Pese a la comodidad silenciosa y espacio personal solicitado desde hace tiempo, Frisk apenas y había podido dormir ante la pena que le producía recordar una y otra vez el rostro de su novio al estar encima suyo. Produciéndole algo que nunca creyó que pasaría en su vida, como muchas cosas más que ni siquiera se había detenido a pensarlas.

Una parte de ella, curiosa, había querido recrear aquello que le había producido con tal de poder entender mucho mejor aquello que le había hecho sentir extrañamente bien de forma inexplicable para su poca percepción de esas cosas, pero tan solo bastaba con bajar su mano para morirse de la vergüenza por tener el pensamiento e intención al respecto, para dar vueltas una y otra vez en su cama sin poder procesar aun lo ocurrido. ¿Qué había sido eso? ¿Acaso así se sentía normalmente y por eso varios hablaban de ello con cierta morbosidad? ¿Aún seguiría siendo virgen tras eso? ¿Estaría mal pedirle a Sans que hiciera eso de nuevo? ¡¿Pero qué estaba pensando?! De solo tener todo eso en mente, su corazón no paraba de acelerarse al ritmo de su propia respiración agitada. Pero lo cierto era que le había gustado, pero al igual que había sido su primer beso, no tenía ni idea de qué hacer tras eso.

Notando que se le estaba haciendo tarde a sus tiempos, finalmente se levantó de la cama para asearse lo más pronto posible y empeñarse a sus aparentes nuevas actividades fuera de estar pensando en cosas tan vergonzosas. Ahora que estaba viviendo en el departamento de los seguidores grises y por las aparentes indicaciones de Don Gaster, tenía que acoplarse al horario que tenían dado que al menos uno de ellos se encargaría de estarle acompañando la mayor parte posible del día, por no decir que la estarían vigilando claro estaba. Todo ello le había sido explicado la noche anterior antes de la visita de Sans y… ahora que pensaba de nuevo en él, no podía dejar de sonrojarse ante el recuerdo tan fresco. ¿Él se estaría sintiendo igual? ¿O él al haber tenido tal experiencia hace años le sería sin importancia? ¿Sería diferente en hombres y mujeres? ¿Humanos y monstruos?

-Buenos días, señorita novia de Sans. –La voz de uno de ellos le regresó a su presente. Uno en el cual estaba revolviendo huevos junto a un sartén con aceite hirviendo. –Pudo disfrutar su habitación, ¿cierto?

-Ahhh, si. –Optó por observar mejor lo que estaba haciendo con las manos antes de que tuviera un aparatoso accidente. –Tiene una bonita vista de altura.

-Vista. –Repitió la almeja al acercarse.

Frisk ni siquiera quiso verle directamente al serle demasiado que contara con su atención tan insistente con ese único ojo que tenía. ¿Era normal que le observara tanto? Le daba la impresión de que más que vigilar a lo que podría ser su orden, estaba analizandola centímetro por centímetro de su ser en busca de algo que no parecía querer compartir. Al menos parecía saber respetar puertas cerradas, pensó al momento en el que se enfocaba en poner el tocino que olió delicioso en muy poco tiempo.

-Ahora que vivirá con nosotros, ¿le parece que le compremos comida exclusivamente para usted? –Preguntó el felino al momento de llegar cerca de ella y servir los platos en la pequeña mesa. –Para que no tenga que tomar solo vino, señorita novia de Sans.

Frisk abrió la boca a punto de contestar, pero la cerró casi de inmediato al caer en cuenta de que si habían escuchado su queja con la bebida, significaba que… ¡Oh! ¡OOHH!

-¡Lo siento, lo siento, lo siento! –Ni el aceite ante ella estaba ardiendo tanto como su cara lo estaba en ese preciso momento. –E-eso fue muy irrespetuoso de mi parte.

-Descuide, el señor Gaster nos comentó desde antes que algo así podría pasar.

-¡¿Don Gaster también sabe?! –Definitivamente dejó de cocinar ante la pena, tapándose todo su rostro ahora. Era un buen momento para que la tierra se la quisiera tragar. –¡E-en verdad l-lo siento!

Y al no poder controlar su vergüenza, terminó dejando que alguien más se encargara del desayuno. Sabiendo que los minutos los tendrían bastante contados si tenían que presentarse en la casa de los Gaster de manera puntual, antes de continuar con sus aparentes labores de vigilancia a lo largo de Snowdin. Y si bien le parecía todo una exageración, se recordó que tenía un buen objetivo ahora para querer reunirse con Don Gaster y cumplir con su nueva meta.

No tenía ni idea de cómo todavía, pero estaba dispuesta en evitar conflictos innecesarios que pudieran encaminarse a la violencia de la que aparentemente todos en la ciudad estaban acostumbrados. Evitaría que Sans corriera peligro constante y aprendería a negociar con esos perros para que regresaran a la señora Bunny… en donde sea que estuvieran. No iba a quedarse de brazos cruzados mientras los seres que quería estaban en problemas, aun cuando implicaba ponerse a sí misma bajo peligro del que otros pretendían alejarla. Y con ello en mente, pudo tranquilizarse mientras desayunaba en silencio y prepararse para retirarse del departamento al mismo tiempo que los demás integrantes.

Dado que había asistido a ese lugar bajo la magia esqueleto, no se había percatado de la altura en la que realmente se encontraban. Y vaya que eran varios pisos para que se tardaran en bajar todos esos escalones. Incluso pudo ver que habían varias puertas que indicaban que no eran los únicos que vivían en ese edificio. Teniendo aparentes vecinos que con tan solo verles bajar, se rehusaban a salir al mismo tiempo que ellos a lo que indicaban con sus respectivos asomos por la comisura de puertas entreabiertas. Frisk no estuvo segura de si era por una cuestión de discriminación o por tratarse del personal del mafioso del lugar. Cualquiera que fuera la razón, Frisk tan solo tenía en su mente la posibilidad de que los vecinos también pudieran escucharla si todo estaba en un solo edificio. Muriéndose de la pena nuevamente mientras se encaminaban hacia uno de los autos estacionados ahora que no usarían el suyo.

-Le taparemos los ojos, señorita. –Le indicó el sujeto bajo de ojos saltones. –Son órdenes.

Frisk ni siquiera protestó esta vez. Prefiriendo acostumbrarse pese a la incomodidad que presentaba estar así mientras alguien más conducía. Pero notando una vez más el olor a tierra que de una u otra forma le indicaba que estaban llegando en cuanto la bajaron del vehículo con cuidado y la dirigían con el tacto. ¿Por qué le daba la impresión de que se trataba de algo mas que solo ser algo muy característico de esa casa tan extraña?

-Buenos días, Frisky. –Reconoció la voz de inmediato, sabiendo así que finalmente podía quitarse la venda de los ojos para ver a sus dos mejores amigos juntos. Estando Flowey enredado en su cintura para mantenerse cerca de la arácnida aun vendada de varios de sus brazos. –¿Vienes a preparar el desayuno nuevamente?

-Esta vez no hay tiempo para eso. –Se adelantó el jefe de familia con paso prisa hacia ellos. –Florista, vienes conmigo.

-¿Qué…?

No le dio tiempo para prepararse para su agarre, ni tampoco para la teletransportación espontánea que terminó mareándola pese a sentir el suelo sobre sus pies en cuestión de segundos. Notando a simple vista que se encontraban inmediatamente dentro del restaurante donde el tablero de ajedrez estaba listo como recordaba que lo habían dejado.

-Presentamos una situación que requiere de nuestra breve atención dado nuestro compromiso con el sujeto, por lo que hoy me limitaré en retomar tu aprendizaje del día para ponerme al corriente pronto con mis hijos sobre lo sucedido y si requiere realmente de nuestra intervención. –Comentó con demasiada calma tras haberle soltado en el momento en el que se había asegurado de que estaba bien. –Siéntate florista. Tú inicias.

-¿Y no han desayunado? –Se preocupó un poco pese a seguir la indicación dentro de todo eso que no había entendido. Sentándose delante suyo y teniendo las piezas blancas a su disposición. –A la próxima procuraré traerles algo previamente, mientras se recupera Muffet.

No recibió respuesta, siendo de alguna manera su forma de estar a favor de su propio ofrecimiento sin ser directo. Aquello le había hecho esbozar una tenue sonrisa mientras daba inicio al partido, recordando cada movimiento y anotándose mentalmente cada detalle que pudiera comunicarle mucho más de su ahora oponente a estudiar. Estaba segura de que Don Gaster la estaba evaluando desde un inicio en espera de que pudiera captar mucho más allá de sus gestos, tal y como le había indicado al momento de afrontar al líder de la yakuza. No podía permitirse cometer errores en esa índole si el resultado de un fracaso así implicaba una vida, por lo que esta vez, se tomó bastante en serio la partida en espera de poder aprender realmente mucho más.

Era bastante curioso que la vida y la muerte estuvieran simbolizadas en un simple tablero. Siendo que muy probablemente era la forma en la que sus aparentes padres veían la existencia así para que uno de ellos fuera nombrado como "El jugador" después de todo. ¿Acaso era por eso que Don Gaster le enseñaba a negociar a través de un juego? ¿Cuántos seres verían la vida así también? Como si tuvieran que jugársela constantemente en un tablero en el que alguien más puso las reglas y dependían de movimientos ajenos para avanzar o no. No teniendo siquiera el control de sus vidas entonces siendo el caso.

