All that you can't leave behind

Por: Ayesha

Autor = Ayesha

E-mail =lg_100309@hotmail.com

Clasificación = Entre R y NC-17. Los primeros capítulos serán PG-13

Parejas = Aragorn/Legolas, Haldir/Legolas, Haldir/Finwe, Elladan/Elrohir/Finwe, Elladan/Elrohir/Haldir/Finwe

Disclaimer =Los personajes de esta historia son propiedad de J.R. Tolkien. Esto es puro entretenimiento y no me reporta beneficio económico alguno. Yo sólo soy culpable de inventarme a Finwe.

Resumen = Luego de finalizar la Guerra del Anillo, Aragorn y Legolas son pareja, pero por un motivo desconocido, Aragorn anuncia su compromiso con Arwen y Legolas huye.

Esta historia se llamó originalmente "El corazón del rey", pero la he revisado y corregido, por lo que decidí cambiarle de nombre.

*

Capítulo 6:

Gandalf se encontraba reunido con Théoden, Éomer, Aragorn y Haldir, discutiendo el siguiente movimiento. El mago les comunicó que debía partir a Isengard, pues extraños acontecimientos habían sucedido allí.

- "No es posible", replicó Théoden, "aún cuando mis hombres tuvieran curadas sus heridas, nunca reuniríamos un ejército lo suficientemente grande para atacar la fortaleza de Saruman"

- "Incluso así, yo pienso ir, y todos los que deseen acompañarme pueden hacerlo", respondió el mago.

- "Pues iré contigo", repuso el rey, "si antes dudé de ti, ahora no lo hago. Seguiré tu consejo y partiremos amparados en la oscuridad de la noche que se avecina"

- "Que así sea. Pero no preparéis una gran escolta, Théoden, pues vamos a parlamentar, no a combatir"

El rey entonces dispuso que los caballeros que no estaban heridos, proclamasen la noticia de la victoria en todos los valles de la Marca, y que convoquen con urgencia a Edoras a todos los hombres, jóvenes o viejos, en capacidad de combatir. La reunión se llevaría a cabo un día después de la luna llena, y el ejército así formado, marcharía a Gondor.

Luego, Théoden eligió para su escolta a Isengard a Éomer y veinte hombres de su séquito. Junto con Gandalf irían  Aragorn, Gimli y Legolas. Haldir se excusó diciendo que era más necesario allí, para atender a los heridos, y que los alcanzaría luego en Edoras.

El rey se retiró a descansar, junto con los miembros de su escolta, mientras que los otros recorrieron el campo, donde los hombres de la Marca habían apilado los cadáveres de los orcos en un montón tan grande que era imposible enterrarlos o prenderles fuego. Expresaron su preocupación a Gandalf por toda aquélla carroña, y el mago les contestó:

- "Dejemos a los orcos donde están, quizá la mañana traiga nuevos consejos".

Legolas y Aragorn aprovecharon el resto de la tarde en asearse y cambiar de ropas, y luego fueron junto con Haldir a ayudar a los heridos.

Eowyn los esperaba preocupada. Ella en persona se encargaba de atender a los heridos más graves, entre los cuales estaba Finwё. Incluso había hecho traer camas de las habitaciones desocupadas del palacio y colocarlas en la enorme sala que usaban ahora como Casa de Curación.

- "Señor, no ha probado bocado. Si insiste en seguir así, no podrá recuperarse", le dijo a Haldir, refiriéndose a Finwё.

Haldir se aproximó a la cama del joven elfo, donde también estaba Rúmil, cambiándole los vendajes manchados de sangre y limpiando la herida.

- "¿Qué le ocurre?", preguntó usando la lengua común, que Finwё no entendía.

- "No quiere comer, dice que no tiene apetito", respondió su hermano.

- "Tráele algo y veremos si no lo come", contestó Haldir.

Luego se inclinó poniendo su mano en la frente de Finwё. Tal como lo había imaginado, tenía fiebre. Aragorn preparó un emplasto con nuevas hierbas, que aplicaron sobre la herida, cubriéndola nuevamente con un vendaje limpio. Mientras tanto, el elfo pelirrojo los observaba en silencio.

- "Dibujas muy bien", dijo Legolas sonriéndole, "¿dónde aprendiste a hacerlo?"

