CAPÍTULO 2
Las primeras clases del día pasaron con lentitud, Ron y yo casi nos da un colapso al oír por boca de los profesores todo los que nos tocaría estudiar para sacar los EXTASIS y más para el carne que nos ofrecería la posibilidad de aparecernos , Hermione estaba emocionadísima, algo normal en ella cuando oía las palabras "libros y estudios" junto con el adjetivo mucho. Era agobiadora.
Pero lo mejor llegó a la tarde, la última clase del día. Casi corriendo seguido por mis dos amigos llegué al aula de Defensa y al entrar vi a Remus sentado sobre su mesa saludando a los alumnos que iban llegando. Casi me comí (literalmente dicho) a Neville al pasar por su lado como un bólido al sentarme en primera fila, justo delante del licántropo que nos saludó. Ron y Hermione se sentaron a cada lado y me miraron un poco sorprendidos por la carrera realizada del quinto piso hasta el tercero, los mire y me sonrojé un poco.
¿Qué? Chaval creo que serías buen corredor para las olimpiadas- dijo el pelirrojo con tono gracioso.
Bufé y la clase empezó. Remus nos indicó un poco como serían las clases, que estudiaríamos con más detenimiento para los EXTASIS y que, para los que sacarán mejor notas. les ayudaría a convertirse en animagos. Todos empezamos a murmurar excitados y más de uno se propuso estudiar como nunca ese año.
Cuando consigáis ser animagos deberéis registraros, como bien sabéis, el ministerio no le gustaría encontraros siendo... ilegales, podríais llegar a ir a Azkaban una temporadita.
Sin poder remediarlo me entró un escalofrío al pensar en la cárcel mágica y bajé la mirada para que Remus, si me miraba por casualidad, no se diera cuenta de mi turbación y es que, hacía un año, yo era animago no registrado. Nadie lo sabía, ni siquiera mis dos mejores amigos, todo había sido cosecha mía, pensé que si me convertía en algún animal podría sentir lo que sintieron mi padre y Sirius al convertirse ellos en animagos antes de la edad. Tras muchas pruebas, estudio (porque eso no era coser y cantar) y peligro me transformé en un ciervo de ojos verdes, pelaje oscuro y en la frente, como una mancha de diferente color que el pelaje, un relámpago. Me sentí orgulloso de mi mismo y deseé que Sirius estuviera allí para que me dijera que ya era todo un merodeador como él en sus tiempos de estudiante pero no, no estaba y me tuve que resignar a ser eso, un ciervo parecido al que antaño fue mi padre.
Harry ¿te ocurre algo?- me preguntó una voz que me sacó de mis pensamientos, alcé la vista y me topé con dos ojos dorados- te veo distraído. Lo- lo lamento- tartamudeé y empecé el trabajo que estaba escrito en la pizarra.
A la dos horas sonó la campana y nos dispusimos a marcharnos cuando Remus me pidió que me quedara. Esperamos a que todos se fueran y me habló.
¿Te ocurre algo Harry?, te veo como distraído, sabes que si tienes algún problema puedes contármelo, lo que sea. No me ocurre nada solo que... estoy algo cansado, ya sabes, hoy es el primer día de clase y ya nos han mandado muchos deberes. Si, recuerdo mi primer día en séptimo, fue un desastre porque...bueno coincidió con luna llena, solo con decirte eso te haces una idea- asentí- ¿qué te ha parecido la clase? Muy buena, no sabía el poder que podían llegar a tener los Nerlums. Pues para la próxima clase traeré uno- dijo con alegría- Dumbledore me ha conseguido uno, no se como pero lo ha conseguido, es una magnífica persona. Si- dije- creo que es momento de que me vaya si quiero comer algo antes de empezar con los deberes. Si necesitas ayuda avisa, ¿de acuerdo?, hasta luego. Hasta luego.
Y me dirigí directamente al Gran Comedor donde Ron me había guardado un sitio a su lado, cenamos con la conversación de Hermione sobre las magníficas clases y nos fuimos a la sala común a ahogarnos entre pergaminos y tinta.
Así pasó el primer mes. Casi no noté el tiempo correr porque me pasaba la mayor parte del tiempo estudiando, ¿cómo pueden poner tantos trabajos los profesores?, a parte de cansarnos a nosotros luego ellos tenían que corregirlos, es que ¿no tenían consideración?
El viernes a la tarde no aguanté más y salí a los terrenos para caminar un rato, el tiempo se estaba empezando a poner más fresco pero agradecí sentir la brisa en mi rostro. Caminé un rato por al lado del lago y me senté en un viejo tronco inclinado. Se estaba verdaderamente bien allí, no se cuanto tiempo pasó pero empezó a ser de noche, levanté al vista al cielo algo ennegrecido y deslumbre la figura de la luna. Era llena.
pensé con nostalgia.
