NA: ¡Holaaa! Muchas gracias por los reviews en el capítulo anterior, me hace mucha ilusión ver que os está gustando esta nueva versión de mi antigua historia :'D
Y sin mucho más que añadir, ¡espero que disfrutéis de este nuevo capítulo recién salido del horno! Es un poco más cortito que los anteriores, pero muy significativo :)
Capítulo 9: Algunas fallas y otras lagunas.
—¿Qué? ¡No! —exclamó Hermione, intentando sonar convincente a pesar de la sorpresa por la rapidez con la que Malfoy había asumido que una carta en llamas era indicativo de una comunicación con aquella mujer.
Los ojos del chico centellearon sobre las oscuras ojeras y Hermione tuvo la sensación de que, por un instante, pudo ver a través de su mentira.
—Brown también me envió una carta que se autodestruyó de la misma manera para explicarme lo de… la maldición —dijo casi con solemnidad.
Hermione se sonrojó al percatarse de que había sido descubierta. De haber sido más rápida tal vez habría podido negarlo de nuevo e inventarse alguna mentira sobre la marcha, pero había ido dejando correr los segundos y al final su silencio había sido confirmación suficiente de lo que Malfoy había insinuado. O más bien acusado.
—¿Por qué lo has hecho? —quiso saber el chico con un atisbo de resquemor asomando a su voz.
—Solo quería ayudar —confesó Hermione casi en un susurro.
La rabia nació en el Slytherin con la rapidez con la que una chispa hace estallar en llamas un bidón de gasolina.
—¡Ya te dije que tú no podías ayudarme!
Hermione no era alguien fácil de asustar. No solía achantarse con las malas palabras o los gritos de la gente porque sabía que, en el fondo, eran reacciones naturales de las personas ante un enfado. Pero aquella vez había algo más profundo que simple enojo en Malfoy, algo que le hizo hundir un poco la cabeza entre los hombros al percibir la furia que irradiaba su mirada.
Parecía algo tan personal y tan íntimo que no tardó mucho en entender lo que estaba pasando. Claro, ahora era tan evidente que no sabía cómo no se había dado cuenta antes. Nadie podía enfadarse así con una persona cuya única motivación era la de ayudar de manera genuina a resolver un problema, a no ser que…
—Lo sabías —dijo, convencida de que estaba en lo cierto—. Lo has sabido todo este tiempo. Lo que debías hacer para liberarte de la maldición.
Los signos de agotamiento eran cada vez más pronunciados en él, era evidente por la manera en la que la furia que había experimentado Malfoy unos segundos antes se había extinguido de repente para dar paso a una silenciosa agonía que solo hacía acto de presencia en su forma de mirar.
—No quería… —empezó diciendo, visiblemente cansado—. No quería que tú…
—No querías mi ayuda —sentenció Hermione—. Sobre todo cuando la única manera en la que podía ayudarte era… bueno, dejar que me embarazaras. Lo entiendo.
Malfoy sacudió la cabeza, como si hubiera mucho más en el trasfondo del asunto. Como si el problema fuera un gran iceberg y ella solo pudiera ver la parte que sobresale del agua helada.
