Capítulo 3
William no esperaba encontrarse al señor Gardiner ocupado. Ellos habían hecho una cita el día anterior para discutir sobre algunos negocios. Pero por la forma en cómo se vestían, él se dio cuenta de que probablemente eran inversores.
El señor Gardiner le explicó las razones por las que ambos caballeros habían ido a su oficina y que pensó que era una buena idea que conocieran a él. "El Coronel está en busca de nuevas oportunidades de negocio, William. Sé que andas en busca de algunos inversionistas, y tomando en cuenta que ambos son jóvenes, tal vez este pueda ser el inicio de una gran sociedad comercial."
"Así es, señor Dalton. Llevo años trabajando y ahorrando todo lo que puedo. Además, mi abuela materna me dejó una considerable suma en su testamento y creo que es hora de invertir ese dinero en algún negocio que me traiga buenos dividendos. La vida de un militar es bastante dura y no quisiera tener que trabajar toda mi vida," explicó Richard con la afabilidad que lo caracterizaba.
"Me parece excelente, Coronel. Déjeme saber cuando tiene tiempo y yo puedo prepararle un informe detallado sobre el negocio que estoy iniciando en este momento junto con las proyecciones de ganancias que tengo a corto y largo plazo." William le explicó a grandes rasgos las características de su empresa a Richard, y éste lo escuchó con mucha atención.
William notó que el señor Darcy estaba muy serio y asumió que era el típico señor de alta sociedad que le gustaba recibir los beneficios de su relación con comerciantes pero no tener relación con ellos. Pero la verdad era que el señor Darcy se ponía muy melancólico cada vez que conocía a un hombre joven de la edad de su difunto hijo. Él no podía evitar recordar aquellos días en que él y su esposa pasaban noches enteras llorando de tristeza recordando a su adorado hijo.
"Lo siento, Gardiner, pero tenemos otros compromisos," dijo el señor Darcy y se puso de pie. "Fue un gusto conocerlo, señor Dalton."
Richard conocía muy bien a su tío y comprendió porque se había entristecido. "Señor Dalton, qué le parece si mañana nos encontramos en mi club. Aquí está mi tarjeta," dijo Richard amablemente.
William la aceptó y se despidió de ambos caballeros. "Fue un gusto, señor Darcy. Nos vemos mañana, Coronel."
Cuando Richard y su tío dejaron la oficina del señor Gardiner, William inmediatamente le preguntó más antecedentes de los caballeros a su tío y él le habló muy bien de ambos. "El señor Darcy es un hombre bastante práctico y afable. Él valora mucho la honestidad y el trabajo duro, y le gusta mucho conversar de historia y política. Es un hombre bastante informado."
"Me pareció un poco orgulloso y arrogante, pero puedo estar equivocado," dijo William tentativamente.
"Usualmente es mucho más comunicativo, pero creo que algo le pasó. A lo mejor se sintió mal y por eso estaba más reservado de la cuenta. Pero te aseguro que es un hombre bastante simpático cuando lo conoces bien," explicó el señor Gardiner.
Los hombres continuaron hablando por varias horas porque William tenía muchas preguntas sobre cómo funcionaba el mercado londinense. Había ciertas leyes especiales que aplicaban a cierto tipo de comercio que él no conocía bien y no deseaba cometer ningún error. Hasta el momento todo funcionaba perfectamente, y si el Coronel Fitzwilliam estaba dispuesto a invertir una buena suma de dinero, él pensaba aceptar inmediatamente. De esa forma no tendría que desviar fondos del negocio en Manchester para levantar el negocio de Londres.
Al día siguiente, William fue al club donde lo citó el Coronel Fitzwilliam y quedó sorprendido por lo elegante del lugar y de los hombres que estaban reunidos allí. Afortunadamente, él siempre se vestía muy bien por lo que nadie notó que no pertenecía a ese círculo social.
"Señor Dalton, no sabes cuánto me alegra que haya venido. Usted es muy puntual, en mi familia, yo y mi tío Darcy somos los únicos que siempre llegamos a tiempo," dijo Richard alegremente.
"Buenos días, Coronel. Desde pequeño mi padre me enseñó lo importante que es ser puntual tanto en los negocios como con la familia," respondió William sonriendo. Él se sentó, e inmediatamente comenzó a explicarle a Richard la naturaleza del negocio que estaba estableciendo y dando cifras específicas sobre la cantidad que debía invertir y cuánto y en cuánto tiempo podría ver ganancias. "Mañana mismo mandaré todos los documentos a su procurador para que puedas analizar con calma lo que te he explicado."
