Las flores también arden
Disclaimer: Bienvenidos a mi momento creativo, Bleach no me pertenece.
Capítulo cuatro: El cauce.
El agua le llegaba casi a los tobillos. Era oscura y fresca, y el cielo sin estrellas sobre su cabeza parecía no hallar un horizonte final. Mirando hacia los lados no había mucho más que elevaciones de roca estéril y un sin fin de obeliscos grises y relucientes. Karin gimió: el sitio estaba completamente desolado.
Llevando sólo su shihakusho se obligó a caminar por el agua fresca hasta llegar a un pequeño grupo de rocas lo suficientemente planas para sentarse sin caer empapada. La noche eterna, encapotada y opaca, nunca había tenido un efecto en ella mayor que no fuera inspirarle una profunda tranquilidad.
—¿Vas a tenerme aquí esperando toda la vida? — Karin preguntó al aire.
Sólo escuchó en respuesta una risa burlona rebotar en eco.
Al menos ya podía acceder a su mundo interior sin mucha dificultad. Sin embargo, no podía conseguir que su propia Zanpakuto se dignara a acercarse. Todo intento de dar con ella, asumiendo que fuera una mujer por el tono de la risa, fue infructífero. Inicialmente le había generado una inmensa frustración y había terminado por abandonar la meditación. Pero emplear el asauchi le había ayudado a mantener sus visitas por un tiempo prolongado y, por ello mismo, se dedicó a explorar.
La encontraría por las buenas o por las malas, maldita sea.
—¡Oye, sal de dónde quiera que estés!— Karin llamó.
No importaba cuánto avanzara, no llegaba a ningún sitio. Exhaló, exhausta de caminar sin rumbo. El paisaje no se modificaba: sólo había piedra, obeliscos y el agua a sus pies.
—No me digas que te das por vencida.
—Puedes hablar ¡Qué milagro! — Se mofó.
Karin continuó su caminata varios metros más hasta descansar su espalda contra un obelisco de importante envergadura.
—¿No vas a decirme tu nombre? Es importante, ya sabes.
El silencio fue su única respuesta. Estaba frustrada, sí, pero si algo había comprendido en las últimas décadas era que la paciencia podía aprenderse y era necesaria en algunos momentos No obstante… ¿no había sido ya suficientemente paciente? Llevaba meses intentando hallar el nombre de su zanpakuto; y le rehuía.
¿Qué podía hacer ella misma en el mundo de su zanpakuto?
No, un minuto. Karin pestañeó, cayendo en un momento de epifanía.
No era el mundo de su zanpakuto, era el suyo. Y podía hacer en él lo que le placiera ¡Al demonio la paciencia!
La risa aguda y prolongada resonó en eco, otra vez, como si se burlara de su portadora.
Karin tomó el mango de la espada y desenvainó. Fuera, en el mundo espiritual, podría intentar serenarse y andar con su genio en orden… pero en aquel lugar daría rienda suelta a su frustración sin que nadie la juzgase, riñera o censurara por ello.
Aquí no había enemigos que se pudieran aprovechar de sus arrebatos emocionales. Sólo una estúpida y terca zanpakuto que se negaba a aparecer. Joder.
—¡Sal de ahí, maldita sea!
Permitió que su energía espiritual aflorara en vertiginosas ondas de poder que se arremolinaron a su alrededor y extendieron en abrumadoras ondas de choque. Su ropa pareció azotarse contra su cuerpo, el agua a sus pies cedió al impulso de su poder espiritual y por primera vez en meses conoció el suelo de su mundo interior: piedra pulida negra como el ébano.
Una vez más las carcajadas rompieron el silencio, pero esta vez parecían más felices que irónicas.
—Eso es… ¡vamos, vamos!
Dejó salir un grito de frustración y se concentró en llevar toda esa energía a su espada para proceder a agitarla contra el obelisco en el cual había estado descansando anteriormente.
Las palabras vinieron a su boca sin pensarlas.
El obelisco de piedra no se agrieto ni un poco después de su exabrupto, pero desde atrás de él salió una figura femenina que, para variar, reía.
—Denki no inazuma
—¡Ah, finalmente! — Respondió ella, caminando hasta estar frente a Karin y permitiéndole darle un buen vistazo a su forma.
Si bien su primera impresión había sido llamarla femenina, a simple vista cualquiera percibiría que no era humana sino humanoide. Su cabello que iniciaba negro se perdía lentamente en el color casi dorado de sus puntas, era una mata salvaje y rebelde que llegaba casi hasta sus rodillas. Vestía de un entre negro profundo, con líneas naranjas que corrían su atuendo de modo zigzagueante y sin orden alguno. Iba descalza, y lucía letal..
—Por fin nos conocemos. — Karin le hizo un gesto con la cabeza.
—No tenía intenciones de permitirte venir a mí si no era con honestidad. Mira que venir haciéndote la niña remilgada. — Su Zanpakuto regañó, fingiendo interés en sus alargadas uñas puntiagudas.
Karin tomó nota de cómo sus ojos ámbares se estrecharon con burla.
—Ahora que estamos aquí… — Murmuró ella, y un instante luego Karin sólo sabía que el susurro provenía de ella a sus espaldas. — ¿No deberíamos presentarnos bien?
