Moryn: Anda, no te desanimes... Viéndolo desde el punto de vista práctico es bueno.  Poco romántico, pero bueno.

Ayesha: Aquí tienes la decisión de Severus. Que bueno que te ha agradado, gracias.

Pichirri: Me halagas, en serio. A pesar de que mi intención es respetar un poco la personalidad de los personajes y meterme en sus cabezas al final siempre termino cambiando algo... Claro, un slash de esta naturaleza lo considero difícil... Y tener esta respuesta me anima.

Capitulo final: Locura y amor; razón y dolor.

Harry parpadeó sorprendido obligando a su cerebro a repetir las recientes palabras dichas por su profesor. Incapaz de entender las repitió de nuevo... y otra vez... Finalmente se obligó a cerrar la boca con la esperanza de no verse tan estúpido, pero la tensión le hizo apretar demasiado la mandíbula hasta que las palabras se atascaron en su garganta luchando por salir.

-Es lo conveniente para ambos –continuó Severus sin variar esa fría y (ahora) odiosa expresión que le hacía parecer tener absoluta tranquilidad y control sobre esa situación.

-¡Pero usted me salvó! –protestó Harry.

Claro que lo salvó. Su primo y él procuraron su bienestar a pesar de estar en eminente peligro y fue una suerte que el inútil de Black estuviera por ahí acompañado de Lupin para llevárselo antes de que las cosas empeoraran, pero eso habría hecho en cualquier otra circunstancia.

-Es mi deber procurar su bienestar, Potter.

-¿También es su deber procurar mi placer?

Severus apretó los labios, esa era una de las cosas que habría querido no recordar. No por que no le agradara... había pasado noches en vela recordando cada gesto, cada sonido... y el calor de esa piel. Pero también se había estado obligando a olvidarlo... o mínimo mostrar madurez ante ello.

-Aun no recuperaba mi alma –siseó.

-No crea que no entiendo lo que pasó, profesor. El propio Streng me lo explicó. Usted me estuvo amando a través de su cuerpo.

Severus se molestó por eso.

-Y eso infla su ego, ¿no, señor Potter?

-¡Sólo quiero sinceridad! ¡¡No me mienta!!

Era una petición razonable, pensó Severus. Una a la que no debía acceder o sus (recién puestas) barreras se derrumbarían como cristal.

-Esta teniendo todo lo que tendrá de mí, Potter. No habrá nada más por que no quiero que halla nada más... Después de todo uno de nosotros debe obedecer las normas.

Harry supo que estaba derrotado cuando escuchó esas palabras. Su profesor de pociones era muy estricto si de normas se trataba y lo había sabido desde que admitió ese enfermizo amor, pero le sembraron la esperanza de que sería merecedor de una excepción.

Ahora notaba que no, el gran Harry Potter no era merecedor de una excepción por parte de Severus Snape y algo le apretó el corazón acumulándole lágrimas en los ojos.

¡No!

¡No lloraría!

Había imaginado ese momento una y otra vez antes del incidente con el profesor Streng, así que estaba preparado para ser rechazado. También una parte de su memoria le recordó que se lo habían advertido: el propio Streng en su lecho de muerte se lo había advertido. Y aun antes de desaparecer con su padrino y  con Remus del castillo, le pidió ser fuerte.

Sin duda Ernst sabía lo que pasaría, después de todo era quien tenía la valiosa alma en su cuerpo y lo había preparado para el golpe.

... Pero...

... como dolía...

-¿Puedo... al menos... oírlo una sola vez? –preguntó con voz baja.

Snape enarcó una ceja sin comprender.

-¿Puede decir que me ama una sola vez? –aclaró Harry –Con su voz... de sus labios.

-Lo mejor sería dejarlo así, Harry.

Harry. De nuevo su nombre de pila en labios del hombre. De nuevo con ese timbre casi imposible de asociar con Snape... pero ahora con más dolor.

-¡¡Maldito egoísta!! –gritó el chico levantando la cara cubierta de llanto y giró con violencia para salir del lugar.

Severus suspiró. Con suavidad caminó hasta la ventana y se asomó un poco.

Había dolido, cierto, pero ahora las cosas estaban como debía ser.

El hombre posó sus ojos negros en la solitaria figura que se veía en el exterior y frunció el ceño al ser consciente de la única lágrima que resbaló por la mejilla de la hermosa criatura.

