All that you can't leave behind
Por: Ayesha
Autor = Ayesha
E-mail =lg_100309@hotmail.com
Clasificación = Entre R y NC-17. Los primeros capítulos serán PG-13
Parejas = Aragorn/Legolas, Haldir/Legolas, Haldir/Finwe, Elladan/Elrohir/Finwe, Elladan/Elrohir/Haldir/Finwe
Disclaimer =Los personajes de esta historia son propiedad de J.R. Tolkien. Esto es puro entretenimiento y no me reporta beneficio económico alguno. Yo sólo soy culpable de inventarme a Finwe.
Resumen = Luego de finalizar la Guerra del Anillo, Aragorn y Legolas son pareja, pero por un motivo desconocido, Aragorn anuncia su compromiso con Arwen y Legolas huye.
Esta historia se llamó originalmente "El corazón del rey", pero la he revisado y corregido, por lo que decidí cambiarle de nombre.
*
Capítulo 3: A dónde lleva el viento
"Something / Algo
Is about to give / Está a punto de suceder
I can feel it coming / Puedo sentirlo
I think I know what it means / creo que sé que significa
I'm not afraid to die / No temo morir
I'm not afraid to live / No temo vivir
And when I'm flat on my back / y cuando yazca de espaldas
I hope to feel like I did / espero sentir como lo hice"
Kite – U2
Con el corazón aliviado, ya que sabían que sus amigos estaban con vida, decidieron acampar a la entrada del bosque de Fangorn. Podían encender una hoguera, ya que los enemigos habían sido exterminados, y al menos esa noche, no habría peligro.
La noche era fría. Gimli encendió un fuego al pie de un árbol, y se acomodaron allí. De pronto, Legolas exclamó:
- "¡El árbol está feliz por el fuego!, puedo sentirlo"
Aragorn sonrió, el elfo estaba maravillado de encontrarse de nuevo con la naturaleza. Su rostro resplandecía de alegría. Pero luego, en un momento, cambió por completo, mostrando una tristeza que conmovió a Aragorn.
Luego, Legolas bostezó. La falta de sueño empezaba a hacer su efecto. No había podido dormir debido a la preocupación por sus pequeños amigos, y además, en el fondo de su corazón, un temor secreto empezaba a crecer: el momento del desenlace estaba por llegar, para bien o para mal. El anillo sería destruído, de eso estaba seguro. Y eso significaba que Aragorn sería rey de Gondor, y tendría que elegir entre Arwen y él. Legolas sabía que Aragorn lo quería y necesitaba, todas sus acciones lo demostraban. Pero una cosa era ahora, y otra muy distinta sería después, porque su amado no podría llegar al trono sin una reina.
El elfo apartó de su mente una vez más esos pensamientos, tratando de bromear con Gimli para alegrar su espíritu. Se sentaron en círculo para comer lembas y beber, y Legolas preguntó a Aragorn qué sabía de Fangorn, y si eran ciertas las leyendas que había oído de pequeño, acerca de los Onodrim, o Ents, que habitaban en el bosque.
- "He oído también las leyendas, y nunca pensé que fueran otra cosa, hasta oír la advertencia de Celeborn para que no nos internemos aquí. Pero yo pensaba preguntarte a ti, hermoso mío. Si un elfo de los bosques no sabe la verdad, ¿qué podría esperarse de un mortal?", bromeó Aragorn, logrando hacer sonreír a Legolas.
- "Pero tú has viajado más lejos que yo. Y este bosque es viejo, incluso para las medidas élficas, mas no se si es cierto lo que de él se cuentan, sólo conozco las leyendas", respondió el elfo, con un nuevo bostezo.
Gimli se ofreció a hacer la primera guardia, mientras Aragorn acomodaba las mantas que compartiría con el elfo. Entonces Legolas se le acercó, abrazándolo, y apoyó la cabeza en su hombro. Aragorn se sorprendió, pues quien iniciaba el primer contacto era siempre él, y su corazón se alegró. Tomó a Legolas entre sus brazos y se acostaron, cubriéndose con una de las mantas.
El elfo le sonrió. – "Buenas noches, mi señor", susurró en su oído, quedándose dormido en los brazos de Aragorn. – "Buenas noches, mi amor", dijo Aragorn, besándolo ligeramente en los labios. Luego lo abrazó protectoramente, acariciando los rubios cabellos, y mirando su rostro. Legolas dormía con los ojos abiertos, como todos los elfos.
