Capítulo 5. El plan.

Debería salir todo según lo esperado, no debía de fallar nada. Aragorn la guiaba a ella, por el camino erróneo, en principio era Leo pero él no podía hacerle tal cosa, por eso él me guiaba.

Entre los dos buscábamos el libro que nos abriría la puerta hacia las tres direcciones. Pero ésa noche no lo encontrábamos, y presentía que lo tenía delante de mis ojos, pero no lo lograba ver. … Ella lo encontró por pura casualidad, justo al tocar el libro, una puerta en la pared se abrió, trasera a ella. Los dos entramos sin decirnos palabras… delante de nosotros teníamos los tres caminos que se habían por tres túneles.

-Sigue recto Dani –dijo Leo-

-A la izquierda Elian.

Cada uno siguió las órdenes que nos mandaban los otros. … Mi camino se iba abriendo paso entre la roca seca y la luz tenue que iluminaba el techo, iba con todos mis sentidos puestos, mirando cada detalle en la roca esculpida. También me iba encontrando algunos seres endemoniados, pero no tardaba mucho en hacerlos desaparecer, no había duda de que las armas élficas eran efectivas.

-Se te abren dos caminos ante ti, sigue el más oscuro.

Seguí el que no tenía luz, ahora era un buen momento para usar la mente. … Mi plan funcionaría, yo conseguiría a Arien y Elian el libro.

……

El camino que debía seguir no se acababa nunca y encima era todo oscuro, ni una triste luz había. Lo tocaba todo para no tropezarme con nada, aunque Aragorn me indicase bien el camino, era muy difícil saber con exactitud que había delante de mis ojos.

-Ahora el camino se convierte en escaleras, y hay muchas.

Genial… ¡Ay! Ya habían empezado los escalones y casi me como los como. Pensaba que habían pocas pero que va, si no conté doscientas no conté ninguna, entre subidas y bajadas… parecía como si me llevaran a algún lugar que no era de mi conveniencia.

No…ahora no…

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-Elian… debo decirte algo muy importante y que creo que debes saber. –dijo Légolas todo serio- Arien va a venir a vivir aquí.

-…bueno…

¿Qué iba a decirle?

-Pero hay un problema.

-¿Cuál?

-…también la amo…

¡Yo lo mato!

-Eso no es cierto.

-Sí lo es… por eso me he decidido a decírtelo.

-…no es cierto… ella no…

-…lo siento…

-¿Lo sientes? ¡¿Me has estado engañando todo este tiempo y me dices que lo sientes?!

-No te he engañado, os amo a las dos.

-Pero yo no la quiero a ella, te quiero a ti.

-…

-Por que ella haya tenido un pasado horrible, no significa que tenga todo el derecho del mundo.

-No seas tan dura con ella.

-No claro, ahora me compadezco ¡pues no! Jamás pensé que mi dirías esto.

-¿Te irás?

-No me voy a quedar aquí con ella, eso ni hablar. O con ella o conmigo.

-…

-Eso no vale Legolas.

-Os elijo a las dos.

-Mira… lo siento mucho pero ya te puedes quedar con Arien, que a mi no me vas a ver más, ni a mí ni a Illien.

-¿Te lo vas a llevar también?

-Sí, con ella no se va a quedar. Ya puedes pedirle de un día para otro, Arien cásate conmigo… y luego otro hijo para que le digas al cabo de los años. Arien me he enamorado de otra persona, adiós.

-No te lo he dicho así.

-¿Y qué más da como me lo hayas dicho?

-Elian por favor…

-Borra ese nombre de tu boca, olvídame… -dije llorando y saliendo de la habitación con Illien y sus cosas-

¿Es eso cierto? ¿Me dejó Legolas por Arien? No puede ser…

-¿Te vas? –preguntó una de las elfas-

-Sí –dije vistiéndome con el traje de montaraz-

-¿A dónde?

-A donde nadie sepa de mí.

-¿Qué te ha pasado?

-Pregúntaselo a señor te dejo por otra.

-¿No volverás no?

-No.

-¿Te va a Gondor, con Aragorn?

-Sí, por lo menos allí será feliz.