Seguí mirando el cielo hasta encontrarla. Allí, empezando a brillar, estaba la estrella cuya nombre se le había proporcionado a mi padrino. Sirius asomaba ya ante un cielo bastante negro. Debía volver al castillo antes de la hora de queda. Me dirigí allí y empecé a subir las escaleras que llevan al séptimo piso pero en el tercero me quedé parado mirando el pasillo de mi izquierda. A una de las puertas del final se encontraba el dormitorio de Remus que debía estar esperando su transformación, mire por una ventana el cielo y volví a distinguir la estrella Sirius, entonces un pensamiento cruzó mi mente.
Me dirigí a la segunda puerta del final y mire el pasillo desierto, no había nadie, respiré hondo y llamé a la puerta. Dentro se oyó pasos y ante mi apareció Remus muy pálido, con ojeras y con cara de cansado, pero me miraba extrañado por la visita.
¿Ocurre algo Harry? No, solo... solo quería saber como estabas- dije algo avergonzado por no pensar en lo que le diría.
Remus sonrió débilmente y se hizo a un lado para dejarme pasar, entré por primera vez en su dormitorio y me quedé observando. Me encontraba en una sala de estar amueblada con estanterías, una mesa con algunas sillas, un sofá con dos sillones y alguna que otra pecera con bichejos. Había dos puertas, la habitación y el baño, sin duda.
Toma asiento pero te rogaría que en diez minutos te marcharas, no es que te eche pero... Lo entiendo- dije adivinando lo que pasaría en pocos minutos- ¿cómo te encuentras?, ¿has tomado la poción?- me senté en el sofá de color claro. Si la he tomado y lo de mi estado... estoy cansado y algo malhumorado pero es normal.
Nos quedamos callados y fui notando como Remus se ponía con peor cara, desde luego convertirte en un lobo no debía ser nada cómodo. Estuve apunto de levantarme e irme pero me arme de valor y a lo que había venido a decirle se lo dije.
Quiero quedarme esta noche contigo en tu transformación.
Remus se me quedó mirando sin pestañear, seguramente asimilando lo que había oído, se pasó una mano por el cabello veteado de gris y volvió a mirarme.
Perdón pero ¿podrías repetir lo qué acabas de decir? Que quiero pasar esta noche contigo, quiero hacerte compañía durante tu estado de lobo. Pero Harry tu sabes que no puedes, es muy peligroso aún tomando la poción matalobos, no quiero hacerte daño. No lo harás- lo mire fijamente- Sirius, en una ocasión, me comentó que sufrías mucho estas noches y que, al ser ellos animagos y hacerte compañía, no lo pasabas tan mal, incluso te tranquilizaba la compañía. Pero Harry, no lo comprendes, no puedes quedarte, es verdad que me sentía mejor con la compañía de los demás pero... las cosas son distintas, no puedes estar aquí con tu cuerpo humano, no me perdonaría nunca si te hiciera algo. Remus, tu has hecho muchísimas cosas por mi y nunca te lo he agradecido- el adulto fue ha hablar pero me levanté y le dije- ha llegado la hora que te devuelva algún favor.
Me quedé mirándolo fijamente a sus ojos dorados algo dilatados y noté como mi cuerpo iba cambiando. Primero se me fue llenando de pelo, me fui agachando hasta quedar de cuatro patas, me crecieron dos cuernos y pezuñas, mi barbilla se fue alargando y moví mi cornamenta. Ya era todo un ciervo.
Dios mío- fue lo último que alcanzó a decir Remus.
De repente su cuerpo se tensó y su rostro empezó a hacer una mueca de dolor. Se llevó las manos a la cabeza y el pelo castaño fue creciendo por su cuerpo, cayó de rodillas del sofá al suelo y apoyó las manos en éste. Sus uñas se agrandaron a fuertes garras, sus hombros se ensancharon convirtiéndose en un lomo fuerte y peludo, su rostro, lleno de pelo, fue cambiando en un morro algo alargado donde salían unos feroces colmillos y el grito contenido se convirtió en un aullido dirigido a la ventana donde reflejaba la luna. Cayó exhausto recuperando la respiración. Me acerqué con cautela y con el morro lo empujé un poco, se movió y levantó la vista hasta mí, gruñó unos segundos antes de lamerme y dejar caer de nuevo su cara entre sus patas. Me coloqué a su lado y me tumbé muy junto a él, para hacerle compañía, en seguida acercó su rostro lobezno a mí y lo reposó sobre mi lomo quedándose profundamente dormido. Lo mire y aún siendo un ciervo, no pude dejar de sentir ternura ante ese gesto, buscaba mi compañía y se había quedado dormido pegado a mi, apoyé mi cara junto a la suya y también me quedé dormido, respirando un dulce aroma a chocolate y hierva que desprendía el lobo que descansaba tranquilamente.
