Leave it behind
Por: Ayesha
E-mail =lg_100309@hotmail.com
Clasificación = Capítulo NC-17
Parejas = Aragorn/Legolas, Haldir/Legolas, Haldir/Finwe, Elladan/Elrohir/Finwe,
Elladan/Elrohir/Haldir/Finwe
Disclaimer =Los personajes de esta historia son propiedad de J.R. Tolkien. Esto es
puro entretenimiento y no me reporta beneficio económico alguno. Yo sólo soy
culpable de inventarme a Finwe.
*
Capítulo 15: Quebrado
"And did they get you to trade / ¿ellos te hicieron cambiar
Your heros for ghosts? / tus héroes por fantasmas?
Hot ashes for trees? / cenizas ardientes por árboles?
Hot air for a cool breeze? / aire caliente por una fría brisa?
Cold comfort for change? / frío confort por cambio?
And did you exchange / ¿y tú intercambiaste
A walk on part in the war / un paseo en parte de la guerra
For a lead role in a cage? / por un rol de líder en una jaula?"
Widh you were here – Pink Floyd
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Camino a Ithilien
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¿Había soñado? La cabeza de Legolas le dolía terriblemente y sentía un extraño mareo,
como si le pesara muchísimo. Sacudió la cabeza un poco y la trató de levantar.
Entonces notó que estaba siendo llevado como si se tratara de un bulto, en los
hombros de alguien y su cabeza colgaba verticalmente, por eso sentía esa pesadez.
Su captor debió sentir el movimiento, porque se detuvo y lo alzó sin dificultad alguna,
dando muestras de una fuerza enorme, mayor aún que la del elfo. El uruk-hai lo arrojó
al suelo e inmediatamente fue rodeado por otros como él. Legolas los contó
mentalmente, eran seis en total, una irrisoria cantidad de enemigos, los restos del
orgulloso ejército de Saruman. Sin embargo, sus manos se encontraban atadas al igual
que sus pies y no podía enfrentarlos sin armas. El elfo aún se sentía mareado por el
golpe. Oscurecía, de modo que pensó que había estado todo el día inconsciente. No vio
no oyó a Arod y su principal preocupación fue la suerte de su fiel compañero, pero
luego se concentró en las criaturas y trató de entender lo que decían.
El uruk-hai que lo había llevado en hombros era el jefe de los otros, al parecer se
llamaba Gorbag pues así le decían sus compañeros. En ese momento, sometía al
príncipe a un cuidadoso examen, mientras gruñía cosas ininteligibles a sus
compañeros. La enorme mano provista de garras tocó la mejilla del príncipe, quien
asqueado de su contacto escupió la cara de su captor. Gorbag sonrió con crueldad y
abofeteó brutalmente al elfo. Legolas pronto sintió algo tibio recorriéndole la mejilla y
luego notó que era su propia sangre.
- "¿Qué quieres de mí?", increpó a su captor. El príncipe había logrado sentarse en el
suelo, y miraba a Gorbag con odio.
Los otros uruk-hai rieron y hablaron en su extraña lengua. Gorbag caminó en círculos
alrededor del cautivo, quien lo seguía con la mirada firme.
- "Te enseñaré modales, elfo", gruñó finalmente hablando en la Lengua Común. Luego
se dirigió a sus compañeros y comenzó una nueva discusión.
Aparentemente discutían que hacer con Legolas pues los retrasaría en su viaje. Pero
Gorbag tenía planes con los cuales los demás se entusiasmaron inmediatamente. A
Legolas no le gustó nada la forma que tenía Gorbag de mirarlo y recordó
estremeciéndose los cuerpos mutilados de sus compañeros. El uruk-hai se agachó
nuevamente y palpó los muslos del elfo, recibiendo a cambio una patada en el rostro,
Legolas había sido demasiado rápido en su movimiento para que su enemigo lo
anticipara. Sin embargo, estaba en clara desventaja y su captor le propinó un feroz
golpe en el estómago y una patada en los testículos y lo alzó nuevamente colocándolo
en la posición de antes.
Legolas no emitió sonido alguno, era demasiado orgulloso para mostrarles debilidad a
esos seres, y las lágrimas de dolor que trataban de salir fueron contenidas. Sus finos
oídos captaron algo a lo lejos, el galope de varios caballos y un cuerno sonó
claramente. Sus captores lo oyeron también y lo amordazaron antes de apresurar la
marcha. El elfo había puesto todos sus sentidos en ese sonido, que le trajo un rayo de
esperanza. Los uruk-hai huían de alguien, probablemente los hombres de Ithilien, y
era preciso llamar la atención de éstos para ser rescatado.
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Gondor
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Aragorn caminó por el bosquecillo que marcaba los límites del palacio y el muro
exterior de la ciudad. Se había estado sintiendo extraño y no comprendía por qué.
Había logrado recuperar su reino, reconquistar la gloria de sus antepasados. La misión
de su vida estaba cumplida, y se había casado con la elfa más bella de la Tierra Media,
a quien amaba, logrando una importante alianza entre las razas más poderosas: elfos
y humanos. Además, su bella reina esperaba un heredero, que aseguraría su linaje
como gobernante de Gondor.
En resumen, tenía todo para ser feliz, pero no lo era. No entendía ese extraño
desasosiego que sentía, cuando al despertar por las noches tenía la sensación de que
sus dedos entrelazaban cabellos rubios y hallaba su mano acariciando los cabellos
negros de Arwen. Pensó al principio que esa tristeza se debía a la partida de sus
amigos, pero luego comprendió que era más profunda.
Además, le pasaba algo extraño. Había pasajes de su memoria que no podía recordar
con claridad, como si una bruma se alzara sobre ellos; y cuando quería traspasarla, un
mareo y a veces un dolor en la cabeza, se lo impedían. Nada de esto había dicho a
Arwen para no preocuparla, pero había consultado a Ioreth, la sanadora, y algo en sus
palabras lo había perturbado mucho.
- "Su alteza debe seguir su corazón, él disipará la bruma del camino"
Pero cuando él trató de pedirle que se explicara más, recibió una negativa absoluta.
Ioreth le dijo que la respuesta se hallaba en él mismo y que debía buscarla.
Aragorn caminaba silenciosamente en el bosque, pensando en todas estas cosas y en
Legolas. Analizando todo nuevamente, se extrañó de comprobar que no recordaba
nada sobre el elfo. Es decir, sabía que era un amigo entrañable y que habían pasado
por muchas aventuras en la Guerra del Anillo. Pero cuando intentaba evocar estas
memorias, aparecía esa extraña bruma y el dolor de cabeza.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por un sonido entre los matorrales. Una pareja
se despedía besándose apasionadamente. En un instante, una joven pasó corriendo
junto a él sin verlo, mientras su acompañante corría en dirección contraria. Aragorn
sonrió al reconocer a Aileen, doncella del palacio. – "Un encuentro furtivo de amantes",
pensó, sintiendo nuevamente aquél desasosiego.
Un objeto brillante llamó su atención y se inclinó para recogerlo. Era un colgante. El
mismo que Arwen obsequiara a Aileen. Aragorn se sorprendió, era una hermosa joya,
digna de reyes, y no comprendía qué hacía allí. Palpó la hoja y las letras dibujadas con
esmeraldas: "A" y "L".