-Quizá solo sea algo pasajero…

-No, y si es pasajero que se presenten en Gondor y que me lo diga de corazón, si no, que siga con su Arien.

-¿Te ha dejado por esa?

-Por ella, no le digas donde estoy, que pregunte cuando me eche en falta, si es que lo hace.

-Cuídate y cuida sobretodo de Illien.

-Esa es mi prioridad.

Metí a Illien en una especie de bolsa colgada por delante y atada por detrás, él aún dormía. Cogí lo necesario y lo imprescindible y me fui en mi yegua. Salí de allí tan corriendo como Luna podía, no quería mirar atrás, ni quería pensar en nada.

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-Leo, Elian no se mueve.

-¿Qué le ocurre?

-Quizá habrá tenido algún percance. ¿No puedes entrar?

-Si pudiera ya lo hubiera hecho.

-Parece que ya se mueve, sí, sigue su curso.

Maldito hijo de su… ¡me dejó por ella! Se va a acordar de Elian por el resto de la eternidad que le queda.

……

Espiaba el movimiento de los Rauko que guardaban a Arien, éstos eran seis. Vigilándola a ella y los movimientos que no les eran convenientes. Los miraba cada uno buscando sus puntos débiles y la manera de atacar para una muerte limpia y sin dolor… Corrí tanto como pude para poder seguir por la pared, quería lograr su atención. Me apoyé en uno para darle una patada al de al lado, saltar al siguiente y dejarlo polvoreado clavándole una de las dagas en la yugular. Recibían patadas, puñetazos y dagas, de las que cuando las clavaba volvía a sacarlas para que fueran útiles de nuevo. Así con todos hasta quedarme solo con Arien, que yacía en una especie de cama semitransparente, dormida completamente.

Sigue siendo tan bella y hermosa como antaño… -susurré- su misma expresión tiene… Arien… -le dije suavemente- despierta. Abrió sus ojos lentamente y mirándome.

-… ¿Iridiel? –preguntó confusa-

-Hola.

-¿Cómo, que ha ocurrido?

-Ya te lo contaré, ahora debemos irnos.

-¿Eres tú seguro?

-¿Por qué no iba a ser yo?

-Pero… tú moriste.

-Morí, pero el deseo le pudo al destino.

Se levantó y me abrazó con tal furor que no recordaba un abrazo así desde hacía tiempo. Tranquila, tenemos tiempo de hablar. –dije-

-¿Has venido solo?

-No. Vamos, te lo explicaré por el camino.

-Iridiel se mueve.

-Bien, habrá encontrado a Arien y la traerá de vuelta.

-…Elian sigue quieta.

-Joder… voy a buscarla.

-No. Iridiel ha dicho que nos quedemos aquí.

-Iridiel ya tiene lo que quiere, pero yo no. Además no pienso dejarla sola ni un momento más, cojo el libro, la cojo a ella y vengo.

-De acuerdo.

……

Malditos recuerdos, siempre me interrumpen. ¿Por qué en el momento más inoportuno?

Por que es el mejor momento.

¿Quién me ha hablado? ¿Leo eres tú?

No, Legolas.

Me giré y le vi a él junto a una tenue luz que le iluminaba a duras penas la cara. ¿Por qué tengo esos recuerdos?

Por que yo quiero que los tengas… Leo es uno más.

No, no, no, no, no. Leo es Legolas y Legolas es Leo, qué pintas tu en esto.

Leo no es Legolas. Tal como puedes verme, estoy fuera de él, sigo siendo yo mismo, sin nadie a quien recurrir.

¡Tú me dejaste!

¿Te dejé? Ah… sí… por Arien, que hermosa era.

¡Vete!

Se fue acercando hacia mí misteriosamente, con una mirada endiablada y oscura. Presentía que no era él, que solo era alguien o simplemente mi imaginación. …

No voy a hacerte ningún daño… no podría…

¡Déjame!

Sentí sus frías manos mis brazos, mi reacción fue quitármelas de encima y alejarme.

-¡Elian que te pasa!

-Déjame Legolas…

-¿Legolas? Pero si soy yo, Leo.

-…acabo de verle a él…

-Eso es imposible.

-¿Qué pasó después de la guerra?