Las primeras clases del día pasaron con lentitud, Ron y yo casi nos da un colapso al oír por boca de los profesores todo los que nos tocaría estudiar para sacar los EXTASIS y más para el carne que nos ofrecería la posibilidad de aparecernos , Hermione estaba emocionadísima, algo normal en ella cuando oía las palabras "libros y estudios" junto con el adjetivo mucho. Era agobiadora.
Pero lo mejor llegó a la tarde, la última clase del día. Casi corriendo seguido por mis dos amigos llegué al aula de Defensa y al entrar vi a Remus sentado sobre su mesa saludando a los alumnos que iban llegando. Casi me comí (literalmente dicho) a Neville al pasar por su lado como un bólido al sentarme en primera fila, justo delante del licántropo que nos saludó. Ron y Hermione se sentaron a cada lado y me miraron un poco sorprendidos por la carrera realizada del quinto piso hasta el tercero, los mire y me sonrojé un poco.
¿Qué? Chaval creo que serías buen corredor para las olimpiadas- dijo el pelirrojo con tono gracioso.
Bufé y la clase empezó. Remus nos indicó un poco como serían las clases, que estudiaríamos con más detenimiento para los EXTASIS y que, para los que sacarán mejor notas. les ayudaría a convertirse en animagos. Todos empezamos a murmurar excitados y más de uno se propuso estudiar como nunca ese año.
Cuando consigáis ser animagos deberéis registraros, como bien sabéis, el ministerio no le gustaría encontraros siendo... ilegales, podríais llegar a ir a Azkaban una temporadita.
Sin poder remediarlo me entró un escalofrío al pensar en la cárcel mágica y bajé la mirada para que Remus, si me miraba por casualidad, no se diera cuenta de mi turbación y es que, hacía un año, yo era animago no registrado. Nadie lo sabía, ni siquiera mis dos mejores amigos, todo había sido cosecha mía, pensé que si me convertía en algún animal podría sentir lo que sintieron mi padre y Sirius al convertirse ellos en animagos antes de la edad. Tras muchas pruebas, estudio (porque eso no era coser y cantar) y peligro me transformé en un ciervo de ojos verdes, pelaje oscuro y en la frente, como una mancha de diferente color que el pelaje, un relámpago. Me sentí orgulloso de mi mismo y deseé que Sirius estuviera allí para que me dijera que ya era todo un merodeador como él en sus tiempos de estudiante pero no, no estaba y me tuve que resignar a ser eso, un ciervo parecido al que antaño fue mi padre.
Harry ¿te ocurre algo?- me preguntó una voz que me sacó de mis pensamientos, alcé la vista y me topé con dos ojos dorados- te veo distraído. Lo- lo lamento- tartamudeé y empecé el trabajo que estaba escrito en la pizarra.
A la dos horas sonó la campana y nos dispusimos a marcharnos cuando Remus me pidió que me quedara. Esperamos a que todos se fueran y me habló.
¿Te ocurre algo Harry?, te veo como distraído, sabes que si tienes algún problema puedes contármelo, lo que sea. No me ocurre nada solo que... estoy algo cansado, ya sabes, hoy es el primer día de clase y ya nos han mandado muchos deberes. Si, recuerdo mi primer día en séptimo, fue un desastre porque...bueno coincidió con luna llena, solo con decirte eso te haces una idea- asentí- ¿qué te ha parecido la clase? Muy buena, no sabía el poder que podían llegar a tener los Nerlums. Pues para la próxima clase traeré uno- dijo con alegría- Dumbledore me ha conseguido uno, no se como pero lo ha conseguido, es una magnífica persona. Si- dije- creo que es momento de que me vaya si quiero comer algo antes de empezar con los deberes. Si necesitas ayuda avisa, ¿de acuerdo?, hasta luego. Hasta luego.
Y me dirigí directamente al Gran Comedor donde Ron me había guardado un sitio a su lado, cenamos con la conversación de Hermione sobre las magníficas clases y nos fuimos a la sala común a ahogarnos entre pergaminos y tinta.
Así pasó el primer mes. Casi no noté el tiempo correr porque me pasaba la mayor parte del tiempo estudiando, ¿cómo pueden poner tantos trabajos los profesores?, a parte de cansarnos a nosotros luego ellos tenían que corregirlos, es que ¿no tenían consideración?
El viernes a la tarde no aguanté más y salí a los terrenos para caminar un rato, el tiempo se estaba empezando a poner más fresco pero agradecí sentir la brisa en mi rostro. Caminé un rato por al lado del lago y me senté en un viejo tronco inclinado. Se estaba verdaderamente bien allí, no se cuanto tiempo pasó pero empezó a ser de noche, levanté al vista al cielo algo ennegrecido y deslumbre la figura de la luna. Era llena.
pensé con nostalgia.
