Vigilado por todas partes
Harry se levantó. Se duchó y se vistió. Sus tíos y su primo Dudley habían ido a pasar el día a un parque de atracciones y lo habían dejado solo en la casa. Solo como casi todo el mes de verano que ya había transcurrido; ahora entendía porqué. Si Hermione tenía razón y Sirius se había pasado por Privet Drive sus tíos y su primo decidieron no tener que verlo por miedo a no poder aguantarse y empezar a tratarlo mal y a insultarlo.
Así que cuando estuvo "arreglado" salió al jardín para despejarse un poco. Nada más cruzar la puerta notó como los pelos de la nuca se le erizaban, un escalofrío le recorría desde la punta de cada uno de sus pelos hasta la punta de sus dedos del pie y viceversa; y para colmo notaba que la cicatriz le escocía un poco. Eso le alarmó un montón. Si la cicatriz le dolía significaba que él estaba cerca, pero no podía ser. No había nadie en toda la calle. La cicatriz le seguía doliendo, cada vez más. Miró calle hacía abajo y no vió a nadie. Su corazón empezaba a palpitarle tan fuerte y descontroladamente que le estaba haciendo un daño enorme en el pecho. Su respiración se iba acelerando cada vez más mientras él inclinaba la cabeza para ver la otra parte de la calle, y allí, lo vió. Una figura se alzaba solitaria en medio de la carretera. Iba vestido con una capa negra que le cubría entero, también llevaba una capucha que le tapaba la cara. Pero Harry lo notaba. Ese ser, esa figura... ¡Era VOLDEMORT! Harry dió un par de pasos hacia atrás, le había costado muchísimo retroceder esos dos pasos. Recordaba el último encuentro que había tenido con Lord Voldemort. Había escapado por los pelos. Y ahora, encima, ¡No tenía la varita!
El ser levantó la cara. Y allí estaban. Aun que estuviera a tres casas de distancia de la que se encontraba Harry lo pudo ver. Esos ojos rojos que se alzaban amenazadoramente y miraban directo a Harry. Esos ojos de serpiente con los que había tenido que intentar dormir durante un mes. Harry se giró dispuesto a entrar en la casa para poder coger su varita e intentar defenderse; en el momento que cogió el pomo y lo giró, antes de poder abrir la puerta y entrar, lo escuchó:
-¡Lacarnum inflamarae!
Ya está pensó Harry; todo ha acabado. Cerró los ojos esperando a quemarse pero no ocurrió. Estaba extrañado esa voz... no había sonado como la voz grave de Voldemort; y si lo hubiera sido: ¿un lacarnum inflamarae? Sería lo último (o de lo último) que Voldemort le lanzaría; habría lanzado un cruciatus. Harry se volvió a girar.
Allí estaba Voldemort. Pero una figura había salido de una de las casas y sostenía una varita; esa figura...
-Me las pagarás Figg, maldita aurora; no creas que me rindo volveré a por Harry. ¡Aparecium!
Y diciendo esto Voldemort despareció. Y quedaba la figura que le había salvado de morir a manos de Lord Voldemort. Y esa figura no era otra que la de ¡La señora Figg!
-¡Harry Potter! ¡Entra inmediatamente dentro de la casa y no desobedezcas a lo que te dice Dumbledore!
Harry se quedó paralizado. ¡La señora Figg conocía a Dumbledore! No podía ser... pero, un momento; ¿una varita? ¿acaso aquello significaba que la señora Figg era una bruja? Eso explicaría porqué había tenido tantos gatos y porqué les había tenido tanto cariño; pero... ¿porqué no se lo dijo a Harry? Porqué seguro que lo reconoció, le había visto la cicatriz.
-¡¿A que esperas?!
Harry se sobresaltó.
-¡Entra!
Dio media vuelta, cogió el pomo de la puerta y lo giró empujando al mismo tiempo la puerta de la casa; la abrió, entró dentro y cerró de golpe.
Necesitaba pensar. Necesitaba pensar en lo que había pasado.
