Capítulo 13
Herencia-¿Por qué no vas a ver a tu madre, Elisa?
-¿A mi madre? ¿Por qué? –preguntó Elisa perpleja.
-A ver si me explico... tu madre. Tu padre. Hay una conexión entre tus padres. Naces tú. Y ayer murió tu padre. Creo que merece saberlo, ¿no crees?
-Mmm...no. Creo que lo único que sigue interesando a mi madre de mi padre son sus antecedentes familiares. Le encata que su hija forme parte de una de las familias más antiguas de magos. Está muy orgullosa de mí.
-¡Elisa! No me cambies de tema –la regañó Katrina con enfado.
-Vaya, Katrina, deja de ser mi cumpleaños y el día de la muerte de mi padre y ya te pones borde conmigo.
-No estoy borde, sólo quiero que te des cuenta de lo que está pasando a tu alrededor. Parece que no te importe nada.
-No, sí que me importa. Hoy mismo iré en misión de búsqueda de el despacho de mi padre. A ver sus maravillas.
-¡Deberías estar dolida!
-¡Pero no lo estoy!
-Esta no eres tú misma, Elisa.
-Tú no sabes lo que es tener un padre que te odia. Tengo todo el derecho del mundo a no estar afectada por su muerte. Cómprendeme, Katrina. Sé que intentas ser mi conciencia porqué eres mi mejor amiga, pero deja de hacerlo. Puedo vivir sin ése padre. Lo he hecho toda la vida.
-Temo que si algo así me ocurriera a mí tú continuaras igual de indiferente –dijo Katrina con voz quebrada.
-No digas esas cosas, Katrina, me ofendes. Somos las mejores amigas del mundo. Y, a diferencia de Sirius, a tí sí que no te perderé nunca. No lo permitiré. Así que ni se te ocurra volver a decirme esa clase de locuras. Ni se te ocurra pensarlo –la advirtió Elisa.
-Gracias, Elisa. Necesitaba oírlo. ¡Oh! Me acabo de acordar de...
Katrina rebuscó en su cartera algo. Elisa frunció el ceño, confundida. Entonces Katrina sacó un enomre paquete. Elisa no pudo evitar abrir mucho los ojos, del asombro.
-¡Sorpresa! No te lo día ayer... ejem..., ya sabes porqué.
-Lo sé –asintió Elisa sin poder quitar los ojos del regalo.
-Venga, ábrelo.
Elisa la miró con ojos traviesos y tomó el paquete. Empezó a rasgar el papel y pudo oír el ruido de dentro cómo de un reloj. ¿Qué era? ¿Una bomba?
-¡FELICIDADES! –estalló la caja. De ella salieron confeti y toda clase de colorido. Elisa se quedó con la boca abierta.
Y más de la mitad del gran Comedor.
Cuando dejaron de salir cosas de la caja, Elisa miró dentro. Había una pulsera. La cogió y vió que había algo inscrito.
De tu amiga Katrina, para que te acuerdes de mí
Si no fuese porqué Elisa era una chica muy dura, se le hubiesen saltado las lágrimas. En vez de eso, abrazó a Katrina.
-Ha sido todo un detallazo.
-Bueno, tenía toda una fiesta planeada para tí. Pero dado lo de tu padre, no te pudimos dar la sorpresa.
-No importa. Pero me vas a acompañar a buscar el despacho de mi padre, ¿No?
Katrina se separó un poco de Elisa y la miró fíjamente a los ojos.
-Eso parece chantaje.
-Un buen enemigo me ha enseñado.
Katrina frunció en ceño, pero Elisa no dio más explicaciones.
* * *
-Creo que nos hemos vuelto a perder, Elisa.
Elisa intentó abrir la puerta de nuevo. Nada. Estaba bien cerrada con llave.
-Es la quinta vez que intentas abrir esta puerta, y ya has podido comprobar que no es el despacho de tu padre. ¿Por qué no lo dejamos?
-Ni hablar. Si alohomora no sirve es porqué...
-Porqué esta puerta es inabrible.
