Five: Shinkai ni kanjou no kinshi, kokuhaku!

¿Dónde estaba? Mmm, se sentía tan bien tan cálido… ni rastro de pesadillas, ni de rencor, odio o miedo… Abrió lentamente los ojos mientras alzaba la cabeza. Una tenue luz iluminaba el rostro dormido del Youko, apoyado sobre el escritorio, derrotado por el cansancio. Parecía tan feliz, tan lleno de paz… A Hiei le daba la calidez que las damas de Hielo no le habían dado…

Se acercó lentamente hasta él, contemplando aquella divina visión, hipnotizado por ella, mientras sentía que su corazón se aceleraba, sin sentido, sin causa… era tan extraño… le gustaba tanto estar cerca de él… cuando se encontraba lejos lo recordaba tanto, lo necesitaba tanto… Apartó algunos hilos rojos de su cara. Realmente era la única persona en quien confiaba a ciegas, aunque no quisiera admitirlo, su amigo, su mejor amigo, su único amigo… ¿Era por eso que lo precisaba tanto? Se estaba debilitando con todos aquellos sentimientos ningen…

Entonces las dudas volvieron a su cabeza, despertándole de ese sentimiento de calma, recordándole los dolores del pasado. Le daba miedo que la calidez que sentía en ese momento fuera falsa, solo un fugaz deseo de tenerla, de que también él le traicionase. Entonces hizo lo acostumbrado en estos casos en que se sentía tan indefenso, en ese momento en que ansiaba dejar de ser vulnerable para no volver a sufrir... huir. Se dirigió a la ventana y la abrió, no sin antes girarse a contemplar el rostro que le producía todas esas confusas sensaciones, de estar indefenso y protegido, de ser fuerte y débil a la vez... solo para descubrir que el youko estaba despierto y lo miraba tristemente.

-¿A... a donde vas? –dijo una quebrada y dormida voz.

Hiei se sintió realmente conmovido, por aquel rostro suplicante, aquella voz que le preguntaba. Era como si se lo preguntase alguien de su familia, y como si tal estuviese obligado a contestar.

-Hn. Ya no llueve.

-Hiei que no llueva no quiere decir que tengas que marcharte... ¿Tanto te disgusta estar cerca de mí? –Esta última pregunta la había hecho más para si mismo que para el youkai, pero el cansancio de pasar las ultimas cinco horas estudiando no le dejaron controlar bien las palabras.

-¿Eh? Yo no he dicho que me disguste estar cerca de ti. –En este momento Kurama tomó consciencia de cuanto sincero había sido con aquella pregunta, que más bien sonaba a pensamientos ocultos. Aun así, sintió la apremiante necesidad de explicarle lo que sentía al youkai de fuego, pero... ¿le comprendería...? bueno, siempre podía probar lo sentimientos del inocente youkai con frases y preguntas que no le comprometiesen.

-Es como si me temieras, Hiei. –El pelirrojo se acercó a Hiei y se quedó frente a él, cogiéndole del manto negro, lo que hizo que el Jaganshi retrocediese un paso, sin poder soltarse. –Yo no voy a traicionarte nunca.

Hiei no entendía nada. Kurama estaba delante suyo, preocupándose por él, dándole una calidez verdadera... De alguna manera estaba invadiendo su espacio, estaba a punto de verle realmente como era, sin barreras, sin protección. Se había descuidado demasiado, había confiado demasiado en el Youko, ahora sus palabras repercutían en Hiei, se había hecho vulnerable a él. Pero... ¿Por qué no era capaz de huir? Después de todas las veces en que lo habían traicionado, se suponía que debería haber aprendido la lección... Pero había algo en los ojos del youko que le hacían creer en él. Pero... no podía admitirlo, no debía confiar, no iba a ser vulnerable.

-Yo... no puedo creerte Kurama.

-¿Cómo ibas a creer en mi, si ni siquiera me entiendes? –Un susurro del Youko, un lamento pensado en voz baja –Yo no puedo traicionarte Hiei...

-¿Por qué no puedes?

-Ya sé que las palabras no bastan... Pero no sé que hacer para que confíes en mí... Si solo pudiese explicarte, si solo supiese que no me odiarás...

