Capítulo 10

Recuerdos de una amistad

            Elisa se sentó en uno de los pupitres de la primera fila. Miró atrás, a ver si venía Katrina, pero aún no había llegado. Elisa se volvió preocupada. ¿Qué estaría haciendo? ¿Tenía algo que ver con lo que le había dicho de Sirius? ¿Estaría hablando con él? Imposible. Sirius estaba dos filas más atrás de ella. Justo detrás de ella. Elisa se sintió incómoda ante la idea de tener los ojos de Sirius clavados en su nuca. Con esa mirada de preocupación. Elisa se pasó la mano por el pelo y volvió a girarse. Entonces entró la profesora MacGonagall. Elisa la siguió con la mirada nerviosa. ¿Por qué hacia eso Katrina? ¡Ella nunca llegaba tarde a clase!

            La profesora empezó a explicar el tema de los animagos. Llevaban unos días con el tema. Claro que, des de que Elisa se había enterado de que Sirius era uno de ellos había estado hiendo a la Biblioteca para saberlo todo. Lo que explicaba la profesora no era nada nuevo para ella, así que se podía permitir el lujo de no atender.

            Al cabo de cinco minutos, entró Lily Evans. Elisa la miró decepcionada. Creía que sería Katrina. Pasaron otros cinco minutos y entró Katrina. Elisa suspiró aliviada. Miró a la profesora MacGonagall y no parecía haberse percatado de su retraso. Katrina se dirigió rápidamente al lado de Elisa. Se sentó pesadamente a su lado y miró seriamente a Elisa.

            -Está bien –susurró Katrina-. Tienes una oportunidad.

            -¿Oportunidad? ¿De qué?

            -Después de última hora, ve a la bruja cornuda.

            -¿La bruja... qué?

            -Señorita Heart, si encima que llega tarde se pone a hablar con su amiga, me temo mucho que no la dejaré entrar la próxima vez –le dijo la profesora llamándoles la atención-. Hoy como aviso les descontaré 5 puntos a su residencia.

            Elisa suspiró con desánimo.

            -Un año más siendo ignorados por el premio de residencias.

            -5 puntos menos, señorita White. Y otros 5 menos para Gryffindor, señor Pettigrew, creo que usted es la persona menos indicada para reírse.

            Elisa volvió a girarse para ver a Peter bajar la cabeza bajo la mirada acusadora de Sirius. Elisa sonrió con tristeza.

            ¿Qué fue lo que pasó, Sirius?Eras mi mejor amigo.

^^*^^*            ^^*^^

            La clase iba a dar comienzo. Los alumnos de cuarto curso de Ravenclaw estaban asustados, porqué sabían que la profesora MacGonagall iba a poner un examen sorpresa. Sin embargo, la profesora esperaba que estuvieran todos sus alumnos en clase. Y el evidente hueco de los alumnos de Gryffindor les daba tiempo para estudiar.

            -¿Dónde se habrán metido...? –empezó a decir la profesora, siendo interrumpida por el jaleo del pasillo. Salió de la clase danado grandes zancadas.

            -¡BLACK, POTTER! ¡Estoy harta de sus peleas con el señor Snape! Hoy no les dejaré sentarse juntos –esas fueron las palabras que oyeron los alumnos en cuanto salió la profesora de clase, luego la vieron entrar seguida de James Potter y Sirius Black-. Potter, usted se sentará con Pettigrew. Black, con Lupin..., no espere, mejor con White. Si con esto logro que se mantengan quietos y callados, no les quitaré más puntos.

            Sirius y James obedecieron de mala gana sin rechistar. La profesora volvió hacia su mesa.

            -Les aviso que los rumores eran falsos. No hay ningún examen sorpresa, puesto que ya lo sabían. El examen será para mañana. Hoy repasaremos los ejercicios por parejas. Quiero que me conviertan este ratón en un candelabro. Y luego que sea de nuevo un ratón. Así.

            La profesora sacó un ratón blanco de una caja. Agitó la varita y se convirtió en un candelabro. Luego repartió los ratones en cada mesa.

