Capítulo / Día 5. Conducir.
Harry no necesitó que Ginny le dijera nada. La oficina de tránsito mágico estaba al tanto del regreso al país de Draco Malfoy y era cuestión de tiempo para que él y Ginny se toparan en algún lugar.
Lo supo cuando le autorizó con su propia firma entrar al país.
No. Lo supo mucho antes.
Lo supo cuando en el mundial de quiddtich en Bélgica vio su nombre en el registro de entradas. Draco no fue a los partidos finales, ni siquiera a los clásicos, solo a los tres partidos que Inglaterra disputó porque no avanzaron a la segunda ronda.
No se necesitaba ser un genio para saber que Draco Malfoy no estaba en esos partidos porque sintiera un gran patriotismo o amor al país del que se encontraba exiliado.
Evidentemente era por ella. Había ido a los mundiales solo para verla jugar… desde su grada muy, muy lejana al campo.
Y evidentemente, ella estaba ausente de la conversación en ese preciso día porque lo había visto.
Harry no conocía los detalles de su encuentro, no quería saber quién había buscado a quién o si estaban tan sujetos del destino como siempre. No quería saber si hubo abrazos o lágrimas, mucho menos si habían quedado en algo. Ojalá que, si Ginny hablaba de ello, fuera para decir que le daba igual y seguiría todo normal.
Pero estaba tan anormal que ni siquiera hablaba con él.
Estaban sentados a la mesa de la Madriguera y envueltos por el ruido de las voces de todos los Weasleys, el propio Harry hablaba con Ron animadamente desde que habían llegado… y hasta el momento en que notó el silencio de Ginny.
Era un deja-vú.
Cuando la Guerra, sus juicios y pesadillas llegaron a su fin, Harry había dejado el país también. Estaba cansado, solo eso. Y había sido ingenuo pensar que él y Ginny tendrían todo el tiempo del mundo por delante.
Al volver al país, Ginny fue la primera a quien Harry buscó.
Ella había dejado de esperarlo. Pero él todavía no lo sabía.
Nadie en la casa Weasley lo sabía.
Y se sentía tan extraño para los dos: el compromiso que parecían tener, la mirada impaciente de Ginny, sus manos que no querían tomarse más de las suyas, su cintura que se dejaba sujetar por él y que a la vez le marcaba una distancia.
El fin del mundo tocando una tarde la puerta de la Madriguera para comunicarle al mismísimo Arthur Weasley que era urgente hablar con su hija.
Ella dejando la mesa, apurada al reconocer el sonido de su voz, dejándose tomar de la muñeca y echando a correr junto a Draco Malfoy, subiendo a una motocicleta con él sin apenas informar a su padre que volvía más tarde, aferrándose a la cintura de aquella sombra como si su respiración dependiera de ello.
La motocicleta mágica perdiéndose en el atardecer casi en seguida.
Harry volvió al Valle de Godric entrada la noche, sin saber otra cosa de Ginny. Si más tarde sabían algo, George le diría. Pero de momento, cada uno a su casa y sin estupideces, le había pedido George.
Según supo después, Ginny volvió en la misma moto que se la había llevado, ya cerca de la media noche. Ella y Draco explicaron que tenían una relación en el colegio y que no habían podido separarse como ellos creían.
Ginny se lo explicó a Harry a la mañana siguiente.
Harry intentó besarla y convencerse de que todo era una broma muy pesada.
Ella se fue.
No se volvieron a hablar en mucho tiempo. Cuando el propio Harry fue por ella a Hogsmade para ayudarle a recoger sus pertenencias y devolverla a la casa de sus padres.
Harry no volvió a conducir el auto en que la recogió. Y lo vendió en cuanto pudo.
El dolor del llanto de Ginny, sentada en el asiento del copiloto, aferrada de sí misma y con Arnold llorando igual de horriblemente sobre su hombro, eran una escena difícil de borrar.
No era necesario que Ginny dijera nada, para que Harry evocara su propio dolor al verla y meditara en lo ingenuo que había sido al pensar que con el tiempo, todo volvería a su lugar.