Ahora no solo era un extraño juego de ricos lo que estaba analizando en su estadía en la ciudad, sino el juego de la vida donde morir o perder era demasiado fácil, mientras que ganar era tan subjetivo que podría parecer vacío por lo efímero de lo que se trataba realmente.

Y aun cuando estaba dispuesta a tratar de comprenderlo a su manera, no le gustaba.

-No descuides tanto al rey. –Comentó el jefe de familia tras un largo tiempo en silencio. –Recuerda que es tu pieza más importante. El juego acaba cuando ya no tiene salvación.

-Es que es una pieza tan cobarde. –Mencionó sin pensarlo mucho. –Usando a otros para mantenerse a salvo, aun cuando muchos mueran en su nombre.

-Interesante que lo menciones. ¿Sabes de qué otra manera se le conoce al Gran Don? –Frisk apartó la mirada del juego para enfocarse mejor en el esqueleto. El cual ni siquiera le estab observando. –La ciudad le puso los títulos que tiene. "Gran Don" sus aliados, "La bestia" sus enemigos… Pero él se puso a sí mismo como "El rey" de manera déspota.

-Bueno… Eso podría explicar por qué Flowey enterraba demasiado la pieza del rey cada vez que jugaba conmigo.

Había comentado sin el afán de querer pensarlo demasiado, pero lo cierto era que ahora no podía dejar de observar su propia pieza del rey de forma distinta. Como si pudiera girarse hacia ella en cualquier momento, burlarse de ella por lo ingenua que había sido en todo ese tiempo en querer buscarle y muy seguramente confesándole lo tan terrible que era realmente a lo que todos le decían constantemente. Y tal vez había sido una estrategia por parte del jefe para desconcertarla y perder el juego, pero aun así ya no le importó tras la sensación que le producía pensar al respecto. ¿Por qué se sentía como si estuviera observando algo importante en todo eso?

-Debo reconocer que en su momento intuí que esa manera socarrona de tu parte sobre tu percepción de la muerte como cobardía, se trataba de una enseñanza aprendida del mismo Gran Don, ya que él es así. –El esqueleto continuó hablando sin darle importancia a su enfoque en una sola pieza que claramente no le hablaría. –Pero que puedas reconocer que no deseas la muerte ajena, sea ingenuo o no, te hace mejor individuo que él.

-Está equivocado en algunas cosas, señor. Fue él quien me enseñó sobre lo valioso que viene siendo la vida en general. –Respondió de inmediato sin necesidad de verle directamente. Decidiendo finalmente en mover su siguiente pieza sin querer pensar más al respecto. Aun cuando la sensación de estar dando con algo no podía quitársela. –Por eso aun me cuesta trabajo procesar que es un hombre despiadado como muchos lo describen. Aun cuando es un hecho innegable a estas alturas.

-Entonces conocimos a un sujeto diferente. –Don Gaster ahora movió su pieza. –Florista, ¿interferirás en el momento que logremos darle muerte?

-No quiero tener que elegir entre él y ustedes. –Admitió de inmediato.

-Pero tendrás que hacerlo. No hay puntos intermedios aquí.

-¿Y si logro encontrarlo?

-Es imposible.

-Yo no lo creo. –Fue su turno de mover una de sus piezas. Notando que aun así estaba acorralada. –Aun creo que pueden encontrarse más de una opción. Aun cuando las cosas… parecen tan difíciles.

-¿Entonces cuál es tu objetivo de seguir hacia adelante si pretendes quedarte en la mediocridad?

-Yo no creo que una percepción feliz sea mediocridad, señor.

-Lo es cuando eres consciente de que unos vivirán y otros morirán. Estés a favor o no. –El esqueleto movió una vez más una pieza y se cruzó de brazos como si comunicara que ya no tenía más por hacer. –Florista, ¿puedes elegir entre Sans y el Gran Don en este momento?

Frisk levantó la mirada con temor. Observando la seriedad del esqueleto al notar que se trataba de un jaque mate de su parte al romperle toda su concentración desde antes. Había estado en lo cierto, había buscado provocarla y lo había logrado pese a su propia previa percepción al respecto. Y por eso era que había perdido de la peor forma posible. Le había ganado con su propia forma de manejar las cosas en su contra, le había ganado con lo que parecía ser su fortaleza y su propia debilidad… y había querido que se diera cuenta de eso, ¿cierto?

Le había ganado con una realidad aplastante que le estaba generando un muy mal sabor de boca.

En el momento que pudiera pasar tal situación y no pudiera hacer mucho salvo ponerse de un lado… ¿qué haría? Ver a cualquiera morir no era una opción para ella, pero como estaba conociendo las cosas, era una posibilidad muy grande de presentarse, ¿cierto?

-Fue un acierto que siguiera intentando contigo a través del ajedrez. No estás lista para el poker. –Comentó Don Gaster mientras levantaba la pieza del rey blanco como trofeo personal. –No estás lista para tratar asuntos más grandes si aún te sigues dejando llevar bajo tu propia moralidad.

-No entiendo por qué eso es malo.

-Porque para sobrevivir bajo estas condiciones, tienes que estar dispuesta a poner a un lado tu propia esencia si es necesario. –Activó su magia para levantar todo el ajedrez y traer consigo un par de vasos de agua. –Asumo que queriendo estar a lado de mi hijo, debiste pensarlo desde antes. Si después de todo, una relación implica que tendrás que ceder algo de ti para sumar a la vez.

-Sí, pero… –Sujetó el vaso que le entregó, más no dio ningún trago mientras analizaba su propia situación. –No voy a negar todo lo que Asgore Dreemurr ha hecho ni tampoco voy a apelar por una inocencia que claramente no está a lugar, pero una parte de mi quiere creer que lo que recuerdo de él también es real. Que realmente fui… su hija.

Dolía tener que admitirlo en voz alta, pero era algo que llevaba pensando desde el momento en que vio aquella pared repleta de verdades aplastantes. Pese a llevar tiempo sin verse, pese a que muy posiblemente estuvieran cambiados ahora, pese a la realidad que tenían… Aun así, ¿la consideraría su hija todavía? Así como podía sostener la mano de Sans pese a las múltiples muertes y torturas que cometía, ¿podría sostener la mano de aquel que fue su padre? ¿Podría verlo a los ojos y perdonarlo por todo lo que le había hecho sin que ella lo supiera? ¿Era sano siquiera hacer eso?

Al pensar demasiado en cada uno de esos puntos, no se percató en qué momento Don Gaster se había parado y acercado a ella para darle un coscorrón lo bastante leve para solo llamar su atención. Frisk apenas y parpadeó tras eso, sin poder apartarse realmente de sus propios pensamientos de los que no sabía si en algún punto les encontraría una resolución y respuesta.

-No puedes asumir que todos pensarán o sentirán igual que tú sobre lo que es bueno o no. Pero eso no significa que estés realmente sola. –Su voz sonaba bastante serena para lo que acostumbraba. Incluso le era algo relajante si debía admitirlo. –Si dejas que te consuma, solo harás que te termines atormentando a tal punto que no podrás tener control de tus propios arrebatos. Serás fastidiosa, pero aun así eres mejor que eso, florista.

-Me es extraño que quiera subirme el ánimo tras lo demás que me dijo, señor. –Soltó tras esbozar una tenue sonrisa. –Aun así, gracias por querer hacerlo.

-No te creas tanto.

Quitó su puño de su cabeza y dejó caer de él la pieza de ajedrez que aún había tenido consigo. Dejando que la chica lo atrapara a tiempo para ver qué se trataba de la pieza del rey blanco que había levantado minutos antes. Sintiendo aún la extraña sensación de estar dando con algo que no tenía pies ni cabeza para formularlo siquiera, pero teniendo algo de sentido teniéndolo en sus manos por más irracional que pareciera para su propia mente.

Terminó guardándose consigo aquella pieza al ver que el resto del juego había sido guardado en alguna parte. En efecto tenía mucho por pensar, pero Don Gaster tenía razón, tenía que recordarse en ser firme con sus propias decisiones y desenvolverse a su manera si quería lograr lo que quería. Después de todo, le había prometido a Sans que hallaría la forma de adentrarse a su mundo sin exponerse al peligro ni a los demás. En verdad estaba dispuesta a encontrar la forma de que hubiera un verdadero equilibrio que no involucrara violencia.

En verdad estaba dispuesta a ver la forma de que nadie tuviese que morir, por mucho que se trataran de emociones ajenas a como le había indicado Don Gaster.

-Anoche hablé con Sans y… –Inmediatamente sintió su propio sonrojo al recordar nuevamente lo ocurrido. Teniendo que sacudir rápidamente su cabeza para dejar todo eso a un lado de inmediato. –Me puso al tanto sobre lo que harán en el puerto de Waterfall. Si requieren que negocie algo con Mettaton…

-Pese a que sabes desenvolverte en ciertas conversaciones, no creo que debas adentrarte en esa clase de negociaciones de momento. –Le interrumpió al prever a lo que quería llegar con eso. –El sujeto es famoso por muchas cosas, siendo una de ellas el ser un traicionero de primera.

-Ya he hablado con él antes. Sé como es. –Aclaró de inmediato, teniendo aparentemente la atención inmediata del jefe. –Me ofreció hace tiempo trabajar en los arreglos de jardinería del parque de diversiones que se está construyendo precisamente en el puerto. Podría aceptar la oferta y saber más de primera mano. Así pudieran tener otra perspectiva de los hechos, ¿no cree?