Richard quedó muy sorprendido por lo formal y serio que era aquel hombre, pero sobre todo porque tenía bien claro lo que deseaba hacer y cómo quería hacerlo. "Gracias por tomarse el trabajo de explicar todo tan bien, señor Dalton. Está claro que has estudiado muy bien el mercado y que te has tomado tu tiempo para trazar el plan de inversión."
"Este negocio lo comenzamos a planear con mi padre cuando yo me uní al negocio después de terminar la universidad. Lamentablemente, cuando teníamos el capital para dar inicio a nuestro sueño, él se enfermó gravemente y después de varios meses de sufrimiento falleció. Aunque estoy sólo en esta aventura, su recuerdo siempre está presente en todo lo que hago."
"Usted era muy cercano a su padre, señor Dalton?" preguntó Richard impulsivamente. "Lo siento, no quise ser indiscreto."
"No se preocupe, Coronel, no es indiscreto. Contestando a su pregunta, sí, mi padre y yo éramos muy unidos. Él es el mejor hombre que he conocido y cada día me esfuerzo para ser un poco como él."
"Me da un poco de envidia escucharlo hablar con tanto afecto de su padre, señor Dalton. Mi padre y yo nunca hemos sido cercanos, aunque tampoco me puedo quejar porque gracias a él, por ejemplo, tengo acceso a lugares como este," añadió Richard sonriendo. "Pero creo que estamos siendo demasiado formales, por favor llámame Fitzwilliam y así yo podré llamarte Dalton, ¿qué te parece?"
"Me parece bien, Fitzwilliam," dijo William más relajado. A él le simpatizaba su potencial socio porque era un hombre afable y muy divertido.
Ellos se reunieron en varias ocasiones más, hasta que finalmente se reunieron en la oficina del procurador de William para firmar los contratos que los hicieron formalmente socios.
Para celebrar la ocasión, William invitó a Richard a cenar a su casa y presentarle a su madre. Violet quedó encantada con el nuevo socio y amigo de su hijo. Su amado William necesitaba amigos de su edad con quien poder socializar y divertirse.
P&P
Elizabeth le había escrito a tía Gardiner para contarle cómo estaban las cosas en Hertfordshire y ella se encargó de convencer a la señora Bennet que le permitiera acompañar a Jane a Londres. Para eso le dijo que tomando en cuenta la próxima boda de Jane, era mejor que ella se encargase de preparar todo en Longbourn y ella, Jane y Elizabeth se encargarían de las compras en Londres.
Aunque a la señora Bennet no le gustó tanto la idea, no le quedó otro remedio que aceptar porque su cuñada no sólo había ofrecido su asistencia sino también financiar el ajuar de Jane como un regalo de la familia Gardiner.
Louisa y Caroline también viajaron a Londres pero con planes muy distintos a los de Jane. Ellas sabían que era prácticamente imposible que su hermano rompiera el compromiso con esa mujer y no les quedó más remedio que aceptarlo. Por eso, ellas comprendieron que debían controlar y manipular a Jane de la misma forma que hacían con Charles. De esa manera, ellas se asegurarían que sus vidas continuaría sin mayores alteraciones.
Pero para poder lograr eso, lo primero que debían hacer era separar a Jane de su familia. Los Bennet eran una pésima influencia y una vergüenza continua que no estaban dispuestas a tolerar.
Ellas planeaban decirle a todas sus amistades y conocidos que los Bennet eran una familia de sofisticados terratenientes un poco excéntricos a los que no les gustaba la vida social londinense y por eso nadie los conocía. Pero para poder sostener aquella mentira, ellas debían asegurarse de mantenerlos a ellos, y al tío comerciante, lo más lejos de la futura señora Bingley.
Dos días atrás, Jane había ido de compras con Caroline y Louisa y aquella mañana había llegado un paquete con parte de las compras. Elizabeth observaba atentamente cómo su hermana, sin mucha alegría, sacaba de la caja los nuevos vestidos y accesorios que sus cuñadas habían sugerido
"Jane, ¿te gusta ese vestido de tarde? Tú eres tan bonita que todo se te ve bien pero te confieso que yo no sabía que te gustaba ese color," dijo Elizabeth tentativamente. Ella y tía Gardiner habían acompañado a Jane tan sólo una vez de compras porque Caroline y Louisa habían monopolizado por completo a su futura hermana y no permitían que pasara tiempo con ellas.