- "Mi madre me enseñó, hace muchísimos años", contestó Finwё, tan despacio que el otro elfo tuvo que inclinarse para oírlo.

En ese momento llegaba Rúmil, con un plato de sopa caliente.

- "Por favor amigos, déjenme con él. Necesita alimentarse y descansar", pidió Haldir.

Rúmil dejó la sopa y la cuchara sobre una pequeña mesa al lado de la cama, y se retiró junto con Legolas, Aragorn y Eowyn a ver a los otros heridos. Finwё miraba a Haldir con aprehensión. No sabía lo que había dicho a sus amigos, porque no entendía la Lengua Común, pero algo en la mirada de Haldir le decía que no esperase nada bueno.

Haldir entonces habló en élfico, pues Finwë parecía mortificado por el uso de la Lengua Común.

- "Ahora debes comer", dijo firmemente.

- "No tengo apetito", respondió el elfo más joven.

- "Pues tienes que comer. No has probado bocado en todo el día y debes reponer fuerzas, perdiste mucha sangre", dijo severamente Haldir, mientras acomodaba algunos almohadones bajo la cabeza del elfo herido. Luego, colocó una servilleta en la barbilla de Finwe, que lo miraba sin decir nada. Cogió la cuchara y la llenó de sopa, a continuación la puso en los labios del otro elfo.

- "¡Vamos, abre la boca!", le increpó

Finwë obedeció muy a su pesar, pero no se atrevía a enfrentarse al guardián de Lórien. En el fondo, el elfo pelirrojo se sentía feliz de ser objeto de esa atención.  Se dejó alimentar por Haldir, quien tomó asiento sobre la cama, mientras le daba cucharada tras cucharada de sopa, casi sin dejarlo respirar.

Cuando terminó, dejó el plato sobre la mesa, y se puso a observar al elfo herido, quien yacía sin moverse sobre la cama, con los cabellos desparramados desordenadamente sobre las almohadas. Entonces, Haldir tomó el peine que estaba sobre la mesa y comenzó a peinar los rojos cabellos de Finwë. El elfo menor cerró los ojos, las manos de Haldir acariciaban su cabello mientras lo trenzaba como hacían los elfos de Lothlórien. Luego lo tomó de la barbilla con suavidad y lo obligó a mirarlo.

- "Gracias", susurró Finwë con el rostro iluminado por una sonrisa.

- "No fue nada, prometí a mi Señora Galadriel que cuidaría de todos los elfos a mi cargo, y eso es lo que hago", respondió Haldir, arrepintiéndose instantáneamente al ver morir esa encantadora sonrisa en el rostro del otro elfo. "Gandalf y los otros partirán a Isengard esta misma noche, nosotros los alcanzaremos en unos días en Edoras y luego iremos a Gondor"

- "¿Gondor?", hubo duda en su voz.

- "Sí muchacho, la guerra recién empieza. Si no te has recuperado para entonces, te quedarás aquí con Eowyn hasta que pueda venir a buscarte"

- "¿Vendrás por mi?", Finwë sintió renacer una esperanza, su corazón saltó de emoción.

- "Y por los demás elfos heridos. Aunque creo que como van las cosas, todos estarán listos para ir a Edoras, excepto tú, si insistes en no comer", contestó Haldir. Se empezaba a sentir muy nervioso, así que se levantó para retirarse,  "descansa ahora, debo ver a los otros", dijo dando una última mirada a Finwë. La forma en que había trenzado su cabello lo favorecía mucho, pero lo último que deseaba eran complicaciones con un elfo de su compañía.

El sol bajaba ya entre las colinas, cuando la pequeña compañía decidió partir. Al aproximarse al bosque, los jinetes dudaron, pues sentían una presencia amenazante. Los árboles estaban envueltos en una neblina y las ramas se extendían como dedos deseosos de aprisionarlos. Sin embargo, Gandalf no retrocedió, avanzó hasta encontrar una abertura entre las espesas ramas, como una bóveda. Por allí entraron, siguiendo presurosos al caballo del mago.

En el bosque no se veían orcos, ni cualquier otra criatura viviente. Legolas y Gimli iban en el mismo caballo, detrás del mago.

