Entre libros y películas
Por fin lo había conseguido.
Había sido un año muy duro.
Después de acabar sus estudios universitarios, no había podido conseguir ningún trabajo que se relacionara con sus años en la universidad, descubriendo que su pasión por los libros no era tan lucrativa como en algún momento de su juventud le habían comentado.
Pero, aun así, no se arrepentía de nada.
Estudiar una carrera de literatura le había encantado y especializarse en la edición de novelas de fantasía había sido un sueño hecho realidad. Incluso su tesis doctoral, basada en la relevancia de la novela de Tolkien, las sagas nórdicas y los mitos griegos en la fantasía moderna, había sido una de las mejores cosas que había hecho. Había conocido grandes escritores noveles con historias refrescantes y nuevas, que hacía que uno soñara con un mundo lleno de matices y temas abordados con elegancia y armonía.
Pero después de perder la plaza en la universidad como profesora de literatura de fantasía y ciencia ficción, sus sueños de poder dedicarse a esa carrera empezaron a esfumarse. Aun así, lejos de perder la esperanza, decidió enviar su curriculum a diferentes empresas de edición, esperando que su experiencia durante su formación fuera suficiente para conseguir un puesto de trabajo que le permitiera disfrutar de su pasión.
Pero el mundo no era tan bonito como parecía.
Después de casi seis meses luchando por encontrar un trabajo bien remunerado y que le gustara, Kagome empezó a bajar el listón, conformándose con un trabajo que se ayudara a vivir una vida digna. Sin embargo, su alta especialización asustaba a sus entrevistadores. Nadie la contrataba alegando que su especialidad no cuadraba con la dirección de la empresa.
Sin embargo, había encontrado una propuesta de trabajo a través de su amiga Sango. Un puesto relacionado con el marketin, algo de lo que ella no tenía conocimiento alguno, pero siempre que fuera un trabajo en el que se encontrara cómoda, no habría problema. Por eso se encontraba allí, ataviada con unos tejanos negros, zapatos de tacón discreto y una camisa azulada, esperando en una sala de espera de colores pasteles a que la recepcionista le diera paso a la zona de RR. HH.
La joven parecía tener cerca de los veinte años, era muy hermosa y jovial. Kagome sintió cierta envidia de ella. Siendo tan joven ya tenía un trabajo estable, experiencia y, con toda seguridad, una vida social digna de una veinteañera. En su caso y ya cerca de los treinta y tres, solo podía contar con experiencia en trabajos que le ayudaron a pagar sus estudios y congresos a los que asistió durante su doctorado. Un despropósito que se agravaba cuando recordada su nula vida social.
No quería pensar en ello.
—Señorita Higurashi —alzó la voz la joven secretaria—, el señor Taisho la espera en la sala de audiencias —agregó con una sonrisa. Cuando Kagome levantó la vista la observó con más detenimiento, ojos oscuros, sonrisa genuina y ninguna marca de la edad.
—Gracias… eh… —Buscó con la mirada su nombre para dirigirse a ella, pero la joven sonrió y señaló el escritorio. Taisho Rin. Vaya, aquello sí que era una sorpresa —señorita Taisho.
—Puede llamarme Rin —contestó la otra marcándole el camino hacia la sala— Somos una empresa familiar, aunque hemos crecido bastante. Mi padre y mi tío tomaron las riendas de la empresa cuando Netflix nos unió a su plantilla —continuó caminando por un pasillo iluminado con luces ocres y láminas encuadradas de algunas películas de los noventa. La joven picó a la puerta y la abrió—. Buenos días señor, le traigo a la candidata.
—¡Keh! No seas tan formal renacuaja. —Se escuchó una voz grave de la sala de conferencias. Kagome se sorprendió al ver el suspiro resignado de la joven ¿sería ella más madura que su entrevistador?—. Estoy listo, hazla pasar.
—Ya puede pasar. —Kagome asintió—. Tenga paciencia, mi padre dice que es un inútil, pero en realidad, es muy bueno en su trabajo —agregó en un susurro.
No pudo evitar reír ante el comentario, con tan mala surte que su entrevistador la observaba con una ceja alzada y de forma interrogante. Suspiró y se tranquilizó. Necesitaba, de forma imperiosa, aquel trabajo.
—Puede sentarse —dijo señalándole la silla frente a él. Se sentó por inercia intentando no perderse en aquellos ojos de color miel. ¿Había dicho ya que tenía poca vida social y nula vida sexual?—. Bien, como sabe, ofrecemos un puesto importante que necesita la rigurosidad y análisis de un experto —agregó observando unos documentos— puedo ver que tiene una tesis doctoral relacionada con el sector de la literatura, aunque no es algo que se demandaba en los requisitos del puesto. ¿Cómo cree que podría ayudar eso a nuestra empresa?
