Respuestas a los reviews:

Atarashii Hajimari: No te voy a mentir, se viene mucho sufrimiento, tanto para Kenshin como para Kaoru, y la verdad espero poder estar a la altura para escribirlo bien y exprese el angst que quiero plantear. ¡Muchísimas gracias por tu apoyo!

Astalina: ¡Ay, yo también soy KenKao shipper! ¡Y de las hardcore XD! Por el tema de Tomoe, es un personaje muy ambiguo: en mi caso, llegué a empatizar en muchas cosas con ella, pero por otro lado, no me gusta la sombra que, de manera inconsciente o no, se ha formado de ella sobre Kaoru. Les han dado un paralelismo a lo Kikyo/Kagome que me disgusta bastante. Y eso, en gran medida, es culpa del mismo fandom, que les encanta buscar rivalidades de donde sea. Al menos, se nota que Watsuki es KenKao y no se anda con medias tintas para dejar en claro cuál es la pareja principal y la persona a quien Kenshin ama.

Ceres Ryu: Concuerdo con vos, mi primer pensamiento al empezar a escribir no fue sobre Kenshin, sino sobre Kaoru. Será el calvario de su vida. Y en cuanto a Enishi, pronto lo veremos por la historia.

¡Gracias por sus comentarios y espero que les guste este capítulo!


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Capítulo 2: El fin del sueño

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—Necesito hablarles de algo muy importante.

Fue lo que les anunció Kenshin a sus amigos a la hora de la cena, sorprendiéndolos con su semblante grave y determinado. Era el momento de reunirlos para anunciarles el cambio que había dado lugar y se gestaría a partir de ese momento. Sanosuke y Yahiko se intercambiaron miradas curiosas mientras que Megumi y Kaoru observaban atentamente a Kenshin.

Pero la mirada que más quería evitar el pelirrojo era la de Kaoru. Sabía que sus ojos mostraban ahora curiosidad, pero también sabía, que reflejaría sentimientos pocos felices después de la noticia. Y él no podría con eso. Se había jurado protegerla de los peligros y las angustias, y ahora él se convertía en un emisario de dolor para la joven. Y lo peor era que no podía hacer nada para evitarlo.

—Bueno, no te quedes callado y dejándonos con la intriga —lo alentó Sano—. Dinos de una vez.

Esa invitación fue suficiente para que el antiguo hitokiri les contara de una vez lo que estaba sucediendo.

—Tomoe está viva —anunció sin filtro, con voz algo ahogada.

Silencio general. Sólo se escuchó el ruido de la taza que se le había caído a Megumi de la impresión.

—¡¿Qué?! —gritó al fin Sanosuke, rompiendo violentamente el silencio. No podía creer lo que escuchaba—. ¡Tiene que ser una broma!

—Pero… Cómo… —comenzó a balbucear Yahiko, también presa de la conmoción—. ¡Pero tú dijiste que…!

—No creo que esto sea una broma —dijo Megumi, visiblemente afectada, pero obligándose a ser quien reaccionara lo más serena y racionalmente posible—. Hay una razón por la que Ken-san nos está diciendo esto, y seguro nos lo explicará.

Kenshin le agradeció internamente el gesto, sin atreverse a mirar a Kaoru, quien no había emitido hasta el momento sonido alguno.

Kaoru, en silencio y muy quieta, sentía que su mente estaba entre paralizada y revolucionada. Un sinfín de sentimientos encontrados se desataban como vorágine en su interior, comenzando por la sorpresa y dando paso a la negación. Un resquicio de buen juicio le decía que, si este descubrimiento era cierto y hacía feliz a Kenshin, ella debía aceptarlo y alegrarse por él, pero por otro lado... le sonaba imposible, tanto que la situación en la que se encontraban se le antojaba tan irreal, como una tenebrosa pesadilla. Pesadilla que la llevaba acosando en menos o mayor medida desde la partida de su padre, en la que todas las personas que conocía y quería la dejaban o morían; una pesadilla en la que se quedaba sola, viendo como una triste espectadora cómo los demás seguían con su vida. Y un hecho inevitable terminó de hundirla de dolor como si hubiera recibido una patada en el estómago: Kenshin se iría. Traería a su esposa luego de hacer sus averiguaciones y se marcharía con ella a un nuevo hogar, en Tokyo o lejos de él. Retomaría su vida de casado interrumpida 10 años atrás, recuperando lo más importante para él. Porque sí, ella no se sentía tan fundamental en la vida de Kenshin como lo fue y será Tomoe Yukishiro; ella no había vivido los horrores de la guerra en carne propia como para mantener el temple y la determinación necesarios para cambiar una vida tan sumida en la oscuridad como la de Battousai...