- "Siento una cólera inmensa que se desprende de estos árboles", dijo el elfo, "¿no sientes tú lo mismo?"

- "Sí", respondió el mago

- "¿Qué habrá sido de los miserables orcos que buscaron refugio aquí?", continuó Legolas.

- "Eso, creo, nunca se sabrá", contestó el mago.

Luego siguió un largo silencio, pero Legolas no dejaba de mirar los árboles.

- "Estos árboles hablan entre sí, aborrecen a los orcos. Pero no han nacido en este lugar, vienen desde los profundos valles de Fangorn", decía el elfo en susurros a Gimli.

- "Entonces este es el bosque más peligroso de la Tierra Media y aunque tendría que estar agradecido, no puedo hacerlo. ¡Bosques!, sólo una criatura como tú puede pensar en ellos ahora", gruñó el enano, haciendo reír a su compañero.

Aragorn sintió levantar su espíritu al escuchar la melodiosa risa de su elfo. Incluso le pareció que los árboles agitaban sus hojas uniéndose a ella.

- "Pues nada tiene de malo pensar en bosques, sobre todo si uno ha vivido en ellos desde su infancia. No olvides que Legolas es un elfo de los bosques", explicó Aragorn.

- "Pues elfo o no elfo, siempre se las apaña para hacer cosas más allá de mi comprensión", contestó Gimli, haciendo reír a la comitiva.

- "¡Miren!", exclamó Legolas, "ya llegamos a la orilla del bosque".

Avanzaron un poco más por la orilla del bosque, cuando el elfo se volvió a mirarlo, exclamando:

- "¡Ojos!, ¡Hay ojos que espían entre las ramas! ¡Nunca en mi vida vi ojos semejantes!"

Todos se volvieron para ver los ojos, menos Gimli, que gritó cuando el elfo trataba de hacer retroceder a Arod.

- "¡No, no!, si deseas ver tus ojos, elfo loco, déjame bajar antes del caballo, pues yo no quiero verlos"

- "¡Quédate, Legolas Hojaverde!", ordenó Gandalf, "no es el momento de volver al bosque"

En ese instante, tres sombras aparecieron acercándose. Eran altos como trolls, de cuerpos vigorosos, se asemejaban a los árboles. De hecho, a todos les pareció que tres árboles gigantescos habían cobrado vida. Emitieron una serie de llamadas sonoras y desaparecieron en el bosque.

- "¿Qué son, Gandalf? Pues es evidente que los conoces", preguntó Théoden.

Gandalf explicó entonces que se trataba de los ents o pastores de árboles, de quienes no había nada que temer puesto que eran enemigos de Saruman.

Luego se alejaron del valle, tomando la ruta que llevaba a los vados del Isen. Anochecía ya, cuando pasaron por la encrucijada del camino que llevaba a los vados y continuaron así hasta encontrarse con el otrora río caudaloso. El agua estaba quieta y en silencio, a lo lejos, se oían los aullidos de los lobos.

Continuaron su camino hasta llegar a un túmulo, rodeado de piedras y con lanzas incrustadas.

– "Aquí yacen los hombres de la Marca", exclamó Gandalf, "al menos ellos no han sido devorados por los lobos".

- "¡Que descansen en paz!" dijo Éomer.

- "Pero estos no son todos los jinetes", continuó el mago, "algunos de ellos son los que volvieron al abismo con Erkenbrand, pero los otros se dirigieron a Edoras, donde esperan al resto del ejército para marchar a Gondor"

Siguieron adelante en silencio, hasta llegar al antiguo camino que llevaba a Isengard, al pie de las Montañas Nubladas. Allí decidieron detenerse, pues el rey se sentía cansado. Acamparon cerca del lecho del Isen, siempre tan silencioso y tranquilo. Algunos consiguieron dormir, otros fueron los asustados testigos de una oscuridad más negra que la noche que se dirigía al norte. Gandalf ordenó no moverse, pues pasaría de largo.

Al mismo tiempo, en Cuernavilla, los hombres oyeron un gran fragor. Haldir se encontraba sentado junto a la cama de Finwë, cuidando su sueño, y se levantó a toda prisa, mirando por la ventana, pero nada se veía. Todo estaba envuelto en una oscuridad impenetrable. Después de un rato, volvió junto al herido, que se había incorporado con mucho esfuerzo.