Aragorn pensaba. Se sentía afortunado por tener el amor de Legolas, a quien amaba a su vez, tanto por su belleza exterior como por la interior, demostrada a través de su valentía, nobleza y sabiduría. Pero sabía que sería casi imposible que el pueblo de Gondor lo aceptase como su compañero. Con Arwen era diferente. Ella se había preparado durante largo tiempo, con ayuda de su padre, para ser la reina de Gondor, y unir así a ambas razas. Aragorn se había dado cuenta hacía mucho, que lo que confundió con amor, era en realidad un profundo afecto de hermano, pero se sentía culpable por su traición. Pronto llegaría el momento de las decisiones, y escogiese lo que escogiese, lastimaría a alguno de los dos seres que lo amaban. ¡Cuánto habría dado en ese momento por ser un simple montaraz!, pues sabía que Legolas lo amaría igualmente. ¡Pero no podía echar atrás la herencia de sus antepasados!. Con estos pensamientos se quedó dormido.
Solo un incidente perturbaría la tranquila noche. Gimli dijo haber visto un anciano vestido de gris, que tomó por Saruman, quien aparentemente había ahuyentado a los caballos. Decidieron buscarlos al día siguiente, pues probablemente habían vuelto a la Marca.
Cuando amaneció, desayunaron mientras discutían que hacer. Primero, buscarían a los hobbits en el bosque, luego trataría de regresar a Rohan a pie.
- "Es un bosque muy viejo, tan viejo que me siento joven otra vez, como nunca lo había sentido, desde que viajo con unos niños como ustedes. Pero no hay malicia en él, sólo percibo vigilancia y cólera. Yo hubiera sido feliz aquí, si hubiera venido en tiempo de paz", dijo Legolas, pensativo.
- "Pues este niño piensa que debemos entrar. Pero seamos cautelosos, y no toquemos ninguna rama viviente", respondió Aragorn, divertido del comentario del elfo. Ciertamente era viejo, por lo menos 3000 años. Pero por su rostro hermoso no había pasado el tiempo.
- "¡Elfo loco!", gruñó Gimli, "pero es bien sabido que los elfos son gente rara. A pesar de eso, te seguiré al bosque, si tienes el arco tan bien dispuesto como yo tengo el hacha".
Y con estas palabras, se adentraron en Fangorn, guiados por Aragorn, quien seguía las huellas de los hobbits.
Al poco rato, llegaron a la pared de piedra por donde, un día antes, habían pasado los hobbits. Subieron en ella para ver mejor, y entonces Gimli volvió a ver al anciano.
- "¡Es Saruman!", gritó desesperado, - "dispara Legolas, antes de que nos haga daño".
Pero la flecha se quedó en la mano del elfo, que miraba al anciano, incapaz de disparar. Entonces, el viejo dejó caer el manto gris, y un resplandor blanco lo envolvió. Legolas se inclinó, diciendo – "¡Mithrandir ha vuelto de las sombras", pues había reconocido a Gandalf.
Los demás lanzaron también exclamaciones de alegría. El mago había sobrevivido a Moria, ayudado por Galadriel, y ahora regresaba, convertido en Gandalf el Blanco. ¡Qué poderoso aliado para combatir a las sombras!.
Se sentaron un momento en la hierba, explicando a Gandalf todo lo que había sucedido desde que lo perdieron en Moria. Pero Gandalf sabía algo más. Efectivamente, Frodo había partido solo a Mordor, pues Gwaihir el águila, Señor de los Vientos, y amigo de Gandalf, lo había visto. También los tranquilizó respecto a los hobbits.
– "Están seguros, con los ents", dijo.
- "¡Entonces las leyendas eran ciertas!", exclamó Legolas, - "y los Onodrim viven aquí. ¡Cómo quisiera ver a uno de ellos!"
- "Y los verás, amigo mío", respondió Gandalf, - "pero no ahora, pues los ents tienen aún un papel que jugar en esta guerra. Y en cuando a nuestros amigos, están con Bárbol, conocido también como Fangorn, el guardián de este bosque. Y ahora, amigos míos, cuéntenme cómo es que la Compañía llegó hasta aquí".
Gandalf los miraba pensativo, mientras escuchaba el relato de la muerte de Boromir. Ciertamente la Compañía había cambiado, como él mismo, después de la separación. Gimli y Legolas ya no peleaban. Es más, podía notar que eran amigos. Aragorn, normalmente callado y serio, había adoptado ahora una actitud más alegre, y sus ojos brillaban cada vez que miraba al elfo. Además, había liderado valientemente a la Comunidad en ese largo camino, y lo seguiría haciendo hasta el final. En cuanto Legolas, la conclusión era obvia. El elfo amaba a Aragorn. Gandalf lo había visto venir, desde que partieron de Rivendel. Y luego, en Lórien, Galadriel se lo había confirmado.
