Bueno, antes k nada dar las gracias a las tres o cuatro personas k me han estado apoyando en el fic desde el principio. Pero k no lo voy a continuar. Este es el último capítulo que subiré; y lo subo únicamente xk se lo prometí a una persona. Bueno, eso era lo que tenía que comunicar.
Segundo, contestar los dos reviews:
Cristopher Jacques: a mi querido amigo… ya te lo conté. Gracias x decirme k no parecía cursi la parte Sirius-Cary. Muchos besos, nos vemos en clase amigo.
Joyce Granger: Ola. En serio que me alegró mucho que te gustara el capi, y sobretodo que consideres mi historia bueno como para perder el tiempo leyéndole, muchísimas gracias x tu apoyo; kiero decirte k desde el primer review k recibí tuyo me pareciste una persona genial y una chica muy simpática. Una de las personas por las k me sabe mal abandonar el fic, a parte de CJ eres tú. Spero k no te enfades xk deje el fic; xo no tengo muxo tiempo y e visto k mi fic como k no tiene muxa audiencia,, x lo k no me estoy motivando en absoluto xa scribirlo. Me encantaría conocerte y hablar contigo; tienes Messenger? Si lo tienes agrégame; si no tb me puedes enviar mails y mantenemos "correspondencia". Muchos besos.
Bueno, esto era todo lo que tenía k decir… y ahora si k os dejo con el último capi. Aunke puede k aparte de CJ no se lo lea nadie… espero k guste si alguien x error vienen a parar akí.
Este capítulo lo dedico a los dos reviewers, CJ y Joyce, k lo disfrutéis.
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Hablando del presenteA la mañana siguiente, cuando se dirigieron al gran comedor. Encontraron a Snuffles tumbado a los pies de la mesa de los profesores. Nada más ver la aparición de su ahijado en el comedor, se echó encima suyo y empezó a babearle la cara.
–Ya vale, Snuffles.
Cuando Sirius salió de encima de su ahijado, y este pudo incorporarse y echar una vistazo a todo el gran comedor; al cabo de unos segundos se dirigió hacia Remus.
–¿Y Cary? No la vimos en la sala común, por lo que suponíamos que estaría aquí.
–Ella y Vzlazka se fueron temprano a Londres. Cary estaba ansiosa por volver a entrenar. Y luego supongo que pasarán por su casa a recoger un montón de ropa.
–¿Un montón de ropa?
–Si, Cary era una fanática de la ropa, ¿estoy en lo correcto, Snuffles?
Snuffles ladró de forma afirmativa a la pregunta de su compañero merodeador.
–¿A que hora se fueron? –preguntó Ginny colocándose al lado de su novio.
–Creo que Cary sacó a Vzlazka de la enfermería a las seis de la mañana.
–¡¿A las seis?! –preguntó un horrorizado Ron– Está loca.
–Bueno, ella admite esa parte de su carácter, Ron –comentó Remus con jovialidad–. Supongo que regresarán un poco antes de la hora de la comida.
–Por cierto, ¿Entrenar? –inquirió Harry.
–Si. Ya lo verás le encantan los deportes. No podía esperar más para federarse –el licántropo le echó una ojeada a su reloj y continuó:–. No creo que tarden demasiado, ya son casi la una. Se os pegaron las sábanas esta mañana por lo que veo.
–Si un poco –rió Harry.
–Sobretodo a Ron –especificó Hermione.
–¡Como si a vosotros no! –se defendió el pelirrojo.
Harry estalló en carcajadas contagiando a Remus, Ron, Hermione y Ginny que se le unieron al cabo de unos segundos de oírle.
Lupin se levantó, y junto con Sirius fueron con los adolescentes a sentarse en la mesa de Gryffindor, donde estuvieron hablando cerca de media hora. Cuando unos gritos tipo pelea retumbaron a las afueras del gran comedor.
–¡Que me dejes de dar la bara, Derek! No empiezo hasta mañana.
–¡¿Para que narices me has pedido que sea tu entrenador si a los dos segundos ya vas a empezar a pasar de mi?!
–Empiezas mañana como entrenador, no me fastidies.
–¡Cary!
–¡Es mi nombre y te agradecería no lo gastaras!