- "Acuéstate de nuevo, no sucede nada", dijo Haldir con firmeza

- "Lo siento, es que no puedo ver nada y siento una cólera infinita en el ambiente", contestó Finwë con aprehensión.

- "Yo también la siento, pero no está dirigida hacia nosotros y ningún daño sufriremos", contestó Haldir tomando asiento en la cama para tranquilizar a su compañero. Tomó una de sus manos y la encontró fría como el hielo, entonces sin decir palabra, se recostó en la cama, abrazándolo con cuidado para darle calor. Finwë no entendía lo que pasaba, pero agradeció mentalmente a aquélla oscuridad y colocando la cabeza en el hombro de su adorado Haldir, se quedó dormido.

Al alba, Haldir se levantó silenciosamente y salió junto con los hombres de la Marca. No encontraron rastros de los cadáveres de los orcos, ni tampoco de los árboles. Sobre la quebrada, alguien había cavado un profundo pozo y levantado una colina de piedras. Pero qué contenía, nadie lo supo nunca con certeza, pues ningún hombre o elfo se atrevió a poner un pie allí. La llamaron la Quebrada de la Muerte. Los árboles se habían vengado.

*

La compañía de Gandalf también había reanudado la marcha, llegando finalmente a las puertas de Isengard, en el Valle del Mago. Dos extraños personajes, de corta estatura, aguardaban junto a la puerta.

- "Bienvenidos a Isengard, señores", dijo uno de los extraños dirigiéndose al rey y a su escolta, sin hacer caso de los otros.

A los ojos de Théoden y de sus hombres, los dos extraños eran un enigma. Parecían tener la edad de un hombre joven, sin embargo su tamaño era el de un niño de siete u ocho años.

- "Somos los guardianes de la puerta", continuó aquél ser. "Meriadoc Brandigamo para servirle y mi amigo Peregrin Tuk. El Señor Saruman se encuentra en la torre, encerrado con un tal Lengua de Serpiente, es por eso que no está aquí para darles la bienvenida a tan ilustres huéspedes".

- "Ya lo veo", dijo riendo Gandalf, "¿y fue Saruman quién te ordenó custodiar la puerta?"

- "No, mi buen señor. Recibimos órdenes de Bárbol, el Pastor de Árboles, quien da las órdenes ahora en Isengard y nos encomendó esperar al Señor de Rohan. Hemos hecho cuanto hemos podido".

- "¿Y ninguna palabra de bienvenida para tus amigos?", estalló Gimli, "¡doscientas leguas a través de pantanos y montañas siguiendo sus pasos! ¡Sufriendo al creer haberlos perdido! ¡Y venimos a encontrarlos aquí, después de un banquete, y todavía fumando! ¡Bribones!, ¡amigos desleales!, ¡no sé si saltar de alegría o estrangularlos aquí mismo!"

- "Tus palabras son las mías, amigo Gimli, aunque yo preferiría averiguar a dónde consiguieron el vino", dijo riendo Legolas.

Los hobbits se unieron a la risa contagiosa del elfo, al igual que los hombres de Rohan. Luego vinieron los abrazos entre los que no se veían hacía tiempo. Aragorn, Gimli y Legolas presentaron a sus amigos a Théoden y su escolta, explicando que eran los hobbits de la Comarca o medianos como se les llamaba en las canciones del pueblo de Rohan.

Después de los saludos y las explicaciones a Théoden, Gandalf preguntó si Bárbol no le había dejado algún recado, a lo que el olvidadizo Merry respondió que sí, que debía reunirse con Bárbol en el muro norte, junto con Théoden y que allí encontrarían comida y bebida. Gandalf, el rey y su escolta se apresuraron a partir.

Los cinco amigos reunidos nuevamente decidieron, por consejo de Pippin,  ir a comer a la antigua sala de los guardias de Saruman, a poca distancia de allí. La sala era espaciosa e iluminada debido a un enorme agujero en el techo, el fuego ardía en la chimenea y había mesas y sillas, donde tomaron asiento.

