Red Velvet
Capítulo 69: Llamada
…
¿Qué hora era?
Cuando fue capaz de abrir los ojos, ya había aclarado por completo, y se vio desorientada.
El teléfono estaba aún sobre su oreja, quedándose en esa posición durante todo el tiempo que durmió. Lo sujetó y miró la hora, ya iban a ser las nueve. Tal vez en la tarde le daría una llamada a Ruby para agradecerle, y decirle que agradecía su apoyo o algo similar, y asegurarse de no hacerla llorar por haberse dormido mientras esta hablaba.
Escuchó un golpeteo en su puerta, y asumió que esa debió ser la razón principal que la hizo despertar. Le dio permiso a la persona al otro lado para que entrase, y se giró. Pensó que si era su padre iba a fingir estar enferma, pero eso no la había mantenido en cama antes, así que era una pésima excusa.
Por suerte fue Klein.
Este tenía una bandeja en sus manos, y asumía que era el desayuno. Podía sentir el aroma a café llegarle desde la entrada, incluso podía ver el vapor moverse.
Había una mirada preocupada en los ojos del hombre que la vio crecer, esa expresión cada día que pasaba más notoria en sus rasgos avejentados. Sabía que muchas de esas arrugas fueron por su causa, o más bien, por los dramas que azotaron a esa familia, y Klein no pudo hacer nada más que mirar, sin poder mover ni un solo músculo. No tenía poder ahí, pero si tenía toda la intención de proteger a todos los que ahí habitaban.
Probablemente él sentía más culpa por lo que le pasó a su madre de lo que ella misma sentía.
Klein entró en la habitación y dejó la bandeja en su velador, no parecía querer decir nada, o más bien, parecía evitar decir algo para no incomodarla, pero no le importaba, él podía decir lo que quisiera, lo quería lo suficiente para darle cualquier permiso.
"Puse a Whitley al tanto de lo que ocurrió. Él dijo que iba a encargarse de todo lo que estuviese a su mano para que la situación no se saliese de control en la compañía."
A veces olvidaba que su hermano, al igual que ella, fueron criados para manejar la compañía, para atenerse a cualquier situación que les pudiese venir de frente. Tal vez, antes, habría dudado un poco de la intención de Whitley de ayudar, de mantener su nombre en alto y no dejar que la compañía cayese, pero solo era su yo del pasado hablando.
Confiaba en él.
Menos mal había intentado arreglar un poco más su relación con él, porque crear más bruma entre ellos no era lo más indicado, sobre todo si este podía sacarla de su puesto con facilidad. Aunque pensándolo así, podría dejarlo, ya dudaba de las intenciones macabras de él al tomar el mando, asumiendo que muchas cosas que creyó eran meras ilusiones en su cabeza.
Algunas cosas solo debieron ser un mal sueño.
"Me alegra que se estén llevando bien."
Klein volvió a hablar, sus ojos color miel observaban a través del ventanal, sus manos firmes frente a su cuerpo y una leve sonrisa en sus labios.
Podía ver genuina felicidad en él.
"Yo también."
Sujetó su taza de café y le dio un sorbo, disfrutando de la sensación del agua caliente pasar por su garganta. Tal vez comenzaría a tomarlo con un poco de azúcar de ahora en adelante.
Solo un poco, no como Ruby.
Se vio mirando hacía el mismo lado, el sol brillando radiante entre las nubes. Agradecía esa imagen que solamente el verano le regalaba.
La mañana pasó rápido, incluso durmió un poco más cuando tuvo su estómago lleno, estaba despejado así que el sol entraba por su ventana, sin darle calor, pero era reconfortante el ver los tonos claros bañar ese lugar. No recordaba la última vez que estuvo a esa hora del día en su casa, un día de semana, incluso los fines de semana, cuando no estaba con Ruby, solía ir a la biblioteca de la mansión y buscar algo para despejarse. Pero estar ahí, en cama, era algo extraño, así que se sentía rompiendo un poco la estructuración de su pasado, y esa sensación era siempre agradable.
Su padre no entró a su cuarto, al menos no cuando estaba despierta, ni lo escuchó fuera de la puerta ni recibió llamada alguna, este simplemente se mantuvo ausente, o al menos evitando confrontarla, lo que era un alivio.
Por su parte, se mantuvo ahí, inerte, mirando el techo, pensando, analizando sus recuerdos, y había una pregunta que intentó contestarse durante horas.