–Tienes que empezar ya o no llegaras a tiempo.
–Derek, por un entreno. No me calientes más.
Las puertas del gran comedor se abrieron, dejando ver a tres personas. Las voces gritando, la de Cary y la de otro chico, parecieron amplificarse. Vzlazka se reía de la escena que se estaba montando.
–¿Por un entreno?
–¿Recuerdas lo que pasó esa vez?
–¡Argh! –lanzó un gritó de frustración y apretó ambos puños– ¡Que te pires! No me vuelvas a hablar de esos p**** campeonatos de mierda! ¿me oyes?
–Si no quieres que se repita deberías empezar ya –le recriminó mientras dejaba en el suelo una bolsa de lona bastante grande.
Cary también dejó otra bolsa en el suelo, una grande de deporte.
–¡Derek no me provoques!
–Me tienes que hacer caso –le advirtió seriamente.
–¡Se acabó! –se puso seria de repente y le señaló con ambas manos– ¡Aqua!
El pobre chico quedó empapado.
–Fin de la discusión. Hasta mañana, Derek.
–Hasta mañana a las seis. Y como no estés te saco a rastras de la cama –se dio la vuelta y se largó mientras seguía escurriéndose como podía la ropa.
Cary cogió ambas maletas y se dirigió al grupo de gryffindors, junto con Vzlazka que seguía riéndose de lo lindo.
Dejó caer las bolsas con un sonoro golpe y sentó hundiendo la cabeza entre sus brazos al tiempo que pronunciaba:– Buenas.
–¿Mal humor? –preguntó Remus con una sonrisa.
–No lo sabes tú bien –respondió ella.
–Mejor nos movemos –le advirtió–. Todo el mundo nos mira.
Tanto Cary como Harry, Ron, Hermione y Ginny (y Snuffles) levantaron las cabezas para constatar la verdad de las palabras de su amigo.
–Tengo que ir a dejar todo esto a la torre de Gryffindor. ¿Venís? –informó Cary levantándose y volviendo a coger las bolsas.
–Claro –respondieron levantándose.
–Lazka tienes las vitaminas y todo es, ¿no?
–Aquí están, Cary –dijo la enfermera enseñándole una mochila.
–Okis.
Empezaron a caminar y salieron del gran comedor en silencio. Remus ayudaba a Cary a cargar con una de las dos bolsas mientras ella cargaba la otra por si misma.
–¿Para que tanta bolsa? –le preguntó Harry cuando estuvieron en la discreción que los pasillos podían ofrecerles.
–Uff –bufó la chica–. Ya verás. Tengo que organizarlo todo.
El camino a los dormitorios se les pasó rápido (excepto a Cary que cargaba una bolsa y a Remus que cargaba otra junto con ella), no se toparon con nadie. Cosa que agradecieron ya que les proporcionaba unos ratitos de tranquilidad.
Cuando llegaron a la sala común los alumnos que estaban se les quedaron mirando, cosa que ocasionó que se dirigieran a paso rápido hacia los dormitorios. Cuando llegaron Cary lanzó las bolsas al suelo, y Vzlazka dejó la mochila encima de la cama de Caroline.
–Creo que no me dejo nada –pensó Cary en voz alta–. A ver… vitaminas, ropa, bañadores, gorros, gafas… –se llevó la mano a la frente y dijo:– ¡Mierda! El material.
–¿Material? –preguntaron todos a la vez, sorprendidos y confusos como si se hubieran perdido algo.
–Manoplas, pullboy, tabla y aletas –contestó distraídamente mientras pasaba la vista de una bolsa a la otra.
–Llama a Derek y dile que te lo traiga –dijo Vzlazka.
–Que remedio –contestó sin ganas lanzando un soplido de cansancio–. Mañana las pasaré canutas –abrió la palma de su mano hacia arriba–. Incendio.
Una llamitas crepitaron en su mano.
–Derek, Derek ¿me oyes?
Nada.
–Derek Reynolds, sé que me estás oyendo así que contesta –ordenó.
–Que mala leche tienes –salió de las llamas–. ¿Qué quieres?
–Se me olvidó el material.
Silencio.
–Te mataré –susurraron las llamas.
