Capítulo 3. ¿Qué oculta Leo?

Llamé la atención de Elian al ver que el libro se había vuelto a escribir durante los días que lo habíamos tenido en casa.

"Un hombre de buen ver, serio y honrado, pues un Señor es. Una mujer en su corazón ocupa su lugar desde los tiempos inmemoriales, pues ella lo ama aunque su familia lo niegue. Siente gran pasión por su trabajo, ve la vida de otra manera. Siempre está de aquí para allá, encontrarlo es una suerte si se le ve. Muy bueno en la materia, ágil mentalmente, fuerte como los de su pueblo, alguien como lo que fue, un perdido en la tierra, un montaraz."

-¿Un montaraz? –preguntó ella-

-¿Existen aún montaraces?

-Se ve que si, pero ¿Quién es?

-No lo sé. Tú eres la que sabe de gente.

-Se de gente pero no de montaraces.

-Estamos solas en esto… y no veo el final de éste túnel.

-Quizá…

-¿Contárselo a Leo? Ni en broma.

-¿Por qué no? Quizá nos ayude.

-Pero… no tiene nada que ver con el libro… ni con nuestro pasado, si es que en verdad lo hubo.

-Sí que lo hubo, y somos afortunadas en recordarlo.

-Que rara estás hoy.

-Mucho.

-Además, qué le dirás a Leo. Hola Leo, perdona, ¿sabes de montaraces?

-No, de esa manera no.

-O un papel donde ponga: Se busca montaraz.

-Tampoco.

-Quizá… si…prueba a darle la vuelta al texto del libro.

-¿Cómo?

-Con tu mente, cámbiale el sentido al libro.

-…bueno, por probarlo…

-Estamos perdidos si lo hace.

-Ya lo sé, e intento pensar algo pero no se me ocurre nada.

-¿Entro en acción?

-¿Tienes alguna idea?

-Una, pero es muy arriesgada.

-¿Cuál?

-Meterme en su mente.

-Pero entonces te descubrirá.

-Ya lo sé, por eso te necesito a ti.

-¿Cuál es mi función?

-Hacer que no me note ni me vea, que su mente no me perciba. Solamente que oiga mi voz. ¿Se acuerdo?

-Sí.

Me concentré en mí misma cerrando los ojos lentamente y relajándome lo más que podía en aquel momento. Debía sentir el libro, sus narraciones, sus palabras… sus significados. … Aunque mi mente estaba en otro mundo, percibía como el libro se abría y pasaba las páginas rápidamente, de un lado para otro y viceversa. Las letras iban intercambiando de color, del negro al dorado y al revés. Sentía que el libro entraba en mi, lo notaba como se adentraba en mis entrañas y en mi mente.

Arien, no lo hagas.

-¿Por qué?

No lo hagas, te lo suplico.

-No lo entiendo ¿qué es lo que puede ocurrir?

Que todos los que pertenecemos a éste libro desaparezcamos para siempre, incluidas vosotras dos.

-Pero… ¿entonces?

Deja tu mente en blanco, deja de hacer lo que estás haciendo y sobretodo deja el libro.

Dejé que todo volviera a estar como antes, volví a mi estado normal. Miré que el libro estuviera encima de la mesa y que sus narraciones siguieran igual. Pero había un problema, Elian había desaparecido.

Miré hacia un lado y para otro sin verla ni sentirla, no notaba su presencia por ninguna parte. Observé el libro con detenimiento para ver que no estuviera algo mal y que Elian no estuviese por el medio de las letras (en sentido figurado). No estaba, no había rastro de ella y sus cosas estaban donde las dejó.

-¿La percibes?

-No, y temo que le haya pasado algo.

-Búscala, yo tranquilizaré a Arien.

-De acuerdo.

-¡Mierda!

Tranquilízate, la encontrarás.

-¡Cómo! ¡Se ha esfumado!

Relájate y pon tu mente en contacto con la suya… esa es la única manera de encontrarla.

-Tienes razón…

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Yacía en una cama, semidesnuda, en una habitación con aire élfico. Todos los objetos y muebles eran élficos, de eso no había duda, al igual que las cortinas que cubrían las ventanas de la cámara, de color marfil eran y daban un toque antiguo. ¿Dónde estoy? –me pregunté a mi misma- Pero si estaba hace un momento con Arien…

La puerta se abrió lentamente, dando paso a un elfo de buen ver de cabello largo y rubio como el oro, pálida su cara con unos ojos grises melancólicos y alegres. Entre sus brazos traía un bebé elfo de pocos meses de vida, también pálido, de ojos azules grisáceos y moreno por su pelo, rizado como el mío. No cabía duda de que se parecía a él.