¿Era mejor el seguir con ese día borroso en su memoria o saber que toda su vida fue una vil mentira?
¿Cuántas decisiones tomó, y no tomó, por miedo de su padre?
Ruby siendo una de ellas, alejándola, creyendo que era lo mejor, pero no era así.
Su padre podría ser un hombre tradicional, criado fervientemente por un hombre que era incluso peor, forzándolo a cumplir ciertas expectativas. Recordó la conversación que tuvieron en la limosina. No tenía idea si el clasismo, la homofobia o el racismo de su padre eran temas zanjados por su persona o simplemente la razón de años de adiestramiento.
Así como ella misma.
Ella era así, ella miraba el mundo como su padre lo hacía, y no fue hasta el accidente que comenzó a odiar todo lo que él creía y pensaba.
Y así, le surgía otra pregunta…
¿Sus principios serían los mismos de él si recordase el accidente tal y como fue, o de igual forma habría madurado por si misma para cambiar esos estereotipos oxidados?
Tampoco lo sabía.
Cada vez que algo pasaba por su cabeza, las preguntas sin respuesta avanzaban.
¿Siquiera tenía un sentido hacerse esas preguntas?
Ruby tenía razón, el poder saber lo que ocurrió, el poder tener su cabeza libre de aquello que la martirizó por años, significaba que estaba sanando, que estaba mejorando.
Era difícil el poder digerir todo eso, probablemente estaría los siguientes años descubriendo más mentiras de su cabeza, pero ya no caería más en eso, ya sabía lo que estaba ahí y lo que no y eso la ayudaría a seguir por buen camino.
Sintió un golpeteo en la puerta, y se vio buscando la hora, ya era pasado medio día. Se le pasó volando la mañana. Le dio la entrada a Klein, que ahora venía con el almuerzo. Habían preparado un estofado, y necesitaba algo caliente. Sabía que su mayordomo almorzaba antes de servirles el almuerzo a ellos, o al menos era así cuando había alguien en casa, así que quiso monopolizarlo un poco y le pidió que la acompañase.
Ya llevaba horas en soledad, le hacía bien escuchar una voz distrayéndola de sí misma, de las preguntas sin respuesta que se hacía sin parar.
"A todo esto, la señorita Adel llamó, y dijo que iba a llamarla a su número personal en una hora."
Klein mencionó luego de unos minutos.
Coco debió de haberse enterado de lo ocurrido, por las noticias, por los chismes que adoraba, o por la misma Ruby, así que no tenía duda de cuál era la razón de su llamado, y también debía de saber que su teléfono estaba siendo completamente ignorado por ella, así que avisar era una buena idea.
Le causaba gracia el imaginarla llamando a su residencia, como si fuese una niña pequeña llamando a la casa de su amiga.
Disfrutó su almuerzo mientras Klein le hablaba de una nueva receta que quería probar, unos pasteles con crema, y entendió la vieja técnica de subirle el animo a alguien con azúcar, y podía decir que hoy, sobre todo, estaría dispuesta a probarlos.
Luego, al quedarse sola de nuevo, no alcanzó a hacer mucho, su teléfono comenzando a vibrar.
Lo habría dejado, pero ahora sabía que Coco la iba a llamar, y no estaba dispuesta a recibir ningún otro tipo de llamada que no fuese de su amiga o de su novia.
Así que contestó.
"Querida, primero que todo, ¿Quieres hablar de eso?"
No tenía animo en lo absoluto, pero se vio soltando una risa ante la voz cuidadosa de Coco, como rara vez la oía.
"No en realidad, pero a esta altura del día debo hacerlo."
Ahora la risa salió de Coco, podía escuchar barullo a su lado, y probablemente se trataba de esa máquina de café que esta tenía en su oficina, la cual metía mucho ruido, incluso más cuando el café era de un tipo más estrambótico, como el que tenía unas gotas de alcohol o el que tenía chocolate, ambos sus favoritos.
"Bueno, hay muchas cosas que debería decirte, pero lo que quiero decirte ahora, en este instante, es que si veo a ese idiota voy a dejarlo en coma con un solo golpe de mi bolso Gucci, lleno de piedras, por supuesto."
Se imaginó algo así.
Recordó un episodio de cuando eran universitarias, y había más de algún idiota que le solía decir cosas por su cicatriz, algunos usando todo su cerebro para que el comentario saliese sutilmente, y una vez, uno de ellos comentó algo cuando Coco estaba a su lado, y esta usó uno de sus bolsos carísimos para golpearlo en la cara, a esta sin siquiera importarle que él fuese el hijo del duque de no sé dónde.
