All that you can't leave behind

Por: Ayesha

Autor = Ayesha

E-mail =lg_100309@hotmail.com

Clasificación = Entre R y NC-17. Los primeros capítulos serán PG-13

Parejas = Aragorn/Legolas, Haldir/Legolas, Haldir/Finwe, Elladan/Elrohir/Finwe, Elladan/Elrohir/Haldir/Finwe

Disclaimer =Los personajes de esta historia son propiedad de J.R. Tolkien. Esto es puro entretenimiento y no me reporta beneficio económico alguno. Yo sólo soy culpable de inventarme a Finwe.

Resumen = Luego de finalizar la Guerra del Anillo, Aragorn y Legolas son pareja, pero por un motivo desconocido, Aragorn anuncia su compromiso con Arwen y Legolas huye.

Esta historia se llamó originalmente "El corazón del rey", pero la he revisado y corregido, por lo que decidí cambiarle de nombre.

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Capítulo 4: Despedida y reencuentro

Love is blindness
I don't want to see
Won't you wrap the night
Around me
Oh my heart
Love is blindness

Love is blindness – U2

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Edoras

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Haldir y los arqueros de Lothlórien llegaron a Edoras. Habían navegado por el Anduin, siguiendo la misma ruta que la Comunidad, y luego marchando sin descanso en su prisa por llegar a tiempo.

Edoras parecía la ciudad de la muerte, todo era desolación. Sin embargo, no había cadáveres, aunque las viviendas habían sido saqueadas y quemadas.

Era evidente que la ciudad había sido evacuada horas antes del saqueo, aunque los orcos se habían desquitado con lo poco que quedó. Haldir sintió encogerse su corazón pensando en lo que hubiera pasado si esas espantosas criaturas hubiesen atrapado a un elfo de rubios cabellos y poseedor de una belleza sin igual...

Llamó a los Galadhrim, ordenándoles agruparse y continuar la marcha, pues nada podían hacer allí. Para él era natural dar órdenes, era el Primer Capitán de Guardias de Lothórien y persona de confianza de la Dama y el Señor del Bosque Dorado desde hacía un milenio. Gallardo, frente a los arqueros, discutía con Rúmil la ruta a seguir, tan concentrado que ni siquiera notó la mirada de adoración que le daba Finwë, el más joven de los elfos que lo acompañaban.

Siguieron el rastro de los orcos, sabiendo que se dirigían al Abismo de Helm, pues allí había una fortaleza usada contra los enemigos en tiempos remotos. Los elfos marchaban a pie, manteniendo un trote ininterrumpido, mientras Haldir enviaba a los exploradores por delante.

Él mismo marchaba al frente, en su prisa por cumplir el encargo de sus señores, y el de su propio corazón.

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Isengard

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- "Théoden se moverá. No esperará en Edoras a tu ejército", dijo Gríma – "se dirigirá al Abismo de Helm, donde está la fortaleza. Llevará incluso a las mujeres y niños allí".

- "De modo que buscarán refugio en el Abismo de Helm", Saruman sonrió.

- "Los muros de la fortaleza son de roca sólida…sin embargo, hay un agujero en la base, del tamaño de un drenaje, pero aún si lograran pasar por allí, se necesitarían al menos trescientos soldados para la pelea", continuó Gríma, intrigado por un polvo oscuro que Saruman había estado preparando. ¿Cómo el fuego derrotaría a la piedra?, tenía fe en la magia de Saruman, pero habían cosas que su mente no lograba entender.

Saruman sabía que una vez abierta la pared de piedra, lo demás sería sencillo. Condujo a Gríma al balcón de la torre, desde donde se podía ver a un ejército de diez mil hombres y uruk-hai. Vitorearon la aparición de su líder, quienes los arengó, ordenándoles partir al Abismo de Helm y no dejar nada con vida.

El ejército partió.

Llegarían al siguiente día.