Deborah lloró por él... Derramó todo el llanto que Severus no se permitió derramar y sollozó una canción de amor para compensar la palabra que negó a pesar de que deseaba pronunciarla.

*          *            *

La blancura sorprendió el colegio esa mañana. La nieve hermosa cubrió todo a su disposición sin apiadarse de la poca vegetación que ahora tenía que morir lentamente bajo ella.

La nieve era como él: su amor.

Harry suspiró apretando la túnica contra su cuerpo al mismo tiempo que escondía la nariz en la bufanda bicolor, pero no pudo acumular calor suficiente para ganarle a la repentina brisa que se metió entre sus cabellos despeinándolos más y enfriándole las mejillas.

Estaba derrotado, ¿verdad?

Él había sido hierba tierna cuyo único error fue nacer fuera de temporal y ahora tenía que morir bajo la nieve.

No existía forma de revertir el efecto, pero estaba seguro de que no era una situación que deseara evitar. A pesar de todo estaba contento por haber desnudado  lo que sentía ya que, por un momento, le pareció ver la misma vulnerabilidad en los profundos ojos negros de Snape. Y estuvo seguro de que el amor era mutuo; por más palabras que existieran en el diccionario para negar ese amor, aun quedaría esa mirada brillante que se humedeció de manera sutil y casi imperceptible por la mentira que emanó de esos labios cálidos.

Y muy a pesar del dolor que sentía enraizado en su corazón, podía afirmar que era lo bueno entre todo lo malo.

Aunque el recuerdo quemara sin piedad. Sobre la miseria en la que se estaba hundiendo aun quedaba algo bueno y no pensaba olvidarlo. Por que si lo olvidaba

caería en la desesperación.

-¡Oye, Harry! ¿Me prestas tu escoba?

El muchacho de cabello azabache levantó la mirada para ver a su amigo Ron y forzó una sonrisa con un poc0o de envidia dado que él no tenía no decepción amorosa por la que debiera preocuparse.

-¿Puedo volar también? –preguntó Harry levantándose.

-¡Claro!

*          *            *

-Es absurdo –protestó la mujer sin dejar de caminar en círculos por el despacho –No aceptaste mi ayuda para reducir tu edad, pero si la quieres para borrar esta emoción. La verdad es que eso es de cobardes, Severus.

Deborah había estado diciendo cosas por el estilo desde que Severus le hizo saber la razón por la que le llamó. Cuando atravesó la puerta parecía estar muy satisfecha, probablemente pensaba que había aceptado su propuesta, pero desde que le dijo exactamente lo que quería se puso a pasear como solía hacerlo antes de comenzar a gritar histéricamente. Ojalá no lo hiciera. Hasta ahora Severus solo había conocido a una persona capaz de controlarla... y no quería que Black pisara su despacho en esos momentos.

-Sólo quiero ser razonable.

-La razón no es la mejor aliada de aquello que vulgarmente llamamos amor, amigo mío... Si yo realizo este hechizo no podrás amar de nuevo a esa persona aunque lo desees.

-Simplemente perfecto.

Deborah hizo un ademán negativo ante esa necedad.

-Requiere de una poción y yo no sé hacerla.

-La haré yo mismo –resolvió Severus.

-¡Maldita sea! ¡¡Vas a lastimarlo!!

-He admitido mi amor por él, Deborah... y él corresponde. Eso implica que abrace esperanzas y existe el riesgo de abandonarlo todo sin medir las consecuencias. Necesito salvarle la vida sin amor o no soportaré estar presente cuando planeen su muerte.

Muy razonable.

Deborah suspiró y cruzó los brazos humedeciéndose los labios.

-Pero él lo verá... Es parte del hechizo.

-Mejor... Así no tendré que hacerle saber la desaparición de esa emoción.

-Eres cruel, Severus... Agradezco no haberme enamorado de ti.

-Y preferiste enamorarte de un completo idiota –comentó él con una risa despectiva.

-Por lo menos no lo insultes frente a mí –suspiró ella.

-Ahora mismo estas a un lado mío.

Deborah lanzó un gruñido.

*          *            *

Sus pies desnudos se hundieron entre la nieve a medida que avanzaba hasta la orilla del lago.

