Voldemort y Sirius
Había pasado toda la mañana pensando en lo que había pasado; y a la hora de comer (los Dursley no estaban pero, le habían dejado una pizza que él mismo se calentaría en el microondas) dos lechuzas picotearon el cristal de las ventanas del salón. Harry abrió la ventana y las hizo pasar. Cogió la primera carta que le entregó una de las dos lechuzas y en el momento en que no tenía carta se fue volando por la ventana que seguía abierta. Antes de leer la carta que tenía en las manos se decidió a levantarse y cerrarla; y por si acaso volvió a mirar sobre la mesita donde había dejado su preciada varita.
Bueno; cogió la carta y la abrió. Esta letra empezaba a resultarle muy familiar.
"Harry:
Arabella Figg me ha mandado una lechuza esta mañana; estaba muy preocupada. No tenías que salir. Bueno, al menos hemos conseguido que Voldemort no te tocase esta vez; pero ten la varita siempre contigo, y úsala sólo cuando estés en peligro (recuerda que el ministerio no está de nuestra parte y te podrían mandar un apercibimiento oficial). Suerte,
Dumbledore"
Genial. Lo único que le faltaba era que Dumbledore se enfadara; porqué entonces si que no podría salir a ver a Ron al Hospital. Tenía que ayudar a su amigo. Tenía que...
Los ronroneos de la otra lechuza le hicieron volver a la realidad. Cogió la carta y se dispuso a leerla. ¡La letra la conocía! ¡Era de Sirius!
"Querido Harry:
¿Se puede saber que narices tienes en la cabeza? ¿Por qué has salido de la casa? ¿no te dijimos que te quedaras dentro y no salieras bajo ningún concepto? ¿no te das cuenta de que de no ser por Arabella estarías muerto? ¡Voldemort te habría matado! Que no se vuelva a repetir; nos veremos pronto,
Sirius"
Genial. Esto ya era increíble; ¿por qué nadie le explicaba nunca nada? Nada completamente. La lechuza de Sirius seguía allí, tendría que contestar.
Subió a su habitación (no sin antes haber cogido su varita) seguido por la lechuza. Puso la carta de Sirius encima de la mesa y sacó pergamino, pluma y tintero y los colocó cuidadosamente sobre el escritorio. Se dejó caer sobre la silla, cogió la pluma y la mojó en el tintero; se preparó y escribió con trazo seguro encima del pergamino:
"Querido Sirius:
¿por qué nadie me cuenta nunca todo lo que pasa? ¿quién es Arabella Figg? ¿una bruja? ¿por qué nadie me lo dijo nunca? ¿por qué no puedo salir de casa? ¿cómo demonios ha sabido Voldemort donde encontrarme? ¿cómo está Ron? ¿y los otros Weasley? No entiendo nada de lo que está pasando. No me acabo de tragar que fuera realmente Voldemort el de esta mañana; si lo hubiera sido... ¡yo tendría que estar muerto! Estoy muy confuso. Bueno; ¿tu que tal estás? ¿sigues con Remus? Mándale recuerdos de mi parte;
Harry"
Dobló el pergamino y lo metió en un sobre; se levantó y fue hacia su cama donde la lechuza esperaba.
-Toma, date prisa por favor.
Le dio la carta y abrió la ventana; y se quedó observando como la lechuza volaba y volaba hasta que la perdió de vista. Siguió en esa posición un rato, hasta que el sol le hizo daño en los ojos y tuvo que volver a entrar. Decidió bajar abajo a terminar de comerse la pizza que ya estaría fría y dura.
Bajó al salón y encendió la televisión. No daban nada interesante, de modo que se puso a cambiar de canal durante cinco minutos. Se cansó y cerró la televisión. Estaba aburrido y sin ganas de hacer nada. Eran las seis de la tarde. Los Dursley estarían a punto de llegar. Y él tendría que ir a ayudarles para que pudieran entrar todo lo que habían comprado, evidentemente, para Dudley.
Se debió quedar dormido porqué lo despertaron los golpes que tío Vernon daba contra la puerta para que alguien le abriera.