-En realidad no suena tan mal. –Terminó admitiendo el esqueleto tras estarlo pensando por un breve momento. –Pero tampoco quisiera tener que estar al pendiente de ti por los problemas que podrías ocasionar mientras nosotros estamos en el puerto.

-Entonces enséñeme a cómo desenvolverme en estos casos. –Optó por poner a un lado su comentario de considerarla un problema de momento. Prefiriendo dar apertura a su propia decisión. –Enséñeme a evitar errores como el que cometí con el líder de la yakuza. Y así también podré evitar que Sans esté en peligro.

Extrañamente pudo percibir una sonrisa de su parte de la que no pudo dar crédito, por muy fugaz que hubiese sido al haberse tapado los dientes como si pretendiera toser un poco.

-Tenemos poco tiempo para capacitarte a ese nivel. –Se quitó la mano de los dientes como si no hubiera pasado nada. –Sin contar que eres una mujer.

-¿Y eso qué tiene que ver? –Se molestó.

-A que tendrías que recibir una capacitación completamente diferente. –Comentó Gaster con un tono indiferente, pero su semblante cambió en el acto al grado de extrañar aun más a la humana. –Si bien como humana tienes algunas preferencias, lo cierto es que no hay ley que proteja ni defienda a una mujer en varios aspectos. Y eso es lo que usarás a tu favor.

-¿Cómo?

-Sabes muy bien defenderte como individuo y no permites que el oponente te ignore, pero te falta más ser una buena estratega. –El esqueleto si bien no le estaba viendo directamente al estar perdido en sus propios pensamientos en voz alta, lo cierto era que tenía una extraña mirada luminosa que le indicaba nuevamente que había algo de emoción dentro de su ser que no podría explicar con palabras. –Como mujer, nadie esperará un ataque inteligente de tu parte. Preferirán admitir sus errores a tener que confesar que una mujer los dejó en ridículo. Usa eso a tu conveniencia para moverte entre las sombras, distrayendo los objetivos de tu contrincante y generando caos en donde quieras hacerlo.

-Todo eso es demasiado. –Soltó Frisk al escuchar todo eso.

-¿Crees no poder?

-Yo no dije eso. Es solo que me da la impresión de que considera a las mujeres un peligro andante con semejante descripción de lo que podría hacer.

-Es porque lo son.

Frisk separó los labios con el afán de oponerse a semejante comentario, sin embargo el esqueleto dio por terminada la reunión al alegar que tenía que reunirse con Sans y Papyrus ante una búsqueda que estaban realizando y que no compartió con ella. Por lo que tuvo que retirarse por su cuenta del restaurante en cuanto el dueño del lugar se había desaparecido con algo de urgencia de su parte. Y si bien era una buena oportunidad para ella para ir de compras ahora que le estaban otorgando finalmente esa libertad sin alguien presente, lo cierto era que su instinto y nostalgia la encaminaron en el sentido contrario al mercado. Optando por caminar en el rumbo que hacía unos meses era su camino a tomar día con día.

Queriendo observar una vez más lo que alguna vez fue su negocio. Su hogar que tanto quiso pese al poco tiempo que estuvo ahí. ¿Y cómo no? Si ahora lo terminaba observando en ruinas desde el punto en el que precisamente Sans la observaba sin explicación alguna. Como si algo en todo eso terminara teniendo sentido pese a no poder encontrárselo por simple negación de su parte. ¿En verdad podría ser lo de antes una vez que Don Gaster se lo entregara construido?

-Bonito lugar, ¿eh?

Si bien había notado segundos antes que alguien se había estado encaminando cerca de ella, en verdad le había sorprendido que se hubiera detenido justo a lado suyo para estar observando lo mismo. ¿Quién era ese señor y por qué le hablaba? Se trataba de un reno… ¿o venado? con un cuerno roto y con evidentes problemas para caminar si tenía que apoyarse con un bastón pese a no verse tan grande para eso. De reojo, parecía estar portando un suéter tejido escarlata y algo desgastado.

-Es curioso que un punto tan arruinado, sea símbolo de esperanza para muchos niños de por aquí. –Siguió hablando el venado mientras miraba hacia el frente. –Bastante curioso que precisamente lo sea este lugar. Casi hasta gracioso… como si la vida tuviera un extraño sentido del humor.

Frisk nuevamente no respondió al no saber qué decirle realmente. ¿Por qué estaba ahí con ella? ¿Por qué le estaba hablando? Y además, por mucho que quisiera afirmar ese hecho, lo cierto es que tal belleza que le había considerado a ese lugar había pasado a simples recuerdos como muchas cosas más en su vida. ¿Acaso el señor se estaba forzando a hablar con ella con tal de estar ahí también? No hacía falta eso a su perspectiva.

Frisk comenzó a sentirse incómoda en muy poco tiempo, por lo que comenzó a girarse con el afán de retirarse sin decir nada al respecto, por mucho que se viera grosera con un señor que parecía ser amable a primera vista. A lo cual aparentemente incentivó a que el reno se dignara en girarse hacia ella. Notando de reojo que estaba esbozando una sonrisa tras finalmente observarle.

-Supongo que usted es a quien llaman "la amant…".

-Mi nombre es Frisk y soy su novia. –Atajó de inmediato, cada vez más hartándose de eso y de su impertinente compañía desconocida e insistente. –¿Y usted es?

-Alguien que conoce bien este lugar. O que por lo menos, pude conocer en un mejor tiempo. –Soltanto una risa algo fingida, el reno señaló el establecimiento aun con sus escombros acumulados. Sujetándose con algo de fuerza con su bastón mientras lo hacía por una falta de equilibrio que tal vez no provenía de un problema de salud precisamente. –En mi juventud, solía pasar mucho tiempo aquí dado que era el hogar de quien fue mi mejor amigo alguna vez. Y curiosamente también fue una floristería en aquel tiempo.

-¿En verdad? –Frisk se sorprendió un poco con ese dato. Si bien nunca se lo había cuestionado al no ser de su interés, lo cierto era que el lugar había contado con variedad de cosas que le habían sido de utilidad precisamente para abrir su pequeño negocio. ¿Por qué nunca se lo preguntó antes? Ciertamente, aquellos tiempos tenía otras cosas en mente. –Supongo que su amigo y yo tuvimos la casualidad de gustarnos las flores.

-Si, eso creo. –Extrañamente le dedicó una sonrisa cansada tras eso. –Pero también creo que lo conoce muy bien. La edad me ha enseñado a no creer en las coincidencias, después de todo.

-¿A qué se refiere?

No le respondió de inmediato, o por lo menos, no con palabras. En su lugar, había sacado una fotografía vieja y mal doblada de su suéter para mostrársela lo bastante cerca para que pudiera apreciar cada detalle como si lo necesitara ante la antigüedad que presentaba. Pero Frisk no había necesitado esa clase de consideración al obtener su atención inmediata en el momento en el que reconoció a dos de los presentes en la imagen. Era la fotografía de una boda donde el reno parecía acompañar a los novios, y que cuyos años en verdad habían transcurrido dado los respectivos rostros de su aparente compañía insistente y de los dos monstruos jefes que identificó de inmediato pese a la joven edad que mostraban en papel.

Era en verdad extraño poder verlos así tras haber pensado en ellos precisamente en el mismo día. Pero aún más, la situación que se le estaba presentando.

-¿Tiene un momento para hablar, señorita Frisk… Saito?

.

.

Aunque Sans se considerara sumamente veloz al momento de aparecerse y desaparecerse variadas veces en pocos minutos, no estaba siquiera siendo suficiente para no querer observar más de una vez un mismo sitio en espera de poder dar con una flama verde andante en uno que otro fugaz vistazo. El tiempo apremiaba en situaciones así y ni siquiera sus habilidades eran suficientes para dar con un paradero sin pistas. Si él se estaba sintiendo desesperado por no encontrarla, no quería ni imaginarse lo que estaba sintiendo Grillby en estos momentos.

Recién iniciando el día le había llegado la mala noticia de que Fuku no se había presentado en su casa. No pensándosela ni un segundo para poner manos en el asunto para no permitir que pasara más tiempo. Sorprendiéndole que Papyrus se uniera a la búsqueda también sin siquiera pensarlo y avisando al viejo de que tenían un compromiso con el dueño del bar por sus servicios y como cliente. Pero aunque sumaran seres para la búsqueda, no parecía que estuvieran dando con algo. ¿Estaría metida en un lío que solo una revoltosa como ella podría encontrar? ¿O era algo más de lo que muy posiblemente él y su familia tendrían que hacerse cargo?

Desde antes existían reportes de jóvenes y niños desaparecidos, pero no habían sido de su importancia por más que se enterara de algunos por medio directo de ciudadanos lo suficientemente desesperados por querer contratar los servicios de un delincuente como él, pero también lo suficientemente pobres para no poder llegar al precio. Muy pocos podrían hacerlo realmente, pero Grillby era la excepción a toda regla y no había nadie que pudiera cuestionar la razón. Además, él también estaba preocupado después de todo.

Y si bien había querido evitar de alguna manera la zona fronteriza con tal de no toparse con ningún conejo, había terminado haciéndolo al tener un asunto más importante que su rencor hacia el lugar. Pero vaya que se llevó una sorpresa al ver que en el techo donde solía reunirse con su bonita florista, había una lona con un hueso mal dibujado mientras un conejo y una sirena parecían estar esperando pacientemente junto a ello. Sin darse cuenta todavía de su presencia pese a estar bastante cerca de ellos, siendo visiblemente fácil el poder ejecutarlos sin que pudiera enterarse nadie, pero dejando ese sentimiento para otro momento.