Kurosaki llegó apenas a cubrir su ataque porque ya tenía la espada desenvainada. El golpe fue duro y la propulsó hasta otro cúmulo de piedras a sus espaldas. El cielo retumbó y la noche sin estrellas brevemente se iluminó.
—Oh, me parece perfecto. — Contestó, ajustando su agarre.
Mientras tanto, en el hogar de los Shiba ell jadeo agónico que soltó Karin en medio de su meditación sólo consiguió que la recién llegada Matsumoto estuviera mucho más preocupada de lo que estuvo cuando, finalmente, había logrado hallar a la muchacha ensimismada en un viaje introspectivo.
Durante la última hora que llevaba allí, la menor había tenido tales fluctuaciones de energía espiritual que junto con la matriarca del clan debieron atender a los sirvientes de la casa. Ambos se habían mareado gravemente debido al sofocamiento que Karin les causó con su exploción de reiatsu de manera inconsciente. Con prisa Rangiku la encerró con kido por segunda vez ese día y procuró atención a los amables y estrambóticos sirvientes de la casa.
Kukaku había logrado contener inicialmente las oleadas de energía que emanaba de Kurosaki. Cuando las ondas llegaron a donde Matsumoto estaba, es decir en el sillón de la oficina de su capitán, éste sólo levantó la vista hacia ella y asintió. Breves instantes después la teniente desplegó una única señal para notificar a cualquier otro que ella se encargaría de lo que fuera que estuviera pasando.
Llegó a tiempo, pues Kukaku había subestimado el poder que liberaría la menor y su jaula inicial se quebró incapaz de contener el poder de la muchacha por más tiempo.
— Pensé que estaría librando una batalla — Matsumoto confesó.
—Ella sabe contener su reiatsu mucho mejor que un shinigami estándar. — Kikaku dio una pitada a su pipa humeante. — Creo que finalmente dio con su Zanpakuto.
—Esto llegó al Seireitei. — La teniente gimió. — Ya casi puede ver todo el papeleo que deberé llenar por esto.
Kukaku emitió una carcajada. Le caía bien la teniente pechugona. Siempre le agradaban las mujeres guapas que no temían ser descalificadas por sacar partido a su buen ver. Sinceramente preocupada por la joven Matsumoto se había lanzado a por ella sabiendo que luego debería dar explicaciones de lo que presenció.
—Con semejante espectáculo el Capitán General no seguirá haciendo la vista gorda. — Advirtió la rubia, cruzándose de brazos con un tono serio. — Ha sido muy paciente con Karin y muy flexible con su entrenamiento fuera de la academia porque, bueno, caído en desgracia o no los Shiba saben cultivar buenos shinigamis por su cuenta.
Kukaku soltó el humo lentamente e hizo una mueca.
—Qué va, sólo no ha querido meterse en un lío que podía postergar. — Ella le restó importancia. — Tarde o temprano pretendería reclutarla: yo no voy a permitir que la obliguen a hacer nada que no quiera.
Frente a ellas la energía vibrante dentro de la jaula empezó a calmarse. Rangiku se volvió hacia Kukaku:
—¿Está entrenando para shinigami y no quiere ser una? — Matsumoto se acercó a la jaula de kido. — Kukaku, no sé cuánto de esto será su elección pero Rukia y mi propio capitán llevan meses ganándole más tiempo a Karin. Estamos cortos de personal, por si no lo sabías.
—Eso no es asunto nuestro. — Shiba rebatió. — El enrolamiento es siempre voluntario, pero la baja no lo es.
Matsumoto asintió, arrodillándose frente a Karin aún enjaulada.
—Si no tuviera a tantos capitanes y tenientes hablando a su favor se habrían llevado a Karin por el peligro que su potencial representa… si no se la pone bajo control.
—Es decir…
—En un escuadrón.
Kukaku apretó los labios, como antigua teniente del segundo escuadrón entendía perfectamente lo que la rubia quería transmitirle sutilmente. Si Karin no se unía a los shinigamis oficialmente, podría derivar en su detención y encarcelamiento. La matriarca pensó que con todas las conexiones políticas que Karin tenía, aunque no sopesara la importancia de ello, no se atreverían a recluirla como la criminal que no era.
Su conversación fue interrumpida cuando repentinamente la jaula se quebró, llamando la atención de las mujeres. Karin volvió en sí a tiempo para soltar la espada y sostener su peso con las manos en el suelo. Levantó la vista y encontró dos pares de ojos mirándola fijamente sin mover ni un músculo. Se irguió, sacudiendo el polvo de sus ropas. Al volverse para recoger la asauchi se encontró con algo diferente: finalmente la espada se había convertido en su zanpakuto. Los ojos le brillaron y aunque estaba exhausta lanzó un grito de felicidad y bailó, aliviada. No había nada malo con ella.
Con una sonrisa que no podía contener su alegría se volvió hacia sus acompañantes.
—Oh, Matsumoto ¿Qué haces aquí? —Preguntó, confusa pero luego sacudió la cabeza. — Da igual ¡Vamos por una bebida, esto merece una!
Matsumoto sonrió cálidamente y secundó la idea de salir por unas bebidas.
—¡Finalmente te conectaste con tu zampakuto! Les tomó su tiempo.
Karin tomó su arma y la desenvainó parcialmente.
—Deja que te la presente: Denki no Inazuma. — La orgullosa portadora se permitió admirar la hermosura de la espada.