Dedicaron un largo rato a la comida. Aragorn, Gimli y Legolas no habían probado ni un bocado desde la noche anterior y era casi mediodía. En cuanto a los hobbits, este sería el segundo almuerzo, pero eso no parecía importarles en absoluto. Tampoco dijeron nada cuando Aragorn pasó su brazo por la cintura de Legolas, mientras compartían la comida del mismo plato.

Finalizada la comida, los hobbits les ofrecieron una sorpresa, ¡tabaco! Gimli y Aragorn se apresuraron a preparar sus pipas. Era del mejor tabaco del Valle Largo y se preguntaron de dónde lo habría obtenido Saruman. Legolas entonces se puso de pie.

- "Volveré al aire libre, a ver qué hacen las nubes y el viento", anunció, siendo seguido por Aragorn, quien lo aprisionó un momento en el marco de la puerta para besarlo.

Ante las miradas sorprendidas de los hobbits, Gimli suspiró diciendo

- "Si supieran todo lo que he tenido que soportar mientras perseguíamos a los orcos…".

Los hobbits asintieron en señal de entendimiento, eso sería divertido, se dijeron.

Salieron entonces y encontraron a Aragorn recostado entre las piedras amontonadas frente al pórtico, fumando cómodamente.

- "¡Trancos, el montaraz, ha regresado!", exclamó triunfalmente Pippin.

- "Pues en realidad nunca se ha ido. Soy Trancos, Aragorn y Estel, pertenezco al norte y a Gondor…y también a los elfos", contestó Aragorn mirando a Legolas, que yacía a su lado contemplando las nubes. Al oír esto, el elfo se volvió a mirarlo sonriendo, pero una bocanada de humo fue a parar directamente a su nariz y se incorporó tosiendo.

- "Pues el tiempo pasa y la niebla se disiparía más rápido si ustedes, gentes extrañas, no se envolvieran en humo. Ahora quiero oír la historia de Pippin y Merry", dijo el elfo algo contrariado.

- "Pues fumar es uno de los dos más grandes placeres que puede tener un humilde mortal como yo", replicó Aragorn mirándolo con tal expresión que a nadie le quedaron dudas sobre cuál era el otro placer.

Pippin y Merry decidieron cortar por lo sano y empezaron su historia. Les relataron cómo fueron hechos prisioneros, la marcha forzada, las peleas entre orcos y Uruk-Hai, las señales que dejaron y finalmente la huida y encuentro con Bárbol. Aragorn le devolvió a Merry el broche perdido y el relato siguió con la Asamblea de los Ents, la destrucción de Isengard con el desvío del cauce del Isen y la derrota de Saruman, encerrado ahora en la torre.

También les contaron cómo Gandalf había llegado a pedir ayuda para enfrentarse a diez mil orcos en Isengard y cómo Bárbol ofreció la ayuda de los ucornos. Los ucornos eran ents que ya casi se habían convertido en árboles.

- "Esa puede ser la explicación de la aparición de ese extraño bosque y la presencia que sentimos allí", exclamó Legolas.

- "Sin duda lo es, hermoso mío", dijo Aragorn haciendo sonrojar al elfo, "pero dejemos que nuestros amigos continúen su relato.

- "Pues ya no queda casi nada", dijo Pippin divertido, "salvo la aparición de un tal Señor Lengua de Serpiente, consejero del rey, según dijo. Bárbol le dijo que por orden de Gandalf, pondría a las ratas en la ratonera y lo obligó a ir a la torre de Orthanc nadando y allí esta con Saruman"

*

Mientras los amigos charlaban, en Cuernavilla se desarrollaba otra charla no menos interesante. Haldir se encontraba dando de comer a Finwë, tarea que había asumido con agrado pues el elfo se mostraba dócil a todo lo que él decía. La compañía de Finwë le agradaba y su charla le alegraba el espíritu. El elfo pelirrojo se estaba recuperando rápidamente, con la capacidad de los elfos para curarse de sus heridas. Durante el día y medio de descanso que había tenido, la herida había mejorado notablemente y ya no sangraba como antes.

Finwë estaba recostado sobre los almohadones, con el cabello recogido hacia un lado, mientras sonreía al oír los comentarios de Haldir acerca de lo rápido que mejoraba.