"No es mi color favorito, Lizzy, pero Caroline dice que es la última moda y ella sabe mucho de estas cosas. Louisa siempre me recuerda que muy pronto seré una Bingley y que asistiré a lugares y eventos muy diferentes en los que las personas se visten y se comportan muy distinto a lo que estoy acostumbrada."
"Entiendo, querida Jane. Pero tú puedes adaptarte a las nuevas circunstancias de tu vida sin perder tu esencia, y sin dejar de ser quien tú eres, ¿no crees?" Elizabeth había notado como las cuñadas de su hermana intentaban manipularla pero no deseaba hablarle directamente del tema para no preocuparla.
"Louisa y Caroline han sido extremadamente cariñosas y me han ayudado tanto que yo no deseo comportarme como una mal agradecida. Lizzy, yo soy mucho más flexible que tú y prefiero tener paz y armonía en mi nueva vida con mi nueva familia que discutir por el color de un vestido."
"Por supuesto, querida. Creo que tú eres mucho más sabia que yo y por eso siempre serás más feliz también," concluyó Elizabeth conciliatoriamente. Aunque en el fondo no le gustaba ver a su hermana comportarse de una forma tan distinta a la Jane que ella tanto quería.
"Lizzy, una cosa más. Caroline y Louisa quieren que me vaya a pasar unos días con ellas porque me quieren enseñar cómo llevar una casa. ¿Me puedes ayudar a hablar con tía Gardiner? No me gustaría ofenderla. Ya sabes que ellas nos invitó con mucho cariño y bueno, si yo me voy con mis cuñadas puede pensar que estoy haciéndole un desaire."
"Jane, nuestra madre te enseñó muy bien cómo llevar una casa," dijo Elizabeth sorprendida.
"Nuestra madre no sabe nada sobre una casa en la ciudad, Lizzy. El procurador de Charles está buscando una mansión aquí en Londres, muy pronto tendré una casa grande y lujosa en la ciudad y debo estar preparada para ser una buena ama de casa y anfitriona," explicó Jane.
"Supongo que tienes razón. No te preocupes por tía Gardiner, sé que ella comprenderá." Elizabeth prefirió no decir nada más. Jane estaba cada día más cambiada y ella podía notar la influencia de sus cuñadas en ella. Aunque le daba mucha tristeza, ella sabía que su hermana estaba muy enamorada de su futuro esposo y deseaba más que nada ser merecedora de su cariño.
La mañana siguiente, el carruaje de los Bingley llegó después del desayuno a recoger a Jane y Elizabeth y los Gardiners no la volvieron a ver hasta que todos regresaron a Hertfordshire.
P&P
Después de desayunar, Elizabeth fue a la bodega de su tío porque él le dicho que habían llegado telas nuevas y quería que eligiera algunas para mandar de regalo a la señora Bennet y sus hijas en Longbourn. La señora Gardiner quería acompañarla, pero el pequeño Matthew había pasado una mala noche y ella se había quedado cuidándolo. Sus primos Luke y Emily pasarían gran parte de la mañana estudiando con su institutriz y Elizabeth les prometió llevarlos al parque aquella tarde. Por eso aprovechó de ir en la mañana a la bodega de su querido tío.
Elizabeth estaba triste porque Jane se había olvidado por completo de ella. Hace una semana que su querida hermana se había ido a casa de los Hurst y no había vuelto a saber de ella. Pero al mismo tiempo, Elizabeth comprendía que su hermana estaba viviendo muchas experiencias nuevas y ella no deseaba ser un estorbo en su nueva vida.
El señor Darcy se levantó temprano ese día porque deseaba hablar con el jefe de la bodega del señor Gardiner. El señor Lewis era uno de los hombres que más sabía del negocio y él deseaba poder hablar con él antes de que comenzara su jornada laboral.
"Lo más importante señor Dalton, es establecer buenos contactos en el puerto, tener hombres que cuiden tus intereses allí. Pero además, poder tener alguna bodega o centro de acopio cerca del puerto. Afortunadamente el señor Gardiner conoce mucha gente y es bien querido por lo que con su apoyo será mucho más fácil conseguir buenos aliados," explicó el señor Lewis. A él le agradaba el joven sobrino de su patrón porque era serio y trabajador, cualidades muy difíciles de encontrar en un hombre joven en posesión de una considerable fortuna.