-¿Después? …si te refieres a ti… moriste.

-¿Morí? Pero… de los cuatro sueños que más tengo…

-¿Sueños?

-Sí… el primero fue que me levantaba en una cama y entrabas tú, bueno Legolas, que llevaba en brazos a Illien… parecía tan real…

-¿El segundo?

-Moría en una guerra, tú llorabas por la que parecía yo…

-Sigue. –dijo acercándose-

Di un paso atrás. El tercero era como… una continuación del primero… Aragorn y Arwen venían a vernos…

-¿Y el cuarto?

-…tú… me dejabas por Arien… decías que nos amabas a las dos… yo me fui a Gondor con Illien y ahí se corta. ¿Qué me está pasando Leo? –pregunté atemorizada-

-Elian… -dijo acercándose de nuevo-

-No te acerques…

-Solo un es cierto de los cuatro, bien cierto era que tú y yo estábamos unidos en el alma, y que te habías quedado en estado justo antes del viaje de la compañía del anillo. Cierto es también que moriste y que jamás he llorado tanto por alguien, al igual que también es cierto el que me casé con Arien, pero mucho tiempo después de tu muerte. Y aunque estuviera con ella –dijo ahora con más nerviosismo- siempre te he querido a ti, en silencio.

-¿Entonces, lo otro?

-Alguna mente te quiere tener atormentada para confundirte y cogerle miedo al libro y a su juego.

-Leo …

-Siento no habértelo dicho en un principio…

Me abrió sus brazos invitándome a un abrazo, deseaba estar en sus brazos, envuelta y protegida.

-¿Vamos a buscar el libro?

-Sí.

Ahora por lo menos tenía a un guía. El miedo se había ido pero el temor estaba dentro. … Llegamos a una sala totalmente clareada, nos era imposible abrir los ojos totalmente, delante de nosotros, en un pilar, yacía el libro cerrado. Nos acercamos lentamente, pues teníamos la impresión de que alguien nos miraba.

Elian… no lo cojas…

-¿Por qué?

-¿Has dicho algo? –preguntó él-

No te fíes de Leo, es maligno, fíate de mí… soy Legolas.

-…

-¿Elian?

-Que… lo siento es que dentro de mi… me habla una voz…

-¿Una voz?

No lo escuches.

-…me dice lo contrario a ti.

-Elian, no lo escuches. –dijo nervioso-

-Leo me estás asustando.

¡No lo escuches, no lo escuches, no lo escuches!

Me puse las manos en mi cabeza, cerrando los ojos y queriendo que se fuera esa horrible voz. … Leo hizo algo con su mente que ahuyentó todo ese miedo que sentía al escuchar ese arrullo.

-¿Mejor?

-…sí.

-Cojamos el libro y vayámonos de aquí.

Cogimos el libro y nos fuimos de allí, apareciendo delante de Aragorn, éste no sabía hacia donde mirar, si a Leo o a Dani, que lo miraba con cara de pocos amigos.

-¿No te dije que te quedaras aquí? –preguntó enfadado-

-¿Qué querías que hiciera, dejarla sola en medio de la oscuridad?

-No, pero te comprometiste a no moverte de tu posición.

-¿Qué hubieras hecho tú, si hubiera sido Arien?

-Esperar a que saliera.

-Venga ya, si no te aguantabas el hecho de no estar con ella.

-…eso no viene a cuento.

-Es lo mismo pero con diferente persona.

-¡Ya vale! –exclamó Arien- ¡Si queréis discutir hacedlo después! Pero ahora quiero descansar y pensar sobre lo ocurrido. ¿Elian, te importaría quedarte con Leo durante unos días?

-No… pero… ¿Por qué?

-Ya te lo diré. Iridiel ¿te vienes?

-…sí. Ya hablaremos ¿vale?

-Sí.

-Oye, quizá deberías pensártelo mejor, no sé, venirte a casa y tranquilizarte.

-¿Puedo?

-Claro que sí, además debo explicarte muchas cosas.

-Vale.

Volvimos a la casa donde habíamos partido, pues no se sabía como, pero Arien tenía algo de su ropa guardada en una bolsa de deporte, junto con algunos accesorios y complementos.