-Alassea Ree* Elian –dijo él con una voz dulce-

No había duda de que era Legolas.

-Buenos días… -saludé por inercia-

-¿Has dormido bien?

-…sí.

Intentaba no mirar al bebé pero no me podía estar, me gustaban demasiado como para ignorarles, además el parecía querer venir conmigo y sonreírme.

-¿Quieres ir con la mama?

-¿Mama? –me pregunté a mi misma- ¿Acaso aquella criatura era mía?

-¿Te ocurre algo? –preguntó-

-No es solo que… estoy algo aturdida.

Se sentó casi a la misma altura donde yo estaba sentada y me cedió a aquella dulzura de criaturita, tan pequeña y tan indefensa. Parecía increíble pero sabía cogerlo, además sentía que era mío.

-Puede sonar raro pero ¿en qué año o edad estamos?

-Hoy si que estás de un humor raro. Es muy difícil saber el año en el que estamos, pero sí te puedo decir que en la Cuarta Edad.

-¿En la Cuarta Edad?

-Sí. Hace poco que acabó lo referente al anillo.

-¿Al anillo único?

-Sí. ¿Seguro que te encuentras bien? ¿Te has dado algún golpe?

-No…

-Ya que sigues con tu humor y con tu amnesia temporal… -dijo medio riéndose- te digo que lo que tienes en tus brazos es nuestro hijo y se llama Illien.

-Oh… sí claro… como no me iba a acordad de él… faltaría más.

-A ver si esto te devuelve la memoria.

Se fue acercando lentamente a mis labios, besándome con tal deseo y furor que recuerdo incluso el día en que me casé en el Bosque Oscuro. ¡Un momento, eso no lo sabía! … esa manera de besar... me resulta familiar…

-¿Mejor?

-…y tanto…

Noté algo raro en uno de mis pechos, era Illien que buscaba el pezón para mamar.

-Me han llegado noticias de que los Señores de Gondor llegarán hacia el anochecer.

-¿Sí?

Se referirá a Aragorn y Arwen… -pensé- digo yo. ¿Aragorn? ¡El montaraz! ¡Ya lo tengo!

-Sí, no te lo he dicho antes por que quería que fuese una sorpresa. ¿Tendrás ganas de ver a tu hermano, no?

-Sí… claro que sí.

¡¿Mi hermano?!

-Quiero que vean lo hermosa que es la Señora del Bosque Verde.

-…no lo dudes…

¡Señora del Bosque Verde!

No había duda de que Legolas era feliz, al igual que la mirada de Illien, más feliz que unas pascuas, allí mirándome con alegría mientras comía a gusto.

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-¡Ya la he encontrado! –exclamé-

Bien, ahora tráela.

-No sé traer a personas mediante la mente.

Pues deja que alguien te ayude.

Noté otra presencia en el ambiente, de otro chico y me era muy conocida.

-Que Arien coja a Elian si no se me cae. –dijo otra voz-

El cuerpo de Elian apareció de golpe y porrazo delante de mí, dejándose caer sobre mi cuerpo, inconsciente. Logré tumbarla en el sofá con gran esfuerzo físico, pues no veas como pesaba… por lo menos estaba presente.

Lo has conseguido.

-Eso creo. ¿Debería hacerle algo?

No lo sé, creo que dejar a que se despertara.

-Sí pero…

No sé… mójale los labios con agua, o hazle oler algo fuerte…

-Algo fuerte… ahora no tengo nada en mente.

Tienes el poder de la mente, imagínate algo y lo haces aparecer.

-Eso es magia.

Pero también puedes.

-No lo sé…

Cogí un vaso con agua y mojé mis dedos, mojándoselos. Lentamente fue gesticulando algunas palabras sueltas,…Illien… fue lo que pude escuchar, también el nombre de Legolas. El de Legolas aún lo sabía pero ¿el de Illien? No tenía ni idea de quien era, el caso es que llegaba a despertarse. … Quizá sea hora de llamar a Leo y decirle lo que pasa.

¿Qué vas a hacer qué?

-Llamarlo y decirle lo del libro y lo que le ha pasado.

Pe, pero… él no sabe nada, harías que desconfiara de ella.

-Tienes razón… ¿Y si le digo que se ha desmayado, y que tiene que venir por fuerza?