- "Nunca vi a un elfo recuperarse tan rápidamente. ¿Será que los elfos del bosque mágico poseen habilidades desconocidas para nosotros?", bromeó Haldir.

- "Quizá no se trate de una habilidad misteriosa, sino de un sentimiento común en todas las razas y no por eso menos fuerte", contestó Finwë fijando sus hermosos ojos verdes en los azules de Haldir.

Por un instante el guardián de Lórien deseó perderse en el bosque color esmeralda que se le ofrecía, pero una voz interior lo alertó. En realidad no sabía como reaccionar con alguien como Finwë, pues estaba acostumbrado simplemente a tomar lo que deseaba, pero no podría hacer eso con el pequeño elfo.

- "Me siento honrado, pero hay cosas que no están a nuestro alcance. Yo, por ejemplo, no sabría que hacer con alguien tan inocente como tú, que desconoce los placeres mundanos y que confunde el amor con un sentimiento de respeto. Lo siento", se encontró diciendo Haldir atropelladamente.

Ciertamente no había querido decir todo aquello, pero no encontró otras palabras en ese momento. Sintiéndose muy tonto, se puso de pie y se retiró, sin el valor para mirar a Finwë a la cara.

El elfo herido sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas y se alegró de que Haldir se fuera sin mirarlo, para que no lo viera llorar. Las acciones del guardián de Lórien le demostraban que sentía algún interés por él, sin embargo, según Haldir, su inocencia era un obstáculo y eso lo había lastimado profundamente. Pasó el día pensando en qué hacer y al anochecer había decidido que haría lo que fuese para perder esa inocencia que tan incómoda le era a su adorado Haldir.

*

Una vez contada toda la historia, los amigos decidieron entrar a Isengard e ir en busca de Gandalf. Las aguas del Isen se habían retirado ya casi en su totalidad, dejando tan sólo algunos charcos de aguas negras en el camino a la torre. Allí vieron que Gandalf, el rey y los jinetes se dirigían hacia la morada de Saruman y se les unieron.

Gandalf les advirtió a todos tener cuidado de la voz de Saruman y no dejarse engañar por el que consideraba el mejor de los embusteros. Hecha esta advertencia, se acercaron a la puerta de la torre. Para llegar a la puerta, era preciso subir una escalera de veintisiete peldaños. El mago pidió a Aragorn que lo acompañara, junto con Théoden. Gimli insistió en subir también con su amigo elfo y los cinco subieron entonces.

Al llegar a la puerta, Gandalf llamó:

- "¡Saruman, Saruman!"

Esperaron un rato, hasta que se oyó una voz suave y melodiosa. Su sonido mismo embrujaba y aunque los hombres no recordarían luego sus palabras, habían quedado encantados solo con oírla. La voz les reclamó turbar su descanso, con tono dolorido que conmovió a los hombres de Rohan. Alzaron la vista y vieron a un anciano bondadoso vestido de blanco.

Saruman continuó, dirigiéndose ahora a Théoden, a quien exhortó a seguir sus consejos y no continuar trayendo la ruina al país de Rohan. Sus palabras eran tan convincentes y parecían tan justas que los hombres de Théoden dudaron. Gandalf nunca se había dirigido tan respetuosa y educadamente al rey. El mismo Théoden dudaba, pero entonces Gimli el enano habló:

- "Las palabras de este mago no tienen ni pies ni cabeza. En la lengua de Orthanc ayuda es sinónimo de ruina y salvación significa asesinato, pero nosotros no hemos venido aquí a mendigar favores".

Saruman respondió pidiendo al enano ocuparse de los asuntos de su país y permitirle hablar con Théoden. Continuó dirigiéndose al rey, invocándolo a buscar la paz y la concordia entre Rohan e Isengard. La voz continuaba embrujando a quien la oía, hasta que Théoden finalmente habló:

- "Quiero la paz, y la tendremos cuando tú y todas tus obras hayan perecido y las obras de tu amo tenebroso a quien pensabas entregarnos. Eres un embustero, Saruman, y un corruptor de corazones. Me tiendes la mano y yo sólo veo un

dedo de la garra de Mordor. ¡Cruel y frío! Aun cuando tu guerra contra mí fuese justa (y no lo era, porque así fueses diez veces más sabio no tendrías derecho a gobernarme a mí y a los míos para tu propio beneficio), aun así, ¿cómo justificas las antorchas del Folde Oeste y los niños que allí murieron? Y lapidaron el cuerpo de Háma ante las puertas de Cuernavilla, después de darle muerte. Cuando te vea en tu ventana colgado de una horca, convertido en pasto de tus propios cuervos, entonces haré la paz contigo y con Orthanc. He hablado en nombre de la Casa de Eorl. Soy tal vez un heredero menor de antepasados ilustres, pero no necesito lamerte la mano. Búscate otros a quienes embaucar. Aunque me temo que tu voz haya perdido su magia."