            Elisa miró al ratón que tenía delante y luego miró de reojo a Sirius. ¿Realmente tenía que hacerlo con él? Ella sola se las podía arreglar perfectamente, no necesitaba de la ayuda de un perfecto desconocido. ¿Por qué la MacGonagall le había hecho eso? ¿Por qué Katrina se había puesto enferma justo ese día? ¿Por qué ella tenía que ser tan tímida? ¿Por qué tenía que ser tan complicado todo?

            -Bueno, habrá que hacer algo con el ratón antes de que se vaya a almorzar –bromeó Sirius.

            Elisa sonrió a medias.

            -Claro.

            Elisa sacó la varita y la agitó delante del ratón, que se convirtió en un candelabro.

            -¡Guau! Eres muy buena en Transformaciones –la alabó Sirius cogiendo con admiración el candelabro ex-ratón-. Podrías ayudarme, por que lo que es yo...

            -Pero si es muy fácil. Sólo tienes que agitar la varita. Ni siquiera tienes que decir unas palabras.

            Elisa volvió a mover la varita encima del candelabro y de nuevo era un ratón.

            -Realmente fantástico.

            -Gracias –le agradeció Elisa tímidamente.

            Entonces pasó a su lado la profesora.

            -Les dije que lo convirtieran, no que lo observaran.

            -¡Pero si ya lo ha hecho! –se quejó Sirius.

            -Podría hacerme una muestra, Black.

            -C... claro –asintió Sirius cogiendo la varita.

            Elisa también cogió la varita y la escondió debajo de la mesa sosteniendola firmemente. Entonces Sirius movió la varita encima del ratón, mientras Elisa lo hacía simultaniamente debajo de la mesa. El ratón se convirtió de nuevo en el magnifico candelabro que había convertido Elisa. Sirius sonrió sorprendido y luego miró a la profesora.

            -¿Lo ve, profesora? Es muy fácil, solo es cuestión de mover la varita –se alaredeó Sirius.

            -Puesto que usted ya lo sabe todo, Black, le pondré trabajo extra para que no se aburra –le recriminó la profesora severamente.

            Elisa rió por lo bajo. La profesora no se dio cuenta y volvió a mirar los otros alumnos.

            -Bueno, creo que eso último sobraba –se lamentó Sirius-. De todos modos, gracias.

            Elisa le sonrió abiertamante, aunque algo sorprendida.

            -¿Lo sabías?

            -Bueno..., algo sospechaba. Nunca había hecho nada tan perfecto. Normalmente el candelabro tiene ojos y orejas.

            Elisa rió de buena gana.

            -En serio, gracias.

            -De nada. Lo siento. Creo que no nos hemos presentado.

            -Sirius Elisa, Elisa Sirius. Encantado –dijo Sirius dándole la mano.

            -¿Sabes mi nombre?

            -Claro. Todos sabemos, aunque no quieras demostrarlo, que eres la más lista de la clase.

            Elisa se sonrojó.

^^^^^^^Cuestión de tiempo^^^^^^

            -Lo digo de verdad, Sirius, me da mucho corte. Además, no sé si eso está permitido...

            -No digas tonterías, Elisa. ¿Por qué tendría que estar prohibido que vinieses a mi Sala Común?

            -No lo sé. Pero para algo está el Gran Comedor. Y tampoco he visto nunca nadie en mi residencia que no sea Ravenclaw.

            -Lo que pasa es que te da corte estar con mis amigos.

            -¡Pero qué dices!

            -Sí, que sé yo que te gusta James... –bromeó Sirius riéndose.

            Elisa no pudo evitar sonrojarse, aunque no se dio por aludida.

            -¡Eso no es verdad! –dijo Elisa cogiéndole del brazo-. Además, a James le gusta Lily.

            -¿En serio? –preguntó Sirius sorprendido.

            En un principio, Elisa creyó que la estaba engañando, pero no era así, la verdad era que Sirius no tenía ni idea. Elisa no podía entender como siendo James su mejor amigo no lo supiera. A lo mejor era que ni siquiera James lo sabía. O que no quería aceptarlo. En fin. El amor está en el aire, eso es evidente.

            -No puedo creer que no lo sepas.

            -Yo tampoco. ¿Por qué James no me ha dicho nada? Pero, aún y así no puedo creerlo. ¡Se odian! No dejan de discutir nunca.

            -Ajá. ¿Por qué crees que discuten tanto?

