Capitulo 3
A través de la ventana, puede ver los campos de trigo. Una gran alfombra dorada que cubre toda la superficie hasta llegar al horizonte y hacerse uno con el sol. O quizás, sea el mismo sol rebalsándose sobre las tierras aledañas. Bañándolos con sus rayos, sumergiéndolos en su calor y el dorado infinito.
A través de esa misma ventana, es inevitable para Katsuki no soñar. Recordar un mundo sin aromas, donde beta es todo lo que conoce y alfa y omega no existe. Un mundo donde es libre de correr, jugar, ensuciarse.
Donde tiene a sus padres todavía consigo.
Un mundo que solo vive en su imaginación, pues incluso con ocho años, reconoce que la realidad nunca fue tan dichosa como se muestra en su mente. Recuerda el calor agobiante en el sembrío de arroz, empeorando con crecer durante el verano. La piel en sus pies agrietándose por mantenerse tanto tiempo en el agua y sus manos con heridas luego de ayudar en la cosecha. Pocas veces jugando.
Recuerda el olor a humedad, vegetación, sudor. Recuerda los dulces que el capataz llevaba para él y el resto de niños. El mismo que, tiempo después, fuera quien le entregara a los betas del orfanato.
—¡Katsuki! —la regla de madera golpea contra el escritorio. El omega da un saltito del susto— Presta atención —Tenya apunta con el índice sobre el cuaderno, presionando dos veces en el mismo punto—. Una distracción más y harás todo de nuevo.
Katsuki gruñe, mostrando los dientes en reflejo y otro golpe seco de la regla le estremece. El alfa mira con firmeza y aires de superioridad que apenas ha conocido a su llegada a ese lugar. Modula el gruñido hasta que este se transforma en un leve ruidito gutural. Vuelve los ojos a su cuaderno, toma el bolígrafo a regañadientes y retoma los ejercicios de caligrafía. De mala gana, dibuja una y otra vez la misma figura en el papel.
Detesta ceder; sin embargo, ha comprendido rápido que no importa cuánto luche, no puede ganar. Al igual que sus peleas infructuosas contra la medicina del orfanato.
Siempre que un alfa se involucra, su voluntad se vuelve un ente fantasmal.
No lleva mucho de conocer esa dinámica de jerarquías; no obstante, su mente empieza a hacerse una imagen de ello. Tal parecía que ser etiquetado como omega, resumía su vida en cadenas y no libertades. Que es consecuente al hecho de que en todo el tiempo que lleva en ese hogar, no ha conocido a otro omega. Porque el manejo de categorías que ve, le dice que los betas son del campo, los alfas van y vienen de casa a la ciudad. En tanto los omegas como él, se la pasaba dentro de casa, encerrados.
—Endereza la espalda. —la orden llega junto a un golpecito suave entre sus omoplatos.
Katsuki vuelve a gruñir y esta vez, la mano del alfa impacta contra su boca. Es bastante ligero, no duele, pero la connotación implícita le hace rabiar. No recuerda un golpe de sus padres, tampoco en el orfanato. En cambio, ese alfa se creía con derecho a disciplinarlo de esa manera.
Y disciplina absurda.
"—No comas con las manos."
"—Nunca veas a los ojos a un alfa."
"—Agacha la cabeza cuando el amo te hable"
"—No camines a su lado, ve detrás de él."
Lo odia.
…
Tenya es su tutor.
Un hombre elegante, de porte altivo y semblante serio. Estricto y bastante disciplinado. Un alfa quien, en ausencia del amo Izuku, tiene potestad sobre él. Porque —según entiende— un omega solo puede valerse atreves de un alfa.
"—Un buen omega es quien obedece al alfa."
Y por ello, su educación también está sumida bajo su yugo. Educación en un amplio aspecto, pues no es solo enseñarle a leer y escribir. Sino que también, debe velar por su comportamiento. Lo que puede y no hacer. Sus modales y manera de vestir.
Eran demasiadas reglas que cumplir que se le hacían simplemente imposibles.
—Los cubiertos, Katsuki. Están ahí para usarlos —Tenya exhala largo, ya cansado. Retira sus lentes, frota el puente de su nariz—. Llevas más de un año aquí, no debería estar diciéndote esto en cada comida.
—Es solo un niño —le excusa Ochako, limpiando la mano con la que ha cogido la comida y ayudándole a tomar el cubierto adecuadamente—. Nadie se va a morir porque use sus manos, Izuku mismo se lo permite.
—Es amo —corrige, manteniendo el tono cansado en la voz— y no es excusa que sea un niño.
Ochako rueda los ojos cuando el alfa les da la espalda y Katsuki sonríe de lado.
