Buenas!! ^^ ya se k me tardé mucho… xo son 34 páginas!!!! Así k no son tan fáciles d scribir... ad+ d k no se muy bien como escribir esto… s k sta parte d la historia… n fin, os dejo k lo leáis xa k me deis vuestras opiniones.
Contestación de reviews:
Essy: si! Se le tira encima! XDD t doy mi palabra d k en el siguiente si. Okis? T kiero!!
Anaís_loves_Sirius: gracias! *_* muxas gracias x pensar k tengo futuro!! ¬¬ ya le diré a mi beta k t gustan sus comentarios… xo gracias x leer!!!!!!!!!! ^O^
Cristopher Jacques: yeah… I know how is life… but you know… my worst wishees to you, too ;) y t sonaba esa parte? ^^ no se de k ^^
Dadaiiro: bueno… digamos k Sirius encontrará a alguien ^^ fijate bien, en este capi! XDD lo d la varita d Sirius, no s la k tenía antes d ir a Azkaban; supongo k se la rompieron antes d enviarlo, no? Xo si k sería una varita parecida… XDD supongo k el señor Ollivanders se mosqueaba algo xo no ha abierto la boca. Si ^^ lo del traslador-maceta me encantó XDD sto… k no estén Fred y George… como k dijeron k les faltaba 1 semana xa ser mayores d edad (en el 4º) resulta k pensé k ya terminaban ^^ si, se k soy MUY despistada. Lo d los dementores; yo t explicó: Harry, como siempre, se preocupa + d los otros k de si mismo; cuando se aseguró d k TODOS estaban a salvo (menos él, claro está) y se dispuso a defenderse, era demasiado tarde. ^^ me encanta hacerlo dramático ^^
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Hablando del pasadoAl cabo de un rato, todos los alumnos empezaron a desfilar hacia sus salas comunes.
Durante el camino el grupo seguía hablando animadamente, pero Cary se había retrasado un poco y caminaba silenciosa tras ellos con Snuffles fielmente a su lado. Observando atentamente todo cuanto la rodeaba. Buscando cualquier cosa que le fuera conocida.
Cuando llegaron a una bifurcación, se despidieron de unos hufflepuff y continuaron adelante. No obstante Cary se paró, sin que ninguno de ellos reparara en ella, se quedó quieta, observando el pasillo que habían tomado los hufflepuff. No se veía nada raro. Un poco más allá se encontraba la bruja que custodiaba uno de los pasillos que llevaban a Hogsmeade y que iba a salir directamente a Honeydukes.
–Cary –le llamó Ginny–, ¿qué ocurre?
–¿Eh? –preguntó volviendo su atención a la pelirroja, quien la miraba confusa– A... nada –negó con la cabeza.
–¿Seguro? –preguntó mientras el trío se le acercaba.
–Si, seguro. Es sólo que...
–¿Qué que? –le apremió Ron.
–Nada. No tiene importancia.
–¿Te interesan las estatuas de brujas con joroba? –inquirió Harry.
Cary abrió la boca, pero no le salían las palabras. Por lo tanto decidió cerrarla.
Harry sonrió.
–¿De que te ríes? –preguntó perpleja.
–Ya lo recordarás.
–¿Recordar que?
–Ya lo sabrás. Vamos.
Y los cinco se encaminaron hacia la sala común de gryffindor.
Siguieron caminando en silencio. Hasta que llegaron al retrato.
–Retorno al infinito –dijo Hermione.
El retrato se abrió dejando entrever el agujero de acceso a la sala común.
–He estado aquí antes–dijo Cary nada más ver la sala.
–¿Lo recuerdas? –preguntó Harry.
–¿Eras gryffindor? –preguntó Ron.
–Claro –respondió como si la pregunta de Ron le hubiera ofendido–. No recuerdo todo. Sólo imágenes... la mayoría borrosas...
–¿Alguna cosa que sientas?
–Harry –susurró
–¿Si?
–Tengo ganas de llorar –un nuevo susurro.
–¿Por qué?
–Aquí dejé a alguien importante...
–Tal vez lo volverás a ver –atrevió Ginny.
–Si –susurro–... tal vez... y tal vez no.
Se produjeron unos instantes de incómodo silencio.
–Estoy cansada. Me voy a dormir –y sin mirar a nadie subió corriendo las escaleras.
Nadie se lo impidió. Sile hubieran visto los ojos los hubieran encontrado humedecidos por las primeras lágrimas.
–Mañana hablo con Sirius –declaró Harry–. Buenas noches.
Y subió las escaleras. Los otros tres le imitaron.
A la mañana siguiente. Cuando Harry y Ron bajaron a la sala. Se encontraron con Ginny y Hermione que ya les esperaban. Se veían preocupadas.
–¿Qué ocurre? ¿Y Cary? –preguntó Harry.
–No estaba cuando nos despertamos –informó Hermione.
–Y su almohada estaba bastante mojada –añadió Ginny en un susurro que sólo alcanzó los oídos de Harry. Quien no dijo nada del tema.
–Me voy a hablar con Snuffles, nos vemos luego.
Harry salió de la sala común como una exalación. Sin dar explicaciones.
–Bueno, podemos ir a almorzar –dijo Ron.
Hermione y Ginny le miraron exasperadas.
Harry entró con paso furioso en el gran comedor, casi haciendo caer a un alumno de primero.