            -Pues no sé. ¿Pero es que te ha dicho algo a ti Lily?

            -¡Qué va! Si ninguno de los dos quiere aceptarlo.

            -Qué fuerte. Oye, ¿qué te parece si les damos un empujoncito? –dijo Sirius con ojos maliciosos.

            Elisa sonrió.

            -No seas tonto. Ni siquera sé qué podríamos hacer. Y yo no sé de estas cosas.

            -¡No poco! Me acabas de decir que sabes que están enamorados.

            -Eso es diferente, Sirius.

            Sirius hizo caso omiso y entonces se pararon justo delante de un retrato de una señora enormemente gorda.

            -Ya estamos.

            -No voy a entrar, Sirius.

            -Venga... ¿O es que quieres que te haga cosquillas? –dijo Sirius empezando a hacerle cosquillas por la barriga.

            -¡Está bien, de acuerdo! –aceptó Elisa sujetándolo para que parase.

            Sirius paró y le sonrió. Elisa también sonrió algo avergonzada y se apartó un poco para que no se le ocurriera volver a hacerlo.

            -Bien –asintió Sirius satisfecho. Luego se giró hacia el retrato y dijo la contraseña-: ¡Artilugios pesados!

            La Señora Gorda se apartó y les dejó pasar. Sirius se adelantó y Elisa fue detrás de él. Sirius se hizo a un lado para que Elisa pudiera ver bien la Sala. Elisa avanzó tímidamente y observó maravillada la Sala Común. Había varias butacas y mesas en las que los Gryffindor se sentaban para hablar y hacer los deberes. Al centro había una lumbre donde se reunían un grupo bastante numeroso. Claro que, con el frío que hacia fuera, era de agradecer un fuego caliente. Sirius fue hacia la chimenea e hizo un gesto a Elisa para que le siguiera. Al acercarse más, Elisa se dio cuenta de que el grupo que se sentaba alrededor del fuego eran los amigos de Sirius. Había un sillón libre, donde Sirius se sentó y le dijo a Elisa que se sentara. Los amigos de Sirius miraban expectantes. Elisa se sintió incómoda siendo observada de aquella manera, sin embargo, se sentó al lado de Sirius.

            -Y bien, Sirius. ¿No nos la vas a presentar? –preguntó Remus mirándolo fíjamente.

            -¡Pero si ya conoceis todos a Elisa! –repuso Sirius tranquilamente.

            -Así de vista, sí –alegó Peter.

            -Yo sí que la conozco. El otro día, en la biblioteca estuvimos estudiando. Pero cuando llegó James armó un jaleo con Sirius y nos echaron –dijo Lily mirando de reojo a James.

            -Oye, guapita, que tú tampoco eres una Santa –masculló James irritado.

            -Vale, que haya paz, parejita, que hoy he traído a una invitada.

            -¿PAREJITA? –aullaron James y Lily a la vez.

            Sirius le guinó un ojo a Elisa. Elisa le sonrió a Sirius y movió los labios diciéndole "lo ves". Sirius asintió con la cabeza sonriendo también.

            -Un momento, ¿qué pasa aquí? –preguntó James desconcertado- ¿Qué os llevais entre manos vosotros dos?

            -Nada –sonrió Elisa-. Mejor preguntale a tu amigo.

            James frunció el ceño y miró a Sirius.

            -¿Sirius...?

            -Creo que luego tendremos una pequeña charla, amigo.

            -¿He hecho algo?

            -Puede. Bueno, aún no. Es decir, luego hablamos.

            Elisa rió ante la mirada desconcertada de los amigos de Sirius.

^^5 año en Hogwarts, un día cualquiera de primavera^^

            Elisa se balanceó inconscientemente sobre sus pies. Ladeó la cabeza para ver si aparecía alguién por el pasillo, pero continuaba igual de desierto que antes. Qué raro. Sirius solía ser muy puntual. Nunca hasta entonces se había retrasado. Quizá debería ir a su Sala Común, a ver si aún merodeaba por allí. Y, si no estaba, preguntaría a sus amigos. Sí, puede que eso fuese lo mejor, en vez de estar ahí perdiendo el tiempo.

