baile?

            -¿Cómo olvidarla?

            -Quería disculparme. Tenías razón. Sirius es malo. Ya sé que es algo tarde, y eso, pero quería que comprendieses que esa noche me sentía muy mal y no sabía muy bien lo que decía. Lo siento.

            -Bueno. Puede que te perdone –dijo Snape con indiferencia.

            Elisa sonrió. Ahora que conocía algo más a Snape, sabía que estaba perdonada. Fingía ser muy frío cuando no quería demostrar sus sentimientos. Elisa se había acostumabrado a ello, así que no le importó su indiferencia. Al cabo de un rato, después de un silencio, Elisa volvió a hablar.

            -¿Puedo hacerte una pregunta?

            -Tú dirás.

            -¿Vas a hacerte mortífago? –le soltó Elisa como quien dice buenos días.

            Snape se quedó mirando a Elisa muy seriamente.

            -¿Estás segura que quieres saberlo?

            -Sí. Eres Slytherin. Se rumorea que todo tu grupo tiene planeado unirse a lord Voldemort.

            -Es cierto.

            -¿El qué?

            -Es un rumor –repuso Snape con aspereza.

            Elisa soltó un respigno.

            -Hablo seriamente.

            -Yo también.

            Elisa se puso a mirar el lago.

            -¿No era falso el rumor de que tú y Sirius erais novios?

            -Ya. Pero se acercaba mucho a la verdad.

            -¿Y no es falso el rumor difundido por nuestra amada rata Pettigrew?

            Elisa no pudo evitar hacer una amarga risa.

            -No lo hemos negado.

            Snape agitó levemente la cabeza.

            -Y últimamente siempre chocamos por aquí... –añadió Snape.

            -Te llamé por tu nombre de pila... –prosiguió Elisa.

            -Sólo faltaría que fuésemos por los pasillos cogidos de la mano y besándonos.

            Elisa repasó mentalmente aquellas útlimas palabras de Snape.. Estaba claro, siendo Snape, aquella frase iba con segundas. Se cruzó de brazos y miró a Snape escéptica

            -¿Acaso es eso una indirecta?

            -Jamás –negó Snape lacónico.

            -Ah. Bien –suspiró Elisa con alivio.

            -Pero...

            -¿Pero qué? –le cortó Elisa mirándole acusadoramente, temiéndo cada una de las palabras que pudiese decir.

            -Últimamente Black está de muy mal humor.

            -Sí. Y cada vez que se cruza conmigo se pone a abrazar o besar a su estúpida novia –dijo Elisa con frustración.

            -Exacto –asintió Snape con una leve sonrisa.

            -¿Cómo?

            -Le fastidian los rumores. No aguanta el rumor difunido por la rata. Por eso cada vez que te ve trata de ponerte celosa.

            -Sí, y qué más –se burló Elisa sin ganas.

            -¿No crees que es mucha casualidad que siempre esté con su novia cuando se cruza contigo?

            -¿Dónde quieres llegar a parar? –dijo Elisa fingiendo no entender lo que le estaba sugiriendo Snape.

            -¡Es que no lo ves! –le espetó Snape con impaciencia-. ¡No tienes más que mirarle! Fíjate. Sólo cuando le miras hace eso.

            -¿Eso? ¿El qué?

            Snape le señaló el árbol bajo el cual se cobijaban en su sombra Sirius y su chica. Había tratado con todas sus fuerzas de no mirar en aquella dirección. Porque sabía exactamente lo que vería. Sirius miró Elisa y abrazó apresuradamente a su novia. Elisa bajó en seguida los ojos y los clavó en el suelo.

            -¡Ah! –se lamentó Elisa-. ¿Por qué me haces ver eso? –dijo Elisa pegándo suavemente el brazo de Snape.

            -¡No lo hacían, cuando tú no mirabas! Estaban más parados que una tortuga. ¿No has visto con qué torpeza...?

            -¡Está bien! ¿Y qué quieres que le haga yo?

            -Sé que no te gustará... –empezó Snape dibujando una sonrisa malévola en los labios y frótandose las manos- pero dará resultado.

            -Me da miedo que vayas a decir algo horrible.

            -Devolverle la jugada –dijo Snape como si hubiese tenido la idea del siglo. Sin embargo, Elisa no comprendió –o no quiso- a qué se refería.

            -No entiendo.

            -Digo que hagamos lo mismo que hace el con su novia cada vez que le miras –siseó Snape.

            Elisa arqueó una ceja.

            -Me estás diciendo que tú y yo...

            Snape asintió con la cabeza.

            -¡Estás loco! –bufó Elisa levántandose bruscamente.

            -¡Tan solo piénsalo! –le pidió Snape levántandose detrás de ella.

            -Es absurdo. ¡Absurdo! –dijo Elisa empezando a andar con nerviosismo de un lado para otro.

            -Black se morirá de celos –argumentó Snape observando tranquilamente el ir y venir de Elisa-. Y eso le hará explotar. Al final tendrá que confesar sus verdaderos sentimientos. Dejará esa... novia y querrá estar contigo.

            -¿Ahora resulta que quieres ayudarme? –preguntó Elisa incrédula parándose en seco, Snape la miró divertido, y Elisa se cabreó aún más-. ¿Sabes? Resulta curiosamente ineresante. ¡Resulta que para que Sirius y yo nos juntemos, debo besarme contigo!

            -Esa es más o menos la idea. Veo que vas comprendiendo –dijo Snape sin inmutarse.

            Aquella postura por parte de Snape, cabreó más a Elisa, si cabía la posibilidad.

            -¡Lo que voy comprendiendo es que con la excusa tú aprovechas para meterme mano!

            -No se puede hablar contigo.