Coco botó su bolso después de eso, la sangre no se salió del material.
Le agradaba escucharla así, le traía buenos recuerdos de su amistad, de sus tiempos de universidad, donde decidieron no separarse.
"Y, por otro lado, me impresionó como tu chica de rojo se abalanzó contra el mequetrefe. Sabía que esta te amaba, pero no creí que sería capaz de meterse en una pelea por ti. Mira que afortunada eres, copo de nieve."
Lo era sin duda.
Realmente se sentía bien que alguien se arriesgase así por ella, obviamente que le traía felicidad, sobre todo si se trataba de Ruby.
Aun así, no debía aceptar su mal comportamiento a ojos cerrados, o se iba a meter en más peleas, la conocía. Le gustaba esa faceta protectora, pero no quería que esta se metiese en problemas, ya los que tendría encima sin siquiera haber golpeado con sus puños, era demasiado por ahora.
"No sabría si llamarlo pelea. Él solo se estaba comportando como un idiota y Ruby lo calló."
"Ha, por la cara que tenía esa mujer, sé que estaba controlándose para no golpearlo, encontré un video en particular donde puedes ver a Ruby con sus manos empuñadas, la pobre parecía a punto de estallar de ira. Tu cachorrita sabe mostrar los dientes."
Por una parte, sintió cierta ansiedad de saber que había más videos de los que pudo imaginar, incluso esperaba que los videos de seguridad se hiciesen públicos, pero, por otro lado, tenía las ganas de repetir ese momento, de verlo, porque todo se vio tan borroso y difuso que sería bueno el darle algo de claridad, y en mayor parte, solo quería ver a Ruby, a ambas, juntas.
Verla de diferentes ángulos, de diferentes formas, y no solo eso, si no que ansiaba ver como ambas se veían juntas, una al lado de la otra, vistas de la lejanía con ojos ajenos.
Soltó un suspiro.
Coco debía pensar que fue su ex el que la dejó en su casa un día laboral, pero no era así.
Una parte si, la vergüenza de que su nombre estuviese en la boca de todos, una vez más, las palabras de él dando vueltas sin parar, pero el verdadero dolor, la verdadera razón de sus lágrimas, era otra, y Coco debía enterarse.
Le debía una explicación.
"Coco, no me tomé el día por el escándalo que él hizo, me tomé el día por lo que recordé al verlo."
Escuchó como la mujer al otro lado de la línea iba a decirle algo, probablemente soltar alguna cosa tonta para distraerla o algo así, y lo apreciaba, pero al escucharla hablar de inmediato se calló, y podía imaginar esa mueca seria que ponía cada vez que le hablaba de sus problemas. Últimamente no podía contarle demasiado, la mujer ocupada con su próxima pasarela, y no quería abrumarla con sus preguntas sin respuesta.
"¿Alguna vez te conté sobre el accidente de mi ojo? ¿Cómo sucedió?"
La mujer carraspeó, y escuchó nada más que silencio, solo el leve resonar de la taza de café siendo dejada sobre un plato.
"Me contaste que fue tu padre, que le tenías terror, pero nunca me contaste como ocurrió con detalles."
"Bueno, no te conté, porque no lo recordaba, pero al verlo a él acercarse de esa forma a mí, los recuerdos simplemente se volvieron nítidos…"
Se vio mirando su propia mano en su regazo, para luego llevarla a su ojo, pasando por la cicatriz.
Antes solía sentir dolor al tocarla, un acto reflejo por así decirlo, como que el dolor de lo que esa cicatriz significaba, lo malo que significaba, volvía. Ahora no. Ahora solo tocaba su cicatriz, y era eso, una cicatriz. Ya no tenía esa sensación desagradable en sus huesos, esa sensación de saber que su padre, el hombre que la crio, que vive en su misma casa, va a entrar para lastimarla una vez más, para herirla…
Para matarla.
Su padre tenía sus falencias, por supuesto, y ella misma fue una adolescente rebelde, y le hizo la tarea de ser padre aún más complicada, no como Whitley que acató, que mantuvo su careta, aunque difiriese. Ella no, si él decía una cosa, ella hacía lo opuesto, así una y otra vez, hacerlo enfadar era algo evidente, ella misma se habría dado una cachetada por ser una niña insoportable y muchas veces sentía vergüenza del tipo de persona que fue y de los errores que cometió por la simple razón de hacer enfadar a su padre.