Kukaku observó a su protegida conversar animadamente con la teniente. Sabía que Karin era una adulta, más allá de su delgado cuerpo adolescente, y que ella tomaría sus decisiones por sí misma. Sin embargo, no pudo evitar hacer un mohín con los labios al darse cuenta que el logro de Karin obteniendo una Zanpakuto era el punto definitivo de inflexión.
Ya no era la niña que la miraba con ojos deslumbrados, ni la jovencita que se dejaba la piel en los entrenamientos en pos de no depender de nadie. No. Era una mujer radiante, fuerte, que entendía que la unión hacía a la fuerza y era fiel a sí misma y a sus afectos. La nostalgia la golpeó, pero espabiló prontamente.
Como una suerte de madre sustituta para esa mocosa devenida en mujer hizo lo que cualquier otra madre habría hecho.
—Anda, ve a por el mejor sake que tengamos.
O bueno, algo así. Era Kukaku Shiba después de todo.
Karin envainó la espada y siguió el comando con rapidez.
Matsumoto y Kukaku se miraron largamente sin decir una palabra en cuanto Kurosaki salió del campo de entrenamiento donde había estado meditando.
El Seireitei nunca se permitirìa perder una shinigami de ese porte, y Kukaku sabía que Matsumoto tenía razón. Karin quería ser una de ellos, aunque odiara el papeleo, los trabajos reiterativos y los rangos. No era una muchacha pretenciosa, ni tenía mayores ambiciones que ser de provecho; nunca habría sido del todo feliz en esa casa limitando su vida a realizar fuegos artificiales.
Como una mujer con su buena cuota de lucha, pelea y progreso, Kukaku había abrazado la vida tranquila cuando se vio obligada a retirarse. Karin le recordaba a sí misma un poco por cuanto era burbujeante, irreverente y arrojada por sus ideales. Y a su vez, encontraba en sus inmensas diferencias un golpe refrescante de juventud y rebeldía.
No iba a ser ella quien la retuviera, no estaba en su temperamento limitar a los demás. Su "haz lo que quieras" no era sólo una muletilla. Lo decía de corazón.
Haz lo que quieras. Incluso si no estoy de acuerdo.
Karin llegó con una botella y tres vasos; pero luego se sumaron los otros tres habitantes del hogar y el brindis se duplicó.
—Ahora podré entrenar mi Shikai, finalmente. — Karin dijo, poniéndose de pie.
—¡¿Ahora?! — Matsumoto se quejó, sirviéndose otra copa. —¡Pero si estamos brindando! Vamos Kaaarin.
—¿No tienes que volver a tu escuadrón?—Preguntó, enfundando su espada — No quiero al capitán hielito aquí dando lata luego.
Matsumoto soltó una risotada.
—Puedo quedarme otro rato, nadie vendrá a arrastrarme de regreso al menos media hora.
—Hitsugaya ya convirtió este campo de entrenamiento en un maldito témpano el año pasado. —Le recordó Karin.
—¿Ahh?
La menor se apresuró a taparse la boca y luego apretarla hasta convertir sus labios en una fina línea. Matsumoto la imitó y mirando hacía un costado empinó el vaso de sake.
Había olvidado que el incidente pasó sin que Kukaku tuviera noticia de él.
—Ah, estaba exagerando, sólo había un poquito de hielo en una esquina. — Mintió descaradamente, agitando la mano frente a su rostro. — Un poquitito. Nada importante.
Kukaku procedió a tirarle una buena bronca. La parte buena fue que tuvo oportunidad de entrenar su shikai más bien pronto, como había pretendido. Mientras Kukaku soltaba su enfado y comenzaba a tomarse en serio el entrenamiento Rangiku se mantuvo a un borde sorbiendo lentos tragos del que fuera su quinta copa.
La rubia observó a Karin reír mientras estrenaba su shikai con un fuerte "Estremécelos, Denki no Inazuma". Su informe sería fiel a la realidad, y esperaba que cuando su capitán lo acercara al comandante general entendiera su recomendación y la hiciera propia: un reclutamiento directo. Sorbió otro poco ¿Cuántos escuadrones presentarían una petición? Su propio capitán no le había comentado nada al respecto, pero asumió que su intervención en el desarrollo del entrenamiento de Kurosaki no había sido únicamente por su promesa ¿O sí?
Matsumoto bajó el vaso abruptamente.
¿Verdad?
Una vez que logró manifestar su shikai, perfeccionarlo había sido un infierno. Para empezar conocer las técnicas de Denki no Inazuma había sido complejo. En segunda instancia, el descubrimiento de su zanpakuto como una de tipo elemental la había sorprendido bastante. Su padre y hermano tenían del tipo poder, y eran abrumadoramente fuertes. Ella había pensado que seguiría ese camino con su temperamento y carácter. Pero allí estaba, con una compañera zanpakuto muy distinta a lo que imaginó.
Sin embargo, esto no debía confundirse con decepción. Karin tomó su espada y la empuñó con orgullo y determinación en los combates de práctica que había estado ejecutando las últimas dos semanas.
Tipo elemental: eléctrico.
