Holiiiiiiis de nuevo, bueno acá esta el segundo capitulo, que les parece,
les prometo que pronto subiré el tercero. Dejen REVIEWS!!!!!!!!!!!!!!!
Lily_Hermione
2º La verdadera identidad.
Nota de la autora: Amellya se pronuncia Amelia.
Al día siguiente, Harry se levantó a causa del ruido del piso de abajo, sus tíos hacían los últimos preparativos para irse a la 1 de la tarde. Se duchó y luego se vistió con unos vaqueros y una remera.
- Agarra tus cosas- ordenó tío Vernon, cuando vio que Harry bajaba las escaleras.
Harry agarró su bolso y siguió a tío Vernon, que caminaba muy rápido para llegar cuanto antes a la casa de la señora Figg y así deshacerse de su sobrino. Tío Vernon tocó la puerta varias veces, y apareció una anciana de ojos verdes y pelo gris. Harry se sorprendió al ver el viejo collar que tantas veces había contemplado de pequeño. Era un collar de oro, el pequeño colgante era lo más curioso, representaba un fénix con las alas abiertas y en medio de la figura del ave había una esmeralda en forma de rayo.
-¿Si?- miró primero a tío Vernon y luego a Harry- No los esperaba tan pronto. Pasen, pasen- los invitó la señora Figg.
- No, no, gracias señora Figg.- se disculpó tío Vernon- pero tenemos que preparar unas cosas ¿Dónde quiere que lleve el bolso?- preguntó tío Vernon. Este era así de amable cuando veía a la señora Figg, sería porque le hacía el favor de quedarse con Harry. Tío Vernon dejó el bolso en el cuarto donde Harry solía dormir. Y después de dedicarle la única mirada amenazante, se fue.
- Bueno, Harry cuanto tiempo sin vernos.- le dijo la señora Figg a Harry, con un tono cariñoso que éste creía haber olvidado.
- Me alegro de verla señora Figg - ésta sonrió.
- Ya sabía yo que no podías haber cambiado tanto como para que tus tíos te matricularan en el San Bruto. Los días pasaron con una monotonía increíble. Si Harry pensaba que ir con la señora Figg sería una forma de romper con la rutina de los Dursley, se equivocaba. Lo único que hacía con ella era ver fotos de sus gatos, ayudarla a cocinar y tragarse, día sí y día también, "Rosita de las Mercedes" la telenovela venezolana. El quinto día de su estancia allí, mientras veían como Juan Antonio le ponía los cuernos a Margarita, con Rosita, que estaba locamente enamorada de Juan Antonio; llamaron a la puerta. "¡Oh, Oh! Han tocado a la puerta, como puede ser que sea lo más interesante que me haya pasado últimamente" pensó Harry. La sñra Figg fue atender, y se escuchó un:
- Hola mamá- dijo la voz de una mujer, muy dulcemente. "Mamá" pensó Harry, todas las veces que estuvo con la sñra Figg nunca pensó que tendría una hija. Una mujer de unos 30 años, muy hermosa por cierto, entró en la cocina. Tenía el pelo castaño claro, ojos verdes -los heredó de su madre, pensó Harry- y extrañamente el mismo colgante que la sñra Figg.
- Es un gusto conocerte Harry, mi madre me ha hablado mucho sobre ti- dijo tendiéndole la mano.
- El gusto es mío- dijo Harry aceptándola, y largando la lengua- la sñra Figg, nunca me dijo que tuviera una hija tan bonita- en este punto se maldijo a sí mismo por su atrevimiento.
- No es para tanto- dijo riéndose- a sí, no me presenté, perdón, me llamo Arabella. En ese momento entró la sñra Figg que había llevado el equipaje al cuarto de su hija, y Harry suspiró, se acodó lo que había dicho Dumbledore sobre una tal Arabella, y Harry estaba seguro de que era ella, pero la voz de la señora Figg lo hizo sacar de sus pensamientos.