–Lo siento –se disculpó apresuradamente.
Caminó hacia la mesa de los profesores, y poniendo las manos con un golpe sordo sobre la superficie de esta, exclamó:
–¡Remus! –cogió aire– ¿Y Snuffles?
Remus le miró. –Al lado del lago con Cary.
–Gracias.
Se dio la vuelta y salió a los terrenos. Remus y Vzlazka se levantaron apresurados y le siguieron.
–¡Harry! –gritó Remus– ¿Qué ocurre?
–Sirius va a hablar con Caroline como que me llamo Harry Potter.
Remus y Vzlazka se miraron y tragaron saliva. Siguieron a Harry hasta los terrenos. Fueron directos al lago.
Cary se encontraba en la orilla del lago, con las piernas flexionadas y abrazadas, su vista fija en el agua, seria. Snuffles descansaba a unos metros de ella, bajo la sombra de un árbol.
Cuando estuvieron a una prudencial, dejaron de correr y siguieron caminando. Harry se dirigió directo a Snuffles.
–Sirius tienes que hablar con ella –dijo cuando llegó y se arrodilló a su lado posando su mano derecha en la cabeza del perro.
Snuffles no hizo nada.
Remus y Vzlazka se sentaron al lado de ellos.
Snuffles echó una mirada a Remus, el cual dándose por aludido sacó la varita, pronunció unas palabras y creó unas cortinas de ceniza plateada.
–Listos –dijo guardándose la varita.
En un instante, e lugar que había ocupado el perro negro fue ocupado por Sirius.
–Así no nos verá –explicó Remus en respuesta a la mirada inquisidora de Harry.
–Igualmente no nos hubiera mirado –musitó Sirius.
–¿Tan jodida está? –preguntó Vzlazka.
Sirius hizo una mueca. –Ha recordado su frase favorita.
–¿Y cual es? –preguntó Harry.
–Esto es una mierda –respondió su padrino.
–Tienes que hablar con ella, Sirius –dijo Remus.
–¿Y que quieres que le diga?
El silencio que obtuvo por respuesta fue muy doloroso.
–La última vez que me vió estaba llorando, sujetándola y suplicándole que no se muriera, Remus –declaró Sirius–. ¿Qué pretendes que haga ahora?
–Dejarte ver –respondió Harry.
–¿Cómo quieres que haga eso? –preguntó incrédulo.
–Anoche habló de ti.
–¿Qué? –preguntó en un susurro.
–Cuando entró en la sala común, dijo que había estado allí antes, que no tenía recuerdos claros, sólo imágenes... dijo que allí había dejado a alguien importante.
Sirius se llevó las manos a la cara.
–¿Qué hacemos, Padfoot?
–La habitación de las panteras –pronunció Sirius.
–Bien –dijo Vzlazka–, id para allá. Dadme diez minutos.
Sirius volvió a transformarse en perro, Remus hizo desaparecer la cortina de ceniza de plata. Los tres se fueron en dirección al castillo mientras Vzlazka se dirigía hacia Cary. Snuffles miró hacia atrás y vió como Vzlazka se sentaba al lado de Cary y le pasaba un brazo por los hombros para estrecharla hacia ella.
–Vamos Padfoot –le llamó Moony.
La puerta se cerró dejando a las dos chicas hablando fuera.
–¿Qué le vais a decir? –preguntó Harry a Remus.
El licántropo suspiró y miró al perro negro que iba un poco por delante de ellos. –Que hay algo importante acerca de su pasado. Y es que... –hizo una pausa– yo y Vzlazka estudiamos con ella... y que... Sirius también.
–¿Y? –le apremió el chico.
–Sirius recuperará su forma animaga –lanzó una mirada a Snuffles, quien se había parado y había escuchado lo que iban a hacer–, y los dejaremos solos. Necesitan hablar.
Snuffles bajó la cabeza en señal de asentimiento y siguió caminando.
Llegaron frente al retrato.
–Kiara –dijo Remus, las panteras rugieron y les cedieron el paso–. Harry, tú y Snuffles entrad. Yo las espero aquí.
–Bien –dijo Harry, y entró con Sirius por el retrato.
Al cabo de 15 minutos, Cary y Vzlazka aparecieron por el pasillo doblando el último recodo.
–Hola –saludó Cary al llegar frente al retrato.
–Hola –le respondió Remus.
–¿Qué hago aquí?
–¿Vzlazka no te ha dicho nada? –preguntó con cara de sorpresa.
–Sólo que necesitaba que la acompañara.
–Mejor entremos –se giró hacia el retrato y pronunció la contraseña:–. Kiara.
Las panteras volvieron a rugir como habían hecho un cuarto de ahora atrás y les cedieron el paso a la habitación. Entraron por la cueva del cuadro y llegaron a la habitación. La cual seguía decorada con motivos Gryffindor.
–Falta verde –sugirió la enfermera cuando estuvieron dentro.
–No creo que a cierta persona le guste el verde.
Todos tomaron asiento. Cary cruzó los brazos impaciente, casi desconcertada.
–¿Y bien? –dejó ir impaciente.
–Recordaste algo ayer, ¿no? –Remus clavó sus ojos en los de Cary.
–Algo –dijo.
–¿Qué? –inquirió Vzlazka.
–¡No lo se! –se defendió.