Hiei intentaba mostrarse indiferente a las palabras del zorro, pero por más que intentaba que no le afectasen, en su corazón deseaba confiar, creer, entregarse a las promesas del Youko, de tener por fin a alguien. Pero su cabeza no hacía más que negar a su alma, controlando sus palabras, no dejándole confiar, amar, ser libremente. Pero los sentimientos no se pueden controlar por mucho tiempo, los dos en aquella habitación se esforzaban enormemente por no derrumbarse, y fue Kurama el que primero cedió a su corazón la palabra.

-¿De qué hablas Kitsune? –El Youko encaró a Hiei, mirándolo fijamente, en una expresión dulce y desesperada.

-Ya no puedo ocultártelo más... no espero que me correspondas, pero por favor... no me odies, no me dejes nunca... Yo, Hiei, yo te amo.

Ninguno de los dos dijo nada más, Kurama esperaba que reacción tendría el Jaganshi, pero Hiei no supo reaccionar, no pudo moverse ni decir nada. Kurama temblaba sin remedio, hasta que no lo pudo soportar más, y cayó al piso de rodillas, soltando la capa del medio koorime. Hiei sabía que debía decir algo, fuese lo que fuese, romper todo ese hielo que había congelado sus pensamientos y encendido alguna cosa dentro suyo. Pero, ¿qué?

-¿Daijobuka Kurammmm (¿estas bien, Kurammmm

No pudo decir nada más, porque en el mismo instante en que se le acercó y se inclino para posarle una mano en el hombro, el youko había tirado de él y jalándole hacia si, lo había silenciado con un beso en los labios. Hiei había sido atrapado por los brazos del Youko, y aunque intentaba escapar, era su propio cuerpo el que no le obedecía. Y así permaneció quieto, sorprendido y lleno de miedo, mientras Kurama le abrazaba y profundizaba su beso. El Jaganshi no podía moverse, y involuntariamente cerró sus ojos. No fue hasta segundos después de que el pelirrojo sellara sus palabras besándolo que Hiei reaccionó por la falta de aire y empujó al Youko lejos en un intento de escapar, no de la intrusión en su boca, si no en la de su corazón. Los dos se miraron a los ojos jadeando, sin aliento.

-¿Se... puede... saber... que... haces?

Desde la distancia en que Hiei lo empujó Kurama esperó su sentencia, aún arrodillado, sumiso, pidiéndole una última clemencia.

-Onegai (te lo ruego)... no me odies...

El Youko pensó que seria afortunado si después de todo el Jaganshi no lo partía por la mitad de un mandoble, aunque... quizás prefería eso a que le despreciara, o que le humillara o le ignorase...

Hiei a su vez no era capaz de moverse, ni de pronunciar o siquiera de pensar. La última acción del Youko... Ese beso, ese abrazo, esa calidez... Sus palabras... el pobre Jaganshi estaba empezando a darse cuenta de cuanto las había añorado, de cómo había deseado sentirlas, de cómo había deseado que eso pasase. Realmente estaba hecho un lío. Por una parte deseaba creer en Kurama, aceptar su amor, amarlo... abrazarlo como lo había hecho él antes... por otra, la poca razón que le quedaba le recordaba en que habían quedado todos sus deseos de amar anteriores: la traición.

Como el mitad koorime no se movía, Kurama aprovecho para vaciar toda su alma, para revelar todo aquello que se había guardado tanto tiempo, para liberarse de tanta mentira y disimulo.

-Yo lo sabía hace mucho tiempo Hiei. Ai shiteru... (te amo...) he intentado no amarte, pero creeme, es imposible para mi olvidarte, dejarte de amar o traicionarte... y poco a poco te has convertido en el centro de mi vida... ahora sé que si te alejas de mi o si me odias me moriré... no te estoy pidiendo que me correspondas, solo que ahora no dejes de hablarme, de acompañarme... de que si te parezco estúpido o si sientes tentación de odiarme, olvides todo lo que he dicho hasta ahora...

¿Olvidarlo? ¿Cómo iba a olvidarlo? Estas últimas palabras habían hecho que Hiei sintiese por vez primera el calor de amor, la calidez, el bienestar que podía obtener solo en brazos del Youko. Oh, realmente deseaba creerle, abrazarle, y estas palabras le habían arrancado del pensamiento, de los recuerdos, de los malos momentos. ¿Cómo podía el pelirrojo proporcionarle tal paz? ¿Sería que sin querer también él había empezado amarlo? Ahora, alejado de los recuerdos, el Jaganshi actuaba con el corazón.