- Sabrás Harry, que mi hija trabaja en la jefatura de policía de Londres y que por cierto es muy buena en ello- dijo la señora Figg con una sonrisa en la cara, mientras preparaba té. Y los días siguieron transcurriendo, aunque no con tanta monotonía. Era la 1 de la madrugada, y seguía sin poder dormir. Harry se puso las zapatillas y se levantó para ir a beber un trago de agua. Sigilosamente, Harry, fue bajando la escalera que a cada paso crujía. Atravesó el comedor hasta llegar a la cocina donde tuvo que recordarse por décima vez lo poco que faltaba para que llegase el día en que tomaría el tren escarlata, el añorado Expreso de Hogwarts. Mientras Harry se llenaba el vaso de agua oyó el batir de unas alas.
- Hedwig- susurró Harry.
Se dirigió hacía la habitación de donde venía el ruido de alas. En la mesa de cristal del comedor se encontraba una lechuza de color marrón que miraba desconfiado a Harry, que le quito la carta que tenía atada en la pata. Al desdoblar el pergamino reconoció la letra de Sirius:
Querida Arabella:
Supongo que ya estarás enterada de que mi estancia en Azkaban fue una equivocación aún no solventada, confió en que lo sepas. De todos modos, la razón por la que te escribo no es muy alegre, lo que durante 14 años habíamos temido se ha cumplido, Voldemort ha vuelto. Te iré informando. Mis más cordiales saludos Sirius Black
Harry se quedó con la carta en la mano y la vista fija perdida en el vacío. Dio un paso para atrás y chocó contra la chimenea, al darse la vuelta su mirada se quedó fija en una medalla que a Harry le resultaba familiar: A la representante de Hogwarts durante el torno de los tres magos: Amallya Figg. Premiado con 750 galeones por ser la ganadora de dicho torneo. Harry se maldijo por no haberse fijado nunca en aquel premio que estaba tan a la vista... Arabella había ido a Hogwarts... Y su madre había ganado El Torneo de los Tres Magos... Las palabras de Dumbledore dirigidas a Sirius: "Tienes que alertar a Remus Lupin, Arabella Figg ." Las palabras de Voldemort: "Pero ¿cómo atrapar a Harry Potter? Porque ha estado mejor protegido de lo que incluso él imagina..." Y Sirius le escribía a Arabella Figg... Estos recuerdos pasaban una y otra vez por la mente de Harry, hasta que acabo por sentirse mareado y se sentó pesadamente en el sofá. - La señora Figg es... - murmuraba incrédulo Harry- es una bruja. Y Dumbledore lo sabía, y no me lo dijo, entonces tenía razón. "¡Maldita sea!- pensó Harry- Voldemort intenta matarme y ni siquiera sé el porque. El resto del mundo sabe más cosas de mi vida que yo mismo. He estado viviendo en Privet Drive sin saber que había una persona como yo" Harry pensó que nunca se dormiría después de enterarse de que la hija de su vecina y probablemente ella también eran brujas, pero se equivocó, llegó un momento en que su cabeza se apoyó en la almohada y los pensamientos que le atormentaban se perdieron en la oscuridad. Pero en realidad, él ya se imaginaba que ésto fuera posible, pero estaba enojado porque la mitad de la gente que conocía lo sabía y nadie se lo dijo. Harry se despertó al amanecer, y como si nada hubiera pasado la noche anterior se vistió y aseo. Cuando llegó al comedor se encontró nuevamente con la carta encima del sofá. La agarró y la releyó:
- Tenían que habérmelo dicho- se convencía Harry- podían a verme explicado cosas sobre el mundo mágico o incluso decirme que era un mago antes de llegar a Hogwarts.
- ¡Hola, Harry! Que madrugador ¿no?- saludó alegremente la señora Figg. Harry hubiera deseado que fuese otra persona la que lo saludase. La señora Figg había sido lo más cercano al cariño que, Harry, había estado; y no deseaba descargar toda la ira que llevaba dentro.
- Hola señora Figg- saludó inexpresivo. Justo cuando ésta se iba a la cocina para preparar el desayuno llegó Arabella, y Harry le informó de la carta del día anterior.
- ¡Ah! Señorita Figg- Ella se dio la vuelta para escuchar lo que Harry tenía que decirle- Anoche recibió una lechuza de mi padrino, Sirius - en ese momento entró la sñra Figg para decirles que el desayuno ya estaba en la mesa, y se paró en seco al escuchar lo que Harry decía. - ¿Qué pasa? Piensan que estoy enfadado porque no me dijeron que ustedes eran unas brujas ¿Eh?- preguntó, frío como el hielo.- O tal vez ¿Por qué nunca me dijo lo que YO era?- esta vez se dirigió a la sñra Figg.