Un grupo de luciérnagas lo habían llevado hasta ahí. Bellas y temblorosas como estrellas... Cada una de ellas emitiendo esa luz tenue que iluminó su paso desde la habitación hasta la salida del castillo en que millares de luces se unieron en el exterior como si danzaran alegremente.

Tan hermoso. Tan irreal.

-Un sueño –decidió Harry al levantar la mano hasta un grupo de insectos que se diseminó para no ser tocado.

Sus pies no sentían el frío.

El aire no se colaba bajo su pijama.

El ambiente no estaba bien definido.

Pero a lo lejos podía ver la orilla del lago. Más iluminada que nunca con los ágiles insectos que se movían insistentes en la orilla del agua y aun sobre la superficie.

Allá, a lo lejos, estaba él.

El corazón se le estrelló contra el pecho y corrió hasta el sitio aun con las luces a su alrededor. Cuando llegó fue consciente del caldero que había sido colocado de manera provisional y del liquido transparente que burbujeaba en su interior. Un poco más lejos estaba una figura encapuchada totalmente de negro con una copa humeante entre las manos.

Harry se acercó hasta su profesor y se abrazó en su espalda apretando la mejilla contra la túnica.

"Te amo"

Harry parpadeó y se separó un poco.

-¿Profesor?

"Te amo, Harry. Mi amor por ti es tanto que haría cualquier cosa... Incluso renunciar a él".

Las luciérnagas se unieron alrededor del ser encapuchado haciendo un símbolo mágico y palabras suaves comenzaron a emanar.

Un conjuro.

-¿Profesor? –Harry miró todo eso con temor. Con la clara sospecha de que algo terrible pasaría aunque no lo amenazaba del todo.

Palabras en otro idioma flotaron en el aire... las luces penetraron en el agua y el silencio del bosque pareció acentuarse de manera horrible. La noche se hizo más oscura y Harry sintió escalofríos por primera vez al momento que notó algo salir del agua rodeando al profesor Snape penetrándole la piel... luchando por ¿extraer algo?

Harry gritó.

Lo hizo varias veces, pero no fue capaz de escuchar su voz y tampoco pudo tocar al hombre.

No pudo evitarlo...

... y lloró...

Lloró al ver que su único consuelo acababa de morir frente a sus ojos.

...

Harry abrió los ojos de manera brusca y estiró la mano hacia la mesa de noche para tomar sus lentes y acomodárselos en la cara. Sin hacer caso al desconcertado de Ron que había despertado también tomó la capa de invisibilidad y salió de los dormitorios atravesando el retrato de la dama gorda para adentrarse en el pasillo que lo llevaría a la sala común de Slytherin.

Pero se detuvo cuando comprendió que estaba actuando precipitadamente.

Solo había tenido un sueño.

Solo había sido un sueño.

¿Verdad?

Giró para volver por el camino que había recorrido, pero un ruido lo alertó, se ocultó entre las sombras a pesar de estar protegido por la capa y miró a las personas que caminaban hacia la sala común de Slytherin. Al frente caminaba su tía con la capucha fuera de lugar  y más delgada de lo que Harry recordaba haberla visto. Detrás de ella caminaba Severus Snape con una expresión de fastidio y se adelantó hasta estar a un lado de ella.

Hablaron en voz muy baja, pero no fue lo que llamó la atención de Harry. Se concentró en la mirada del profesor y se encontró con un horrible vacío que le apretó el corazón de manera dolorosa.

Lo hizo.

De alguna manera había arrancado aquello que lo hacía vulnerable.

¿Y todo por qué?

Un montó de normas que no se preocupaban por ese sentimiento que tanto trabajo le había costado aceptar. Un millar de gente que sólo esperaban héroes irreales para cubrir sus propias carencias...

... todo por...

... nada...

De paso Severus había dejado todo atrás... Había dejado a Harry Potter atrás... Prefirió matarlo en vida a arriesgarse a verlo realmente muerto.

El chico esperó a que los adultos se retiraran y se escurrió de regreso a su dormitorio.

No podía con eso.

*          *            *

-¿No dormiste bien? –preguntó Hermione en cuanto pudo verlo esa mañana, en el comedor.

-Tuve un mal sueño –respondió Harry con la mejor de sus sonrisas viendo que su amiga ponía ese gesto preocupado –Además me hizo daño algo que comí –agregó rápidamente esperando que se creyese la mentira.

