Hola, lo siento por no actualizar rápido, pero...han pasado algunas cosas en la escuela...espero que les guste mi fic, sean amables.
Era de noche ya. Aproximadamente las tres de la madrugada. Y Kenshin estaba todavía en el jardín, decidió que ya era tiempo de entrar a la casa. Cruzó el pasillo silenciosamente y abrió la puerta corrediza de su habitación, pero aún así no podía dormir. Agarró su espada como siempre, se recargó en la pared, pero no conseguía dormir, los recuerdos pesaban demasiado en su mente.
Una parte de él sabía que el regreso de Tomoe era absurdo e imposible, la parte de él más pequeña. La otra parte de él, la mayor parte de su ser se aferraba desesperadamente a Tomoe, a su recuerdo, a ella. Los recuerdos de aquella noche volvieron a su mente…
"Usted provoca…..que caiga la lluvia….la lluvia de sangre….."
"Me ha visto… ¿la mato o la perdono…?
"N-no quiero que corra mas sangre…." Casi podía oler esencia de Tomoe. Casi podía sentir ese cuerpo frío caer en sus brazos, casi veía su cara manchada de sangre en la oscuridad.
Kenshin empezó a hablar en voz alta sin percatarse.
-No, no. Es la verdad, no puede ser ella, es todo una casualidad. Tomoe, ¿por qué me haces esto? No comprendo, no logro entender. Kenshin soltó la espada, la cual al caer hizo mucho ruido; apoyo los codos sobre las rodillas, y reclinó la cabeza sobre ellos. -Bien, tengo que ser congruente, esto es una jugada de mi propia conciencia Tomoe está muerta, por más que yo quiera no va a volver. Ahora estoy yo solo. Solo.- pero en ese momento, la voz de Linlin apareció en su cabeza "Perdóneme, señor, no pretendí causar molestias"- No es. Lo sé, no es ella, es ilógico. Ella está muerta. Yo la maté, yo lo sé.- la imagen de Tomoe muriendo apareció. Kenshin tembló, un escalofrío recorrió toda su espalda. "Perdóname, marido mío"- ¡YA! pensó, tratando de pelear con su conciencia. Tomoe no volvió, nunca volverá.- de algún lugar en su cabeza una voz le respondió.- Si, está muerta, eso lo sabes. No va a volver. ¿No quieres que vuelva? Si…. ¡NO! ¿En serio, no la extrañas? Si. La extraño, pero no puede volver. ¿No? No...Ella
me teme, además. ¿Si? ¿Por qué crees eso? Kaoru le dijo que yo era…Kaoru no debió de haberlo hecho. Ella me teme por eso. Pero si ella es Tomoe, debería de saberlo desde antes, ¿no crees? Si, debería saberlo desde antes, si ella es Tomoe… Entonces quizá no sea Tomoe. Pero…su manera de comportarse, de verse, es como Tomoe. Bien, entonces si es Tomoe. Pero eso no se puede ¡YAA!- gritó.-No....ya-ya...no se que hacer...quiero....olvidar. No soporto esto un minuto más. ¡Alguien ayúdeme! ¡Alguien...! ¡Dame una señal!
Kenshin empezó a sollozar, se podría decir que estaba llorando.
Pero las palabras de Kenshin si fueron oídas por alguien: por Linlin. Ella tampoco podía dormir, oía murmullos y sollozos, así que pensó que alguien posiblemente estaba en problemas.
