Tenemos nuevo capítulo después de muchos días de inactividad. Les pido una disculpa. Espero que disfruten mucho del cap.


-5-

Horario de salida.


Todos los trabajadores sin excepción tienen un horario de salida, pero éste debe de variar dependiendo de las ocupaciones laborales. Es parte del reglamento y responsabilidad del empleado registrar su término de turno laboral sin falta.

...

Por extraño que pareciera, fuera de aquella atmosfera sexual entre ambos, Kocho era bastante profesional a la hora de trabajar. Llevaba ya un rato observándola cuidadosamente y, según él, siendo discreto. Shinobu tenía una figura esbelta y hermosa, pero sobretodo, podía reflejar seriedad y eso en particular le parecía muy atractivo.

Su rostro podía mostrar muchas fasetas. No estaba seguro de conocerlas todas, pero al menos sí podía darse el lujo de reconocerse como un afotunado al saber cómo fruncía el ceño en la cama y justo en el momento más cúlmine de la pasión. En las dos ocasiones que habían estado juntos, se había molestado en grabarse en las retinas todos sus movimientos. Así como sus expresiones y los melodiosos sonidos que emitía al estarse retorciendo bajo su cuerpo.

Quizás, con un poco de tiempo, podría lograr descifrar el cómo conseguir que ella mostrase más de sí. Le gustaba cómo arrugaba y extendía su piel para él, pero, tal vez, si aprendía a precionar los botones correctos, la haría alcanzar algo más allá de lo imaginado. La fuerza correcta, el ángulo perfecto, un poco de precisión y...

—¿Tomioka-san? – ella estaba viéndole fíjamente y se sonrojó repentinamente al ser sorprendido en el acto. ¿Qué no se supone que estaba siendo sútil? En algún punto perdió toda vergüenza y le estaba apreciando con una cara de bobo.

—Eh, ¿Sí? – carraspeó intetando disfrazar la rubicundez de sus mejillas.

—¿Puedo...? – ella pareció tomarse su tiempo y luego sonrió mostrando la belleza de sus labios. —¿Te gustaría...? – pero antes de continuar la puerta de la oficina fue abierta nuevamente y sin aviso. Los dos se giraron, Shinobu con una mueca disgustada, Tomioka nervioso y aún algo agitado.

—Señorita. – era la secretaría de recepción. —Disculpe que interrumpa el trabajo, el pequeño Zenitsu vino a pedir el resto de la tarde por una situación familiar. También... – ella se ruborizó y Kocho supo que estaba a punto de pedirle algo. —Pedí un pase de salida. Es que, mi novio vendrá de visita y quisiera...

—Toshiro-sama lo sabe, ¿O no? – Toshiro era el director de recursos humanos. La secretaria solía pedirle cosas a ella cuando él no estaba porque el hombre era un gruñón de primeras y no le gustaba dar permisos para nada más que no fuera ir a la hora del almuerzo. Shinobu esperó pacientemente y luego ella suspiró.

—No.

—¿Ara? ¿Esperabas a que no estuviera para pedirme permiso?

—No, bueno, es que...

—Tranquila.- Kocho suspiró. —Está bien, pero sólo esta vez. – la despidió con la palma de la mano.

—¡Gracias, Kocho-sama! – la chica salió de allí casi corriendo y se detuvo en el acto. —Ah, por cierto... Eh, ¿Usted podría...?

—Sí, descuida. Yo cierro.

—¡Se lo agradezco nuevamente! – la chica ahora sí que se apresuró. La puerta se oyó al fondo cuando ella salió a prisa. Shinobu suspiró.

—Es una buena chica, pero sinceramente le falta disciplina. – comentó con ligereza. Tomioka asintió en silencio y éste pareció prolongarse entre ambos.

Fue consciente en ese instante que ahora estaban completamente solos, la única persona que podía interrumpirlos era la secretaria, pero acababa de marcharse. Giyuu sintió un vuelco en el corazón y sus ansias se reavivaron al comprobar que Shinobu parecía estar más reluciente que cuando llegó.