- "¿Legolas?", fue el sonido que escapó de sus labios.
Como respondiendo a ese llamado, oyó un relincho al otro lado del muro. Sin pensarlo
dos veces, guardó el colgante en su bolsillo derecho, se dirigió a la puerta más
próxima y salió al exterior. Los guardias lo miraron extrañados, pero nadie impidió el
paso a su Rey.
Aragorn reconoció instantáneamente a Arod y un funesto presentimiento se apoderó
de él. Bien sabido era que Legolas y su caballo eran inseparables. Si el caballo volvía
sólo, el jinete podía encontrarse en dificultades. No le importó que Legolas hubiera
partido sin avisar a nadie el día más importante de su vida, cuando anunció su
compromiso con Arwen. Ni las palabras de Arwen diciendo que un amigo leal no se va
sin despedirse. Nada de esto le importó, pues su preocupación por la seguridad de
Legolas sobrepasó todo pensamiento.
El caballo se aproximó a él y bufó nerviosamente, golpeando el suelo con los cascos.
Luego tiró de él mordiendo suavemente su manto mientras relinchaba suavemente.
- "¡Espera!" dijo Aragorn, "es Legolas, ¿verdad? Te seguiré con una patrulla para
ayudar a mi amigo"
Pero el caballo se comenzó a alejar y relinchó señalando el camino con la cabeza.
- "¿Deseas ir enseguida? ¡Espera! Iré contigo", exclamó Aragorn acercándose. Subió al
lomo de Arod y el animal inició un veloz galope, dando tiempo a Aragorn únicamente
para hacer señas a sus guardias para que no lo esperasen.
El galope de Arod era veloz pero sostenido. Se dirigía a la frontera de Ithilien, al lugar
donde su amo había sido capturado.
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Norte de Ithilien
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La marcha de los uruk-hai era apresurada, pero se dirigían a la región montañosa de la
frontera norte de Ithilien, próxima a Mordor. El paraje allí era desolado, enormes rocas
y grises montículos precedían las montañas hacia donde aparentemente se dirigían.
Durante esa marcha forzada, el elfo no fue tocado nuevamente, sólo era bajado de los
hombros de Gorbag durante los breves descansos donde se le ofrecía de comer el
escaso lembas que quedaba en su morral, cuyo contenido había sido desparramado en
el lugar de la batalla. Sólo quedaban algunas hojas, lo suficiente para tres días, luego,
tendría que comer la comida de esas criaturas.
Pasaron así varios días, hasta que finalmente, acamparon al pie de de una montaña,
cerca de la entrada de una cueva. El deseo de vengar a sus amigos mantenía la
voluntad de Legolas, quien pensando en eso, trató de comer la horrible mezcla que le
sirvieron los uruk-hai, compuesta principalmente por carne seca. Sin embargo, oyó un
comentario que lo hizo estremecer.
"¡Vamos elfo, come! El dueño de esa pierna no la echará de menos, pues lo que quedó
de él yace en el estómago de Gorbag", gritó una de las criaturas, empleando la Lengua
Común.
Legolas dejó caer el recipiente, que apenas había tocado, y sintió algo que subía de su
estómago hacia su garganta, siendo expulsado inmediatamente, ante las risas de las
criaturas.
Gorbag golpeó al autor de la broma, si es que podía llamársele así. El incidente
terminó en un enfrentamiento entre ambos uruk-hai, era obvio que disputaban por
Legolas. Pero luego de una acalorada discusión y golpes, llegaron a un acuerdo y
rieron cruelmente, lo que dejó al elfo paralizado de miedo. La mirada en los ojos de
los uruk-hai no podía ser más siniestra y un terrible presentimiento lo asaltó, pero no
demostró nada, tratando de conservar su dignidad. Incluso cuando Gorbag lo arrastró
de los cabellos para llevarlo hacia la cueva que se encontraba al pie de la montaña
junto a la que acamparon, Legolas no emitió sonido alguno.
La cueva estaba oscura y el aire era pesado allí dentro. Legolas se alegró de que sus
captores no pudieran ver el terror en sus ojos, pero esta alegría le duró poco, pues los
uruk-hai encendieron varias antorchas. Gorbag lo alzó de un brazo como si fuera un
muñeco. La fuerza élfica no era suficiente contra esos seres mutados por Saruman. El
elfo fue arrojado contra la roca que marcaba el final de la cueva y cayó atontado, pero
antes de que se pudiera recuperar, fue tomado de los cabellos y obligado a ponerse de
bruces. Gorbag se sentó sobre sus piernas mientras sostenía firmemente su cabello,
tirando hacia atrás su cabeza de manera que no le permitía más movimiento.
- "¡Elfo, hoy serás nuestra diversión! Verás, Scragga dice que no sobrevivirás si ambos
te tomamos. Pienso que sí lo harás, al menos por unos días. Si mueres hoy, serás la
cena de Scragga, si sobrevives serás mío", informó Gorbag hablando en la Lengua
Común.
- "…"
- "¿Qué? ¿No dirás nada? Quiero oirte suplicar, elfo. Quizás así me apiade de ti y te
mate con mi espada. No podemos llevarte más tiempo con nosotros, de modo que
resolveremos este asunto hoy", continuó Gorbag, tirando de los cabellos de Legolas
hasta que cuello del elfo se arqueó en un ángulo casi imposible. Luego lo soltó
violentamente.
El rostro de Legolas se golpeó fuertemente en la roca que componía el suelo de la
cueva, pero el elfo no se quejó. Esto terminó por exasperar a Gorbag, que volteó a su
presa, de modo que estaba frente a él. Legolas escupió el rostro de su captor y lo
pateó violentamente en el estómago, pero Gorbag estaba en ventaja y lo golpeó en el
rostro, aprovechando el momento para de un violento tirón, desgarrarle las vestiduras.
Los otros uruk-hai contemplaban cada movimiento de su líder, gruñendo de aprobación
mientras las uñas de Gorbag laceraban la carne del pecho y estómago de Legolas, que
pronto quedó bañado en la sangre de múltiples heridas.
- "¡Oh Elbereth! Dame el valor para resistir esta tortura, si debo morir, lo haré con la
dignidad que corresponde a un príncipe", pensaba Legolas, tratando
desesperadamente de resistir las ansias de gritar.
El elfo trató de debatirse, pero fue sujetado por Scragga que se acercó con una
malévola sonrisa. Ante un ademán de Gorbag, Scragga se inclinó y empezó a lamer
con deleite las heridas sangrantes, haciendo otras a su vez con las uñas.
- "¡Aragorn! ¿Qué harías tú en una situación así? ¿Suplicarías que te matasen?
¿Resistirías, sabiendo que igualmente morirás?", el pensar en su aún amado mortal
hizo que Legolas lograse soltar una de sus piernas, dando un rodillazo en el rostro de
Scragga.
- "¡Es suficiente!", rugió Scragga. "¡Tómalo Gorbag, o lo haré yo primero!", y usó su
cuchillo para cortar las ropas del elfo y dejar al descubierto la parte baja de su cuerpo,
mientras Gorbag le sujetaba las piernas.