–Cary –dijo Vzlazka cogiéndole las manos–, esto es importante. Por favor, intenta decirnos algo.
Cary abría la boca pero no lograba articular palabra. Parecía a punto de echarse a llorar.
–¿A quien crees que dejaste en la sala común? –preguntó Harry.
–A... –tomó aire– a... alguien importante –pausa– para mi.
–Cary –empezó Remus–, debes saber que tanto Vzlazka como yo, estudiamos contigo en Hogwarts, como también el padre de Harry: James.
–¿Qué? –logró articular.
–Mismo curso, debo añadir –comunicó Vzlazka.
–Exacto –corroboró Remus–, yo era Gryffindor junto con James y ella era Slytherin.
–¿Por qué no lo dijisteis antes?
–Había cosas más importantes porque preocuparse.
–Si, pero...
–Cary –la cortó Remus–, no es sobre nosotros que te vamos a contar ahora.
–¿Y sobre quien es? –preguntó indignada y levemente enfadada, alternando su mirada de Vzlazka a Remus.
–Padfoot. Ahora –ordenó Remus.
Snuffles clavó su mirada en Cary un segundo. Y se volvió a su forma humana.
Sirius no despegaba la mirada de sus zapatos, que en un momento parecían haberse convertido en algo tremendamente interesante. Cary le miraba con una mezcla de extrañeza, curiosidad y ¿reconocimiento?
–Padffot –le apremió Remus.
–¿Quién...? –Cary no pudo acabar la frase, pues Sirius había levantado su mirada azul y la había cruzado con la suya.
–Hola –pausa–, Cary. ¿Me recuerdas?
Los ojos de Cary se abrieron de la sorpresa. Abrió la boca, la volvió a cerrar y tragó saliva.
–Sirius –susurró ella.
Durante unos instantes, sólo se miraron, en silencio, sin mover un solo músculo del cuerpo. Por miedo a que esto fuera un sueño, el cual pudiera romperse al más leve movimiento de alguno de los dos.
Finalmente, la voz de Remus los devolvió a ambos a la habitación.
–Os dejaremos solos. Nos vemos a la hora de la cena.
Ninguno de los dos contestó. Harry, Remus y Vzlazka salieron de la habitación.
–¿Qué tal todo? –preguntó Cary ladeando la cabeza y mordiéndose el labio inferior.
–Bien –respondió encogiéndose de hombros.
–Genial –contestó ella.
–Si.
La habitación había asolido un grado de interés imposible. Las paredes, los sofás, los adornos... todo era bueno para captar la atención de sus miradas con tal de no cruzarlas. El silencio se podía cortar y servir en platos individuales de lo tenso que era.
–Gracias –articuló Cary, dando un paso hacia él.
–¿Por qué? –muy confuso, dando un paso hacia ella.
–Por haber intentado que no me muriera.
Se acercaron el uno al otro. Quedando frente a frente. Cary se lanzó a los brazos de Sirius y lloró como nunca lo había echo. Sirius la mantenía entre sus brazos, cogiéndola con mucho cariño y amor, meciéndole suavemente los cabellos, y arrullándola con palabras reconfortantes.
–¿A la hora de la cena? –preguntó Harry a Remus, una vez fuera.
–Si. ¿Por qué?
–¿Crees que tendrán suficiente tiempo? –preguntó Vzlazka.
–No vendrán a comer. Así que tienen que cenar, ¿no? –se defendió Remus.
–¿Necesitan tanto tiempo? –preguntó Harry.
–Necesitarán mucho más –repuso Vzlazka.
–¿Más?
–Podemos traerles algo de comer a la hora de la cena –sugirió Vzlazka.
–Buena idea –concluyó Remus–. Nos vemos aquí a la hora de la cena, de acuerdo, Harry?
–Está bien.
–Ya haré que traigan aquí algo. Hasta la noche.
–Adiós.
Remus y Vzlazka se fueron riendo. Y Harry, extrañado se dirigió al gran comedor, en busca de sus amigos.
Harry se dirigió al gran comedor; donde Ron, Hermione y Ginny le estaban esperando.
–¿Dónde has ido? –le preguntó el pelirrojo.
–Er… –Harry no sabía que contestar; ¿Cómo les explicaba que acababa de presenciar un…? ¿Un que? Si ni él mismo sabía exactamente que había ocurrido en esa habitación. Por lo que optó por la decisión más sensata– Acabo de estar con Remus, Vzlazka, Snuffles y Cary. Y esta noche nos lo cuentan TODO. Absolutamente TODO. Y no me hagáis más preguntas que no pueda contestar, por favor –imploró.
–Está bien –dijo Hermione, a la que seguramente le pasaban mil y una preguntas por la cabeza; pero hizo buena nota mental de guardarlas para esa misma noche.
–¿Vamos a dar una vuelta? –tanteó la pelirroja– Hoy hay salida a Hogsmeade.
–Buena idea –exclamó Ron–. Vamos.
Los cuatro subieron a uno de los muchos carruajes que había esperando a llevar a los alumnos a Hogsmeade.
Pasaron gran parte de la mañana, en la tienda de los gemelos "Sortilegios Weasley", donde los gemelos les explicaron todo lo que tenían expuesto.
Al despedirse, se fueron a las tres escobas, donde Harry pago unas cervezas de mantequilla que les hicieron entrar en calor.