Harry se levantó y fue a abrirles la puerta; cogió el pomo pero dudó un momento, ¿y si Voldemort seguía por ahí?
-¡Abre de una maldita vez chico!
Imposible. Sus tíos ya estarían muertos.
Abrió la puerta y salió a ayudar a sus tíos a entrar todas las cosas que habían comprado. Cuando Harry ya estaba llevando la última bolsa e iba a entrar en la casa, notó con terror que la cicatriz le volvía a arder. Dejó caer la bolsa y se llevó las manos a la cicatriz. Se cayó de rodillas al suelo y lanzó un par de gemidos de dolor.
-¿Harry? ¿estás bien? -increíble, su tío se preocupaba por él; no se lo podía creer.
Harry se levantó y miró calle abajo y luego calle arriba.
-Otra vez -fue un susurro pero suficiente para que su tío se alarmara al ver la cara de terror de Harry.
La respiración de Harry era cada vez más acelerada.
-¡Entrad! -Lo dijo tanto a su tío como a su tía y a su primo que habían salido a ver que pasaba- ¡Vamos!
Los Dudley se precipitaron dentro de la casa mientras el encapuchado seguía acercándose.
La cabeza le dolía de una forma inhumana. ¡Tenía que reaccionar! ¡No se podía mover! ¡No! ¡Voldemort le había enviado un petrificus totalus! Intentaba gritar pero no podía. Tenía demasiado miedo por lo que pudiera suceder. Cerró los ojos y entonces se preparó para esperar el final que Voldemort le tenía reservado.
Voldemort se acercaba lentamente, viendo como Harry estaba muerto de miedo. Pero entonces... se oyeron unos ladridos de perro. Harry abrió los ojos y vió como un perro enorme había tirado a Voldemort al suelo y venía corriendo contra él. La puerta de la casa seguía abierta, el perro se lanzó encima de Harry y lo arrastró hasta el interior de la casa. La puerta se cerró detrás de Harry y el misterioso perro (habéis adivinado quién era el perro, ¿no?). (¡pues claro!, ¿quién si no? El guapo y perfecto Sirius Black!)
Había pasado toda la mañana pensando en lo que había pasado; y a la hora de comer (los Dursley no estaban pero, le habían dejado una pizza que él mismo se calentaría en el microondas) dos lechuzas picotearon el cristal de las ventanas del salón. Harry abrió la ventana y las hizo pasar. Cogió la primera carta que le entregó una de las dos lechuzas y en el momento en que no tenía carta se fue volando por la ventana que seguía abierta. Antes de leer la carta que tenía en las manos se decidió a levantarse y cerrarla; y por si acaso volvió a mirar sobre la mesita donde había dejado su preciada varita.
Bueno; cogió la carta y la abrió. Esta letra empezaba a resultarle muy familiar.
"Harry:
Arabella Figg me ha mandado una lechuza esta mañana; estaba muy preocupada. No tenías que salir. Bueno, al menos hemos conseguido que Voldemort no te tocase esta vez; pero ten la varita siempre contigo, y úsala sólo cuando estés en peligro (recuerda que el ministerio no está de nuestra parte y te podrían mandar un apercibimiento oficial). Suerte,
Dumbledore"
Genial. Lo único que le faltaba era que Dumbledore se enfadara; porqué entonces si que no podría salir a ver a Ron al Hospital. Tenía que ayudar a su amigo. Tenía que...
Los ronroneos de la otra lechuza le hicieron volver a la realidad. Cogió la carta y se dispuso a leerla. ¡La letra la conocía! ¡Era de Sirius!
"Querido Harry:
¿Se puede saber que narices tienes en la cabeza? ¿Por qué has salido de la casa? ¿no te dijimos que te quedaras dentro y no salieras bajo ningún concepto? ¿no te das cuenta de que de no ser por Arabella estarías muerto? ¡Voldemort te habría matado! Que no se vuelva a repetir; nos veremos pronto,
Sirius"
Genial. Esto ya era increíble; ¿por qué nadie le explicaba nunca nada? Nada completamente. La lechuza de Sirius seguía allí, tendría que contestar.