- "El destino toma caminos imprevistos", pensó Gandalf. Galadriel tenía esperanza en ese amor. Era necesario para darle a Aragorn las fuerzas que necesitaba. Mas qué pasaría luego, no podía decirlo. Ni toda la magia de Gandalf podía influir en los asuntos del corazón. Sólo esperaba que ninguno de sus amigos saliera lastimado.
Legolas preguntó entonces cómo Gandalf se las había arreglado para escapar del Balrog, y el mago los entretuvo con el relato de su lucha en la oscuridad. También les habló de la doble traición de Saruman, quien quería para sí el anillo de poder. Ahora, tanto Gondor como Isengard eran enemigas de Mordor, y Sauron había enviado a los Nazgul montados en monstruos alados, junto con ejércitos de orcos. Luego les dijo que había estado en Lórien, y traía un mensaje de la Dama.
El mensaje para Aragorn decía:
"Elessar, Piedra de Elfo, extraños senderos has de recorrer para cumplir tu destino, hacia el mar un ejército espera, tu camino irá por las sendas de los muertos, mas la hoja guiará tu corazón".
El mensaje para Legolas era el siguiente:
"Legolas Hojaverde, tus ojos y tu brazo estarán prestos para combatir al terror que caerá del cielo, mas las flechas no servirán y caerás en las tinieblas, pero la piedra te salvará, y atará para siempre la hoja a la Tierra Media"
A Gimli le deseaba buenaventura, recordándolo siempre como el portador del Rizo Dorado obsequiado por ella.
- "Extraños mensajes les ha enviado la Dama", dijo Gimli, "quisiera que fueran más claros, cómo el mío".
- "¿Cómo podrían ser más claros, si ella está hablando de nuestra propia muerte?", contestó Legolas. Para él era claro que la piedra era Aragorn, y la hoja, él mismo. Pero no lograba entender el resto del mensaje.
- "Extrañas palabras, sí", admitió Aragorn, "pero Gandalf mismo nos ha demostrado que un hombre puede cambiar su destino, lo mismo puedo decir de los elfos", y puso la mano en el hombro de Legolas para tranquilizarlo, pues su amado tenía una profunda tristeza en la mirada. No se atrevió a hacer otra cosa, pues Gandalf estaba presente.
- "Amigos míos, debemos ahora dirigirmos a Edoras, en el país de Rohan, morada del Rey Théoden. Se avecina una guerra, y necesitará toda la ayuda posible", les dijo Gandalf, levantándose.
Luego, silbó fuerte por tres veces.
Entonces, se oyeron relinchos, y vinieron corriendo tres caballos. Dos de ellos eran Hasufel y Arod, y el tercero era un hermoso animal, mucho más grande que los otros, y que corría como el viento.
- "Este es Sombragris, el mejor caballo de la Marca, antes montura de Théoden, pero ahora llevará al Caballero Blanco. Su velocidad no tiene igual. Iré con Gimli en él, si lo permite, y ustedes nos seguirán en dirección a Edoras", dijo Gandalf, quien, uniendo la acción con la palabra, montó a Sombragris, subiendo con el a Gimli, y partió velozmente al país de los Rohirrim.
Legolas y Aragorn subieron a sus caballos. Aragorn miró entonces al elfo, quien se había quedado triste desde que oyó el mensaje de la Dama del Bosque.
- "Hermoso mío, lo que ve el Espejo de la Dama es uno de los muchos escenarios que depara el futuro. Y aún sea nefasto mi destino, lo afrontaré gustoso si estoy a tu lado. Pero oscuras son sus palabras, y cualquiera puede ser su significado", dijo Aragorn.
- "Lo sé, mi señor. Y no estaré triste si estás a mi lado. Mi corazón se alegra contigo.", dijo Legolas, sonriéndole con dulzura.
- "¡Vamos entonces! Pues mi espada extraña el clamor de la batalla, y desea atravesar orcos", exclamó Aragorn.
Y ambos partieron rumbo a Edoras.
Pronto Legolas y Aragorn alcanzaron a Gandalf, quien había pedido a Sombragris aminorar el paso y esperar a sus amigos.
Ya se veía el humo en los techos de Edoras, que presagiaba la próxima batalla. A lo lejos, el techo del palacio dorado de Meduseld, donde vivía Théoden, resplandecía a la luz del sol.
Theóden era el Rey de la Marca, y era un rey muy querido y respetado por su pueblo. Sin embargo, algo había cambiado en él. Al producirse la traición de Saruman, éste colocó un espía en la corte de Théoden, para envenenar la mente del anciano rey con sus intrigas.