Es indudable que su preferencia en casa está al lado de ella. Por eso la leve sonrisa se vuelve un gesto recto cuando se retira del comedor junto al resto de servidumbre. Tenya toma asiento al lateral de la mesa, comiendo correctamente, usando el cubierto que corresponde para cada alimento y él debe imitarlo a la perfección.
Más de un año ha transcurrido desde que partió del orfanato, dejando a su segunda familia. Un poco menos desde que Ochako dejó definitivamente de dormir a su lado y algunas semanas desde que Tenya tiene potestad en castigarlo de ser necesario. Al igual que el alfa del orfanato, nunca es físico. O al menos, nada fuerte que llegue a lastimarlo. Lo usual son más horas de estudio o dejarle sin cenar.
Del alfa de la casa es poco lo que sabe.
Hay veces que ingresa al estudio donde recibe clases, conversa breve con él y se retira. Son menos las veces que cenan juntos. Aun con ello, le parece un alfa más noble que Tenya, así como permisivo.
Aunque no sabe cuánto dure eso.
Ya que lo poco que entiende, es que los alfas sólo quieren ordenarle cosas a los omegas. Lo percibe no solo en las reglas impuestas o en la educación forzada, sino en los cuentos que su tutor supervisa que Ochako narre por durante las noches.
En las historias que creaba su madre, solo existían humanos y animales. A veces seres mágicos, jamás jerarquías. En cambio, en los relatos que venían de los libros, siempre existía un alfa fuerte y protector; un omega sumiso y débil que se encontraba en problemas, muchas veces, originados por él mismo; y un villano beta. Un ser despreciable que envidiaba la fortaleza del alfa y buscaba a toda costa deshacerse del omega.
Katsuki ya no discrepa con los relatos. Sobre todo, porque Ochako se lo ha pedido. Lo cual no excluye que continúe resultándole extraño que los "betas malvados" no sean los que ha conocido a lo largo de su corta vida.
Mientras que los "alfas protectores", sean quienes le han impuesto cosas en los últimos años.
...
—Endereza la espalda.
Katsuki obedece el susurro disimulado que le da Tenya. Principalmente, porque el movimiento que hace al enderezarse origina una fricción satisfactoria de su piel contra ese traje de lana que pica.
De pie en el ingreso de casa, es la primera vez que el alfa amo se mantiene a su lado durante tanto tiempo. Aunque es Tenya quien le tiene sujeto de la mano y dictando órdenes. Sin embargo, es Ochako la que ha logrado mantenerlo dócil ese día, pidiéndole encarecidamente un buen comportamiento frente a la vista.
Imagina que se trata de alguien importante, pues es la misma petición que hacían las betas en el orfanato cuando un alfa como Izuku llegaba y un niño se iba con él.
Presiona la mano de Tenya con más fuerza. De repente la idea de su tipo de educación no suena tan mala siempre que pueda permanecer ahí y no ser llevado a otro lado. No quiere ser alejado de Ochako, incluso de ese alfa odioso.
—Katsuki —Tenya coje su manito entre las suyas, estirando sus dedos para que pierdan la tensión. Entorna los labios queriendo decir algo más, pero es callado por la llegada de la visita.
El ruido de un motor aproximándose rompe el silencio del campo. El auto avanza por la entrada de la parcela hasta estacionarse frente a la casa. El primero en descender, es el chofer, quien abre la puerta trasera. Luego, reconoce al segundo hombre en aparecer como un alfa por el porte y la mirada despectiva que da a su propio empleado. Aunque Katsuki más presta atención al cabello curioso de dos colores que tiene. Le sigue una mujer elegante y hermosa, alta, de cabello negro a quien también distingue como alfa y por el traje que usa, la asocia a la misma posición de Tenya. Al último, desciende un niño de piel canela, ojos rasgados y cabello negro cortado al ras.
—Midoriya-san —es la mujer quien saluda con una reverencia suave que el niño también imita—, Tenya —llama con mayor confianza.
—Bienvenido, Todoroki-san. —devuelve el saludo Tenya, también con una reverencia— Momo.
La cual no es seguida por Katsuki, que mantiene la espalda recta y los ojos vivaces mirando curioso al alfa bicolor. Él devuelve le mira, bufa por la nariz y se gira a Izuku.
—No te bastó con el fiasco de la beta, volviste a elegir un omega de orfanato en lugar de uno de familia.
—Los niños en los orfanatos tienes menos oportunidades —ingresa a casa, seguido por el resto—, me pareció una mejor opción.
—Si vuelve a salir beta, deberás buscar a un omega maduro.