Ella no tenía tanto valor, en ningún sentido, como Tomoe.

Las lágrimas comenzaban a escocer en sus ojos y la garganta comenzaba a cerrársele ante el terror de Kenshin dejándola otra vez, y sin ninguna oportunidad de traerlo de vuelta. Pero se contuvo de expresar algo, siquiera con el rostro. Pero debió de parecer muy lejana a todo, porque sintió de repente cómo Megumi la sacudía para llamar su atención. La joven kendoka dio un respingo.

Se dio cuenta de que todos, sobre todo Kenshin, la miraban fijamente.

—Ken-san nos estaba contando qué sucedió y cómo hará junto a Saito para buscar a Tomoe-san y después localizar a Enishi —le comentó la doctora—. Y tú pareces estar concentrada en cualquier cosa menos en los detalles.

Kaoru apretó la quijada y se dispuso a hablar.

—Kenshin, aunque es una sorpresa, me alegro mucho por ti —mintió—. Sé que es muy importante para ti esto, pues con ella viva y a tu lado, tu respuesta tiene más sentido, así como tu redención —y agregó—; pero quiero que sepas que cuando vuelvas con Tomoe-san, pueden quedarse en el dojo todo el tiempo que necesiten hasta que encuentren un hogar en el que vivir juntos.

Kenshin abrió los ojos desmesuradamente ante la tranquila declaración de la chica.

—Kaoru...

Realmente lamentaba que las cosas se estuvieran dando de esta manera.

Todos se sumieron en un incómodo silencio hasta que un golpe en la entrada les hizo dar un brinco.

Era Saito.

—Disculpen la interrupción a esta pacífica cena familiar —saludó con ironía, una vez que lo hicieron pasar. Sin rodeos, se dirigió a Kenshin—. Battousai, ya tengo listo el carruaje para que mañana a primera hora vayas a buscar a tu esposa —le dio una calada a su cigarrillo—, Cho y yo nos encargaremos de buscar a Yukishiro y traerlo, tengo un trato preparado para que deje de ser prófugo de la justicia y trabaje para nosotros. No puedo negar que esta es una oportunidad que estaba esperando: apresarlo o tenerlo en mis filas... —observó a Kaoru con burla—. Tanuki, creo que va siendo hora de que reorganices tu vida; el mundo no gira, sino que se vuelca, y vaya vuelco que dio el tuyo —rio.

Kaoru le dedicó una mirada furiosa, pero no dijo nada. Se prometió a sí misma estar a la altura de las circunstancias, pues sabía que la atención de todos estaría puesta en ella. Por estar enamorada de Kenshin, por haber sido tan obvia y soñadora.

Cuando Saito se retiró, Sanosuke también hizo lo propio, olfateando la tensión en el dojo. En silencio, Yahiko ayudó a lavar los trates y se retiró a dormir, mientras que Megumi se marchó acompañada por Kenshin hasta la clínica. Al espadachín le venía bien caminar y tomar aire, y la médica aprovecharía para hablar de lo que estaba ocurriendo y así aconsejarle al pelirrojo que hablara con Kaoru apenas volviera y pusiera en claro lo que pasaba (o ya no pasaría) entre ellos.

Kaoru, por su parte, se dirigió al dojo, en donde meditó por largo tiempo, hasta que gruesas lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas. Terminó llorando de manera desgarradora durante buena parte de la noche. La vida que quería, como tal, se había acabado.

Del otro lado de la puerta, Kenshin escuchaba apesadumbrado el llanto de la joven. Decidió no enfrentarla y se encaminó a su habitación, en donde seguramente tampoco conciliaría el sueño.

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