El encuentro que se desarrollaba tenía espectadores: Rukia y Kukaku estaban al borde del campo mientras alejados se hallaban en pleno combate Karin y Renji. Entusiasmado por el logro de la menor Renji había sido el primero en desear verla ejecutar su shikai. No recordaba cuándo había sido la última vez que habían practicado, pero estaba seguro que por aquel entonces aún empleaban espadas de madera y corregía su postura en cada momento. Había pasado mucho desde entonces.
Karin era pequeña y ágil pero luchar contra un hombre del doble de su talla era todo menos sencillo. Con un choque de espadas Karin fue impulsada hacia atrás y derrapó en el suelo, casi perdiendo el equilibro. Apenas pudo detener la fuerza del impacto cuando el pelirrojo ya se había acercado a ella para un nuevo golpe. Ella hizo lo único que pensó que podía llevarla a cerrar la diferencia de experiencia y fuerza entre ambos: liberarse de los entrenamientos estándar a los cuales Renji siempre la había sometido. En lugar de recibir el golpe ella se acuclilló e impulsó hacia el cielo en un salto mortal que su oponente no previó.
El pensamiento que cruzó la mente de Renji fue que ella lucía como un ángel mortal mientras su delicado cuerpo lo sobrevolaba. Era un espectaculo verla girar como una auténtica gimnasta, mas él no era del tipo que se podía deslumbrar fácilmente: Rukia era su esposa después de todo. Su destreza no impidió que el pelirrojo empleara su zanpakuto para bloquearla, por supuesto.
Karin había sabido que él haría eso.
En lugar de girar para chocar su espada con la propia se dejó caer tras él y con una rápida y feroz barrida por el suelo logró hacerlo perder el equilibrio. Renji se tambaleó y en una sucesión de movimientos perfeccionados en combate apoyó su peso en la mano con la que no sostenía su arma y giró en el aire.
Sin embargo, su cuerpo voluminoso, la falta de tiempo para acomodarse en el aire y una enemiga veloz lo llevaron a recibir un impacto directo de su shikai.
—¡Mirubui! — Exclamó ella, agitada, mientras Renji caía al suelo preparándose en el aire para bloquearla.
Azotó su espada en el aire como solía hacerlo su hermano y de la hoja salió una media luna resplandeciente como la hoja de una hoz. El hombre interpuso el filo de su zanpakuto pero no contaba con que al impactar la medialuna se rompería en rayos eléctricos que estremecieron su cuerpo dolorosamente sacándole el aire.
Karin se irguió, tomando su arma con ambas manos cuando observó a su oponente gemir de dolor. Enfundando su arma, asustada, corrió hacia él torpemente.
—¡Renji, oh, maldición, lo siento! — Lloró entre inspiraciones, estaba agitada y exhausta. —Aún estoy descubriendo las habilidades de mi zampakuto.
Karin se arrodilló junto a él con las manos en el aire sin saber qué hacer ni cómo ayudarlo. Claramente había sido una descarga fuerte la que le había dado, en un momento en el cual no midió la potencia de su ataque. Preocupada por haberlo herido verdaderamente se inclinó hacía el pelirrojo mientras miraba a su esposa en búsqueda de algún tipo de ayuda.
Renji nuevamente gimió de dolor logrando que Kurosaki volviera sus ojos hacia él y luego se levantó, riéndose verdaderamente divertido.
—¡Ah, qué refrescante! — Karin lo miró desde su lugar en el suelo a sus pies, levantando las cejas confusa. — Vamos, eso no ha sido nada. Hace tiempo no lucho con alguien cuyas habilidades desconozco, me he endurecido.
Él comenzó a girar sus hombros a modo de estiramiento mientras una sonrisa decidida y belicosa se instaba en su rostro bronceado.
—Arriba, ni pienses que te lo pondré fácil.—Amenazó, estirando los dedos de su mano frente a su rostro hasta hacerlos crujir.
Karin sonrió, entendiendo que estos tipos eran más duros de lo que ella probablemente podría llegar a dimensionar.
—A la próxima te golpearé más duro. — Respondió, levantándose.
Rukia bufó, viendo como su marido parecía tan divertido de entrenar con alguien nuevo. Quizá fuera porque era la hermanita de Ichigo y le tenían un afecto especial, pero él parecía determinado a sacar lo mejor de ella. Se necesitaron tres descargas más por parte de Karin antes de que Rukia detuviera el combate porque, en realidad, tenía hambre y una hija que los esperaba en el hogar de su hermano mayor.
Ambos protestaron, queriendo seguir con el entrenamiento pero Rukia fue inflexible.
— ¡Tú, padre abandónico, tu hija te espera en casa!— Acusó enterrando su dedo en las costillas de Abarai. — Es tardísimo y ella no cenará si no estás en la mesa, vamos, andando.
La menor se rió mientras Renji levantaba sus cosas siendo apurado por su esposa. Era claro que Rukia se imponía, pero Karin podía ver al hombre sonreír en todo momento mientras dejaba a su mujer hacer toda la escena frente a ellos. Mucha gente acusaba a Rukia de castrante, pero esa era su dinámica y quienes los conocían sabían lo mucho que se respetaban mutuamente.
Eran una pareja poco común en cuanto a la compatibilidad de sus personalidades, pero Karin podía afirmar sin temor a equivocarse que se amaban mutuamente con toda certeza.
Una vez fuera de la casa ella le agradeció a la pareja por acudir en su ayuda para perfeccionar su shikai.