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Camino al abismo

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El éxodo se reanudó con prisa, pues los exploradores traían noticias de que sus perseguidores se acercaban rápidamente.

Legolas se mantenía apartado del resto, constantemente observando el horizonte, hasta donde su penetrante vista podía llegar. También observaba a Aragorn, su amado parecía angustiado por algo, y constantemente sus miradas se encontraban, mas no podrían hablar a solas hasta que ese difícil momento haya pasado.

Aragorn marchaba con Eowyn, quien le preguntó sobre el relicario, trayéndole nuevamente el ingrato recuerdo de aquella aterradora pesadilla. Al menos su elfo se encontraba bien, hasta donde podía verlo, aunque no había hablado con él en toda la mañana.

Habían caminado varias horas, durante las cuales Gimli se había encargado de entretener a la Dama Eowyn, con anécdotas acerca del elemento femenino de su raza, complementados por ocasionales comentarios de Aragorn, causando la risa de la dama y de los jinetes que los acompañaban, aligerando así la tensión de la marcha.

Háma subió a una colina pequeña, pues creyó haber visto que algo se movía. En cuestión de segundos, un espantoso wargo apareció, corriendo a atacarlo antes de que sus compañeros pudieran reaccionar. Entonces, una rubia figura se precipitó velozmente empuñando su daga y dio muerte al feroz animal. – "Un rastreador", gritó.

Aragorn comprendió enseguida, y gritó que ya venían. La batalla se aproximaba.

Théoden ordenó que los ancianos, mujeres y niños se dirigieran a la Puerta de Helm, guiados por Eowyn, quien al principio se negó, pues quería luchar, pero luego no tuvo más remedio que aceptar el pedido de su tío.

Los jinetes, guiados por Aragorn, Éomer y Théoden se dirigieron al galope a la colina, donde se hallaba el elfo, con el arco en las manos, listo para disparar.

Legolas observaba a la horda de criaturas inmundas, montadas en wargos. Era un ejército pequeño, pero peligroso. Apuntó al que parecía ser el líder, y con certera precisión lanzó la primera flecha. La criatura cayó muerta de su montura.

Luego siguieron otras flechas, hasta que llegaron los jinetes, con Gimli en el lomo de Arod. El caballo se acercó a su amo, que subió ágilmente, y continuó disparando desde allí.

La batalla se desarrollaba con intensidad. Los que iban a caballo utilizaban lanzas y espadas para cortar las cabezas de los enemigos; los que habían caído de sus monturas, continuaban luchando a pie, con flechas y espadas. Legolas no dejaba descansar a su arco, disparaba flecha tras flecha, sin errar en el blanco. Cuando su carcaj estuvo vacío, continuó luchando con su daga.

Gimli luchaba de pie, con su hacha. A pesar de su corta estatura, era un gran guerrero, de enorme fuerza y resistencia. Partió la cabeza de un hachazo a un enorme wargo, quien, para su mala suerte, cayó sobre él. Cuando trataba de quitarse al inmundo animal de encima, apareció su jinete, un horrible orco. Pero el enano fue rápido, y le quebró el cuello. Entonces, aliviado trató de salir de debajo de los cuerpos, pero quedó paralizado de terror cuando otro wargo le gruñó amenazadoramente, parado sobre los cadáveres de sus compañeros.

En ese momento, Aragorn cabalgaba decapitando orcos con la espada, y al ver a su amigo en peligro, galopó a toda velocidad blandiendo una lanza, y atravesó al wargo, salvando a Gimli justo a tiempo.

Continuó la lucha, siendo de pronto desmontado de Hasufel. Al perder su montura, trató de subir en el lomo de un wargo, luchando con su ocupante, quien en los forcejeos le arrancó el Evenstar. La manga de Aragorn había quedado atrapada en el arnés que llevaba la criatura, y mientras Aragorn luchaba con el orco jinete, era arrastrado por su montura. Finalmente, arrojó al orco herido mortalmente, mas cuando quiso liberar su brazo, no pudo hacerlo a tiempo, y fue arrastrado en cuestión de segundos a la quebrada que había al pie del risco.