Scragga entonces le propinó una patada en los testículos, haciendo brotar sangre de
ellos. Legolas se echó para atrás, paralizado de dolor, pero no se quejó. Los uruk-hai
estaban acostumbrados a que sus víctimas llorasen y suplicasen, y se complacían
torturando elfos, pero la actitud de Legolas los desconcertaba y enfurecía. Gruñeron en
su lengua expresando su descontento y Gorbag, enfurecido a su vez con el elfo, se
puso de pie, mostrando su miembro erecto, y alzó las piernas de Legolas, penetrándolo
tan violentamente que desgarró la carne, oyéndose un sonido raspante que pronto fue
opacado por un alarido espantoso del elfo y luego hubo un silencio absoluto.
Legolas tuvo suerte de desmayarse, pues no oyó las exclamaciones de júbilo de sus
captores, que se regocijaban porque al fin había sido quebrada su dignidad. También
tuvo suerte de no oír el sonido raspante de Gorbag rasgándole la carne, ni sus
gruñidos de salvaje placer al explotar su inmunda semilla dentro de su cuerpo. El elfo
se había retirado a una oscuridad donde no podía sentir tampoco la penetración de
Scragga, menos violenta que la anterior, pero igual de hiriente. Tuvo suerte de que su
segundo verdugo acabase rápidamente y de no sentirlo expulsando un asqueroso
chorro de esperma en su interior.
El elfo estaba inconsciente, casi muerto. Sólo un delgado hilo sostenía su vida en la
Tierra Media: Aragorn. El recuerdo de aquél amor impidió que enloqueciera de espanto
y de asco, mas no mitigaba el dolor. Los uruk-hai se habían retirado a descansar, no
prestándole más atención a la ensangrentada figura del que fuera el orgulloso príncipe
de Mirkwood, y ahora no era más que un elfo quebrado de la forma más espantosa.
- "¿Aragorn? ¿estoy muerto? ¿es así como se siente la muerte? ¡No! Este dolor no es
de un cuerpo sin vida…aún estoy aquí ¡Oh Mandos, por favor llévame! No permitas que
esto pase de nuevo, ¡quítame este sufrimiento!"
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Cerca de la cueva
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Faramir y sus hombres estaban siguiendo las huellas de un pequeño grupo de uruk-
hai, los que habrían dado muerte a los elfos que hallaron cubiertos por varios
matorrales. Las criaturas jamás enterraban a sus víctimas, por lo que dedujeron que
uno de los elfos había sobrevivido.
Al continuar siguiendo el rastro, hallaron huellas de un caballo que había huído y restos
de un morral y alimento élfico. Era obvio que el sobreviviente había sido capturado.
Tocaron el cuerno en señal de amedrentamiento y partieron tras las huellas.
Les tomó algunos días rastrearlos adecuadamente, pues el terreno era rocoso y el
avance de las criaturas no era fácil de seguir. Avanzaban con cuidado, pues no
deseaban ser vistos. La tercera noche de la persecusión, un espantoso grito les
sobrecogió el corazón. Su ayuda había llegado demasiado tarde para el infortunado
cautivo, mas sería vengado. Se pusieron en marcha inmediatamente, hacia el origen
de aquél alarido.
Finalmente, hallaron restos de un campamento y se apostaron entre las rocas, junto a
la entrada de una cueva. No se oía ningún sonido, mas ya amanecía. Optaron por
esperar la salida del sol, pues los uruk-hai, a pesar de no ser vulnerables a la luz como
los orcos, no se sentían cómodos combatiendo de día.
Con el primer rayo de sol, acribillaron a flechazos al centinela, y la lucha comenzó. Los
uruk-hai eran pocos, pero inmensamente fuertes, y estaban desesperados pues habían
sido acorralados en una cueva. Los hombres de Faramir sumaban veinte y estaban
bien armados. Lucharon durante casi una hora, hasta que finalmente cayeron todos
menos Gorbag que se encontraba al fondo de la cueva luchando con su espada.
Tres hombres lo atacaron, pero logró asesinar a dos de ellos. Faramir en persona entró
a la cueva y su coraje tomó más bríos al ver a sus hombres caídos. Tomó la espada y
continuó el duelo, logrando decapitar a un cansado Gorbag, luego de varios minutos de
lucha.
Se disponían a retirarse, llevando los cuerpos de sus hombres caídos, cuando
Beregond, capitán de la guardia, reparó en un bulto oscuro que yacía al fondo de la
cueva.
- "Señor Faramir, aquí hay algo", exclamó. Faramir se detuvo ¡El cautivo! Aunque sólo
sería su cadáver.
- "Tráelo. Con cuidado", recomendó a Beregond.
Beregond y otro de los guardias se acercaron al prisionero, apenas veían dentro de la
cueva, pero alcanzaron a distinguir unos cabellos rubios. Beregond se arrodilló y tocó
su cuello, buscando señales de vida. Se sorprendió mucho al sentir el latido que,
aunque débil, indicaba que había aún una chispa de vida en el maltratado cuerpo. Lo
alzó de los hombros, con cuidado de que la cabeza no colgase. Al levantarlo, sus
manos se mancharon con la sangre que cubría todo el torso del cautivo. Su compañero
lo alzó de los pies y lentamente lo sacaron fuera de la cueva, donde los otros guardias
retiraban también los cadáveres de los uruk-hai.
- "¡Es un elfo!", exclamó uno de ellos.
Beregond lo depositó sobre la hierba lo más cuidadosamente que pudo. Faramir se
acercó a prisa para examinar al herido. El señor de Ithilien palideció al reconocer al
elfo.
- "¡Legolas!", exclamó espantado. Luego, se despojó de su manto para cubrir el cuerpo
desnudo del príncipe de Mirkwood de las miradas de los guardias.
- "Está agonizando, Señor. Nada podemos hacer por él", dijo Beregond tristemente.
- "¡No! ¡No puede, un guerrero como él no debe morir así! ¡Vivirá!", exclamó Faramir,
alzando la cabeza de Legolas. Su rostro hinchado presentaba las marcas de los golpes
recibidos, sus ojos estaban cerrados.
- "¡Legolas! ¡Soy yo! Estás a salvo. Abre los ojos, por favor!"
- "..A..Aragorn?", sus labios se movieron apenas para formar esa única palabra. Los
ojos permanecieron cerrados. Faramir, más que oírlo, adivinó el nombre y de pronto
recordó: ¡Las manos del Rey!
- "Beregond, ve a Gondor enseguida. Avísale al Rey lo acontecido y llévalo a Ithilien.
Fernion, ve a Ithilien y avísale a la Dama Eowyn que vamos en camino y que nos
espere con el mejor sanador. Dru y Mael, traigan agua y vendajes!"
Los hombres partieron en seguida, mientras Faramir examinaba las heridas en el
cuerpo de Legolas. El señor de Ithilien se estremeció al ver un reguero de líquido
negruzco y maloliente que se mezclaba con la sangre que corría por los muslos del
elfo, y comprendió que se trataba de la semilla de las criaturas que yacían muertas en
la cueva. Lágrimas de impotencia cayeron de su noble rostro al no haber llegado antes
y evitar el ultraje de que había sido víctima el valiente elfo.