Harry se levantó. Se duchó y se vistió. Sus tíos y su primo Dudley habían ido a pasar el día a un parque de atracciones y lo habían dejado solo en la casa. Solo como casi todo el mes de verano que ya había transcurrido; ahora entendía porqué. Si Hermione tenía razón y Sirius se había pasado por Privet Drive sus tíos y su primo decidieron no tener que verlo por miedo a no poder aguantarse y empezar a tratarlo mal y a insultarlo.
Así que cuando estuvo "arreglado" salió al jardín para despejarse un poco. Nada más cruzar la puerta notó como los pelos de la nuca se le erizaban, un escalofrío le recorría desde la punta de cada uno de sus pelos hasta la punta de sus dedos del pie y viceversa; y para colmo notaba que la cicatriz le escocía un poco. Eso le alarmó un montón. Si la cicatriz le dolía significaba que él estaba cerca, pero no podía ser. No había nadie en toda la calle. La cicatriz le seguía doliendo, cada vez más. Miró calle hacía abajo y no vió a nadie. Su corazón empezaba a palpitarle tan fuerte y descontroladamente que le estaba haciendo un daño enorme en el pecho. Su respiración se iba acelerando cada vez más mientras él inclinaba la cabeza para ver la otra parte de la calle, y allí, lo vió. Una figura se alzaba solitaria en medio de la carretera. Iba vestido con una capa negra que le cubría entero, también llevaba una capucha que le tapaba la cara. Pero Harry lo notaba. Ese ser, esa figura... ¡Era VOLDEMORT! Harry dió un par de pasos hacia atrás, le había costado muchísimo retroceder esos dos pasos. Recordaba el último encuentro que había tenido con Lord Voldemort. Había escapado por los pelos. Y ahora, encima, ¡No tenía la varita!
El ser levantó la cara. Y allí estaban. Aun que estuviera a tres casas de distancia de la que se encontraba Harry lo pudo ver. Esos ojos rojos que se alzaban amenazadoramente y miraban directo a Harry. Esos ojos de serpiente con los que había tenido que intentar dormir durante un mes. Harry se giró dispuesto a entrar en la casa para poder coger su varita e intentar defenderse; en el momento que cogió el pomo y lo giró, antes de poder abrir la puerta y entrar, lo escuchó:
-¡Lacarnum inflamarae!
Ya está pensó Harry; todo ha acabado. Cerró los ojos esperando a quemarse pero no ocurrió. Estaba extrañado esa voz... no había sonado como la voz grave de Voldemort; y si lo hubiera sido: ¿un lacarnum inflamarae? Sería lo último (o de lo último) que Voldemort le lanzaría; habría lanzado un cruciatus. Harry se volvió a girar.
Allí estaba Voldemort. Pero una figura había salido de una de las casas y sostenía una varita; esa figura...
-Me las pagarás Figg, maldita aurora; no creas que me rindo volveré a por Harry. ¡Aparecium!
Y diciendo esto Voldemort despareció. Y quedaba la figura que le había salvado de morir a manos de Lord Voldemort. Y esa figura no era otra que la de ¡La señora Figg!
-¡Harry Potter! ¡Entra inmediatamente dentro de la casa y no desobedezcas a lo que te dice Dumbledore!
Harry se quedó paralizado. ¡La señora Figg conocía a Dumbledore! No podía ser... pero, un momento; ¿una varita? ¿acaso aquello significaba que la señora Figg era una bruja? Eso explicaría porqué había tenido tantos gatos y porqué les había tenido tanto cariño; pero... ¿porqué no se lo dijo a Harry? Porqué seguro que lo reconoció, le había visto la cicatriz.
-¡¿A que esperas?!
Harry se sobresaltó.
-¡Entra!
Dio media vuelta, cogió el pomo de la puerta y lo giró empujando al mismo tiempo la puerta de la casa; la abrió, entró dentro y cerró de golpe.
Necesitaba pensar. Necesitaba pensar en lo que había pasado.
