Disclaimer: Harry Potter y todos sus personajes son propiedad de J.K.Rowling.
Advertencias: Slash...
Capítulo tres: Una herida en los labios, una fisura en la jaula.
-Es asqueroso –bufó Ron al momento de levantar el cucharón y ver que la sustancia resbalaba por el metal dejando ver su viscosidad verdosa y esos extraños grumos amarillos que asemejaban pus. Además desprendía un olor horrible -¿En serio esto es capaz de salvar la vida de alguien?
-De acuerdo a este libro es el antiveneno más potente –murmuró Harry con el libro en cuestión en las manos.
Hermione se los había buscado para ayudarles a terminar con el trabajo que dejaron pendiente. Claro que Ron habría esperado que el castigo se les levantara a los dos con el trabajo que estaban realizando, pero en cuanto supo que Harry tendría que cumplir con una actividad extra se quejó, aunque eso no le sirvió.
En lo personal no le gustaba hablar del castigo. No cuando tendría que cumplirlo para el profesor Streng. Había hecho imposibles por olvidar el episodio ocurrido la tarde anterior... Incluso se había preocupado por cumplir la mayoría de los trabajos, pero la escena se repetía una y otra vez a pesar de que estaba seguro de que su mente permanecía lo suficiente ocupada en otras cosas.
No quería recordarlo.
... pero...
No quería olvidarlo.
Y era tan contradictorio tener ambos deseos en su interior, que simplemente no le apetecía analizarlo.
No quería saber lo que estaba pasado por que tenía la seguridad de que no tendría resultados agradables. Aunque tampoco había definido lo que resultaba "agradable" en todo eso, en especial cuando su mente le hacía recordar la delicia de cada movimiento sobre sus labios y la rudeza, aun a través de la tela de la túnica.
"¡Basta, Harry Potter!" se amonestó y concentró su atención en la lectura.
-Escucha esto: –dijo a Ron –Se le considera un antídoto para todo tipo de venenos y heridas realizadas con plantas peligrosas o mordeduras de criaturas mágicas especiales. Además se le puede untar en heridas infectadas y acelerar la cicatrización en carne viva.
-¿En serio "eso" puede untarse? –Ron volvió a levantar el cucharón e hizo una mueca de asco –Espero no tener que recurrir a algo tan asqueroso.
-Podría salvarte en un caso extremo –comentó Hermione, quien iba entrando y cargaba un libro –Si recibes una herida en un lugar donde no halla ingredientes para hacer una "cura convencional" se puede acudir a esta poción... Por ejemplo: en cualquier lugar es posible encontrar excremento de...
-Entendí el punto, Hermione –interrumpió Ron con algo de brusquedad y corrió hacia el estante de los ingredientes con la excusa de que hacía falta "algo".
-Creo que no usaría esta poción aun si fuera el último recurso –dijo Harry con algo de comprensión tras percibir el pestilente olor que comenzaba a emanar del caldero.
-Espero que jamás esté en esas condiciones –dijo Hermione –Por cierto, Harry, el profesor Streng me pidió que te diera esto –extendió un pedazo de pergamino perfectamente doblado.
Harry suspiró. Justo cuando se había propuesto olvidarse de ese nombre llegaba su mejor amiga con un recado de él.
Algo resignado tomó el royo y soltó el listón azul para leer la breve nota que se encontraba escrita con perfecta caligrafía.
A las 8:00 p.m. camino a la sala común de Slytherin. No llegue tarde.
Profesor Streng.
-El profesor Streng es muy amable en permitirles utilizar las mazmorras para realizar su investigación –dijo Hermione observando el sitio –Conversamos un poco respecto a mi trabajo. Intente convencerlo para que me permitiera ayudarles, pero me dijo que tenían el interés suficiente para hacerlo solos.
-No entiendo de qué vale ya que Harry no entrenará –dijo Ron apareciendo sin nada en las manos –Tendría que levantar ambos castigos.
-Ya hablamos de eso, Ron –Hermione lo miró con advertencia.
-Si –concedió el pelirrojo -, pero de nada vale hablar contigo si terminas teniendo la razón.
La chica hizo un gesto de exasperación.
-Por si no lo recuerdas, Harry hizo esto para que pudieras adecuarte al equipo... no tiene nada de malo que falte a los entrenamientos hasta el partido, ya que es bueno.
La verdad es que Harry comenzaba a dudar que eso fuera buena idea. En especial cuando un escalofrío le recorrió la extensión de la columna vertebral.
¿No habría manera de convencer al profesor Streng para que le cambiara el castigo?
Lavar todos los baños del castillo, por ejemplo.
Empezaba a pensar que era menos riesgoso.
... Sin embargo era aun más riesgoso "convencer" al joven profesor...
En especial por que a Harry se le ocurrió una "forma" que le hizo enrojecer de manera violenta.
-¿Ocurre algo, Harry? –preguntó Hermione al notar algo de ese rubor.
