La pequeña estaba como hipnotizada ante el niño que estaba frente a ella, su lógica rápidamente le hizo saber que no era el joven Albert, pero entonces, ¿Quién era este niño?, de igual forma, pero también en una manera muy distinta, se sentía en confianza, una muy buena sensación se instaló en ella en su presencia y no entendía la razón.
―mira allí esta, la alcanzamos, ―gritaba Neal, quien venia corriendo con su hermana, persiguiendo a Candy.
―te vamos a echar como la basura que eres zarrapastrosa inmunda, ¿Cómo te has atrevido a atacarnos?, ―gritaba Eliza.
― ¿Qué sucede?, ―preguntó el niño rubio.
― ¡Anthony!, eres tú, debes ayudarnos, mira lo que nos ha hecho esta salvaje, nos ha atacado, hay que acusarla para que la echen, no podemos permitir que siga en esta mansión, la tía abuela siempre dice que ese tipo de personas son bajas y que no merecen estar cerca de nosotros, ―se quejaba la pelirroja.
―eso no es cierto, ―respondió Candy indignada por las mentiras que lanzaba Eliza, ―yo estaba paseando bien tranquila cuando llegaron a molestarme y me…
―ya cállate mentirosa, ―la interrumpió Neal, ―ahora sabrás lo que te toca por atreverte a creer que puedes estar a nuestro nivel.
Anthony estaba muy confundido, no podía creer que esa niña tan linda y que se veía tan dulce hiciera las cosas que decían los hermanos Leagan, pero le habían enseñado a siempre tomar en cuenta la palabra de una señorita y Eliza era una, aun así, sabía que tendía a exagerar.
― ¿Cómo es que los atacó si ustedes son dos y ella es solo una niña pequeña?
―ya te lo dije, es una salvaje, vamos Neal, hay que decirle a la tía abuela.
Los hermanos del mal, digo los hermanos Leagan salieron corriendo hacia la mansión en busca de su tía abuela, Anthony se preocupó por la pequeña niña y corrió detrás de ellos, llamándolos, pero ellos no le hicieron caso, Candy no tuvo opción que dirigirse también a la mansión, la señorita Pony le había enseñado a siempre dar la cara y a mostrar la frente en alto.
―se puede saber que es ese escándalo, ―reclamó muy molesta la señora Elroy, al escuchar las voces de sus sobrinos.
―tía abuela tienes que hacer algo, hay una salvaje que nos ha atacado, no puedes permitirlo tía, ―se quejaba en un mar de lágrimas de cocodrilo Eliza.
―si tía abuela, mira cómo nos ha dejado, ―recalcaba Neal, mostrando unas rasgaduras en las mangas de su traje, las que el mismo había hecho.
―pero ¿Quién fue capaz de hacerles algo así?, ¿Dónde está?, ―preguntaba alarmada la señora Elroy.
―allí esta tía, mírala, ―señalaba Eliza a la pequeña Candy que estaba ingresando en ese momento.
―pero tía, ―trato de mediar Anthony.
―tía abuela ¿Qué es ese…?, ¡niños!, ¿Qué les ha pasado?, ¿Quién les hizo eso?, ―preguntaba alterada la madre de Eliza y Neal, quien iba llegando en ese momento al recibidor en que se encontraban todos y apresurándose a revisar a sus vástagos.
―ha sido ella mami, ―respondieron a dúo los niños.
―qué clase de insolente es esa niña, no puede permitir esto tía abuela, ―reclamaba la señora.
―en este momento lo resuelvo Sara, ―luego dirigiéndose a Candy le gritó, ―pero ¿cómo te has atrevido?, eres una malagradecida, así pagas el ser recibida en esta casa, no puedo entender el porque te trajeron, no perteneces a este lugar y lo has demostrado, en este instante te iras de esta casa.
―pero señora…
―silencio muchachita, recoge tus cosas, ni se te ocurra tomar nada que no te pertenezca, se te va a revisar todo antes de salir, ahora fuera de mi vista.
―yo no soy una ladrona, ―respondió indignada Candy, ―sí que me valla de la casa quiere, pues me voy, pero antes me despediré del señor William.
