Capítulo 12

¿Feliz? Cumpleaños

            Elisa nunca creyó que las desgracias ajenas que ocurrían a su alrededor, llegarían hasta ella. Pensaba, que, en cierto modo, ella estaba fuera de aquel horror. Que ella no tenía nada que ver. A pesar, claro, de sentir temor e impotencia por no poder hacer nada, no creía que pudiese pasarle nada a ella. Estaba muy equivocada.

            Aquel día de primavera, Elisa se levantó con las sabans pegadas a la mejilla. No había dormido bien. Había tenido toda clase de pesadillas. Sin embargo, aquel día se sentía muy excitada. Estaban a 23 de Abril. ¡No sólo era el día del libro, también era su cumpleaños!

            Cuando despertó que ya no había nadie en el dormitorio. Bajó a toda prisa las escaleras y fue al Gran Comedor. Corrió hasta su mesa y se sentó al lado de Katrina expectante.

            -¡Buenos días! –saludó Elisa algo más alto de lo normal.

            -¡Felicidades! –le dijo Katrina en seguida.

            Elisa le sonrió de oreja a oreja, agradecida.

            -¡Gracias, Katrina! Te has acordado.

            Elisa se cogió un poco de zumo de calabaza, se lo sirvió y bebió un poco.

            -Por supuesto. Sólo tienes ese brillo en los ojos cuando es Navidad o tu cumpleaños. En cualquier caso, siempre que sabes que vas a recibir regalos.

            -Ja, ja –se rió Elisa irónicamente, sin embargo, nada le podía quitar el buen humor.

            -El año pasado no estabas tan optimista, querida.

            -Bueno..., es que suelo tener mala racha con los cumpleaños y días especiales. Siempre ocurre algo malo. Pero este año intento ser optimista y pensar que nada malo va a pasar. Después de todas las cosas malas que me han pasado quiero pensar que nada puede ir a peor, sino a mejor.

            -Buena teoría. Pero, a la práctica...

            Katrina calló por el evidente silencio que se había hecho en el Gran Comedor. Dumbledore se había levantado para hablar. Elisa vio la cara de Dumbledore y supo que era algo serio. Elisa dejó el vaso a un lado y prestó atención.

            -Querido alumnado. Debo darles una mala noticia, como tantas hay en estos tiempos... –Dumbledore hizo una pausa para repasar con la mirada todo el salón. Elisa tuvo la sensación de que se detenía en ella- Y es mi deber comunicarles que esta noche falleció nuestro profesor de runas mágicas. Julius White, durante un viaje que le mantenía alejado de Hogwarts fue atacado por unos mortífagos –dicho esto, Dumbledore volvió a sentarse.

            Un murmullo empezó a zumbear por todo el Comedor. Y Elisa pudo percibir como gran parte de las miradas se centraron en ella. Elisa bajo la mirada molesta. Katrina carraspeó, intentando decir algo.

            -Elisa, yo... –farfulló Katrina.

            -No me miréis así, por favor –dijo Elisa frunciendo el ceño-.  Era mi padre, sí. Pero apenas le conocía.

            Entonces toda la gente a su alrededor volvió a murmurar. No sabían la verdad hasta que lo hubo confirmado Elisa. No estaban seguros de que la coincidencia de nombre fuese casualidad. Hasta entonces nadie lo había sospechado. Pero Elisa no quería que se compadeciesen de ella. Odiaba que alguién lo hiciera.

            -Hoy cumplo 17 años. No quiero que esto lo estropee –dijo Elisa en un susurro a Katrina.

            Katrina negó con la cabeza.

            -No puedes negar lo evidente. A pesar de todo, él era tu padre. Podemos celebrar tu cumpleaños otro día –añadió Katrina pensando en la fiesta sorpresa que le había preparado.

            -¡No! ¡No quiero que vuelva a estropearme el día! –dijo Elisa levántandose de golpe y cogiendo su mochila. Miró a Katrina impertérrita y luego se marchó.

            Katrina suspiró con desánimo.

            -Pero es así.

            Elisa salió fuera, a los terrenos de Hogwarts. Cogió un puñado de piedras y las lanzó con fuerza al lago. El calamar parecía estar dormido, ya que no pasó nada. El lago se quedó igual de liso y apacible que antes. Al contrario que el estado de ánimo de Elisa. Andó con nerviosismo por la orilla del lago.

            No iba a llorar. No debía llorar. Para ella, aquel hombre no había sido su padre. Le odiaba porqué él la odiaba a ella. No había razón para tenerle un luto, un respeto por su muerte. Prácticamente era un desconocido para ella. Nunca había hecho la función de padre. Nunca había tendio padre. ¿Por qué debería estar triste? Lo único que había hecho ese padre por ella era complicarle la vida. Había hecho lo posible por que tuviera unos cumpleaños bien desagradables. Parecía que aquel también lo había planeado.