-Nada –respondió el chico con rapidez. Quizá con demasiada. -¿Cuánta caducidad tiene esta poción? –preguntó revisando párrafos adelantados en el texto y silbó -¿un mes? ¿Qué la conserva tanto?
-Las escamas de Sirena –respondió Hermione, aparentemente contenta por que su amigo se interesara en el tema –En algunos textos explica que cuando una escama se desprende suele llevar un poco de sangre de la criatura, así que se conserva de manera magnífica aun a temperatura ambiental.
-Imagino que un Auror tendría que llevar algo así todo el tiempo –dijo Ron terminando de hacer apuntes -¡Listo! Me parece que con esto será suficiente, ¿Has terminado Harry?
-Un momento –respondió el chico anotando lo que Hermione acababa de explicarle –Bien.
-Lo llevaré ahora mismo –Ron parecía más confiado. –Entre más pronto le enseñes el castillo al profesor Streng, más pronto nos acompañarás en el entrenamiento.
Harry suspiró.
Las palabras de su amigo no podían ser más ciertas.
¿El profesor Streng aceptaría que le trazara un mapa?
"No hay por donde huir" pensó con resignación y cerró el libro.
* * *
-Adelante, Ernst. Te estaba esperando.
El profesor de pociones terminó de penetrar la oficina de Albus Dumbledore y miró con cortes interés la decoración del lugar.
Horrible. Tanto poder para nada.
-¿Me mando llamar? –dijo con educación.
-Ponte cómodo, Ernst... ¿Gustas una taza de te?
-No se moleste director –rechazó el hombre empezando a sentirse incomodo y pensó que era prudente comenzar a preguntarse la razón por la que estaba en ese lugar.
-Evita las formalidades conmigo, Ernst... me hace sentir aun más viejo de lo que estoy.
El joven enarcó una ceja e hizo un respetuoso ademán afirmativo.
-He recibido comentarios agradables de tu trabajo... Si las circunstancias fueran otras pensaría seriamente en conservarte como profesor de pociones.
-¿Aun no hay noticias del profesor Snape?
-Trabajamos en su búsqueda.
Ernst desvió la mirada de aquellos bonachones azules incapaz de soportar tanta inconcordancia en todo lo que armaba el conjunto. Aunque un pensamiento con algo de humor le recordó que ya debería estar acostumbrado.
-Espero que a su regreso no encuentre dificultades con los conocimientos de los alumnos.
-Precisamente de eso quiero hablarte – dijo Albus con una sonrisa –Los chicos están muy contentos con tu trabajo.
-Hago mi mejor esfuerzo – murmuró él sin encontrar lo relevante en el comentario para estar en la oficina.
-Sin embargo el equipo de quidditch de Gryffindor ha venido a manifestar su inconformidad.
Oh. Ahora le quedaba claro a Ernst.
-Opino que los *correctivos* deben ser aplicados para surtir un efecto favorecedor al aprovechamiento del estudiante –dijo a Albus –Y de cualquier manera... he escuchado que el señor Potter tiene una admirable capacidad para el deporte, así que no le afectara faltar a los entrenamientos.
-Un entrenamiento – corrigió el profesor.
-¿Perdón?
-El partido será en un mes... No pueden tener muchas reuniones para entrenar en ese tiempo y Minerva ha insistido en procurar la igualdad para todos los equipos.
-Entiendo –Ernst entrelazó las manos -¿Hay algo más que le preocupe?
-Adelante, Ernst... puedes retirarte.
El hombre se levantó ignorando la mirada azul posada en sus labios, pero al pasar por un pulido cristal sobre una foto se detuvo con brusquedad.
Una herida.
Él se tocó la pequeña fisura roja y frunció el ceño.
Las cosas se estaban saliendo de control y lo peor es que no podía arreglarlas desde... donde estaba.
* * *
-¿De visita, Potter?
Harry torció los labios deseando que algo desapareciera a Malfoy.
Claro que había esperado unas "cuantas" burlas al estar justo en el paso de la sala común de Slytherin, y había pensado que podría soportarlo. Pero no una de Draco Malfoy... No cuando tenía la mente ocupada en las formas posibles para no mostrar demasiada importancia a cierto... beso.
-No verás mucho de mí, Malfoy –respondió.
-Nunca he visto *mucho* de ti, Potter.
Varios alumnos de Slytherin rieron ante el comentario. Pero fue la mirada atenta de Blaise Zabini la que molestó a Harry.
El joven se acercó hasta estar a un lado de Draco y sonrió.
-¿Alguien te ha hecho un regalo, Potter?
-¿Qué? –preguntaron Draco y Harry a la vez. Draco en especial por que no se lo esperaba.
Blaise torció aun más los labios y sin aclarar nada se retiró.
-Debe ser una *admirable cualidad* de los Slytherins –ironizó Harry.
Malfoy pareció querer responder a eso, sin embargo el repentino silencio de sus compañeros le advirtieron que era mejor no hacerlo. Y cuanta razón tuvo.