¿Pero llegar a herirla? ¿Dejarla ciega? ¿Matarla? ¿Cuántas conspiraciones se tragó a ojos cerrados que involucraban a su padre?
Ahora pensaba en eso, en ese día, y veía los ojos claros de su padre completamente aterrorizados, podía sentir las manos de este en su espalda, sujetándola con delicadeza, con cuidado, podía recordar como su traje pulcramente blanco se teñía de rojo al ser él mismo quien la ayudaba, quien la abrazaba, buscando auxilio, gritándole a la servidumbre que llamase a una ambulancia.
Y eso fue solo lo que recordaba antes de perder el conocimiento.
Cuando despertó, ya veía a su padre diferente, ya lo evitó desde el primer segundo.
Sintió que una lagrima bajó por su mejilla, al pensar en el segundo exacto cuando abrió su único ojo y lo vio a él acercándose, y se alejó por inercia, creyendo que este la atacaría de nuevo. ¿Qué iba a hacer él? ¿Preguntarle cómo estaba? ¿Cómo se sentía? ¿Ayudarla a acomodarse en la camilla? ¿…Abrazarla? Las posibilidades eran infinitas, y temía saber cuál era la real, y así odiar aún más a su cabeza traumatizada.
Tal vez odiar a su padre era lo conveniente.
Lo que la victimizaba, lo que la dejaba como la buena de la historia.
Escuchó a Coco soltar un suspiro al otro lado de la línea, y por un momento se vio tan enfrascada en su mente que olvidó que estaba teniendo una conversación.
"Jacques no te hizo daño de adrede ¿No?"
Le sorprendió que Coco pudiese deducir eso con la rapidez que lo hizo, o tal vez el silencio entre ambas fue mayor de lo que imaginó.
Bueno, Coco lo conocía desde que se volvieron amigas, y cuando esta se hizo una empresaria, ver que ambos convivían eran algo del día a día. Esta siempre le decía que debía tener a sus enemigos más cerca que a sus amigos.
Sus recuerdos corruptos incluso afectaron a su amiga, como detestaba saber aquello.
"Si, todo fue un accidente, nada más. El darme cuenta de eso, de haber sido engañada por mi propio miedo, me hizo romperme de esa forma. Por suerte Ruby estaba ahí, o pude haberme desmayado ahí mismo. No pude dormir en toda la noche pensando en las posibilidades y en lo mucho que asumí de mi padre al tener un recuerdo distorsionado en mi cabeza."
Coco se quedó callada por un buen momento, pensativa, la escuchó beber de su café mientras se removía en su silla.
"Sabes, siempre desee el poder ayudarte más. El poder aliviar un poco el peso de tus hombros, pero era claro que no estoy cualificada para hacer eso. Así que cuando supe que estabas viéndote con Ruby, cuando te vi así de interesada en alguien, quise con todas mis fuerzas que fuese ella quien lograse aliviar un poco tu vida, y me alegro de haber luchado por que ambas pudiesen estar juntas, no me arrepiento de nada. Ustedes se hacen bien, y por mucho que me duela que Ruby haya robado tu corazón de mi lado, sé que ella es capaz de ayudarte a un nivel superior del que yo he sido capaz."
Nunca había escuchado a Coco así, hablar tan honestamente, sin ningún dejo de burla, exageración o sarcasmo en su voz.
Se sintió bien, oírla así.
Esta tenía razón, Ruby hizo mucho por ella en tan poco tiempo, y ahora, seguía haciéndolo. Tal vez la mayor parte de sus interacciones eran físicas, pero era en esos momentos donde la confianza entre ambas crecía. Y sabía que podía confiar en ella, Dios, Ruby abandonó su vida entera para estar con ella, sacrifico su querida estabilidad y zona de confort para salir a buscarla, sin tener ninguna garantía de que su búsqueda sería recompensada.
Pero Coco también fue una parte importante en su vida, no podía quitarle mérito.
"Me ayudaste mucho, Coco, me hiciste salir de mi caparazón y me defendiste de un montón de idiotas que solían molestarme, también, gracias a ti, pude tener un poco de libertad, mi padre confiando en ti, así que siempre fuiste un lugar seguro donde esconderme de él. Y, sobre todo, el que ayudaras a Ruby a seguir adelante con sus ideas, ayudar a que lo de nosotras funcionara, es algo de lo que te estaré eternamente agradecida. Sin ti, nuestros caminos no se habrían vuelto a unir."