Elisa, por dios. ¿Acaso crees que fue a los mortífagos y les dijo; matadme hoy, que es el cumpleaños de mi hija? Piensa con racionalidad. Nadie haría algo así. Ni siquiera tu padre, lo sabes.

^^*^Un año atrás...^*^^

-¿Dónde está, dónde está? ¿Por qué no ha venido aún?

-Chica, que desesperación por un amigo...

-¡Me prometió que vendría! –se defendió Elisa.

-Vale, vale, tranquila –repuso Katrina-. Seguro que algo le habrá entretenido. Y sabes cómo es Sirius. Siempre tiene algo que hacer por ahí.

-Ya.

Sirius no estaba muy lejos de allí, andaba agazapado junto a James bajo su capa de invisibilidad. Bajo el brazo, llevaba un regalo. Andaban a tientas por el oscuro pasadizo, que les llevaba de vuelta al castillo, después de haber estado clandestinamente en Hogsmeade, para comprar el regalo.

-La última vez, Sirius, ¿Eh? Que quede claro. Esto no lo vuelvo a hacer ni por tí ni por nadie –se quejó James.

-Encima que la chica te ha invitado, ¿vas a quejarte ahora?

-No me quejo Sirius. Pero deberías haber ido antes a Hogsmeade, no ahora con el tiempo justo.

-Es que el libro que reservé lo traían hoy. No es culpa mía.

-Ya te he dicho que ahora siendo prefecto no puedo permitirme...

-Que sí, que sí, pesado. Llevas todo el año diciéndolo. ¿No te habrás tomado muy a pecho tu cargo? ¿O es que te gusta por qué puedes estar más rato con Lily? Claro, ya entiendo, lo que pasa es que como ahora ella está en una reunión de prefectos te gustaría estar con ella para demostrarle que eres un buen prefecto.

Sirius supo, a pesar de no verle la cara a su amigo, que se había sonrojado.

-Ya llegamos –atajó James.

Salieron de detrás de la estatua de la bruja después de comprobar que fuera no había nadie. Guardaron el mapa se quitaron la capa. James se la guardo debajo de la túnica. Cosa que le hacia tener un aspecto un tanto raro.  Luego fueron a toda prisa hacia la casa de Ravenclaw.

-Lástima que Remus no pueda ir, Elisa también quería que fuera –comentó Sirius.

-¿Qué vas a decirle?

-Lo de su madre servirá, ¿no?

-No sé. Creo que ya es la quinta vez que se lo dices...

-Entonces es que está enfermo.

James le miró con reprobación.

-¿Qué? En parte es la verdad.

-Sí, bueno. Pero llévate cuidado. Tu amiga es muy lista. Algún día sospechará.

-Ya veré lo que haré cuando llegue ese día.

-Claro. ¿Y Peter? También le invitó, ¿no?

-Sí. Pero me dijo que le daba corte ir. Creo que se ha quedado en la biblioteca acabando la tarea de Pociones.

-Ah, sí. Me lo contó. Resulta que está colado por Elisa.

-¿Cómo? –dijo Sirius alarmado.

-Sí. Los hay que lo admiten...

-Oh, cállate.

-Sirius...

James se interrumpió de repente, había oído pasos. Pero no les dio tiempo a esconderse bajo la capa de James. El profesor White les había pillado. Sirius maldijo su mala suerte, estaban a tan solo unos pasos de la entrada de Ravenclaw, dónde le esperaba Elisa.

-¿Dónde creen que van con tanta prisa, señores? Los pasillos son para andar, no para correr –dijo el profesor con frialdad.

James no dijo nada, sospechaba que había algo en aquel profesor que Sirius sabía y que no le había contado. Por eso dejo que Sirius hablase.

-Estoo... buscábamos a nuestro  amigo Peter... creo que usted le da clase. ¿Le ha visto por casualidad? –preguntó Sirius.

Al profesor no le pasó inadvertido el regalo que llevaba Sirius bajo el brazo.

-¿Van a hacerle un regalo? ¿Quizás un cerebro?

Sirius se mordió la lengua por no decir algo muy feo.

-¡Es para mi novia! –intervino James.

-¿Y se puede saber de dónde lo han sacado?

-Lo... lo compré el otro día en Hogsmeade. Lo tenía escondido para que no lo viese. Por eso hemos ido a buscarlo. Eso es todo. No hemos hecho nada malo...

-Usted como prefecto debería conocer mejor el castillo, ¿no cree? Están muy lejos de su sala común. ¿Qué hacen aquí? Tan cerca de la residencia... Ravenclaw.