-Deberías comer más despacio –aconsejó ella y Harry agradeció haber cenado en su compañía tras convencerse de que necesitaba un poco de alimento... Claro, estaba muy molesto tras hablar con Snape.

-¡Oye, Harry! –llegó Ron acomodándose a un lado -¿a dónde fuiste anoche? Me quedé muy preocupado.

Tan preocupado que se durmió casi al instante, pensó Harry con algo de amargura al recordar que al regresar lo había encontrado revuelto entre las mantas, seguro no pudo liberarse y prefirió derrumbarse en el sueño.

-Algo que comí me hizo daño –dijo con tranquilidad viendo que su amigo parecía comprensivo respecto a eso y suspiró.

Bien, de ahora en adelante no daría motivos para preocupar a sus amigos innecesariamente.

La verdad es que Harry odiaba cuando las cosas no salían como quería. Estaba conciente de las trabas que enfrentaría, por eso no se atrevió a dar el primer paso, pero algo llegó y le acercó al amor de su vida de una manera tan absolutamente misteriosa que deseó que continuara.

Deseó seguir amando a esa persona aun con los prejuicios de la edad... Status social, económico y sexual.

Sin embargo ahora comprendía que ni el propio Harry Potter podía saltar una regla tan básica.

Ni el propio Niño que vivió podía amar a alguien mayor que él aunque hubiera salvado a la comunidad Mágica y no Mágica de Lord Voldemort una vez.

Y era simplemente por que nadie esperaba eso de él.

Pero Harry se creyó capaz de saltar esa barrera.

Se sintió capaz de soportar las críticas y las barreras... De luchar por aquello que amaba y de hacerle feliz.

Sin embargo...

... hubo una barrera que no pudo saltar...

Un impedimento que no podría vencer aun si era poseedor de maravillosos poderes.

Harry suspiró haciendo a un lado la ensalada en su plato. Había bastante movimiento en el comedor, pero él no tenía muchos ánimos de atender nada que no fuera ese análisis doloroso del que no podía desprenderse.

A veces pensó que la carga sería menos si la compartía con sus amigos, pero la situación parecía tan absurda (aun ahora) que no tuvo el valor para hacerlo y la verdad comenzaba a caer victima de la desgracia de estar verdaderamente solo en eso.

Quería hablar con sus amigos... Contarles todo eso que le había dolido... Consolarse un poco... Pero... no se sentía listo para enfrentar las preguntas que ni él mismo podía responder.

Así que se había dejado hundir en el silencio.

-¿Harry?

El muchacho parpadeó levantando la mirada hacia Ron y notó una mirada preocupada que no sabía cómo eludir.

-Lo siento, ¿qué me decías? –preguntó con toda la naturalidad que le fue posible reunir.

-Te preguntaba si estas enterado del cambio de horario del partido.

Naturalmente no, pero Harry no pudo contestar debido a que alguien se le adelantó.

-Esta claro que Potter no tiene cabeza para atender muchas cosas –dijo una voz despectiva.

-¿No tenías una cita con el Calamar Gigante, Malfoy? –preguntó Ron fastidiado.

-Tengo cosas más importantes que hacer, así que no haré caso a ese insignificante comentario, Weasley... Y ya que Potter no ha entrenado para el partido de pasado mañana vine a aconsejarles que se encomienden a alguna deidad milagrosa... Lo van a necesitar.

-¡¡Vamos a ganar!!

Harry agradeció la confianza de su amigo... y hasta cierto sentido también la intervención.

-Lo veremos en el partido –dijo con más seguridad haciendo que las pupilas grises se posaran sobre las suyas.

Había algo extraño en la mirada de Malfoy. Algo que Harry no comprendió.

-Lo veremos –replicó el rubio con superioridad delineando una burlona sonrisa y se giró para salir del gran comedor acompañado de sus guaruras –Probablemente, entonces, puedas procurar estar más atento Potter... No es divertido ofenderte si estás pensando en otras cosas.

Harry frunció el ceño y vio desaparecer al rubio por la puerta principal.

-¡¡Ganaremos!! –insistió Ron con un puño apretado.

-Seguro –secundó Harry levantándose –Me hace falta terminar mi trabajo de ayer... Quizá no llegue a la primer clase.

-Podría pasarte algunas notas del mío –dijo Ron animado con la idea de darle una paliza a Slytherin en el próximo partido.

-¡¡Ron!! –exclamó Hermione.