"Gracias, señor Lewis, por tomarse el tiempo de explicarme algunas cosas," dijo el señor Darcy sinceramente. Pero cuando le iba a dar la manos al señor Lewis, dos perros pastor alemán se abalanzaron sobre él.
El señor Lewis se asustó mucho en un principio porque pensó que los perros estaban atacando al joven señor Dalton. Ellos eran los perros guardianes de la bodega y cumplían su labor diligentemente.
"Lo siento, señor Dalton, los perros no deberían estar aquí a esta hora," dijo el señor Lewis sorprendido al ver como Hércules y Sansón estaban felices con William.
"No se preocupe, señor Lewis, me encantan los animales y estos perros son muy simpáticos'', replicó William mientras acariciaba la cabeza de ambos animales. A él siempre le habían gustado los perros porque había sido un niño solitario y las mascotas siempre fueron una buena compañía.
"Debes sentirte honrado, muchacho. Hércules y Sansón no se dan fácilmente con nadie," concluyó el señor Lewis.
"Señor Lewis, ¿crees que sería posible que me consiguieras una entrevista con alguno de tus conocidos en el puerto? Me gustaría conocerlos y que me conocieran."
"Por supuesto, muchacho. Si tienes libre pasado mañana, podemos ir en la tarde e invitarlos a beber algo en alguno de los bares de la zona."
William y el señor Lewis estaban acordando dónde y cuándo se verían nuevamente, cuando Hércules y Sansón corrieron ladrando hasta la puerta de ingreso de la bodega.
Elizabeth no podía parar de reír porque los perros guardianes de su tío no la dejaban caminar. Ella los conocía desde que eran cachorros y ellos nunca se habían olvidado de cómo ella jugaba con ellos cuando eran pequeños. "Están tan grandes y bonitos, mis queridos amigos," les dijo Elizabeth abrazándoles cariñosamente.
El señor Lewis se despidió de William y fue en busca de los perros que no dejaban caminar a Elizabeth. "Lo siento, señorita Lizzy, pero a Hércules y Sansón se les olvida que ya no son los pequeños cachorros con los que usted solía jugar."
"No se preocupe, señor Lewis. A mí no me molesta que sean tan cariñosos. Espero eso sí que no sean tan amistosos con los ladrones," dijo Elizabeth sonriendo.
"No lo son, mi querida señorita Lizzy. Créame cuando le digo que muchos le tienen miedo a estos dos perros que son tan amables con usted."
Mientras el señor Lewis hablaba con Elizabeth, William no podía dejar de mirar a la señorita. Él no recordaba haber visto una jovencita tan bonita como ella en mucho tiempo. No sólo tenía una sonrisa amable y cálida, sino también unos ojos fascinantemente hermosos. Pero como si eso no fuera suficiente, además tenía una conexión especial con los perros. Él siempre había soñado en conocer a una mujer a la que le gustaran los animales tanto como a él.
El señor Lewis se llevó a Hércules y Sansón y Elizabeth se arregló un poco el vestido y el pelo. Pero de repente le pareció que alguien la miraba y cuando levantó la vista, sus ojos se encontraron con los de un hombre alto y bien vestido. Era el hombre más guapo que había visto en mucho tiempo y no pudo evitar sonrojarse un poco al ver cómo él la miraba.
El señor Darcy se dio cuenta que estaba importunando a la joven y para no seguir actuando como un adolescente imprudente, se fue lo más rápido que pudo. Elizabeth quedó un poco confundida pero supuso que el hombre era un cliente del negocio. Después, se dirigió al segundo piso donde estaba la oficina de su tío y pasó una agradable mañana junto a él.
P&P
"Me alegro que te hayas hecho el tiempo para pasar esta velada con nosotros, hijo. Sé que te lo he dicho muchas veces, pero trabajas mucho y me gustaría que dedicaras más tiempo a divertirte," dijo Violet a su hijo.
"Madre, por supuesto que siempre tendré tiempo para tío y tía Gardiner y me alegro mucho que los hayas invitado a cenar con nosotros," dijo William sinceramente.
"Sabes que es un gusto porque ellos son tan encantadores. Ah, pero ellos no vienen solos, vienen con Lizzy. ¿La recuerdas? Ella es la sobrina de Edward que vive en Hertfordshire."
"No, madre, no la recuerdo, lo siento."
