FELINETTENOVEMBER
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DIA 20:
Take out
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Previamente en "La verdad sobre el amor":
Félix decide hablar con Marinette, al día siguiente de su extraña pelea. Kagami sale sin quererlo con Luka Couffaine, quien es muy directo con sus intenciones de darle como cajón que no cierra. Kagami, sin embargo, todavía quiere a Félix. Zoe, angustiada, se va a New York.
* Canción para el día de hoy: Goodbye my lover de James Blunt*
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/Parrafos en cursiva: se refiere a hechos pasados/
Un nuevo curso.
Un mismo Instituto.
Un antiguo problema.
Una diferente solución.
Para Félix, el último curso del Instituto se iba dividir en: asistir con regularidad a sus clases de mañana; no faltar a las del Conservatorio, las cuales eran tres tardes por semana; reformar la mansión viejísima que heredó de su abuela inglesa y vivir, sin sosiego ni pausa, al lado de Marinette.
Con el paso de los días, Félix se olvidaba que también tenía una casa, o mejor dicho, una mansión en Londres. El verano transcurría, y él sencillamente no pensaba que debía volver para estudiar en la Universidad, o tal vez sólo trabajar en sus empresas. Tan sólo vivía el día a día, yendo y viniendo de la panadería, escalando la fachada principal o esperando a su novia en la calle. Los padres de ella salían a verlo, lo saludaban de lejos, le preguntaban por su salud y sus estudios. Él respondía con seriedad y simpleza. Si podía, ayudaba a madame Cheng a trasportar algunas cosas, o la llevaba en su coche a hacer la compra.
Una vez, mientras esperaba afuera de la panadería a Marinette, Tom Dupain salió con unos clientes tan sólo para comentarles que el muchacho pálido que siempre estaba ahí sin entrar a la casa, no era nadie más que el nuevo novio de su hija.
- ¿Otro novio, Tom? - le dijo uno de sus clientes.
- Sí, éste es violinista y no es francés, sino británico. - respondió Tom, señalándolo con ambas manos abiertas, como si alguien enseñara un animalito en adopción.
Los amigos de Tom Dupain examinaron a Félix de arriba a abajo, minuciosamente. Observaban con detalle a su estuche de violín, a su raro traje y a su correctísimo peinado. Murmuraron entre ellos.
- Y celíaco. - añadió su suegro.
Un lamento fue lanzado al unísono por todos esos hombres diversos. Había viejos y jóvenes. Alguna señora entre ellos. Eran varios. Media docena o algo así. Félix prefirió mirar al vacío y rogó para que su novia saliera pronto. Escuchó que esas personas murmuraban tan bajito que Félix no logró entenderlo. Se sintió incómodo. No porque debía esperar afuera de la panadería, sino por haber sido expuesto por Tom. Por supuesto, no se quejó y aguantó estoico toda esa presentación.
- ¡Papá!- Marinette salía de su casa, ahuyentando a cuánta persona estuviera cerca suyo. - Ya te he dicho que no hables así de Félix. -
Tom se disculpó, pero le indicó que era necesario, porque la gente hablaba del extraño chico, bien vestido y con un Audi carísimo, quien habitualmente estaba plantado como un árbol, en la acera.
- Perdónalo. - murmuró su novia, una vez que ambos estuvieron montados en el coche. - Algunas veces, no se porta bien. -
En cambio, con la madre de Marinette, Félix se llevaba genial.
Le hacía de chófer, de vez en cuando. La llevaba a sus clases de manualidades, o al barrio chino. No siempre acompañado de Marinette. Sabine Cheng hablaba sin cesar, contándole cosas de su hija o de ella. Y Félix sólo escuchaba en silencio, sin hablar. Sonreía levemente, con beneplácito. Esa actitud le gustaba a Sabine. Tan callado y serio. Parecía bastante maduro. Lástima que no pudiera comer ni acercarse a la panadería. Le hubiera encantado hornearle tartas y empanadas. Al igual que Marinette, Sabine compartía la opinión que su condición con el gluten era una enfermedad mortal. De hecho, lo era, por su excesiva reacción alérgica. Sabine también aprendió que en el bolsillo interior de su chaqueta, Félix Graham de Vanily llevaba, por lo menos, dos jeringuillas precargadas de adrenalina, por si hiciese falta.
Sabine se horrorizó de ese hecho, la primera vez que Marinette se lo dijo.
- ¿Fuiste a ver al médico de alergias, Félix?- le preguntó una tarde, Sabine Cheng.
Habían momentos como ése, en los que Félix se sentía adoptado por la familia de Marinette. Incluso Tom, que era alguien peculiar y bonachón, con tendencia a la violencia en algunas ocasiones,le lanzaba una fruta desde el mostrador de la panadería. Algunas veces, hasta botellas de agua. Siempre, Tom apuntaba a su cabeza. Siempre, Félix las atrapaba al vuelo.
- Sí, he ido. Me ha dado unas pastillas, y me ha propuesto intentarlo. - respondió él.
Le explicó en los siguientes minutos, lo que planeaba hacer. Básicamente, era exponerse al gluten. No comerlo, tan sólo, acercarse. Tendría que hacerlo. No podía pasarse toda la vida en la calle, como si fuera un perro callejero. Para ello, debía sumergirse en corticoides y pastillas para la alergia. Y luego, plantarse a una distancia prudencial de su enemigo mortal.
Sabine asintió, contenta de que por fin podría invitarlo a casa, hacerle pasar al salón y seguir investigando sobre el muchacho muy independiente que era el primo de Adrien y ahora, novio de Marinette. Un muchacho libre. Un muchacho que... vivía solo, iba al médico solo, iba a estudiar sólo, controlaba sus gastos y avanzaba en la vida, solo.
Era huérfano de padre, lo sabía, ¿pero también de madre?
Sabine no entendía esa extraña (y lujosa) dinámica familiar.