Bebían tranquilamente, notando como el líquido les bajaba garganta abajo, reconfortándolos del frío exterior.
Se habían quedado en silencio, con sólo sus respiraciones comunicándose, con sus ojos yendo rápidos de un sitio al otro. Las conversaciones de las mesas vecinas les llegaban nítidas; casi todas giraban en la misma dirección: había habido un ataque a Hogwarts, seguramente de la mano de "el-que-no-debe-ser-nombrado"; pero aun así, el ministerio de magia seguía negándolo rotundamente.
–¿Cómo pueden ser tan tontos? –preguntó a nadie en concreto Hermione, refiriéndose obviamente a la parte de las conversaciones oídas que se referían a la incredulidad del ministro de magia de la vuelta de Lord Voldemort.
–Funge está asustado, Hermi –explicó Harry–. Tiene miedo de que Dumbledore sea más popular que él.
–Pues como siga así lo va a conseguir –participó Ginny.
–Ya lo creo –apoyó su hermano Ron.
Se acabaron las cervezas de mantequilla y se dirigieron tranquilamente donde les esperaban los carruajes de vuelta a la escuela.
El camino se hizo muy corto; todos estaban pensando en la reunión que les esperaba, tenían muchas preguntas y la curiosidad les estaba matando.
Nada más llegar a los terrenos se dirigieron al gran comedor. No había casi nadie en las mesas, por lo que decidieron ocupar el centro de la larga mesa de Gryffindor.
Harry se sentía hambriento, notaba una extraña sensación recorriéndole el cuerpo; y por alguna extraña razón las cartas de Voldemort le habían vuelto a la mente y ocupaban plenamente sus pensamientos, por lo que el chico decidió sustituirlos por el deseo de la comida.
Hermione, Ron y Ginny hablaban animadamente sobre trivialidades; Harry estaba encerrado en su mente, tratando de apartar todos los pensamientos inquietantes que le carcomían el cerebro… él sólo tragaba.
–Harry, Harry –la voz de la pelirroja trajo su mente de vuelta a ellos.
–¿Estás bien? –preguntó su amigo.
Por la cara que pusieron los tres, Harry llegó a la conclusión de que lo habían llamado varias veces sin conseguir que abandonara su mente.
–Claro –contestó para variar un poco–, ¿Por qué no iba a estarlo?
–No lo se –esta vez fue el turno de Hermione de intervenir–. Pero has estado muy callado durante la comida.
–No tengo ganas de hablar –repuso él tranquilamente.
–¿En que piensas, Harry? –presionó más la castaña.
–Nada –arguyó él demasiado aprisa para que alguien pudiera empezar a creérselo.
–Harry –empezó su amiga muy seria–. ¿Qué ocurre?
Harry los miró unos instantes. No podía contarles nada acerca de sus problemas. ¡Ni siquiera le había mencionado las cartas a Sirius! No podía contarles a ellos… ya era suficiente con que él se preocupara… no necesitaba que se metieran en sus problemas.
–Nada, no ocurre nada –contestó con toda la tranquilidad que pudo acumular.
–¿Y en que piensas? –parecía que Hermione no se daría por vencida fácilmente.
–Nada… sólo cosas.
–¿Qué tipo de cosas?
Harry bufó visiblemente para tranquilizarse. –Cosas mías, Hermione. Te agradecería que zanjases el tema.
La chica de cabello castaño se quedó notablemente cortada por la forma de tajar de Harry.
–Voy al lago, necesito aire libre y pensar un poco –expresó mientras se levantaba y se dirigía hacia las puertas del gran comedor. Dejando a un Ron, una Ginny y una Hermione visiblemente preocupados.
Salía del castillo tan inmerso en sus pensamientos que no se dio cuenta de que alguien intentaba entrar en ese mismo momento.
–¡Auch!
–¡Oh! Lo siento, Remus –se disculpó el adolescente.
–Tranquilo, Harry. ¿Dónde vas? –le preguntó al verlo solo.
–Al lado del lago, a pensar y pasar el tiempo.
–A pensar, ¿sobre que? –la curiosidad hacia mella en el hombre-lobo.
Harry se encogió de hombros.
–Cosas, en realidad no se ni yo mismo que quiero descubrir o aclararme.
–Bueno, tranquilo –le palmeó la espalda de modo confortador–. Puede que esta noche se te disipen algunas dudas.
–¿A que hora en ese cuadro?
–Id al gran comedor a cenar; yo y Vzlazka ya os avisaremos; iremos juntos, ¿de acuerdo?
–Claro.
–Hasta luego, Harry –le revolvió un poco el pelo amigablemente y entró en el castillo.
–Hasta luego… Remus.
Harry se dirigió con paso lento hasta el lago. Su segunda prueba en el torneo de los tres magos había tenido lugar ahí. Miró con nostalgia su muñeca izquierda, donde aun se encontraba su reloj.
–Debería hacer que me lo arreglaran –y se tumbó en la hierba, mirando al cielo y las nubes pasar.
Nubes de un sin fin de formas iban pasando, y Harry mataba el tiempo contemplándolas, distraía su centro de atención buscando formas imposibles y curiosas en las nubes. Cualquier cosa valía para no pensar en problemas y dolores de cabeza.