Caminó hasta el kitsune, que se hallaba aun arrodillado en el suelo, esperando el peor de sus momentos, y le abrazó dulcemente, inocentemente, tiernamente, temblando, esperando una burla, una traición.

-Yo tengo miedo, Kurama.

El Youko no pudo soportar la emoción de ser correspondido con los ojos abiertos, los cerró fuertemente mientras rodeaba a su niño prohibido en un protector abrazo. Jamás lo hubiese pensado... Hiei así, tan vulnerable, dependiendo solo de él... Sólo podía pensar en que no deseaba despertarse si aquello era un sueño, pero no, no lo era, Hiei era real, ahora sin miedo podía tocarlo, estrecharlo, besarlo... Kurama separó un poco sus cuerpos para posicionarse de forma que pudiese ver la cara del Jaganshi.

-Ai shiteru... ya no temas más... ya no estás solo... y ya no lo estarás más, nunca más...

Y besó a Hiei tiernamente, un roce de labios casual que se incrementó poco a poco.

- Nunca dejaste que te besaran, ¿verdad? – Hiei lo miró, una expresión indescifrable en su rostro – Gracias…

Kurama siguió besándolo cada vez más intensamente, llegando más profundo, saboreando la saliva del youkai de fuego, deseando cada vez más aquel cuerpo, acariciando su espalda por encima de la tela. Aumentó la presión sobre el cuerpo de Hiei hasta que le hizo caer, suavemente, de espaldas contra el suelo, y lo apresó con su propio cuerpo, mientras el pobre youkai intentaba recuperar algo de aire. Se quedaron rostro frente rostro, mirándose, jadeando después de haber perdido la respiración. Kurama volvió a besarle, bajando esta vez por el cuello, el pecho, besando, lamiendo, despojándole de toda tela que encontraba entre caricias.

-¿Era... esto lo que... pretendías... con todas aquellas... palabras?

El youko alzó la cabeza en una sorprendida expresión al oír las palabras del youkai.

-¿Qué...?

-He oído mucho de youkos... hay quien dice que harían lo que fuese por sexo… pero no pensé que tú…

-¿Hiei de que hablas? Todo lo que dije antes es cierto, Ai shiteru.

-¿Por qué habría de creerte? –Hiei se incorporó a medias, pero el youko lo retuvo en un apretado abrazo.

-No tienes que creerlo, tienes que saberlo. ¿Qué te dice tu corazón?

-Hn –El medio koorime evitó encararlo por la evidencia de sus palabras. Todo cuanto el youko decía tenia un sentido cierto dentro de él, no sabía por que, pero lo que decía el zorro era verdad, de alguna manera sabía que era cierto, solo que se sentía indefenso y vulnerable y estaba intentando protegerse.

Kurama se acurrucó contra su pecho, sintiendo el calor de ese cuerpo que tanto había añorado y que tanto se había negado, incapaz de dejarlo ir ahora, temiendo que se desvaneciese como un sueño... hasta que minutos después los despertaron los rayos del sol. Entonces tuvo que dejarlo ir, maldiciendo la misión que le llevaba hasta el bosque de Makeru y maldiciendo los exámenes, que le dejaban tan poco tiempo… suerte que era el último día…

Luego tendría todo el tiempo de los tres mundos…

_______________________________________________________________________________________________

_______________________________________________________________________________________________

Hola!!!!!! ^o^ Asiass a todos los que leen este fic!!! Y a todos los que me han dejado review!!! ^___^ estoy muy felisss de que os guste!!! Aquí teneis el episodio 5!! Jajaja!! Ya sabeis que pasó en la habitación!!! Al final no hicieron nada XDD solo que Kurama dio un paso adelante!! Ufff como que a veces me angustio con el fic, sobretodo de aquí a unos episodios, que dan ganas de decirle "pero quieres no decir ya más tonterias?!!" Jajaja y eso que escribo yo!! Pero mejor no adelanto acontecimientos...

Ahora hablando en serio, tengo un problemilla... si esto sigue así llegaré a un episodio en que sube el rating mucho (¿se entiende lo que quiero decir? #^_^#) y no se si estará bien que lo ponga aquí... ¿que decís?

Buenoo asias por todoo!! ^^ Besos a todos los que me leen, Arigatou Gozaimasuuu!!!