–Me lo imaginaba –susurró en voz baja para que Derek no la oyera.
–Mañana te lo traigo. Espérame en el vestíbulo.
–Okis. Adiós –cerró la palma y las llamas desaparecieron.
–Eso ha sido genial –dijo Ron.
–Y muy práctico –comentó Hermione.
–¿Si? –contestó Caroline– intentaré enseñaros, entonces.
–¿Podrás en enseñarles? –preguntó Sirius que había adquirido su apariencia de hombre mientras Remus había bloqueado la puerta.
–Dije intentaré –se defendió.
–¿Fuiste a hablar con Dumbledore? –inquirió Sirius.
Ella asintió con la cabeza mientras empezaba a sacar todo lo que había en la bolsa de viaje.
–¿Para que fuiste a verlo? –preguntó Harry con curiosidad.
–Necesitaba permiso para usar el lago.
–¿El lago? –preguntaron los cuatro adolescentes.
–Claro –contestó como si fuera lo más obvio del mundo–. ¿Pretendías que entrenara en la bañera?
–¿Qué entrenas? –preguntó Harry.
–Natación –contestó Sirius a su ahijado mientras se ponía detrás de su chica y la abrazaba y le daba un beso en la mejilla.
–Y ese chico que habéis visto antes es Derek Reynolds, fue compañero mío hace dieciocho años y cuando he ido al club y me ha reconocido me ha vuelto a meter en él. Me comentó que ahora era entrenador y le pedí que fuera el mío. Aunque ahora me arrepiento de eso.
–¿Por qué? –preguntó Sirius.
–Porqué tendré a un entrenador vigilándome. Con lo bien que se está entrenando sola.
–Parando cuando quieres.
–Cuando llego tarde –se defendió.
–¿Qué día será?
–¡Tres días! –exclamó– me han subido entrenos. ¡Maldición!
–¿Cuántos tienes ahora? –preguntó Sirius.
–Tres mañana, dos medio días, cinco tardes, más sábado.
–Joder –exclamó Ron– y yo me quejo de tres tardes de quidditch.
–¡Ah! Pero es que eso es solo agua. Tengo que hacer físico de dos a tres días como mínimo. ¿Lo veis normal? Además de que me suben metros por sesión.
–¿Cuántos tienes que hacer ahora? –preguntó Remus.
–Seis. Esto deprime.
–¿Seis? –preguntó Hermione– ¿Seis que? ¿piscinas?
–Ja –ironizó–. No estaría mal. Metros.
–¿Seis metros? –extrañó Ron– ¿Te quejas de seis metros?
–Seis mil –contestó–. Seis mil metros.
–Buff –bufó Ginny–. Menuda pasada.
–Gracias, alguien que me entiende.
–¿Y cuando tengas exámenes? –preguntó Remus.
–Timaré. Remus, parece mentira que no me conozcas –contestó apoyándose en Sirius.
La cama de Cary estaba completamente cubierta de cosas. Pantalones, camisetas, bañadores, gorros, gafas, chanclas, dos tubos de vaselina, espuma para el pelo, cepillos, peine, alisador, champús, geles, un par de colonias, ropa interior…
Y Cary lo estaba desordenando más (si eso era posible) (N/A: nah… es posible, os lo aseguro) tratando de encontrar algo.
–¿Qué buscas? –preguntó Sirius.
–El fast.
–¿El que? –se sorprendieron.
–Un nuevo tipo de bañador, que hace deslizar el agua. ¿Dónde lo habré metido?
Volvió a coger la bolsa que había tirado al suelo y echó su contenido sobre la cama, después cogió la bolsa del club y vació su contenido sobre la montaña que empezaba a parecer su cama.
–Aquí está –exclamó con aire triunfal sacando de entre la ropa una traje, parecido a lo que sería un traje de neopreno (de buzo) de cuerpo entero. Tenía unas líneas plateadas, siguiendo el recorrido del agua para hacerlo más aerodinámico.
Cary sacó una mochila de colegio y empezó a poner en ella una tolla, un par de gorros, un par de gafas, unas chanclas y un par de bañadores. En la mesita que había al lado de su cama puso otro bañador.