En minutos la batalla concluyó. Los orcos fueron derrotados en su totalidad, pero los hombres de Rohan sufrieron también muchas bajas.

Legolas miró el campo de batalla. Una horrible sensación se había apoderado repentinamente de él, al no encontrar a Aragorn.

- "Aragorn", gritó mientras buscaba frenéticamente entre los despojos, pero él no estaba allí.

Gimli también había empezado a llamar al montaraz, uniéndose al elfo en su búsqueda. Entonces una risa ahogada llamó su atención. Era el orco a quien Aragorn había herido, quien a pesar de estar agonizante, se regocijaba de que su oponente también haya muerto.

- "Dime qué ha pasado y te ahorraré el sufrimiento", dijo el enano blandiendo su hacha. Legolas se acercó también.

- "muertooooo", siseó la criatura, - "arrastrado…cayó al abismo"

Legolas se acercó desesperado. No podía creer lo que decía aquél orco. Se arrodilló junto a él, tomándolo por los hombros.

- "¡MIENTES!", exclamó con un nudo en la garganta, incapaz de creer que su amado haya caído.

El orco trató de decir algo más, pero el esfuerzo fue demasiado, y murió. Legolas lo soltó, y notó que en la mano crispada de la criatura brillaba algo. Lo tomó y entonces sintió que su mundo se derrumbaba. ¡El Evenstar!, bien sabía que Aragorn jamás se desprendería de esa joya, a menos que…¡NO!...no quería pensarlo…no era posible, no Aragorn…

Con la joya en la mano, se acercó lentamente al borde del risco. Las huellas indicaban que se había arrastrado algo por allí. Théoden había oído todo, y junto con Gimli se acercó también al precipicio.

Legolas observó. El borde del risco era rocoso, y al fondo de la quebrada corría un arroyo. No había señales de Aragorn…

- "Ningún hombre sobreviviría a una caída así", pensaba el desolado elfo – "ni siquiera él…lo he perdido…"

De pie junto a él, Théoden dio las órdenes a sus hombres.

- "Avancemos. Los lobos de Isengard no tardarán en volver. Dejen a los caídos"

Estas palabras parecieron volver a la vida al elfo por un momento. (¡Dejen a los caídos!), pero,  ¿cómo podría dejar a su amado?. Miraba impotente la quebrada…(¡Nadie sobrevive a una caída así!)…sintió una mano solidaria que apretaba su brazo…(Théoden)…

- "¡Vamos!", dijo compasivamente el viejo rey.

Théoden sintió lástima del elfo, tan seguro momentos antes durante la batalla, y ahora tan perdido. Una gran amistad debía unirlo con Aragorn, se dijo, y su pérdida debía de ser grande. Pero él mismo había perdido a su hijo recientemente, y no por eso podía permitirse flaquear ante su pueblo. Avanzó buscando su caballo para partir a la fortaleza.

Legolas miraba el precipicio, incapaz de moverse. Vio que Théoden se alejaba, sus ojos le mostraban simpatía. Debía creer que había perdido un amigo, ¡si supiera que había perdido su propia vida!, pues Aragorn era eso para él. (¡NO PUEDE ESTAR MUERTO!, ¡NO MI ARAGORN!). Sintió algo mojado en su rostro. No se había dado cuenta en qué momento había empezado a llorar. Ahora las lágrimas corrían incesantemente.

Gimli, mudo de dolor, contemplaba impotente el precipicio. Había perdido a su guía y compañero. Su corazón se encogió de cuando miró al elfo, que con el rostro cubierto de lágrimas aferraba el Evenstar, acaso el último recuerdo de Aragorn, entre sus manos.

Él había sido testigo del amor de ambos, de la forma en que Legolas se había entregado a él, sin condiciones. Sabía que su amigo estaba destrozado, pero no podía dejarlo así.