Con ayuda de sus hombres, limpió cuidadosamente las heridas en el torso y espalda
del elfo, y las vendó. Cubrió el hinchado rostro con un ungüento especial y arregló sus
cabellos. Luego, atendió la herida más grave. Sus hombres contuvieron el aliento
mientras lo ayudaban a mover al elfo con cuidado. Era la herida más espantosa que
había visto. Trató de limpiarla lo mejor posible, y colocó un lienzo entre los muslos del
elfo para que contuviera la hemorragia que aún tenía. Con ayuda de sus guardias, lo
vistió con sus ropas de repuesto.
- "Mi señor, será afortunado si pasa la noche", comentó uno de los guardias.
- "Vivirá Mael. Él sobrevivió al ataque del Nazgul, tiene una gran fortaleza. Sólo
debemos llevarlo cuanto antes a Ithilien"
Y empezaron a preparar la partida. No hubo tiempo para limpiar la zona e incinerar los
cadáveres de las bestias. La principal prioridad entonces era sacar a Legolas de allí. El
camino a Ithilien era de cuatro días y Faramir rogó por que su amigo tuviera la
fortaleza para resistirlos.
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De Gondor a Ithilien
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Aragorn galopaba con Arod, sosteniéndose de la crin del caballo, que, a la usanza
élfica, no llevaba silla ni brida. Mientras se alejaban cada vez más de Gondor, pensaba
en el elfo. Su amigo de quien nada podía recordar. Entonces, por primera vez, se dio
cuenta de lo extraño que era eso, de todos sus amigos de la Comunidad, el único del
cual no guardaba ningún recuerdo era el rubio elfo, de quien todos decían que era su
más querido amigo. El lo sentía así en el corazón, pero no era capaz de recordar las
hazañas que de él y del elfo se contaban.
Suspiró y trató de pensar en otra cosa, pues el dolor de cabeza amenazaba con volver.
Sorprendentemente, notó que si pensaba en el Legolas de ahora, quien necesitaba su
ayuda, el dolor no avanzaba, en cambio, si trataba de recordar a su compañero de la
Comunidad, su cabeza parecía sostener un enorme peso.
Maquinalmente, llevó la mano a su bolsillo y sacó la joya que había encontrado. ¿Por
qué esa joya le parecía tan extrañamente familiar? ¿Y las iniciales? "A" y "L" ("Aragorn,
Legolas"), ¡No! ¡Eso era una locura!
Continuó cabalgando, procurando no pensar en nada y preparando su cuerpo y mente
para la batalla que creía próxima, para salvar a Legolas.
La primera noche apenas descansó, pues Arod no deseaba detenerse y apenas comía.
El rey estaba conmovido por la preocupación que el animal demostraba por su amo, y
como él a su vez estaba preocupado, prácticamente cabalgó toda la noche. Lo mismo
sucedería la noche siguiente, en que cabalgaron hasta media noche y se detuvieron
luego en un claro para descansar.
El rey bajó del caballo, y luego de atenderlo, se preparó para pasar lo que quedaba de
la noche. Apenas puso la cabeza sobre la hierba, cuando oyó el galope de otro caballo
que se acercaba a gran velocidad. El rey se ocultó entre los árboles para poder ver
quién era el jinete que llevaba tanta prisa.
Cuando el jinete llegó al claro, el rey salió de su escondite y gritó:
- "¿Quién cabalga hacia Gondor?"
El jinete se detuvo y volvió sobre sus pasos, hacia la figura embozada que lo
observaba. Caminó lentamente, pues no estaba seguro si el desconocido estaba solo.
- "Voy a llevar un mensaje urgente al rey Elessar, de parte del señor Faramir de
Ithilien"
- "¿Y qué mensaje es ese?"
- "Sólo se lo daré al rey", respondió Beregond, pues de él se trataba.
- "Yo soy el Rey Elessar", dijo el rey, quitándose la capa, pues había reconocido a
Beregond.
- "¡Oh, Señor!, vengo a informarle que su amigo, el príncipe de Mirkwood se encuentra
gravemente herido y es llevado a Ithilien"
Y Beregond le contó la persecución a los uruk-hai y el rescate del elfo.
- "¡Ohhh, Legolas!", exclamó Aragorn, sintiendo un nudo en la garganta, - "¿está muy
mal herido?"
- "Sí, mi señor. El señor Faramir me envió por vos debido a vuestras habilidades como
sanador"
- "Entonces dime qué le ha ocurrido y así sabré que tratamiento aplicar y qué hierbas
deberé recoger", repuso el rey, tratando de calmar el golpeteo incesante de su
corazón.
- "Señor, tiene golpes en el rostro y heridas de uñas en todo el cuerpo, principalmente
en el pecho y la espalda…y…y…", Beregond se interrumpió, inseguro de cómo
comunicar al rey el hecho más grave.
- "¿Qué más?", el rey tuvo un horrible presentimiento y esperó ansioso la respuesta.
- "Señor, él…los uruk-hai…lo lastimaron, está muy grave…"
- "¿Qué le hicieron?", insistió el rey ("¡Legolas! No quiero oírlo, pero debo saber, para
poder ayudarte. ¡Oh Valar, que no sea lo que estoy temiendo!)
- "Señor, ellos…ellos..lo ultrajaron", dijo finalmente Beregond
- "¡NOOOOOOOOO!", el rey estaba pálido. Su más funesto presentimiento se había
hecho realidad, su amigo estaba herido en la forma más cruel para un guerrero.
"¿Cuál es la extensión de sus heridas?", se oyó preguntar, sin saber cómo logró
articular estas palabras.
- "…son…fueron…no sabemos cuántos lo hicieron, pero la herida es seria. Estaba
inconsciente cuando lo hallamos y el señor Faramir me envió de inmediato a pedir
ayuda, hasta el momento en que vine hacia aquí, él no había despertado. El señor
Faramir lo está llevando a Ithilien y deben estar por llegar"
Aragorn sentía que el mundo giraba locamente a su alrededor. (¡Legolas!), su más
querido amigo estaba pasando por un terrible momento (¡No hay tiempo que perder!),
debía ir enseguida.
- "Gracias, Berengond. Partiré sin demora. Debo pedirte, sin embargo, que continúes
tu camino hacia Gondor e informes a la reina lo acontecido", pidió el rey.
- "Lo haré así, mi señor", respodió Beregond a manera de despedida y se alejó al
galope de nuevo.
Elessar montó a su vez y Arod emprendió el galope hacia Ithilien. Ambos, jinete y
caballo, confiaban en llegar a tiempo para curar las heridas del elfo.
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Camino a Ithilien
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Faramir cabalgaba a toda prisa con el elfo en sus brazos. No deseaba ponerlo sobre un
caballo, ni que los guardias lo llevasen. Por eso, él mismo se encargó de transportarlo,
sorprendiéndose de lo ligero que era Legolas. Trató de que el cuerpo del elfo rozara lo
menos posible el caballo, por eso lo sostenía sentado, apoyando la cabeza de Legolas
en su pecho.