            Cogió la mochila que había dejado en el suelo y se la colgó en la espalda. Miró el reloj una vez más. Ya pasaban más de veinte minutos de la hora. Mejor será irse ya.

            -¿Qué haces aquí? –preguntó una voz fría.

            Elisa levantó la cabeza y quedó perpleja.

            -Eh... esperaba un amigo –contestó ella algo nerviosa.

            El profesor Julius White, de runas, la miró con un ligero desdén.

            -¿No será ese Black? –dijo él con voz queda.

            -S... sí –asitinó Elisa inquieta.

            -Qué vergüenza. Que un White establezca amistad con un Black.

            No es asunto tuyo quién sea mi amigo, padre abandonador quiso decir Elisa. Pero le picaba la curiosidad, ¿Qué tenía su padre en contra de Sirius?

            -¿Qué pasa con los Black? –repuso Elisa con un ligero temblor en la voz.

            -¿No lo sabes? Por supuesto que no. Verás, nuestra familia es de una larga tradición, al igual que la de los Black. Podría decirse que fueron las dos primeras familiar de magos. Por eso no es ninguna casualidad que nuestros apellidos sean opuestos. Porqué siempre hemos estado enfrentados. Blanco y negro. Luz y oscuridad. El bien contra el mal, pequeña. Aunque en toda familia hay ligeros desequilibrios, como es normal. A pesar de todo, no quiero que veas más a ese Black, si sabes lo que es bueno, niña desobediente.

            No merezco esto.

            -Ni siquiera puedo llamarte padre, ¿por qué debería obedecerte? –masculló Elisa.

            -Hagamos una cosa –dijo él con una sonrisa maliciosa-. Tú me llamas padre y tú dejas de ver a Black.

            -No.

            -Como quieras, estúpida –la recriminó con voz gélida. Dio media vuelta y se marchó.      

            No lo merezco.

            Elisa se apoyó contra la pared y se dejó caer hasta el suelo. Escondió la cebeza debajo sus pálidas manos.

            Entonces oyó un chasquido y unos pasos. Elisa levantó la cabeza asustada. Era Sirius. Elisa se quedó sentada en el suelo y Sirius se puso de rodillas enfrente suyo.

            -¿Estás bien? –le preguntó Sirius dulcemente poniéndole la mano sobre su ombro.

            -¿Lo has visto? ¿Has estado...?

            -Ssst –la calló Sirius-. Sí. Le he visto. Y oído.

            -¿Por qué, Sirius? –se lamentó Elisa con un nudo en la garganta-. No me lo merezco.

            Sirius no dijo nada y la abrazó. Aquel abrazo fue más reconfortante que cualquier otra palabra que pudiese decirle.

            -Tranquila –le dijo en un susurro-. Sé lo que es tener ese tipo de padre. Por eso sabes que puedes contar siempre conmigo. Y puedes desahogarte.

            Elisa sollozó.

            -Me alegro, Sirius. Me alegro de tenerte como amigo.

            -Yo también.

^*^

            -Por eso, pase lo que pase quiero que sepas que siempre seremos amigos. Que siempre estaré a tu lado. Y, que pase lo que pase, jamás te abandonaré.

^*^

            Sin embargo, cuando entra en juego el amor... todo se echa a perder. Si más no eso fue lo que ocurrió, ¿No, Sirius? Me gustabas. Me gustabas tanto que ni siquiera reparé en nuestra amistad. Y ahora lo hemos echado todo a perder.

            ¿Qué fue lo que pasó, Sirius?

            Elisa suspiró abatida. Aquella clase de Transformaciones estaba siendo la más aburrida y larga de la historia. Miró su reloj por enésima vez. Las clases no eran tan aburridas cuando era amiga de Sirius. Él y sus amigos eran muy divertidos y siempre la hacían reír. Ahora se había vuelto seria y tal vez frívola. Nada la hacía reír como antes. Nada era lo de antes. Todo estaba mal. Todo se estaba desmoronando. Ya no puedo hacer nada para arreglarlo.

            Entonces tocó el timbre. Elisa miró a Katrina y esta le guiñó un ojo. Elisa frunció el ceño desconcertada. Katrina le señaló con la cabeza hacia Sirius. La estaba mirando. Ambos apartaron la mirada avergonzados.

            O tal vez sí.