- "¡Vamos!, nada sacaremos quedándonos", dijo el enano, tirando del brazo de Legolas, que parecía no oírlo. – "él lo hubiera querido así, que su muerte no sea en vano"

(¡Muerto!) El elfo no se movía. Algo lo tenía clavado en el piso de aquél lugar por donde había caído su adorado Aragorn. Entonces, como en un sueño,  vio su rostro…(¡Continúa! Cumple su sueño, aunque él no esté para compartirlo. Le debes eso, te lo debes a ti. Sé digno de su amor)

Se dejó conducir dócilmente por Gimli. Los últimos jinetes abandonaban el campo. Arod se acercó a su amo, que montó como un sonámbulo, abrazándose al cuello del caballo…(¡Lo he perdido!). Arod relinchó suavemente, entendía la pena de su amo…permitió que subiera Gimli y lentamente los condujo con el resto de los jinetes.

Los hombres de Rohan, observaban pasar al elfo y al enano conducidos por Arod hacia adelante de la comitiva. Curtidos por las batallas, se sentían sorprendidos por la forma en que Legolas expresaba su dolor por el compañero caído. El hermoso elfo tenía una apariencia frágil, pero ellos habían podido comprobar su arrojo en la batalla. Los elfos eran conocidos como grandes guerreros, y Legolas hacía honor a ese nombre. Por eso no comprendían del todo su pena. Más de uno sospechó que otro sentimiento, más fuerte que la amistad, había unido al elfo con ese hombre. Y algunos incluso, sintieron envidia.

Llegaron finalmente una hondonada ancha y verde entre las montañas, desde la cual un desfiladero se abría paso entre las colinas. Era Abismo de Helm, llamado así en recuerdo de un héroe de antiguas guerras, que había tenido allí su refugio. Ante ellos se alzaba la Puerta de Helm, cuyos muros de piedra rodeaban la torre de la fortaleza, llamada Cuernavilla. La muralla se extendía desde allí hasta el acantilado más austral, cerrando completamente la entrada al desfiladero. Ahora vivía allí Erkenbrand, quien al enterarse de la inminente guerra, había hecho reparar los antiguos muros y abrir los refugios en las cuevas del desfiladero.

Eowyn se encontraba ya allí, instalando a los ancianos, mujeres y niños en las cuevas atrás de los muros de piedra. Se inquietó al no ver a Aragorn, temiendo lo peor.

Gimli le confirmó su peor presentimiento. "Cayó", fue todo lo que dijo. La Dama de Rohan sintió un hondo dolor, que trató de no demostrar. Se dirigió a buscar a Legolas, a quien halló en la cuadra, con Arod. El elfo ya no lloraba, su rostro estaba sereno, pero había una expresión de infinita tristeza en sus ojos. Se abrazaron en silencio, compartiendo su pena por el caído, pero no había tiempo que perder, debían prepararse para defender la fortaleza del ataque del ejército de Saruman.

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En el campamento

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Haldir, mientras tanto, había llegado al lugar donde sus amigos habían acampado. Allí ordenó a su ejército hacer un alto para comer y descansar. Calculaba que llegarían al abismo al anochecer, si mantenían el paso que llevaban.

Parado en una colina observaba el camino, pero no logró ver nada. No sabía que en esa misma colina había estado parado Legolas durante toda la noche del día anterior, ni mucho menos la tristeza que embargaba al elfo rubio en esos momentos.

Sus tropas se disponían a reanudar la marcha, ordenados en cuatro columnas. Todos iban armados con arcos y flechas, y sus cabezas rubias brillaban al sol, excepto una.

Sólo entonces reparó en un elfo bastante joven, de cabellos como el fuego y ojos color esmeralda, que se encontraba a la mitad de la formación, con el cabello atado con un lazo, a diferencia del peinado tradicional de los elfos de Lórien: una trenza que recogía los cabellos despejando la frente.