La mujer le miró de soslayo y eso bastó para que una punzada casi dolorosa presionara su entrepierna. La chica, muy perspicaz sonrió socarronamente, se levantó de su asiento y fue hasta la puerta. Se quedó allí de pie y suspiró para cerrarla, el sonido del seguro fue el último contrapunto antes de que se girara y caminase hasta él.

Pasó un trago de saliva por la garganta, expectante de ver qué haría. Shinobu se pasó a su lado y nuevamente dirigió su mano hasta su corbata. Amaba hacer eso, por lo visto.

—Nee, Tomioka-san...

—¿Sí?

—¿Te gustaría salir a cenar algo?

—Claro... – si la cena acababa como la última vez, no pondría ninguna queja. —¿Qué te apetece?

—Tú. – lo sorprendió cuando ella se sentó sobre sus piernas y hubo contacto. Enredó sus brazos en su cuello y lo atrajo para besarla. Lo cierto es que ya era tarde, no había almorzado con tal de terminar la revisión de los papeles y justo ahora, estaba hambriento pero no de otra cosa que no fueran sus labios.

Giyuu pasó sus manos por la cintura de Kocho, la apresuró y se atrevió a recorrer la curvatura de su trasero, apegándola a él. Ella se unió más y rozó sus pechos contra su camisa. La redondez de sus partes femeninas era suficientemente buena como para desear que fuera piel con piel. Ella pasó su lengua dentro de su boca y él gimió al sentir que estaba trabándose con ella.

Luego de unos segundos se separó y comenzó a besarle el cuello hasta llegar al hombro. El olor de su perfume perduraba, lo adoraba locamente. Gruñó cuando ella paseó sus manos por su espalda y le causaba cosquillas. Prontamente su ropa comenzó a parecerle estorboza y estaba apunto de levantarse con ella para recostarla en el escritorio y desnudarle allí mismo, cuando Kocho lo liberó y sostuvo de los hombros. Una sonrisa se dibujó en sus labios y lo confundió un poco. Esperó a ver qué decía, pero en lugar de eso, ella condujo sus manos a los botones de su ropa.

—Parece una rutina. – susurró casi sin separar los labios.

—¿El qué?

—Tu camisa. – ya estaba quitándosela. —¿Te parece si mejor la dejamos permanentemente abierta?

—Kocho... – las pulsaciones en su entrepierna se hicieron más insoportables.

—Lo sé... – ella hizo un mohín con los labios. —Estamos en la oficina. – miró hacia la puerta, la misma que acababa de cerrar. —Tenemos que estar vestidos, por la etiqueta. – había dejado abierta su camiseta, pudiendo apreciar los pectorales del joven y paseando los dedos. —¿Escalofrios o cosquillas? – dijo cantarina mientras lo veía estremecerse.

—Ambos.

—¿Te gustaría...? – de nuevo acalló su propuesta.

—¿Qué cosa?

—¿Te gustaría salir un poco más temprano? – no sonaba nada mal. Pero tenían que checar en la máquina y aún faltaba una hora para su salida.

—¿No te traería problemas con Toshiro-san? – conocía la calaña del director.

—Mmm... – ella asintió, no había despegado su vista de la piel de su tórax y abdomen, estaba pensativa. Tomioka parpadeó y volvió a ver el reloj. Se le ocurría cómo matar el tiempo.

—Kocho... Podemos aprovechar el tiempo. – con una sonrisa de lado y una mueca atrevida, Tomioka hundió la yema de sus dedos en la falda de la chica, hasta tocar su piel y bordearla hasta llegar a sus bragas.

—Pero, Tomioka-san, no tenemos un preservativo.

—Existen más formas de darnos placer, Kocho. – no se esperaba esa declaración. Embelesada con su actitud y bastante atraída por lo que decía, se dejó hacer. La cargó y se levantó con ella en brazos.

En la oficina de la chica, había unos sillones que eran para las visitar o para sentar a los ejecutivos cuando éstos tuvieran alguna clase de presentación. El mueble era cómodo y espacioso, el sitio perfecto para lo que quería hacer. Aunque expectante, Shinobu esperó a ver qué haría. Tomioka la recostó sobre el sillón y una vez allí, se deslizó hasta llegar a sus piernas. Tomó con cuidado sus rodillas y acarició en pequeños circulos la piel expuesta. Ella gimió, comenzaba a aprenderse sus gestos y señas, éste, de nuevo, era uno de aprobación.