Como una exhalación el tiempo se iba deslizando; la luz iba despareciendo del cielo y las estrellas y la luna empezaban a cobrar vida. Harry decidió que iba siendo hora de entrar y cenar algo. Cuanto antes cenaran, antes vería a Sirius de nuevo.
Cuando entró vio que el gran comedor estaba lleno de la gran mayoría de alumnos, y los que aun no estaban sentados se daban prisa por encontrar un lugar y empezar con la suculenta cena que con tanto gusto había sido preparada por los elfos domésticos.
Alguien se acercó por detrás y le rodeó con sus brazos. Se giró sorprendido.
–Hola Ginny –la obsequió con una sonrisa.
–Ven, Ron y Hermione nos están esperando.
Ella le cogió la mano y le guió, y Harry se dejó guiar dócilmente. Aunque no había echo nada en todo el día, estaba exhausto.
Su novia le guió hasta el extremo de la mesa, el más cercano a la mesa de los profesores. Se sentó al lado de su novia, delante de ellos se encontraban Ron y Hermione.
Cuando Harry se sentó, la voz de Hermione se coló en su cabeza.
–Siento haberte atosigado antes –se disculpó.
–No importa –contestó Harry.
–Era sólo que –intentó explicarse la chica, pero Harry le cortó.
–Hermione, no importa. Déjalo ya.
Los cuatro se pusieron a comer.
–¿A que hora hay que ir para allá? –preguntó Ron.
–Remus nos avisará. Tranquilos –informó Harry.
El alboroto en el gran comedor no hacía más que aumentar; el nivel de las conversaciones iba subiendo de tono. Todo el ruido que se acumulaba parecía surtir un efecto inimaginable en Harry. Era como si le devolvieran la alegría y el calor interior. Por ese corto espacio de tiempo, las preocupaciones volaron lejos de Harry Potter y le permitieron un bien merecido descanso para disfrutar de una simple cena rodeado de sus amigos.
Estuvieron riendo y hablando animadamente. Al cabo de unos cuarenta minutos, Remus se acercó a ellos.
–¿Habéis acabado? –les preguntó.
–Si –dijo Harry al tiempo que se levantaba y le tendía la mano a su novia.
Ron y Hermione también se levantaron, y los cuatro siguieron al ex profesor de defensa contra las artes oscuras.
–¿Y Vzlazka? –preguntó Harry cuando salieron del gran comedor.
–Esperándonos en la entrada.
–¿Has visto a Sirius?
–No hemos entrado desde que los dejamos.
–¿Por qué?
–Que me saquen a patadas de un sitio no es mi diversión favorita, Harry –manifestó Remus con una sonrisa en sus labios.
–¿A patadas? –preguntó Harry extrañado.
–¿Nunca has oído que la gente enamorada se atonta y hace cosas irreflexivas? –y más para él mismo añadió:– Claro, que, Sirius no necesita estar enamorado para actuar irreflexivamente.
Los cuatro adolescentes se miraron con sendas caras de incomprensión y estupefacción.
Casi sin darse cuenta, los pasos de los cinco les habían conducido a la entrada de la habitación.
–Hola –les saludó amablemente la enfermera rusa.
Ellos le contestaron educadamente.
–¿Ya has entrado? –le preguntó Remus.
–No, creo que lo mejor sería que tú, entraras primero –le dijo con una sonrisa burlona.
–Está bien –contestó con una mueca de resignación–. Si no he salido disparado en cinco segundos podéis entrar.
–Mejor te daremos diez.
–Graciosa –dijo dirigiéndose a Vzlazka y soltando una carcajada–. Kiara.
Las panteras rugieron y dejaron paso. Y Remus se adentró con paso indeciso en la cueva de acceso de la habitación.
Pasaron los diez segundos. Lentamente. Casi interminables.
–No ha salido, lo que significa que podemos entrar –dijo Vzlazka–. Vosotros primero.
–Kiara –dijo Harry, y fue el primero en colarse por la cueva del retrato.
Ginny fue justo detrás de él y luego pasaron Ron y Hermione, finalmente Vzlazka cerró la cola mirando que nadie se acercara por el pasillo.
Al llegar a la sala, se encontraron a Remus apoyado en la pared, con los brazos cruzados y sonriendo divertido.
–¿Qué ocurre? –le inquirió Harry al llegar a su lado.
–Me da pena romper tan bonita escena –contestó enigmáticamente.
Los otros, que habían llegado y escuchado la respuesta de Remus, miraron hacia uno de los sofás más próximos a la chimenea. Plácidamente dormidos, se encontraban Sirius y Cary. Abrazados, y ella apoyada sobre él; su cara en su pecho, bajando y subiendo acompasadamente con la respiración de él.
–Bonito reencuentro –comentó Vzlazka.
Remus rió. El cuarteto seguía sin articular palabra. Casi conmocionados por lo que veían.
–Deberíamos despertarlos, ¿no? –preguntó Harry.
–No es aconsejable despertarla a ella –advirtió Vzlazka.
–Lo despertaremos a él primero –concluyó Remus.
–¿Y Sirius que se encargue de despertarla a ella?
–Claro –contestó el licántropo como si eso fuera lo más normal del mundo.
Los seis se fueron acercando hacia las dos figuras que permanecían dormidas. Movieron algunos sofás, arrastrándolas lo más silenciosamente posible.
Mientras, Remus sacudía sutilmente el hombro de Sirius. Hasta que empezó a abrir los ojos.