―ni se te ocurra acercártele, ―advirtió la señora Elroy muy molesta por el atrevimiento de la niña, ¿Quién se creía?
La pequeña no soportó tanta injusticia, ella no se iría sin decirle adiós al señor William, no importaba lo que dijera esa señora, le tenía demasiado cariño para alejarse, así como así, sin explicarle que ella no hizo nada malo, ya era bastante doloroso que los demás lo pensaran, no soportaba que él también lo hiciera, por lo que asombrando a todos salió corriendo hacia la habitación de él.
Cuando salió de su asombro la señora Elroy dio órdenes gritando que la siguieran y la sacaran de la casa, pero la niña era rápida, nadie logró atraparla, ella llegó a la habitación de su querido amigo y cerró la puerta, se acercó a él y tomó su mano, derramando ya gruesas lagrimas por sus bellas esmeraldas, cuando la puerta se abrió y entro la señora muy enojada queriendo sacarla.
La pequeña la miró muy molesta aun llorando.
―guarden silencio, no lo molesten, solo quiero despedirme, ya le dije que me iré, ―dijo la niña en voz baja, dando un beso en la mano del señor William.
La señora Elroy la jalo de la otra mano para sacarla a rastras, cuando no pudo moverla, pues el señor William tenía tomada la otra mano de la niña y la miraba muy molesto, casi paralizando a su hermana ante la expresión tan severa que pocas veces él había mostrado, pues esta era reservada únicamente cuando estaba muy molesto.
―que está pasando aquí, ¿Por qué estas jalando tan groseramente a Candy, suéltala, ―luego dirigiéndose a la pequeña le habló ya en un tono dulce, ―pequeña, ven aquí, dime que pasó, ¿Por qué lloras? Y ¿Por qué tu vestido está roto?
Candy no dudó en refugiarse en los brazos del señor William, quien siempre la consolaba.
―esta niña insolente que te has atrevido a traer a esta casa, ha osado atacar a los hijos de Sara, por eso la estaba sacando de la mansión, no podemos permi…
Las palabras de la señora Elroy fueron interrumpidas con un solo gesto de la mano del señor William.
―me estás diciendo, que esta pequeña ha atacado a dos niños mucho más grandes que ella, tomando en cuenta que uno de ellos es un niño, realmente te estas escuchando Elroy, además te recuerdo que esta es mi casa y quien entra aquí lo decido yo, ―regresó su atención a la pequeña pecosa y volvió a preguntar, ― ¿me dirás lo que pasó Candy?
la niña separo su cara mojadita del pecho del buen hombre y sorbiendo un poco comenzó a relatar.
―yo estaba paseando en el jardín mientras lo revisaban los médicos, cuando unos niños llegaron y comenzaron a insultarme, preguntando que estaba haciendo allí, luego comenzaron a jalonearme el cabello y, y… ―sorbio de nuevo y tras un sollozo continúo, ―ellos me han roto el vestido que con tanto amor me hizo la señorita Pony, yo no podía permitirlo, me enojé mucho y me defendí, luego los empujé y salí corriendo, pero ellos me seguían.
La expresión del señor William se endurecía cada vez más al escuchar a la pequeña que tanto había hecho por él y a quien tanto cariño tenia, su hermana comprendió que había perdido esa batalla, sabía que sus sobrinos actuaron mal, pero ella no lo aceptaría o al menos eso pensaba hasta que su hermano dio un ultimátum.
―saca a esos niños malcriados y caprichosos de mi casa, no quiero saber que vuelven a menos que se disculpen con Candy.
―pero William ellos son de la familia, en cambio esta niña.
―ellos no son nada mío Elroy, ni tuyo si vamos al caso, esta niña como la llamas en cambio es mucho más importante para mí que cualquier miembro de esa familia y muy pronto lo será para todo el Clan Andrew, llama a George de inmediato y cuando llegue lo recibiré de inmediato en el despacho junto a mi hijo.
― ¡William!, no puedes estar hablando en serio, yo…
―ahora Elroy, en cuanto saques a esos malcriados de mi casa te espero para conversar, antes de salir llama a los médicos que entren, ―Candy comenzaba a levantarse al oír que entrarían los médicos, pues siempre la sacaban, pero el señor Andrew la detuvo, ―tú te quedas conmigo pequeña.