-Espero que su intención se trate de una disculpa. –Los hizo sobresaltar con su presencia repentina para ellos. –Que no me gusta perder el tiempo con escorias como ustedes.

Le fue evidente que tal lona se trataba de una llamada de atención hacia él, y si bien lo iba a pasar por alto ante la molestia que le producía tal atrevimiento, también le dio la curiosidad suficiente para acabar de una buena vez con el asunto. Ambos monstruos se mostraban asustados, mas no retrocedieron en absoluto. Casi como si no se hubieran esperado a que realmente se presentara ante ellos por más que fuera su intención.

-Tienen suerte de que mi chica sea piadosa, que por mi parte ustedes estarían muertos en cuanto se atrevieron a menospreciarla. –Aclaró Sans inmediatamente antes de que alguien de esos dos se atreviese a decir algo al respecto. Aunque por la mirada que tenían, dudaba de que realmente fuera el caso. –Pero supongo que el karma hace de las suyas tarde que temprano. Ahorrándome trabajo.

Sabía que no estaba siendo nada prudente con su comentario, pero no le importaba lo tan dolidos o no que estuvieran con su situación reciente. Habían lastimado a Frisk al grado de no poder dormir bien, le habían hecho llorar por lo que pudo notar en sus ojos y le estaban haciendo preocuparse por cosas que no le correspondía. Aunque ella le pidiese que no les hiciera daño ante un cariño no aclarado verbalmente aun con todo eso, no tenía por qué incluir la tortura psicológica en su petición a su modo de ver las cosas. Esos malditos la habían explotado laboralmente por un tiempo y cuando dejó de ser útil para ellos, les fue fácil culparle por su propia imprudencia y poca capacidad. Aunque claro, Frisk le había hecho sentir que el conejo sólo había actuado como él lo habría hecho con la situación de su madre si hubiese tenido unos años más en aquel entonces, por lo que tampoco le era tan fácil querer lastimarlos por esta vez.

El conejo parecía estar molesto con su comentario, mas no dijo nada ante una evidente cobardía que reflejaba sus orejas apuntando hacia atrás. En cambio la sirena que había estado cubriendo a modo protector, se apartó un poco de sus brazos para centrarse en la vista del esqueleto. Evidentemente estaba igual de temerosa, pero al menos tuvo la decencia de verle directamente hacia las cuencas al momento de hablarle.

-¿C-como… e-está ella? –Su voz fue casi un murmullo ante el miedo.

-Bien, no gracias a ustedes. –Contestó con algo de calma. De alguna manera le gustaba causar ese pánico sin tener que hacer nada. –Y supe que su boda fue más que un desastre. No quisiera ser el mal augurio, pero…

-Estás en lo cierto. –La sirena apretó sus puños, como si ello le diera el valor suficiente para seguir hablando. –La boda nunca debió ocurrir. Ronnie no está interesado en mí… ni en ninguna otra.

-¡Shyren!

-Tiene que saberlo. ¡Es la única forma de que simpaticemos con él!

Sans oscureció sus cuencas con enojo. ¿Simpatizar con él? ¿Enserio eso querían tras lo que hicieron? Tenían que ser demasiado estúpidos para creer que semejante cosa pasaría. Sans se dignó en observarlos en espera de obtener algo más para que ameritara su tiempo en semejante lugar de mala estirpe cuando tenía que seguir buscando junto con los demás. Si esa era la razón por la cual le querían ahí, para decirle semejante tontería, francamente lo estaban aburriendo. Y no convenía aburrir a un mafioso como él, sobre todo con su hartazgo y desagrado del lugar. Sobre todo cuando tenía cosas más importantes por atender.

No obstante, el conejo realmente se veía nervioso con tal declaración, lo cual le confirmaba que las palabras de la sirena, aunque temerosas, estaban siendo sinceras. Incluso parecía querer hacerle retroceder para cubrirle lo más posible nuevamente para que parara en cualquier intento, pero la chica se rehusaba aunque su evidente temblor en todo su cuerpo indicara lo contrario. Estaba aterrada ante él y tenía claras razones para estarlo, pero debía de ser demasiado importante lo que estuviera por pedirle para que se arriesgara aún con todo eso encima. Y solo por eso, les estaba dando una mínima oportunidad que dejaba en claro con su presencia y la mirada oscura que les lanzaba.

-Frisk…

-No pronuncies su nombre. –Objetó Sans de inmediato.

-L-lo siento… –La antena de la sirena decayó mucho más como reflejo de sus emociones. –Ella… es alguien tan valiente que sabe lo que quiere. Y tú también debes serlo si lo de ustedes no… e-está permitido.

-¿Y cuál es tu punto? –Ahora alumbró su ojo al querer acortar tal argumento que no le llevaría a nada salvo a tener que matarlos fuera de la petición de Frisk. Poniéndola mucho más nerviosa ante la visible amenaza. –Ponte "trucha" con lo que estés por decirme.

La sirena a ese punto ya estaba paralizada del miedo, a lo cual no parecía poder emitir una palabra más sin entrar en llanto antes. No obstante, el conejo permaneció con ella con el afán de protegerla de lo que fuera a pasar de ahora en adelante. No entendía absolutamente nada. ¿Qué pretendían decirle con todo eso? El conejo claramente era protector con ella si se trataba de su prometida, aunque parecía más bien que ella lo protegía a él ahora que analizaba un poco la situación con algo de aburrimiento. ¿Acaso solo estaban ahí para hablarle de que admiraban a Frisk y a él por tener una relación tabú? ¿Por qué a esa pareja le importaría tanto eso si…?

Oh.

-Ya entiendo. –Dejó de iluminar su ojo al comprender algo finalmente. Observando fijamente al conejo al ser aparentemente todo el embrollo de la conversación. –Eres rarito.

No necesitó de ninguna confirmación ante un silencio incómodo que invadió el momento en lugar de cualquier aclaración o negación de su parte. Que si bien a cualquiera le habría hasta molestado la situación presente, no era su caso.

Sans había escuchado sobre seres que se interesaban por su mismo género, que pagaban en prostíbulos por la experiencia o para saciar su gusto particular. Pero aún con el bajo mundo en el que vivía, nunca le había tocado conocer a uno hasta ahora. Siempre se había burlado de que algo así fuese posible en el mundo cada vez más caótico en el que todos habitaban a la fuerza, pero ahora que estaba ante alguien real con tal gusto particular y pecaminoso a como muchos lo consideraban, simplemente se echó a reír ante lo absurdo que estaba siendo cada vez más su vida. Tal parecía que todavía quedaban algunas sorpresas en algunos rincones y en seres que uno nunca se imaginaría. ¿Quién diría que a un hombre tan musculoso, resultara gustarle otros musculosos? Y pensar que antes se había molestado de que el conejo fuese tan cercano a Frisk. Cuando "su tipo" era más posible de que fuera él antes que su chica.

-Tranquilo, no estoy para juzgarte. –Aclaró en cuanto notó lo incómodo que estaba el conejo. Teniendo que controlar su risa para poder hablar apropiadamente. –De hecho, soy quien menos estaría capacitado para juzgarte con esto.

-Espera. –El conejo alzó sus orejas con sorpresa. –¿En verdad no te importa?

-Soy un monstruo enamorado de una humana después de todo. –Comentó tras encogerse los hombros tras meter sus manos en sus bolsillos. Intuyendo un poco a lo que iba dirigida la conversación con ello. –Lo mio es igual de criticado que lo tuyo.

-¿Entonces por qué te reíste?

-Porque en verdad nunca creí que seres como tú fueran reales. –Volvió a reírse por un breve momento ante lo irónico que estaba resultando. Y pudo notar que su risa parecía algo contagiosa para que el conejo terminara relajándose un poco de la tensión que se había cargado en todo ese tiempo. –Pero creo que se podría decir lo mismo de mi lado, así que… ¡Henos aquí!

-Si, supongo que si tiene algo de gracia. –Terminó admitiendo el conejo con algo de pena. –¿Y cómo le haces para que no te importe las percepciones ajenas?

-Digamos que deben tener demasiada valentía o fuerza aquellos que se atreven a opinar algo al respecto delante mío. –Sonrió con cierta malicia con su respuesta. No olvidaba lo que había hecho aunque la conversación le hubiera calmado un poco. Pero al menos notaba que bien podrían ser un par de tontos antes que ser realmente crueles. Tal vez por eso era que Frisk apelaba más de la cuenta a que no se les lastimara. –Pero contestando con precisión tu pregunta, es Frisk quien realmente me inspira a no importarme esas opiniones. Yo solo trato de ser digno de la felicidad que me produce. Y créeme, vale la pena vivir y morir por esto, aun cuando tengas al mundo en contra.

-Eso fue muy lindo. –Comentó la sirena con una tenue sonrisa. Lo cual hizo que le prestara atención nuevamente. –Definitivamente creo que ustedes son el uno para el otro por cómo son.

