Capítulo 3: Una desilusión.
Permaneciendo todavía tendida bajo las sabanas de su cama se hallaba aquella pelirroja quien, a pesar de todos sus empeños, desde ya hacía largo rato que había extraviado completamente el sueño. Pero no obstante lo anterior todavía persistía en mantener sus ojos cerrados. Quizás; proseguía en tamaña porfía bajo la secreta expectativa de que, si contradecía sus impulsos de abrir los ojos, tal vez podría ella volver a quedarse prontamente dormida. Pero tamaña pretensión no demoraría demasiado tiempo en develarse como un imposible. Y aquello se debía a que de manera imprevista una remembranza había aflorado entre medio de sus sueños; una ensoñación que tan pronto como apareció logró ser capaz de interrumpir definitivamente su descanso y de mantenerla ahí en aquel lecho completamente privada de la gracia de Morfeo, por mas que intentara remediar tan repentino ataque de insomnio a base de dar incesantes vueltas en aquella cama que, al final, terminaron resultando completamente en vano.
Ante esta situación, y de una manera bastante mala huelga decir, muy prontamente la mujer que en alguna otra época ahora lejana había sido conocida como la denominación en clave de "Segunda Elegida" terminaría descubriendo que, muy a su pesar, no le quedaba otra opción más que saber resignarse a abrir lentamente sus ojos mientras levantaba un poco tanto su cabeza como su mirar a fin de dirigirlos en dirección hacia esa pequeña escotilla de grueso vidrio herméticamente sellado que servía de ventanal para ese cuarto; en donde pudo observar que la natural negrura que debía esperar de aquel cielo nocturno estaba ya comenzando a asemejarse más bien al azul piedra. Lo anterior sumado a que, según lo consultado en los registros astronómicos, indicaban que esa noche no debería visualizarse la luna en aquella parte del mundo; tan solo podía significar que esa era una señal clara que la oscuridad de aquella noche ya no se prolongaría durante mucho más tiempo. Una impresión que ella prontamente corroboraría cuando observo aquel viejo y análogo reloj despertador que se encontraba encima de su velador.
"Quedan todavía poco más de 40 minutos antes de que toque la diana". Pensó ella mientras prontamente se daba cuenta que todas sus pretensiones de regresar al sueño no solo eran inútiles; sino que, al final, tampoco resultarían nada de prácticas. De ahí qué transcurridos varios minutos, y ya sin ánimo para continuar holgazaneando sobre aquel lecho, aquella piloto termino optando por levantarse de la manera más sigilosa y discretamente posible, procediendo a emprender sus rumbos hacia el baño de aquel camarote donde no solo pretendería desperezarse y animarse con una ducha. Sino que, de paso, también aprovecharía de asear bien su cuerpo para así eliminar cualquier evidencia que permitiera delatarla respecto de todo aquello que había acontecido durante en ese cuarto hacía tan solo algunas pocas horas atrás al alero de una, por aquel entonces, ardiente noche naciente. Donde, una vez más, había terminado cediendo a los impulsos de la carne, entregándose al pasional goce junto a aquella colega que, al final, una vez más había terminado durmiendo junto a ella; ambas desprovistas de toda otra vestidura que no fuera el ropaje de cama que arropaba aquella litera y que, en esos momentos, su compañera inconscientemente estaba empezando a acaparar para así utilizarla ante la falta de calor proveniente de otro cuerpo para cubrirse, ello mientras al poco rato la oía musitar algo ininteligible entre sus aparentemente dulces sueños.
Con ligera desaprobación en su mirar, seguido un levísimo bufido de resignación ante el obrar de su remolona compañera, fue que aquella colorina mujer dedicó algunos minutos a fin de poder encontrar las bragas que apenas alcanzaron a ser utilizadas por tan solo unos pocos instantes antes que las atenciones brindadas durante la jornada anterior por los prodigiosos dedos de su compañera terminaran tornando tamaña prenda en una estorbosa molestia que furiosamente terminaría aventada dando en quien sabe que recóndito lugar de aquella habitación.
Después de algunos minutos; y ya sin mucha mas paciencia para continuar buscando a tientas en la oscuridad una minúscula prenda que a esas alturas, y debido al estado en que esta había terminado, ya no podría volver a utilizar por más que obvias razones; fue que cambio sus propósitos, decidiendo emprender sus cortos pasos hacia el baño privado de su camarote. Ingresando con sigilo para luego cerrar con delicadeza la puerta de aquel baño al mismo tiempo que, a tientas y con la mano que tenía libre, busco hasta encontrar el interruptor de la iluminación de aquel pequeño recinto.