En efecto, Gríma, Lengua de Serpiente, había cumplido muy bien su cometido, pues logró poner al rey en contra de sus sobrinos, a quienes quería como sus hijos, y quienes lo querían a él también. Así, Éomer, Tercer Mariscal de la Marca, y sobrino del rey, había discutido con su anciano tío antes de salir a patrullar las fronteras, poco antes de encontrarse con Aragorn. En cuando a Eowyn, su hermana, habia quedado al cuidado de su tío, ya que por ser mujer, no se le permitía luchar.
Théoden, quien antaño había sido amigo de Gandalf, habiéndole prestado incluso a Sombragris, cuando el mago escapó de Orthanc, ahora, envenenado por las intrigas de Gríma, consideraba a Gandalf enemigo, y portador de malas noticias.
Así llegaron Gandalf y sus compañeros a las puertas de Edoras, y fueron recibidos por los guardias, quienes, después de interrogarlos y consultar en el palacio, los hicieron pasar y los guiaron hasta Meduseld.
Mientras se dirigían al palacio, pudieron ver la ciudad. Las casas estaban cerradas, la poca gente que había en las calles se quedaba mirándolos, pues nunca habían visto a un hombre, un elfo y un enano cabalgando juntos. Les llamaba especialmente la atención la belleza de Legolas, ya que habían oído de los elfos, pero jamás habían visto uno.
Una vez en el palacio, los guardias de la puerta les dijeron que el Rey Théoden los recibiría, sin embargo tendrían que dejar sus armas por órdenes de Gríma. Legolas entregó su daga, arco y flechas, recomendando que los cuidasen pues eran un regalo de la Dama del Bosque.
Aragorn, sin embargo, se resistía a desprenderse de Andúril, pero a instancias de Gandalf, finalmente lo hizo, colocándola él mismo apoyada al muro, junto a las cosas de Legolas, y advirtiendo que sobrevendrían grandes desgracias si alquien que no fuese el Heredero de Isildur la tocaba. Luego, Gimli entregó su hacha, y Gandalf su espada Glamdring, mas conservó su bastón, que, según dijo, le servía de apoyo en su vejez.
Fueron conducidos por Háma, el Ujier de Armas del rey, hacia la sala donde se encontraba éste. Allí, sobre una plataforma con tres escalones, se levantaba un trono de oro, en el cual se hallaba sentado un anciano encorvado, de cabellos blancos, sobre los cuales tenía puesta una corona de oro con un diamante. A su lado se encontraba la Dama Eowyn, vestida de blanco, y al pie del trono se hallaba Gríma.
Gandalf habló entonces:
- "Salve Théoden, hijo de Thengel. He regresado como prometí, a traer ayuda y consejo en estos tiempos oscuros"
Sin embargo, Théoden había sido envenenado por las intrigas de Gríma, quien llamó a Gandalf Cuervo de la Tempestad, ya que siempre aparecía para traer malas noticias, se levantó diciendo que no eran bienvenidos.
- "Habéis hablado bien mi señor", dijo Gríma, levantándose a su vez, -"¿qué ha traído este vagabundo sino malas noticias? Acabáis de perder a vuestro hijo, nos anuncian que el mal ha desperado en Mordor, y en este nefasto momento elije volver, trayendo a estos tres vagabundos vestidos con harapos, siendo él mismo el más harapiento de los cuatro".
Al oír esto, Gandalf se irguió y respondió:
- "¿Vagabundos dices?, pocas veces Rohan tuvo el honor de recibir huéspedes semejantes. Grises son las ropas que llevan, pues han sido vestidos por los elfos del Bosque Dorado, y sus hazañas en batalla harían palidecer a cualquier guerrero. Se trata de Aragorn, hijo de Arathorn y heredero de Isildur, Legolas el elfo, hijo de Tharanduil y príncipe de Mirkwood, y Gimli el enano, hijo de Glóin. De manera que guarda tu lengua bífida detrás de los dientes. No me he salvado del fuego para cambiar palabras con un sirviente"
Gandalf levantó su vara, y se irguió cubierto de luz. Gríma trató de huir, mas fue detenido por Gimli. Entonces Gandalf conjuró sus poderes para hacer ver la luz nuevamente a Théoden, y logró librarlo del hechizo de Saruman.
El anciano rey cayó al suelo, siendo levantado por Eowyn. Abrió los ojos lentamente, reconociéndola, pues la bruma que había en su cerebro se disipaba. Entonces sonrió, y las arrugas que habían en su rostro desaparecieron en su mayoría. Se puso de pie y empuñó su espada.
El Rey había vuelto.
Entonces, Gandalf lo llevó afuera, en el pórtico, desde donde se podía contemplar Rohan, tomando ambos asiento en el sitial de piedra que allí había. Sus compañeros lo siguieron, permaneciendo de pie, cerca de allí. Ninguno de ellos había dicho una palabra, por recomendación del mago; sin embargo, Legolas estuvo a punto de hacerlo, al oír llamar vagabundo a Aragorn.