Elisa frunció en ceño y miró a Katrina.
-Esa palabra te la acabas de inventar, guapa.
-¿Cómo quieres que te lo diga, Elisa? Si ni siquiera las palabras inventadas sirven... esa puerta no se puede abrir. No es el desapcho de tu padre. Y estamos dando vueltas en redondo. Nos hemos perdido al completo.
-No creo que nos podamos perder al completo.
-Haz lo que quieras. Pero yo quiero irme ya, por favor –le suplicó Katrina.
Elisa estaba en otra línea de pensamientos. Se había agachado para observar al completo la puerta. Luego se levantó y se apoyó contra la pared. Esperó un rato.
-¿Se puede saber qué haces?
-Quizá tenga una apertura secreta, o algo así.
Katrina suspiró exasperada y se dejó caer contra el muro. Entonces se oyó un ruido sordo. Katrina se sobresaltó y se apartó de la pared corriendo. Elisa también se apartó y fue a la puerta. Giró la manercilla y... se abrió.
-Genial, Katrina –dijo Elisa entusiasmada.
Katrina parpadeó sorprenidad y entró dentró de la habitación.
-Es que soy un as cuando quiero –alardeó Katrina.
Elisa encendió las luces con la varita y cerró la puerta. La habitación estaba llena de títulos y premios honoríficos, todos con el mismo nombre. En efecto, estaban en el desapacho del padre de Elisa. La habitación tenía otra puerta que daba a otra sala. No había ningua ventanta, y, aparte de los títulos, el resto estaba ocupado por un enorme armario y una estantería llena de libros. En el centro del despacho estaba el escritorio.
-¡Ajá! ¿Ves como era este el desapacho?
Katrina pegó un salto del susto que le dio Elisa
-Sí, pero no hace falta que me pegues esos sustos.
-Si es que soy un as –dijo Elisa repitiendo intencionadamente las palabras de Katrina.
-Bueno, ¿y qué es lo que tenías que ver de aquí?
-Eh... esto, pues si hay algo interesante para quedármelo. A lo mejor guardaba sus ahorros en un calcetín y lo tiene por aquí.
-De acuerdo, yo busco el calcetín y tú miras los papeles –se ofreció Katrina.
-Mmm... vale.
-Perfecto –dijo Katrina empezando a buscar dentro de un armario.
Elisa se sentó en la silla del escritorio y abrió todos los cajones. La mayoría estaban llenos de papeles reclacionados con la materia que daba su padre. Cuando acabó de mirar esos cajones, vio que encima de la mesa no había nada. Qué raro.
-Voy a ver en la habitación contigua –dijo Katrina, que había terminado de mirar dentro del armario.
-Está bien. Yo seguiré por aquí .
Elisa se dio una vuelta por el escritorio y miró en la estantería que había al lado. Estaba repleta de libros gruesos escritos con runas. Qué original. Elisa los revisó rápidamente y vio algo que le llamó la atención. De todos los libros sólo había uno que estaba escrito en su alfabeto. Lo cogió con cuidado. Le miró las tapas. No tenía título. Estaba lleno de polvo y suciedad. Lo limpió un poco con una de sus mangas. Se sentó en la silla y lo ojeó un poco. Estaba lleno de recortes de periódico y anotaciones escritas a mano. Había toda clase de artículos del diario profético. Des de ataques de mortífagos a la historia antigua de la magia recientemente descubierta. De lo que más había eran de la historia de Hogwarts y sus fundadores. De las cualidades que tenía cada uno de ellos. Slythrin hablaba con las serpientes. Gryffindor tenía un gran manejo con las armas, era prácticamente invencible con una espada en mano. Hufflepuff era capaz de hacer cualquier tipo de magia o trabajo, y era inagotable. Y Ravenclaw poseía la inteligencia y la capacidad directamente proporcional a la de una águila –aquello era lo que poní exactamente en el texto, lo cual no sabía muy bien qué significaba-. En los recortes que se explicaba esto había cosas escritas de su padre. Parecía que había invesigado algo relacionado con aquello. Entonces vio algo aún más extraño. Del libro se le cayó otro libro más pequeño al suelo. Lo cogió y en él ponía: el linaje White. El libro era bastante viejo y estaba muy gastado. Lo abrió con cuidado. En la antecubierta, había algo escrito en letra pequeña, pero parecía que alguién había escrito encima o tachado. Elisa lo miró a la luz, y entonces lo vio.