-Halagarme para calmar los humos no funcionará conmigo. –Resaltó de inmediato con una sonrisa que si bien era sincera al gustarle sus palabras, aun así mantuvo alerta al par de monstruos. Eso también le pareció divertido a su manera. –En lugar de todo esto, ¿por qué no mejor me dicen qué es lo que pretenden? Dudo que solo haya sido para decirme que eres maricón y que tu amiga estuvo haciéndote tapadera. Que nuestras madres y hermana hayan sido mejores amigas, no nos hace a nosotros amigos para contarnos esta clase de cosas.

-Si tenemos una razón de querer hablar contigo más allá de esto, p-pero queríamos ser sinceros contigo antes que nada. –Aclaró la sirena nuevamente estando nerviosa. Parecía que no sabía afrontar el más mínimo grado de estrés por su cuenta. –Y es curioso que las menciones, je.

Sans borró su sonrisa al entender rápidamente a qué iba dirigido todo. ¿En verdad querían pedirle ayuda para buscar a la señora Bunny? Ya se encontraba buscando a Fuku en primer lugar, quien realmente le preocupaba a comparación de una señora que se merecía lo ocurrido a su perspectiva.

-No, no voy a ayudarles con nada. –Aclaró de inmediato, anticipándose a cualquier palabrería que quisieran emplear nuevamente. –Es su asunto y su problema. No mío.

-¿Y si se tratara de tu madre dirías lo mismo?

Al ser el conejo quien había lanzado la pregunta, con enojo lo empujó rápidamente hacia la pared con su magia. Escuchando el grito de miedo por parte de la chica pez a lado suyo, mientras lo levantaba lo suficiente para que no tuviera oportunidad de zafarse de su propio control y dejándole en claro lo mucho que le había disgustado su intento de provocarle. Vaya que había sido una mala idea haberles dado una oportunidad, aun con todo lo que sabía de tal asqueroso lugar.

-¡Por favor! Esto fue idea mía, no de él. –Sollozó la sirena queriendo tomarlo del brazo, pero no atreviéndose a hacerlo. –¡No lo lastimes!

-Última oportunidad que les doy para disculparse por lo que le hicieron a mi chica. –Su mirada la mantuvo en el conejo, moviéndolo con su magia hacia el borde del edificio con toda intención de dejarlo caer. –O tu familia tendrá que acostumbrarse a más pérdidas.

-¡Lo sentimos! ¡Lo sentimos! –Exclamó la sirena cada vez más desesperada, aun cuando no era algo que le estaba pidiendo a ella realmente.

-T-tenemos la libreta de tu madre. –Soltó el conejo con evidente incomodidad y urgencia dada la situación en que lo estaba poniendo. Sans se limitó a no hacer ningún movimiento por ahora. –Creemos que… pudiera darnos una pista de dónde buscar a mi madre, pero que tiene cosas de las que tal vez solo tú pudieras entender.

-¿Qué les hace pensar eso?

-Porque mencionó a su otra mejor amiga antes de ser raptada. A la hermana de Shyren. –Contestó el conejo nuevamente con prisa. La sirena se encogió en su sitio, estando al borde de las lágrimas por cómo había terminado la situación de la que tal vez en verdad había sido idea suya. –Mira… tal todo esto te parezca que no tiene sentido, que tal vez todo esto se trate de simples coincidencias, pero ¿puedes culparme por intentarlo? ¿No lo harías si se tratara de tu madre? ¿No harías hasta lo imposible?

Sans mantuvo su mirada seria y oscura sobre él, al igual que no lo apartaba de su magia por el simple hecho de molestarle toda la situación que se habría evitado con facilidad si tan sólo le hubiera hecho caso a su instinto de no poner ni un pie encima a ese lugar jamás. Maldita sea, Frisk le había hecho la misma conjetura y eso solo le molestaba más. Y no, la verdad es que no podía culparle por querer intentarlo.

Sin tener el afán de ser cuidadoso, con un brusco movimiento lo regresó hacia la superficie junto a la sirena que ya comenzaba a soltar lágrimas mientras abrazaba al conejo, aliviada de que no pasara a mayores la situación. Sans se quedó observando la escena sin poder entender todavía cómo una chica estaría tan atenta a un sujeto que no le correspondería sentimentalmente, hasta que recordó fugazmente que Muffet solía ser así con Papyrus y con él cada vez que regresaban de algún entrenamiento, algún convivio o lo que sea. Molestándole aún más ese hecho del que no tenía tampoco tiempo para pensar en semejantes estupideces.

En cuanto estuvo por girarse para retirarse de una buena vez, la sirena se apartó del primogénito de los Bunny para con evidente temor, acercarse a él y entregarle lo que parecía ser una libreta muy acabada y vieja con una que otra hoja que se asomaba entre páginas. Sans la observó sin querer dignarse de tomarla al considerar que podría ser un engaño de su parte, pero le bastó con reconocer la pequeña tipografía escrita en una de las páginas que se asomaban para suavizar su propio semblante y querer tomar finalmente la libreta entre sus manos. Hacía tanto que no la veía, pero definitivamente era su letra.

Estaba sosteniendo una libreta completamente escrita y garabateada por su madre. Un tesoro que ni el viejo ni Papyrus sabían de su existencia. Y del que tal vez no les diría nada ante el temor de que el viejo se la quitara al igual de como lo había hecho con las fotografías.

-No dije que les ayudaría. –Mencionó al momento de apartar la vista del artefacto.

-Lo sé, pero si Frisk confía en ti, entonces yo también lo haré. –La voz de la sirena era bastante baja, pero lo suficiente para poder percibirla. –Yo también soy rara y… quiero creer que entre raros podemos cubrirnos las espaldas.

Sans no quiso comentar algo al respecto al tampoco gustarle que se le comparara con ellos, por lo que se desapareció de la vista en todo el sentido de la palabra antes de que siguieran haciéndole perder el tiempo. Reintegrándose en el bar donde constantemente él y Papyrus se aparecían cada vez que revisaban un área y asegurarse de haber dado con algo o no. Donde Muffet incluso se había integrado sin poder hacer mucho físicamente dada su recuperación, pero donde podía direccionar con mayor facilidad a múltiples arañas que podrían buscar en rincones donde ni ellos podrían revisar.

Donde su mejor amigo había terminado completamente agotado tras aparentemente haberse dedicado a buscar ya por todo el barrio durante toda la noche. Siendo que sus llamas de la cabeza que regularmente tenían un cálido color, ahora parecía que podría extinguirse en cualquier momento en que le apartara la vista. Realmente le dolía verlo así, pero no era momento de consuelo alguno si ni siquiera se lo permitía realmente. Tan solo bastaba con verse a los ojos el uno al otro para comprender eso.

-¿Encontraste algo? –Le preguntó una vez más en el día.

-No, solo una pérdida de tiempo. –Observó la pequeña libreta vieja que aún sostenía en su mano. –O tal vez no tanto.

-¿Qué?

-Olvídalo. –La guardó en su saco antes de que alguien más la notara y tuviera que dar explicaciones. –Muffet, ¿tú diste con algo?

-No, ninguna araña sabe algo sobre el paradero de la niña. –Mencionó la multiojos mientras no paraba de observar a todas las arañas que tenía sobre la barra del bar. Prestando atención al baile que cada una le daba. –Es como si no llevara tiempo en Snowdin.

-Eso es imposible. Precisamente ayer fue a la escuela en la mañana. –Mencionó Grillby una vez más cuando se lo había preguntado. –Pero la escuela insiste en que no se presentó y… ningún compañero suyo supo decirme algo al respecto.

-¿Seguro que no se fugó con alguien? –Insistió Muffet tras desviar su vista hacia él. –Tal vez tenga un novio por ahí del que nunca te enteraste.

-¡Que ella no es así!

Como figura paterna era evidente que el tema le disgustaba a Grillby, y aún más dada la situación presente. Pero lo cierto era que el modo inoportuno de la multiojos le había iluminado la situación por más absurdo que pareciera el caso. Tanto se estaban enfocando en revisar en el exterior, cuando tal vez la respuesta que buscaban estaba precisamente bajo el mismo techo en el que estaban.

-Grill, ¿puedo revisar su habitación?

Su amigo le miró extrañado, pero aun así se encaminó hacia las escaleras para dirigirlo hacia el lugar tras una visible luz de esperanza que se asomó a través de sus ojos. Lo sabía, ni siquiera se le había ocurrido. Y podría sorprenderle que no se hubiera puesto a indagar su habitación antes con lo profesionista que era en cuanto a la investigación, pero tampoco podía culparlo al tener la cabeza en otro lado en ese momento. Lo conocía demasiado bien para saber que estaba pensando en su hermano y cuñada, maldiciendose por la posibilidad de perder a su sobrina y única familia también. Y definitivamente no podía permitir que eso pasara.

Pocas veces había entrado en lo que era el departamento de Grillby, considerando que vivía una menor de edad ahí también. Respetando lo suficiente ese espacio donde podría incomodarle más de la cuenta su presencia, además de no parecerle correcto cuando ya era más que suficiente verse directamente en el bar donde a su amigo no le importaba verlo ahí a primera hora. Por lo que no recordaba las múltiples cajas que tenía en todas partes, acumuladas en varios rincones donde ocultaban por completo las paredes que quedaban en el olvido su color o textura. Y no hacía falta preguntarse de qué se trataban tras saber de antemano la vida de detective que había tenido consigo y falsificador profesional que había dejado atrás con tal de educar apropiadamente a Fuku. Aun cuando resultara irritante en la etapa en la que se encontraba.