            Elisa recuperó el aliento y le miró inquieta.

            -Sigo sin lograr comprender lo que pretendes –dijo Elisa con aspereza.

            -Yo conseguiré... –empezó a decir Snape acercándose a ella. Elisa le miró con recelo, pero no se movió, mantuvo la compostura y le miró altiva. Snape sólo sonrió con malicia y le habló al oído- todo cuanto ha deseado Black. Su mayor tesoro. Esos enormes ojos azules. Esa melena castaña. Aquello por lo que está dispuesto cometer locuras. A ti.

            Elisa miró conmovida a Snape y luego miró de reojo a Sirius. Quiso decir algo, pero no pudo articular palabra. Tenía un nudo en la garganta que no la dejaba respirar.

            -Entonces... –balbuceó Elisa hablando con lentitud para que no se le quedasen las palabras en la garganta- entonces, ¿p...por qué hace eso?

            -No lo sé –contestó Snape con soltura-. ¿Pero no crees que merece ser castigado? ¿Que merece recibir de su propia medicina?

            Elisa vaciló por unos instantes, pero luego habló con determinación.

            -Yo no soy como tú –dijo Elisa alejándose unos pasos de él.

            -No pretendo que lo seas –dijo Snape acercándose de nuevo a ella.

            -Pero yo no quiero besarte, Snape.

            Snape le cogió la mano y Elisa volvió a mirar de reojo a Sirius. De no ser porque estaba tan lejos, Elisa juraría que la miraba expectante.

            -¿Está mirando?

            Elisa tragó saliva con dificultad. Miró a Snape vacilante.

            -Sí.

            -Perfecto.

            Elisa miró de nuevo a Sirius de reojo. La chica le cogía del brazo, pero Sirius no parecía percatarse de su presencia lo más mínimo. Elisa tuvo el impulso de salir corriendo hacia él. Para estar a su lado. Pero su orgullo no le permitió hacer tal cosa. En lugar de ello, permaneció quieta. No se movió lo más mínimo. Desafiando descaradamente a Sirius.

            -Vas a comerle con los ojos.

            Elisa parpadeó sorprendida y miró a Snape.

            -De acuerdo. Hagámoslo.

            Snape sonrió satisfecho. Ladeó la cabeza y la besó.

*          *            *

            Cuando Elisa entró a clase de Defensa y vio la mirada que le echaba su amiga des de la primera fila, supo que lo sabía. En vez de sentarse a su lado, Elisa se sentó sola en el último banco como precaución. Pero sabía que no podría ignorarla durante el resto del día. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarse a ella. Sin embargo, podía restrasarlo lo máximo posible para poder buscar una excusa convincente.

            Fue más pronto de lo que había previsto Elisa que Katrina la cogió por banda, sin dejarle escapatoria alguna. Durante la hora de la comida, Katrina corrió a su lado y permaneció unos minutos en silencio. Comenzó a hablar con tranquilidad, dando un asombroso rodeo a la cuestión. Elisa agradeció aquel tiempo en el que no tenía que decir nada trascendental.

            -Verás, Elisa, hoy estaba con Michael, ya sabes, uno de los amigos de Robin que te presenté... –dijo con palabras apresuradas Katrina, al ver que Elisa no se daba por aludida, prosiguió-: ¿a qué no sabes que me ha dicho que vio el otro sábado?

            -No tengo ni idea, pero estoy segura de que tú sí.

            -¡Ja..., ja! Elisa, no es broma... Veamos... ¿dónde estabas tú el sábado a las 17.30?

            -Eh... déjame pensar... ¿en qué instante de las 17.30? En ese periodo de tiempo se pueden hacer tantas cosas...

            -¡Te besaste con Severus Snape! –chilló Katrina fuera de sí.

            Elisa miró todo el Gran Comedor, por si alguién aparte de todo el mundo, la había oído. Por suerte, había demasiado jaleo en aquella hora.

            -¿Te das cuenta de lo que acabas de decir?

            -¡Perfectamente! ¿Y tú?

            -Tranquila, Katrina, que no se acaba el mundo.

            -¡No lo niegas!

            -Ni tampoco lo afirmo. ¿Des de cuando te interesan tanto esa clase de cotilleos? Y lo que es más, ¿des de cuando te los crees?

            -¡Des de que mi mejor amiga es la principal implicada!

            -¿Quieres hacer el favor de no alterarte tanto?

            -¿Piensas darme alguna explicación razonable? Aunque es prácticamente imposible.

            -Ya sabes que no me gusta hablar de estos temas, Katrina.

            -¡No me vengas con excusas, Elisa White!

            Elisa se apartó un poco de su amiga por miedo de ser mordida.

            -¡No hay ninguna historia! ¡Me besó y ya!

            -¡Elisa...!

En aquel momento, apareció Neus. Tanto Katrina como Elisa se quedaron mudas. Neus ignoró sus miradas, aunque la hacían sentirse verdaderamente incómoda. Cogió la chaqueta que se había dejado y se marchó.   

-¿Ves? Ese es el problema.

Elisa frunció el ceño desconcertada.

-No te entiendo.

-Snape se convertirá en mortífago, todo el colegio lo sabe, no te conviene.

-¿Cuando he dicho yo que vaya a casarme con él?

-Pero sois novios.

-No Katrina, no.

-La verdad, no hay quien entienda. He estado durante meses buscándote a la persona indicada. Y a la primera de cambio, te lías con este.

-No existe la persona indicada. Creía conocerla, pero estaba equivocada.

Katrina comprendió que hablaba de Sirius.

-Elisa... ¿aún no le has olvidado?

            -¿Se me nota mucho?

            -No, qué va, nunca se te ha notado –dijo Katrina irónica.