"Lo que pasa es que la última vez que la viste tú debes haber tenido unos quince años y ella siete u ocho. Ella y su hermana Jane habían venido a pasar una temporada con los Gardiners cuando tu padre vino a cerrar un negocio con el señor Webb."
"Hora que lo mencionas, creo que sí las recuerdo. Yo estaba de vacaciones de la escuela y los acompañé. Recuerdo que una era una chica rubia un poco tímida y la otra una trigueña bastante inquieta."
"La chica rubia es Jane que muy pronto se va a casar. Lizzy es la trigueña y acompañó a su hermana a Londres para ayudarle a comprar su ajuar de novia. Hijo, Lizzy es una chica encantadora, además de ser tan bonita y muy inteligente."
William recordaba a una muchacha bastante energética y que hacía muchas preguntas pero nada más. Él sabía que su madre estaba intentando hacer que él sintiera interés por la señorita y por eso prefería no decir nada porque de otra forma, ella insistiría en invitarla todos los días e intentar un acercamiento entre ellos. Desde que su padre falleció, William pensaba que su madre estaba más obsesionada con que él se casara y actuaba cada vez que podía como casamentera.
La casa de los Dalton estaba en la misma cuadra que la de los Gardiner, por lo que pese al frío, ellos caminaron hasta allí. Elizabeth había pasado parte de la tarde con la señora Dalton y le pareció una mujer agradable. Su tía Gardiner le había dicho que su hijo William era un hombre muy guapo y trabajador y que ellos se habían conocido muchos años atrás. Ella recordaba a William como un joven alto y muy delgado que parecía siempre estar enojado. Pero ella asumió que probablemente él había cambiado, tal como ella lo había hecho.
"Qué bueno que vinieron, por favor, acérquense a la chimenea. Me imagino que deben estar muertos de frío aunque sólo hayan tenido que caminar media cuadra," Violet dijo muy animada.
"Este año el frío se adelantó. Estás temperaturas son de temporada de Navidad," dijo el señor Gardiner.
"En el norte es mucho más frío que aquí, querido. No creo que a tía Violet le afecte en lo más mínimo esta temperatura," agregó la señora Gardiner mientras saludaba a su querida tía.
Elizabeth también saludó con mucho cariño a su anfitriona, se quitó los guantes y se acercó a la chimenea para calentar sus manos. Justo en ese momento, William entró a la habitación para saludar a los Gardiner.
"Tía, tío Gardiner, es un gusto poder recibirlos en nuestra casa. Muchas gracias por venir. Además, tía Gardiner, deseo agradecerte profundamente por hacerle compañía a mi madre. Como sabes, yo estoy muy ocupado y no me gusta que esté siempre tan sola."
"Es un gusto pasar tiempo con mi querida tía, William. No tienes nada que agradecer," dijo la señora Gardiner mientras saludaba a su sobrino.
"Lizzy, permíteme presentarte a mi querido hijo," dijo Violet.
"Claro que sí, tía," dijo Elizabeth. Afortunadamente había logrado calentar sus manos en la chimenea y se sentía mucho más confortable.
"Hijo, ella es Elizabeth Bennet. Lizzy, este es mi hijo William Dalton," dijo Violet animadamente.
William sentía que no podía respirar. La hermosa mujer de la bodega era la sobrina de su tío y estaba en su casa mirándolo de la misma manera que lo había hecho en la mañana. "Es un gusto conocerla, señorita Bennet."
"El gusto es mío, señor Dalton," replicó Elizabeth nerviosamente. El hombre guapo de aquella mañana era el hijo de Violet Dalton. Sin duda alguna había dejado de ser el chico alto y extremadamente delgado que conoció hace tantos años atrás.
Después de las presentaciones, ella los invitó a sentarse y los Gardiners y Violet comenzaron a conversar animadamente. Pero tanto Elizabeth como William no se atrevían a decir nada.
Elizabeth sentía que William la miraba pero no se atrevía a devolverle la mirada por miedo a sonrojarse. Mientras tanto William, aunque lo intentaba, no podía dejar de mirar a Elizabeth. Había algo en ella que le parecía fascinante y peligroso a la vez.
P&P
Gracias a todos los que dejan comentarios de apoyo y siguen la historia con entusiasmo.
En el próximo capítulo, William y Elizabeth podrán conocerse mejor.
¡Nos vemos pasado mañana!
Saludos,
Yo