—¿Es que no lo entiendes? Quiero librarme de esto por mi cuenta, con la ayuda de Snape y sus conocimientos sobre maldiciones. Confío en que conseguirá arrancármela antes… antes de que sea demasiado tarde —argumentó, y luego hizo una pequeña pausa y suspiró antes de continuar—. No quiero tener un hijo. Soy demasiado joven. Y, la verdad, no creo que quiera tener hijos nunca. Me he visto obligado a reflexionar sobre ciertos asuntos en el último año y… he aprendido muchas cosas. Como que la sangre de mi familia ha estado maldita durante generaciones. ¿Por qué si no somos tan despreciables? ¿Por qué odiamos tanto? ¿Por qué hacemos tanto daño a la gente? No estaría cargando con una maldición de estas magnitudes a mis espaldas de ser una buena persona, ¿no? Claro que sabía lo que tenía que hacer para librarme de esto, y podría simplemente haberme escabullido al mundo muggle y engatusar a alguna chica con la que pasar el rato. Con un poco de suerte todo se habría acabado ahí. Yo habría desaparecido de sus vidas. Asunto resuelto. Quién sabe, tal vez hasta me cruzara por las calles de Hogsmeade con un niño que se pareciera a mí unos años más tarde, cuando le llegara la carta de Hogwarts. Pero los Malfoy siempre hemos escalado hasta la cima a base pasar por encima de los demás. ¿No lo ves, Granger? No puedo conseguir lo que quiero si eso supone arruinarle la vida a alguien. A lo mejor lo habría hecho antes, cuando el ansia por conseguir lo que quería me nublaba la vista y no pensaba en los demás, pero no ahora. Quiero romper el círculo. Y no, no te dije nada porque no quería que te sintieras en la obligación de tener que ayudarme. ¿Crees que quiero traer un niño al mundo para hacerle cargar con el peso de semejante apellido? Yo…
Hermione se sentía abrumada por aquel arrebato de sinceridad tan inesperado. En realidad, ahora podía ver que Malfoy era muy distinto a lo que mostraba de cara a los demás. Podía sentirlo en el aire que ambos respiraban en ese momento, en la serenidad de su afilado rostro al hablar de cómo no soportaba la idea de embarazar a traición a una joven desconocida a pesar de que la alternativa era su propia muerte.
Y ahora, en ese preciso momento, Hermione podía ver por qué se había sentido atraída por él en los últimos días. Porque se había dado cuenta de que, en la intimidad, cuando nadie más miraba… Draco Malfoy era una persona diferente a la que mostraba a los demás.
Y podía entender perfectamente lo que decía. Era una locura siquiera plantearse tener un embarazo adolescente. Pero Hermione se había dado cuenta de una laguna en la maldición. De algo tan pequeño, tan ínfimo, que podía pasar desapercibido para cualquiera. De hecho, ni siquiera creía que Beatrice Brown hubiera reparado en ello a la hora de maldecir a Malfoy.
—De hecho… creo que hay una manera… —terció—. Hay una manera en la que puedo ayudarte.
La gente había empezado a volver de la cena, así que el chico bajó la voz para añadir:
—No veo cómo podrías. Ya te he dicho que no quiero…
—No será necesario —le aseguró, cortándole—. Tampoco entra en mis planes tener hijos en este momento.
El Slytherin la miró con reciente curiosidad.
—Te escucho.
Hermione cerró los ojos un segundo, concentrada en encontrar las palabras más adecuadas y ordenarlas en frases para darse a entender de la forma en que quería.
Cuando se sintió preparada para explicarle aquello de la mejor manera posible, empezó a hablar:
—Según Brown debes embarazar a una nacida de muggles, ¿no? Bien, eso supone… inseminar a una chica. En ningún momento habla de la responsabilidad de la chica en cuestión de parir a un niño —prosiguió, bajando la voz para que nadie se enterara de la extraña conversación que estaban manteniendo, inclinados hacia adelante y levemente encorvados—. ¿Ves…? ¿Ves por dónde voy?
Por la manera en la que el Slytherin había ido abriendo la boca poco a poco a medida que ella hablaba, estaba claro que no había contemplado esa posibilidad ni siquiera remotamente.
Pero era una opción. De hecho, su mejor opción.
—Beatrice Brown quiere que embaraces a una… nacida de muggles —siguió diciendo—. Pero seguramente pasó por alto que el proceso puede interrumpirse. Si se hace dentro de las siguientes cuarenta y ocho horas solo serán unas pocas células, ¿entiendes? Hay maneras seguras para hacerlo. A veces los accidentes suceden, incluso en el mundo mágico.
Draco asintió, asimilando aquellas palabras en su cabeza. Palabras que acababan de brindarle una solución a su problema. Palabras que seguramente iban a convertirse en su salvación.