Se levantó de la cama y salió de la habitación, no sabía quien era el que sollozaba. Descubrió que las palabras venían de una habitación en particular, la de Kenshin, la de aquel hombre que había sido un asesino. Ella incluso lo sabía antes de que Kaoru se lo dijera, en Otsu había una leyenda de un asesino con una cicatriz en la cara que mató a su esposa, y después quemó su casa, con su esposa muerta adentro, una historia brutal. Linlin le tenía pavor a todo lo relacionada con espadas, de hecho no podía dormir pensando en por qué había ido a caminar con aquel hombre ese día, no lo podía creer, tampoco podía creer que ese hombre que había matado a su esposa fuera tan agradable, incluso pensó que ese no era el asesino famoso, que Kaoru se equivocó al decirle. Los asesinos no lloran, ese hombre lloraba, ese hombre no era un asesino, no podría haber sido uno. Se levantó de su futón, se ajustó la yukata. Se quedó quieta un momento, desde aquella habitación le llegaban murmullos de una conversación, parecía de alguien enfadado, o atemorizado, no lo podía distinguir. ¿Quién se ponía a platicar en mitad de la noche? Caminó un poco, conforme se acercaba, los rumores se transformaban en palabras que podía comprender, aunque solo eran unas cuantas, llegó a la puerta, entró a la habitación, Kenshin se sobresaltó. Linlin entró a la habitación justo cuando decía ¡Dame una señal!
Se sorprendió, se arrastró hasta los pies de Linlin, ella lucía asustada, pero la expresión de Kenshin la conmovió. Se hincó junto a él.
-Estoy aquí. Ya no está solo. No llore, señor.
Kenshin se arrojó a sus brazos, lloraba de felicidad, nunca había sentido eso. Hacían diez años que nadie lo abrazaba, solo las niñas que lo salvaron aquella noche, y Tomoe lo habían hecho. Esperó sentir la calidez de las manos de Linlin, o de su cuerpo, pero estaba fría como el hielo, blanca como la nieve, parecía una estatua. Sin embargo, a él no le importó, solo sentía esos brazos alrededor de si mismo. Linlin lo abrazaba, Kenshin abrazó a Linlin con mas fuerza, como si ella fuera a desaparecer si él la soltaba, en medio de eso, a él le sorprendió algo. No podía sentir el corazón de Linlin, ni siquiera su pulso, sentía el suyo, sentía que se le iba a reventar la cabeza, pero ella se mantenía fría, sin creer que podía estar abrazando a aquel hombre.
-Esta es mi señal- dijo Kenshin a Linlin, la cual no le entendía- Ya se lo que tengo que hacer.
Sin darse cuenta, los dos se quedaron dormidos. Kenshin apoyaba su cabeza en el regazo de Linlin, y ella se recargaba en la pared.
Era de noche ya. Aproximadamente las tres de la madrugada. Y Kenshin estaba todavía en el jardín, decidió que ya era tiempo de entrar a la casa. Cruzó el pasillo silenciosamente y abrió la puerta corrediza de su habitación, pero aún así no podía dormir. Agarró su espada como siempre, se recargó en la pared, pero no conseguía dormir, los recuerdos pesaban demasiado en su mente.
Una parte de él sabía que el regreso de Tomoe era absurdo e imposible, la parte de él más pequeña. La otra parte de él, la mayor parte de su ser se aferraba desesperadamente a Tomoe, a su recuerdo, a ella. Los recuerdos de aquella noche volvieron a su mente…
"Usted provoca…..que caiga la lluvia….la lluvia de sangre….."
"Me ha visto… ¿la mato o la perdono…?
"N-no quiero que corra mas sangre…." Casi podía oler esencia de Tomoe. Casi podía sentir ese cuerpo frío caer en sus brazos, casi veía su cara manchada de sangre en la oscuridad.
Kenshin empezó a hablar en voz alta sin percatarse.
