Al llegar a Kyoto se arrepintió de haber ido allí. Ese era el lugar, donde tanto había vivido, donde tanto había sufrido, donde tanto había matado. Pero también donde había vivido alegrías, con Tomoe y con Kaoru por igual.
Al desembarcar anduvo un rato por los muelles, gastando el sueldo que le habían pagado en el barco. Necesitaba unas sandalias nuevas, pues las que tenía las había gastado de tanto caminar, compró otras. Después fue a recorrer el centro de Kyoto, era el mismo centro que había recorrido con Tomoe hace 10 años, era el mismo que había recorrido con Kaoru cuando venció a Shishio. Se acordaba de cada detalle. Buscó la antigua taberna donde había comido con Tomoe aquella vez. Encontró pronto el edificio, todavía era la misma por fuera. Entró, era también la misma de entonces por adentro, excepto que no había hombres con espada por todas partes, pidió una mesa, y le dieron la misma en donde se había sentado con Tomoe. Pidió sake, y lo bebió a la salud de Tomoe, estuvo largo rato ahí sentado con la mirada perdida, tan triste era aquello. Tan tranquila pudo haber sido su vida con Tomoe, y no la aprovechó. Después de unas horas se levantó con decisión, fue a la tumba de Tomoe.
-Aquí me tienes otra vez. Dime ahora cuales son tus deseos, los cumpliré, esposa mía. Contesta.- pero la lápida a la que Kenshin le hablaba nunca contestó. - Por favor, no puedo más. No se que hacer. Ayúdame....por favor.
Kenshin cayó de rodillas, tanto esfuerzo, tanto caminar, para al final encontrarse con nada. En Kyoto el pesaba encontrar la respuesta, pero lo que encontró solo lo hacía dudar mas.
Después de mucho de estar contemplando la lápida, Kenshin se fue a una posada a dormir. Esa noche, como en muchas otras, extraños sueños lo perturbaron.
Al día siguiente fue a...la antigua fortaleza de Shishio, donde había pasado tanto.
Casi no quedaba nada de lo que antes fue. Solo escombros. Algunas paredes de la entrada quedaban en pié todavía. Kenshin entró. Ahí fue el lugar donde estuvo cerca de morir, ahí era.
Entró a la sala donde hacía tanto tiempo había peleado con Soujiro. ¿Qué habría sido de él? Kenshin siguió caminando, al fin llegó a las ruinas de la estancia donde había peleado con Shishio, ente todos los escombros había algo que brillaba, era...la espada de Shishio. Kenshin la cogió entre sus manos, sintió repulsión al tocarla, pero a la vez, se sentía extraño tomar la misma espada que estuvo a punto de matarlo, de pronto la soltó, como si la espada le quemara las manos, sin embargo, cuando la espada estuvo en el piso, Kenshin no dejó de mirarla. En aquel tétrico lugar, Kenshin pensaba encontrar la respuesta que tanto anhelaba, pero nada encontró ahí.
En la noche tuvo un sueño muy extraño. Estaba de nuevo frente al templo de Otsu, pero ya no como Battousai, sino como Kenshin. Caminó un poco, lo que vio le aterrorizó. Eran Tomoe y Kiyosato, tomados de la mano, exactamente como lucían cuando murieron. Estaban todos llenos de sangre, sin embargo el aspecto de sus caras no era malo. Las heridas de Tomoe estaban abiertas, se veía escalofriante.
Kenshin se detuvo, asustado. Pensó que Kiyosato quizá quería vengarse de el. Tomoe se aparto de Kiyosato y se puso a unos metros de Kenshin, aunque su aspecto era el de un fantasma, le dirigió una linda cara a Kenshin y le tendió la mano.
-Ven, Battousai. Toma mi mano.- la voz de Tomoe retumbaba de manera muy extraña, tenía eco. Kenshin obedeció, Tomoe le tocaba la cara con las manos, lo acariciaba, se sentía muy bien, a pesar de estar en un lugar que le traía tan malos recuerdos y de que las manos de Tomoe eran tan frías y cortantes como el hielo. Tomó la mano de Tomoe y cerró los ojos, ella lo guiaba, mientras caminaban, Tomoe dijo "ahora, déjame ir", pero Kenshin no entendió lo que quería decir. Después de un momento volvió a abrir los ojos, pero Tomoe ya no era la que le tomaba la mano...era Kaoru, la frialdad de Tomoe se había ido, para dar paso a la cálida mano de Kaoru
-Vamos, Kenshin. Ahora estas en casa.- le decía ella dulcemente.
Kenshin asustado movió la cabeza a todas direcciones tratando de encontrar a Tomoe. Vio el templo de Otsu, parecía estar muy lejos ahora, ahí estaba ella con Kiyosato, tomados de la mano. Tomoe levantó la mano en señal de despedida.
-Adiós, Kenshin. El segundo que me ha amado.
La visión de Tomoe desapareció. Ahora Kaoru lo llevaba a otra parte. Kenshin reconoció el camino, era el camino del dojo. Cuando estaban a punto de entrar, una sombra se interpuso. Era una figura encapuchada que traía una espada y los amenazaba.