—Te tomará algunos meses, pero estoy segura que serás una oponente de temer tan pronto como te muevas con mayor seguridad. —Rukia exclamó.
La morena tomó las manos de Kurosaki entre las suyas y las envolvió con sus palmas tibias, cambiando su semblante y tornándose casi malvado con su sonrisa exageradamente amplia y los ojos negros brillando.
—Estoy segura de que serás una excelente shinigami, y justo a mi me falta un buen cuarto asiento ¿cómo lo ves?
—¡Ehhh, alto ahí enana! —Renji interrumpió, poniéndo sus manos en sus caderas con enfado — Tú tienes muchísimos reclutas de las últimas tres tandas ¡Karin iría mucho mejor en nuestro escuadrón!
—¿Estás comparando a Karin con un shinigami común recién salido de la academía!? Karin no maneja su shikai e incluso así podría partirles el culo con las manos desnudas.
La aludida se quedó de pie muda mientras la pareja comenzaba a pelear a las puertas de su casa, con una risilla nerviosa inclinó la cabeza y los escuchó esgrimir sus mejores - ¿en serio esos eran los mejores?- argumentos para que entrase a uno de sus escuadrones.
Karin pensó que esto era lo más cercano que estaría a ser una celebridad.
Resultó que era una celebridad en el Seireitei. Lo visitaba tan poco que nunca lo había sospechado. Sabía de la importancia de los actos de su hermano y su invaluable aporte para la supervivencia del mismo y su mantenimiento. Lo que no sabía era que la apreciación, la reverencia y el respeto se le sería transferido por extensión. Se sentía… mal. Realmente ella no había hecho nada, se había muerto y quedado en un lugar seguro mientras todo transcurría incapaz de aportar nada.
Y ahora era la "Señorita Kurosaki" para todos, con sus inclinaciones y pulida deferencia hacia ella.
Si bien estaba todavía lejos de dominar el shikai no la había sorprendido del todo que la llamaran a ver al comandante general. Lo que sí le llamó la atención fue que enviarán a un teniente a buscarla. Hinamori Momo avanzaba delante de ella felizmente mientras le buscaba plática con un tono suave y educado.
—Así que… teniente Hinamori ¿sabes exactamente para qué me llamaron hoy?
Su guía, porque claramente seguía necesitando una, se volvió un instante para sonreírle con dulzura y asentir.
—El comandante te llamó para conversar sobre tus avances y es todo lo que se me informó, pero no te preocupes; no sucede nada malo.
Karin apreció el intento de reconfortarla con sus palabras y le devolvió una suave sonrisa. Cuando la joven se había aparecido en su casa con la carta entre manos ella había estado tomando un desayuno abundante. La invitaron a pasar y Kukaku luchó un momento antes de ceder a que su protegida fuera sola al Seireitei. Karin fue quién logró convencerla. Kukaku había estado curiosamente sobreprotectora con ella el último tiempo, muy extraño en ella.
La gente la miraba extrañada y luego apartaba la vista como si recordara que ver fijamente a otra persona era descortés. Karin no pudo evitar revisar su ropa y acomodar su pelo trás sentirse tan observada. A lo mejor debió usar algo más tradicional, pero había decidido no dilatar la reunión y acudió a ella con lo puesto: una falda roja con cortes a los lados para que sus piernas tuvieran libertad de movimiento y una remera ajustada con un pronunciado cuello en "v". Karin decidió que no era inadecuado, sino que resaltaba en medio de todos los uniformados y con retomada confianza apresuró el paso.
Hinamori se detuvo frente a una inmensa puerta de reluciente madera.
—Aquí es. —Informó, girándose sobre sus pies para mirarla. — Tranquila, Kurosaki. Nadie va a reñirte, y el capitán comandante es mucho más relajado que el anterior, que descanse en paz.
Ella asintió, aunque no podía evitar sentirle incómoda en su sitio. Hinamori golpeó la puerta, anunciando en voz alta su presencia, y acuclillada en el suelo la deslizó para permitir a quienes estuvieran dentro de la habitación verla. Karin tragó saliva y avanzó.
— Bienvenida, querida. Toma asiento, ya nos hemos visto ¿No es cierto? — El hombre sonrió, acariciando su perpetua barba incipiente.
— En la ceremonia matrimonial de los tenientes Abarai y Kuchiki — Confirmó la teniente de aspecto severo, pero muy bonita.
— Cierto, ahora recuerdo. Excelente celebración, deberían haber más matrimonios ¡Aprovechar la juventud! — Shunsui exclamó, riendo. — Necesitamos más celebraciones ahora que estamos en paz.
Karin se acercó a ellos. En la habitación había un escritorio cerca de las ventanas al fondo. Unas bibliotecas abarrotadas de papeles detrás, un par de sillones de apariencia cómoda junto a la otra pared. Y en medio de todo, una mesa ratona con espacio para varias personas con almohadones planos a modo de asientos sobre el tatami. El comandante general, Shunsui Kyoraku, estaba encabezando la mesa ratona sentado en el suelo bebiendo algo que ella esperaba fuera té. Ise Nanao, su teniente, se mantenía de pie a unos pasos de él: vigilante..
Una voz gruñona que se parecía mucho a la de Hitsugaya le gritó en su mente tus modales, Kurosaki. De modo que inclinando la cabeza saludó con toda la delicadeza de la que era capaz.