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*Rauko: Demonio en élfico.

Capítulo 5.

Pasamos varios días en aquella casa tan alegre y tan acogedora. Iridiel me iba contando todo lo que le había pasado durante el tiempo en que no me encontraba y en el que estuvo escribiendo el libro junto con Legolas. Su fin era volver a encontrar con lo que mas amaban, por eso lo escribieron. Me sentía muy a gusto con él, como antaño, me hacía reír, soñar, amar, sentir… todo era válido.

Claro que después de haber estado allí debíamos volver a casa, continuar con nuestra vida después de ese paréntesis. Elian se avenía más con Leo, su relación iba a cada vez a más y a mejor, y por lo que a mi respecta, recuperaba el tiempo perdido con Iridiel. Pasaba largos ratos con él, conversando. Parecía como si el tiempo volara cuando estaba a su lado, había tal compenetración que se nos hacía difícil separarnos cuando era la hora de irnos.

...

Debo decírselo ya, no puedo esperar más tiempo. ¿Pero cuando? ¿Y cómo se lo digo para que le haga menos daño? Quizá cuando vuelva. ...oh, ya ha vuelto, pues sentí la puerta y un gran grito de hola. Saqué la cabeza por el marco de la puerta del comedor y la vi, se dirigía corriendo a la cocina con una expresión en su cara de tener un hambre tremenda.

-¡¡Arien, no hay galletas de chocolate!!

Tenía hambre y buscaba las galletas de chocolate... es que...

-...sí que hay... jeje.

Sí que había galletas pero estaban en el otro estante, donde ella no buscó al principio. Salió de la cocina con el paquete en la mano, con una galleta en la boca y un yogurt con una cuchara en la otra, se sentó en el sofá, puso el yogurt en la mesa y siguió comiendo, sentada y espatarrada, mirando a ver que hacían en la tele. ¿Se puede saber a quien espías? –preguntó-

-jjj... a ti.

-¿Quieres? –preguntó ofreciéndome el paquete-

-No gracias, ya he merendado. ¿Cómo es que tienes tanta hambre?

-No tengo pero necesitaba comer, y también por que he visto a un niño con un paquete de éstos y se me ha hecho la boca agua. ...mm...he visto a Iridiel... –dijo comiendo- ç

-¿Qué qué?

-Que he visto a Iridiel –repitió después de tragar- dice que subirá más tarde.

-Vale. ¿Sabes que había entendido? Que habías visto a la miel.

-...no... la miel está en su bote guardada.

-jj.

Quizá ahora sería el momento para decírselo. Elian... –dije acercándome-

-¿Sí? –preguntó sin quitar los ojos de la tele-

-Te tengo que decir algo bastante importante.

-...dime... –dijo otra vez comiendo-

-¿Puedes parar un momento de comer y luego sigues?

-...sí...

Me senté, cogí ánimos y algún que otro escudo psíquico por si me arreaba alguna. Verás... –empecé- ¿te importaría si Iridiel se viniera aquí?

-¿A mí?

-Pero a ... vivir.

-A mi que me dices, tú verás.

-¿Entonces no tienes nada en su contra?

-Que voy a tener yo contra él.

-Pero... no sé...

-Si te refieres a mí, yo cojo mis maletas, que no son muchas y me voy.

-¿Se puede saber que te pasa?

-¿Galletas?

-...

-Veo que no quieres hablar del tema.

Se levantó, dejó todo en su lugar y se fue hacia su habitación. ¿A dónde vas? –pregunté-

-A hacer las maletas.

-Tu no estás bien –dije siguiéndola- A ti te ha pasado algo.

-Cuando venga Iridiel que te lo explique tranquilamente.

-...me dejas sin palabras. Si te lo hubiera dicho hace un año me hubieras mandado a no se donde de una patada.

-Quizá, pero ahora no es hace un año, actualízate.

-...

-¿Me hechas una mano?

-¿Qué tengo que hacer?

-Doblar toooooda la ropa y ponerla en esa maleta de ahí.

-Vale.