–Sirius –dijo en voz baja–. Despierta.
–¿mmm? –fue su respuesta.
–Harry está aquí. Es hora de que le demos respuestas. Y que sean enteras.
–De acuerdo –dijo tallándose los ojos con los dedos.
–Vigila al despertarla.
–Estará de malhumor. Sigo odiando verla llorar.
Remus le dirigió una mirada entre inquisidora y curiosa.
–La he tenido que poner al día. Ya la conoces.
–Si… necesidad de saberlo todo.
Remus se sentó en el brazo de uno de los sofás. Sirius se dispuso a despertar a la chica que yacía con él.
–Cary –le susurro acariciándole el pelo–. Despierta.
–¿Qué? –preguntó en un susurro sin abrir los ojos y arrimándose más a él.
–Despierta.
Abrió los ojos de golpe, sin soltarse del abrazo que la envolvía y parpadeo dos veces. Tenía los ojos y los pómulos ligeramente sonrosados. Se notaba que había llorado.
–Buenos días –dijo.
–Buenas noches, Cary –rió Vzlazka.
–¡Oh! –sonrió Caroline– casi.
–¿Os vais a sentar? –preguntó Remus.
–¿Tengo que hacerlo? –se defendió la chica.
Vzlazka rió, divertida.
–No hace falta –concluyó Sirius–. Pero creo que mi ahijado está esperando una explicación.
–Y no es el único –agregó Cary al verse observada.
El silencio pareció reinar durante unos instantes en los cuáles nadie habló.
–¿Y bien? –dijo Cary impaciente– ¿preguntas?
–Siempre directa –dijo Sirius–. Me encanta eso de ti.
–¿Tú eres ella, verdad? –inquirió Harry.
–¿Perdón? –saltó Cary– ¿Ella?
–Si lo es –explicó Sirius–. Este verano le contamos lo del ataque… y no dijimos tu nombre; lo dejamos en "ella".
–Ah.
–¿Ataque? –esta vez intervino Hermione. Se notaba como la curiosidad anegaba sus palabras.
–¿No lo habías contado? –preguntó mirando a Sirius y a Remus alternativamente.
–Sólo a Harry –se apresuró a responder Sirius.
–¡Oh! Entiendo –hizo una pausa tras la que añadió:–. ¿Quién explica?
–¿Qué tal por el principio y entre todos? –sugirió Vzlazka.
–Buena idea, Vlzazkie –dijo Cary–. Casi no has cambiado en dieciocho años, ¿Qué has hecho?
–Ya hablaremos, Cary. Pero en otro momento.
–Okis.
–Dejad de enrollaros –suplicó Sirius–. Mi ahijado está esperando respuestas. Al igual que Ron, Hermione y Ginny.
–Hace dieciocho años, nos dirigíamos a una fiesta –se apresuró Cary–. Pero digamos que el baile empezó antes de hora.
–¿Y que tiene eso que ver con el ataque? –inquirió Ron.
–El baile era el ataque Ron –explicó Remus–. A mitad de camino, nos salieron unos mortífagos.
–Nueve.
–Exacto –continuó Remus.
–¿Qué ocurrió? –preguntó Hermione.
–Que… no pude mantener una barrera –explicó Caroline.
–Si lo hizo –replicó Sirius–. Pero se puso a ella fuera.
–¿Cómo iba a saber que lo adivinarían? Vamos, ¿cuanto hacia que llevaba practicando ese tipo de hechizos?
–Cuatro días.
–¿Sólo cuatro días? –le preguntó Cary a Sirius extrañada. A lo que él afirmó que si con la cabeza–. Tengo que ponerme en forma de nuevo.
–¿Sobreviviste a un Avada Kedavra? –preguntó Hermione extrañada.
–¡No! –se defendió–. Sólo… ¿Qué fue lo que dijo el médico?
–Conmoción cerebral o algo así, creo –añadió Remus.
–Se dio un golpe en la cabeza –dijo Harry–. Después de recibir una cruciatus.
–¿Un golpe? –pausa– ¿un simple golpe te mató?
–Si te abre la cabeza no importa que el golpe haya sido tonto, Ron.
–¿Pero como te diste ese golpe? –inquirió Hermione.
Lo que siguió a esa pregunta fue que los tres adultos, Cary y Harry se revolvieran incómodos.
–¿Qué ocurre, Harry? –le preguntó Ron, quien parecía haber notado la incomodidad de su amigo.
–Nada –se apresuró (demasiado) a contestar su amigo.
–Puedes decirlo, Harry –dijo Remus tallándose los ojos con la mano derecha por culpa del cansancio.
–Si ves a uno de tus amigos sufrir bajo la cruciatus, ¿no lo harías TODO por tratar de evitar que sufran?
–Si –contestó Cary con una sonrisa–, tienes razón Harry.
–¿Aunque ese TODO signifique una posible muerte, Cary? –preguntó Remus. Ella le sostuvo la mirada.
–¿Qué significa para ti la palabra "accidente", Rem?
El licántropo no contestó, y bajó la mirada.
–Remus –le llamó Cary, pero él seguía con la vista fija en el suelo, que estaba resultando muy interesante, por cierto–, gracias.
Remus levantó la vista, sorprendido, y se encontró con la cálida sonrisa de Caroline.
–No te culpo, de veras.
–Te dije que dejaras de culparte.