Inmediatamente, y luego de atender ciertas necesidades, se incorporó a fin de abrir el grifo de aquella ducha. Y mientras esperaba a que los chorros de agua comenzaran a temperarse, no pudo evitar volver a pensar en todos aquellos dilemas que de un tiempo a esta parte estaban rondando fuertemente en su cabeza. Mismas disyuntivas que, al final, terminaría diciéndose a sí misma que no se trataban de otra cosa más que una grandísima idiotez.
Porque en aquel vasto mundo que había sido devastado y derruido hasta en sus más profundos fundamentos, temáticas que en pretéritos tiempos podrían haber resultado tan divisorios y controvertidos como la sexualidad del prójimo a esas alturas habían devenido en meras trivialidades que ya no le importaban a prácticamente nadie. Y esto último no se debía precisamente gracias a que se hubiera obtenido la aceptación o al menos la mera tolerancia de la mayoría de las gentes. Sino porque el grueso de la escasa población que había logrado ser capaz de sobrevivir y reponerse ante la adversidad producida por los diversos y sucesivos impactos todavía se encontraba demasiado abrumada ante el magno y perpetuo desafío que había terminado deviniendo la diaria existencia completamente desprovista de cualquier otro propósito que trascendiera mucho más allá del inmediato aquí y ahora. Reduciéndose paupérrimamente todo posible sentido de la vida hasta terminar convirtiéndose en un arduo y perpetuo esfuerzo destinado a la mera mantención de la supervivencia. Todo lo cual había acarreado que la humanidad hubiera perdido tanto el tiempo como el interés para proceder en desperdiciarlo interesándose en cosas que resultaran completamente ajenas a la necesaria sobrevivencia del día a día. Por lo anterior, ella sabía perfectamente bien que terminaba resultando completamente estúpido a mas no poder que siguiera pretendiendo andar por la vida simulando que no tenía ni pasaba nada más allá de lo estrictamente profesional con Mari Makinami. Y aunque en verdad nunca las había escuchado, con toda seguridad las habladurías que probablemente circulaban respecto a ellas dos debían ser moneda corriente tanto a bordo de dicho navío como en buena parte de Wille y, quizás también, en la propia Villa 3. Pero, a decir verdad, a ella le daba exactamente lo mismo lo que estuvieran pensando o comentando todos los demás. Porque nunca le había importado realmente las cosas que dijera el resto de la gente. Y tras el brusco derrumbe de todos los vestigios que todavía quedaban de aquel vasto y complejo sistema socio económico político y cultural que en algún momento había sido denominado como la "civilización humana", con menor razón le afectaban aquellas consideraciones.
Pero ahora que se encontraba ahí bajo los punzantes chorros producidos por aquella ducha que todavía no lograba caldearse del todo, la segunda elegida muy prontamente caería en cuenta que estaba proyectando su problema hacia donde no debía. Porque el problema que verdaderamente la estaba aquejando jamás había radicado en todas esas gentes a las cuales les había enseñado que debía proteger pero que, a decir verdad, probablemente nunca le habían realmente importado. No importaba cuánto le hubieran inculcado desde la más tierna infancia, y como si de un verdadero mantra se tratara, aquel magno y aparentemente noble propósito de que ella debía subirse a pilotear su unidad Evangelion y dedicarse en cuerpo y alma a batallar con todas sus fuerzas para así luchar por aquel ideal de defender el derecho a la existencia y la supervivencia de toda la humanidad. Sencillamente hacía ya demasiado tiempo que esa mujer había dejado de creer en esa misión que, paradojalmente, se había desgraciado hasta terminar tornándose casi imposible; y todo ello única y exclusivamente por la mera causa y responsabilidad del egoísmo y mezquindad de la propia humanidad por la que había sido compelida a pelear prácticamente durante toda una vida. Contradicción que tan solo conseguía acrecentar sus dudas hasta el extremo de hacerle llegar incluso a cuestionarse en esta oportunidad sobre si ella en realidad había llegado verdaderamente a creer alguna vez siquiera en ese incesante objetivo, o si lo que creía que era su misión de vida no había devenido en algo más que una mera excusa que debía saber prodigarse constantemente a sí misma a manera de auto indulgencia para así seguir sintiéndose realmente especial o, peor aún, si todo esto lo hacía para así permitirse justificar tanto su utilidad como el propio sentido de su existencia, para así evitar ceder a las ganas cada vez mas frecuentes y crecientes de mandar de una buena vez todos sus deberes directamente al infierno.