-¿Es aquí? –dijo Sirius inocentemente-. Pues sí que nos hemos perdido, ¿eh, James? Será mejor que nos vayamos ya.

-Esperen. Creo que Filch necesitaba unos voluntarios para limpiar un armario... creo que ustedes serían perfectos...

-¡Pero no puede ser!

-¿Por qué no, señor Black? –dijo el profesor con un ligero tono de desdén en el nombre.

James se preguntó cómo era posible que aquel profesor conociera a Sirius. Sirius tomó aire.

-Tenemos prisa.

-Tienen todo el domingo para darle el regalo a su novia. Pueden verla luego, más tarde, ¿no?

-Pero es que me está esperando...

-¿Le está esperando? ¿Sólo a usted?

Sirius estaba empezando a perder la paciencia.

-A ambos, profesor –dijo Sirius con un ligero temblor en la voz por la furia contenida.

-Bueno, bueno. Creo que a Filch le encantará su compañía.

Sirius dio un respigno.

-¿Quiere decir algo, Black?

Sirius tragó saliva.

-No, señor.

-Puede que le haya surgido un imprevisto, ya sabes –sugirió Katrina al cabo de una hora.

Elisa estaba hundida en una de las butacas, al igual que su estado de ánimo.

-No lo creo.

Katrina intentó animar a su amiga como pudo, pero no hubo manera. Al final se dio por vencida. Cuando Elisa se ponía pesimista no había quién la animase. No fue hasta el día siguiente que Elisa supo lo que había pasado. Estaba comiendo con su típica parsimonia sus cereales cuando alguién le tapó los ojos.

-No tiene gracia, Katrina.

-No soy Katrina.

A Elisa le dio un vuelco el corazón. Le apartó las manos para que ver y vio que delante suyo tenía un regalo. Elisa se dio la vuelta y Sirius le sonrió. Elisa intentó no sonreír para que fuese evidente su enfado. Aunque le costó.

-¿Qué paso? –preguntó Elisa frunciendo el ceño-. ¿Volviste a olvidarlo?

-¡No, no! –se apresuró a decir Sirius-. No lo creerás. Justo cuando yo estábamos al lado de tu casa, nos encontramos a tu padre.

-¿A mi padre? –dijo Elisa desconcertada.

-Sí. No tengo ni idea de por qué estaría por allí. Pero estaba claro que nada bueno. No hubo manera de convencerle. No nos dejó ir. Estuvimos todo el día ordenando el armario de Flinch.

-¿Por qué?

-¿Por qué? ¿No resulta evidente? Tu padre me tiene manía. Si hubieses oído cómo decía mi nombre...

Elisa no pudo evitar reír.

-¿Tu nombre?

-Sí... haz esto, Black... haz aquello, Black –dijo Sirius imitando la forma en que lo decía su padre, pero de forma exagerada.

Elisa volvió a reir, pero luego en seguida se puso seria de nuevo.

-¿De veras paso eso?

-Por desgracia.

-Pero mi padr... –Elisa se interrumpió, pensativa, entonces lo comprendió- ¡El muy canalla! ¡Sabía que era mi cumlpeaños! Lo único que quiere hacer es joder...

-Elisa, ¡qué palabras son esas! Fíjate lo que te ha hecho hacer... Venga, olvídemoslo y abre tu regalo.

Elisa hizo una sonrisa traviesa y fue a por el regalo. Lo abrió y se quedó con la boca abierta.

-Es... es... ¡el libro! –Elisa estaba tan contenta que no sabía cómo expresarlo- Te daría un beso... pero es que me estoy comiendo una galleta –añadió Elisa algo cortada.

-No importa –sonrió Sirius, intuyendo lo que pasaba por la cabeza de Elisa, ya que no tenía ninguna galleta en la boca.

^^*^^*^^*^^

            -Dumbledore quiere hablar contigo –le dijo James Potter, que había ido expresamente a buscarla al lago.

            -¿Y te manda a tí? –preguntó Elisa con incredulidad.

            -Casualmente –repuso James, adivinando porqué Elisa decía aquello-. Te acompaño a su despacho.

            Elisa se levantó de la roca con pesadumbre y siguió James con el mismo entusiasmo.

            -Felicidades –dijo James mientras subían las escaleras, para deshacer el tenso silencio que se había producido durante el camino.

            -¿Te has acordado? –se extrañó Elisa.

            -Por supuesto –James vaciló unos segundos, y luego prosiguió-... y de parte de Sirius también, felicidades.

            -Eso... que me lo diga a la cara –masculló Elisa.

            -No estáis en vuestro mejor momento, lo sé... Pero a Lily y a mi también nos pasó y ahora...

            -Sé que me lo dices con la mejor intención, James. Y me gusta que quieras ayudar a tu amigo. Pero ahora, por favor, ahórrate las historias comprensivas. No estoy de humor, lo siento.