La niña solo asintió y se sentó en la silla mientras él se ponía de pie y se colocaba la bata para recibir a sus doctores, no se alejaría de Candy hasta estar seguro de que no la sacarían de su casa, no recordaba haber sentido tanta furia en su vida, pero luchó por serenarse, llevaba ya varios días tratando de decidir los pasos a dar, su memoria regresó paulatinamente, pero no estaba listo para hablar con su familia.
Ahora en cambio, comprendió que no podía postergar más ese momento, muchas cosas debían cambiar y arreglarse, los médicos ingresaron, él ya había conversado con ellos, por lo que conocían su estado de salud, así que procedió a informarles que ya todos sabrían que se encontraba en perfecto estado de salud, conociendo las repercusiones legales de tal acción y las consecuencias que acarreaban en una persona tan importante, una vez se fueron se volvió hacia la niña.
― ¿quieres un poco de agua Candy?
―gracias, señor William, sí, me gustaría mucho, iré a la cocina a buscarla.
― ¿Por qué vas a la cocina?, aquí hay agua solo tómala.
―no puedo señor William, la señora Elroy me explicó que no puedo tocar nada, que si quiero agua debo ir a la cocina y para comer debo hacerlo allí en las horas en que la servidumbre puede comer.
―que más te dijo, ―preguntó el señor Andrew tratando de mantener la calma.
―que siempre debo ayudar en las tareas que me encomiendan los demás sirvientes, pero como yo me pasaba el día cuidándolo, solo podía ayudarles a lavar la ropa, los trastes o lo que me pidieran hasta que me retiraba para cenar, pues cuando me sacaban los médicos para examinarlo no puedo ir a ayudarles, ya que no podría regresar a tiempo para cuidarlo.
―imagino que te felicitaron, pues tu eres muy hacendosa.
―aja, ―respondió la niña, agachando su cabeza, clara señal que no estaba diciendo todo.
― ¿Qué te dijeron?, ―preguntó ya serio el buen hombre.
―no les gustaba como lo hacía, siempre me regañaban, pero es que esas sábanas eran muy grandes y me tardaba bastante en lavarlas, no podía hacerlo más rápido como querían, además para lavar los trastes no podía estar apurándome pues ellos usan agua hirviendo y…
El hombre vio entonces las manitas de la niña y la calma que casi consiguió se evaporó, estaban rojas y lastimadas, que clase de gente trabajaba para el que se han atrevido a tener un trato tan cruel con una niña tan buena, en lo que estaba meditando eso tocaron la puerta y entro su hermana.
―dime Elroy ¿a quién debo despedir?
―no te comprendo, ¿despedir?
―mira esto, ―dijo mostrando las manitas de Candy a la señora, quien, aunque severa, observó sorprendida pues no sabía nada de eso.
―no entiendo William, debe haberse lastimado jugando, pasa horas en el jardín.
―dirás cuando la sacan de mi habitación y antes de que la pongan a lavar ropa y trastes con agua hirviendo, más las demás tareas que ordenaste que realizara.
―comprendo que no sabía que estaba lastimada, pero no veo tu extrañeza, pues que esperabas William, la coloqué con la servidumbre y le di obligaciones para que pudiera ganarse el techo y la comida, aunque claro no ordené que se le pusieran tareas tan pesadas.
―Candy, ve a la habitación de Albert y le dices que yo pedí que él te acompañe a donde estas durmiendo a que te cambies ese vestido, también a que recojas tu ropa y luego que te lleve a su habitación hasta que yo te mande traer.
― ¿me va a enviar al hogar de Pony? ―preguntó con temblor en los labios la niña, ―prometo que no me he quejado y seré más diligente para cumplir con las tareas que me encomienden, pero…
―calma pequeña, no hare eso, ve has lo que te pido, dile a Albert que he pedido que él te cuide.
―sí señor William, ―respondió Candy visiblemente aliviada, luego saliendo rápidamente a cumplir lo que le pidieron.
Una vez que la niña salió el señor William sorprendió a su hermana dándole un fuerte abrazo, estaba asombrada, pero respondió de inmediato, sollozando de alegría de volver a tenerlo en buen estado.
