Día 3: Bajos instintos
Hanna bajó rápidamente del auto una vez estacionó en un cuestionable barrio para luego abrir la puerta del acompañante y sacar a Alumi con firmeza, pero evitando lastimarla.
El rubio caminó con prisa de la mano de su prometida y entraron a un motel bastante pintoresco para el barrio en el que estaba.
Se paró de repente para hablar con la recepcionista mientras Alumi miraba con miedo el lugar, cuando en un instante siente que un hombre se acercaba para pedirle más horas a la señorita que los estaba atendiendo, la rubia se aferró a su prometido al ver que la miró con un dejo de lívido. Hanna, el cual ya se había percatado de esto, miró con furia al hombre que se alejó con una sonora carcajada para luego volver arrastrar a Alumi a lo que posiblemente era una habitación.
- "Ha-Hana" –se paró, el chico se volteó con una expresión seria, pero nada aterradora como la anterior, ella sonrió- "Volvamos al aut…"
Hanna a alzó en brazos, antes que termine de hablar, y se la llevó a la habitación numerada con el 482. Alumi pegó un leve grito cuando la levantó y otro al sentir como su espalda chocaba con un poco de fuerza contra la pared para luego de ser acorralada por su prometido.
Quiso hablarle una vez recuperó un poco su eje, estaba bastante abombada por el lugar, pero lo vio con la respiración agitada y el pelo cubriendo sus mieles ojos. La rubia lo miró, de alguna manera entendía la situación, pero la sola idea de que la tome solamente porque estaba enojado al verla tan popular y amable con todos los nuevo inquilinos de la pensión no era algo justo.
Tomó sus labios con ahínco, besándolos hasta que la rubia pidió un poco de aire, la chica insistió en tratar de calmarlo para que esto no llegara más lejos, no porque no quiera, si tenía miedo pero simplemente era una locura por lo jóvenes que eran. Sonrió de nuevo repitiendo que vuelva a casa, pero Hanna simplemente corrió sus rubios para besar la piel descubierta de su cuello haciéndola gemir.
Las ganas lo superaron, luego de unos minutos, alzándola nuevamente y dejándola en la cama mientras que se sacaba su característica camisa blanca. Fue en ese momento que la rubia supo que esto no iba a parar aunque quiera.
No sabría decirle si pasaron unos minutos o unas horas, puesto que ese motel de mala muerte las ventanas no mostraban prácticamente el cielo, pero el caso que ambos amantes estaban desnudos sobre la cama: la rubia dándole la espalda y el shaman mirando el techo.
- "¿Estás enojada?" – se sentía culpable por obligarla prácticamente a hacer esto, pero sus sentimientos afloraron al final confesando ambos su amor-
- "¿Tu qué crees?" –su voz sonaba dura y enfadada, aunque satisfecha y feliz- "me entregué a ti porque no controlaste tus estúpidos celos"
- "Es cierto, y lo siento, pero te amo tanto que ya se me hacía muy difícil no tocarte ni intentar nada, y más con gente "indeseable" en casa" –tomó su cabello para jugar con él-
- "Estás loco" –se levantó, con un leve sonrojo, sorprendiendo al chico-
- "¿Dónde vas?" –al ver que empezaba a cambiarse-
- "A casa idiota, este lugar no tiene ni una buena ducha y quiero bañarme, así que apúrate o me voy sola"
El shaman se levantó con pesar, quería estar un poco más ahí solo con ella, tal vez conseguía hacerlo una vez más con su prometida, sería la cuarta vez en la noche. Ante esto sonrió con picardía mirando a la itako.
- "¿Qué te pasa?" –dijo una vez se sintió incomodada-
- "Cuando volvamos nos bañemos juntos" –largó sin más terminando se ponerse sus pantalones, Alumin se quedó sin respirar-
- "IDIOTA PERVERTIDO"
Fin