            -Ya estamos –dijo James cuando estuvieron delante de la gárgola-. Sorbete de naranja.

Elisa supuso que la contraseña la habían cambiado, porqué la puerta volvió a abrirse al igual que el otro día. Las escaleras empezaron a subir. James hizo un paso adelante y ella fue tras él. Subieron hasta la puerta de roble con el picaporte con forma de grifo.

Elisa se preguntó cómo en tan poco tiempo podía volver a estar delante del despacho del director no habiendo hecho nada malo. Después de todo, hasta aquel año nunca había estado. Y justo hacía un mes que ya había estado.

-Bueno, yo te dejo aquí –la informó James.

-Gracias.

-¿Por qué? –preguntó James asombrado.

-Por felicitarme.

-De nada.

Elisa llamó a la puerta y James bajo las escaleras. La puerta se abrió con un chirrido más agudo y Elisa entró.

Dumbledore la esperaba de pie, con aire pensativo. En la mano tenía una vasija de piedra poco profunda, con tallas raras alrededor del borde: eran runas y símbolos raros. De dentro podía verse un humo plateado alrededor de una cara que había al centro. Al principio Elisa no supo reconocerla, pero luego vio que era la cara de su padre.

Elisa permaneció de pie a la espera, pensando que Dumbledore aún no se había percatado de su presencia.

-Siéntate, Elisa.

Elisa se sentó en la silla obediente y esperó que Dumbledore hablara.

-Tu padre... –empezó a decir Dumbledore al cabo de un rato, pero sin dejar la vasija que tenía en la mano- era un hombre muy inteligente. Siento haberlo perdido y que te hayas tenido que enterar esta mañana junto al resto de tus compañeros.

-No importa.

-Sé que tú y tu padre no os llevabais muy bien. Pero a pesar de todo, tu eres su única hija y heredera así que todas sus posesiones pasan a tí.

Elisa no pudo evitar demostrar su asombro.

-¿Para mí?

-Sí. No me gusta hablar de estas frivolidades en estos momentos, pero es preciso que lo sepas.

-¿Por qué? ¿Ocurre algo?

-No, nada. Pero cuanta antes resolvamos este asunto mejor.

-Bien.

-Elisa. No sabemos por qué razón los mortífagos fueron a por tu padre. Pero sea lo que sea, puede estar relacionado con lo que viste la pasada noche. Si recuerdas algo más... dímelo, por favor. Necesitamos todas las pistas posibles para proseguir con la investigación y resolver este asunto.

-Claro. Pero lo único que vi fue lo que le conté –contestó Elisa lacónica.

-De acuerdo. Pues esto es todo. Los objetos personales de tu padre están en su despacho. ¿Sabrás ir?

-Por supuesto.

-Entonces todo bien.

-Sí. Todo bien.

*          *            *

-Katrina... ¿Robin va a Runas?

-No que yo sepa. ¿Por qué? –respondió Katrina con cautela, no sabía muy bien cómo tratar aquel día a Elisa. Pero Elisa no pareció darse cuenta de su miedo. Durante todo el día la habían tratado todos con mucho cuidado. Sin embargo, Elisa no se dio por aludida. Aunque en todo el día no había hablado con Katrina, puesto que durante todas las clases y las comidas había estado sumida en sus pensamientos. Katrina no había querido decir nada por no fastidiarla. Pero como en aquel momento, después de clases, descansando en su sala común Elisa había empezado la conversación ella la siguió con gusto.

-Porque me ha dicho Dumbledore que ahora todo lo que era de mi padre es mío. Por eso tengo que ir a su despacho a verlo, pero como no sé dónde está, no sé cómo ir. Ayúdame. ¿Conoces alguién que vaya a Runas?

-Tu campaña en nuestra residencia para que nadie fuese a Runas dio muy buen resultado. Nadie de nuestro curso va a Runas. Sin embargo, hay gente de otras casas que sí que va.

-¿Y a quién pregunto? –dijo Elisa con pesimismo-. Tendrían que hacer un mapa de Hogwarts o algo así para que la gente tuviera un lugar de consulta.

-Pero tal cosa no existe. Hogwarts está haciendo cambios continuamente. No se puede hacer un mapa...

-Bueno, pero para eso está la magia, ¿no? –repuso Elisa algo indignada.

-S... sí –asintió Katrina, que no quería contradecirla.

Elisa suspiró con amargura.

-Tendré que buscar yo misma...

-Puedo ir contigo.

-Gracias. Me ayudaría mucho.

-Elisa...

-¿Qué?

Katrina lo pensó mejor.

-Mmm... no, nada, mañana te lo digo.

Katrina se fue a la habitación dejando con la intriga a Elisa.