Entre las dos teníamos la habitación sin apenas nada, todo en dos maletas enormes, que pesaban como ellas mismas, a parte dos bolsos de deporte repletas de objetos y zapatos y demás bolsas. Toda la habitación se había quedado al desnudo.

Llamaron a la puerta cuando Elian se iba con todo acuestas, abrí la puerta para ver quien era, Iridiel también cargado de maletas hasta los dientes. Las dejó en la entrada para descansar de las escaleras, ella también las dejó allí para despedirse y luego irse tan pancha y tan fresca.

-¿Tú que haces aquí? –pregunté-

-...me vengo aquí. ¿me dejas pasar?

-Pero si aún no te había dicho nada.

-Pero uno... la mente la tiene para algo.

-...pasa... ¿Pero como es que ella se ha ido así, tan pancha?

-Por que Leo le ha dicho que se fuera con él.

-Anda mira.... ya decía yo.

-¿No te lo había dicho?

-...no.

-Jeje. ¡Que pedazo de piso!

-Comparado con tu casa esto es una murga.

-Míralo por el lado bueno, tenéis escaleras.

-...

-Era broma. No sé, cada lugar tiene algo especial.

-Si lo encuentras...

-¿Dónde voy a dormir?

-...en la cama...

-Ya, pero digo yo que en alguna habitación estará la cama.

-Solo hay dos que tengan, la de Elian y la mía.

-...difícil de elegir...

-Pues tú escoges.

-Yo… escojo… -dijo abrazándome por detrás- a Arien.

-¿si? -dije riéndome-

-Pues claro, dormiré con mi Isilme.

-Entonces vamos a poner las maletas en su sitio.

-Espera… -dijo-

Me di la vuelta y me encontré con sus labios que besaban dulcemente los míos. Hacía tiempo que no los sentía de esa manera, por lo que continuamos besándonos. Poco a poco me iba llevando hacia la habitación, de tal manera que cuando me di cuenta estábamos los dos en la cama, besándonos con locura y fogosidad. La pasión podía con nosotros, tanta, que me fue desnudando lentamente, notando cada caricia como si fuese la primera. Se perdía por mi cuerpo con algún susurro que decía, sigues tan o más bella que antaño… mi corazón latía más alterado. … Después fue mi turno, desnudándolo y besando cada parte de su cuerpo que iba descubriendo. Sentía su furor y su excitación dentro de mi ser, su alma estaba dentro de la mía, yo dentro de la suya… Así continuamos aquella bienvenida.

-Si lo sé vengo antes. –dijo abrazado a mi-

Pues los dos estábamos completamente desnudos y tapados con la ropa de la cama, ésta nos mantenía calientes, aunque ya lo estábamos.

-Cómo esta sea tu manera de saludar… salúdame todos los días.

-Yo te saludo cuando quieras.

Sentí su mano recorriendo mi cuerpo…

¿Podría continuar lo que el destino quiso separar? ¿Sería capaz de convivir con él? Me planteaba muchas preguntas que tenían una simple respuesta. Él era igual que antaño, quizá algo más picarón y dicharachero, pero seguía siendo Iridiel. Aunque encontraba respuestas a mis preguntas, siempre me quedaba la duda de si el estar con él saldría bien, si el destino nos volvería a separar de nuevo y el sufrimiento vendría a mí. … Su presencia me daba esperanza, seguridad y sobretodo ganas de seguir con aquella historia adelante, pues mucho miedo tenía de levantarme por la mañana y no verle, que todo hubiera sido un sueño, como una vez pasó. Eso no lo quería.

-¿Por qué piensas eso Isilme? ¿Tienes miedo de que se repita?

-…

-Si te sirve de algo, yo también tengo miedo de perderte. Por esa razón he querido recuperarte, para no perderte más.

-Iridiel…

-No digas nada. Solamente tranquilízate, disfruta de cada momento.

-Yo contigo disfruto hasta en el habla.

-Me alegro, ¿cenamos? Tengo hambre.

-Sí.

Comí más a gusto que en toda mi vida, la comida era de lo más suculenta y la compañía…excelente. Después pasaría una noche de locura con él, de las que no olvidaré jamás.