Los días que le tocaba Conservatorio, Marinette lo esperaba a la hora de la salida. Lo veía caminar hacia ella, mientras sus compañeros lo felicitaban por su talento. Casi siempre, unos niños pequeños le atajaban el paso, para que les mostrara alguna canción, o algún movimiento en el violín, o le pedían consejos. Félix se los daba, les respondía, pero Marinette sabía en el fondo, que a Félix eso no le gustaba.
Socializar.
Conocer gente.
Hablar con sus padres.
Félix Graham de Vanily estaba haciendo muchísimas cosas que jamás pensó hacer.
Ella se lo recompensaba, a solas en su habitación del Hotel. O en la última fila de asientos de la sala de cine. Algunas veces, le obligaba a ir a las afueras de París, y en un aparcadero abandonado, también le agradecía todos sus sacrificios. Félix siempre volvía con una sonrisa en el rostro, un rubor en las mejillas y con un suspiro en los labios.
Marinette se encontraba satisfecha.
Ella vivía en una nube de amor y placer. Se levantaba por las mañana, desayunaba lo que su madre le ponía en la mesa. Salía caminando de su panadería e iba entusiasmada, a las clases del último año del Instituto. Suspiraba, alegre, pensando en su novio. En lo mucho que sufrió por tenerlo, en lo mucho que disfrutaba mantenerlo.
Habían tenido una pelea seria, casi la primera semana que formalizaron como pareja.
Ni siquiera ella recordaba porqué pelearon.
Tan sólo recordó la sorpresa que se llevó, cuando lo vio entrar desde su balcón hasta su habitación, sudoroso, pálido pero sonriente:
"- Cada vez se me hace más fácil. - murmuró Félix, secándose el sudor de la frente.
Marinette estaba en pijama. El día anterior se había peleado con Félix, por algo que él dijo o algo en lo que insistió. Recordaba que era algo referente a Adrien. Pero a ella le agobió perder a su novio y le llamó, tan sólo para decirle lo mucho que lo quería. Y no pudo decir más. La llamada con Félix había terminado y no pudieron hablar. Luego de eso, se tumbó en su cama a llorar...y así hasta el día siguiente. Como todos los días, Alya Cesaire le había preguntado qué tal estaba y ahí fue cuando sintió que a Marinette algo le pasaba. Así que su amiga dejó de lado los mensajes de texto y la contactó.
Así que Alya llevaba conversando por videollamada con Marinette, intentando sonsacarle el porqué estaba tan destruida y tan triste.
Marinette se dio cuenta que su todavía novio se había colado, nuevamente, en su habitación, sin su permiso.
- Marinette, ¿Hay alguien ahí? ... escuché ruidos ¿es tu madre? - dijo Alya Cesaire, preocupada.
Marinette colgó antes que Alya pudiera ver cómo Félix bajaba por las escalerillas y se le abalanzaba a su novia, por detrás, sujetándola de la cintura. Apoyó su barbilla sobre su hombro y la meneó suavemente de un lado hacia el otro.
No se dijeron nada.
Con lentitud, la volteó hasta tenerla frente a sí.
Félix le cogió la cara con ambas manos, acariciándole las mejillas y tocando el rastro seco de las lágrimas de ella.
- Lo lamento, de verdad. Pero... No sé qué lamento. Todo. Lo lamento todo. Lo que sea. Perdón, yo...-
Ella no lo dejó terminar. Lo besó con frenesí. Sorprendiéndolo. Era casi una agresión. Un beso violento y posesivo. Él trastabilló y cayó de espaldas, llevándola consigo.
- Mari, cielo...-
Eso fue lo último que dijo, porque luego Marinette volvió a lanzársele encima, besándolo otra vez. Cuando se separó de él para tomar aire, ella se incorporó y sin dudar, se quitó la camiseta del pijama. Félix, hasta ese momento, había pensado en entablar una conversación conciliadora con su novia, explicar su actuación, volverle a decir lo mucho que le quería y lo dispuesto que estaba para que todo estuviera bien. Sin embargo, lo que veía lo dejaba sin palabras y sin reacción.
Era evidente que ella no quería conversar.
Sólo quería... acción.
¿Así eran las reconciliaciones? ¿Así era firmar la paz?
¿Pelearse de modo inexplicable? ¿Perdonarse de modo inexplicable?
¡Qué difícil era el amor!
Veinte minutos después, Félix estaba absolutamente deshidratado y desnudo con Marinette encima suyo, jadeando de fatiga y tiritando de amor. Él no podía hablar, se sentía al borde del desmayo. Quizá le dio un golpe de calor. Después de todo, le había costado mucho escalar y luego hacerle el amor como si no hubiera mañana. Pero había valido la pena. Marinette lucía feliz de nuevo. Sudorosa, temblorosa, pero feliz.
Y ella lo besaba ahora tiernamente en los labios, en las mejillas, en el cuello.
- Te amo, perdóname ¿sí?. - murmuró ella, mientras le lamía la oreja.
Él ni siquiera sabía qué debía perdonar.
Y asintió por inercia."
Después de esa pelea, volvieron a ser los novios de antes, aunque nunca hablaron ni explicaron nada.
De qué pelearon, ninguno lo sabía o no lo quisieron recordar.
Sus problemas, los dejaron debajo de un tapete, y fingieron inconscientemente que no existían.
Quizá sólo era cuestión de tiempo para que la mierda oliera.
Pero ellos se querían.
Eran amantes muy intensos por esa época. Sería el verano. En realidad, se amarían mucho, siempre. Sólo que no lo sabían. Sólo sabían que ya estaban bien. Tendrían más peleas, más reconciliaciones.
Y más problemas.
Uno de ellos, con nombre propio.
Adrien Agreste era un asunto complejo.
Todo el verano, ese asunto, quedo latente. Como una pluma cayendo eternamente sobre el césped.