El elfo apenas respiraba y muchas veces Faramir tuvo que detenerse para comprobar
si seguía con vida. Ese día casi no descansaron en su prisa por llegar a Ithilien, y era
de noche ya cuando bajaron de los caballos para descansar. Los brazos de Faramir
estaban adormecidos, pero aún así, fue él quien se ocupó de atender al elfo, dándole
agua. No estaba seguro de cómo alimentarlo, de modo que ordenó que le preparasen
jugo de frutas y se sintió complacido cuando el elfo semi inconsciente bebió un poco.
Legolas tenía fiebre, lo cual era de esperarse, pues no tenían cómo limpiar
adecuadamente la herida. Faramir se estremeció de pensar en las sustancias
infecciosas que podría tener el asqueroso fluido de los uruk-hai y rogó que Legolas
fuera fuerte y resistiese hasta Ithilien.
El señor de Ithilien sabía que esa noche sería la más difícil, y se dispuso a pasarla
vigilando a su amigo. Se sentó junto a él y dispuso los turnos de guardia, luego colocó
un recipiente con agua y puso un lienzo húmedo en la cabeza de Legolas.
El elfo no se movía, y su cuerpo estaba frío. Faramir colocó dos mantas extras para
cubrirlo y tomó su pálida mano entre las suyas para darle calor. Luego esperó.
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En algún lugar de la mente
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El pasillo estaba oscuro, pero había una luz al final de él. La delgada y pálida figura del
elfo avanzó penosamente. El dolor en su cuerpo era insoportable, pero sabía de algún
modo que debía llegar a la luz.
Vagamente percibía a lo lejos el galope de varios caballos y las voces de hombres,
pero era incapaz de responderles, concentrado como estaba en llegar hacia la luz.
No sabía cuánto tiempo había transcurrido, cuando finalmente levantó la cabeza y fue
cegado por la brillante luz. Su efecto fue como un bálsamo y sintió curarse sus heridas,
aliviarse el dolor de su alma. Anhelaba olvidar y descansar al fin. Se irguió y entró con
paso seguro a la amplia cámara que se abría al final del pasillo. Una figura alta lo
esperaba.
- "¿Lord Mandos?", preguntó el elfo
- "Legolas de Mirkwood", respondió la figura, caminando hacia él. Era más alto que
Legolas y tan hermoso como sólo un Valar podía serlo. Su rostro tenía una expresión
compasiva.
- "¡Llevadme con vos!", pidió el elfo, sentía una enorme paz en ese lugar y sabía que
allí podría encontrar el olvido que tanto necesitaba.
- "Legolas", repitió Lord Mandos, obligándolo a mirarlo. Los azules ojos de Legolas lo
interrogaban con la mirada.
- "(¿Acaso no soy digno de entrar aquí? ¿También aquí se me despreciará por haber
sido débil?)"
- "Legolas. Tu tiempo en la Tierra Media no ha terminado", dijo calmadamente el amo
de aquel lugar.
- "¿Qué? ¡No puedo volver! ¡No soportaré vivir con lo que pasó! ¡Te lo suplico!", rogó
el elfo cayendo de rodillas.
- "Hay quienes te necesitan en la Tierra Media"
- "¡No tengo a nadie! Mi padre me amenazó con el destierro, mi hermano no me
necesita, mis amigos han encontrado ya la felicidad, ¡Por favor! ¡Alivia mi dolor,
déjame quedarme aquí!", pidió Legolas
- "Alguien te necesita aún", repuso Lord Mandos
- "¡No! A nadie más hago falta…(¡Aragorn!)…no puedo volver…(él me abandonó) … no
me obligues a hacerlo!", suplicó.
Pero Lord Mandos no lo escuchaba. En lugar de eso, lo tomó de la barbilla obligándolo
a levantarse y miró en los azules ojos, traspasando su alma. Luego sonrió y besó la
frente del elfo.
- "Debes irte y ayudarlo a hallar el camino"
El elfo sintió que un remolino se lo tragaba y gritó, pero fue en vano. Todo el dolor de
su cuerpo y alma habían vuelto y este último era más penoso aún, luego de haber
conocido la paz por unos instantes. Un gemido se escapó de sus labios.
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Camino a Ithilien
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Faramir y Mael vigilaban el sueño del elfo, si así podía llamarse. Muchas veces tuvieron
que aplicar el oído al pecho de Legolas para asegurarse de que su corazón aún latía.
Faramir reemplazaba cada cierto tiempo el lienzo de la frente de Legolas, pero la fiebre
no disminuía.
Hacia el amanecer, Faramir retiró de nuevo el lienzo y tocó el rostro del elfo y su
cuello, sintiéndolos fríos. Mael tocó sus manos y estaban heladas también. Ambos
sintieron un nudo en la garganta y Faramir comenzó a frotar los antebrazos del elfo
con un ungüento de eucalipto, mientras Mael hacía lo mismo con las sienes. Ambos
trataban de hacerlo reaccionar hablándole, pero el elfo no se movía.
De pronto, un suspiro escapó de sus labios y Faramir creyó que lo habían perdido,
sorprendiéndose mucho al ver luego el rostro del elfo inundado en lágrimas.
- "¡Legolas! ¡Resiste amigo mío!", exclamaba sin saber qué hacer
Un gemido escapó de los labios de Legolas, que abrió lentamente los ojos,
parpadeando muchas veces mientras trataba de distinguir las sombras que estaban
junto a él.
- "¿Aragorn?", dijo débilmente
- "¡Legolas! ¡Gracias Valar! Soy Faramir, ¿me reconoces? Estás a salvo ahora y te
llevamos a Ithilien", explicó
- "¿Faramir? ¿Cómo?", preguntó Legolas, cayendo de nuevo en la inconsciencia.
Faramir le frotó nuevamente las sienes y dejó escapar un suspiro de alivio cuando vio
que el cuerpo del elfo estaba cubierto de sudor, señal de que la fiebre se alejaría
pronto. Con ayuda de Mael, le cambiaron de ropas y retiraron una de las mantas. El
sueño de Legolas parecía más tranquilo y por fin pudieron permitirse un descanso.
Al día siguiente, el elfo continuó inconsciente, sólo despertaba durante cortos
intervalos, los cuales eran aprovechados por Faramir para darle jugo de frutas, y
aunque Legolas no estuvo nunca plenamente consciente de lo que ocurría, no
rechazaba ese alimento. Esa noche también Faramir veló su sueño, y la fiebre se
presentó de nuevo, pero no tan fuerte como antes.
Los otros días transcurrieron en forma similar, hasta que por fin vieron la torre de
Ithilien y apresuraron la marcha.
Finalmente, llegaron a Ithilien a media mañana del cuarto día de viaje y la Dama
Eowyn los recibió. Luego de una breve explicación, fueron conducidos al dormitorio
preparado para Legolas, donde ya se encontraba el sanador.
El elfo fue depositado cuidadosamente en la cama y el sanador inició su examen.
Mientras lo hacía, Faramir llevó a parte a su esposa y le explicó lo acontecido. Eowyn
estaba espantada.