Con las palmas abiertas, subió lentamente por la cara interna de sus muslos. Era de esperarse que la falda se alzara una vez que él hizo esto. Remangó los pliegues hasta la parte superior de su cintura y expuso la ropa interior. Pasó la lengua por sus labios al contemplar que estaba húmeda.

—Tomioka-san...

—Shh... – susurró galante. Casi como un ronroneo y ella se sonrojó a la par de su excitación.

Tomó con cuidado el elástico de su ropa interior y lentamente lo bajó por sus piernas, cuando llegó a la pantorrilla, dejó que se cayeran solos por efecto de la gravedad. El sexo de Kocho quedó expuesto y aunque estaba avergonzada por la posición, no opuso resistencia cuando él descendió hasta tomar en su lengua el pequeño punto de carne sensible.

Las manos de la muchacha volaron a cubrirse la boca. El gemido que por poco se le escapa era quizás el más ruidoso que había hecho en mucho tiempo. La hinchazón a causa de su propio pulso, así como el embate paciente y mesurado de Giyuu le causaron descargas electricas que ascendieron desde su pelvis hasta su cuero cabelludo. La piel de la espalda se le erizó y sus manos se apresionaron con insistencia contra sus labios.

La lengua de Tomioka atacó sin piedad y con paciencia, haciendo un trazo que iba en todas las direcciones, hasta que finalmente, se adentró en el calor de su cuerpo y presionó su rostro contra su apertura, hundiendose, succionando y metiendo la lengua para acariciarla desde afuera hacia adentro.

—¡Ah! – ella se retorció y presionó su cuerpo contra el sofá. Tomioka aumentó la velocidad y su reaccionó fue primitiva. Shinobu tomó a Giyuu del cabello en un arranque de placer, adentró sus manos a su cabello, intentando no lastimarlo y aún con problemas para manejar sus sensaciones, se arqueó cuando sintió el palpitar insistente de su clítoris. Él lo notó, así que, sujetó a la mujer de las caderas con sus enormes manos y no desistió hasta hacer que se vaciara en él.

Su cuerpo explotó en éxtasis cuando sintió la estocada de su lengua y las caricias que ahora le estaban dando en ambos glúteos. Con su mano sobrante, dado que la otra la tenía en la cabeza del hombre, Shinobu casi se muerde para no gritar. La tensión en su cuerpo se dispersó en un latigazo que la dejó lánguida después.

Tomioka se separó de ella lentamente y comenzó a limpiar su boca y barbilla con cuidado. Su rostro, reflejante en autosuficiencia como placer, le hicieron ver repentinamente mucho más apuesto de lo que antes lo había creído. Shinobu alzó las manos, pretendiendo alcanzarlo y fue una indicación para que se acercara a ella. Cuando lo hizo, tomó las mangas de su camisa y lo hizo casi caerle encima. Lo unió a sus labios en un beso hambriento y agradecido. Él respondió amortiguando su peso sobre el respaldo del sillón, mientras devoraba a la chica.

No le importó sentir su propio sabor en la boca de su amante. Era un acto tan íntimo que no le interesaron esas nimiedades. Cuando se separaron, ella besó también su nariz y su frente. Lo que había pasado de ser una ataque carnal, poco a poco tomaba la forma de un encuentro fortuito pero romático.

Ella le sonrió de lado y acarició sus mejillas con cuidado.

—Tomioka-san, ¿Qué te parece si mejor pedimos a domicilio a tu departamento? – la invitación sonaba apresurada, pero también muy conveniente. Shinobu miró el reloj de la pared y sonrió. —Ya es nuestra hora de salida. ¿Por qué no vas por tus cosas? – excitado intentó besarla de nuevo, pero estaba ella le sostuvo los labios con la punta de los dedos. —No comas ansias, te prometo que valdrá la pena. – frunció un poco el ceño y luego se relajó. Sería incómodo caminar con la erección entre sus piernas, pero conservaría el pensamiento para cuando estuvieran en su casa.