Los caballeros de Rohan quedaron estupefactos. El hechizo se rompió y Saruman se mostró como realmente era, insultando al rey y a su pueblo. Luego, dominándose, se volvió a Gandalf y lo invitó a la torre utilizando otra vez la persuasiva voz que confundió nuevamente a los jinetes. Pero Gandalf rompió a reír, disipando finalmente el hechizo.

Gandalf lo condenó a permanecer en la torre de Orthanc y lo expulsó de la orden de magos al asumir él mismo el título de Gandalf el Blanco. La vara de Saruman fue rota por un hechizo del nuevo líder de la Orden. Saruman retrocedió entonces, refugiándose en la torre y un objeto pesado cayó desde lo alto. Se trataba de una bola de cristal oscuro con corazón incandescente. Fue recogida por Pippin, pero Gandalf se la quitó al instante.

Se retiraron luego para ir al encuentro de Bárbol. Gandalf entonces presentó al viejo ent a sus amigos. Bárbol los saludó uno por uno, dirigiéndose luego a Legolas a quien preguntó sobre el Bosque Negro. Conversaron brevemente y el elfo consiguió permiso para visitar Fangorn con su amigo Gimli, las veces que quisiera. Luego de esto, se separaron pues el rey quería partir antes del anochecer. La recomendación final del mago fue vigilar a Saruman e impedir que salga de la torre.

Cuando el sol se ocultaba, iniciaron la marcha. Una fila de ents salió a despedirlos. Gandalf llevaba a Merry en la grupa de su caballo mientras que Aragon hacía lo mismo con Pippin. Dos de los jinetes del rey se adelantaron velozmente, mientras el resto de la compañía cabalgaba con menos prisa.

Gandalf explicó que los planes habían cambiado, pues el rey ya no iría a Edoras, sino que volvería al Abismo de Helm y desde allí se dirigiría a la fortaleza del Sagrario y los mensajeros ya se habían adelantado para avisar de estas nuevas a todos los hombres de Rohan.

Después de varias horas, llegaron a un valle donde acamparon. Encendieron las hogueras  organizaron turnos de guardia de dos centinelas. El primer turno fue compartido por Aragorn y Legolas, mientras los demás se envolvían en sus capas y se echaban a dormir.

Legolas subió ágilmente a un árbol desde donde dominaba varias leguas a la redonda y además estaba libre de las miradas de los hombres del rey. Aragorn no tardó en seguirlo. Sentados en una rama, abrazados, compartían uno de los pocos instantes a solas que tendrían. Aragorn le expresó al elfo el temor que sentía por su seguridad, a lo que el elfo replicó riendo .

– "Mi señor, exageras. Por supuesto que sé cuidarme perfectamente, no en vano tengo tres milenios".

El montaraz permaneció serio. No le había dicho a Legolas sobre su sueño, ni se lo diría pues sabía que los elfos no daban mucho crédito a los sueños de los mortales, pero la imagen de Legolas cubierto de sangre y las palabras extrañas del mensaje de Galadriel empezaban a tener para él un significado. No dijo nada más, pero decidió que haría lo que fuese para alejar a su elfo del peligro. Se besaron largamente y continuaron la guardia, hasta que un grito desgarrador los hizo bajar en un instante.

Pippin yacía boca arriba con una expresión de espanto que los asustó. Gandalf se encontraba ya allí y había cubierto la esfera de cristal que tenía Pippin con su manto. Poco  a poco el hobbit reaccionó y confesó haber sustraído la esfera y mirado en ella. Allí vio al Enemigo, quien lo había tomado por Saruman al principio. Luego lo vio y se burló de él hasta que Pippin trató de escapar y al no poder hacerlo gritó con todas sus fuerzas.

