FIC

Historias de Albert y Candy

El Beso del Highlander

Por Mayra Exitosa

La mujer que fuera la nana de la Duquesa, se limpiaba las lágrimas emocionada, a lo que Candy se quedaba atando cabos sin poder creer lo que le decían, ya que esas mujeres estaban asegurándole que ella era la hija perdida de la Duquesa de Argyll, por lo que guardaba silencio mientras que les seguía llamando por su lady, a lo que la rubia sin poder comprender lo sucedido, seguía los pasos de la mujer por un pasillo para luego entraba al túnel donde en un agujero de la pared la hacían ver a quien yacía esperando en un salón y ese era William, su William Albert, el tío de Archivald, su cuñado y… Duque de Saint Andrew. - ¿es él mi Lady? - ¡si! ¡Es él! Emocionada por verlo tan cerca y saberlo suyo, no podía creer que estuviera unas paredes de distancia, aun adolorida soportaba sus heridas con la fina capa que le dieron para no lastimarla, la mujer que la ayudaba a caminar por el pasillo para introducirla al salón donde se encontraba su marido, emocionada confirmaba a los hombres que custodiaban la puerta por la parte secreta de la entrada a ese mismo lugar- Pase para el salón, ya le informo al Administrador que lo lleve con usted. Candy deseaba correr, pero sus heridas la tenían aletargada y por muy buenos tratos que había recibido solo deseaba estar de nuevo en los brazos de su amado William.

William no soltaba el costal de tela donde yacían los cabellos de su amada, serio ya habiéndose rasurado y limpiado, colocándose un traje a petición del administrador del castillo, se quedaba sentado sin poder creer que en esos momentos lo llevaran a donde quizás yacía el cuerpo inerte de su mujer, luego de haberla amado esa madrugada de hacia tantos días que se había convertido en un sueño constante. La suave voz de su mujer mencionaba su nombre alertándolo y poniéndose de pie asustado y a la vez sorprendido, ella corrió como pudo con un vestido que mostraba casi todo su cuerpo, cubierto por una suave tela que la hacía ver mágica, pudo haber sido un sueño, si no fuera porque sus cabellos estaban cortos, evidenciando que lo que portaba en su mano que era tan real como la hermosa ilusión que tenía frente a él. - ¡Candy! - ¡Albert!

Sin poder creerlo ella lo miraba como adorando su presencia y él bajaba su rostro al verla tan frágil sin saber si tomarla o no, para evitar hacerle daño. Ya estando cerca, su mano tomo su brazo al ver como la capa se caía mostrando desnudos sus hombros solo para confirmar que no era un sueño, ella lo miraba preocupada, al notarlo delgado y con un rostro sumamente demacrado. - ¡oh cariño! ¿Por qué estas tan delgado? - Sin ti, he pedido el apetito, mi vida no tenía sentido y… - Y que hago si regreso a ti y no te encuentro sano. El rubio no pudo evitar llorar por su preocupación cuando debía ser él quien le cuestionara al verla tambaleante y todavía de pie, por lo que con cuidado la tomo de sus caderas llevándola en sus brazos hasta un enrome sillón donde la colocaba sobre sus piernas y besó sus labios donde ambos se sumergieron en ese hechizo que ella misma definía al ser besada en su boca.

- Como me has hecho padecer mi querida Duquesa. - ¿Duquesa? ¡Oh mi amado! Pensé que no volvería a ver la luz del día, pero estar en sus brazos me hace sentir tan real. - ¿esta herida? ¿Esas marcas? - Si, me encerraron en una jaula, a lo que se atoró mi cabello entre las púas y alambrones de la misma pieza, pensé que mi cuello se quebraría, pero un buen hombre, sacó un cuchillo y cortó mi cabellera, salvándome de morir.

- ¡Por Dios! ¿Un buen hombre? ¡Fueron unos malditos! al haberte extraído de tu castillo para hacerte padecer por tantos días, dejándome agonizar por tu partida y sin poder encontrarte a tiempo, sentía que el mundo de acababa y tu…. - Estoy aquí, confundida por este lugar, en el que aseguran que es mío y que nací en este castillo, como la hija de la Duquesa de Argyll. - ¡lo eres! Eres la hija escondida de la Duquesa de Argyll y tu padre fue el Duque que se despojo de ese título para protegerte y que pensaran que fuiste llevada a un internado de Francia. - ¿soy la Duquesa de Argyll? - Desde tu nacimiento, por lo que no era necesario el permiso de la corona, sin embargo el día que llegó el mensajero, no estabas en mi castillo. - Tengo tanto que contarte. - Y yo solo quiero estar contigo el resto de mi vida, así viva un sueño en este lugar. - Soy real, tanto como estas heridas que hicieron que usara este vestido tan abierto, para no lastimarme. - ¡Mi vida! Juro que mataré a aquel que se haya atrevido a robar de mi castillo a mi amada. Y ese vestido te hace ver tan hermosa como una hada de los páramos ocultos y tenerte en mis brazos hace que piense que es un sueño del que no quisiera despertar jamás. - ¡Oh Albert! no digas eso, contaba los días solo para volver a verte, no sabes todo lo que pasé. - Pero me contaras los detalles, y haré pagar a quien se haya atrevido a tales actos contra mi familia, lo juro mi vida, lo juro por mi título que haré pagar a todos lo que estuvieron robando tu tiempo a mi lado.

Las lagrimas hicieron que ambos compartieran por horas conversaciones privadas, besos ardientes imposibles de ser vistos por los demás, la hora de comer, se hizo casi cena, con los instantes en que él la escuchaba atento a lo que había vivido paso a paso desde cómo fue extraída, con el plan de culpar a otros, quien había sido el actor intelectual y a quien debían todo eso. Sin embargo, nada disminuía que ambos estaban felices por volver a estar reunidos, que juraban no volver a separarse ni una sola vez en lo que restaba de sus vidas, estaban tan sumergidos en ellos que cuidarse y consentirse se volvía la prioridad del los Duques de Saint Andrew y De Argyll.

Continuará...


Gracias por sus mensajes, sus amables comentarios en esta historia, deseando sea de su agrado la continuación.

Les Agradezco por no tomar mis escritos, ni adaptar ni utilizar por ningún medio auditivo o plataforma alterna, en parte o completa ninguno de estos.

Con sincero aprecio,

Un abrazo a la Distancia

Mayra Exitosa