Casi corre por sus cosas. Como era de esperarse, ya nadie estaba en el edificio. Era normal, como jefes de sus respectivas divisiones solían trabajar hasta más tarde y la situación era que, como siempre había mucho trabajo, su horario de salida era más prolongado.

No obstante, Giyuu comenzaba a sentirse contento de que fuera así.

...

El camino hasta su departamento fue ameno pero a la vez provocaba ansiedad. Tomioka veía de soslayo a Shinobu mientras conducía. En el momento que fue a su oficina a cerrar y conseguir sus cosas, ella se había aseado y arreglado lo suficientemente bien como para que no se dieran cuenta de lo que habían hecho en su oficina.

Se sonrojó de recordar todo. Se sentía como una travesura emocionante. Inesperadamente una sonrisa se asomó en la comisura de sus labios y Shinobu le miró de soslayo. Tomioka cada vez se le hacía más apuesto. Le gustaba lo taciturno que era y también lo salvaje que podía llegar a ser. Era una convinación de misterio y pasión que le encendía una llamarada en su bajo vientre y estómago. Se preguntó entonces, ¿Cómo es que Tomioka no tenía ninguna pareja? O mejor aún, ¿Sería posible que ese hombre pudiera llegar a sentir algo más que sólo lujuria y pesimismo?

Desde que se interesó en él, comenzó a fijarse en pequeños detalles que poco a poco fueron reforzando su gusto. Aunque creyó que era pasajero, conforme pasaron los días, la idea se reforzó en su cerebro. El resultado era sin duda, uno muy placentero. Pero quería conocer un poco más de él, de ser posible, satisfacer más allá de su curiosidad sexual.

—Tomioka-san...

—¿Sí? – él eliminó su sonrisa y se ubicó en ella presto.

—¿Cuál es tu comida favorita? – la pregunta a primeras parecía hasta frívola, pero lo hacía con la intención de conocerlo más a fondo y claro, saber qué iban a pedir de comer.

—Daikon con salmón. – contestó con sinceridad y ella asintió, apretó el volante en sus manos. —¿Y la tuya, Kocho?

—Ninguna en particular... Cualquiera que tenga arroz está bien. – nuevamente, aunque sonase frío, era la verdad. Nunca había quisquillosa con la comida y tampoco tenía alguna en particular. Podía disfrutar de todo.

Giyuu sintió que esta pequeña apertura podría ser buena para intentar profundizar entre ellos. Es decir, le gustaba, pero a pesar de sentirse satisfecho sexualmente, le interesaba también conocer más de ella.

—¿Puedo preguntar...? – lo pensó unos segundos, pero al ver que Shinobu le esperaba, continuó.—¿Por qué te fijaste en mí? – era nada más y nada menos lo que más le atormentaba.

—¿Qué? – no era el cuestionamiento que esperaba. Kocho guardó silencio un momento, ¿Cómo podría resumírselo? Quizás si le decía que su misteriosa forma de ser, tal vez su despampanante cuerpo, quizás que le gustaba verse reflejada en los írices azules que parecían dos pozos profundos, similares a hundirse en un océano frío y a la vez vasto. ¿Cómo decirle que le gustaba bastante? Que su intuición no era sólo correcta, sino que fue intensa al descubrir que detrás de aquella máscara de indiferencia, él era una portentosa tormenta capaz de doblegarla y arrullarla a la vez.

—No es necesario que me lo digas, si no lo deseas. – había malinterpretado su silencio... De haberle dado unos segundos más, ella podría haberle dicho con un poco más de fluidez, pero la interrupción, junto con que, estaban arribando al departamento la hicieron guardar silencio.

Caminaron dentro del lugar. Cuando entraron, a Kocho le pareció un sitio diferente que la primera vez. Sobretodo porque, el día que estuvo allí, estaba tan cegada por la euforia que simplemente saltó sobre él y le dejó que le dirigiera a la cama.

—Voy a pedir algo de comer. – lo del servicio a domicilio seguía en pie. Mas Shinobu tuvo una idea mejor. Ya estaban en el hogar, le pareció una buena opción cocinar algo ambos.