- "¿Por qué Legolas? Él no merece sufrir así. Nadie lo merece. Quizás hubiese sido
mejor que muera", susurró ella.
- "No digas eso, amada mía. Él vivirá. He mandado llamar al Rey para que lo cure,
como hizo en Gondor, quién mejor que él entiende de elfos..."
- "¿El Rey? ¡No! ¡No puedes hacerlo! Eso sólo empeorará las cosas....", exclamó
Eowyn, pensando en lo que ignoraban los otros pero que ella había descubierto.
Aragorn allí sólo haría sentirse al elfo más miserable.
- "¿Por qué? Ellos son buenos amigos, Elessar no me perdonaría el no avisarle que su
amigo está herido en mis tierras, ¿qué sucede, Eowyn?", preguntó Faramir extrañado
por la reacción de su esposa.
- "No... no es nada. Sólo pensé que él no querría que el rey lo supiese. Por cierto,
Gimli está aquí", informó ella, "creo que debemos comunicarle lo ocurrido"
- "Está bien. Iré yo. Quédate aquí con Legolas", pidió Faramir, dirigiéndose hacia la
puerta.
Eowyn se acercó al sanador, quien había cortado las vendas en el torso de Legolas y
ya había terminado de examinar las heridas del rostro y pecho del elfo. El rostro de
Legolas ya no estaba hinchado, aunque aún presentaba marcas moradas en las
mejillas. Las heridas producidas por las uñas de los uruk-hai, se estaban cerrando
también, por lo que su piel presentaba un mejor aspecto. Aún así, Eowyn se
estremeció de pensar lo que le había ocurrido a su amigo y pensó qué haría el elfo
cuando apareciera Aragorn, si es que el rey acudía al llamado.
- "Señora", la voz del sanador la devolvió de su ensueño. "Necesitaré algo de ayuda
para examinar las otras heridas. Debo llamar a mi asistente"
- "No, no hace falta", dijo Eowyn pensando en la humillación del elfo. "Yo misma te
ayudaré"
El sanador asintió y entre ambos pusieron al elfo boca abajo. El sanador descubrió su
espalda y procedió a limpiar las heridas con agua tibia y hierbas desinfectantes. Eowyn
le ayudó a untar las heridas con un aceite especial que ayudaría en la cicatrización.
Luego le colocaron los vendajes, pero no lo vistieron, pues el sanador dijo que las
heridas cicatrizarían mejor así.
- "Señora, nos falta la herida más grave", dijo el sanador, dudando si ella accedería a
ayudarle.
- "Está bien. Estoy lista, ¿qué debo hacer?", respondió Eowyn. No le agradaba atender
esa herida, pero prefería ser ella quien lo hiciera a tener que someter a su amigo a las
miradas de otra persona.
En ese momento, alguien golpeó la puerta y Eowyn fue a abrir. Era Gimli.
- "Señora, debo ver a mi amigo Legolas", pidió el enano.
- "Adelante, Gimli", respondió ella, dejándolo pasar.
El enano se acercó a la cama donde yacía su amigo y lo examinó atentamente. Luego
tocó su frente ardiente y sus frías manos.
- "¡Oh, Legolas! ¡Cómo pudo pasar esto!", dijo el enano con la voz quebrada. "¿Cómo
está?", preguntó al sanador, con lágrimas en los ojos.
- "No lo sé aún con exactitud", respondió éste. "Debo examinar sus otras heridas"
- "¿Otras heridas? Faramir me dijo que los uruk-hai lo atacaron y eso es evidente, ¿de
qué otras heridas habla?", pregunto Gimli dirigiéndose a Eowyn.
- "Gimli...es...es algo difícil de explicar. Por favor déjanos examinarlo ahora y luego
hablaremos", respondió ella con dulzura.
- "¡No! ¡Debo saberlo! ¿Qué más le hicieron? ¡Dímelo!", pidió el enano.
- "Ellos abusaron de Legolas", dijo Eowyn con un hilo de voz, sus ojos también estaban
llenos de lágrimas.
- "¿QUÉ? ¡Nooooo, no puede ser! ¡Legolas!", sollozó el enano tomando las manos del
elfo inconsciente, "¿Qué le va a pasar ahora? ¿Cómo podrá superar esto? ¡Legolas!
¿Por qué tú?...¿Por qué...?"
Faramir entró en ese momento, acercándose a Eowyn y le susurró:
- "Traté de decírselo, pero no me dejó terminar, vino en seguida hacia aquí"
Ella asintió tristemente y respondió:
– "Debemos examinar las otras heridas, por favor sácalo de aquí"
- "Gimli", dijo compasivamente Faramir, tocando el hombro del enano, "Vamos, deben
curar sus otras heridas. No podemos estar aquí". Pero el enano no se movía. "Vamos",
continuó Faramir, "Aragorn viene en camino y su presencia ayudará a nuestro amigo a
mejorar..."
- "¡¿QUÉ?! ¿Aragorn? ¿Cómo pudiste?", gritó el enano
- "¡Gimli! ¡Basta! Él no lo sabía...", interrumpió Eowyn casi gritando, "Salgan de aquí,
por favor. Él necesita reposo y debemos atenderlo sin demora", y uniendo la acción
con la palabra, tomó a Faramir del brazo y a Gimli del hombro y los empujó
suavemente hacia la puerta, cerrándola cuando estuvieron fuera.
Eowyn volvió donde estaba el atónito sanador y continuaron con su tarea. La herida
aquélla presentaba un aspecto terrible, la carne estaba desgarrada y enrojecida y aún
sangraba. El lienzo que Faramir había colocado estaba cubierto por la sustancia negra
de los uruk-hai.
El sanador preparó enseguida una mezcla de hierbas y la aplicó mientras Eowyn
sostenía las piernas de Legolas. Una gota cayó sobre su mano y la hizo estremecer,
pues esa sustancia ardía. Se imaginó qué sentiría el elfo, pero éste no reaccionó.
Finalmente, la herida fue limpiada nuevamente, y gran cantidad de sangre oscura
manchó las sábanas. Colocaron un lienzo limpio entre las piernas de Legolas y
cambiaron las sábanas, recostando finalmente al elfo allí, desnudo y cubierto solo con
los vendajes. El sanador lo cubrió luego con una sábana.
- "Debe permanecer así, las heridas necesitan respirar y no podemos abrigarlo
demasiado por la fiebre. Debo ir a preparar los unguentos con que lo trataremos
mañana", dijo el sanador.
- "Está bien. Me quedaré con él"
El sanador salió, llevando consigo las sábanas, vendas y lienzos manchados. Gimli
entró inmediatamente, pues había estado esperando en la puerta.
- "¿Se pondrá bien, verdad?", preguntó tímidamente.
- "Sí, mi amigo. Él se pondrá bien", contestó Eowyn
***********************
Esa misma tarde, un cansado jinete, montado en un no menos cansado caballo, se
acercaba a los muros de Ithilien. Los guardias le exigieron identificarse, como era
habitual.
- "Soy Elessar, Piedra de Elfo, Rey de Gondor", fue todo lo que dijo.