- Harry no podía decírtelo, compréndelo- rogó la señora Figg
- ¡¿Por qué?!
- Cuando comenzaste a quedarte en mi casa eras muy pequeño, si te lo hubiera dicho sin querer se lo habrías dicho a tus tíos ¿Cómo crees que hubieran reaccionado? Me habrían echado a patadas.
- Y cuando fui lo suficiente mayor para saber que no tenía que decírselo a nadie.
- Acaso me habrías creído ¿eh? O tal vez cuando fuiste a Hogwarts, ¿Cuántas veces nos vimos desde que recibiste la carta del colegio?- se quedaron en silencio, mirándose largamente. Harry con expresión colérica y la señora Figg intentaba hacerle entender el porque de no haberle contado nunca nada y Arabella estaba en silencio.
- Y hace una semana, cuando vine.- replicó Harry, con voz serenada. Pero esta vez habló Arabella- Pensé que si no lo sabías me sería más fácil vigilarte. Aquellas palabras mitigaron la ira de Harry.
- Lo siento- murmuró Harry.
- Más lo siento yo- reconoció la señora Figg- Tienes razón, debí contártelo, bueno... debimos contártelo. Después de las disculpas, Harry subió a preparar sus cosas (10 días y se iría a Hogwarts).
- Harry- este se dio la vuelta- La carta. El chico se miró la mano, no le había dado la carta. Se acercó a Arabella apresuradamente y le entregó la carta.
- ¿ No se sorprende de saber que Voldemort ha vuelto?- preguntó extrañado Harry al darse cuenta de la cara inexpresiva que tenía, después de leer la carta (su cara era parecida a como si hubiera leído que mañana llovería).
- Ya lo sabía- dijo, mientras su madre leía la carta con la misma expresión. Siete días, siete días y no volveré a ver a los Dursley hasta el próximo verano -O puede que no los vea ni en el verano porque Voldemort ya me halla matado-se iba recordando Harry mientras oía a su tío decir:
- Más te vale que la señora Figg no se haya enterado de... tu... tu... anormalidad- al tiempo que Harry se reía por lo bajo.
Lily_Hermione
2º La verdadera identidad.
Nota de la autora: Amellya se pronuncia Amelia.
Al día siguiente, Harry se levantó a causa del ruido del piso de abajo, sus tíos hacían los últimos preparativos para irse a la 1 de la tarde. Se duchó y luego se vistió con unos vaqueros y una remera.
- Agarra tus cosas- ordenó tío Vernon, cuando vio que Harry bajaba las escaleras.
Harry agarró su bolso y siguió a tío Vernon, que caminaba muy rápido para llegar cuanto antes a la casa de la señora Figg y así deshacerse de su sobrino. Tío Vernon tocó la puerta varias veces, y apareció una anciana de ojos verdes y pelo gris. Harry se sorprendió al ver el viejo collar que tantas veces había contemplado de pequeño. Era un collar de oro, el pequeño colgante era lo más curioso, representaba un fénix con las alas abiertas y en medio de la figura del ave había una esmeralda en forma de rayo.
-¿Si?- miró primero a tío Vernon y luego a Harry- No los esperaba tan pronto. Pasen, pasen- los invitó la señora Figg.
- No, no, gracias señora Figg.- se disculpó tío Vernon- pero tenemos que preparar unas cosas ¿Dónde quiere que lleve el bolso?- preguntó tío Vernon. Este era así de amable cuando veía a la señora Figg, sería porque le hacía el favor de quedarse con Harry. Tío Vernon dejó el bolso en el cuarto donde Harry solía dormir. Y después de dedicarle la única mirada amenazante, se fue.
- Bueno, Harry cuanto tiempo sin vernos.- le dijo la señora Figg a Harry, con un tono cariñoso que éste creía haber olvidado.
- Me alegro de verla señora Figg - ésta sonrió.