—¿No te gustaría cocinar? – Tomioka le miró y casi se sonroja. —Podría cocinar para ti, si me permites.

—¿Quieres cocinar?

—¿Me dejarías asaltar tu refrigerador? – se condujo hasta la cocina. Siendo vista por un pasmado Giyuu, quien ahora no sólo se sentía confundido, sino emocionado. ¿Cocinar para él? ¿Ella? La siguió desde unos pasos y la contempló mientras se agachaba para sacar del cajón de las verduras algunos ingredientes.

Lo primero que contempló fue su trasero que se asomaba al borde de la puerta. Sacudió el rostro cuando entendió que realmente estaba disfrutando de la vista de su cuerpo. Esquivó la mirada. Irónicamente hacía unas horas le había asaltado con la boca y hecho derretirse para él.

Recordar lo que pasó en su oficina le hacía fluir la sangre. De nuevo sentía calor. Ella estaba distraía en la cocina, cortaba verduras, lavaba y después encendía la arrocera. Tomioka se quedó con el pensamiento latente en su cabeza de aquella mujer tan erótica pero que a la vez parecía ser tan hogareña. Cuando la presión en su pelvis se hizo más notoria, supo que no podría resistir más tiempo.

Shinobu por su parte estaba tan concentrada, que no prestó atención a su alrededor. Estaba por terminar la comida. Estaba haciendo omaraisu. Cocinar le relajaba. Cuando llegaba a casa normalmente no tenía la necesidad de cocinar puesto que su hermana ya lo hacía por adelantado. Kanae, la mayor, era una excelente cocinera. Aunque ella se dedicaba a la medicina y normalmente estaba muy ocupada, siempre encontraba el momento preciso para hacer comida.

En estos días, Kanae había estado en un viaje por un congreso. Iba a regresar hasta la semana siguiente. Así que, al llegar a su hogar, Shinobu se encargaba de preparar los alimentos. Al contemplar los platillos pareció caer en cuenta de que se había concentrado demasiado e ignorado a Tomioka deliberadamente. Además de que había usado sus cosas sin pedirle permiso.

Volteó hacia atrás, esperándolo encontrar allí, pero no estaba. Parpadeó y se encogió de hombros, quizás fue al baño. Regresó su vista al frente y tomó los trastos para dejarlos en el fregadero. Iba a comenzar a lavar, cuando él llegara, podrían comer.

—Descuida, puedo hacerlo yo. – su voz, enronquecida y gutural, le hizo dar un respingo a la vez que sentía su cuerpo cubrir el suyo. Las manos de Giyuu atraparon las de Shinobu y detuvieron su tarea. Como las tenía mojadas, el cambio de temperatura le pareció intenso. Sus palmas estaban ardiendo.

—Tomioka-san, ¿Qué...? – calló al sentir cómo recargaba su entrepierna sobre su trasero y espalda. La "indirecta" era totalmente clara. —¿Tomioka-san? – sonrió atrevida. —¿Acaso te excita verme cocinar? ¿Has estado observándome? Que pervertido...

—Eres una mujer muy hermosa. – susurró al bajar su cuerpo y pasar sus manos hasta su cincuta, donde la atrapó finalmente. Bajó su rostro para aspirar su cabello y besarle detrás de la oreja.

—No has respondido a mi pregunta.

—Sí. – admitió. —Me excitas con cada cosa que haces. – Tomioka lo dijo directo desde su corazón, pero lo que desconocía era que Shinobu estaba comenzando a colorearse de todos los tonos de rojo posibles.

—Ya veo. – pasó saliva, ahora era ella la que estaba subiendo la temperatura de su cuerpo. —Y... – era un paso, uno atrevido pero que le hacía latir el corazón con premura. —¿Y qué harás al respecto?

—Esto... – dirigió sus palmas lentamente por su abdomen hasta subir a su pecho y apretujó sus senos aún con la ropa encima. Prosiguió besando desde la parte detrás de las orejas hasta la nuca. Eran besos cortos, fogosos y hasta castos.