Gandalf explicó entonces que aquélla esfera era un palantir, usado en tiempos remotos para comunicarse con los amigos distantes. Esta esfera en particular pertenecía a Orthanc y en consecuencia, era la herencia de Isildur, por lo que Gandalf hizo entrega de él a Aragorn para que la custodiase. Deliberaron unos momentos sobre la visión que Pippin les había referido. La hora se acercaba y decidieron adelantar sus movimientos.

En ese momento una sombra cruzó bajo el cielo ocultando de pronto la luz de la

luna. Era un Nazgul. No había tiempo que perder y Gandalf partió enseguida con Sombragris llevando a Pippin hacia Gondor.

Los demás se apresuraron a partir, cabalgando con Théoden hacia el Abismo de Helm. Legolas preguntó entonces a dónde irían luego.

- "No lo sé aún respondió Aragorn. En cuanto al rey, partirá para la revista de armas que ha convocado en Edoras dentro de cuatro noches. Y allí, supongo, tendrá noticias de la guerra, y los Jinetes de Rohan descenderán a Minas Tirith. Excepto yo, y los que quieran seguirme..."

- "Yo, para empezar", contestó Legolas. Sin embargo, algo en la mirada de Aragorn lo confundió.

- "Aún no lo sé, todo para mi es oscuridad. Supongo que iré a Minas Tirith también, pero aún espero algún evento que por ahora desconozco", dijo evasivamente Aragorn.

- "Pues cuenta conmigo también", dijo Gimli

- "¡Y conmigo!" gritó Merry.

Con esto, partieron junto con los veinticuatro jinetes de Théoden. Habían cabalgado por los vados del Isen, cuando uno de los jinetes se adelantó desde la retaguardia, anunciando que eran seguidos por hombres a caballo, los mismos que venían a galope y estaban a punto de alcanzarlos.

El rey ordenó un alto y los jinetes se pusieron en guardia empuñando las lanzas. Aragorn bajó de Hasufel y empuñando su espada se quedó al lado de Théoden. La luna llena comenzó a brillar y vieron numerosas sombras negras que avanzaba a caballo rápidamente. Cuando estuvieron a cincuenta pasos de distancia, Éomer gritó:

- "¡Alto! Quién cabalga en Rohan?"

Entonces uno de los jinetes se apeó, mostrando la mano levantada con la palma hacia delante en señal de paz.

- "Gratas son tus palabras, pues venimos buscando ese país y a uno de los nuestros, Aragorn, hijo de Arathorn, quien según nuestros informes se encuentra en este país. Soy Halbarad Dúnadan, montaraz del norte"

- "¡Y lo has encontrado!", gritó Aragorn corriendo a abrazar a su amigo, "Halbarad, de todas las alegrías, esta es la más inesperada"

- "Tengo conmigo treinta hombres", dijo Halbarad, "Todos los de nuestra sangre que pude reunir con tanta prisa; pero los hermanos Elladan y Elrohir nos han acompañado, pues desean ir a la guerra. Hemos cabalgado lo más rápido posible"

Al oír esto, el corazón de Legolas se encogió. ¡Los hermanos de Arwen! Eso sin duda alguna, haría las cosas más difíciles.

Aragorn hizo entonces las presentaciones, acercándose a saludar a los dos elfos de Rivendel. Elrohir le entregó un mensaje de Elrond: "Los días son cortos. Si el tiempo apremia, recuerda los Senderos de los Muertos".

Reanudaron la cabalgata. El montaraz recordó las palabras del mensaje de Galadriel que también aludían a dichos senderos. La presencia de los gemelos lo alegraba pues eran sus amigos de la infancia, pero también le recordaban su promesa y compromiso. No se atrevía a mirar a Legolas que se había quedado rezagado y ahora marchaba casi al final.

Aragorn cabalgaba detrás de Théoden, con los elfos gemelos a sus costados, seguidos de Halbarad y el resto de los montaraces. Elladan le hizo entrega entonces de un paquete, que Aragorn guardó entre sus ropas, sabiendo de quién provenía. Esperaría estar a solas para abrirlo.

TBC