Kagome lo miró por unos segundos, como si le estuviera tomando el pelo. ¿No hacía ni unos diez segundos que se conocían y ya pensaba deshacerse de ella? Había pasado noches en vela, nervios y estrés para poder llegar a conseguir aquella titulación ¿Por qué nadie la tomaba en serio?
Viéndose sin trabajo al salir de allí, se destensó, descansó su espalda en el respaldo de aquella silla tan cómoda y se cruzó de piernas.
—Su empresa tendría suerte en contratar a alguien como yo —empezó, importándole bien poco la ceja alzada de él—. Mi trabajo analítico en las obras que he tratado durante mis años de investigación me han dado cierta estructura para poder opinar de forma objetiva sobre proyectos, novedosos o no, y poder atraer al público. Además, soy organizada y aprendo rápido. Puede que no tenga experiencia en el sector de ventas, pero le aseguro que eso no será un problema. Si conseguí vender a unos adolescentes durante mis prácticas que Fausto era lectura ligera, podré vender lo que sea que vendan ustedes.
—Eso ha sido… —agregó él sorprendido. Segundos después no pudo evitar soltar una fuerte carcajada que retumbó en las paredes. Kagome alzó las cejas, no era la respuesta que esperaba—. Perdone —carraspeó para recomponerse—. Ya que sabe tanto de obras literarias ¿Qué opina de los Fanfics? ¿Crees que son una pérdida de tiempo? Una doctora como tu debe tener una opinión muy profesional al respecto.
En este punto, Kagome pensaba que aquello era una broma de mal gusto. ¿Qué narices le importaba a él su opinión en ese aspecto? ¿Qué importaba si tenía que vender lo que fuera que vendiera? La joven suspiró y contó hasta diez. No servía de nada exasperarse.
—Pues opino que no están mal —empezó con toda la sinceridad del mundo—. He leído obras sin editar que han sido todo un éxito que son más sosas y con más faltas ortográficas que algunos fanfics. No creo que mi opinión valga de nada, realmente la gente que tiene fama como escritor es porque un editor ha visto su potencial. Pero hay muy buenos escritores que no han tenido tanta suerte.
—O una multinacional que les compre su historia —agregó él—. Veo que no eres una snob como todos los pretenciosos que se han pasado por aquí. Necesitamos a alguien con criterio que sepa discernir una buena historia entre una inmensa paja. Si te parece bien, empezarás el lunes.
—¿Empezar…?
—Mi sobrina te cogerá los datos. El lunes te enviaremos un catálogo de las historias con potencial para crear series. Quiero que las clasifiques en el género correspondiente, las analices y opines si tendrán algún tipo de resultado en la audiencia —miró sus documentos—. Como está de moda la fantasía, empezaremos por sugerencias de carie fantástico. Pero no te acostumbres, no siempre será así.
—¿Estoy contratada?
—Bienvenida a Taisho Entertainment. Espero que sepas idiomas, porque serás parte del equipo de Netflix. Deberás firmar un contrato de confidencialidad y no podrás hablar de las nuevas series que al final pasen la fase de edición —con una sonrisa le pasó el contrato. La observó por un momento, extrañándola, mirándola con intensidad a los ojos. Ella sintió un extraño cosquilleo en sus mejillas, convenciéndose a sí misma que no podía quedarse embobada mirando al que sería su nuevo jefe. ¿Había dicho ya que llevaba mucho tiempo sin sexo?
Decidió observar el contrato que él le ofrecía. A parte de una paga desmesurada, su trabajo consistía en ser crítica de series de televisión, decidiendo si aquellas historias que le llegaban a sus manos tenían gancho, coherencia o si eran decentes como para hacer una serie. En su vida habría imaginado encontrar aquel trabajo tan extravagante, pero a la vez, tan divertido.
A partir de ese momento, ella tendría el poder sobre las decisiones de algunas multinacionales en dejarse el dinero para producir series. Era el momento que cualquier geek como ella habría deseado.
Prepárate Netflix.
Fin
Bueno, esta vez, en el #escrito_activo_semanal había que hablar sobre alguna situación relacionada con un oficio, así que aquí presento esta idea algo descabellada y exageradamente larga para ser un drabble xD. Espero que lo disfrutéis.
Aclaraciones:
Goethe es un escritor, dramaturgo, poeta (y más cosas xD) alemán de los siglos XVIII y XIX. Una de sus obras famosas es Fausto, una obra de teatro que explica las vivencias de un devoto de Dios, Fausto, siendo seguido por un el demonio que intenta corromperlo.
¡Pues nada más, si todo va bien, nos vemos la semana que viene!