Lo que allí hablaron, nadie lo supo. Pero luego de eso, el rey comprendió la gravedad de la situación, y mandó traer a Éomer, a quien mantenían prisionero por consejo de Gríma.
Grande fue la alegría de Háma cuando le ordenaron liberar a su camarada y llevarlo a presencia del rey. Éomer entonces se arrodilló ante su tío, regocijado como todos por la recuperación de su soberano. Así, fue reinvindicado como Tercer Mariscal de la Marca.
Luego, Théoden mandó traer a Gríma. Pero no lo mató, por consejo de Gandalf. En lugar de esto, le proporcionaron un caballo para que fuera donde quisiese. Gríma se apresuró a volver junto a Saruman.
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LOTHLORIEN
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Galadriel contemplaba preocupada el espejo de agua. Cosas inquietantes en él se veían: Frodo corría el peligro de la traición de Gollum, Saruman había traicionado a su vez al Señor Oscuro, y preparaba un ejército que marcharía contra Rohan primero, y después contra Gondor. Pero lo que más la preocupaba era una visión sobre Arwen, que ella misma no podía entender...
Hacía una semana que Haldir había partido con cien de los mejores arqueros de Lórien. Sólo esperaba que llegaran a tiempo.
El guardián del Bosque Dorado había recibido con agrado la noticia, ya que prefería la acción a la espera. Y además, tendría la oportunidad de volver a ver a aquél que lo había cautivado.
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EDORAS
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El momento de las decisiones había llegado. Conferenciaron acerca de lo que podrían hacer, y finalmente el Rey ordenó que se evacuara la ciudad, y que todos se dirigieran al Abismo de Helm, en el cual se alzaba la fortaleza de Cuernavilla. El mismo partiría a librar esa batalla y defender a su pueblo.
Entonces, Théoden les mostró que la hospitalidad de los hombres de la Marca seguía siendo la misma de antaño, ya que, consciente de que sus huéspedes habían cabalgado varias horas sin descanso, mandó a servir la comida sentándolos junto a él. Además, hizo que preparasen las habitaciones, pues descansarían allí unas horas, mientras se hacían los preparativos para la partida.
Durante la comida, la Dama Eowyn sirvió una copa de vino, brindando en honor a su tío. Al acercarse a llenar el vaso de Aragorn, su mano lo rozó, y el sintió como ella temblaba. Así la vio, hermosa y fría. Pero su corazón pertenecía a otro, que en ese momento había dejado de charlar con Gimli, y lo miraba en silencio. Bebió de la copa, pero ya no sonreía, pues había visto tristeza tanto en los ojos de Eowyn como en los de Legolas.
Ni Aragorn ni Gandalf estuvieron de acuerdo con la decisión del rey sobre la retirada al Abismo de Helm. Sin embargo, era la voluntad del rey, y estaban en su reino. Gandalf montó en Sombragris y partió hacia el oeste a buscar más ayuda, pidiendo a Aragorn que resistan hasta su regreso.
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RIVENDELL
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Glorfindel había llegado finalmente a Rivendel, trayendo alarmantes noticias: la Comunidad había perdido a Gandalf, y los mensajeros alados de Galadriel habían visto orcos en Isengard.
Arwen acababa de leer la misiva de Aragorn, y no hizo más que confirmar sus sospechas. El mensaje era amable y cariñoso, pero no tenía ninguna palabra de amor, ni alusión a su promesa. Tampoco hablaba de Legolas.
Desesperada, fue a su habitación e inmediatamente sacó el objeto que guardaba celosamente, en una pequeña cámara de la pared, oculta por un cuadro. Se trataba del tercer anillo de poder entregado a los elfos. Este anillo había estado en poder de su padre, hasta que ella lo encontró, poco antes de que Bilbo llegara. Elrond no se había percatado de su pérdida, pues no lo utilizaba jamás, y lo había tenido guardado dentro de un cofre.
Arwen se puso el anillo, y, sin estar muy segura de lo qué hacía, se dirigió a la habitación de su padre, que guardaba allí numerosos libros y objetos que eran conocidos por pocos elfos.
Buscó varios textos antiguos, y finalmente encontró lo que buscaba.
Elrond, mientras tanto, celebraba un consejo, con sus hijos gemelos Elladan y Elrohir, Glorfindel y los otros elfos de más edad que vivían en Rivendel. En el consejo, se decidió que los gemelos irían a buscar a los dúnadan, de quien Aragorn era líder, y los llevarían a Gondor, que era donde probablemente se encontraba el Heredero de Isildur, para ofrecerle su ayuda en la batalla que sin duda allí se efectuaría. Los hermanos de Arwen partirían al amanecer.