TBC
11
Por: Ayesha
E-mail =lg_100309@hotmail.com
Clasificación = Capítulo NC-17
Parejas = Aragorn/Legolas, Haldir/Legolas, Haldir/Finwe, Elladan/Elrohir/Finwe,
Elladan/Elrohir/Haldir/Finwe
Disclaimer =Los personajes de esta historia son propiedad de J.R. Tolkien. Esto es
puro entretenimiento y no me reporta beneficio económico alguno. Yo sólo soy
culpable de inventarme a Finwe.
*
Capítulo 15: Quebrado
"And did they get you to trade / ¿ellos te hicieron cambiar
Your heros for ghosts? / tus héroes por fantasmas?
Hot ashes for trees? / cenizas ardientes por árboles?
Hot air for a cool breeze? / aire caliente por una fría brisa?
Cold comfort for change? / frío confort por cambio?
And did you exchange / ¿y tú intercambiaste
A walk on part in the war / un paseo en parte de la guerra
For a lead role in a cage? / por un rol de líder en una jaula?"
Widh you were here – Pink Floyd
**************
Camino a Ithilien
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¿Había soñado? La cabeza de Legolas le dolía terriblemente y sentía un extraño mareo,
como si le pesara muchísimo. Sacudió la cabeza un poco y la trató de levantar.
Entonces notó que estaba siendo llevado como si se tratara de un bulto, en los
hombros de alguien y su cabeza colgaba verticalmente, por eso sentía esa pesadez.
Su captor debió sentir el movimiento, porque se detuvo y lo alzó sin dificultad alguna,
dando muestras de una fuerza enorme, mayor aún que la del elfo. El uruk-hai lo arrojó
al suelo e inmediatamente fue rodeado por otros como él. Legolas los contó
mentalmente, eran seis en total, una irrisoria cantidad de enemigos, los restos del
orgulloso ejército de Saruman. Sin embargo, sus manos se encontraban atadas al igual
que sus pies y no podía enfrentarlos sin armas. El elfo aún se sentía mareado por el
golpe. Oscurecía, de modo que pensó que había estado todo el día inconsciente. No vio
no oyó a Arod y su principal preocupación fue la suerte de su fiel compañero, pero
luego se concentró en las criaturas y trató de entender lo que decían.
El uruk-hai que lo había llevado en hombros era el jefe de los otros, al parecer se
llamaba Gorbag pues así le decían sus compañeros. En ese momento, sometía al
príncipe a un cuidadoso examen, mientras gruñía cosas ininteligibles a sus
compañeros. La enorme mano provista de garras tocó la mejilla del príncipe, quien
asqueado de su contacto escupió la cara de su captor. Gorbag sonrió con crueldad y
abofeteó brutalmente al elfo. Legolas pronto sintió algo tibio recorriéndole la mejilla y
luego notó que era su propia sangre.
- "¿Qué quieres de mí?", increpó a su captor. El príncipe había logrado sentarse en el
suelo, y miraba a Gorbag con odio.
Los otros uruk-hai rieron y hablaron en su extraña lengua. Gorbag caminó en círculos
alrededor del cautivo, quien lo seguía con la mirada firme.
- "Te enseñaré modales, elfo", gruñó finalmente hablando en la Lengua Común. Luego
se dirigió a sus compañeros y comenzó una nueva discusión.
Aparentemente discutían que hacer con Legolas pues los retrasaría en su viaje. Pero
Gorbag tenía planes con los cuales los demás se entusiasmaron inmediatamente. A
Legolas no le gustó nada la forma que tenía Gorbag de mirarlo y recordó
estremeciéndose los cuerpos mutilados de sus compañeros. El uruk-hai se agachó
nuevamente y palpó los muslos del elfo, recibiendo a cambio una patada en el rostro,
Legolas había sido demasiado rápido en su movimiento para que su enemigo lo
anticipara. Sin embargo, estaba en clara desventaja y su captor le propinó un feroz
golpe en el estómago y una patada en los testículos y lo alzó nuevamente colocándolo
en la posición de antes.
Legolas no emitió sonido alguno, era demasiado orgulloso para mostrarles debilidad a
esos seres, y las lágrimas de dolor que trataban de salir fueron contenidas. Sus finos
oídos captaron algo a lo lejos, el galope de varios caballos y un cuerno sonó
claramente. Sus captores lo oyeron también y lo amordazaron antes de apresurar la
marcha. El elfo había puesto todos sus sentidos en ese sonido, que le trajo un rayo de
esperanza. Los uruk-hai huían de alguien, probablemente los hombres de Ithilien, y
era preciso llamar la atención de éstos para ser rescatado.
********
Gondor
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Aragorn caminó por el bosquecillo que marcaba los límites del palacio y el muro
exterior de la ciudad. Se había estado sintiendo extraño y no comprendía por qué.
Había logrado recuperar su reino, reconquistar la gloria de sus antepasados. La misión
de su vida estaba cumplida, y se había casado con la elfa más bella de la Tierra Media,
a quien amaba, logrando una importante alianza entre las razas más poderosas: elfos
y humanos. Además, su bella reina esperaba un heredero, que aseguraría su linaje
como gobernante de Gondor.
En resumen, tenía todo para ser feliz, pero no lo era. No entendía ese extraño
desasosiego que sentía, cuando al despertar por las noches tenía la sensación de que
sus dedos entrelazaban cabellos rubios y hallaba su mano acariciando los cabellos
negros de Arwen. Pensó al principio que esa tristeza se debía a la partida de sus
amigos, pero luego comprendió que era más profunda.
Además, le pasaba algo extraño. Había pasajes de su memoria que no podía recordar
con claridad, como si una bruma se alzara sobre ellos; y cuando quería traspasarla, un
mareo y a veces un dolor en la cabeza, se lo impedían. Nada de esto había dicho a
Arwen para no preocuparla, pero había consultado a Ioreth, la sanadora, y algo en sus
palabras lo había perturbado mucho.
- "Su alteza debe seguir su corazón, él disipará la bruma del camino"
Pero cuando él trató de pedirle que se explicara más, recibió una negativa absoluta.
Ioreth le dijo que la respuesta se hallaba en él mismo y que debía buscarla.
Aragorn caminaba silenciosamente en el bosque, pensando en todas estas cosas y en
Legolas. Analizando todo nuevamente, se extrañó de comprobar que no recordaba
nada sobre el elfo. Es decir, sabía que era un amigo entrañable y que habían pasado
por muchas aventuras en la Guerra del Anillo. Pero cuando intentaba evocar estas
memorias, aparecía esa extraña bruma y el dolor de cabeza.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por un sonido entre los matorrales. Una pareja
se despedía besándose apasionadamente. En un instante, una joven pasó corriendo
junto a él sin verlo, mientras su acompañante corría en dirección contraria. Aragorn
sonrió al reconocer a Aileen, doncella del palacio. – "Un encuentro furtivo de amantes",
pensó, sintiendo nuevamente aquél desasosiego.
Un objeto brillante llamó su atención y se inclinó para recogerlo. Era un colgante. El
mismo que Arwen obsequiara a Aileen. Aragorn se sorprendió, era una hermosa joya,
digna de reyes, y no comprendía qué hacía allí. Palpó la hoja y las letras dibujadas con
esmeraldas: "A" y "L".