— Toma asiento, jovencita. — Indicó él, sirviendo té para ella en un vaso.
Era té, gracias a Dios.
— ¿Sabes por qué estas aquí?
La pregunta había sido hecha con una sonrisa soñadora y apacible, y de no conocer sobre él Karin hubiera pensado que era un viejo indulgente y distraído. No lo era. De modo que procedió con la debida precaución.
— No realmente. — Mintió.
Claro que tenía una idea. Renji le había dejado entrever que probablemente la enviarían a un examen final de la academia. En esos casos, a modo de prueba de suficiencia, en un extenuante proceso pondrían a prueba sus conocimientos y habilidades como potencial shinigami. Si desaprobaba la asignarían a un curso, según las habilidades demostradas. El teniente le había dicho que había otras opciones, pero como no pertenecía a un clan noble le serían negadas.
Resultaba que aquellos pertenecientes a un clan recibían un examen directo con tres capitanes y eran asignados a un escuadrón de forma inmediata. Por supuesto, Abarai le mencionó, los clanes jamás presentan candidatos que no estuvieran vastamente preparados: por su honor. Ichika, por ejemplo, iría por el clan Kuchiki aunque no llevara su apellido.
Karin asumió que esto era una citación para que presentara un examen de suficiencia. E iba a fallar en las técnicas ofensivas de kido, maldita sea. Suspiró.
— Bueno, no te pongas así, que te traigo buenas noticias. — El hombre dijo, manteniendo su tono relajado.
Detrás de ellos Nanao tomó el sobre cerrado de papel madera que llevaba cargando y se lo extendió a Kurosaki quien, con una expresión neutra para no dejar ver su confusión, lo tomó con presteza. Shunsui le hizo un gesto con la mano para que abriera el sobre. Dentro de él había una forma de tras páginas que leyó rápidamente.
"Solicitud para examen de suficiencia privado.", se titulaba. Figuraba su nombre, fecha de su deceso, grupo familiar y algunos otros datos que, en primer lugar, no tenía idea de cómo habían sido obtenidos ¿La estaban vigilando acaso? Pasó a la segunda página que tenía por premisa "Recomendaciones y testimonios". Allí encontró nombre de personas allegadas y conocidas que llenaban casilleros sobre las clasificaciones de sus habilidades, puntuándolas, y algunos llenando casilleros de "breve opinión" sobre ella.
Los casilleros abarcaban las cuatro técnicas necesarias para un shinigami: "Kido", "Hoho", "Hakuda" y "Zanjutsu".
En total había doce personas recomendándola y ofreciendo una puntuación para ella: personas tan esperables como lo fueron Rukia hasta tan inesperadas como Sui-Fen. Leyó algunos de sus comentarios y pasó a la siguiente y última página. Perdió la concentración tan pronto como leyó "Petición de suficiencia privada extraordinaria aceptada", y un sello de la central 46.
— Supongo que esto significa que no tendré que ir a la academía. — Afirmó, observando alternativamente al hombre y mujer frente a ella. — No sabía nada sobre esto.
— Fue aprobado hoy. — Shunshi afirmó, restándole importancia. — En quince días serás evaluada aquí mismo. Me pareció apropiado decirtelo personalmente: yo estaré entre quienes te juzgarán. Como entenderás, nadie que te haya recomendado puede oficiar de tribunal.
Nanao dio un paso al frente y se aclaró la garganta antes de hablar.
— Para aprobar deberás obtener el visto bueno de todos los jueces. Si uno de ellos considera que aún no tienes lo necesario deberás acudir a la academía como es lo habitual. — advirtió, acomodando sus lentes. — Tu tribunal estará integrado por el capitán comandante en persona, y los capitanes Kensei Muguruma y Shinji Hirako.
Karin asintió, sorbiendo su té. Bueno, al menos su Hakuda era increíble.
Karin terminó de recitar el Bakudo 30, sin encantamiento como había estado practicando sin descanso, y respiró aliviada cuando la técnica se manifestó sin ningún tipo de problema. Rukia estaría orgullosa de ella, pensó. Habían dejado su peor asignatura para el final.
Kensei había asentido con aprobación cuando su combate cuerpo a cuerpo le dio real resistencia. Incluso le había sonreído, y esperaba que eso signficara que estaba complacido respecto a su ejecución, cuando la había puesto a prueba.
No había esperado que ellos literalmente probaran sus habilidades. Claramente estaba muy lejos de las habilidades de un capitán, pero eso no significaba que no se lo tomara en serio. Él le había pedido dejar su zanpakuto a un costado y que luchara con él sin más ni más. Su fuerza, habilidad física y usando Hoho y Shunpo. La evaluó así en dos técnicas con un combate que le pareció eterno.
El Capitán comandante se levantó de su sitio sin darle tiempo a Karin a sentarse una vez que Muguruma afirmó que había mostrado suficiente de lo que era capaz. Kurosaki gimió internamente con el sudor pegándose a la ropa que le habían dado para usar ese día, agradeciendo mentalmente que fuera tan fresca.