………

Sonó el timbre de la puerta, fui a abrir pensando que era alguien que se habría equivocado, pero no, era Elian esperando a que le abriera. ¡Hola! –saludé-

-Si que estás contento.

-Como para no estarlo.

Cogí algunas de sus maletas, las que pesaban más y las subí a la habitación, ella me siguió con el resto. … No había manera de quitarle la sonrisa de la cara, aunque así era más hermosa.

-¿Qué traes la Tierra Media entera?

-No… mis cosas. Una pregunta ¿dormiré sola o contigo?

La miré sonriendo a sabiendas de esa pregunta. Hay cinco camas en ésta casa, dos de matrimonio y dos normales –dije- tú eliges.

-Es difícil de elegir… mirando que tú duermes en ésta cama y en ésta habitación tan concurrida como la mía.

-Pues eso tiene remedio.

Fui a la habitación contigua a la mía y abrí la puerta, ella me siguió y se quedó prendada al ver la habitación tan grande que tenía ante sus ojos, con una cama de matrimonio enorme totalmente vestida y con todo lo necesario para una pareja. Al verla me miró con una sonrisa amplia, sus ojos brillaban a más no poder.

-¿Cómo que tu ropa está aquí ya? ¿Y tus cosas también?

-Sí, he estado dos días arreglándolo todo para que los dos tuviéramos espacio. Además, la habitación es como a ti te gusta.

-Sí, y tiene luz.

-La luz proviene de las ventanas que se unen a la puerta que da uno de los balcones. No es muy grande pero…

-¿Sabes que sensación tengo ahora mismo? De cuando llegué por primera vez al Bosque Oscuro. Tiene el mismo aroma que la habitación donde desperté, casi sus mismos colores… incluso algunas pinturas son las mismas.

-Una de esas pinturas la hiciste tú antaño, a ver si logras recordar cuál era.

-… -las miraba con atención- ¿esa? –indicó una que representaba uno de los jardines que había detrás de aquel palacio donde vivía, con sus árboles de colores en tonos rojizos y dorados… un sendero repleto de hojas y en el centro, nosotros dos, andando por ese caminillo, de espaldas a los ojos de la gente-

-Es el que más recuerdos me trae, y con el que más sueño. Incluso te da la sensación de que puedes sentir la brisa que soplaba…

-¿Encontraremos algún día un bosque así? –preguntó melancólica-

-No lo sé…

-En una de esas maletas, traigo dos o tres más, los que he podido pintar.

-¿Si? Vamos a verlos pues.

Abrí la maleta con cuidado, era una expresamente para ellos. Estaban protegidos y envueltos por papel bastante resistente. Los pusimos en la cama, para verlos con detenimiento. … El primero de ellos era de un recuerdo que tuvo hace tiempo, no había duda de que era la ciudad blanca de Gondor, concretamente la calle donde el mercado habría sus puertas, incluso se podían ver a la gente comprar en las paradas de frutas, a los niños jugar mientras sus madres compraban, caballeros rondando, ladrones… te daba la sensación de que estabas entre la multitud. Había una parada de fruta, en que ésta te la podías comer con los ojos.

El segundo era uno de los múltiples paisajes que Rivendell ofrecía, sus plateados puentes atravesando las aguas cristalinas que corrían, árboles y plantas de todo tipo y con todo detalle, algún que otro elfo paseaba por allí… pero había algo que resaltaba, aunque estuviera detrás. Pues se podía ver por una ventana que había en la parte central derecha, a una bella y hermosa elfa a punto de besar a un montaraz, los dos juntos y abrazados, con sus labios a punto de tocarse.

-¿Arwen y Aragorn? –pregunté-

-Creo que sí, en el sueño los vi ahí.

-Te da la sensación de que están en movimiento, incluso parece que las aguas fluyen por debajo y que el viento mueve los árboles.