Una parte de la ropa fue apilonada en el baúl que había abierto a los pies de su cama, otra parte volvió a las bolsas las cuales fueron introducidas a presión debajo de la cama.
–Listo –exclamó triunfante.
–¿Eso es recoger? –preguntó Hermione.
–Claro que si –arguyó encogiéndose de hombros.
–Lo único que has hecho es cambiarlo de sitio –insistió Hermione.
–¿Sabes cual es el problema de las personas ordenadas? –hizo una pausa– que nunca encuentran lo que andaban buscando.
–¡Eso es mentira! –exclamó indignada.
–El 99 % es la realidad.
–Pero no el otro 1 %.
–Pero es que yo pertenezco a este 1 %, Hermione.
Vzlazka le pasó la mochila restante a Cary. Quien hizo lo mismo que con las otras. La abrió, le dio la vuelta y la sacudió para que cayera todo.
–Quieres ir con cuidado –le recriminó la enfermera.
–Vale, vale.
–Se pueden romper.
–Lo se, tranquila.
De la mochila habían caído un montón de paquetitos de farmacia.
–¿Medicamentos? –formuló Harry en voz alta lo que todos se estaban preguntando.
–¿Des de cuando estás enferma? –cuestionó Sirius.
–En realidad des de que me desperté después del ataque a Hogwarts.
–¿Por el hechizo?
–Así es. Un edema pulmonar no es tan fácil de curar, Harry. Pero todo esto no tiene nada que ver.
–¿Y para que es? –preguntó el chico.
–Vitaminas, refuerzos energéticos, glucosa, ehm… ¿Qué más había por aquí? … complejos vitamínicos… y no se que más.
–¿Para que diablos quieres todo eso?
–Me obligan a tomarlo. Por eso necesito hacerme un horario –murmuró unas palabras y un pergamino y una pluma salieron de una caja que había al lado del baúl. En la cual estaban los libros y otros objetos escolares. Apoyó el pergamino en la pared y empezó a escribir en él–. Lazka, ¿te acuerdas de todo?
–¿No lo recuerdas tú?
–No recuerdo muy bien, la verdad.
Paró de garabatear.
–A ver –ambas chicas empezaron a desenvolver los paquetes.
–Glucosport, al levantarte.
–Okis.
–Oxiblock después de cada entreno.
–Entendido.
–Estas dos de aquí a la hora de la comida –continuó la enfermera.
–¿Cuáles?
–Estas –le mostró los tres paquetitos–. Y estas pastillas cuando almuerces.
–¿Antes o después de entreno?
–Ni idea. Pregúntale mañana a Derek.
–No creo que lo sepa. Me las tomaré después, si acaso, con más calma.
–Como quieras –cogió los tres últimos paquetitos–. Vitality Plus en botellita, y estas dos verdes por la noche.
–¿Vitality en botellita? –preguntó horrorizada.
–Si.
–No –hizo una mueca de asco–. Eso sabe fatal.
–No veas la pena que me das –ironizó.
–Mala –le susurró en voz baja.
–Eso ya lo sabemos, Cary.
Cary le aventó el cojín.
–¡Eh! –se defendió– ¿a que ha venido eso?
–Por ser tan mala –le contestó su amiga riéndose.
–Esto no quedará así, ya verás –advirtió sonriendo.
–Uy… como tiemblo.
Ambas se empezaron a carcajear.
–Por cierto, los lunes, miércoles y viernes a primera hora que tenemos?
–Pociones –contestó Hermione.
–¿Los tres días?
–Si.
–¿Quién lo da?
–Snivellus –contestó Sirius.
–¿Qué? Noooooooooo. Jo.
–¿Snape también la odia? –preguntó Harry con la esperanza de no ser el único odiado en esa clase; la pregunta puso un poquito de mal humor en Sirius.
–Es posible, por ser la novia de Sirius –dijo con tranquilidad mientras guardaba las vitaminas en el cajón de la mesita.
–Bah… ese grasoso Slytherin…
Cary empezó a reír.
–¿De que te ríes? –le preguntó Sirius, quien parecía estar imaginando la razón.
–Eres tan mono cuando te pones celoso.