Junto a los White, los Black son los linajes mágicos más antiguos. Los primeros magos.
Bueno, ahí estaba la razón del tachón.
Elisa ojeó el libro, y leyó entre líneas que el linaje White se remontaba hasta los tiempos más antiguos. Incluso de antes que se fundara Hogwarts. Guaou. Eso si que era una larga tradición.
En los márgenes del libro también había cosas escritas. La letra era tan pequeña que prácticamente era ilegible. Pero pudo descifrar algunas palabras. Algo así como... matrimonio... entre... algo white y... Ravenlcaw.
-Vaya. Qué guay. También tengo sangre Ravenlcaw –dijo Elisa en voz alta.
-¿Qué dices? –le preguntó Katrina asomándose por el margen de la puerta.
-Al parecer... una antepasada mía es la misimisima Ravenclaw.
-Jo, qué suerte. ¿Por qué tendré una familia tan corta y aburrida?
Elisa solo se rió.
-Venga. Sigue buscando.
-Vaaale –asintió Katrina algo cansada.
Elisa volvió coger el libro gordo y a mirar los recortes. Había una copia del registro de todos lo magos que habían sido y eran animagos. También estaba el árbol genealógico de su familia –el cual ocupaba un largo rollo de papel-. Y también había un artículo de las características especiales de un animago... vaya. ¿Se necesitaba ser especial para ser animago? ¿O simplemente había gente que lo podía conseguir con más facilidad? Pronto descubrió la respuesta. Descubrió entre el montón de recortes de periódico, un artículo especial de Ravenclaw –vaya, qué obsesión tenía mi padre con Ravenclaw-. Lo leyó por encima y descubrió lo que antes no había comprendido. Y comprendió que todo aquello que había estado mirando tenía cierta conexión. Ravenclaw tenía la capacidad de convertirse en águila. Resulta que tenía una gran facilidad para convertirse y conservaba todas sus aptitudes en cualquier estado. Eso era tener características especiales para ser animago. Miró de nuevo el registro y comprovó que era la primera de la lista. Aquello solo podía significar que Ravenclaw fue la primera bruja animaga.
Elisa cada vez estaba más emocionada con aquellos descubrimientos. Hasta que al fin supo el porqué de la obsesión de su padre. Y que, por raro que le pareciera, se había interesado por ella más de lo que creía. Pero no emocionalmente sino literalmente.
-Oye, Elisa, tu padre aquí no tenía nada. Creo que no vamos a encontrar nada de utilidad... y... ¿Qué te pasa?
Elisa levantó la vista y miró a Katrina saliendo del trance en el que había entrado sin apenas darse cuenta. Volvió a mirar el libro y luego Katrina. Cerró la boca que se le había quedado desencajado.
-Resulta que mi padre... que yo... –balbuceó Elisa.
-¿Qué?
-Soy la heredera de Ravenclaw.
* * *
Me tomas el pelo fue lo que le dijo Katrina.
Y eso mismo estuvo pensando durante toda la semana Elisa. Pero no. Había pasado largas horas en la biblioteca. Al parecer, todo indicaba que era cierto. Ella era la heredera porqué en siglos había sido la única chica White. Por eso toda su familia –esceptuandola a ella y a su padre- habían ido a Gryffindor... y ella a Ravenclaw. Y los herederos de los poderes de los grandes magos solo florecían cuando eran del mismo sexo.
Pues menuda gracia. Esto sí que le hará gracia a Siriusy a sus amigos que después de todo... ai, no. Que sigo estando peleada con él. Recordó algo triste Elisa.