Puede que venga…

Fui en busca del teléfono, buscaba con desespero el teléfono en la agenda telefónica. Suerte que cogió el teléfono a la primera.

-Dime.

-Hola Leo… soy Arien.

-Ah, dime Arien.

-Tienes que venir, es urgente.

-¿Por qué? ¿Os ha pasado algo?

-A mí no… a Elian.

No me dio tiempo ni ha decirle lo que le había pasado, pues ya había colgado el teléfono. …

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Veía como Legolas lloraba y gritaba sobre un cuerpo ya inerte, éste parecía ser una montaraz, muerta, con tres manchas de sangres y tres agujeros, uno en el pecho y dos en el vientre.

-¡Elian responde! –gritaba llorando desesperado Legolas-

Ella ya no podía decir nada más, parecía que ya lo había dicho todo.

-¡Por qué! ¡Por qué! ¡Por qué!

-Legolas… -dijo Aragorn poniéndole la mano en el hombro, en señal de ayuda-

-¡¿Por qué ha tenido que pasar?!

-El destino lo quiso así.

-¡Estaba embarazada Aragorn! …y ahora ya no me queda nada…

-Lo siento…

-Debemos salir de aquí. –interrumpió Gandalf-

Los orcos se iban poniendo en pie en señal de represalia, claro que ¿quién era ese hombre tan de buen ver, con esa rostro de rey…? … Legolas cogió a Elian y se la montó en su caballo, los demás hicieron lo mismo, por lo que ninguno de los que había allí diferentes a los orcos se quedaron.

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Sonaba la puerta a los diez minutos que pasaron desde la llamada. Abrí la puerta y entró con un hola bastante seco mientras se dirigía al sofá ¿Cómo sabía que estaba allí?

Este tío no es Leo.

-¿Cómo que no es Leo?

-¿Decías algo? –preguntó él-

Te digo que no es, mírale bien…

-No, no… -respondí-

-¿Qué le ha pasado?

-Estaba tan tranquila mirando una revista y se desmayó.

-¿Así por las buenas?

-Sí.

Mentirosilla…

-¿Has probado a despertarla?

-Sí… pero no me hace mucho caso.

-Pues… yo poco puedo hacer.

¡Mentira!

-Pe,… pero tú podrás hacer algo ¿no? –dije ya algo nerviosa-

Coge el libro.

Cogí el libro con miedo.

-¿Qué es eso?

-Un libro… sí de la universidad.

Me miró con recelo, alargó la mano y con su mente lo atrajo hacia él. Yo lo agarraba con fuerza pero no podía contrarrestarle, era demasiado fuerte.

No le dejes.

-Bonito libro… -dijo ahora con una mirada endiablada-

-¡Devuélvemelo!

-No… solo esto es lo que he venido a buscar.

Cogió el libro con una mano y con la otra creó una especie de bola de fuego ardiente, pretendía lanzármela y hacerme polvo, cosa que alguien no le dejó. De repente alguien, parecía el aire, le dio un codazo en la nariz, haciendo que sangrara. Luego le dio un puñetazo en la barriga, por la manera en que le daba, y finalmente una patada por la forma que le quedó el golpe en la cara. "Leo" desapareció en el fuego ardiente, como si se transportara a otro lado, mientras que el libro venía lento hacia mí.

Toma esto es tuyo. Ahora me tengo que ir.

-¿Lo has hecho tú?

No tenía otro remedio. Adiós Arien.

-…adiós…

¿Quién se suponía que era ese? Jamás había visto a alguien de esa manera tan… no sé… pero tenía el presentimiento de que venía en relación con el libro y que era un mandado de alguien superior, un mago tal vez. Aunque mis deducciones eran muy tempranas aún y no llegaban a ningún sitio de momento, por lo menos eso creía.

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Me vestía para recibir a los Señores de Gondor, unas elfas amigas mías me ayudaban. Mi vestido era de un color parecido al marfil con unos toques muy finos en color verde oliva y veis. … Legolas entró quedándose maravillado al verme con aquel vestido que me realzaba la figura y me hacía más joven. Él vestía con un traje en color crudo, también con toques en color verde oliva y veis, solo que su camisa era sin botones y con una raja en el cuello hasta el pecho, con un bordado alrededor del cuello en verde oliva, también en las mangas y por la parte inferior.

-¿Ha visto Legolas? -preguntó una de ellas-

-No tengo palabras.

-Me encantaría que padre estuviera en la cena….

-…pero no está…

…..