-Prepárense. El castigo divino les llegará ahora.
-Muéstrate.-dijo Kenshin.
La figura obedeció, se descubrió la cabeza. Lo que estaba debajo de la capucha hizo temblar a Kenshin. La figura era él. Era Battousai.
Battousai se preparó para lanzar el ataque.... Kaoru cayó, herida de muerte…
Kenshin despertó, cubierto de sudor. No pudo volver a dormir. Pasadas unas dos horas en las que en vano trató de volver a dormir, se levantó.
-Tengo que ir a Otsu, debo ir.
Y así lo hizo. Se puso en marcha esa misma noche hacia Otsu, que no queda muy lejos de Kyoto, junto al lago Biwa. Llegó justo al amanecer al templo de Otsu. Era el mismo de la última vez, lleno de nieve y frío, Kenshin casi podía ver la nieve manchada de sangre, casi podía escuchar su propia voz y la de Tomoe.
"¡¡¡¡¡TOMOE!!!!!!!!!", y un vago rumor y un eco le decía "lo lamento, marido mío…lo lamento".
La atmósfera de aquel lugar era tétrica, pero no como aquellas en las que hay frío y ruidos extraños, vagos rumores, no. Era un terror sobrenatural, el ambiente estaba tan quieto que no parecía normal, ni la hoja de un solo árbol se movía, ningún pájaro cantaba, nada. Kenshin se puso muy nervioso, volteaba en todas direcciones, pensando en que alguien lo seguía, comenzó a ponerse paranoico.
Le parecía que cada roca, cada rama, cada copo de nieve le decía "aquí has derramado sangre"
Entró al templo. Era aún más frío y melancólico que el exterior. Kenshin recordó todo el dolor y sufrimiento que había vivido ahí. Recordó toda su desesperación y rencor cuando Tomoe murió, quería verla, hablarle, por lo menos disculparse, pero no podía.
-Dime que debo hacer ahora.
Solo hubo silencio, ninguna respuesta para él.
-Dame una señal. Te lo agradecería mucho. ¿Qué debo hacer? ¿Debo hacer caso al sueño que tuve?
Una suave brisa agitó el aire. Kenshin lo interpretó como un "si".
-¿eso es lo que debo hacer?
La suave brisa se transformó en un viento fuerte. Pareciera que Tomoe le decía "Si, si, no dudes mas, deja de dudar, o después será ya muy tarde para ti".
-Gracias por mostrarme el camino.
La suave brisa de nuevo sopló, diciendo "Gracias por dejarme ir"
Al desembarcar anduvo un rato por los muelles, gastando el sueldo que le habían pagado en el barco. Necesitaba unas sandalias nuevas, pues las que tenía las había gastado de tanto caminar, compró otras. Después fue a recorrer el centro de Kyoto, era el mismo centro que había recorrido con Tomoe hace 10 años, era el mismo que había recorrido con Kaoru cuando venció a Shishio. Se acordaba de cada detalle. Buscó la antigua taberna donde había comido con Tomoe aquella vez. Encontró pronto el edificio, todavía era la misma por fuera. Entró, era también la misma de entonces por adentro, excepto que no había hombres con espada por todas partes, pidió una mesa, y le dieron la misma en donde se había sentado con Tomoe. Pidió sake, y lo bebió a la salud de Tomoe, estuvo largo rato ahí sentado con la mirada perdida, tan triste era aquello. Tan tranquila pudo haber sido su vida con Tomoe, y no la aprovechó. Después de unas horas se levantó con decisión, fue a la tumba de Tomoe.
-Aquí me tienes otra vez. Dime ahora cuales son tus deseos, los cumpliré, esposa mía. Contesta.- pero la lápida a la que Kenshin le hablaba nunca contestó. - Por favor, no puedo más. No se que hacer. Ayúdame....por favor.
Kenshin cayó de rodillas, tanto esfuerzo, tanto caminar, para al final encontrarse con nada. En Kyoto el pesaba encontrar la respuesta, pero lo que encontró solo lo hacía dudar mas.
Después de mucho de estar contemplando la lápida, Kenshin se fue a una posada a dormir. Esa noche, como en muchas otras, extraños sueños lo perturbaron.
Al día siguiente fue a...la antigua fortaleza de Shishio, donde había pasado tanto.
Casi no quedaba nada de lo que antes fue. Solo escombros. Algunas paredes de la entrada quedaban en pié todavía. Kenshin entró. Ahí fue el lugar donde estuvo cerca de morir, ahí era.
Entró a la sala donde hacía tanto tiempo había peleado con Soujiro. ¿Qué habría sido de él? Kenshin siguió caminando, al fin llegó a las ruinas de la estancia donde había peleado con Shishio, ente todos los escombros había algo que brillaba, era...la espada de Shishio. Kenshin la cogió entre sus manos, sintió repulsión al tocarla, pero a la vez, se sentía extraño tomar la misma espada que estuvo a punto de matarlo, de pronto la soltó, como si la espada le quemara las manos, sin embargo, cuando la espada estuvo en el piso, Kenshin no dejó de mirarla. En aquel tétrico lugar, Kenshin pensaba encontrar la respuesta que tanto anhelaba, pero nada encontró ahí.