Se estremeció y apretó más su retaguardia contra su cuerpo, podía sentir como su miembro palpitaba contra ella. Eran impulsos cada vez más apremiantes. Shinobu ladeó el cuello para darle más acceso, estaba tan hipnotizada por sus caricias que no se dio cuenta que él ya estaba quitandole la blusa y por si fuera poco, con la mano izquierda, ya estaba buscando el cierre de la falda.

Su ropa se deslizó al suelo con suma gracia. Quedando en ropa interior. Al tener la espalda al descubierto, Tomioka comenzo a besarle con más ahínco. El roce de su labios la hizo gemir y un escalofrío la recorrió a causa del aire que le tocaba por el camino de besos que él dejaba. De pronto gimió más fuerte cuando introdujo su mano entre la tela de las bragas y con apremio, acarició su sexo ya empapado. Con la izquierda la tocó intimamente, acariciandole cada pliegue e introduciendo dos de sus dedos de forma paciente y delicada. Con la derecha, alzó las copas de ambos pechos y tanteó entre las puntas de sus dedos esos pequeños pero puntiagudos pezones que tanto le habían gustado.

Kocho gimió, extasiada por el tacto tan delicado pero firme que Tomioka ejercía. Subía y bajaba una y otra vez. Dejaba un camino de saliva con la lengua, así como presionaba con la fuerza necesaria como para estremecer hasta la fibra más lejana de su cuerpo.

El comenzó a tallarse contra ella. Frotó su pelvis sobre las montañas de su trasero y su calor invadió más el suyo a medida que ella le permitía más acceso. Separó ambas piernas y permitió que él introdujera más sus dedos, así como se apresuró a quitarse el sostén de una vez por todas. Giró su rostro y lo besó en los labios. Entonces él se posó sobre ella, su peso, más que aplastarla, la hicieron entrar en una explosión candente.

Se separó de su boca cuando el orgasmo le golpeó sobre el punto más sensible de su sexo. Tanta fue su exclamación, que el broche de mariposa se golpeó de su cabello cuando sacudió la cabeza y sus mechones se deslizaron

—¡Tomioka-san! – él la atrapó contra sus brazos y pudo sentir las contracciones de sus paredes vaginales mientras se apuraba a llevar su mano derecha hasta su clítoris y ampliar las sensaciones. —¡Eso no es...! – se contrajo. —¡No es justo! – una última punzada y se liberó sobre sus manos. ¿Cuántos orgamos había tenido el día de hoy? De pronto tenía la mente en blanco y no recordaba. Ese hombre, con sólo usar las manos la había hecho venirse... Oh, y qué decir de su boca...

—¿Estás bien? – jadeó contra su oreja. Verla en ese punto lo estaba trastornando, quería arrancarse la ropa y adentrarse en ella con violencia, pero se mantuvo tranquilo. Shinobu asintió. Procedió a separarse un poco y darle espacio para respirar.

Shinobu jadeó cuando él ya presionó de las caderas con los dedos y con una rodilla le separó más las piernas. No alcanzó a preguntar puesto que lo sintió entrar en ella lentamente pero casi arracándole la respiración. Aún estaba muy sensible.

—To-Tomioka-san... – gimió en voz baja, se tensó a su alrededor. El gruñó y terminó de entrar en su cuerpo hasta la empuñadura. Estaba desnudo, sentía su piel contra la espalda.

—Sujetate fuerte, Kocho. – susurró y comenzó a embestirla posteriormente.

Sus manos, que hasta el momento habían estado recargadas contra la encimera, intentaron buscar sostén en los bordes o en algo más ante sus arremetidas. No tenía idea de cuándo se había quitado la ropa, no escuchó nada, lo único de lo que sí estaba segura era que el brío con el que la embestía era una muestra de su ímpetu.

Había estado deseando esto todo el día, no iba a mentirse a sí misma. Shinobu gimió con toda la libertad que desde temprano no había podido.

Un empellón especialmente fuerte le removió todo el cuerpo. Él gozaba de más fuerza en esa posición y la profundidad de hacia donde llegaba tocaba un punto aún más insólito del que antes había podido ingresar.