-Asuka Langley Shikinami. ¡Deja ya de seguir pensando en tantas bobadas! - Se diría a si misma a regañadientes y de mala manera mientras bruscamente cortaba la llave de paso para refregar con furiosa fuerza su cabellera, la que muy pronto quedaría completamente espumada gracias a la generosa cantidad de champú que había depositado en sus manos. Más que mal, había ido allí para relajarse y, lo único que estaba consiguiendo era que su cabeza estuviera deviniendo cada vez más y más en un violento torbellino, al igual que ese pelo que se había arremolinado junto con ella gracias a la pasión de aquella noche que estaba desfalleciendo, y que ahora debía trabajar intensamente para terminar de limpiarlo. Sin embargo, y al igual que ocurría con su cabellera, el problema que asolaba a la segunda elegida no era de los demás, sino era un problema exclusivamente de ella.
Para empeorar las cosas, y no obstante que durante demasiado tiempo había hecho grandes e ingentes esfuerzos en negarlo, muy en el fondo ella lo sabía perfectamente bien. El que todos los demás no le importaran en demasía nunca había sido en verdad su problema. Y, así mismo, los demás tampoco parecían tener problemas con ella. O, en realidad, quizás a los demás no les interesaba en lo absoluto saber siquiera de sus problemas. Sea como fuere, aquello realmente no debía importarle, ya que esto último jamás antes le había quitado el sueño. Más que mal, y desde que podía recordar, siempre había mantenido como filosofía de vida que, pasara lo que pasara, todos sus problemas eran de ella, solamente de ella y de nadie más que de ella. Porque sucediera lo que sucediera, ella siempre debía ser capaz de ser fuerte y autosuficiente. Porque para alguien como ella nunca existiría otra alternativa que saber asumir y aguantar todo siempre en soledad. Aun cuando llegaran a presentarse momentos en que ella pudiera quebrarse o necesitar de alguien; momentos que, últimamente estaban volviéndose para ella mucho más frecuentes de los que quisiera reconocer.
Pero aquello último no debía importarle; alguien como ella siempre debería aprendérselas a batírselas por ella misma sin esperar nada de nadie más. De ahí que siempre hubiera sido ella la única responsable de haber alejado de una u otra manera a los demás, cuando estos parecían intentar interesarse en ella. Pero aquella consecuencia no le importaba, porque así se lo habían enseñado y, al final, así ella lo había terminado queriendo. De la misma manera que también había terminado esquivando hasta rechazar por completo a las poquísimas gentes que, a pesar de todos sus explícitos rechazos, todavía insistían con porfía en querer acercarse genuinamente a ella. Como lo había hecho en su momento quien alguna vez había sido conocido hacía mucho tiempo atrás como el tercer elegido.
Ante la reminiscencia de aquel muchacho, Asuka volvería a mascullar de rabia mientras usaba el exceso de espuma para jabonar de manera presurosa y forzada el resto de su cuerpo. Ello mientras ella prestaba menos atención a los detalles de su baño y, en su lugar, centraba su atención en el hecho que tanto el final de sus últimos sueños como su realidad presente resultaban imposibles de explicar sin atender a la figura de aquel personaje. Porque todos los pletóricos sueños de Asuka cesaron de pronto cuando de imprevisto su mente retornaba a esa última visión que la había hecho despertar. Donde ella podía vislumbrarse a sí misma haciendo ingentes esfuerzos para escapar gravemente lastimada de su semi destruida unidad Evangelion número 02 y bañada completamente a si misma con el denso LCL que inundaba el "Entry plug" de su Evangelion. Humedad que se entremezclaba con el férreo espesor proveniente de su propia sangre.