-¿Qué es lo que exactamente quieres encontrar aquí? –Preguntó Grillby al momento de abrir la puerta de la habitación.

-Muffet tiene razón, es una adolescente. –Sans ingresó en cuanto se lo permitió. Notando que al menos ella era bastante ordenada a lo que creyó de ella. –Por ende, tiene sus secretos.

-¿En verdad crees eso?

-Bueno, es posible. ¿Tú nunca tuviste secretos a esa edad? –Preguntó mientras buscaba en el armario. Usando su magia para no tener que tocar algunas cosas por mero respeto, aun cuando el tiempo apremiaba en ese momento. –Yo sí los tenía. El viejo constantemente me confiscó varias cosas que… ¡Ajá!

Había sacado una caja bajo la cama que ciertamente no había esperado del todo poder encontrar. Sobre todo por lo evidente que Fuku había sido al ocultarla con varios peluches viejos, como si de un objeto viejo más se tratase a punto de dar en donación en alguna oportunidad. Y estando el tío presente, la puso sobre la cama y la abrió con cuidado para asegurarse de si era lo que realmente había pensado o no. Y sorprendiéndole que en efecto, era lo que se había cuestionado de alguna manera desde que había puesto un pie sobre el departamento y ver todas las cajas acumuladas. Se dice que los niños son el reflejo de lo que ven y aprenden. Y ciertamente estaba comprobando ese hecho ante sus cuencas.

La caja estaba repleta de papeles amontonados posiblemente por las prisas, casi como si los hubiera revisado antes de irse de esa misma habitación. Y en ello había múltiples anotaciones que en una leída rápida tenían demasiado en común las fechas recientes, las aparentes interrogaciones realizadas y las bitácoras de los callejones y seres que se había dedicado a observar por un tiempo. Y para suerte del momento, era bastante ordenada con sus propios apuntes de tal manera que no era difícil de descifrar sus notas.

-Para ser una tarea, es bastante detallada, ¿eh?

Comentó con algo de gracia que seguramente estaba fuera de lugar de su parte, pero en verdad estaba asombrado con lo que estaba dando de reojo a varias cosas. Y hasta el momento en el que desdobló un mapa dibujado por ella, observó los puntos en los que ella tenía anotado revisar posibles fugas de vigilancia de ellos. Casi como si estuviera intentado evitar toparse con ellos, a menos que… No, no era eso lo que había tratado de hacer como un simple pasatiempo. Se daba cuenta en el instante por el muy notorio círculo rojo que ella había trazado con gran regocijo como si le causara emoción finalmente dar con algo.

-Es buena. –Murmuró Sans pese a no ser necesario. Revisando con demasiado detenimiento lo que había circulado junto a las anotaciones que hacía sobre el orfanato alejado y sobre la facilidad de escape que tenía ante, a palabras suyas, de los mismos Gaster. –Ni siquiera nosotros sabíamos de este punto ciego en Snowdin.

-No puedo creerlo… –Murmuró Grillby al momento de dejarse caer sobre la cama. Sentándose a un lado de la caja a la vez que aun seguía sosteniendo varias hojas que contenían bitácoras anotadas por ella. –Todo este tiempo… ¿ha estado investigando?

-Parece que ha estado buscando una desaparición por su cuenta. Menciona en varias hojas a alguien llamado Skate. –Comentó Sans sin apartar la vista del mapa. –Felicidades, Grill. Tu sobrina se parece a ti.

-Peor. Se parece a su padre. –Aquello le hizo apartar la vista de todo para enfocarse en su amigo. –Cree que está haciendo justicia cuando solo la está llevando a su perdición.

Sans no supo qué decirle en el instante. En efecto sabía que el hermano se había dedicado a lo mismo y que mantener tal trabajo con una familia hecha lo había llevado a una muerte trágica en manos de humanos corruptos, pero estaba seguro de que podría ser tan solo la superficie de algo que aún no se atrevía a compartirle y que tampoco le insistiría si tanto le incomodaba a la fecha. Pero lo que sí sabía era que no iba a dejarlo solo con el temor de perder a su familia cuando era algo que comprendía a la perfección.

Grillby tenía un evidente cansancio en su mirada que solo se comparaba al temor que reflejaba en todo su rostro. Dolía no estar contemplando al sujeto atento de siempre, así que dejó todas las hojas a un lado y se sentó a lado suyo.

-Tranquilo, Grill. La encontraremos. –Colocó una mano sobre su hombro para mostrarle apoyo. –Y en caso de que los haya, haré que los responsables ardan en el infierno.

-No hará falta. Yo mismo los incineraré.

Sans sonrió al escucharle decir eso. Si bien su voz sonaba cada vez más acabada, al menos una parte de él parecía rehusarse a apagarse por completo.

-Bueno, al menos ya tenemos una pista de en dónde buscar realmente. –Señaló el mapa con el círculo rojo.

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.

Ante la curiosidad, Frisk había terminado accediendo a acompañar al extraño sujeto hasta lo que parecía ser su casa. Siendo que por un lado la mantenía cautelosa el hecho de verle con un bastón todo el tiempo y que tal vez necesitaría de su ayuda en alguna parte del trayecto, pero no fue así. Pareciendo que optaba por hacer las cosas a su manera y sin necesidad de que alguien lo tomara por viejo por una condición física. ¿Acaso todos los hombres mayores eran así? Don Gaster siempre le gruñía cuando trataba de ver por su salud cuando él no lo hacía por su cuenta. Aun cuando su intención no era tratarlo como viejo.

Pero lo que más le había llamado la atención en todo ese misticismo antes de ingresar al lugar, era que hubo varios monstruos que le saludaron con una que otra señal que le daba a entender que se estaban comunicando en silencio. La mayoría de ellos siendo demasiado jóvenes para ser tomados por niños con facilidad si debía de cuestionarlo. Pero antes de que fuera a preguntarle qué venía siendo eso, llegaron a lo que parecía ser su casa y la invitó a pasar con toda la amabilidad que permitía su sonrisa cansada. Y si bien Frisk no se sentía cómoda con todo, terminó accediendo sin pensarlo demasiado al querer llegar a la raíz del asunto de que la buscara particularmente para hablar.

La había llamado "Saito" con toda intención de acaparar su atención. ¿Qué es lo que sabía y qué era lo que quería particularmente de ella?

-Aquí tiene. –Comentó el reno en cuanto regresó de la cocina y colocó una charola en la mesita de sala que les dividía, sujetándola sorpresivamente con el equilibrio de una sola mano. –Una bebida especial para una jovencita especial, jeje.

-Gracias. –Frisk recibió la taza con cuidado. Identificando desde antes que se trataba de canela con azúcar solamente. –Pero aun no me ha dicho quién es usted.

-Lo sé, es porque me daba curiosidad un detalle antes. –Se sentó delante de ella con cuidado y levantó su taza a la misma altura que la tenía ella. –Transpira demasiada autoconfianza para que acompañara a un desconocido que bien podría llevarle a una trampa, ¿no cree?

-Si quisiera hacerme daño, al menos se habría asegurado de encontrarme sola. –Objetó mientras alzaba una ceja. No entendiendo al sujeto cada vez más extraño para ella. –Sabe perfectamente que estoy siendo vigilada. Ellos no están siendo ni siquiera discretos.

Comentó con algo de desagrado en la situación. Si bien podría ser algo reconfortante saber que podría evitarse una situación similar a las otras donde terminaba en violencia, tener por lo menos a uno de los vigilantes grises casi encima suyo era demasiado molesto, aun cuando había dejado en claro no quererlo. Por lo menos al que tenía en turno lo había convencido con la mirada de que le diera demasiado espacio para hablar adecuadamente con el venado, estando fuera de la casa. Aunque bien pudiera ser por orden de Don Gaster darle su espacio y no precisamente una petición tomada por ella ahora que lo pensaba.

-Bueno, eso es cierto, jeje. –El reno de posible avanzada edad tomó un trago a su bebida antes de seguir hablando. –Mi nombre es Rudolph Holiday. Y yendo al punto, fui un amigo para Asgore hace muchos años, antes de que se volviera lo que es ahora.

-¡¿Qué?! –Frisk bajó su taza ante tal revelación. Manchando un poco su falda al salpicar. –¿Usted…? ¿Amigo…? ¿Cuándo?

-Bueno, su sorpresa me confirma dos cosas: que estaba en lo cierto sobre que tiene alguna relación con él, y que la cabra definitivamente mantuvo su palabra de acabar con su pasado. Incluyéndome.

-¿Usted sabía que yo…? Bueno, ¿que lo conozco? –No se sentía con el ánimo de dar detalles, sobre todo por tratarse todavía de un desconocido para ella. Y recordando el cómo la había mencionado antes, pudo concluir algo. –Conoció a ambos. Al "Gran Don" y a "El jugador", ¿cierto?

-Los conocí antes de ser nombrados de esa manera. –El reno admitió de inmediato, sin tener el ánimo de tomar su taza de nuevo al estar observándola con cierta nostalgia. –Mucho antes de que pudieran declararse enemigos realmente.

-¿No siempre fue así?

-Siempre les gustó pelear el uno con el otro desde que se conocieron. Pero ante el hecho de que Masao Saito siempre era el vencedor… para Asgore se convirtió en una obsesión acabar con él. Podría decirse que Saito fue el que originó al mafioso que todos temen ahora. –Agitó su taza como si pudiera observar algo más en ella. Por instinto, Frisk hizo lo mismo por si se trataba de algo importante. –El que originó que muchas cosas terminaran de cabeza por aquí.