Arwen entonces dedicó esa noche a preparar un obsequio para su prometido, confiando en que lo recibiese a tiempo.
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EDORAS
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Después de la comida, y mientras se hacían los preparativos para la evacuación de la ciudad, Aragorn, Legolas y Gimli se dirigieron a sus habitaciones, aprovechando para descansar unos momentos y asearse, antes de partir a la primera batalla de la guerra que libraban con el Señor Oscuro.
Legolas entró en su habitación, amplia y bien amoblada. En el baño había una tina preparada por los sirvientes, así que se despojó de sus vestiduras para tomar un baño. Lentamente, fueron cayendo al piso las prendas, y el elfo se irguió, desnudo y espléndido, mientras deshacía las trenzas de sus cabellos.
Pensaba en lo que había visto en la corte de Théoden, y también en las miradas que la Dama Eowyn diera a Aragorn durante la cena. Era inevitable, se decía, que se sintiera atraída por el dunadan, tan apuesto, noble y valiente. El mismo sentía eso, y no podía reprochárselo a ella. Lamentaba no poder estar al lado de su adorado, pues no era prudente, con el palacio lleno de soldados.
Entró en la tina. Quería aprovechar este momento de descanso al máximo. Fue quitándose poco a poco la suciedad del camino, haciendo que su piel se viera más blanca y tersa aún. Frotó sus dorados cabellos con un compuesto de hierbas, que producían una espuma deliciosa. Cerró los ojos, mientras se lavaba el cabello, perdido en sus pensamientos.
De pronto, sintió que se abría la puerta, y Aragorn, vestido con una túnica negra, y con los cabellos húmedos, pues también había tomado un baño, le dijo con afecto:
- "Veo que necesitas ayuda, mi bello príncipe", al tiempo que se acercaba, tomando asiento en el borde de la tina.
- "Tu ayuda es bienvenida, mi señor", respondió el elfo.
Entonces, las manos de Aragorn empezaron a lavarle los cabellos, quitando todo rastro de suciedad. Legolas tenía los ojos cerrados mientras sentía esa caricia secreta, y sentía crecer su deseo de tocar a su amado.
Aragorn terminó de lavar los rubios cabellos, y tomó la esponja para, lentamente, frotar la espalda de Legolas, y luego su pecho, acariciando los firmes músculos del elfo, quien suspiraba con los ojos cerrados. Aragorn usaba ambas manos, tratando de mantener el equilibrio, pues había llegado en su exploración a la mata de vello dorado en el sexo de su amado, que ahora se estremecía de placer.
De pronto, sintieron un golpe en la puerta, y se sobresaltaron tanto, que Aragorn cayó a la tina. El ruido hizo que el intruso abriera la puerta apresuradamente, pensando que quizá Legolas se hallaba en algún peligro.
Gimli entró con el hacha en la mano, pero la dejó caer cuando encontró a un montaraz empapado que salía de la tina, y a un elfo rubio que no paraba de reír.
- "¡Elfo loco!", gruñó, recogiendo el hacha. – "y en cuanto a ti, hijo de Arathorn, Théoden envía a buscarte, pues desea verificar los últimos preparativos para la partida". Y dicho esto, el enano se marchó rápidamente.
Legolas salió a prisa de la tina, tomando el lienzo que le alcanzó Aragorn para secarse. "Lástima", dijo, pues no podían distraerse de la batalla que se aproximaba.
Aragorn lo besó en los labios antes de salir a su
propia habitación para cambiarse apropiadamente y se
dirigió rápidamente al encuentro de Théoden. Había cambiado
sus ropas, por otras del mismo color oscuro, pero conservaba el manto élfico
regalo de Galadriel.
- "Debemos partir enseguida, los exploradores que enviamos dicen que se
acerca un ejército", dijo el rey, mientras daba las órdenes de evacuar
inmediatamente Edoras.
- "Prefiero hacerles frente, que correr delante de ellos", exclamó
Aragorn.
- "Son sólo dos días de camino hacia la fortaleza, allí lucharemos con
ellos", contestó Éomer, apoyando la decisión de su tío.
Aragorn entonces se retiró. Sus pasos lo llevaron donde los caballeros
empacaban los últimos artículos para la guerra, y allí vio a Eowyn practicando
con una espada. Se acercó silenciosamente, sacando a Andúril de su vaina élfica,
y bloqueando el tiro de la dama. Ella lo miró y continuó el lance, siendo
bloqueado él esta vez.
- "Veo que manejas bien la espada", dijo Aragorn.