Félix sinceramente esperaba que ya alguno de sus amigos se lo hubiera dicho. Tal vez Alya o Nino. O Chloe. Quizá ya alguien le habría comentado algo como: "Félix es el novio de Marinette". Era imposible que no lo supiera. Aunque algunas veces, Adrien no se daba cuenta de lo que sucedía a su alrededor. También en eso radicaba su fortaleza. Adrien era bueno, e inocente. O eso pensaba Félix.
Otro asunto pendiente para Félix, era su madre: Amelie.
Todo ese verano, Félix no había logrado hablar con su madre sobre Marinette, porque Amelie Graham no quería escuchar nada de ella. Le cambiaba la conversación o directamente le decía que no quería conocer a nadie distinto a Kagami Tsurugi. Félix le colgaba el teléfono. Se enfadaba muchísimo con su madre, por su rancia actitud. Le dejaba de hablar por días. Luego, volvía a escribirle a Amelie para saber cómo estaba o donde estaba. Amelie le contestaba, hablando de cualquier tema, excepto del más importante, Marinette.
Algo parecido le pasaba con Adrien.
Si Amelie Graham evitaba a su novia, Adrien Agreste lo evitaba a él.
Lo confirmó cuando recibió un mensaje en su teléfono a mediados de Agosto.
Zoe le había enviado una foto de ella misma, sonriendo al lado de alguien conocido en medio de una fiesta de verano en New York. Adrien Agreste lucía contento, mientras la abrazaba de la cintura. Ella estaba guapísima, vestida con un top negro y una falda plateada. El piercing del ombligo brillaba como siempre, aunque ahora le había puesto una cadenita que colgaba. Además, Zoe se había recogido el pelo en una coleta y usaba pendientes larguísimos, junto con un maquillaje recargado. Parecía tener más años de los que aparentaba. Adrien se vestía como siempre, pantalones vaqueros y una camisa informal, con el pelo desordenado y esa sonrisa tan hermosa que jamás en su vida, Félix pudo imitar.
Félix, al ver la foto, frunció los labios haciendo una horrible mueca.
Reflexivo, no se percató que Marinette se empinaba y observaba sobre su hombro lo que captaba su atención.
- Oh. - escuchó que ella dijo. - no sabía que Adrien estaba en New York. -
- Yo tampoco. -
Pero no le importaba. Sin embargo, sí que se preocupó porque Zoe Lee estaba inmersa en el mundo del que siempre había huido. Félix recordó cada vez que la vio de niña, llorando en un rincón, escondida de todos, huyendo de Audrey Bourgeois y de su obscena intención de enseñarla como un trofeo, como una niña perfecta. A Adrien le hacían lo mismo, sólo que él no lloraba. Y le querían. Adrien había sido querido. Había vivido sumergido entre los brazos de su madre. En cambio, Zoe había vivido oculta entre cortinas, huyendo de su madre y de los flashes de la cámara. De seguro que los abrazos de las niñeras no suplieron nunca los abrazos que le debió dar su madre. Félix sabía bien que Zoe se pintaba el pelo de colores horribles en rebeldía. Y que odiaba vestirse como su madre la vestía. Por eso los vaqueros recortados, el piercing, la ropa gamberra y sin gusto.
Preocupado, Félix decidió escribirle y preguntarle cómo estaba.
Y eso hizo.
No hablo más con Marinette, a pesar que ella le estaba comentando cosas. Empezó a escribir y escribir en el teléfono, e increíblemente, a pesar de la diferencia horaria, Zoe contestaba con rapidez. Fue así que se enteró que Adrien había viajado de vacaciones y que no volvería hasta setiembre. Al igual que ella.
Zoe además, mandó fotos de ambos. De Adrien y ella. Se habían encontrado por pura coincidencia en aquella fiesta, y siguieron viéndose después, tan sólo para evitar lo que más odiaban: el modelaje.
Ella seguía comiendo lo más que pudiese, para engordar. Pero no engordaba nada.
Adrien seguía sonriendo en las fotos. Aunque no tuviese nada por lo que reír.
Ambos huían de sus vidas en París.
Definitivamente, según Félix, Marinette debía conversar con su primo apenas volviera de su esquivo viaje.
Y él...
Bajó la mirada hacia el teléfono, mandó un último mensaje.
- "Cuídate mucho, Zoe Lee. Estaré esperando tu regreso". -
En New York, Zoe abrazó el teléfono, apenas leyó ese mensaje. Tenía que ser fuerte. Y resistir. Y volver con más fuerzas, con esperanzas. Ella lucharía. Por amor, lo daría todo. Y ella lo amaba tanto.
.*.*
Y así fue como, casi sin darse cuenta, el último curso del Instituto dio inicio. Félix se concentraba en el violín, incluso escapándose de algunas clases de las que ya se sabía todo. Marinette se concentraba en sus estudios. O eso quería hacer. La mitad de las clases, se las pasaba dibujando bocetos de vestidos y trajes. O accesorios para el pelo. Sombreros, también.
Zoe volvió al Instituto, unos días después de haber empezado las clases. Alegó que su madre se había olvidado de enviarla de regreso. Debía ser cierto.
Adrien Agreste volvió a París, unos días antes de haber empezado las clases. Fue a petición de Nathalie, para que se preparara y asistiera con normalidad al Instituto.
Nino Lahiffe estudió todo el verano, mientras trabajaba con sus padres, y logró aprobar, raspando, Matemáticas. Alya, su novia, le apoyaba mucho. Pero sólo a Nino, porque a Marinette...De soslayo, en el salón de clase, Félix se percataba que Cesaire lo observaba con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho. Lucía enfadada a ratos, coincidentemente cuando él se le acercaba a Marinette.
Félix, evitando cualquier nueva pelea con su novia, decidió continuar en el Instituto con el perfil mucho más bajo que el curso anterior. Ya no era el chico nuevo. Pero tampoco era un chico bueno.