―sufrimos mucho pensándote muerto William, no tienes idea.
―primero que nada, gracias Elroy, cuidaste de mi hijo, lo protegiste y te has encargado de todo, sé que es una gran carga.
―era mi deber William.
―aun así, te lo agradezco, eres una gran mujer, sin embargo, ahora tengo unas quejas, porque no me buscaron Elroy, ¿Cómo es que durante todo este tiempo no me encontraron?, ―preguntó en un tono calmado.
―el carruaje o lo que quedo de él fue encontrado cerca del rio y recién había pasado una tormenta de nieve, no había posibilidades de que sobrevivieras.
―es decir que solo asumiste y no enviaste a nadie a buscarme, he estado a medio día caminando desde el lugar del siniestro Elroy, pero en ese lugar nadie sabía de un accidente, de haberlo hecho habrían enviado un aviso de haberme encontrado, pese a no conocer mi nombre completo, pero nadie estaba enterado de nada, comprendes que pude haber muerto realmente.
―William lo hice para proteger a Albert, al clan, tú sabes lo que sucedería si sabían de tu… No podía arriesgarme a un desequilibrio de esa magnitud.
―comprendo tus motivos, pero pudiste al menos iniciar una búsqueda sin decir mi nombre.
―lo siento William, estaba muy afligida, mi prioridad solo fue proteger lo que quedaba.
―como digo comprendo tus motivos, no te culpo, solo te explico que pudiste haber hecho algo más, sin embargo, pese a todo sé que hiciste todo lo que pudiste dadas las circunstancias.
―lo hice William.
―lo se hermana, estoy muy agradecido y orgulloso de ti. Ahora en cuanto a Candy; tú sabes que estuve a punto de morir, no estoy seguro de que tanto comprendes eso, ni que tan invaluable fue la ayuda de esa pequeña niña y de que si no fuera por ella yo estaría realmente muerto, le debo mi vida Elroy, por ella no morí después de ese accidente, no solo eso, fue gracias a ella que no me di por vencido cuando la desesperación se apoderaba de mí al no poder recordar nada de mi pasado.
―bueno William, pero tampoco exageres, quienes te ayudaron fueron las personas que…
―no me has escuchado, fue ella Elroy, no minimices su acto, fue ella quien observó como iba caminando en medio de la nieve con la poca luz antes del ocaso, vio como caía y no lo pensó dos veces antes de ir a socorrerme, era una pequeña niña de cinco años, yo estaba más que al borde de mis fuerzas.
―con más razón, es imposible que una niña tan pequeña te haya salvado, a lo sumo avisó a sus mayores.
―no, ella no hizo solo eso, ella con la ayuda de los otros niños del orfanato y un trineo hecho por ellos mismos fue a levantarme desde el lugar en que había caído, me arrastró al trineo y luego me jalaron hasta el hogar de Pony para que me atendieran, no conforme, ella se mantuvo a mi lado incansablemente hasta que desperté.
―yo… me temo que no había comprendido eso, ―dijo la señora sentándose, ahora con el peso de lo que se había negado a aceptar, ―realmente esa pequeña niña ha sido capaz de hacer todo eso.
―y mucho más, pero no te sorprendería si la conocieras, si vieras cuan incansable es cuando se trata de ayudar, aun en contra de sí misma, ella es muy leal.
―te has encariñado bastante de ella.
―mucho, tanto que la primera vez que la vi le llame Rosemary, ahora bien, llegados a este punto, quiero saber, mi hija está muerta, pero me refiero, a que si encontraron su cuerpo y eso es lo que está enterrado en la cripta familiar o solo asumieron su muerte como en mi caso.
Continuara…
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Hola, les traigo un capítulo más, muchas gracias por su apoyo en esta historia, me he complicado mucho, ya saben la salud y la vida se atraviesan, pero acá estamos.
Agradezco especialmente a fabaguirre167 Ary81 Mia Brower Graham de Andrew Australia77 Carmen Grandchester Edith Grandchester por sus comentarios, son invaluables para mi, por cierto tienes razón Edith, el audio nos falló en el capítulo dos, pero ya conseguimos un mejor micrófono y quien quita cuando don Palas nos hace otra sorpresa.
Que tengan un feliz día, bendiciones.