-No sé que decir…

El tercero era algo más triste, representaba la tumba de la Dama de Ithilien, hecha en piedra maciza, con una figura semidesnuda en el cabezal de la que fue la dama, con sus brazos unidos en le pecho y con sus manos tocándose la una a la otra por la zona del corazón y su piernas estaban también entrelazadas. La mirada iba dirigida a la tumba que se extendía ante ella, un ataúd de piedra, sellado totalmente. Podía verse la inscripción que había esculpida en la tapa, ésta era en lengua élfica, "Aquí yace la señora de todas las elfas de Ithilien, la que fue y será siempre mi esposa, Elian, la Dama de Ithilien." Por el alrededor, era un bosque de diversos tonos de verde, y en la lejanía se podía ver una cascada. Y fijándome más aún, se podía entrever a una elfa entremedio de la espesura, parecía Arien, pero no se sabía con certeza.

-¿Sabes que es? –pregunté-

-Mi tumba creo.

-Sí.

-¿Quién lo hizo?

-Yo. … Una vez, me dijiste, que te gustaba mucho un lugar a las afueras de Mordor, concretamente Ithilien y más aún, ese lugar. Tardé tiempo en encontrarlo, pues Ithilien era muy grande, a la vez que bello y hermoso. Cuando al fin lo encontré, hice hacer de una roca enorme, la que sería tu tumba, e inmortalizarte. Así quedó tu nombre en la Tierra Media, la Dama de Ithilien.

-Me dejas de piedra.

-Ya lo sé, y se me hace duro recordarlo, pero fue así. …es…estabas embarazada cuando las tres flechas te atravesaron… -me costó mucho decirlo-

Su primera reacción fue de sorpresa, pero rápidamente pasó a la tristeza. Se preguntaba a sí misma por qué había hecho tal barbaridad, el haber muerto con vida dentro de ella. No le quise responder a esa pregunta por que ni yo mismo lo aceptaba, aún no había aceptado su muerte.

-Lo siento… -susurró abrazándome-

-El mejor de todos los cuadros lo tengo en la otra habitación y que en cuanto pueda, lo pondré aquí.

-¿Cuál?

-Uno que me hiciste hace mucho tiempo.

-¿No será uno que está Legolas tumbado en la hierba con una ramita de Athelas en la boca, con sus brazos cruzados y apoyando la cabeza sobre ellos, y con una pierna cruzada sobre la otra, disfrutando de la mañana, sonriendo?

-Sí.

-Soñé con él pero tenía la sensación de que lo había pintado antes, en alguna parte.

Fui a buscarlo y se lo enseñé, efectivamente era el que decía.

-Me hace gracia verlo cada mañana cuando me despierto, me transmite alegría y tranquilidad.

-Hace gracia ver la cara que tenías.

-La verdad es que sí.

Colocamos sus cosas bien colocadas para que cabiera todo en su parte del armario y en parte del tocador. Nos costó pero lo logramos, parecía que no pero llevaba cosas. …No nos dimos cuenta del tiempo que había pasado, casi tres horas entre conversaciones, y mi estómago me avisaba de que quería comer. En el silencio se escuchó un ruido extraño.

-…he sido yo… -dijo ella- es mi estómago.

Los dos nos reímos, pero luego sonó el mío y otra vez a reírnos. ¿Cenamos algo? –pregunté-

-Sí, ¿pero qué?

-No lo sé… ¿qué te apetece?

-Quizá… algo especial para celebrar el hecho de que estamos juntos ¿no?

-Suena bien… ¿qué tal a un restaurante japonés? Hay uno por aquí cerca.

-No lo he probado nunca.

-¿Te tienes que cambiar o arreglarte?

-…-se miró al espejo que había en la entrada- no.

Le acerqué su chaqueta mientras yo ya me había puesto la mía. Pues entonces vamos –dije abriendo la puerta y cediéndole el paso- que el japonés nos espera.

Llegamos a casa con una borrachera increíble, no hacíamos más que reírnos y jugando entre nosotros como si de niños se tratase.

-No sé que era pero estaba buenísimo… -dijo entre risas-

-Vaya… la que hemos pillado.

-Ese saque está de muerte.

La chaqueta nos sobraba del calor que teníamos encima. Noté su mano cogiendo la mía, se acercó y me besó, ese fue el comienzo. Subimos las escaleras besándonos fogosamente, nos perdíamos en los labios del otro, a la vez que nos íbamos desnudándonos por el camino. Entramos en la habitación casi sin ropa, ésta estaba desperdigada por el suelo, aunque todo acababa de empezar.