Subió a su habitación (no sin antes haber cogido su varita) seguido por la lechuza. Puso la carta de Sirius encima de la mesa y sacó pergamino, pluma y tintero y los colocó cuidadosamente sobre el escritorio. Se dejó caer sobre la silla, cogió la pluma y la mojó en el tintero; se preparó y escribió con trazo seguro encima del pergamino:
"Querido Sirius:
¿por qué nadie me cuenta nunca todo lo que pasa? ¿quién es Arabella Figg? ¿una bruja? ¿por qué nadie me lo dijo nunca? ¿por qué no puedo salir de casa? ¿cómo demonios ha sabido Voldemort donde encontrarme? ¿cómo está Ron? ¿y los otros Weasley? No entiendo nada de lo que está pasando. No me acabo de tragar que fuera realmente Voldemort el de esta mañana; si lo hubiera sido... ¡yo tendría que estar muerto! Estoy muy confuso. Bueno; ¿tu que tal estás? ¿sigues con Remus? Mándale recuerdos de mi parte;
Harry"
Dobló el pergamino y lo metió en un sobre; se levantó y fue hacia su cama donde la lechuza esperaba.
-Toma, date prisa por favor.
Le dio la carta y abrió la ventana; y se quedó observando como la lechuza volaba y volaba hasta que la perdió de vista. Siguió en esa posición un rato, hasta que el sol le hizo daño en los ojos y tuvo que volver a entrar. Decidió bajar abajo a terminar de comerse la pizza que ya estaría fría y dura.
Bajó al salón y encendió la televisión. No daban nada interesante, de modo que se puso a cambiar de canal durante cinco minutos. Se cansó y cerró la televisión. Estaba aburrido y sin ganas de hacer nada. Eran las seis de la tarde. Los Dursley estarían a punto de llegar. Y él tendría que ir a ayudarles para que pudieran entrar todo lo que habían comprado, evidentemente, para Dudley.
Se debió quedar dormido porqué lo despertaron los golpes que tío Vernon daba contra la puerta para que alguien le abriera.
Harry se levantó y fue a abrirles la puerta; cogió el pomo pero dudó un momento, ¿y si Voldemort seguía por ahí?
-¡Abre de una maldita vez chico!
Imposible. Sus tíos ya estarían muertos.
Abrió la puerta y salió a ayudar a sus tíos a entrar todas las cosas que habían comprado. Cuando Harry ya estaba llevando la última bolsa e iba a entrar en la casa, notó con terror que la cicatriz le volvía a arder. Dejó caer la bolsa y se llevó las manos a la cicatriz. Se cayó de rodillas al suelo y lanzó un par de gemidos de dolor.
-¿Harry? ¿estás bien? -increíble, su tío se preocupaba por él; no se lo podía creer.
Harry se levantó y miró calle abajo y luego calle arriba.
-Otra vez -fue un susurro pero suficiente para que su tío se alarmara al ver la cara de terror de Harry.
La respiración de Harry era cada vez más acelerada.
-¡Entrad! -Lo dijo tanto a su tío como a su tía y a su primo que habían salido a ver que pasaba- ¡Vamos!
Los Dudley se precipitaron dentro de la casa mientras el encapuchado seguía acercándose.
La cabeza le dolía de una forma inhumana. ¡Tenía que reaccionar! ¡No se podía mover! ¡No! ¡Voldemort le había enviado un petrificus totalus! Intentaba gritar pero no podía. Tenía demasiado miedo por lo que pudiera suceder. Cerró los ojos y entonces se preparó para esperar el final que Voldemort le tenía reservado.
Voldemort se acercaba lentamente, viendo como Harry estaba muerto de miedo. Pero entonces... se oyeron unos ladridos de perro. Harry abrió los ojos y vió como un perro enorme había tirado a Voldemort al suelo y venía corriendo contra él. La puerta de la casa seguía abierta, el perro se lanzó encima de Harry y lo arrastró hasta el interior de la casa. La puerta se cerró detrás de Harry y el misterioso perro (habéis adivinado quién era el perro, ¿no?). (¡pues claro!, ¿quién si no? El guapo y perfecto Sirius Black!)