Recordó vagamente cómo hacía varias centurias, había acudido a rescatar a unos elfos atacados por orcos, a la entrada del Bosque Dorado, sin embargo había llegado demasiado tarde, y sólo pudo salvar al hijo de la pareja, quien había vivido en Lothórien desde entonces. Aquéllos elfos venían del Bosque Mágico, situado al sur de Mirkwood y habían encontrado la muerte aquélla emboscada, dejando a Finwë huérfano. Pensó también que quizás el elfo era demasiado joven para acompañarlos en una misión así, aunque él mismo lo había incluido porque demostró ser uno de los mejores arqueros de Lothórien. "Como Legolas", pensó.

El recuerdo del elfo que le atormentaba el corazón le hizo aminorar el paso, siendo seguido por los Galadhrim. Entre las filas de arqueros, un joven elfo no dejaba de mirarlo…

***

Las aguas del Isen estaban agitadas, sin embargo se resistían a devorar un cuerpo inconsciente, como si un poder superior quisiera preservarlo. Lentamente lo fueron varando a la orilla pedregosa, donde quedó completamente inmóvil.

Aragorn se alejaba hacia las Tierras Imperecederas en una barca élfica. Todo era paz para él ahora, sus heridas estaban curadas y la angustia había desaparecido.

Se sintió complacido, había dado su vida en batalla, la forma más heroica de morir para un guerrero. Apoyado en la baranda del barco, contempló el puerto empequeñecido ya por la distancia.

Una solitaria figura le llamó la atención. De pie sobre el muelle lo miraba extendiendo los brazos. Pudo ver su rostro a pesar de la distancia, porque sólo en los sueños ocurren estas cosas, ¿o era la muerte?. Sus cabellos rubios eran agitados por el viento, las lágrimas caían de sus mejillas mezclándose con el agua del mar que los separaba...en su boca se dibujaba una súplica...(¡vuelve a mí!)…¡LEGOLAS!... repentinamente recordó quien era, lo mucho que faltaba por hacer...no podía abandonar aún la Tierra Media...¡no podía dejarlo!

Hasufel galopó de prisa y llegó junto a su amo. Trató de despertarlo, pero éste no se movía. Entonces se arrodilló y le empujó la cabeza con el hocico, al tiempo que relinchaba suavemente. Luego de un rato, sintió que el hombre respiraba agitadamente, y comenzaba a moverse.  Despacio, una mano cogió su crin, aferrándose, mientras el resto del cuerpo utilizaba sus últimas fuerzas para montar. Hasufel esperó a que el jinete estuviera seguro, y con cuidado se puso de pie.

Aragorn en medio de su inconsciencia logró mantenerse sobre el caballo, que lo condujo rápidamente hacia el Abismo de Helm. Una nueva voluntad lo animaba, no podía desistir en ese momento, aún faltaba mucho por hacer...y no podría resistir la visión de esa desolada figura implorándole que regrese.

- "Ya voy, Legolas", se decía para darse fuerzas, "ya voy, mi amor"

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Lugar de la primera batalla

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Los Galadhrim llegaron al lugar donde se había librado la primera batalla con los orcos. Los cuerpos de los jinetes habían sido abandonados, así como los despojos de orcos y wargos. Seguramente la prisa por llegar al Abismo de Helm había impedido dar sepultura a los caídos, que en ese momento eran pasto de los buitres.

Asqueado ante aquel espectáculo, Haldir buscó rastros de sus amigos, y respiró aliviado al no encontrar señal alguna. Al menos Legolas estaba a salvo por ahora, y estaban a pocas horas de llegar a las puertas del abismo.

Finwë mientras tanto observaba la escena de la batalla, que tantos recuerdos le traía. Descendiente de los elfos Noldor, que regresaron de las Tierras Imperecederas para librar la Guerra de las Joyas con el traidor Melkor, su vida se había desarrollado en Bosqueverde el Grande, en la zona sur, llamada también el Bosque Mágico, pero él poco había disfrutado de la tranquilidad del bosque, pues poco después de su nacimiento, en la Tercera Edad del Sol, un poder maligno, llamado el Nigromante, se había apoderado de la parte meridional del bosque, construyendo la fortaleza de Dol Guldur, y hechizó todo el bosque, que pasó a llamarse el Bosque Negro o Bosque Oscuro.