En la noche tuvo un sueño muy extraño. Estaba de nuevo frente al templo de Otsu, pero ya no como Battousai, sino como Kenshin. Caminó un poco, lo que vio le aterrorizó. Eran Tomoe y Kiyosato, tomados de la mano, exactamente como lucían cuando murieron. Estaban todos llenos de sangre, sin embargo el aspecto de sus caras no era malo. Las heridas de Tomoe estaban abiertas, se veía escalofriante.
Kenshin se detuvo, asustado. Pensó que Kiyosato quizá quería vengarse de el. Tomoe se aparto de Kiyosato y se puso a unos metros de Kenshin, aunque su aspecto era el de un fantasma, le dirigió una linda cara a Kenshin y le tendió la mano.
-Ven, Battousai. Toma mi mano.- la voz de Tomoe retumbaba de manera muy extraña, tenía eco. Kenshin obedeció, Tomoe le tocaba la cara con las manos, lo acariciaba, se sentía muy bien, a pesar de estar en un lugar que le traía tan malos recuerdos y de que las manos de Tomoe eran tan frías y cortantes como el hielo. Tomó la mano de Tomoe y cerró los ojos, ella lo guiaba, mientras caminaban, Tomoe dijo "ahora, déjame ir", pero Kenshin no entendió lo que quería decir. Después de un momento volvió a abrir los ojos, pero Tomoe ya no era la que le tomaba la mano...era Kaoru, la frialdad de Tomoe se había ido, para dar paso a la cálida mano de Kaoru
-Vamos, Kenshin. Ahora estas en casa.- le decía ella dulcemente.
Kenshin asustado movió la cabeza a todas direcciones tratando de encontrar a Tomoe. Vio el templo de Otsu, parecía estar muy lejos ahora, ahí estaba ella con Kiyosato, tomados de la mano. Tomoe levantó la mano en señal de despedida.
-Adiós, Kenshin. El segundo que me ha amado.
La visión de Tomoe desapareció. Ahora Kaoru lo llevaba a otra parte. Kenshin reconoció el camino, era el camino del dojo. Cuando estaban a punto de entrar, una sombra se interpuso. Era una figura encapuchada que traía una espada y los amenazaba.
-Prepárense. El castigo divino les llegará ahora.
-Muéstrate.-dijo Kenshin.
La figura obedeció, se descubrió la cabeza. Lo que estaba debajo de la capucha hizo temblar a Kenshin. La figura era él. Era Battousai.
Battousai se preparó para lanzar el ataque.... Kaoru cayó, herida de muerte…
Kenshin despertó, cubierto de sudor. No pudo volver a dormir. Pasadas unas dos horas en las que en vano trató de volver a dormir, se levantó.
-Tengo que ir a Otsu, debo ir.
Y así lo hizo. Se puso en marcha esa misma noche hacia Otsu, que no queda muy lejos de Kyoto, junto al lago Biwa. Llegó justo al amanecer al templo de Otsu. Era el mismo de la última vez, lleno de nieve y frío, Kenshin casi podía ver la nieve manchada de sangre, casi podía escuchar su propia voz y la de Tomoe.
"¡¡¡¡¡TOMOE!!!!!!!!!", y un vago rumor y un eco le decía "lo lamento, marido mío…lo lamento".
La atmósfera de aquel lugar era tétrica, pero no como aquellas en las que hay frío y ruidos extraños, vagos rumores, no. Era un terror sobrenatural, el ambiente estaba tan quieto que no parecía normal, ni la hoja de un solo árbol se movía, ningún pájaro cantaba, nada. Kenshin se puso muy nervioso, volteaba en todas direcciones, pensando en que alguien lo seguía, comenzó a ponerse paranoico.
Le parecía que cada roca, cada rama, cada copo de nieve le decía "aquí has derramado sangre"
Entró al templo. Era aún más frío y melancólico que el exterior. Kenshin recordó todo el dolor y sufrimiento que había vivido ahí. Recordó toda su desesperación y rencor cuando Tomoe murió, quería verla, hablarle, por lo menos disculparse, pero no podía.
-Dime que debo hacer ahora.
Solo hubo silencio, ninguna respuesta para él.
-Dame una señal. Te lo agradecería mucho. ¿Qué debo hacer? ¿Debo hacer caso al sueño que tuve?
Una suave brisa agitó el aire. Kenshin lo interpretó como un "si".
-¿eso es lo que debo hacer?
La suave brisa se transformó en un viento fuerte. Pareciera que Tomoe le decía "Si, si, no dudes mas, deja de dudar, o después será ya muy tarde para ti".
-Gracias por mostrarme el camino.
La suave brisa de nuevo sopló, diciendo "Gracias por dejarme ir"