—Sí, sí, tiene sentido —dijo, pensativo—. En cuanto este estúpido castigo se termine le pediré a Snape que busque alguna manera de sacarme de aquí y llevarme a algún sitio donde pueda encontrar… —Se detuvo, visiblemente incómodo—. Tal vez pueda usar la lesión de mi brazo para hacer que visite a un especialista en San Mungo, donde podría fácilmente escabullirme a Londres y…
En cuanto Hermione procesó lo que le estaba diciendo, sonrió, aunque el gesto no se le reflejó en los ojos.
No sabía por qué había asumido que él querría que la chica en cuestión fuera ella, pero inconscientemente lo había hecho. Tal vez porque había sido ella la que había descubierto la pequeña falla en la maldición, o quizás porque era la nacida de muggles que tenía "más a mano" por culpa del castigo que los encadenaba. Pero ahora le quedaba claro que ese no sería el caso.
¿Cómo lo haría? ¿Buscaría a alguna chica que quisiera solo algo de una noche y pasados unos días volvería con una poción para hacérsela beber… tal vez con un imperio mientras estuviera dormida?
Sea como fuera que planeara hacerlo, eso ya no era problema suyo.
Ella había cumplido y le había ayudado a descubrir una manera de deshacerse de la maldición sin llegar a darle con el gusto a la señora Brown y sin morir en el proceso, como podría haber pasado todas las veces que Snape había intentado arrancársela del cuerpo a la fuerza.
Hermione se estremeció ante la idea. Recordaba muy vívidamente el momento en el que había visto el alma de Malfoy saliéndosele del cuerpo, como un aura borrosa a su alrededor, mientras el profesor trataba de separarla de la maldición para extraerla sin matarlo. Pero estaba tan pegada a ella que, de Snape haber hecho un movimiento un poco más brusco de lo normal, Hermione habría presenciado cómo se le terminaba saliendo del cuerpo, cuerpo que habría caído inerte al suelo del despacho, a sus pies.
Sentía tantas emociones a la vez que en cierta forma se sentía sobrecogida. Incomodidad por aquel recuerdo, horror por lo que podría haber pasado, alivio por haber encontrado una solución factible, decepción por el hecho de que no la considerara válida para terminar con aquel maldito asunto aquí y ahora.
Ni siquiera sabía por qué le importaba tanto.
No debería importarle nada.
Era consciente de que sus sentimientos la estaban desviando a un plano emocional en el que sentía que no tenía derecho a estar, por lo que su lado más racional intentó encontrar rápidamente un motivo para su frustración, llegando pronto a la conclusión de que tal vez era por culpa del sexo. Sí, debía ser eso. Había pasado un tiempo desde la última vez y su cuerpo ya estaba pidiendo a gritos un poco de desfogue, una noche en la que olvidarse de exámenes y responsabilidades y simplemente abandonarse al placer de la carne.
Pero igual que había encontrado un fallo en la maldición de Beatrice Brown, en ese momento también tuvo la sensación de advertir ciertas lagunas… esta vez en su propio pensamiento.
Porque si tenía la posibilidad de acostarse con cualquiera en cuanto la liberaran del castigo, ¿por qué entonces solo le parecía una idea apetecible si la persona con la que encontrarse bajo las sábanas era Draco Malfoy y no cualquier otro chico del castillo?
Su lamentable diatriba interna se vio interrumpida de golpe cuando Parkinson se dejó caer a su lado en el sofá sin previo aviso.
—¡Joder! —exclamó Hermione, llevándose una mano al corazón y presionándose el pecho como si así pudiera ralentizar los frenéticos latidos provocados en este por el susto.
—Vaya, Hermione Granger siendo malhablada… el mundo debe estar por entrar en un apocalipsis o algo así —se burló la chica, y luego miró a Harry y palmeó el sofá para invitarle a sentarse a su otro lado.
—Maldita sea, Parkinson —siguió quejándose Hermione, todavía afectada por el sobresalto—. Te detesto, ¿lo sabías?