Hordas de orcos, arañas y licántropos atacaban a su pueblo sin misericordia. Solamente los elfos de la zona nororiental, en el reino de Thranduil, podían hacer frente a la destrucción, preservando su zona del bosque.

Poco a poco fueron diezmando la población del Bosque Mágico, forzándolos a emprender un éxodo hacia nuevas tierras, sin embargo, fueron perseguidos también, ya que a los orcos les gustaban sus cabellos rojos y disfrutaban torturándolos lentamente antes de matarlos.

Así fue que Finwë y su familia llegaron a Lothlórien, huyendo de una horda de orcos asesinos. A sus llamadas de auxilio aparecieron los guardianes del bosque disparando sus certeras flechas sobre las bestias, pero fue demasiado tarde para sus padres. Al menos los orcos no se habían ensañado con sus cuerpos.

Finwë estaba tan asustado que no podía moverse, de modo que uno de los guardianes del bosque lo había tomado en brazos, y llevado a la ciudad de Caras Galadon, donde al fin había conocido la paz.

Aquél guardián era Haldir, y desde ese día, Finwë había sentido por él una admiración sin límites. Fue por eso que quiso ser arquero, esforzándose por ser uno de los mejores, y se sintió dichoso cuando Haldir lo escogió para esta misión por su destreza.

El elfo pelirrojo salió de su ensueño al oír a Haldir ordenarles marchar inmediatamente. Se colocó en su lugar, cubriéndose la cabeza con la capa élfica, al igual que sus compañeros, y después de darle una última mirada a Haldir, se concentró en avanzar.

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La puerta de Helm

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Aragorn se había recuperado en el trayecto a la puerta de Helm, gracias al lembas que providencialmente encontrara en la pequeña bolsa que llevaba dentro de la camisa. Las hojas que envolvían aquel pan élfico impidieron que se mojase, y el montaraz bendijo en silencio aquel alimento que tenía la propiedad de curar el cansancio y regocijar el espíritu.

En su camino había visto un ejército aproximarse, miles de soldados. Según sus cálculos llegarían al anochecer. Galopó rápidamente, hasta que finalmente llegó a una colina desde la cual se veía la fortaleza en todo su esplendor. Sonrió y galopó de prisa. Pronto estaría junto a Legolas.

Así llegó a la Puerta de Helm, donde ya los soldados se encontraban vigilando el camino. Al reconocerlo le abrieron paso, y fue Gimli el primero en salir a su encuentro, abriéndose paso entre la multitud.

- "¿Dónde, dónde está?, voy a matarlo ", dijo el enano. Después agregó más seriamente, mientras Aragorn desmontaba,  "eres el hombre más afortunado, y el más astuto y temerario que he conocido. Bendito seas amigo".  Lo abrazó con afecto,  "él te espera", agregó en un susurro, para que nadie más pudiera oírlos.

Aragorn entró a la fortaleza de Cuernavilla, donde había gran actividad. En ese momento, todos se organizaban para la batalla, revisando las armas y fortificaciones. Avanzó entre la gente, buscando entre la multitud la cabellera de oro que tanto amaba. Al fin lo encontró. Se miraron fijamente, mientras se acercaban.

Legolas había estado preparando sus flechas, tratando de mantenerse ocupado para no pensar en Aragorn. Después de un rato, no lo resistió más y se puso de pie. Caminó por el patio y de pronto allí estaba él. Su corazón saltó de alegría mientras Aragorn se aproximaba ¡Cómo deseaba arrojarse en sus brazos! Pero sentía todas las miradas sobre ellos.