Sintió el pecho apretado, las ganas de llorar abrumándola.
Sin la ayuda de Coco, seguiría en el mismo camino de siempre, seguiría sufriendo por los vestigios corruptos en su memoria y la oportunidad de ver a Ruby una vez más sería completamente desechada.
Tendría una vida de mierda, sin tener a nadie en quien apoyarse.
Tal vez el que sus recuerdos volviesen era algo malo, o más bien su pasado fue malo, pero ahora, no podía quejarse. La vida que tenía en ese preciso instante no era mala en lo absoluto.
Si bien había rumores y todo un caos con su nombre en internet y en las noticias, todo lo demás estaba bien.
Su trabajo estaba bien.
Su familia estaba bien.
Su amistad estaba bien.
Su vida amorosa estaba bien.
Tal vez tenía cosas que había perdido en su vida, como su madre y su hermana, pero eso no fue su culpa, no tenía ningún peso su existencia en las decisiones que ambas tomaron, pero ahora, lo que tenía ahora era solo cosa de ella.
Lo que tenía, era lo más cercano a la perfección.
Tal vez su relación con su hermano no era tan estrecha, pero podía llegar a serlo algún día.
Tal vez la relación con su padre era tensa y profesional, pero no tenía que ser así siempre.
Tal vez su relación con Ruby debía ser mantenida en secreto, pero en algún momento la verdad saldría a la luz y todos tendrían que aceptarlo, y si no, tenía el dinero suficiente para tomar sus cosas e irse a un lugar donde nadie las conociera y así poder vivir en paz.
Si la Weiss Schnee que estaba comprometida pudiese ver el futuro en ese mismo instante, le sorprendería lo mucho que había cambiado y lo feliz que era su vida en comparación.
Así que no iba a caer en la desesperación.
Se iba levantar de la cama e iba a pelear con la frente en alto.
"Sabes, Weiss, ¿Te había contado que no nací en Atlas?"
Su tren de pensamiento se detuvo de golpe, digiriendo las palabras de su amiga.
¿Qué?
No entendió, ya que creyó que esta era de ahí, que siempre lo había sido, nunca hubo ningún tipo de señal de que no fuese así.
Pudo escuchar la voz de Coco en el otro lado de la línea, al parecer entendiendo su silencio.
"Pues sí, sorpresa, nací en Vale. Mi madre se fue de viaje sin saber que estaba embarazada, y ahí nací yo. Viaje muchos años con ella antes de volver a Atlas, con mi padre, para que él me criase y me ayudase a adaptarme a su mundo. Así que siempre tuve esos dos lados, el lado de mi madre, el aventurero, y el de mi padre, el de los negocios. Cuando te conocí, eras la viva imagen de la socialité de Atlas y siempre deseé que sintieses la libertad que yo sentía, quería darte la oportunidad de sentir. Quería ayudarse a ser tu propia persona."
Cerró los ojos un momento, sintiendo las lágrimas cayendo, más que por lo que la mujer le reveló, si no por la voz suave en esta. Al parecer lo que le dijo realmente encendió algo en su amiga, algo melancólico, algo intenso. Le dio gusto escucharla así, tan normal, sin su personalidad estrambótica ni su misticismo.
Solo Coco.
La persona debajo de todo ese carácter tan único.
Ambas, sin máscaras.
"Y lo hiciste."
Coco soltó una risa, su tono de voz cambiando, volviendo a ser el de siempre.
"Si, me alegra saber que ayudé. No tanto como tu cachorra, pero puse de mi parte. Así que no tengas dudas que, si necesitas algo, aquí estaré, siempre. Puedes contar conmigo para lo que sea, y si requiere violencia, con mayor razón."
Asintió, sus lágrimas deteniéndose, siendo sustituidas por una sonrisa.
Realmente fue bendecida con personas únicas a su lado.
Era afortunada.
"Gracias, Coco."
Su vida, realmente era perfecta.
Capitulo siguiente: Plan.
N/A: Todos queremos a Coco, así que está bien tener un capitulo con esta de coprotagonista, apoyando a su amiga con toda violencia. Es raro verlas teniendo un momento así, y ya era hora.
Si, perdí la oportunidad de usar el 69 para hacer un capitulo sucio, y viviré con esa cruz por el resto de mi vida.
Nos leemos pronto.