- "Las mujeres en esta tierra han aprendido a luchar", contestó ella
- "No le temo a la batalla, ni a la muerte"
- "¿Entonces a qué le temes?"
- "A una jaula. A estar entre los barrotes hasta que la costumbre
y la edad los acepten, y toda opciòn de luchar se haya ido", dijo ella. Se
refería a que, por ser mujer, no se le permitía luchar por su país, como ella
deseaba ardientemente. Aragorn vio la tristeza en sus ojos, y se alejó.
Legolas y Gimli lo esperaban junto con
Éomer para iniciar el éxodo hacia el Abismo de Helm. Cabalgarían juntos. Esta
vez, Gimli y Éomer irían en el centro, siendo flanqueados por Legolas, que
montaba a Arod, y Aragorn, que lo hacía en Hasufel.
Delante de todos, iba el Rey.
De esta manera, se inició la partida. Mujeres, niños y ancianos iban en el
centro, rodeados por los caballeros. Habían
exploradores que subían a las colinas, escrutando el horizonte. Casi anochecía,
pero debían avanzar todo lo posible antes de poder descansar. Era una marcha
penosa, casi nadie hablaba, abrumados por el temor. Eowyn iba de pie, cerca de
su tío y de Aragorn.
Habían caminado cerca de cinco horas, y la noche era tan cerrada que no se
podía ver más. Hicieron un alto para descansar, mientras los jinetes
establecían los turnos de guardia. Éomer envió también una patrulla de
exploradores hacia Cuernavilla, y otra a resguardar el camino de Edoras, por
donde se desplazaba el ejército de orcos.
El turno de guardia de Aragorn era el segundo, por lo que se acostó a descansar
bajo un árbol, algo apartado del resto. El montaraz estaba cansado, y se durmió
instantáneamente, pensando, como siempre, en su amado elfo y en Arwen.
Era primavera en Lórien. Los árboles
estaban llenos de frutos, la hierba, de flores. Se encontraba en un claro del
bosque, junto a la cascada. Nunca antes esa tierra había estado tan hermosa,
ahora que Sauron había sido derrotado. Arwen se encontraba con él, sus manos
entre las suyas. El momento había llegado.
Su elfo lo esperaba en la que sería su vivienda en Lórien. Ahora le diría a
Arwen toda la verdad.
Lo hizo lentamente, con las palabras exactas. Nunca había estado tan lúcido y
consciente de sus sentimientos. Pero entonces ella habló. Lo hizo en una lengua
extraña que lo aterró, trató de moverse, pero no podía. Un presentimiento lo
asaltó de repente: ¡Legolas¡.lentamente logró avanzar,
como si estuviera dentro del agua. Se dirigió hacia los árboles, tratando de
pedir ayuda, pero ninguna palabra salió de su boca.
Legolas yacía boca abajo cerca de un mallorn, sus ropas desgarradas, cubierto
de la sangre de numerosas heridas que tenía en la espalda y los muslos. Corrió
a su lado, tomándolo en sus brazos, pero su cuerpo estaba frío. A su lado se
hallaba Arwen, que sujetaba el Evenstar como si fuera un péndulo, derramando
una luz azul sobre el cuerpo inerte de Legolas.
Entonces saltó sobre Arwen quitándole el
relicario, y de algún modo supo que su amado había muerto. Un grito ahogado
salió de sus labios "NOOOOOOOOO, Arwen, nooooooooooooooooo"
Eowyn buscaba a Aragorn entre los durmientes soldados. Finalmente lo vio al pie
de un árbol, y se dirigió allí. El dunadan dormía, pero el suyo no era un sueño
placentero, su rostro tenía una expresión de enorme angustia, se agitaba
dormido.
Eowyn temía despertarlo, pero era tal el sufrimiento que
veía, que extendió la mano para calmarlo. Entonces Aragorn aferró con fuerza el
relicario que normalmente le colgaba del cuello, bajo la camisa, pero que en
ese sueño cruel, habíase escapado de ese lugar, deslizándose sobre sus ropas.
Luego gritó un nombre: "ARWEN, nooooooooo", y tomó la mano de Eowyn
con fuerza, para despertar sollozando.
- "Señor, solo soy yo. Ha sido un mal sueño, es todo", dijo ella,
mirándolo con dolor al ver que él apartaba la mano.
Aragorn se sentó un momento, tomando conciencia de donde estaba. Se sentía
enormemente aliviado, sólo había sido un sueño...pero toda esa angustia fue tan
real...
Eowyn lo miraba preocupada sin decir nada. Él trató de tranquilizarla.
- "Lo siento, estos tiempos oscuros hacen que los sueños también lo
sean", respondió Aragorn, al tiempo que se ponía de pie, arreglando sus
cosas.