–No eres el más indicado parta decirle *ESO* a alguien, Siri.
–¿Por qué eres tan mala conmigo, Cary? –preguntó Sirius en lo que intentaba ser un tono "ofendido".
Provocando carcajadas en la mencionada, en Remus y en Vzlazka.
–Adoro tus risas –declaró Sirius.
–¿Si?
–Si.
–Y yo adoro esto –Cary puso su mano en la mejilla de Sirius y se dieron un profundo beso–. Tus labios nunca cambian –añadió mientras se mordía el labio inferior y contenía una risa.
Se oyó un "Ejem, ejem" que hizo que ambos miraran al "público".
–Supongo que esto significa que seguís juntos –dijo Remus.
Cary se puso roja de golpe y escondió su cara en el pecho de Sirius.
–¿Aun vergonzosa?
–¿Cómo que aun? Para mi no ha pasado tanto –dijo levantando la cara. La cual aun se notaba bastante sonrosada.
Sirius estalló en carcajadas.
–¡No tiene gracia! –se defendió la chica, pegando un par de tortas en el pecho de él– Sirius –dijo parando la broma–. ¿Nos miran mal? –dijo refiriéndose a Ron, Hermione y Ginny que los miraban súper sorprendidos, y a Harry quien los miraba MUY divertido.
–¡Oh! Supongo que no se esperaban esto cuando entraron por la puerta.
–Supones bien, Sirius –le confesó su ahijado.
–Bien, empezaremos por el principio, chicos, ya se que la conocéis; pero os presento a Caroline Fargon, Cary para los amigos; pero lo más importante de todo: *MI* chica.
A la susodicha se le escapaba la risa.
–¿Por qué lo eres, verdad? –preguntó con fingida preocupación Sirius a su chica, provocando que estallara en carcajadas.
–¿Ya sabías esto? –le preguntó Hermione a su amigo de pelo azabache.
–Lo suponía, Herm.
–¿Y por que no dijiste nada? –le recriminó Ron.
–Porque no le tocaba a él decirlo, Ronnie –contestó su novia.
–¿A que se referían con accidente y que no era culpa de Remus?
–Se referían a que… bueno, digamos que indirectamente fue mi culpa que muriera, Hermione –explicó Remus, quien, obviamente había oído la pregunta.
–No lo fue –sentenció Cary–. Y no empieces.
–Caroline, que no me lo tengas en cuenta no implica que el echo de que fuera mi hechizo el que te hizo chocar contra el árbol vaya a cambiar.
–¡Oh, por favor! –exclamó exasperada, y saliendo de encima de Sirius– ¡Tan sólo intentabas ayudarme!
–No importa, fue mi hechizo.
–¡Remus J. Lupin, déjalo ya! –gritó Caroline poniéndose de pie y con la cara toda roja, pero esta vez no era de vergüenza, si no del grito que había pegado. Y más calmada añadió:– ¿Entendido?
–¡Bah! –dijo dejándose caer al sillón sin responderle.
–Odio cuando los hombres hacéis eso –explotó gesticulando con los brazos para dejarse caer en el sofá y cruzarse de brazos.
–¿Queréis dejarlo los dos? –dijo Harry– Eso pasó hace dieciocho años; no importa quien de los dos tenga la razón. Lo importante es que Remus lo hizo para salvarte; fue sólo un accidente.
–Un accidente; por tanto la culpa no es de NADIE –acabó Cary.
–Algún día nos contaréis de que trató ese accidente, ¿verdad? –inquirió Ron.
Remus y Cary miraron al pelirrojo.
–Claro, y si quieres hoy, hoy –contestó Caroline–. Así tu le podrás decir que fue un simple accidente.
–Si –ironizó el hombre lobo–, tan simple que te costó la vida.
–Estoy aquí, ¿verdad? Por tanto no me ha costado la vida.
–Pero si te costó dieciocho años, Cary.
–¡Argh! –lanzó un gritó mientras sus manos se cerraban alrededor de un cuello imaginario– ¡Hombres! ¡Quien os entienda que haga un libro! Y sobretodo… ¡que me lo deje leer! –cerró las manos en sendos puños y bufó profundamente cerrando los ojos.
El silencio pareció invadir la sala después de esa declaración d el achica.
–¿Sabes de alguien que pueda escribir ese libro?
–¡Hermione!
–¿Qué? –preguntó la susodicha.
–¿Tú también?
–Por supuesto que yo también, Ron. Hay veces en que no hay ni Dios que os entienda.
–Llevo años esperando ese libro, Hermione. Por desgracia la señora Pince aun no lo ha recibido.
–No –exclamó Sirius llevándose las manos a la cabeza–. Conspiración de chicas no.
Esa parodia de ruego, valió que todos estallaran en carcajadas, incluido el propio Sirius.
–El accidente, a lo que íbamos –empezó Cary.
–Lo cuento yo que soy imparcial en esto.
–Como quieras, Sirius.
"Otro rayo salió de la varita, pero esta vez fue dirigido hacia Sirius que estaba desprevenido ayudándola.
–¡¡¡Aaaahhhh!!! –el grito de Sirius desgarró el silencio de la noche.
–¡¡¡Sirius!!!
–Crucio.
Esta vez el rayo fue a dar de lleno en ella.
–¡¡Aahh!!
–¡Waddiwasi! –Remus hizo que ella saliera del rayo.