-Por lo que me está diciendo, he de suponer que odia al Jugador. –Intuyó Frisk mientras agitaba nuevamente su taza. Dejándose llevar un poco por el aroma relajante de la canela. –¿Lo culpa por haber perdido a su mejor amigo, cuando él fue quien le dio muerte precisamente al señor Saito?

-Jeje, es usted una señorita muy directa, ¿cierto?

-No me gusta que me tengan con rodeos. –Dejó de remover su taza que evidentemente no tenía nada para mejor enfocarse en el extraño reno. –¿Cómo es que sabe que desciendo de Saito y qué es lo que quiere de mí con eso?

-Bueno, ya que tengo demasiada su atención, iré a mi verdadero punto antes de responderle lo demás, ¿le parece? –El reno se acomodó en su asiento como pausa dramática innecesaria. Extendiendo su mano como si esperara a que la tomara en cualquier momento. –Quiero que se una a la resistencia.

-¿La resistencia? –Alzó una ceja mientras ignoraba rotundamente su mano. –¿Qué es eso?

-¿No ha oído de nosotros? Vaya, esto acaba de arruinar mi entrada triunfal, jeje. –Bajó su mano sin parar de sonreír. ¿En verdad le causaba gracia terminar en ridículo ante una desconocida? –Pues somos un grupo de monstruos que buscan ser considerados como partido político para tener nuestros propios representantes en estas elecciones.

-¿Y por qué un grupo de monstruos quisiera que una humana se uniera a tal cosa? –Preguntó Frisk sin encontrarle sentido a tal ofrecimiento repentino con semejante descripción.

-Porque he visto lo que es capaz de hacer, señorita. Las vinculaciones que tiene y la forma en la que defiende sus propios ideales por encima de todos. ¡Usted inspira a muchos! –En verdad parecía estarla admirando con tales palabras, pero para Frisk, se sentía como si parte de él reflejara lo desesperado que estaba realmente. –Por eso digo que la vida tiene un sentido del humor bastante extraño, porque nunca creí que alguien que proviniera de ese sujeto y que además convivió con lo que se convirtió Asgore… resultaran una persona tan intrigante y valerosa como usted.

-Soy lo que soy por mis propias decisiones, señor Holiday. Eso es todo. –Volvió a dar un trago a su té, pero lo cierto era que no sabía bien. ¿Cómo alguien era capaz de quemar la canela de esa manera? –Así que no, gracias. No me interesa.

-¿Le interesaría si con ello pudiera construir un futuro con su novio? –Frisk alzó la mirada con eso. Haciendo que el reno sonriera en el instante. –Dejar de ser un simple rumor de algo prohibido y volverlo una realidad. Es una de muchas cosas que queremos lograr como partido. Queremos que los monstruos tengamos las mismas oportunidades que los humanos. Y una de esas cosas es poder casarnos con libertad sin importar la especie.

Realmente tenía su atención ahora y no solo por el hecho de agradarle la idea de que no obstruyera sus propios intereses. Si Don Gaster hubiera podido dedicarse a la medicina, la familia esqueleto habría tenido un mejor tipo de vida donde no tendrían que estar arriesgándose bajo el término de "matar o morir". La familia Bunny no habría tenido que prostituirse con tal de dar abasto a sus constantes gastos como familia numerosa. Sans habría podido ser el músico que muy seguramente le habría encantado ser. Y muchos más habrían podido disfrutar de su vida, reduciendo la violencia tan absurda que varios mantenían con el afán de sobrevivir con uñas y dientes.

-¿Y qué es lo que tendría que hacer?

-Lo que ya hace, señorita. Inspirar la causa. Motivar a los jóvenes. –Nuevamente extendió su mano de manera teatral, ahora con más confianza tras por fin ponerle en contexto. –Quiero que su novio y usted dirijan parte de la resistencia. Que sean nuestros ángeles de Ebott city.

Aquello no le había gustado escuchar. Teniendo sus brazos firmes sobre su taza que evidente no daría ni un trago más y observando su mano que esperaba pacientemente a ser entrelazada con la suya. Ahora entendía quiénes eran realmente aquellos que se denominaban como "resistencia". Eran los manifestantes frente a la iglesia que eventualmente causaban ruido desde temprana hora mientras hacía sus compras en el mercado. Aquellos que siempre peleaban contra los aparentes fanáticos de la iglesia de los que aun no entendía cuáles eran sus problemas con tales protestas, pero que no cabía duda de que tampoco le agradaban y que además era mutuo.

Y no entendía mucho de esos ámbitos dada su nula experiencia, pero ¿qué no el amigo de Sans le había dicho que las mujeres no podían participar en esas cosas? Si era el caso, no la estaba invitando realmente a formar parte. Quería utilizarla.

-Ya veo. Quiere usar el ruido que Sans y yo generamos para sus propios intereses. –Ni siquiera fue una pregunta de su parte. Era evidente que se trataba realmente de eso. –Aquello que se llama "partido político" implica poder, ¿ cierto?

-No lo vea así, señorita.

-Pues no creo que haya otra forma de verlo. –Bajó su taza sobre la mesita y se cruzó de brazos mientras le miraba fijamente. Notando cómo el reno bajaba su mano lentamente conforme soltaba las palabras. –Si me lo está pidiendo directamente a mí y no a Sans, quien como hombre pudiera hacer algo y como monstruo tendría más sentido su movimiento, he de suponer que le tiene miedo y creyó que conmigo podría hacer que lo convenciera de unirse a algo que de antemano lo discriminará por tratarse de un criminal.

-No, yo…

-Pues está en lo cierto sobre tenerle miedo. Porque a él no le gusta que lo subestimen. –Comentó Frisk con total seriedad. –Ni a mí tampoco, señor Holiday. Así que agradezca que esta conversación la tuvo conmigo y que tendré la cortesía de no exponerlo con los Gaster, los cuales tienen mejores cosas por atender que un movimiento que pretende escudarse de símbolos que tienen su propia vida.

Dio por terminada el intento de convencimiento que trató de hacer con ella. Queriendo levantarse de una buena vez para retirarse y enfocarse en hacer mejores cosas que escuchar a un extraño que solo tenía la suerte de saber algo más que el resto. Pero la sonrisa que poco después esbozó el monstruo, le indicó que aún había mucho por desglosar en aquel sujeto.

-En verdad se parece a él. –El señor Holiday mantuvo su sonrisa como si algo en todo ello le agradara en verdad. –Aunque nunca pude conocer su rostro por la máscara que siempre portaba, verla a usted es como verlo a él en muchos aspectos.

-No. No puedo parecerme a alguien que jamás conocí. –Objetó de inmediato con seriedad. Recordando amargamente la admiración que el muchacho de la yakuza tenía precisamente con su maestro fallecido. –Por lo que aprovecharé la ocasión para mencionarle que no vuelva a mencionarme con ese apellido con el que intentó tener mi atención.

Frisk sabía que había un alto riesgo tener que admitir tal cosa delante de un desconocido del que aún no tenía ni idea qué era lo que realmente quería con ella, pero en verdad no podía evitar querer aclarar esas cosas de una buena vez antes de que solo terminaran incomodándola sin sentido. Si estuviera Don Gaster ahí, muy seguramente le regañaría con la mirada y le daría otro coscorrón después.

-Muy bien. Y a cambio de eso, ¿puede decirme exactamente qué tiene que ver con Asgore? No tengo malas intenciones con esa información, es solo que quiero comprender cómo un punto que él había abandonado con el afán de dejar atrás todo su pasado, pero que evidentemente tampoco permitió que alguien más lo tuviera… terminara precisamente en manos de una joven humana que casualmente hiciera lo mismo que él y amara tanto las plantas como él.

-Bueno… él me heredó ese lugar como regalo de cumpleaños. –Mencionó con una nostalgia amarga en la punta de la lengua. Recordando su última carta que no había sido escrita por él. –Y la verdad es que nunca me pregunté si ese lugar lo había comprado o no antes. Solo se me había hecho raro que aparentemente fuera rico como para regalarme una propiedad así.

-¿Heredar…como? –Frisk optó por rehusarse a contestar al sentir que ya había dicho demasiado. Definitivamente si estuviera Don Gaster ahí la habría regañado con creces. –Ya veo. Lo quiere.

Frisk no mencionó nada al respecto, siéndole un tema sumamente complicado conforme lo pensaba demasiado sin dar con algo concreto respecto a él. Metiendo sus manos en los bolsillos de su gabardina y dando de inmediato con la pieza de ajedrez que sujetó como si aquello pudiera calmarla, al igual que dando con la chequera que seguía cargando consigo a recomendación de Flowey. Y el reno nuevamente no pareció querer contestarle nada más tras eso, pero Frisk le insistió demasiado con la mirada al estar lo suficientemente intrigada para obtener lo que tanto le estaban negando en la ciudad.

-No tiene que decirme de qué manera porque tampoco mi intención es meterme en asuntos ajenos. –Rio un poco el reno como si se tratara de algo que realmente causara gracia, pero siendo visible la incomodidad que presentaba lo que sea que estuviera pensando. –Pero, si puede tener compasión por él una humana como usted… debe ser que el Gorey que conocí debe estar ahí todavía. Muy en el fondo, claro.

-¿A qué se refiere?