- "Llegas tarde", dijo el elfo, sonriéndole, mientras sus ojos brillaban de alegría. Aragorn tuvo que hacer un gran esfuerzo para reprimir el deseo de besarlo.

Entonces Legolas lo miró con detenimiento. Después de haber estado bajo el agua, y soportar una cabalgata de dos horas, el aspecto del montaraz no era precisamente agradable. El cabello sucio caía desordenadamente sobre su rostro, cubierto de sudor y rastros de lodo. Tenía la barba crecida, algo que a Legolas siempre le había fascinado, ya que los elfos no la tienen. Aún así, lo encontraba atractivo.

- "Luces horrible", le dijo en son de broma.

Aragorn lo miró desaprobadoramente. Luego sonrió, poniendo el brazo en el hombro del elfo. Legolas se veía tan hermoso como siempre, aunque algo en sus ojos le decía que había llorado.

En ese momento, Eowyn los vio y quiso correr hacia Aragorn, en su alegría de verlo con vida, pero algo la detuvo. Era la forma en que la pareja se miraba, como si no existiese nada en el mundo más que ellos. Sorprendida, se quedó a lo lejos observándolos.

- "Esto es tuyo, mi señor", susurró Legolas en élfico, entregándole el Evenstar. Sus manos se tocaron y ninguno de los dos quería romper ese contacto.

- "Gracias, hermoso mío", respondió Aragorn a su vez, en el hermoso idioma de su amado. "su lugar ya no está junto a mi corazón".  Tomó la joya, y en vez de colgarla en su pecho como antes, la guardó en uno de sus bolsillos, sin dejar de mirar a Legolas que le sonreía con dulzura.

En ese momento, ambos vieron a Eowyn, que los miraba apenada. Había comprendido que Aragorn nunca sería suyo.

Aragorn entonces pidió ver al rey, y se dirigió a la sala donde Théoden se encontraba discutiendo la estrategia defensiva con Éomer. Con ambas manos empujó la puerta y entró seguido por Legolas.

Théoden se sorprendió al ver a Aragorn con vida. Ciertamente, el Heredero de Isildur tenía muchos recursos. Con preocupación oyó las noticias que le traía, un ejército con más de diez mil uruk-hai armados se acercaba. Un ejército creado con el sólo propósito de destruir a los hombres. Llegarían al anochecer.

- "¡Que vengan", exclamó el obstinado rey, saliendo a pasar revista a las defensas. Ordenó que todo hombre capaz de portar armas se prepare para la batalla, ya que no había suficientes soldados para hacer frente al formidable ejército de Saruman.

Aragorn, Legolas y Gimli lo seguían. Llegaron así al muro de piedra.

- "Cubriremos la empalizada y la puerta desde arriba", decía Théoden, "ningún ejército ha penetrado nuestras defensas, ni puesto el pie en nuestra villa".

- "No es una manada descerebrada de orcos", protestó Gimli, "estos son Uruk-hai, su armadura es gruesa y sus escudos fuertes", agregó.

Théoden se acercó a él.

- "He librado muchas batallas, señor enano. Sé como defender mi propia plaza", replicó el rey, retirándose.

Aragorn y Legolas lo siguieron. El elfo apretó el brazo de su amigo antes de salir.

- "Irrumpirán en esta fortaleza como el agua entre las rocas. Los orcos de Saruman saquearán todo, ya los he visto obrar. ", Aragorn trataba en vano de convencer al rey.

- "Los campos pueden ser resembrados y las casas reconstruidas. Tras estos muros contendremos la embestida", replicaba obstinadamente Théoden, avanzando sin mirarlo.

- "No vienen a Rohan a destruir cultivos y casas...vienen a destruir a su pueblo, hasta el último niño", contestó Aragorn.

El rey entonces dio la vuelta y lo tomó por el brazo.

- "¿Qué esperas que haga?. Mira a mis hombres, su coraje pende de un hilo. Si esto es nuestro fin, haré que rubriquen un final que permanezca en las memorias", dijo Théoden, alejándose luego.