Ahí, emergiendo dificultosa del interior de aquella magullada e inundada cápsula de entrada, pudo con gran esfuerzo incorporarse para visualizar a esa otra unidad Evangelion que era manejada por quien era conocido como el tercer elegido. Eva desencadenado que masacraba violentamente y sin ningún atisbo de compasión a aquel enviado celestial, destruyéndolo por completo antes de pasar esa unidad a consumir con insana fruición las carnes que habían constituido el cuerpo de tan poderoso heraldo, devorándola ferozmente hasta finalmente encontrar lo que debía ser el corazón de ese monstruo, oportunidad donde observó como esa unidad presionó dicho órgano, buscando algo que ese piloto había perdido. Búsqueda cuya ansiedad dicho leviatán exteriorizó con el mas atronador bramido jamás proferido por criatura alguna. Un rugir antinatural que, sin embargo, Asuka comprendió perfectamente bien de que se trataba. Porque dicho alarido no se trataba de otra cosa sino que el reflejo de la desesperación que desgarraba el espíritu de ese pequeño muchacho, quien clamaba por el regreso de esa alma compañera. Una solicitación que, sin necesidad de palabras, sabía perfectamente bien que había sido hecha sin que ese piloto hubiera estado pensando en ella, sino que en esa otra.
El recuerdo de esa última visión producida justo en medio del desolado campo de batalla en que había terminado deviniendo aquella vasta instalación conocida alguna vez como el geofrente, donde por ese entonces se hallaban los cuarteles generales de NERV, era lo que había hecho a esa mujer despertar. Reproduciéndose de ese entonces esa visión como si fuera un incesante martilleo que desde su emergencia se negaba con contumacia a abandonar su cabeza, transformándose así en un pensamiento en bucle que una y otra vez gobernaba su mente sin dejarla en paz. Un pensamiento incesante cuya reiteración creía poder rastrear hasta el mismo día en que la Capitana Katsuragi les había informado de los detalles de aquella operación exploratoria que les tenia ahí embarcados a todos ellos. Incluyendo a esa otra piloto quien, seguramente, todavía debería estar durmiendo feliz de la vida y que así seguramente proseguiría mientras no llegara a sonar de manera fuerte y reiterada aquella diana que perturbara su descanso.
Sin gran o verdadera resolución, pero ya desprovista de toda gana de continuar complicándose gratuitamente la existencia en una jornada que, técnicamente, todavía ni siquiera empezaba oficialmente, fue que aquella chica colorina no tuvo mas remedio que saber hacer uso de su mayor esfuerzo para rememorar aquella disciplina militar que debía gobernar su vida. Tratando de centrarse de vuelta al presente abriendo con violencia la grifería de su ducha para así poder terminar raudamente de ducharse para salir prontamente de ahí, antes que la diana sonara y el monótono ajetreo incesante del día a día una vez más comenzara.
Pero mientras trataba de reordenar sus prioridades, y antes de siquiera poder terminar su labor, aquella fémina tuvo que saber apartar bruscamente todos aquellos pensamientos de su cabeza cuando pudo escuchar entre medio del sonido del agua caer de esa ducha la suave apertura de esa metálica puerta para tan solo unos pocos segundos después ser sorprendida por la nada sutil apertura de aquel viejo cortinaje de baño, donde pudo vislumbrar entre medio del denso vapor que escapaba la silueta de Mari Makinami, quien tan solo se encontraba cubierta por la blanca toalla de cuerpo que esa piloto había traído discretamente desde su habitación.
— ¡¿Qué haces aquí?! — Preguntó una mojada y aún jabonosa piloto.
— Desperté y no te encontré en la cama. Entonces, vi la luz que se colaba de la puerta del baño, así que supuse que estabas aquí.
— Al menos podrías haber tenido la deferencia de golpear la puerta — Reclamó la pelirroja.
— Tranquilízate, tan solo nosotras dos estamos aquí. Además, estamos bastante alejados del resto de la tripulación. Jamás nadie llegará a asomarse por acá — Respondería Mari, divertida — Pero si te hace feliz, golpearé a la puerta la próxima vez — añadió, quitándose la toalla con un movimiento insinuante, revelando su voluptuoso cuerpo.
— ¡¿Qué estás haciendo?! — Preguntó una sonrojada pelirroja, sin poder evitar tomar un buen vistazo al cuerpo de su colega piloto; mismo que ella había recorrido y disfrutado hasta el cansancio la noche pasada.
— ¿Pues qué otra cosa podría ser? Me quito la toalla para entrar a la ducha — Le contestó su colega con la mayor naturalidad del mundo, mientras enseñaba una de sus típicas sonrisas traviesas, a la vez que agregaba — ¿Te gusta lo ves? Oh, sí, después de la forma tan intensa en que me hiciste tuya anoche, creo que no necesito preguntar eso.