Hitsugaya se había aparecido en su hogar dos días antes de su examen por la mañana y le había dicho sin usar sus usuales términos rebuscados que no podía ir a su examen vestida de manera "tan poco apropiada" como normalmente hacia. Luego, le había entregado el conjunto similar al shihakusho pero de cortes más suaves y limpios: una hakama más cerrada y una camisa típica de mangas largas pero ceñidas a sus muñecas. Qué había llevado al capitán del décimo escuadrón a obsequiarle esas ropas no lo sabía, pero se sintió mal negándose a usarla luego de que se tomara tantas molestias por ella.
Él parecía no poder esperar para volver a su trabajo ese día. No había terminado de agradecerle cuando Hitsugaya asintió y se disculpó brevemente para retornar a su oficina. Karin pensó que era considerado y maleducado al mismo tiempo, casi ni le había dirigido la mirada en ese breve encuentro. Sin embargo, mientras Shunshui Kyoraku se levantaba para a poner a prueba su habilidad con la espada, o Zanjutsu, decidió dejar ese misterio para otro día.
— Vaya con calma, capitán comandante, no olvide que es una hermosa señorita quien va a enfrentarlo. — Shiji dijo, riéndose desde su lugar en la mesa ratona.
El rubio parecía divertido, sonriendo tan ampliamente como siempre, con la cabeza apoyada en la palma abierta de su mano. Karin normalmente se llevaba bien con el excéntrico capitán, pero tenía la costumbre de ponerle los pelos de punta de vez en cuando. Como en ese preciso instante.
Nunca había luchado con alguien con dos espadas. Ambidiestro y hábil, Shunsui se lo tomó con calma como había sugerido el rubio. No obstante, presionó cada vez más a la muchacha. Con cada giró, impacto y golpe el capitán en jefe de los trece escuadrones de la sociedad de almas colocaba mayor intensidad en su lucha.
¿Qué tanto se parecería a su hermano?
Al menos podía afirmar que manejaba su flujo espiritual mejor, y no parecía tener problemas para ceñirse a su modo de batalla luego de haber arribado a una estrategia. Karin había decidido ser cauta en un principio, pero cuando Kyoraku apretó la marcha no tuvo más opción que renunciar a la lógica y dejarse llevar por sus instintos de combate.
Dio un saltó hacia atrás cuando finalmente concluyó que la única manera de aprobar era dar lo mejor de su shikai.
—Estremece, Denki no Inazuma. —Bramó, afianzando su agarre sobre la espada y cargando con todo su peso contra el oponente de turno.
Shunsui sonrió de manera casi imperceptible. Qué poder, se dijo a sí mismo. Karin avanzó sobre él sin piedad, procurando hacer el mayor daño posible antes que se viera obligada a retroceder ante su incapacidad para hacerle frente. El hombre se rió y empujó su cabello hacia atrás en un movimiento de sus amplios hombros.
Karin saltó hacía atrás en un salto mortal y cayó gracientemente sobre el suelo, lejos de él. Sin descanso, lanzó su mirubui con la mayor potencia que tenía. Al demonio los dominios del Seireitei. Si quería todo de ella, se los daría encantada. El capitán comandante colocó sus espadas en cruz frente a él y la medialuna refulgente que le habían lanzado cayó a sus espaldas.
Los dos capitanes restantes saltaron de su sitio para evitar el ataque, empleando shunpo. Lo cual no evitó que el cabello rubio de Hirako no se emponjara ante la descarga electrica. Kensei se rió a su costa aunque intentó disimularlo. Shinji se limitó a apretar su pelo hacia abajo en un intento infructífero de ganarle a la estática.
Karin cargó de nuevo, pero antes de que pudiera esgrimir un nuevo ataque una mano áspera y masculina apretó la suya que a su vez se cerraba en la empuñadura de su zanpakuto.
—Suficiente, querida. Esto no es un combate sino un examen. No necesitas vencer, sino probar tu valía. Sin lugar a dudas has sido bien entrenada ¿Abarai, si la técnica no me engaña?
—Uh, un poco. — admitió, sintiendo que se sonrojaba.
Ah, no, no podían subir los colores a su rostro por un contacto tan… poco significativo. Karin apretó los labios, agradeciendo cuando el capitán comandante le indicó que volviera a la mesa y soltó su mano. El calor residual sobre sus dedos la hacía sentirse obligada a sacudirlos, pero se contuvo.
Rukia tenía razón: debía tener más contacto con los hombres o se volvería retraída y tímida… como en ese instante. Cohibida, se sentó en su sitió nuevamente.
Shinji le sonrió frente a ella.
—Bueno, bueno, empecemos desde abajo. — Casi canto, inclinandose hacia ella. — Kido número ocho, si eres tan amable, Karin.
Ah, ese sí se lo sabía. Y sin encantamiento.
—Kido número ocho: Seki. — Ordenó.
Un escudo brillante de color naranja se formó delante de ella. Lo que no esperó fue que Shinji le lanzará un ataque directo. El escudo resistió. Luego de ello le enumeró varias técnicas de kido para que las ejecutara. Karin no sabía si Shinji se había confabulado con Rukia, pero estaba teniendo suerte con las solicitudes. Hasta que ya no la tuvo más.
—Kido número treinta y nueve.
Karin frunció los labios cómicamente.
—No lo sé. Es el Enkosen, pero no recuerdo el encantamiento. —Admitió ella, aguantando las ganas de gritar de frustración.
Había llegado tan lejos para que un maldito escudo de aspas de viento la mandara a la academía.