Katsuki no comprende mucho de la conversación y el aire que desprenden los alfas le llevan a perder interés, centrándolo ahora en el niño nuevo. El primero que tiene cerca en meses. Es más alto que él, se ve amable, aunque muy dócil con los alfas, cosa que no le entusiasma demasiado. Camina cabeza gacha, ocultan la mirada de los alfas, sin separarse de la tal Momo.
Le parece que va muy acorde a esa educación que Tenya espera de él.
Como un omega debe ser.
—Él es Inasa —Izuku le toma de la mano al notar el interés que trae en el otro— Hola, Inasa —El menor inclina el rostro en respeto— Él es Katsuki, ¿crees que puedan ser amigos?
El niño mira a la alfa mujer, ella asiente y solo ahí responde.
—¡Sí!
Izuku sonríe, dando un leve impulso a que Katsuki de un paso adelante.
—¿Por qué no lo llevas a tu habitación?
Entonces, Katsuki le suelta la mano y toma la del otro niño. Inasa la acepta, bastante emocionado, caminando juntos escaleras arriba. Andan por varios segundos a través del pasillo, avanzando puerta tras puerta hasta que llegan al final del recorrido, donde se ubica la escalera de servicio. Esa que solo los betas que trabajan en casa utilizan.
—No deberíamos estar aquí —avisa nervioso, mira hacia todos lados.
Creyendo ingenuamente que debe haberse perdido en su propia casa.
—Baja —ordena Katsuki, sin un ápice de miedo, con el pie puesto en el primer escalón—. Oi —lo jala—, baja.
Inasa teme, pero obedece sin mucha oposición. No quiere desperdiciar la única oportunidad que ha tenido en tanto tiempo de acercarse a otro niño.
Un amigo.
—No deberíamos estar aquí —repite en voz baja, descendiendo con cautela tras de Katsuki—, hay betas. No debemos juntarnos con betas, pueden hacernos daño.
—Ningún beta va a lastimarnos. Ni siquiera nos verán.
Una vez en el primer nivel, Katsuki camina hacia la cocina. Inasa va detrás, nervioso; sin embargo, tal como dijo su nuevo amigo, los betas no los ven. En buena parte, porque tampoco logran olerlos. Cruzan rápidamente por el pasillo que atraviesa la habitación hacia la despensa. Hay anaqueles de comida en sacos, cajas y otro tanto en su propio envoltorio.
Katsuki lo hace entrar hasta detenerse en un punto en específico.
—Acá hay dulces —señala arriba del anaquel—. Está muy alto, pero tú eres más grande que yo, alcanzaras.
—No es correcto.
—Solo hazlo.
—Así quisiera, no llegaría.
—Entonces cárgame.
Inasa le mira, dando un vistazo hacia el ingreso que está muy cerca. Si los descubren, están muertos.
Por otro lado, Katsuki se ve muy confiado en que nada vaya a suceder.
—¿Me darás algunos?
Rueda los ojos.
—Sí. Ahora cárgame.
Inasa suspira, aun con la duda atacándole. Inclina el cuerpo y toma a Katsuki de las piernas, alzándolo. Katsuki estira los brazos, intentando alcanzar los dulces; pero aún quedan centímetros que le distancian. Se sujeta de una de las repisas, sus piernas se mueven, impulsándose en el cuerpo de Inasa para tal propósito.
—Auch...
—Silencio.
Continúa estirándose sin presagiar que el estante puede ceder ante el peso hasta que Katsuki siente el armazón tambalear. Solo entonces, suelta el anaquel y se desestabiliza. Vuelve a sujetarse y rápidamente lo suelta al sentirlo balancearse con más fuerza. Cae junto a Inasa, ruedan y no hay tiempo de hablar o gritar del miedo, ambos se levantan como pueden y corren.
El anaquel cae, derribando al de al lado y tan rápido como el desastre inicia, termina.
Ambos se miran aliviados por un instante, sabiéndose librados del peligro. Luego, echan a reír. Caen sobre su desorden divertidos de la travesura. Tocan sus estómagos adoloridos de tanto reír.
Ninguno de los dos lo dice, pero no recuerdan haberse divertido tanto en el último tiempo.
—¡¿Qué están haciendo aquí?! —les grita Momo, de pie en el ingreso.
De inmediato, Inasa se levanta. Cabeza gacha, respiración agitada.
—No-nosotros... —mira a Katsuki aun en el piso, esperando una excusa que salve a ambos.
No la da.
—Inasa.
El nuevo llamado le hace tragar hondo. Eleva el rostro, como quien hace frente a la alfa, más no la mira. Katsuki no se explica el temor del pequeño hasta que ve la mano de la mujer abofetearle. No es el tipo de golpe que Tenya le daría. Esos que no duelen y solo están ahí como un llamado de atención. Este golpe suena, gira el rostro de Inasa, que lo ha recibido mordiéndose el labio inferior y las manitos hechas puño.