— Déjate de tonterías — Logró decir aquella pelirroja mientras apartaba el mirar furiosamente ruboroso que estos sostenían. Ello mientras su mente no pudo evitar entrar a recordar todas las cosas que le hizo a Mari la noche anterior en un arrebato de pasión lujuriosa que, vista en retrospectiva, llegaba a sorprenderle incluso a ella misma; hasta el punto que algo dentro de ella le hizo emerger la idea que ese lugar podría en verdad ser un muy buen sitio para volver a desencadenar aquella pasión por una vez más.
— Vamos. No hay necesidad alguna de que finjamos entre nosotras. A ti te gusta, a mí me gusta. ¿Qué problema hay? — Preguntó Mari con su sonrisa patentada que enmarcaba esa tonalidad de voz picará que ya se estaba tornando en costumbre, formulándole una interrogante para la cual sorprendentemente aquella mujer colorina carecía en esos momentos de toda respuesta posible. Lo que hizo que Makinami intentara entrar a esa ducha con la pelirroja sin avisar.
— Oye, oye ¿Qué demonios intentas hacer? — Preguntó Asuka, deteniendo a la exuberante recién llegada.
— Entrar a la ducha contigo — Contesto la aludida de la manera más natural del mundo, casi como si estuviera recalcando algo obvio — ¿No quieres que refriegue la espada, los pechos, el trasero… o el coño?
— ¡¿Por qué siempre te tienes que ir para ese lado?! — Señaló Asuka molesta y sonrojada por aquel atrevido ofrecimiento, mientras empujaba de mala manera a Mari fuera de la ducha, cerrando la cortina. Quedando su compañera de pie afuera de la ducha, mirando la silueta de Asuka tras la cortina mientras esta última buscaba terminar con premura su ducha matutina. Inconscientemente, la expulsada apretó un poco los puños mientras hizo una mueca la boca.
— Asuka… ¿de verdad no quieres que aprovechemos el tiempo que aún nos queda antes del toque de diana? — preguntó Mari con voz repentinamente suave que disimulaba una cara de leve decepción que, de improviso, había comenzado sutilmente a dibujarse en ese rostro — Pensé que… me gustaría que tú y yo…
— Termina eso de una vez. Anoche viniste aquí por sexo y te di lo que querías — Señalo con brusquedad la aludida, cortando la llave del agua y abriendo de golpe la cortina de baño — Te follé casi toda la noche. ¿No fue suficiente?
— Nunca tendré suficiente de ti — respondió Mari con una sonrisa, levantando una mano para acariciar una mejilla de la pelirroja, pero esta la apartó de un manotazo.
— La ducha está libre — dijo simplemente Asuka, saliendo del baño, cerrando la puerta tras de sí.
— Gracias — respondió Mari manteniendo la sonrisa, mientras veía de reojo aquella puerta que con poca delicadeza acaba de cerrar la pelirroja, sin mirarla realmente. Mientras pasaba lentamente su observar hacia la ducha que se encontraba frente a ella.
Los segundos seguían transcurriendo incesantes en ese baño, donde podía verse que la sonrisa aún parecía morar en los labios de la mujer de lentes; pero dicha sonrisa ya no se reflejaba en sus ojos, los cuales estaban tristes, con silentes lágrimas saliendo de ellos.
Ya sin la intensión que la había caracterizado al inicio Mari ingresó en aquella ducha, cerró la cortina y largo el agua. Se quedó de pie unos segundos bajo el agua, mientras comenzaba a sollozar con cada vez menos disimulo mientras inconscientemente iba recargándose contra la húmeda pared situada tres ella, deslizándose lentamente hasta quedar sentada en piso de la ducha, con el agua caliente cayendo inmisericorde sobre ella cual infernal diluvio se tratara; llevándose las piernas hacia su pecho para rodearlas con sus brazos mientras enterraba la cabeza en medio de ellas.
— Idiota — dijo Mari en un susurro, antes de comenzar a llorar abiertamente con un pesar que solo lograba ser acallado gracias al incesante correr del agua.
Y mientras aquellas palabras eran proferidas, afuera de ese baño Asuka terminaba de vestirse mientras buscaba con desesperación un artículo, reparando que encima de aquel pequeño escritorio de madera que tenía en su cuarto se encontraba lo que en esos momentos andaba frenéticamente buscando en la forma de una carpeta de reportes que debía entregar en las próximas horas. Mientras que encima de esa carpeta se encontraban extendidas las bragas que solo habían alcanzado a utilizarse durante unos pocos instantes antes que estas fueran empapadas por su propia esencia, brindándoles a estas un aroma almizclado que en algún momento pudieron significar la evidencia de un excitante y gozoso delirio vivido. Pero que ahora fastidiaban enormemente a la pelirroja. Especialmente si se consideraba que toda su íntima esencia había alcanzado a impregnar el desnudo y sencillo cartón reciclado que conformaba dicho útil de escritorio.