Elisa vio que en la Biblioteca ya no quedaba prácticamente nadie porqué ya había oscurecido. Bueno... iba siendo hora de irse. Cerró el libro con pesadez y lo dejó en su estante. Empezó a recoger todas sus cosas y las metió en la cartera. Pero alguién la interrumpió.
-¿Elisa?
Elisa dejó de recoger y levantó la vista. Justo delante suyo tenía a la persona que menos esperaba. En la que acababa de pensar, sí. Pero la que menos esperaba.
-Sirius.
-¿Estudiabas? –preguntó Sirius sentándose a su lado.
-Bueno, yo... em... sí –tartamudeó Elisa con nerviosismo. ¿Por qué se ponía nerviosa? ¿Por qué no le contaba lo que realmente estaba haciendo?
-... animagos –dijo Sirius mirando uno de los libros que Elisa se había dejado sobre la mesa-. En ese tema soy un experto. ¿Quieres que te ayude?
Elisa sonrió sin saber muy bien qué decir.
-¿Tú también lo eres?
-Pues claro.
-¿Y qué eres? –preguntó Elisa curiosa.
Sirius no dijo nada y miró a su alrededor. Ya no quedaba nadie en la Biblioteca. Madame Pince se había esfumado. Elisa observó a Sirius extrañada. Entonces, haciendo un chasquido, en un abrir y cerrar de ojos, Sirius se convirtió en un enorme perro negro. Elisa lo contempló maravillada. Cuando volvió a converirse en humano, Elisa estaba encantada.
-Genial. ¿Des de cuando...?
-Fue a principios de este año –la cortó Sirius-... que conseguimos la transformación completa.
-¿Por qué lo hacéis?
-Por Remus. Cuando descubrimos en segundo año que era hombre lobo, quisimos ayudarle. Pero eso de hombre lobo no tiene vuelta atrás. Así que decidimos convivir con ello pero facilitándoselo a Remus. Haciendo que el tiempo que lo pasaba solo pudiera tener compañía y la cosa fuera más amena.
-¿Tantos años lleváis intentándolo?
-Oh, sí. Esta es una magia muy complicada.
-Aún así... me gustaría probarlo –dijo Elisa recordando que casualmente ella tenía aptitudes para ello.
-No, Elisa, es demasiado peligroso.
En un principio, le pareció un gesto amable de su parte, pero luego la cabreó.
-¿De repente de preocupas de mí? Dime, Sirius, si no se me hubiese muerto el padre, habrías venido ahora aquí para hablar conmigo.
-Sé que esta muerte no te afecta. No seas injusta conmigo.
Elisa dio un resoplido irritada.
-¿Injusta? ¿Yo? Será mejor que no nos pongamos a hablar sobre quién es realmente justo o injusto.
-No fue mi inteción hacerte daño. Pero tú sabías cuanto odiamos a Snape.
-Puede, Sirius, que si no me hubieras escondido ningún secreto, nada de todo esto hubieses ocurrido.
-Quiero que me perdones Elisa, por favor. Sea como sea, sé que no he tenido un buen comportamiento contigo. Por eso te pido disculpas.
Elisa tuvo que hacer un esfuerzo para no dejarse llevar y aceptando sus disculpas. No podía hacerlo. Aún no. No podía perdonarle así como así.
-No lo sé, Sirius –musitó Elisa levántandose, lívida- creo que me lo tendré que pensar.
-Está bien, tienes razón. Me lo merezco.
-Me hiciste daño, Sirius. Desconfiaste de mí y rechazaste mi amistad. No podías haber hecho nada peor.
De hecho sí, besaste a la idiota ésa a la que aún llamas novia. Elisa se ahorró aquel comentario.
-De verdad que lo siento mucho.
No tanto como yo.
Elisa cogió sus cosas y se marchó de la biblioteca dejando a Sirius solo.
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N.A. Aquí están los reviews:
Veu del silenci:
Ei, que me'n dius ara d'Elisa? Segueixes pensant que te una vena Slytehrin?
Silence
Me gusta q te guste mi fic, sigue leyendo plis!
Miina
Com pots veure, ha tornat a aprèixer Sirius. Què me'n dius? El perdona o no?