Las muestras de cariño, los besos y los abrazos se daban sólo si nadie los veía, ya sea en el Hotel, o en la calle, o en el ático después que él escalara jugandose el pellejo.
Por eso, cada vez que veía cruzar a su primo enfrente suyo, a Félix no le daban ganas de saludarlo, sino de golpearlo con violencia para hacerlo espabilar. Para decirle que el mundo es duro, y cruel, y que está bien, hay que adaptarse a ello. Y en base a esa crueldad intrínseca de la vida diaria, Félix quería confesarle que era ahora él, quien estaba con Marinette.
- No lo tomes a mal, Adrien. - le diría. - No es nada contra tí. Todo sucedió tan lento...-
Sí, eso le diría.
Pero cuando se levantaba a interceptarlo, Marinette lo amenazaba con la mirada. Cesaire fruncía el ceño. Nino lo miraba aguzando la mirada. Todos lo amenazaban en silencio, tal vez tomarían represalias.
Félix se volvía a sentar en su asiento. Tronaba sus dedos. Estiraba el cuello. Y miraba. Observaba cómo Adrien luchaba y luchaba:
- Marinette. - le llamaba Adrien Agreste por las mañanas. Se acercaba a ella, justo antes de llegar al Instituto Dupont. Eran conversaciones irrelevantes, en las cuales él le pedía verla, para hablar de lo que ella diseñaba o lo que él modelaba o hablar de moda en general, o ver una película. Marinette sonreía, trémula. Se negaba pero agradecía por la invitación. Alya Cesaire se hacía la sorda, o fingía estar ocupada y los dejaba solos. Nino Lahiffe bloqueaba cualquier otra distracción.
Félix sentía que esa situación se hinchaba cual globo, y que estallaría, haciendo estruendo.
Y estalló efectivamente, en una clase de deporte.
Baloncesto.
No había deporte que Félix odiara más.
No había razón para ello, por supuesto.
Tan sólo odio.
Probablemente fuera porque jugar con ese balón, lastimaba sus manos y le dañaba los dedos, impidiéndole practicar el violín por días. Y eso, claro, a Félix no le gustaba.
Cuando separaron la clase en dos equipos de seis personas cada uno, fue Kim LeChien quien se frotó los nudillos, sonrió malévolamente y decidió que sería capitán de uno de ellos.
- Ivan, Max, Adrien y Nino. - eligió con rapidez.
Paseó su mirada pensando en quién más. Por un segundo, enfocó a Félix pero torció los labios, en negación. Jamás lo escogería a él.
- Alix. -
A Félix no podía importarle menos. Pensaba sinceramente, quedarse en una esquina del campo, evadiendo todos los balones que le llegasen. Sólo que no esperó que su novia dijera algo.
- ¡Eso es injusto! - chilló Marinette. - ¡tu equipo es casi todo de chicos, y son más altos que nosotras! -. A su lado, Mylene jugueteaba con sus dedos. Cesaire amenazaba a Nino con la mirada, mientras que Rose y Juleka Couffaine se cogieron de las manos a la vez que también se quejaban, sólo que de forma ininteligible.
- ¿Qué dijo?. - pensó Félix, refiriéndose a Juleka. - Esa chica necesita un logopeda. -
La risa macabra de Kim le sacó de sus pensamientos. No escuchaba ninguna queja de ninguna persona. Algo planeaba, Félix estaba seguro de ello.
- ¡Marinette, te quedarás con los perdedores!. - le gritó desde un lugar lejano, Alix Kubdiel.
Vio a su novia enfadarse con Kim, abría y cerraba la boca, quejándose por el maltrato hacia ellas. Marinette se veía hermosa con el rostro ceñudo, con los manos hechas puños y con sus coletas recogidas bailoteando ante cada reclamo.
Estaba enfadadísima.
Félix deseó internamente, que todo terminara bien por el bienestar físico de LeChien. Si él le había roto la nariz, en el último cumpleaños de Cesaire, con seguridad, Marinette le rompería un par de costillas.
Tonto, Kim.
- ¡Deja de quejarte y juega, panadera! -
Una exclamación aguda, similar a un graznido se escuchó desde las bancas.
Chloe Bourgeois, su esbirra pelirroja cuyo nombre jamás recordaría y Zoe Lee se hallaban sentadas observando atentamente todo el espectáculo.
Félix buscó a Zoe con la mirada, perplejo. Pero Zoe cogió su teléfono y bajó la mirada, huyéndole. ¿Acaso ellas no iban a participar? Si era así, entonces ¿por qué él sí debía hacerlo?. ¿Y acaso Chloe no podía dejar de meterse con su novia? Odiaba cada insulto que la rubia le lanzaba a su chica. ¿Debía ir y hacer justicia? Decidió que sí. Nadie se mete con un Graham. Y Marinette lo era ya. Entrecerró la mirada, calculando qué insulto le causaría más daño a Chloe y justo cuando lo había encontrado...
- Ven. - Félix sintió un tirón en su brazo izquierdo. Marinette lo arrastraba hacia adelante. Sin ninguna pregunta, ni ningún consentimiento. Lo dejó en la semiluna central donde le esperaba Ivan. ¿Qué pretendía Marinette? De repente, Félix cayó en cuenta que era el único hombre del equipo. Intentó resistirse, volver a su esquina. ¡Cómo odiaba el baloncesto!
- Lo siento. - murmuró el novio de Mylene, tronando sus dedos frente a él. Parecía arrepentido, de qué, Félix no lo sabía. A pesar de su ignorancia, Félix optó por quedarse ahi, en mitad del campo, enfrente de ese mastodonte buenazo llamado Ivan Bruel. ¿Él no hacía daño, verdad? ¿No? No lo tenía tan claro.