Ante este descubrimiento, la colorina piloto soltó un bufido de desaprobación, mientras se resignaba a que no tenía más opción que buscar y sacar de un cajón alguna carpeta vacía, mientras traspasaba a ella los documentos impresos para luego botar en una cesta de basura la malograda carpeta. Ello mientras se marchaba de aquel lugar, no sin antes tomar aquellas bragas para arrojarlas a un cesto de ropa para lavar, donde también se hallaban otras ropas de lencería que también habían sucumbido a otras jornadas de pasión nada lejanas que ahora esa mujer anhelaba dejar atrás junto a todo lo que había en esa habitación, cerrando con toda intensión aquella puerta mientras avanzaba por los todavía silentes y vacíos pasillos de dicha nave.
Tan solo algunos pocos instantes después de que aquella habitación había quedado vacía, esta volvería a poblarse mediante la tímida apertura de otra puerta que dejaba salir del baño de aquella pequeña habitación a esa otra mujer de larga y castaña cabellera, quien de manera cansina y con pocas ganas caminaba a paso lento en dirección hacia una solitaria silla, donde había dejado la ropa que anteriormente había traído desde su habitación, recogiéndola para vestirse con todavía menos ganas en ese desierto cuarto. Tristeza que era corroborada por el triste semblante que se había dibujado en su rostro y que, de hecho, no hizo mas que agravarse cuando al terminar aquella labor recogió del respaldo de aquella silla el fino conjunto de etérea lencería con el que anoche había conseguido impresionar a su compañera. El mismo que ahora no solo ya carecía de toda razón alguna de ser, sino que visto en retrospectiva llegaba ahora a parecerle hasta absurdo. Y con toda seguridad dicho absurdo aunado a la tristeza fue lo que hizo que Makinami se cuestionara todo con una susurrante duda angustiosa.
-¿Por qué eres tan estúpida?
Pero después de varios instantes, aquella interrogante nunca llegó a ser respondida. Razón por la cual aquellos ojos de vívido color esmeralda parecieron por momentos volver a tornarse acuosos por el dolor ocasionado ante la falta de una respuesta que permitiera sostener sus convicciones, así como impedir el derrumbe emocional de esa fémina. Impedimento que, en última instancia, terminaría sobreviniendo en favor de ella únicamente gracias al fuerte clamor de una diana que anunciaba el inicio de una nueva jornada a bordo de ese vetusto navío.
-Ya llegó la hora de dejar de soñar-. Se diría Mari para sí misma, como si de una poco convencional frase de aliento se tratara, antes de ver aquel cesto de ropa sucia, donde terminaría aventando de manera furiosa aquella lencería que la noche anterior había traído especialmente pensando en ella.
Y sin decir ninguna otra palabra más regresó a aquel baño, apoyándose con decisión en aquel pequeño lavabo antes de asentir vívidamente con su cabeza para llevar una de sus manos bajo aquella grifería y abrir con la otra la llave del agua caliente para así lavar raudamente su cara y eliminar los débiles surcos de lágrimas que lentamente comenzaban a recorrer nuevamente su rostro. Ello para luego secar bruscamente sus facciones mientras se daba mentalmente fuerza a sí misma para que al menos dicho rostro pudiera ser capaz de recuperar de alguna manera la determinación que debía enseñarle al mundo y que hasta entonces creía perdida.
Finalmente, Makinami tomaría sus anteojos para acomodárselos en su rostro. Y con una forzada determinación en su mirar abandonaría tanto ese baño como aquella habitación, cerrando fuertemente la puerta de ese habitáculo mientras se marchaba de aquel lugar con pasos cada vez mas largos y presurosos. Ello a fin de evitar el riesgo de toparse con la eventual apertura de otras puertas desde donde pudieran emerger el resto de los miembros de la oficialidad de esa nave que no habían quedado trabajando durante aquella noche. Y aunque de todas maneras tarde o temprano tendría que saber enfrentarles, por ahora no quería verles ni oírles. Una decisión que buscaría mantener tanto como le resultara posible, aunque fuera por tan solo algunos pocos momentos.
Continuará…