—Bueno, es un kido de nivel medio. Deberías saberlo. — Shinji exclamó, cruzándose de brazos y fingiendo preocupación.
—Dame otro. — Karin insistió.
—No, quiero que recites ese.
—No lo sé, no lo recuerdo; ya les dije. — Insistió, con su temperamento burbujeando. — Así que asigname otro ¡Me sé otros más avanzados que ese!
Ah, lo había tuteado. Maldita sea.
Shunsui se rió.
—Lo mínimo para aprobar es hasta el treinta, deja de fastidiar a la chica. —Kensen giró los ojos.
Karin quería asesinar al rubio. Pero entonces comprendió lo que esa afirmación significaba.
—¿Es decir que apruebo, no?
—Oh, por supuesto. Aprobaste cuando pasaste el Shitotsu Sansen.
La joven mujer parpadeó, sintiéndose enfadada de repente. Lo mínimo que debieron haber hecho es darle las malditas pautas de promoción del examen. Bien, ella no las había pedido pero no sabía que existían en primer lugar.
—¿Y para qué me han tenido aquí recitando encantamientos si ya aprobé hace como una hora? — Karin preguntó, conteniendo su furia.
Estaba exhausta por los días previos de estudio y práctica, más las pocas horas de sueño y las dos horas de examen que llevaba, al menos, si su reloj interno no le fallaba.
El capitán comandante acarició su barba y tarareó.
—Aprobada, nosotros debemos dar una recomendación sobre tu rango. Estábamos definiendo eso. — Le confió el hombre de sombrero de paja. — Ahora vamos a deliberar al respecto, puedes firmar tu asistencia y esperar afuera o retirarte. De todos modos el veredicto te llegará a tu hogar.
—Esperaré. — Informó mientras de mala gana firmaba el papel de Kensei educadamente le ofrecía.
Karin salió de allí firme, pero apenas cerró las puertas dejó salir el aire que contenía.
Maldito Shinji Hirako que disfrutó su sufrimiento. No iría a su escuadrón ni aunque la mismísima Momo Hinamori le hiciera ojitos. Levantó la vista mientras rezongaba y encontró a Rukia allí. La mujer estaba tratando con todo su ser de no lucir nerviosa, pero Karin la conocía demasiado bien. Se acercó, tomando sus manos y le sonrió.
—No recordé el maldito Enkosen — Confesó.
El rostro de Rukia pasó de la confusión a la molestía al enojo en menos de un instante. Con las cejas fruncidas exhaló el aire y bufó.
—¡Pero sí lo hiciste un montón de veces en los entrenamientos! ¡Te mandé allí para patear culos con Kido! — La riñó. — ¡Para patear culos con tu kido superior a la media!
—Pero se aprueba con el número treinta.
—¿Y desde cuándo te conformas con lo mínimo?— Acusó, cruzandose de brazos.
Karin se compadeció de la pobre Ichika mentalmente.
— Pero hago un excelente Kaido. — Rukia le frunció el ceño.
—Para patear culos, dije.
Karin ya estaba preparada para recibir otra reprimenda más de Rukia sobre cómo no se tomaba en serio memorizar los encantamientos cuando la puerta detrás de ella se abrió. Eso sí que había sido rápido.
Shunsui Kyoraku salió primero, sonriendo levemente con aire despreocupado, como siempre; detrás y a cada lado del comandante se afirmaron los dos jueces restantes.
—¿Capitana Kuchiki, viene en representación? — Preguntó él, a lo que Rukia asintió solemnemente. — Muy bien: a la postulante Kurosaki Karin, en cumplimiento con lo requerido extraordinariamente, se aprueba su ingreso al Gotei trece.
Rukia reprimió el deseo de moverse nerviosamente.
—Este tribunal determinó en base a las habilidades demostradas que posees el rango de un cuarto oficial, con bases para un tercer asiento.
Si Rukia pudiera chillar de la felicidad, lo haría. Tantos años de entrenamiento, lucha y esfuerzo la había llevado a ese momento. Se mostró seria, arrepentida de haberla sermoneado sobre su kido, y esperó el final del dictamen.
—En relación a sus habilidades sugerimos especialmente que considere los escuadrones segundo y cuarto; sin embargo: las postulaciones son libres. — Le recordó Shunsui y le guiñó un ojo, Karin se sintió incómoda repentinamente con un sentimiento que le empujaba a salir corriendo de allí. — Sin embargo, si lo que busca es un salario digno de un tercer oficial deberá entrevistarse con los capitanes de aquellos escuadrones que requieran uno, como lo son el quinto…
Shinji sonrió. Ni loca, pensó.
—...el séptimo, noveno, décimo, doce y treceavo.
Karin asintió e inmediatamente sintió como Rukia presionó su cabeza para obligarla a inclinarse ante los capitanes.
—Les agradecemos su tiempo. Ella lo pensará y les ofrecerá su petición en la semana de plazo estándar. — Exclamó, toda sonriente y educada.
Era una potencial cuarta oficial. Ni ella se lo creía. Pero Rukia sí y parecía estar en apogeo de felicidad.
—Ahora, te he preparado un regalo. Sígueme. — Instruyó.
Media hora más tarde estaba en los terrenos del clan Kuchiki con un Senkaimon ante ella. Los ojos se le llenaron de lágrimas.
Iría a casa.