La aludida fingió pena haciendo un puchero con los labios y marcando el recorrido de una lágrima imaginaria con el dedo desde la comisura del ojo hasta la mandíbula.
—Y yo que quería empezar a hacer méritos para ser tu amiga…
—¿De qué hablas?
—Vamos, Granger, no resultarás ser la más prejuiciosa de los seis, ¿verdad? Sería toda una sorpresa.
Hermione se inclinó hacia un lado para preguntarle a Harry con la mirada de qué demonios hablaba la chica con la que compartía el castigo, pero Pansy también se inclinó para volver a convertirse en el centro de su visión.
—Digo, Granger, que tal vez esta semana no haya sido tan mala como creía que sería. —Hermione, quien había arqueado una ceja, volvió a adquirir una posición erguida. La Slytherin la imitó y luego prosiguió—. Bueno, Potter no ha sido taaaaan mala compañía como esperaba, tú y ese de ahí no os habéis matado todavía —dijo señalando a Draco, que miraba a su amiga desde la cama como si hubiera perdido un tornillo—, y Blaise y Weasley acaban de confirmar en la cena que están saliendo. Ya sabes, románticamente y eso. Así que supongo que el castigo ha cumplido su propósito. Es decir, no creo que la motivación principal de Dumbledore fuera la de emparejarnos… ¿O tal vez sí? —Dirigió una mirada fugaz a Harry y luego se apresuró a colocarse el lacio cabello negro detrás de las orejas en un gesto que, por un segundo, se sintió extrañamente tímido para tratarse de Pansy Parkinson—. ¡Como sea! Creo que al menos nos hemos dado cuenta de que podemos convivir los unos con los otros, de que no nos odiamos tanto en realidad. —Cruzó una pierna sobre la otra y adoptó una posición levemente inclinada hacia la posición de Harry, dándole un poco la espalda a Hermione—. Nos hemos dado cuenta de que podemos estar cerca, juntos. Quiero decir, sin matarnos. ¿Verdad?
Hermione abrió unos ojos como platos. Solo una cosa se había quedado en su cabeza de todo lo que había dicho la chica: Que Ron y Blaise Zabini habían empezado a salir.
—Me estás tomando el pelo —le dijo, y acto seguido volvió a inclinarse para llamar la atención de su amigo, que de repente se había puesto nervioso—. ¿Me está tomando el pelo?
Harry tardó unos largos segundos en entender que se refería a él.
—Ehhhh… no, no te está tomando el pelo —dijo al fin, apartando los ojos de Pansy con dificultad—. Con lo de Ron y Zabini, digo, claro. Lo han hecho público en la cena. Ron estaba rojo como un tomate, pero Blaise le quitaba hierro al asunto repitiendo una y otra vez que siempre se habían gustado en secreto y que esta había sido la oportunidad perfecta para ser sinceros el uno con el otro.
—Sí, la sinceridad es súper importante —intervino Pansy rápidamente—. Las personas deberían ser sinceras cuando les gustan otras personas, independientemente de lo que crean que vayan a pensar los demás y esas cosas. Hay que dejarse llevar.
Hermione y Draco, que veían la escena desde fuera, despegaron los ojos de sus respectivos amigos y se miraron, compartiendo un instante cómplice en el que se preguntaban mutuamente y sin palabras un claro "¿está pasando lo que creo que está pasando entre estos dos?".
Pero Daphne y Astoria entraron en la sala común justo en el momento en el que ambos chicos se dedicaban una leve, levísima sonrisa.
La hermana menor asesinó a Hermione con los ojos y juzgó a todos los presentes con la mirada mientras agarraba el brazo de Daphne para alejarla de allí casi a rastras.
Y cuando la sonrisa de Draco se esfumó ante tal escena, solo Pansy fue testigo de cómo la de Hermione desparecía también de su rostro como si nunca hubiera estado allí.
¿Me dejas un review? :D
Cristy.