Seguí mirando el cielo hasta encontrarla. Allí, empezando a brillar, estaba la estrella cuya nombre se le había proporcionado a mi padrino. Sirius asomaba ya ante un cielo bastante negro. Debía volver al castillo antes de la hora de queda. Me dirigí allí y empecé a subir las escaleras que llevan al séptimo piso pero en el tercero me quedé parado mirando el pasillo de mi izquierda. A una de las puertas del final se encontraba el dormitorio de Remus que debía estar esperando su transformación, mire por una ventana el cielo y volví a distinguir la estrella Sirius, entonces un pensamiento cruzó mi mente.
Me dirigí a la segunda puerta del final y mire el pasillo desierto, no había nadie, respiré hondo y llamé a la puerta. Dentro se oyó pasos y ante mi apareció Remus muy pálido, con ojeras y con cara de cansado, pero me miraba extrañado por la visita.
¿Ocurre algo Harry? No, solo... solo quería saber como estabas- dije algo avergonzado por no pensar en lo que le diría.
Remus sonrió débilmente y se hizo a un lado para dejarme pasar, entré por primera vez en su dormitorio y me quedé observando. Me encontraba en una sala de estar amueblada con estanterías, una mesa con algunas sillas, un sofá con dos sillones y alguna que otra pecera con bichejos. Había dos puertas, la habitación y el baño, sin duda.
Toma asiento pero te rogaría que en diez minutos te marcharas, no es que te eche pero... Lo entiendo- dije adivinando lo que pasaría en pocos minutos- ¿cómo te encuentras?, ¿has tomado la poción?- me senté en el sofá de color claro. Si la he tomado y lo de mi estado... estoy cansado y algo malhumorado pero es normal.
Nos quedamos callados y fui notando como Remus se ponía con peor cara, desde luego convertirte en un lobo no debía ser nada cómodo. Estuve apunto de levantarme e irme pero me arme de valor y a lo que había venido a decirle se lo dije.
Quiero quedarme esta noche contigo en tu transformación.
Remus se me quedó mirando sin pestañear, seguramente asimilando lo que había oído, se pasó una mano por el cabello veteado de gris y volvió a mirarme.
Perdón pero ¿podrías repetir lo qué acabas de decir? Que quiero pasar esta noche contigo, quiero hacerte compañía durante tu estado de lobo. Pero Harry tu sabes que no puedes, es muy peligroso aún tomando la poción matalobos, no quiero hacerte daño. No lo harás- lo mire fijamente- Sirius, en una ocasión, me comentó que sufrías mucho estas noches y que, al ser ellos animagos y hacerte compañía, no lo pasabas tan mal, incluso te tranquilizaba la compañía. Pero Harry, no lo comprendes, no puedes quedarte, es verdad que me sentía mejor con la compañía de los demás pero... las cosas son distintas, no puedes estar aquí con tu cuerpo humano, no me perdonaría nunca si te hiciera algo. Remus, tu has hecho muchísimas cosas por mi y nunca te lo he agradecido- el adulto fue ha hablar pero me levanté y le dije- ha llegado la hora que te devuelva algún favor.
Me quedé mirándolo fijamente a sus ojos dorados algo dilatados y noté como mi cuerpo iba cambiando. Primero se me fue llenando de pelo, me fui agachando hasta quedar de cuatro patas, me crecieron dos cuernos y pezuñas, mi barbilla se fue alargando y moví mi cornamenta. Ya era todo un ciervo.
Dios mío- fue lo último que alcanzó a decir Remus.
De repente su cuerpo se tensó y su rostro empezó a hacer una mueca de dolor. Se llevó las manos a la cabeza y el pelo castaño fue creciendo por su cuerpo, cayó de rodillas del sofá al suelo y apoyó las manos en éste. Sus uñas se agrandaron a fuertes garras, sus hombros se ensancharon convirtiéndose en un lomo fuerte y peludo, su rostro, lleno de pelo, fue cambiando en un morro algo alargado donde salían unos feroces colmillos y el grito contenido se convirtió en un aullido dirigido a la ventana donde reflejaba la luna. Cayó exhausto recuperando la respiración. Me acerqué con cautela y con el morro lo empujé un poco, se movió y levantó la vista hasta mí, gruñó unos segundos antes de lamerme y dejar caer de nuevo su cara entre sus patas. Me coloqué a su lado y me tumbé muy junto a él, para hacerle compañía, en seguida acercó su rostro lobezno a mí y lo reposó sobre mi lomo quedándose profundamente dormido. Lo mire y aún siendo un ciervo, no pude dejar de sentir ternura ante ese gesto, buscaba mi compañía y se había quedado dormido pegado a mi, apoyé mi cara junto a la suya y también me quedé dormido, respirando un dulce aroma a chocolate y hierva que desprendía el lobo que descansaba tranquilamente.