Legolas los esperaba con impaciencia en la puerta de la entrada, parecía que no llegaban nunca. … Una sonrisa marcó su cara cuando los vio salir de la espesura acompañados por unos escoltas élficos y gondorianos, todos con luces blancas decorando la escena e iluminando el camino.

-Ayia Aragorn –saludó-

-¡Anda luumello!* -saludó Aragorn-

-Ayia Legolas ¿Manen nalye?*

Le respondió con una amable y divertida sonrisa, sus ojos brillaban de alegría y felicidad.

-Pasad por favor.

Les guió hasta la habitación de Illien, donde una elfa y yo jugábamos con él. La puerta se abrió, vi a una señora elfa vestida de rojo, con un cabello largo, negro y bonito. A su lado el señor de Gondor. … Abracé a Aragorn con fuerza, pues algo me decía que debía hacerlo, después abracé a Arwen, los dos me sonrieron alegres. Aragorn se dirigió hacia donde reposaba Illien, éste lo miraba con alegría y le sonreía, su tío no pudo estarse cogerlo y de jugar con él.

Arwen no le hacía falta preguntar de quien era, pues estaba claro que se parecía a Legolas, incluso en la sonrisa y en la mirada.

-¿Cómo se llama? –preguntó Aragorn ilusionado por tener al pequeño en brazos-

-Illien –respondí- Hijo de Legolas, señor del Bosque Verde.

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Volvió a sonar la puerta, tenía miedo de abrirla y que me saliera otro impostor, y para colmo aquella voz que tanto me agradaba se había ido, no la sentía por ninguna parte. De nuevo sonó, ahora parecía más desesperado el sonido.

-¡Arien, soy Leo, abre! –se escuchó una voz del otro lado-

¿Era él o no lo era? Que hago… Abrí decidida tras pensar que podía atacarle con la mente sin que se enterara.

-Ya era hora ¿no me habías dicho que era urgente?

Ese era uno de su saludos, por no eso no me gustó nada el hola tan seco del impostor aquel. … Se giró y la vio en el sofá, se fue hacia ella y la miró.

-¿Se ha desmayado así por las buenas?

-…no.

-¿No? ¿Entonces?

-Verás… éste libro es el causante de todo. –le enseñé el libro-

-Un libro…

Ojeó el libro sin llegar a leer su contexto, tenía la impresión de que ya se lo sabía.

-¿Le has dado algún golpe con el libro y se ha desmayado?

-¡No! ¡Cómo iba a hacer tal barbaridad!

-Pues dime otra forma de desmayarse y quedarse inconsciente con un libro.

-…

-¡Aish, que daño! –exclamó Elian poniéndose la mano en la cabeza-

-¡Has despertado! –exclamé

-Pues claro que he despertado, con el golpe que me he dado. –me guiñó el ojo sin que Leo se enterara-

-¡¿Te has dado un golpe con el libro?!

-Sí, verás… que lo he ido a coger… y se me ha caído encima de la cabeza…

-…

Estaba más claro que el agua que Leo sabía lo que los ojos de Elian decían.

-Pues si solo es eso… me voy.

-¿Te puedes quedar un ratito?

-Claro…

Elian se levantó y se sentó en el sofá, a su lado.

-¿Qué os tiene tan preocupadas a las dos con ese libro?

-…

-Éste libro lo encontramos en la biblioteca –empezó Elian algo confusa- va dirigido a nosotras, y si te lo digo sinceramente, tengo miedo de lo que pueda pasar.

La miré con expresión de que no tenía que habérselo dicho, pero ya estaba hecho. Cogió el libro que estaba encima de la mesa del centro y lo leyó detenidamente, quedándose con cara de preocupación.

-¿Sabéis a quien puede pertenecer?

-No –respondí- pero desde que lo encontramos no he parado de tener sueños raro.

-Pero si tienes sueños, significan recuerdos de algo que te ocurrió y que tú no recuerdas.

Estás dando muchas pistas.

-¿Cómo sabes eso?

-Por que también los tengo.

¿Qué nos oculta Leo? Parece como si ya se supiera nuestras respuestas… y no logro entrar en su mente, hay algo que no me lo permite. ¿Es Leo en verdad? ¿Quién es? ¿Y por qué Elian tiene una mezcla en su mirada de pasado, presente y futuro?

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*Alassea Ree: Buenos días.

*¡Anda luumello!: ¡Cuánto tiempo!

*¿Manen nalye?: ¿cómo estáis?