Ernst se detuvo frente al muchacho que le esperaba y miró al resto de manera inquisidora.
-¿Se les ofrece algo? –preguntó con su fría educación.
Los jóvenes siguieron con su camino. Draco frunció el ceño al notar la fuerza de su voz a pesar de la suavidad y de nuevo odió hacer relación con las semejanzas. Así que levantó la barbilla y caminó hacia la sala común procurando no percibir nada más... aunque esa herida en el labio del profesor era imposible de no ver.
De hecho fue lo primero que Harry vio y un rubor le tiñó las mejillas al momento que desvió los ojos verdes hacia una de las paredes.
-Acompáñeme, Potter, tengo que darle información reciente.
¿Información reciente?
Harry siguió al profesor con algo de pesar.
¿No podían comenzar con ese recorrido para acabar de una buena vez?
El Gryffindor suspiró y caminó de manera pesada detrás del profesor.
La oficina del profesor Snape había sido adecuada de manera provisional para que Ernst la usara el tiempo "necesario". La mayoría de los libros estaban a su disposición, a excepción de aquellos que estaban en su habitación. De hecho solamente todo lo que se encontraba en la habitación del desaparecido profesor, estaba fuera del alcance del hombre que ocupaba su lugar.
Así que cuando Harry entró pudo ver montones de libros regados por la mayoría de los sitios que antes estuvieron pulcramente ordenados, la mayoría abiertos y con algunos señalamientos. Sobre el escritorio había pergaminos acompañados de un tintero y se veía una pluma colocada de manera descuidada.
"Perfecto, Harry, ahora te fijas en cualquier tontería" se reprendió tras regresar la vista al profesor, quien tenía un tinte de burla en su cara.
-Le alegrará saber que no debe faltar a todos los entrenamientos – comenzó el profesor mientras se pasaba una mano por el cabello negro –Su *maravillosa* fama es suficiente para doblegar la decisión de un profesor, aun si es por su propio bien.
La verdad es que a Harry no le gustó escuchar eso y se sintió culpable ante la acusación. De pronto se había sentido reprendido por el propio profesor Snape. El cinismo y la burla parecían ser la misma... pero en especial pudo percibir el mismo desprecio ante la *supuesta* forma en la que utilizaba su fama para seguir rompiendo las reglas.
-No necesito un trato especial –dijo entonces con molestia.
Ernst enarcó una ceja y entrelazó las manos sobre el escritorio. Su mirada parecía más brillante que de costumbre. Más... sensual.
-¿En serio? –preguntó entonces con su firme voz y sonrió. El gesto le costó abrió aun más la herida de sus labios y de ella brotó un poco de sangre –Pero a mi no me lo parece...
-¿Profesor?
-Harry Potter necesita un trato especial –dijo levantándose para caminar hacia él de manera suave.
Harry miraba la herida sangrante de manera hinoptizante sin poder retirar la vista hasta que se dio cuenta que lo tenía cerca. Dolorosamente cerca.
Demonios.
¿No era lo que se había recomendado evitar desde la ultima vez que supo lo que una distancia así podía permitir?
La herida continuaba sangrando. De pronto la mirada café de llenó de una tristeza que lucía extraña con ese brillo de absoluto anhelo.
Harry sintió un hormigueo en la piel que no pudo controlar a pesar que frotó sus manos y apretó los labios.
-¿No me dejarás salir, Harry? –preguntó el profesor –La fisura por donde se filtra la luz es muy pequeña para mí... no puedo escapar...
-¿Profesor? –insistió el muchacho dando un paso hacia atrás, pero las manos del hombre le atraparon los hombros y lo acercaron contra su pecho.
El sabor metálico de la sangre llenó cada uno de los sentidos de Harry y de pronto le pareció entender cada una de sus palabras. Había angustia en ese beso... Angustia y deseo reprimido.
El profesor se separó y acarició la suave mejilla del muchacho.
-* Beau... * (1) -susurró y se alejó –Ya puede retirarse, señor Potter.
Cuando la puerta de la oficina se cerró Ernst frunció el ceño y se tocó la herida húmeda del labio.
-Escapé –murmuró.
~ "No por mucho tiempo, Ernst"~
Ernst desvió la vista hacia la tenue luz que se filtraba por la ventana y sonrió.
-Escapé –repitió –No volverás a atraparme...
Continuará...
(1) Hermoso...
Kathy: Bueno, es interesante la observación que haces... de hecho me gusta la manera cómo la expresas. Ya veremos en capítulos siguientes lo que se va aclarando. Gracias por tu tiempo y cuídate.
Malaki: Que bueno que te ha gustado esta idea. Y no te preocupes, este fic llegará al final. Aun no sé si se alargue mucho... espero que no, los fics largos se me dificultan (bueno, dificultades ya tengo). Muchas gracias por el mensaje.
Burbujita: El capítulo anterior también me gustó... mmm... los besos me gustan. A ver si un día me platicas alguna de tus conclusiones... quizá me ayuden un poco. Besos y cuídate.