- ¿Por qué dices...?- cuestionó Félix, todavía sin despertar de su sorpresa. Dios, ¿Cómo había llegado a esta situación tan bizarra? Sin embargo, no tuvo tiempo de terminar la pregunta, porque el silbato sonó y el juego dio inicio.
Nadie saltó por el balón.
Ivan El Bueno lo empujó con ambas manos, logrando sorprenderlo y mandándolo volar por un par de metros.
Nadie pitó falta.
Félix aterrizó de espaldas , golpeándose la nuca y quedando boca arriba. Una avalancha de personas le pasó por encima, todos yendo hacia el balón abandonado por Ivan. Él quedó tirado en el suelo, sin aire. Sólo escuchaba los grititos agudos de sus compañeras de equipo, y por sobre todas ellas, de Marinette.
- ¡Triple! - gritó monsieur D'Argencourt, el profesor de deportes.
Cuando el equipo contrario corría de regreso, él intentó levantarse tan sólo para volver a ser empujado ahora sí por Kim LeChien. Félix volvió a ver el suelo, ahora cayendo boca abajo. Logró poner los brazos hacia delante, protegiéndose.
Y ahí fue cuando todo empezó.
Marinette fue directo a por Kim. Kim aún reía en silencio, al ver a Félix caído. No vio venir a la menuda Marinette, ágil y ligera. Ella robó el balón y caminó rápidamente hasta plantarse frente a Kim. Los demás chicos, sólo la dejaron pasar, sin que nadie intentara detenerla. Era Marinette después de todo. Nadie se metía con ella. Era la presidenta de clase y alumna modelo. Y además tenía unas piernas preciosas y lucía bastante tierna con sus dos coletas. Algunos chicos suspiraban al verla. Adrien incluido en ellos. Félix seguía mirando el suelo, apaleado. No, nadie dijo nada. Ni siquiera el profesor, quien evidentemente debió pitar falta por coger el balón sin darle bote.
Cuando llegó frente a Kim, ella entrecerró su mirada, llena de furia y odio.
- ¡Lo pagarás! -
Y eso fue todo lo que ella dijo.
Le lanzó una patada justo a las rodillas de Kim, desestabilizándolo. Éste trastabilló atónito por el golpe, y Marinette, aprovechando que él no se defendería, le lanzó el balón a quemarropa, directo a su cara y con todas sus fuerzas.
Y Kim, nuevamente, sangró.
Por la nariz.
- ¡Dupain-Cheng! - gritó D'Argencourt. - ¡Deténgase! ¡Está suspendida! -
Chloe Bourgeois se puso de pie como un resorte desde la banca y empezó a grabar con el teléfono móvil. No paraba de reír. Sabrina la acompañaba dando saltitos de felicidad a su lado. Zoe Lee también se incorporó, dejó su teléfono en el bolsillo del chándal de deporte y se acercó rauda a ver la gresca que se desataba en el gimnasio.
- Me rompieron la nariz. - gemía Kim en voz baja. Aullando prácticamente, de rodillas y con la cabeza rozando el suelo. - Otra vez. -
Félix, todavía aturdido, intentó incorporarse por sí solo. Vio revolotear a todos sus compañeros, rodeando al profesor. Exigían algo, tal vez que se perdone a Marinette. No lo supo a ciencia cierta. Tan sólo supo, que buscó con la mirada a su novia, encontrándola en brazos de Adrien Agreste, su primo.
Adrien la sujetaba fuertemente, conteniéndola.
Marinette intentaba rematar a Kim, en el suelo. Y Adrien la abrazaba por detrás, susurrándole cosas al oído. Félix observó cómo Adrien apretaba aún más sus brazos sobre ella, justo debajo de sus pechos. Además, Adrien apoyó el mentón en un hombro de Marinette y continuó hablando con ella. Por un momento, a Félix le pareció que Adrien frotaba su mentón y su nariz por los cabellos de su novia.
Todo dolor, humillación y tiempo, se congelaron en su mente.
Y también en su corazón.
- Basta. - pensó Félix. - Suficiente. -
Definitivamente, hay cosas que un Graham de Vanily no dejaría pasar.
¿Sabes cuando has amado de verdad? Cuando ya no te reconoces ni a ti mismo. Cuando haces cosas que dijiste que jamás harías. Jugar baloncesto. Olvidar las afrentas. Y tener celos. Muchísimos. Vivir toda tu vida con un perfil relativamente bajo, para ahora, en pleno instituto parisino, armar un lío y una pelea que comentarían generaciones de alumnos, año tras año.
Jamás supo cómo llegó hasta su primo. Jamás supo cómo fue que terminaron rodando por el suelo, con estrépito y dolor.
Kim dejó de gemir. Cesaire dejó de gritar. Chloe redirigió su teléfono.
Zoe Lee, anonadada, echó a correr hacia donde los dos primos se mataban entre ellos, dispuesta a defender a Félix.
- Santo cielo. - murmuró LeChien con voz nasal, porque se apretaba la nariz que tan sólo unos meses atrás había arreglada en el hospital.
- Se van a matar - susurró para sí misma Zoe Lee Bourgeois.
- Asombroso. - masculló exultante, Alix Kubdiel. - ¡Dale más fuerte, Adrien! -
Marinette giró y a sus espaldas vio cómo su novio se llevaba por delante a su primo, cayendo unos metros más adelante. Nadie sabía a ciencia cierta, el porqué ambos estaban peleando, ni siquiera se veían que estuvieran peleando. Sólo era un acúmulo de manos y piernas, rodando en el suelo, levantándose y volviéndose a caer. ¿Quién estaba ganando? No lo sabrían decir. El profesor D'Argencourt fue quien los separó, después de pensarlo unos segundos. Quizá él tampoco sabía lo que debía hacer.