-A que debo ser el único en la ciudad que lo conoce a la perfección. –Tomó lo que quedaba de su bebida casi de golpe antes de continuar hablando. Fue así como Frisk pudo notar que se encontraba nervioso por la conversación que él mismo inició. El pasado debía de dolerle también. –La manera en la que Asgore demuestra que algo le importa, es cuando lo aleja para mantenerlo a salvo de sí mismo. A mi me quiso lejos de su vida por el camino que había tomado, pero aun así procuró que los monstruos de este barrio se mantuvieran lo suficientemente estables hasta que llegaron Los Gaster.

-Qué forma tan tonta de querer a alguien, más bien. –Bufó Frisk sin pensar en sus palabras. Molestándole la similitud de lo que había sido su crecimiento hasta la actualidad durante su ausencia aún vigente. –Alejar a alguien y esperar que uno se conforme con eso, siendo lo suficientemente ególatra como para pensar que aun así seguirá todo igual.

-Pues usted debe de ser demasiado especial. –Pese a la molestia evidente en su voz, el reno volvió a soltar una tenue risa tras sus palabras. –Asgore declaró odiar a la humanidad, pero lo cierto es que él siempre la admiró como parte de la naturaleza. Y tal vez a usted no le agrade ser considerada como un símbolo, pero con lo que me dice, usted debe ser lo único que le queda para recordarle eso: que la humanidad forma parte de la naturaleza que tanto aprecia o apreció.

-¿Y qué sabe… sobre sus hijos?

-¿Hijos? Solo tuvo uno.

Había tenido un mínimo grado de esperanza en todo eso, pero escuchar aquello le fue recordatorio de lo que la ciudad entera trataba de convencerle.

-Entonces no lo conoce lo suficiente. –Sujetó la pieza de ajedrez con más fuerza por mera inercia. –Tal parece que solo yo conozco ciertas cosas de él.

Y pensar en eso le hizo abrir los ojos al grado de dolerle.

-Disculpe, señor Holiday, pero tengo que retirarme. –Finalmente se puso de pie para comenzar a retirarse sin permiso alguno. –Tengo… cosas por hacer.

-Eeehh, claro, claro. –Se paró igualmente, aunque con el apoyo de su bastón que había dejado a un lado de su asiento. –Lamento si la incomodé en todo este momento. Supongo que valía la pena intentarlo, ¿no?

Frisk no respondió absolutamente nada, queriendo retirarse a la brevedad para llegar al departamento de los seguidores grises lo más pronto posible. Llegar a la habitación que le estaban permitiendo estar a solas de manera cada vez más conveniente, ahora que estaba sintiendo dificultad para respirar tras sentirse algo alterada mientras daba pasos firmes en su camino. Teniendo sus manos metidas en sus bolsillos mientras sujetaban con una fuerza innecesaria tanto la pequeña figura del rey del ajedrez, como a la chequera que solo hasta ahora le había servido como recordatorio del dinero sucio que su figura paterna de años había manejado cruelmente. Claro, ¿cómo no lo había notado antes? Las respuestas que quería las había tenido hacia el frente siempre, pero no de la manera en la que había creído que las obtendría.

Una mentira o no su situación con él, conocía aquello que otros no podrían ni imaginar a menos que hubieran tenido la oportunidad de haber convivido con él tal y como una hija. A ella nunca se le había advertido que el "Gran Don" se ocultaba bajo un seudónimo, pero ella pudo reconocerlo con tan solo mencionárselo. A ella nunca se le había dicho sobre qué hacer con el local que le dieron, pero al tener todo a la mano, supo hacer la floristería que claramente sabría administrar de tal manera que nunca le pareció extraño aquello. A ella nunca se le dijo sobre un código para poder tener acceso a la cuenta bancaria a la que tenía permiso, sin embargo, pudo saber cuál era la contraseña sin más de un intento.

Las respuestas que había querido de alguna manera, habían estado siempre para ella porque solo ella podía saberlas. Todo estaba hecho o gestionado para que solo ella pudiera reconocerlas.

Terminó deteniéndose en el parque al no poder más. Recargándose en el pino que aún permanecía de pie y firme pese a lo visible descuidado que estaba. Sacando a su vista la figura blanca del ajedrez que finalmente entendía porqué le había hecho sentir que estaba dando con algo. Siendo que, lo que representaba en el tablero, le recordaba demasiado a lo que venía siendo el propio Asgore Dreemurr. Porque la mejor manera para debilitar al contrincante, era hacer que rompiera posiciones primero para despejar el acceso al rey. Y a como estaba comprendiendo el juego, la mejor manera de ganar era sacándolo de su propia comodidad para evitar bajas innecesarias.

En silencio, Frisk finalmente comprendió porqué había recibido una carta no escrita por él y con semejantes regalos que no cualquiera podría dar sin destaparse lo suficiente. Finalmente entendió que su razón de estar en la ciudad estaba siendo manipulada por alguien más que tal vez no sería tan diferente al reno respecto a tomarle en cuenta como un símbolo para alguien más. Ella era la única que podría sacar al rey de su casilla, era la única que podría debilitarlo de alguna manera… pero hacerlo sería entregarlo a todos sus enemigos. Condenarlo a muerte. Todo estaba en sus manos, en sus propias acciones. Si el reno estaba en lo cierto sobre que ella era lo único que le quedaba a Asgore para apreciar la humanidad, significaba que también sería quien pudiera romperlo por completo de eso. Ella era quien pudiera nivelar todas las desventajas que sus enemigos consideraban contra él.

Alguien había puesto ese poder sobre sus hombros. Y no tenía que pensarlo demasiado para saber de quién pudiera tratarse cuando él mismo se había dignado en presentarse ante ella para entregarle la chequera con la que, a lo que le había descrito la señora Bunny, había creído que podría controlar todos sus movimientos. ¿Y cómo no pudo darse cuenta antes? Si en la propia carta había firmado con G… ¡Y hablado de la misma forma en la que estaba redactada la carta! El sujeto sabía muy bien sobre ella al momento de dirigirse personalmente. Había sabido muy bien qué decirle en aquel instante… antes de que tuviera el "accidente" de ver aquella pared repleta de sus crímenes. ¿Habría sido una coincidencia realmente? ¿Un simple infortunio? ¿O había sido un evento realmente controlado? No recordaba que le hubiera dado su nombre, pero, Don Gaster le había mencionado que se llamaba Gerson, ¿cierto? Y que además ese señor tortuga se trataba de un aparente socio. Un cómplice de los crímenes que estaba realizando.

Pero si estaba en lo cierto, esa tortuga realmente era un traidor que tenía la ventaja de saber sobre ella cuando el resto ignoraban incluso su existencia en la vida del famoso mafioso Asgore Dreemurr.

Esa tortuga trataba de traicionarlo a través de ella. Y aquello solo le hizo llorar mientras se dejaba deslizar torpemente con el pino. Porque aquello que tanto estaban planificando los Gaster, ella podría ponerlo en charola de plata si tan sólo se lo propusiera. La debilidad del temible Gran Don era ella. ¿Eso significaba que todavía la apreciaba como hija contra lo que pensaban los demás? ¿Se trataba de algo más que solo ella podía saber? ¿Cómo poder identificar ahora en qué la estarían manipulando y en qué no a estas alturas?

-¿Señorita novia de Sans? –Frisk levantó la mirada al notar la voz del seguidor que parecía ser el más joven de todos. –¿Qué es lo que tiene?

-No quiero hablar de eso en este momento. –Hipó un poco entre palabras. –Es mucho lo que debo procesar.

-¿Algo con lo que podamos ayudarle?

-No. No pueden. –Guardó la chequera de regreso en uno de los bolsillos de su gabardina. Parándose nuevamente antes de limpiarse las lágrimas que había permitido soltar y sintiéndose también incómoda de que alguien la hubiese visto así en plena zona pública. Últimamente estaba llorando más de la cuenta y no le gustaba en lo absoluto. –Vayamos de regreso al departamento, por favor.

Y sin necesidad de más explicaciones de su parte, (y agradeciendo que no se las pidiera tampoco), comenzó a andar lo suficiente para darle su espacio de esa manera. Dejando que le siguiera en silencio entre ellos pese a que su mente una vez más estaba atormentándole con preguntas que fácilmente podían resumirse en una, pero que no se atrevía ni a nombrar en su mente ante el temor de hacer visible algo de lo que no tendría control nunca. Siendo ahora una cobarde por no ser capaz de saber cómo procesar todo aquello sin que le afectara, porque una vez que tuviera que hablar todo ello con Sans, ¿le pediría que intente sacarlo de su escondite? Porque para horror suyo, sabiendo ahora todo eso, tenía un plan esporádico para poder hacerlo.

Y saber que en efecto tenía esa facilidad al alcance de sus manos, le aterrorizaba en cada paso que daba hacia el frente. Porque era tan simple como decir:

-Estoy aquí. –Susurró a la pieza que sostenía en su mano.

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¡Chan, chan chaaaaaaaaaaan! :V Lamento en verdad no haber cumplido en mi fecha exacta de actualización, pero a su vez, agradezco la paciencia. Esperando que haya sido de mucho agrado al igual de lo emocionante que fue para mi por fin llegar a esta parte. He estado muy ocupada con varias cosas laborales recientes, pero también, he estado un poco agotada tanto física como emocionalmente. No se preocupen, estoy bien n.n

¡Los quiero mucho!

¡Michi fuera!

-O-