—El amo Todoroki estará furioso cuando sepa tu comportamiento —Momo le coge con fuerza del brazo— y serás tú quien se lo cuente.
Es suficiente.
Katsuki se pone de pie de un brinco y tras un gruñido fiero, muerde la mano de la alfa.
La misma que ha usado para golpear.
—¡Ka-Katsuki! ¡No! —exclama Inasa.
Momo jadea ante el ataque y aunque aquello eleva una ligera alarma en Katsuki, no la libera. Sus fauces se cierran con mayor fuerza, la sangre ingresar entre sus dientes.
—¡Suéltame!
La voz mantiene la misma entonación rabiosa desde que ha aparecido en la despensa. No obstante, Katsuki percibe algo distinto. Una fuerza que no reconoce, un temblor que debilita su voluntad. Hay una sensación extraña que experimenta por primera vez. Un miedo inexplicable que no cree haber sentido antes.
Ni cuando los betas atacaron su casa.
Ni cuando el alfa del orfanato llegaba.
Obedece.
Deja de morderle.
—Eres un maleducado —La alfa golpea su rostro, tal como lo hiciera con Inasa—. Omega mimado.
La palabras no son intimidantes y, sin embargo, ellas despiden la misma estela de poder que la orden anterior. Katsuki empieza a hiperventilar, un temor irracional gobierna su cuerpo. Tiembla, suda frio. No es consciente siquiera del momento en que moja sus pantalones.
Momo hace un gesto de desagrado al percibir el aroma. Lo toma del brazo, arrastrándolo junto a Inasa en su otra mano. Katsuki trastabilla el camino entero. Las lágrimas congeladas, porque su cuerpo completo no reacciona del todo, le impiden reconocer el rumbo.
–¡Tenya!
El alfa se alza alerta.
No por el llamado, sino por lo que llega a su olfato. Momo se acerca a su asiento en la terraza arrastrando a los dos niños, pero es el rostro pálido de Katsuki lo que enciende su preocupación.
—¿Katsuki? —de cuclillas, le acaricia el rostro y como si de un encanto roto se tratase, el pequeño hecha a llorar.
Tenya lo abraza rápidamente, acunándole en su cuello. El omega se aferra a él, sollozando más fuerte.
—¿Qué le hiciste?
—Incito a Inasa a hacer una travesura —se queja— y me mordió —enseña su mano con la marca de dientes y sangre—. Por si fuera poco, se orinó encima cuando use mi voz de alfa, ¿qué clase de crianza le están dando?
Cierra los ojos, cayendo en cuenta que su percepción de lo sucedido es verdad.
—El amo Midoriya no permite que la use en él y tampoco lo haría en alguien tan pequeño.
—Creo que se te olvida que es la mejor manera de criar a un omega —toma la mano de Inasa fuerte—. Tú y yo hablaremos de esto más tarde —advierte al pequeño.
Da un último vistazo a la lamentable imagen de Tenya consolando al omega antes de retirarse. Rueda los ojos. Los alfas les pagan a ellos por educar omegas perfectos. Sumisos, dóciles, obedientes, disciplinados. Resulta inevitable pensar todos los problemas que les traerá ese niño.
Aunque ese, es tema de la casa Midoriya.
En tanto, Tenya, consuela a Katsuki durante varios minutos. No es algo que quisiera admitir el menor, pero la presencia del alfa le reconforta. Incluso creería que Ochako sería incapaz de brindarle calma en ese momento.
Aun sin sentir que los efectos han desaparecido del todo, Tenya lo lleva a su habitación. Prepara la bañera y se ocupa de darle un baño prolijo que no solo limpie el olor a orina, sino que le relaje y vuelva a la normalidad. Incluso cuando parece un poco imposible. De tanto en tanto, nota el nerviosismo regresar al cachorro y lo abraza, arrimándolo contra su cuello. Conociendo al niño como lo hace, sabe que no se lo va a pedir.
—Eres un omega, Katsuki. No puedes ir por la vida haciendo lo que quieras —menciona en medio de uno de esos abrazos—. No siempre estaremos Ochako o yo para defenderte.
No responde.
Los rezagos de la voz de la alfa se mantiene inquietantes en su ser. No obstante, cuanto quisiera decirle que en un futuro no los necesitará para defenderlo.
Que ningún alfa volverá a doblegarlo cuando crezca y pueda defenderse solo.
Nota de la autora:
Este fic me encanta, porque abarca una línea de tiempo bastante larga. Pero es eso mismo lo que me da amsiedad cada que abro el archivo jajajaja
¿Algún día lo terminare?
No esperen mucho de mí, que este es el único de mis fic en el que en verdad me hago esa pregunta.