Ahora fueron Remus y Vzlazka los que se unieron a las risas, mientras los adolescentes se quedaban con la boca abierta y Harry soltaba: –¿Celoso? ¿De Snape?
–Yo no estoy celoso de Snivellus –se defendió.
–¿Por qué habrías de estar celoso de Snape? –preguntó su ahijado.
Remus, Vzlazka y Caroline se estaban, literalmente, destornillando. Doblándose sobre si mismos para intentar frenar el dolor que les crecía en el estómago por culpa de la risa.
–Cuando dejéis de reír le podéis contestar a Harry, y de paso a mi –dijo Sirius.
–Padfoot, viejo amigo, como si no lo supieras –le dijo Moony recuperando la compostura (un poco).
–No tengo ni idea.
Sus risas se suavizaron un poco.
–Es que verás –dijo Cary limpiándose unas lágrimas–, tu padrino, aquí donde le ves. Es MUY pero que MUY celoso.
–No soy celoso –reprochó.
–Claro que lo eres –replicó su novia.
–Soy posesivo –aclaró–. Es distinto.
–Si, lo que tu digas –contestó sin dejar de reír–. Verás, Sirius y yo empezamos a salir por principios de nuestro segundo año. Y en tercero… –otra vez explotó en un ataque de risa.
–¿Qué pudo pasar tan divertido en su tercer curso y que tenga que ver con Snape? –preguntaron Harry y Ron a la vez.
–Vale ya, ¿no? –preguntó Sirius exasperado a los tres que se carcajeaban.
–Resulta que en tercer curso Snape intentó besarme –explicó Cary.
Ron hizo un ruido de asco –¿Y eso es lo que entendéis por divertido? Yo lo encuentro repugnante.
–Lo divertido fue que yo no pude contestarle porqué apareció Sirius salido de la nada y le dio un puñetazo en plena cara.
–¿Pegaste a Snape? –preguntaron Harry y Ginny con sorpresa, Ron con admiración y Hermione con un tipo de "no me lo puedo creer".
–¿Cómo no iba a pegarle? Ese grasiento estaba demasiado cerca de Cary.
–¿A que es un encanto cuando se pone celoso?
–¿Pero llegó a besarte? –preguntó Harry.
–Pues –Cary pareció pensar en la pregunta–, a decir verdad, ahora que lo mencionas… creo que si que lo hizo.
–¿Snape te besó? –preguntó el pelirrojo con la mueca más horrorizada que tenía.
–Si –contestó tranquilamente, mientras Sirius se iba poniendo cada vez más blanco–. Pero fue un beso corto, Sirius salió tan rápido de donde fuera… ahora que lo pienso, no fue un beso tan malo. Quiero decir, Snivellus y todo… besaba bastante bien.
–Traición –susurró una voz.
Todos miraron de donde procedía. Sirius estaba de pie, la expresión de su rostro era completamente indescifrable. Y estaba más blanco que le papel.
–Mira que eres payaso –dijo Cary.
–Vamos, Padfoot. Seguro que no es para tanto –le consoló Remus.
A lo que Sirius volvió a murmurar "Traición" se balanceó y cayó de espaldas.
–¿Se ha desmayado de verdad? –preguntó Cary, totalmente estupefacta.
–Eso parece –contestó Remus.
–¿Cómo lo movemos de aquí a la habitación de las panteras? –cuestionó Cary.
–Harry, la capa –ordenó el ex profesor de defensa contra las artes oscuras.
Harry salió corriendo de la habitación, y volvió al cabo de unos segundos con la capa y el mapa.
Una vez en la habitación de las panteras. Tumbaron a Sirius en uno de los sofás y se quedaron en silencio. La escenita de Sirius los había dejado sin palabras.
–¿Cómo está? –preguntó Harry.
–Sólo desmayado –contestó la enfermera–. Se recuperará dentro de poco.
–No ha sido para tanto –exclamó Cary, más bien para ella misma, intentando convencerse de que no era tan grave lo que pasó.
–Vamos, Cary, tranquilízate –le dijo el licántropo.
–Si, pero…
–Mira, ¿Qué tal si os vais? Vzlazka me comentó que tenía algo que contarte.
–Pero…
–Creo que este seria el mejor momento.