- Ya sabía yo que no podías haber cambiado tanto como para que tus tíos te matricularan en el San Bruto. Los días pasaron con una monotonía increíble. Si Harry pensaba que ir con la señora Figg sería una forma de romper con la rutina de los Dursley, se equivocaba. Lo único que hacía con ella era ver fotos de sus gatos, ayudarla a cocinar y tragarse, día sí y día también, "Rosita de las Mercedes" la telenovela venezolana. El quinto día de su estancia allí, mientras veían como Juan Antonio le ponía los cuernos a Margarita, con Rosita, que estaba locamente enamorada de Juan Antonio; llamaron a la puerta. "¡Oh, Oh! Han tocado a la puerta, como puede ser que sea lo más interesante que me haya pasado últimamente" pensó Harry. La sñra Figg fue atender, y se escuchó un:
- Hola mamá- dijo la voz de una mujer, muy dulcemente. "Mamá" pensó Harry, todas las veces que estuvo con la sñra Figg nunca pensó que tendría una hija. Una mujer de unos 30 años, muy hermosa por cierto, entró en la cocina. Tenía el pelo castaño claro, ojos verdes -los heredó de su madre, pensó Harry- y extrañamente el mismo colgante que la sñra Figg.
- Es un gusto conocerte Harry, mi madre me ha hablado mucho sobre ti- dijo tendiéndole la mano.
- El gusto es mío- dijo Harry aceptándola, y largando la lengua- la sñra Figg, nunca me dijo que tuviera una hija tan bonita- en este punto se maldijo a sí mismo por su atrevimiento.
- No es para tanto- dijo riéndose- a sí, no me presenté, perdón, me llamo Arabella. En ese momento entró la sñra Figg que había llevado el equipaje al cuarto de su hija, y Harry suspiró, se acodó lo que había dicho Dumbledore sobre una tal Arabella, y Harry estaba seguro de que era ella, pero la voz de la señora Figg lo hizo sacar de sus pensamientos.
- Sabrás Harry, que mi hija trabaja en la jefatura de policía de Londres y que por cierto es muy buena en ello- dijo la señora Figg con una sonrisa en la cara, mientras preparaba té. Y los días siguieron transcurriendo, aunque no con tanta monotonía. Era la 1 de la madrugada, y seguía sin poder dormir. Harry se puso las zapatillas y se levantó para ir a beber un trago de agua. Sigilosamente, Harry, fue bajando la escalera que a cada paso crujía. Atravesó el comedor hasta llegar a la cocina donde tuvo que recordarse por décima vez lo poco que faltaba para que llegase el día en que tomaría el tren escarlata, el añorado Expreso de Hogwarts. Mientras Harry se llenaba el vaso de agua oyó el batir de unas alas.
- Hedwig- susurró Harry.
Se dirigió hacía la habitación de donde venía el ruido de alas. En la mesa de cristal del comedor se encontraba una lechuza de color marrón que miraba desconfiado a Harry, que le quito la carta que tenía atada en la pata. Al desdoblar el pergamino reconoció la letra de Sirius:
Querida Arabella:
Supongo que ya estarás enterada de que mi estancia en Azkaban fue una equivocación aún no solventada, confió en que lo sepas. De todos modos, la razón por la que te escribo no es muy alegre, lo que durante 14 años habíamos temido se ha cumplido, Voldemort ha vuelto. Te iré informando. Mis más cordiales saludos Sirius Black
Harry se quedó con la carta en la mano y la vista fija perdida en el vacío. Dio un paso para atrás y chocó contra la chimenea, al darse la vuelta su mirada se quedó fija en una medalla que a Harry le resultaba familiar: A la representante de Hogwarts durante el torno de los tres magos: Amallya Figg. Premiado con 750 galeones por ser la ganadora de dicho torneo. Harry se maldijo por no haberse fijado nunca en aquel premio que estaba tan a la vista... Arabella había ido a Hogwarts... Y su madre había ganado El Torneo de los Tres Magos... Las palabras de Dumbledore dirigidas a Sirius: "Tienes que alertar a Remus Lupin, Arabella Figg ." Las palabras de Voldemort: "Pero ¿cómo atrapar a Harry Potter? Porque ha estado mejor protegido de lo que incluso él imagina..." Y Sirius le escribía a Arabella Figg... Estos recuerdos pasaban una y otra vez por la mente de Harry, hasta que acabo por sentirse mareado y se sentó pesadamente en el sofá. - La señora Figg es... - murmuraba incrédulo Harry- es una bruja. Y Dumbledore lo sabía, y no me lo dijo, entonces tenía razón. "¡Maldita sea!- pensó Harry- Voldemort intenta matarme y ni siquiera sé el porque. El resto del mundo sabe más cosas de mi vida que yo mismo. He estado viviendo en Privet Drive sin saber que había una persona como yo" Harry pensó que nunca se dormiría después de enterarse de que la hija de su vecina y probablemente ella también eran brujas, pero se equivocó, llegó un momento en que su cabeza se apoyó en la almohada y los pensamientos que le atormentaban se perdieron en la oscuridad. Pero en realidad, él ya se imaginaba que ésto fuera posible, pero estaba enojado porque la mitad de la gente que conocía lo sabía y nadie se lo dijo. Harry se despertó al amanecer, y como si nada hubiera pasado la noche anterior se vistió y aseo. Cuando llegó al comedor se encontró nuevamente con la carta encima del sofá. La agarró y la releyó:
- Tenían que habérmelo dicho- se convencía Harry- podían a verme explicado cosas sobre el mundo mágico o incluso decirme que era un mago antes de llegar a Hogwarts.