Tomioka sintió la necesidad de ir más allá. Sostuvo una de sus piernas y la levantó, la hizo recargarse contra el mueble y la sumió hasta casi quedar recostada. Entró y salió de ella casi a la mitad de su longitud y después comenzó a besarle la espalda y la nuca. Se encogió y estiró a causa del placer.

Sus pechos se impactaron contra la madera y él la abrazó de la cintura mientras afianzaba más su sexo con el de ella. Apretó la carne del muslo y saboreó con la lengua la extensión de su piel sedosa. Incluso aspiró el aroma de su cabello desatado que caía sobre su nuca.

—Más... Más Tomioka-san... – suplicó mientras se atragantaba con su propia voz. Él respondió tal y como le pedía. Aumentó el ritmo de su cuerpo y se volvió algo errático. La estaba tomando desbocado. Consiguió gemir y gruñir, estaba tan concentrado que no se dio cuenta que los ruidos emergían de él inconcientemente.

Contrario a lo que pudieran pensar, esa muestra de desenfreno excitó aún más a su compañera. La chica se erizó cuando la respiración del hombre se hizo más ruidosa. Llegó a un momento en dondo solamente podía sentir el palpitar de su corazón y las embestidas que se acomodaban hasta casi fundirse con ella.

Ambos llegaron a un punto de no retorno. Terminaron al mismo tiempo. Sintió de nuevo la opresión en su cuerpo al momento que algo explotaba en su cerebro. Casi ve luces mientras la adrenalina se expandía ante la sacudida de su cuerpo. Shinobu gritó cuando tuvo nuevamente su ansiada liberación. Pero Tomioka por su parte, se apretó a ella y sintió las contracciones a medida que se derramaba dentro. Jamás se había sentido tan a gusto en su vida.

Tardaron unos segundos en recuperarse. Él se apresuró a sostenerla y bajarla lentamente, aún penetrandola. Cuando ambos pies de la chica estuvieron contra el suelo, pero su cuerpo seguía conectado al suyo, dejó salir un suspiro exhausto y a la vez le acompañó un gemido a causa de su unión.

—Kocho...

—¿Umm? – no podía hablar todavía. Seguía agitada.

—¿Te encuentras bien?

—No... No tengo ninguna queja. – se apresuró a aclarar. Su mente se aclaró de golpe cuando recordó un pequeño pero importante detalle. —El condón...

—Lo tengo puesto. – dijo con simpleza.

—¿Cuándo...?

—Cuando estabas cocinando.

—¿Fuiste por uno? – ella sonrió con picardía. —¿Acaso planeabas tomarme en la cocina, Tomioka-san? Dime, ¿Era una fantasía?

—Sí... – fue directo y le estremeció. Lo decía para ponerlo nervioso, no al contrario. —Como te dije antes, eres sumamente sensual, me excitas mucho, Kocho. – besó su cuello. —Por eso no entiendo... Cómo fue que te fijaste en mí.

Ella parpadeó y le pidió que se hiciera para atrás. Tomioka retrocedió y salió de ella. Se apresuró a encargarse del preservativo. Pero Shinobu no le permitió irse, en lugar de eso enredó su brazo en su cuello y lo hizo inclinarse para unir sus labios.

—¿Qué te parece si cenamos y luego de eso me llevas a la cama? – el asintió, tenía la boca sellada. Retrocedió y desapareció. Kocho se abrazó a si misma y luego miró la ropa que estaba regada en la cocina.

Tenía que ser sincera... Desde antes que el reloj marcara la hora de salida ella deseaba, encarecidamente, ser tomada por él; el hecho de haberlo hecho en la cocina era un plus, puesto que, internamente, desde el momento que le propuso cocinar para él, deseaba que tuvieran una pequeña, pero simple fantasía sexual.

Las palabras que él le dedicó no sólo la habían halagado, sino que, desconcertaron cuando terminó la frase con su propia infravaloración. Un sentimiento, desconocido aún, pero inspirador le hicieron tomar la decisión de que, ahora, tocaba el turno de Tomioka de ser mimado.

Cuando volviera del baño, haría realidad ese nuevo e incipiente anhelo.

Continuará...

¿Merece un comentario?

Yume no Kaze.