- ¡Agreste! ¡Graham! ¡Deténganse! -
Adrien Agreste se detuvo de inmediato ante la llamada de atención. Pero Félix no. No escuchó o no procesó la orden. Adrien, su primo, se quedó quieto y Félix simplemente dejó caer sobre él el último puñetazo de la contienda, directo en su mejilla.
- ¡Graham! ¡Suspendido! -
Félix volteó a ver al profesor, obnubilado por la furia y la adrenalina. Adrien estaba debajo suyo, Félix encima, a horcajadas. Probablemente, visto de lejos, pareciera que le estaba dando la paliza de su vida. Pero no era cierto, a Félix le escocía la cara, el mentón, incluso el pelo. Las manos también, el puño, los nudillos, las rodillas. Dios, ¡cómo pegaba su primo! ¡se había olvidado que también Adrien se defendía!
Sin embargo, no se arrepentía de nada.
Todavía rabioso, Félix se agachó un poco, cogió a Adrien de la camiseta y le espetó en un susurro macabro:
- No vuelvas a tocar a mi novia. -
Ese fue el golpe que más le dolió. Esas pocas palabras, para Adrien Agreste, significaron tanto...Adrien se olvidó de la paliza y de los golpes y abrió inmensamente los ojos y la boca. Su corazón se detuvo unos segundos, para volver a latir, frenético.
Mi novia, Marinette.
Marinette Agreste vs Marinette Graham de Vanily
Graham de Vanily.
Adrien no sabía en ese entonces, todo lo que ello representaba. Lo supo después. Años después. Cuando los veía en París, juntos todos ellos, una gran familia bilingüe con niños todos rubios y ojiverdes. No sabía que todo eso pasaría. Y si lo hubiera sabido. ¿Lo hubiera podido detener?
El amor es como un gran bola de nieve.
Empieza ligero y pequeño y va agradándose conforme pasan los días, nutriéndose de caricias y de vivencias juntos.
El amor.
Si Adrien Agreste hubiese sabido lo que era el amor.
Pronto, muy pronto, conocería lo que era el verdadero dolor. Sabía algo, él también, al igual que Zoe, sabía un poco cómo dolía. Había enterrado a su madre. Su padre no le prestaba atención. Así era la vida gris de Adrien Agreste...¿Quién pudo enseñarle lo que era el amor? Un muchacho vacío por dentro y deseoso de un futuro multicolor. No sabía lo que era el amor, lo perdió. No lo volvería a encontrar. Y ahí, bajo su primo, con rasguños en la cara y agujetas en todo su cuerpo, Adrien Agreste se graduaría con honores en el cursillo de "La verdad sobre el amor", impartido por la gran maestra internacional Marinette Dupain-Cheng, no no... Marinette Graham de Vanilly nee Dupain-Cheng.
Nino Lahiffe fue quien lo recogió del suelo, con la mejilla hinchada, los pelos desordenados y los ojos bien abiertos, todavía catatónico. Chloe Bourgeois le grabó con el teléfono a centímetros de su rostro. Ella seguía riendo. Zoe todavía estaba estupefacta. Kim permaneció callado, apretándose la nariz, controlando el sangrado. Y Marinette...
Ella vio con tristeza, cómo se llevaban a Adrien Agreste.
Luego observó a Félix, quien aparentemente no lucía muy afectado.
Su novio, era un egoísta como ella buenamente recordó. Siempre en los momentos más oscuros, recordamos lo malo, las lágrimas, olvidamos lo feliz que fuimos, el afecto que nos mostraron. Y ella, volvió a pensar en lo que le hizo sufrir el curso pasado, volvió a revivir cada vez que ella le hablaba y él no le prestaba atención por estar escribiéndose con Zoe. Marinette presumía que también él se contactaba con Kagami.
Y Marinette, naturalmente sintió odio.
Odio porque era celíaco y caminaba al borde de la muerte cada vez que iba a verla.
Odio porque él era tan distinto a los hombres normales.
Odio porque era más amigo de las Bourgeois que de Alya y Nino.
Odio porque él no le presentaba a su madre, cuando Kagami Tsurugi incluso cenaba con ella.
Odio porque la hizo sufrir, todo un año entero a pesar que la había besado en invierno, prometiéndole cariño y afecto, y que él, no cumplió.
Y ahora, Adrien.
Y ahora, una pelea tonta.
Sí, Marinette tenía que odiarlo por todo eso. Por sus antecedentes, por su carácter. ¡Ah!, y también le prestaba más atención al violín que a ella. Sí. Y él era egoísta, o lo fue al menos. Porque esa conversación aclaratoria nunca lo tuvieron. Félix hacía todo eso, sí...y para colmo, no oía lo que ella quería decirle.
Ese vacío, esa desazón, volvió a surgir en ese instante.
Se mezcló con el rencor, con la verguenza, con su suspensión en el Instituto y con el hecho horrible que Chloe Bourgeois lo estaba grabando todo en su teléfono.
Y además...tiempo.
Tiempo, dios, Marinette había pedido tiempo para conversar con Adrien. Y Félix no se lo había dado.
El amor es como una bola de nieve.
El desamor también.
La bola de nieve puede estrellarse contra una roca y estallar en mil pedazos.
Y la roca estaba ahí, caminando hacia la enfermería.
La roca Agreste, la que destruye la bola de nieve.
- Siempre se tiene que hacer las cosas como tú quieres, ¿No es cierto, Felix? - le dijo Marinette en voz baja, una vez se acercó a él. Félix la miró y en la profundidad de sus ojos azules, no había amor, sino algo parecido al rencor.
Félix comprendió, que había sido una equivocación, hablarle así a Adrien. Golpearlo así. Bajó la mirada, con una profunda agonía en el corazón. ¿Si ella lo amaba, no le preguntaría primero cómo estaba?. Pero no, ella fue directo a reclamarle. ¿Marinette lo amaba?. ¿De verdad?
La duda, es un puñal que atraviesa hasta el amor más resistente.