Pero todo fue muy rápido. Con la preocupación, Remus no había previsto donde caería ella. Así, que chocó contra uno de los árboles. Y permaneció inmóvil. Un chorro de sangre le goteó por la frente.
–¡¡¡No!!!
Los tres chicos cogieron sus varitas y se dispusieron a pelear."
–Eso fue lo que pasó –concluyó Sirius(N/A: parte sacada de el capítulo: "Ella: el amor perdido").
–¿A que fue un simple accidente? –insistió Cary.
–¡Fue un asesinato! –clamó Remus. Por lo que obtuvo de respuesta un cojinazo que e lanzó la chica.
–Como no dejes de decir gilipolleces si que será un asesinato –le advirtió muy seriamente.
–¡Vamos, calmaos los dos! ¿No os dais cuenta? –dijo Sirius exasperado– Estáis haciendo que *YO* tenga que hacer de moderador. ¡Ya os vale! Sois unos egoístas, no pensáis en mi –acabó poniendo carita de cachorrito abandonado.
Ambos se giraron para no ver la cara de Sirius, que era muy posible les ablandara.
–¿Que creéis, vosotros? –preguntó dirigiéndose al cuarteto y a Vzlazka.
–Fue un accidente, desafortunado, pero un accidente –contestó Harry con calma.
–Así se habla –le dijo con una sonrisa, y dirigiéndose a Remus, y más seria le añadió:– ¿Lo ves?
–¡No empecéis! –les advirtió Sirius.
–Vale –se defendieron ambos.
–Bien, continuemos… –expresó Cary– ¿dudas? ¿preguntas?
–¿Eras amiga de mi madre?
–Por supuesto –confirmó Cary–. Ahora que lo pienso… ¿estáis seguros que James no obligó a Lily a casarse con él? ¡no, espera! Tengo una mejor… ¿seguro que era James quien le pidió para salir?
–¿Por qué dices eso? –le inquirió Harry.
–¿No sabes que tus padres se llevaban a matar? –como respuesta obtuvo una mueca de mayor incredulidad y un movimiento negativo de cabeza. Por lo que dirigió su vista a su novio–. Sirius.
–No he tenido tiempo.
–Remus.
–A mi no me mires. Sólo estuve un año y fui profesor; además de que fue el año en que Sirius escapó de Azkaban.
–No me lo puedo creer.
–¿A nadie se le ocurrió que a Harry podría interesarle saber como eran sus padres?
–Bueno, lo que se dice estrictamente ocurrírsele… si. Pero nadie lo llevó a cabo.
–¿Queréis decir que Harry no sabe nada de nada?
–Er… –titubeó Sirius– no.
–Sin cometarios –dijo Cary–. No seré yo quien se lo explique. Es tarea vuestra o de Dumbledore. Hablando de Dumbledore… ¿necesitaré un permiso nuevo o que?
–¿Continuarás tus entrenamientos? –preguntó el licántropo.
–Por supuesto. Tengo que ponerme las pilas además. He perdido casi un trimestre completo.
–¿Entrenamiento? –inquirió Harry.
–Así es. Lucha, armas, duelos… de todo –hizo una pausa–. Y me voy a conseguir ese permiso, nos vemos luego.
–Espérame –dijo Sirius transformándose en perro y siguiéndola.
–Por cierto –indicó parándose y girándose–, Vzlazka, nos vemos luego.
Y chica y perro salieron.
–Supongo que esto significa fin de la reunión.
–Supones bien, Harry –explicó Remus–. Ya nos veremos.
–Hasta mañana, chicos. Adiós, Remus –dijo Vzlazka mientras se levantaba y se dirigía a la salida.
–Adiós –murmuraron los cuatro adolescentes.
–Hasta mañana, Vzlazka –se despidió Remus con una sonrisa.
–Bueno chicos. Es un poco tarde; deberíais ir pasando hacia la torre de Gryffindor.
–Ir tirando –les dijo Harry–, en seguida iré.
–Como quieras –dijo Ron.
Los tres adolescentes abandonaron la habitación, dejando a Harry y a Remus solos.
–¿A dónde han ido Cary y Sirius, Remus? –le preguntó el adolescente.
–A pedirle permiso para ir a Londres mañana y a su casa a buscar sus cosas.
–¿Para que quiere ir a Londres?
–Supongo que para mirar clubs. Hacía natación. Y supongo que seguirá practicándola… era bastante buena, por cierto.
–¿Y lo que ha dicho antes? Acerca de eso que yo no se…
–Eso debe decírtelo Dumbledore, Harry. Yo tampoco se toda la historia.
–De acuerdo. Bueno… nos veremos mañana, supongo.
–Si. Hasta mañana, Harry. Y buenas noches.
–Buenas noches a ti también, Remus.
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bueno, ya está ^^ k os ha parecido? N serio k esta vez necesito saberlo T_T
bueno, yo y 3 amigas, stamos creando 1 comunidad d nadadores k pretendemos k sea un foro; así k, si practicas este deporte t agradeceríamos k t unieras: http:// g r o u p s . m s n . c o m / S w i m g r o u p
y tb estoy creando una comunidad de HP llamada "El anillo de Harry Potter": http:// g r o u p s . m s n . c o m / E l a n i l l o d e H a r r y P o t t e r
GRACIAS!!!!!
