Capítulo / Día 6. Híbrido
Narcisa supo por los elfos de la visita que Lucius estaba recibiendo en su despacho y casi por reflejo, comenzó a calibrar posibilidades.
Draco había vuelto a casa unos días antes y había vuelto a irse sin decir donde se quedaba o si volvería a Noruega, como Lucius terminó a los golpes con él, Narcisa apenas y había podido verlo.
Ella y Lucius habían discutido en cuanto la usencia de Draco se sintió como un vacío enorme en la casa y ahora la mantenía confinada en un ala de la mansión.
Pues vaya con la maldita idea de amor y protección que su marido tenía.
A ella nadie la había forzado al matrimonio con Lucius y eso, en su época había sido un lujo. A casi todas sus compañeras en el colegio les habían pactado el matrimonio. Parte a ella también, pero al menos Lucius se había dado a la tarea de conocerla y tratar de enamorarla antes.
Su marido no encontraba esa idea horrenda ni extraña aún con el tiempo que había pasado y lo que como familia habían atravesado.
-La pelea fue por la señorita Ginevra –informó una de las elfinas mientras seguía puliendo alguna jarra de plata.
Narcisa suspiró, ¿cómo era posible que después de tanto tiempo su hijo aún tuviera esas ideas? ¿Acaso no habría brujas en Noruega o qué?
-El señorito Draco averiguó que ella no se ha casado ni se le conoce relación actual – agregó la elfina, dejando su labor y mirando atentamente a su ama. Evidentemente, la criatura se preguntaba más o menos lo mismo que Narcisa sobre el señorito.
-El señorito Draco lo está complicando todo –suspiró Narcisa.
Y, sin embargo, en el fondo ella misma había esperado siempre que su hijo tuviera el valor de enfrentar a su padre.
En lo que a Narcisa respectaba, Ginevra Weasley había demostrado su valía con creces, incluso su disposición de dejar a Draco por el bien de los dos era una prueba inmensa de amor.
¿Qué más podía Narcisa pedir para su hijo que un amor así de grande?
Cuando ella faltara, cuando se cansara de Lucius, de su vida fingida, de aceptar sus castigos estúpidos. Narcisa solamente quería saber que alguien seguía cuidando de Draco.
Debió haberlos apoyado cuando estaba en sus manos.
¿Qué podría hacer ahora?
Ginny no se había alejado de Draco ni conociéndolo a fondo, sabiendo que había sido capaz de muchas cosas malas. Tampoco lo dejó cuando les cortaron toda forma de ayuda e ingreso y en la absoluta pobreza, Lucius le ofreció dinero. No se fue de su lado al conocer el lado frustrado y lamentable de Draco. No lo dejó ni por la fama de Harry Potter que le hubiera remediado la vida.
Esa criatura, "Ginny", sencillamente siguió amando a su hijo, híbrido de príncipe odioso convertido en méndigo, un ángel de la oscuridad que vivía de su luz y aspiraba estúpidamente a quedarse con toda ella, amo de la nada, redimido en la que debía ser su caída…
-Flory –se escuchó decir Narcisa casi asustada por lo que había decidido-, necesito un favor peligroso.
La elfina asintió dejando el pañito dentro de la jarra y preparándose para escuchar el plan de su ama.