Otro tema dentro del cursillo sobre el amor.
- Te di mucho tiempo, Marinette. - masculló él, también con rencor. - Demasiado. -
Ella entrecerró los ojos, presintiendo una tempestad. Pero en ese momento, otro profundo dolor nació en su pecho. Una agonía inexplicable. Algo malo iba a pasar. Lo sabía.
Adrien no estaba haciendo nada malo. Lo de Félix había sido exagerado. ¿No?
Marinette, sin ninguna respuesta clara, se olvidó de su novio lacónico, aburrido e inglés. Ella aparcó su comentario afilado y fue, a paso raudo, hacia Adrien Agreste, quien había sido llevado por Nino a la enfermería del colegio.
Zoe Lee vio que ella se iba, abandonando a su querido Félix, y compungida, cogió a Félix por el brazo, para luego intentar arreglarle el pelo desordenado con los dedos. Lo llevó hacia un lado, cogió el bolso de deporte de Félix y se lo colgó al hombro. No pidió permiso. Ni miró a nadie más. Solo se retiró con Félix del gimnasio. Los dos juntos. Félix sin embargo, se quedó viendo el camino por donde Marinette había desaparecido.
Chloe vio a su hermanastra a través de la pantalla del teléfono.
No le gustó lo que vio.
¿Por qué Zoe era tan obvia?
Dejó de grabar y guardó su teléfono en el bolsillo.
Nino Lahiffe en la enfermería, dejó que su amigo se tumbara en la camilla y saliendo rumbo a la Cafetería para obtener hielo y ponerselo en la mejilla. Justo cuando iba saliendo, Marinette entró a la habitación. Nino abrió la boca, para decir algo, pero no encontró palabras. Sólo bajó la mirada, vio la punta de sus pies, luego miró a su amigo, derrotado y atónito en la camilla. Sintió pena por todo. Con el corazón temblando, Nino decidió que los dejaría solos para que hablasen. Y así fue. Salió a por hielo, pero no iba a volver. No podría.
Adrien Agreste la vio entrar a la enfermería, así que se levantó de la camilla, sin importarle que la cabeza aún le diera vueltas.
Félix le había golpeado fuertemente, sin quererlo tal vez, o queriendo. Daba igual. Así era su primo con él. Así era su relación. No puedes obligar a alguien a quererte, aunque sea tu familiar, tu madre o tu padre. Hay personas que están destinadas a no tolerarse, ni amarse. Y esos eran ellos dos.
Dos machos alfas en una misma familia.
Debían haber sido grandes amigos. Y sin embargo, ambos eran un desastre familiar.
Así que Adrien, enfrentó a Marinette, en la enfermería de su Instituto. No había nadie alrededor. Fue hacia ella, quien se quedó cerca de la puerta. Él se detuvo a un par de metros de distancia, porque si se acercaba más, la abrazaría fuertemente y no la dejaría ir, nunca.
Marinette se abrazó a sí misma, aún en sudadera de deporte y pantaloncillos cortos. Sus coletas lucían algo deshechas y su rostro reflejaba tribulación y miedo. Ella posó su celeste mirada hacia un punto en la pared. Adrien en cambio, la observaba fijamente, intentando memorizar su figura.
Adrien, a pesar de todo, la recordaría como ese día, tan bella y juvenil, como una niña madura y tierna. Él nunca se curaría de ella. Cada vez que la viera en los años sucesivos, él se pondría nervioso y le latiría el corazón rápido. Necesitaría siempre, unos segundos para tranquilizarse. Y si la veía con algunos de los hijos que tuvo con su primo, Adrien Agreste los observaría con detalle a cada uno de ellos, y pensaría, melancólico: - Así también se verían mis hijos, si ella hubiese sido su madre. -
Pero ella no lo fue.
Marinette Agreste vs Marinette Graham de Vanily.
Eran pensamientos que no le servían de nada, pero que los tenía.
- Soy su novia. - habló Marinette, lanzando esa bomba a quemarropa.
Adrien se tambaleó, como si alguien lo hubiese empujado.
Marinette no fue hacia él, aunque hubiese querido abrazarlo.
Se quedaron viendo en silencio, por una eternidad.
Las mejores historias de amor terminan en una boda, en un final feliz, en un "sí, acepto". Pero ellos, habían tenido una fecha de caducidad. Y así, acabo la historia de ellos, cuando ella le confirmó que ahora salía con su primo.
Con su peculiar primo.
Adrien negó, intentando convencerse de lo irreal y abstracto de esa relación.
- Pensé que me amabas, Marinette. Pensé que lo nuestro era real. - Adrien susurraba, triste. Era un discurso que él jamás quiso pronunciar. Era una decisión que nunca debió hacer. Despedirse, eso jamás lo deseó. - Marinette, nunca he amado a alguien...así como a tí...y...no creo que lo haga...porque yo...porque yo...-
Porque cada amor es único e incomparable. Puede ser el primero, o el más intenso, o el último, o el más tóxico. Pero nada es igual. Adrien deseaba un montón de cosas en su vida: un poco de amor, un abrazo de su padre, una familia inmensa que fuera a verlo cuando él desfilara. Cosas sencillas y baratas. Sólo que él, no tenía nada, a pesar de luchar por ello. A pesar de intentarlo.
De pie enfrente a ella, Adrien Agreste vio morir sus esperanzas, sus anhelos. Él nunca querría a alguien más. Ella lo había sido todo. Y nunca ellos fueron nada.