Mas Aragorn replicó:

- "Envíen emisarios, mi señor. Deben pedir ayuda"

- "¿Quién acudirá? ¿elfos? ¿enanos? No somos tan afortunados en amigos como tú. Las viejas alianzas han muerto. Tampoco Gondor vendrá.", y sin más, el rey se alejó.

Eowyn mientras tanto, organizaba a los ancianos, mujeres y niños para que fueran a los refugios de las cavernas de Aglarond, que se encontraban debajo de la fortaleza.

Las familias se separaban, los hijos mayores eran llamados a manejar las armas, junto con sus padres. Los soldados repartían armas, no había tiempo que perder.

Aragorn decía preocupado – "Niños y viejos, estos no son soldados"

- "La mayoría ha visto muchos inviernos"  dijo Gimli

- "O muy pocos", replicó Legolas. "Míralos", continuó el elfo, "están aterrados, se les ve en los ojos. Y con razón".

Aragorn lo miró. Él también sentía la angustia y la impotencia, pero sabía que Théoden tenía razón. Gondor no acudiría en su ayuda, y para que los pueblos de los elfos y los enanos lo hicieran, deberían haberla solicitado con semanas de anticipación, ya que por la distancia, no era posible que ningún ejército los socorriera, a menos que viniera por los aires. Si debían morir, lo harían luchando.

Legolas continuó en élfico

- "¡Trescientos contra diez mil!"

- "Tienen más esperanza de defenderse aquí que en Edoras", respondió Aragorn, tratando de calmar a su amado, ya que veía la desesperación apoderarse de él, ante la impotencia de no poder hacer mucho para ayudar a aquéllas gentes.

- "Aragorn, ellos no pueden ganar esta pelea, ¡Todos van a morir!", exclamó Legolas, casi gritando.

- "Entonces moriré como uno de ellos", gritó Aragorn. ¿Cómo era posible que después de todo lo que había pasado, su elfo perdiera la fe?, se alejó a revisar los muros exteriores.

Legolas hizo ademán de seguirlo, pero fue detenido por Gimli. – "Déjalo que se vaya, muchacho. Déjalo"

Los preparativos continuaban, mientras anochecía. Las antorchas eran llevadas a la empalizada y puestas también en los patios interiores.

Aragorn se encontraba sentado, observándolo todo. ¡Cuánta desesperanza había en aquel pueblo! No tenían suficientes guerreros, sin embargo ancianos y niños irían al combate para morir con honor por su rey. Él los acompañaría también, así lo había decidido, ¡pero Legolas! Él no merecía morir en una lucha que no era la suya. Pero el elfo era valiente y obstinado, y no rehuiría la batalla. Una vez más, las imágenes de aquel aterrador sueño lo asaltaron. No había día que no pensara en eso, y su deseo de proteger a Legolas crecía cada día más.

Se dirigió a la armería para colocarse la cota de malla que necesitaría para la lucha. Arregló sus ropas y se ciñó la espada. De pronto, un brazo lo detuvo con suavidad. Era Legolas. Aragorn se acercó a su elfo.

- "Mi señor, confiamos en ti. Te acompañaremos. Iré contigo hasta el final", dijo Legolas dulcemente. Luego lo miró a los ojos. "Perdóname, me equivoqué".

Aragorn lo miró conmovido. Sabía cuán difícil había sido para el orgulloso príncipe pedirle perdón. Lo amó más aún por eso, y cariñosamente, tomándolo del brazo, le dijo:

- "No hay nada que perdonar, Legolas"

Se dieron un abrazo de guerreros, aunque ambos hubieran querido un abrazo de amantes. En ese momento, apareció Gimli, con una cota de malla que le quedaba demasiado grande.

Entonces oyeron un cuerno, y corrieron a la puerta. – "Eso no es un cuerno de orco", dijo Legolas, sintiendo renacer la esperanza.


TBC