–Pero Remus.
–Cary, si estás aquí cuando despierte sólo conseguiremos que los dos acabéis deprimidos.
–Er… de acuerdo –cedió al final.
–¿Por qué dices que se deprimirán? –preguntó Harry completamente confundido, al igual que lo reflejaban la cara de los otros adolescentes.
–Sirius le empezará a gritar, ella se contestará, irán subiendo volumen; con suerte no llegaran a varitas y puños, se largaran cada uno por su banda hechos una furia, y yo tendré que apuntar una semana a Sirius deprimido, y Vzlazka tendrá que soportar una de las múltiples depresiones por las que pasa Cary.
–Deprimirse es algo muy normal en la adolescencia –se defendió la "acusada".
Remus y Vzlazka la miraron.
–Está bien, ya me voy. Vamos Lazka. ¡ah! Y Remus, me avisas cuando se calme.
–¿El año que viene? –bromeó.
–Oh… bueno, si puede ser un día de esta semana, mejor que mejor –dijo continuando la broma–. Vamos Lazka –dijo cogiéndola de la mano y comenzando a marcharse.
–Hasta luego –se despidieron ambas desapareciendo por el pasillo que daba a la salida.
–¿Quieres que te ayudemos? –se ofreció Harry a Remus.
–No, tranquilo. Tu padrino lo superará… espero.
–¿Qué harás?
–Me sentaré a una distancia prudencial, y estaré leyendo hasta que se despierte.
–¿Y cuando se despierte?
–Depende como se despierte lo aturdiré.
No cabe decir que esta declaración dejó a los chicos completamente helados.
–Os aconsejo que os vayáis ahora que todo está tranquilo.
–¿Por qué piensas que necesitarás aturdirlo?
–Porqué lo primero que se le puede pasar por la cabeza es matar a Snape.
En la enfermería, Cary y Vzlazka hablaban tranquilamente de lo que había acontecido en los últimos años.
–Cary –dijo Vzlazka seriamente.
–Hay algo que debería contarte.
–¿Sobre que?
–Sobre tu familia.
–¿Qué ocurre?
–No eres la única Fargon que queda, Cary.
–¿A que te refieres? –el nerviosismo y la curiosidad hacían mella en su voz, la cual empezaba a temblar ligeramente.
–Tu tía, Kathlinn.
–¿Dónde está ella?
–Murió.
–Tía Kathlinn –murmuró Caroline–. ¿No está?
Su amiga negó con la cabeza.
–Estoy sola –balbuceó en voz baja.
–No –le contestó suavemente cogiéndole la mano–. Cary, ¿no me escuchaste? Dije que no eres la única Fargon.
–¿A que te refieres? –preguntó con las lágrimas resbalándole mejilla hacia abajo.
–Tu tía tuvo una hija.
Cary abrió la boca pero ningún sonido salió de ella.
–Tienes una prima, Cary –le informó.
La susodicha abrió mucho los ojos en expresión de sorpresa y tragó saliva.
–¿Dónde está? ¿Qué edad tiene?
–Tiene tu edad, actualmente.
Cary cerró los ojos y se llevó las manos a la cara.
–Y vendrá esta tarde. Vamos al gran comedor, necesitas comer algo. Luego la conocerás.
Las dos chicas se levantaron, y se dispusieron a dejar el despacho de la enfermería. Cuando Vzlazka estaba cerrando la puerta, la de la enfermería se abrió.
–¡Mamá! ¡Hemos llegado!
La voz había venido de una chica con el pelo tirando a rubito y ligeramente rizado, como ondulado. Quien tenía cogido de la mano a un niño de unos cinco años. La chica parecía tener unos quince.
–¿Tienes hijos? –preguntó Cary extrañada a su amiga, perpleja porque hubiera omitido esa parte de su vida.
–Son adoptados ambos. Ven, te voy a presentar a tu prima, que parece haberse adelantado.
Cary tragó saliva. Estaba a punto de conocer a la única familia que le quedaba.
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Bueno, hasta akí la historia. Nuevamente decir k me apena muchísimo dejarlo ahí. Xo no me siento motivada.
Saludos,
J.D.
Miembro de la Orden Siriusana