-No, no. Es la verdad, no puede ser ella, es todo una casualidad. Tomoe, ¿por qué me haces esto? No comprendo, no logro entender. Kenshin soltó la espada, la cual al caer hizo mucho ruido; apoyo los codos sobre las rodillas, y reclinó la cabeza sobre ellos. -Bien, tengo que ser congruente, esto es una jugada de mi propia conciencia Tomoe está muerta, por más que yo quiera no va a volver. Ahora estoy yo solo. Solo.- pero en ese momento, la voz de Linlin apareció en su cabeza "Perdóneme, señor, no pretendí causar molestias"- No es. Lo sé, no es ella, es ilógico. Ella está muerta. Yo la maté, yo lo sé.- la imagen de Tomoe muriendo apareció. Kenshin tembló, un escalofrío recorrió toda su espalda. "Perdóname, marido mío"- ¡YA! pensó, tratando de pelear con su conciencia. Tomoe no volvió, nunca volverá.- de algún lugar en su cabeza una voz le respondió.- Si, está muerta, eso lo sabes. No va a volver. ¿No quieres que vuelva? Si…. ¡NO! ¿En serio, no la extrañas? Si. La extraño, pero no puede volver. ¿No? No...Ella
me teme, además. ¿Si? ¿Por qué crees eso? Kaoru le dijo que yo era…Kaoru no debió de haberlo hecho. Ella me teme por eso. Pero si ella es Tomoe, debería de saberlo desde antes, ¿no crees? Si, debería saberlo desde antes, si ella es Tomoe… Entonces quizá no sea Tomoe. Pero…su manera de comportarse, de verse, es como Tomoe. Bien, entonces si es Tomoe. Pero eso no se puede ¡YAA!- gritó.-No....ya-ya...no se que hacer...quiero....olvidar. No soporto esto un minuto más. ¡Alguien ayúdeme! ¡Alguien...! ¡Dame una señal!
Kenshin empezó a sollozar, se podría decir que estaba llorando.
Pero las palabras de Kenshin si fueron oídas por alguien: por Linlin. Ella tampoco podía dormir, oía murmullos y sollozos, así que pensó que alguien posiblemente estaba en problemas.
Se levantó de la cama y salió de la habitación, no sabía quien era el que sollozaba. Descubrió que las palabras venían de una habitación en particular, la de Kenshin, la de aquel hombre que había sido un asesino. Ella incluso lo sabía antes de que Kaoru se lo dijera, en Otsu había una leyenda de un asesino con una cicatriz en la cara que mató a su esposa, y después quemó su casa, con su esposa muerta adentro, una historia brutal. Linlin le tenía pavor a todo lo relacionada con espadas, de hecho no podía dormir pensando en por qué había ido a caminar con aquel hombre ese día, no lo podía creer, tampoco podía creer que ese hombre que había matado a su esposa fuera tan agradable, incluso pensó que ese no era el asesino famoso, que Kaoru se equivocó al decirle. Los asesinos no lloran, ese hombre lloraba, ese hombre no era un asesino, no podría haber sido uno. Se levantó de su futón, se ajustó la yukata. Se quedó quieta un momento, desde aquella habitación le llegaban murmullos de una conversación, parecía de alguien enfadado, o atemorizado, no lo podía distinguir. ¿Quién se ponía a platicar en mitad de la noche? Caminó un poco, conforme se acercaba, los rumores se transformaban en palabras que podía comprender, aunque solo eran unas cuantas, llegó a la puerta, entró a la habitación, Kenshin se sobresaltó. Linlin entró a la habitación justo cuando decía ¡Dame una señal!
Se sorprendió, se arrastró hasta los pies de Linlin, ella lucía asustada, pero la expresión de Kenshin la conmovió. Se hincó junto a él.
-Estoy aquí. Ya no está solo. No llore, señor.
Kenshin se arrojó a sus brazos, lloraba de felicidad, nunca había sentido eso. Hacían diez años que nadie lo abrazaba, solo las niñas que lo salvaron aquella noche, y Tomoe lo habían hecho. Esperó sentir la calidez de las manos de Linlin, o de su cuerpo, pero estaba fría como el hielo, blanca como la nieve, parecía una estatua. Sin embargo, a él no le importó, solo sentía esos brazos alrededor de si mismo. Linlin lo abrazaba, Kenshin abrazó a Linlin con mas fuerza, como si ella fuera a desaparecer si él la soltaba, en medio de eso, a él le sorprendió algo. No podía sentir el corazón de Linlin, ni siquiera su pulso, sentía el suyo, sentía que se le iba a reventar la cabeza, pero ella se mantenía fría, sin creer que podía estar abrazando a aquel hombre.
-Esta es mi señal- dijo Kenshin a Linlin, la cual no le entendía- Ya se lo que tengo que hacer.
Sin darse cuenta, los dos se quedaron dormidos. Kenshin apoyaba su cabeza en el regazo de Linlin, y ella se recargaba en la pared.