- "Mi turno de guardia se acerca, iré con los otros", continuó él.
Aragorn guardó sus cosas en silencio, tomó sus armas y partió en busca de
Legolas, pues quería asegurarse de que se encontrara bien. Lo vio de pie sobre
una roca, cubierto por un rayo de luna que lo hacía ver etéreo. Quiso
acercarse, pero Éomer lo llamó, ya que compartirían el turno. Aragorn suspiró,
esa noche sería larga.
El elfo de Mirkwood no había dormido aún, ni lo necesitaba, pues los de su raza
son más resistentes a la falta de sueño. Se hallaba esperando a que su amado
despierte. Luego lo vio con Éomer y supo que ya no tendrían un momento a
solas.quizá así sería hasta finalizar la guerra. Luego, no lo sabía.
La Dama Eowyn se acercaba, Legolas le sonrió bajando de la roca.
- "¿Puedo ayudar en algo a la Dama de Rohan?, preguntó cortésmente
- "Tú eres uno de sus más cercanos amigos. Su corazón sufre por el amor de
una doncella, ¿sabes quién es?", preguntó Eowyn a su vez.
Legolas por un momento no supo qué responder. Luego habló lentamente.
- "¿El te lo ha dicho?", temeroso de la respuesta que oiría.
- "No, pero lo vi llorar en sueños, mientras aferraba el relicario que
lleva, y repetía el nombre de Arwen", dijo ella.
- "Aragorn está comprometido con ella", contestó sencillamente el
elfo.
- "Entiendo ahora por qué rehuyó mi presencia", dijo ella,
pensativamente. De pronto preguntó de nuevo - "Y tú, ¿amas a alguien y
eres correspondido?"
- "....sí...pero es...es...un amor imposible...", respondió el elfo
con pesar.
- "Cualquier doncella sería dichosa de que tu la mirases, eres tan apuesto
y amable..."
- "No es eso lo que busco...además, la belleza no es todo", dijo
Legolas tristemente. - "Ahora, Dama Eowyn, debo buscar a mi amigo Gimli,
pues se acerca nuestro turno de guardia", y el elfo se alejó.
Eowyn se quedó pensando qué podría haber dicho para hacerlo sentir tan mal.
Legolas encontró a Gimli con Háma. El enano, al verlo, supo que algo le
sucedía. Normalmente, su amigo tenía la serenidad característica de los elfos,
pero ahora lo veía agitado, ¿sería la proximidad de la batalla? Gimli no lo
creía así, más le parecía como si un dolor interno consumiera a su amigo, y no
necesitaba un gran esfuerzo mental para adivinar la causa de ese dolor.
Intercambiaron algunas palabras, y Legolas subió a una pequeña colina, diciendo
que iba a vigilar. Pero Gimli sabía que ni la penetrante vista del elfo podía
ver algo en esa noche tan cerrada.
Legolas permaneció allí lo que quedaba de la noche. Ahora sabía que Aragorn
pensaba en Arwen, sollozaba por ella en sueños, y es en los sueños, se decía,
que uno actúa como realmente siente. Quizás el mismo Aragorn estuviera
engañado, sin darse cuenta...y en cuanto a él, no quería estar lejos de su
amado, aunque esto significara su propia muerte.
Amaneció, y el elfo continuaba allí, parado en el mismo lugar, sin moverse.
Había llorado silenciosamente durante la noche, pero ahora tenía la
tranquilidad que le daba la decisión que había tomado. Permanecería junto a
Aragorn mientras él lo necesitara. Luego, desaparecería y nunca más lo volvería
a ver.
Allí fue donde lo encontró Aragorn. No había podido separarse de Éomer ni de
Théoden en toda la noche. El viejo rey hablaba de sus antepasados, y de cómo
habían resistido una guerra en el Abismo de Helm. Luego le habló de su hijo, del
amor que sentía por sus sobrinos. Habría sido muy descortés dejarlo solo,
además, cuando hablaba con Legolas, le parecía que todos los ojos de los
eorlingas estaban sobre él.
El elfo le sonrió serenamente, invitándolo con la mirada a acercarse. Su silueta
se recortaba sobre la colina, las primeras luces del alba brillaban en sus
cabellos. Su rostro tenía una belleza inigualable, pero Legolas era también un
guerrero. Su arco y flechas así lo demostraban, siempre listas para que su mano
diestra abatiera enemigos. Alto y silencioso, parecía formar parte del paisaje.
Su mirada estaba resuelta, en su rostro no había más tristeza.
En ese momento, Éomud, uno de los jinetes, llegó apresuradamente.
- "Señor, el Rey desea verlo. Los exploradores han regresado y traen
noticias"
Aragorn se fue con él.
TBC