- Eso es todo, Adrien. - Apresuró Marinette. El tiempo, inexorable, les jugaba en contra. Marinette necesitaba irse de ahí, y a la vez, necesitaba dejar en claro, algunas cosas. - El verdadero amor, no siempre es el primero. Ni siquiera el último. Algunos pasan su vida, y no han amado. Otros lo encuentran muy rápido, y son afortunados. Incluso hay quienes sueñan con un príncipe azul, que le dará un hogar, hijos, mascotas, un final feliz...y en realidad, de esas historias, Adrien...ya no existen, dudo mucho que hayan existido, pero esos... son sueños, y los sueños no siempre se hacen realidad. Así es la vida. Así es el amor. -
Marinette por fin, lo miró a los ojos como antes lo hacía. Se frotó nerviosa, una manga de la sudadera. Se mordió los labios, chasqueó la lengua. Bajó la mirada por un segundo, para luego volver a clavarla sobre aquel rubio niño, tan guapo y tan bello, pero al que ya no quería.
La muerte de un amor.
Y la vida eterna de otro.
- Porque la verdad sobre el amor, es que es ...inesperado, sorpresivo. Y luego es oscilante. Y a la vez, constante. Un "no", y a la vez, un "sí". Amistad... o cariño. Odio también, mucho por cierto...y a la vez, amor. Eso es lo que tengo ahora, atravesado en mi corazón. Eso es lo que estoy viviendo en este instante, Adrien, y no, no lo estoy viviendo contigo. -
Adrien Agreste se sintió morir. Jugueteó, nervioso, con la pulsera que muchos años antes, Marinette le regaló y que él siempre llevaba en su muñeca. Tocó cada una de las piedras, acarició la superficie de cada pieza. Apretó los ojos, conteniendo las lágrimas. E hizo una mueca de desánimo. Ojalá alguien le hubiera dicho que para ganar hay que luchar. Para amar, hay que esforzarse y finalmente, entregar. No simplemente esperar sentado. No. Ojalá hubiese tenido un manual sobre cómo amar en el estante de su biblioteca. Ojalá su madre no hubiese muerto y así ella le hubiese podido enseñar. Pero él, hermoso y frágil, no supo qué hacer con tanto sentimiento. Y un buen día, el amor se le escurrió entre los dedos, cayó al suelo y otro vino y lo recogió, lo cuidó y lo volvió a lanzar al viento, y ése amor voló ligero, tranquilo, hasta que sencillamente, el primer día del Instituto, Marinette se sentó en el escritorio de al lado del que sería su compañero para siempre.
Eso era el amor.
Él lo sabía ahora, pero demoró en aprenderlo.
Las oportunidades no siempre vuelven, y la de él, se había evaporado hace tanto tiempo.
Tendría de recuerdo y consuelo, su pequeño tiempo junto a ella. Sus domingos en su mansión. Sus caminatas rumbo al Instituto Dupont. Cada salida junto a sus amigos. Ésos serían sus memorias, él se refugiaría en ellas. Las recordaría cada vez que alguien pronunciara su nombre, o cada vez que se encontrase con algún sobrino, hijo de ellos dos. Soñaría despierto con todo lo que anheló y nunca obtuvo.
Y aconsejaría aunque nadie pidiese su opinión:
- "El amor es una decisión. No la puedes dejar en manos de la suerte, hay que trabajar en ello. No hagas como yo, que confió en que el amor de ella siempre sería para mí". -
La gente que lo escuchaba, pensaría que era un hombre peculiar y solitario.
Adrien Agreste jamás se defendería de esos cargos.
Ése día, en el Instituto Dupont, Adrien Agreste entendería que nunca podría amar a alguien más. Ya no quería hacerlo.
- ¿Es tu última palabra, Marinette? ¿Es eso lo que prefieres? ¿A él antes que a mí? - Adrien sabía la respuesta, apenas la terminó de formular. Era obvio. Nunca la había visto tan radiante y feliz. Tan madura y tranquila. Paciente y serena. Ésta era la mejor Marinette que había conocido, y no era gracias a él, sino a su primo.
El corazón le escocía muchísimo, y los ojos también.
- Es mi única decisión, Adrien. - escuchó que ella le dijo.
¿Qué sería de él ahora? Todo este verano sin ella, había sido un martirio. Por suerte, había tenido a Zoe quien también estaba tan depresiva y melancólica como él. Ni el alcohol ni las fiestas, ni todo lo que hicieron, lograba borrar ese desasosiego permanente. Fue un horrible verano.
Era una horrible vida.
No había marcha atrás.
Resopló agotado, y meneó la cabeza negando, le dio la espalda y cogiendo su bolso de deporte, él se fue, con prisas. Nino volvía con el hielo. Pero Adrien no quería ver a nadie más.
Marinette, sola ya en la enfermería, arrugó el ceño y se cubrió la cara con las manos.
Y simplemente, rompió a llorar.
*.*.*
Nota de la autora:
Quiero pediros perdón por el capitulo tan corto que me ha salido, pero estaba metiendo demasiada información y creo q quedaba saturado. Este cap es uno de los principales dentro de este fic, porque lo que se viene a continuación...¿El amor es facil? Jamas! Cuando empece a escribirlo decidí que quería enseñaros como se bambolea el amor.
De un lado para otro, un sí pero no, un no pero sí.
Y al final, y al final...
Esa es la verdad sobre el amor.
De eso quería hablarles.
Una tesis personal mía, para vosotros.
Gracias a los que leeis este drama adolescente. Gracias a Manu y a Only D, y a los que habéis agregado a favoritos o en seguimiento a este fic. Me está saliendo una biblia...muchos besos a todos.
Recordad como siempre, que podéis preguntarme cualquier cosa. Estoy en IG, y en facebook. Y en Wattpad.
Además estoy publicando dos fics más, un feluka "Verde esmeralda, azul cobalto" y un felinette con mucha acción ambientada en un futuro super raro y confuso: "la ultima vez que nos vimos".
Como siempre, terminaré todo fic que empiece.
Un fuerte abrazo.
Perdonadme si estoy densa, estoy pasando por un momento muy muy difícil en lo personal. Pero creo que evado la realidad al escribir. Gracias.
CANCION: GOODBYE MY LOVER de James Blunt.