-Ahora que lo mencionas me ayudaría un poco –dijo Harry arriesgándose a ser regañado por su amiga.

-No lo permitiré –dijo la chica y buscó entre sus cosas para sacar un pergamino –Seguramente el trabajo de Ron no tiene datos suficientes... usa el mío.

-¡¡A mí no me quisiste dejar copiar un poco!! –protestó Ron.

-Tu no tuviste que aclarar una detención –dijo ella con mucha lógica y miró a Harry –Le diremos al profesor que no pudiste asistir, te vemos en la siguiente clase.

Bien. Era justo lo que  necesitaba. Un poco de comprensión y ayuda.

Harry estuvo trabajando en la biblioteca desierta durante media hora y encontró altamente recomendable entretenerse en el estudio y los deberes para olvidarse un poco de lo que le estaba lastimando.

Sin embargo cuando terminó se encontró con la dificultad aun más fuerte que antes y terminó refugiado en una de las aulas desocupadas intentando controlarse.

Dolía.

Dolía más que la peor de las heridas que había tenido la desgracia de experimentar y lo peor es que esta no sanaría gracias a la milagrosa intervención de Madame Pomfrey.

Dolía tanto que sólo el sabor salado de sus lágrimas parecía ser capaz de aliviar un poco la carga con la que estaba continuando su vida y comenzó a hipar al sentir esa presión en la garganta haciéndose nudo hasta lastimarle el cuello.

En verdad era doloroso.

Harry se abrazó a sí mismo acumulando ridículos deseos suicidas hasta que sintió un abrazo extra.

Desconcertado y avergonzado con la idea de que pudiera tratarse de Hermione o de Ron levantó la cabeza, sólo para ser apretado  y sus ojos verdes se toparon con una espléndida mata de cabellos plateados y suaves que le hicieron tensarse al mismo tiempo que se le resbalaban los lentes.

No. Ese no era el cuerpo de Hermione... Si poseía su calidez, pero se sentía más duro... más delgado y ridículamente fuerte.

Tampoco era Ron. La ternura casi imposible que esos brazos eran capaces de transmitir no eran propias de su amigo y el aroma... El delicioso aroma le llenó los pulmones desbaratando el nudo y aliviando el dolor.

-¿Malfoy? –hipó Harry.

Todo eso era tan desconcertante que se creyó dentro de un sueño otra vez. Sin embargo el calor era real... La sensación de alivio era real...

... el consuelo...

...

... En verdad aquello estaba ocurriendo...

-¿Por qué?

-No eres una criatura que deba vivir en la soledad a pesar de que piensas que estás acostumbrado a vivir solo –murmuró Draco con un tono de voz que Harry jamás había escuchado –Pero tampoco eres alguien a quien se le facilite pedir consuelo... Y si no quieres contar con tus amigos... al menos... puedes hacerlo conmigo... Puedes desahogarte en mis brazos...

-Pero, ¿por qué?

-No te acostumbres, Potter. No pienso ser tu paño de lágrimas por tiempo indefinido... Es sólo que me pareció que esta era una excepción.

Harry bufó.

-Déjame adivinar... "No se lo deseas ni a tu peor enemigo aun si es el Magnifico Harry Potter", ¿no?.

-Más o menos –Draco rió y enmarcó su cara entre las manos –Pero dada tu increíble necedad por no necesitar de nadie me hizo comprender que me necesitabas.

-¡Yo no te necesito! –protestó Harry sin separarse de él.

-Entonces no te acostumbres... No estaré ahí cada que esto pase.

Draco volvió a apretar a su rival sintiendo un nuevo ataque de sollozos por su parte y suspiró mirando hacia la puerta que había abierto escuchando algo extraño.

Justo cuando pensó que todo acabaría lo sintió temblar para volver a hipar y le besó el cabello con suavidad.

En definitiva no asistirían a la siguiente clase...

Fin

Sábado 25 de octubre del 2003.

Notas de la autora: Muchas gracias a quienes leyeron este fanfic... Probablemente a la mayoría no le guste el final y es comprensible... tanto problema para que terminara en un problema más. Sin embargo intenté ser realista (y pesimista, lo admito) en este sentido. Como mencione el final ya estaba planteado... y no pensaba cambiarlo... Eso si, la situación de Draco fue un extra que no tenía preparado. Espero que les halla gustado.