- ¡Hola, Harry! Que madrugador ¿no?- saludó alegremente la señora Figg. Harry hubiera deseado que fuese otra persona la que lo saludase. La señora Figg había sido lo más cercano al cariño que, Harry, había estado; y no deseaba descargar toda la ira que llevaba dentro.
- Hola señora Figg- saludó inexpresivo. Justo cuando ésta se iba a la cocina para preparar el desayuno llegó Arabella, y Harry le informó de la carta del día anterior.
- ¡Ah! Señorita Figg- Ella se dio la vuelta para escuchar lo que Harry tenía que decirle- Anoche recibió una lechuza de mi padrino, Sirius - en ese momento entró la sñra Figg para decirles que el desayuno ya estaba en la mesa, y se paró en seco al escuchar lo que Harry decía. - ¿Qué pasa? Piensan que estoy enfadado porque no me dijeron que ustedes eran unas brujas ¿Eh?- preguntó, frío como el hielo.- O tal vez ¿Por qué nunca me dijo lo que YO era?- esta vez se dirigió a la sñra Figg.
- Harry no podía decírtelo, compréndelo- rogó la señora Figg
- ¡¿Por qué?!
- Cuando comenzaste a quedarte en mi casa eras muy pequeño, si te lo hubiera dicho sin querer se lo habrías dicho a tus tíos ¿Cómo crees que hubieran reaccionado? Me habrían echado a patadas.
- Y cuando fui lo suficiente mayor para saber que no tenía que decírselo a nadie.
- Acaso me habrías creído ¿eh? O tal vez cuando fuiste a Hogwarts, ¿Cuántas veces nos vimos desde que recibiste la carta del colegio?- se quedaron en silencio, mirándose largamente. Harry con expresión colérica y la señora Figg intentaba hacerle entender el porque de no haberle contado nunca nada y Arabella estaba en silencio.
- Y hace una semana, cuando vine.- replicó Harry, con voz serenada. Pero esta vez habló Arabella- Pensé que si no lo sabías me sería más fácil vigilarte. Aquellas palabras mitigaron la ira de Harry.
- Lo siento- murmuró Harry.
- Más lo siento yo- reconoció la señora Figg- Tienes razón, debí contártelo, bueno... debimos contártelo. Después de las disculpas, Harry subió a preparar sus cosas (10 días y se iría a Hogwarts).
- Harry- este se dio la vuelta- La carta. El chico se miró la mano, no le había dado la carta. Se acercó a Arabella apresuradamente y le entregó la carta.
- ¿ No se sorprende de saber que Voldemort ha vuelto?- preguntó extrañado Harry al darse cuenta de la cara inexpresiva que tenía, después de leer la carta (su cara era parecida a como si hubiera leído que mañana llovería).
- Ya lo sabía- dijo, mientras su madre leía la carta con la misma expresión. Siete días, siete días y no volveré a ver a los Dursley hasta el próximo verano -O puede que no los vea ni en el verano porque Voldemort ya me halla matado-se iba recordando Harry mientras oía a su tío decir:
- Más te vale que la señora Figg no se haya enterado de... tu... tu... anormalidad- al tiempo que Harry se reía por lo bajo.