- "¿Legolas?", fue el sonido que escapó de sus labios.
Como respondiendo a ese llamado, oyó un relincho al otro lado del muro. Sin pensarlo
dos veces, guardó el colgante en su bolsillo derecho, se dirigió a la puerta más
próxima y salió al exterior. Los guardias lo miraron extrañados, pero nadie impidió el
paso a su Rey.
Aragorn reconoció instantáneamente a Arod y un funesto presentimiento se apoderó
de él. Bien sabido era que Legolas y su caballo eran inseparables. Si el caballo volvía
sólo, el jinete podía encontrarse en dificultades. No le importó que Legolas hubiera
partido sin avisar a nadie el día más importante de su vida, cuando anunció su
compromiso con Arwen. Ni las palabras de Arwen diciendo que un amigo leal no se va
sin despedirse. Nada de esto le importó, pues su preocupación por la seguridad de
Legolas sobrepasó todo pensamiento.
El caballo se aproximó a él y bufó nerviosamente, golpeando el suelo con los cascos.
Luego tiró de él mordiendo suavemente su manto mientras relinchaba suavemente.
- "¡Espera!" dijo Aragorn, "es Legolas, ¿verdad? Te seguiré con una patrulla para
ayudar a mi amigo"
Pero el caballo se comenzó a alejar y relinchó señalando el camino con la cabeza.
- "¿Deseas ir enseguida? ¡Espera! Iré contigo", exclamó Aragorn acercándose. Subió al
lomo de Arod y el animal inició un veloz galope, dando tiempo a Aragorn únicamente
para hacer señas a sus guardias para que no lo esperasen.
El galope de Arod era veloz pero sostenido. Se dirigía a la frontera de Ithilien, al lugar
donde su amo había sido capturado.
**************
Norte de Ithilien
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La marcha de los uruk-hai era apresurada, pero se dirigían a la región montañosa de la
frontera norte de Ithilien, próxima a Mordor. El paraje allí era desolado, enormes rocas
y grises montículos precedían las montañas hacia donde aparentemente se dirigían.
Durante esa marcha forzada, el elfo no fue tocado nuevamente, sólo era bajado de los
hombros de Gorbag durante los breves descansos donde se le ofrecía de comer el
escaso lembas que quedaba en su morral, cuyo contenido había sido desparramado en
el lugar de la batalla. Sólo quedaban algunas hojas, lo suficiente para tres días, luego,
tendría que comer la comida de esas criaturas.
Pasaron así varios días, hasta que finalmente, acamparon al pie de de una montaña,
cerca de la entrada de una cueva. El deseo de vengar a sus amigos mantenía la
voluntad de Legolas, quien pensando en eso, trató de comer la horrible mezcla que le
sirvieron los uruk-hai, compuesta principalmente por carne seca. Sin embargo, oyó un
comentario que lo hizo estremecer.
"¡Vamos elfo, come! El dueño de esa pierna no la echará de menos, pues lo que quedó
de él yace en el estómago de Gorbag", gritó una de las criaturas, empleando la Lengua
Común.
Legolas dejó caer el recipiente, que apenas había tocado, y sintió algo que subía de su
estómago hacia su garganta, siendo expulsado inmediatamente, ante las risas de las
criaturas.
Gorbag golpeó al autor de la broma, si es que podía llamársele así. El incidente
terminó en un enfrentamiento entre ambos uruk-hai, era obvio que disputaban por
Legolas. Pero luego de una acalorada discusión y golpes, llegaron a un acuerdo y
rieron cruelmente, lo que dejó al elfo paralizado de miedo. La mirada en los ojos de
los uruk-hai no podía ser más siniestra y un terrible presentimiento lo asaltó, pero no
demostró nada, tratando de conservar su dignidad. Incluso cuando Gorbag lo arrastró
de los cabellos para llevarlo hacia la cueva que se encontraba al pie de la montaña
junto a la que acamparon, Legolas no emitió sonido alguno.
La cueva estaba oscura y el aire era pesado allí dentro. Legolas se alegró de que sus
captores no pudieran ver el terror en sus ojos, pero esta alegría le duró poco, pues los
uruk-hai encendieron varias antorchas. Gorbag lo alzó de un brazo como si fuera un
muñeco. La fuerza élfica no era suficiente contra esos seres mutados por Saruman. El
elfo fue arrojado contra la roca que marcaba el final de la cueva y cayó atontado, pero
antes de que se pudiera recuperar, fue tomado de los cabellos y obligado a ponerse de
bruces. Gorbag se sentó sobre sus piernas mientras sostenía firmemente su cabello,
tirando hacia atrás su cabeza de manera que no le permitía más movimiento.
- "¡Elfo, hoy serás nuestra diversión! Verás, Scragga dice que no sobrevivirás si ambos
te tomamos. Pienso que sí lo harás, al menos por unos días. Si mueres hoy, serás la
cena de Scragga, si sobrevives serás mío", informó Gorbag hablando en la Lengua
Común.
- "…"
- "¿Qué? ¿No dirás nada? Quiero oirte suplicar, elfo. Quizás así me apiade de ti y te
mate con mi espada. No podemos llevarte más tiempo con nosotros, de modo que
resolveremos este asunto hoy", continuó Gorbag, tirando de los cabellos de Legolas
hasta que cuello del elfo se arqueó en un ángulo casi imposible. Luego lo soltó
violentamente.
El rostro de Legolas se golpeó fuertemente en la roca que componía el suelo de la
cueva, pero el elfo no se quejó. Esto terminó por exasperar a Gorbag, que volteó a su
presa, de modo que estaba frente a él. Legolas escupió el rostro de su captor y lo
pateó violentamente en el estómago, pero Gorbag estaba en ventaja y lo golpeó en el
rostro, aprovechando el momento para de un violento tirón, desgarrarle las vestiduras.
Los otros uruk-hai contemplaban cada movimiento de su líder, gruñendo de aprobación
mientras las uñas de Gorbag laceraban la carne del pecho y estómago de Legolas, que
pronto quedó bañado en la sangre de múltiples heridas.
- "¡Oh Elbereth! Dame el valor para resistir esta tortura, si debo morir, lo haré con la
dignidad que corresponde a un príncipe", pensaba Legolas, tratando
desesperadamente de resistir las ansias de gritar.
El elfo trató de debatirse, pero fue sujetado por Scragga que se acercó con una
malévola sonrisa. Ante un ademán de Gorbag, Scragga se inclinó y empezó a lamer
con deleite las heridas sangrantes, haciendo otras a su vez con las uñas.
- "¡Aragorn! ¿Qué harías tú en una situación así? ¿Suplicarías que te matasen?
¿Resistirías, sabiendo que igualmente morirás?", el pensar en su aún amado mortal
hizo que Legolas lograse soltar una de sus piernas, dando un rodillazo en el rostro de
Scragga.
- "¡Es suficiente!", rugió Scragga. "¡Tómalo Gorbag, o lo haré yo primero!", y usó su
cuchillo para cortar las ropas del elfo y dejar al descubierto la parte baja de su cuerpo,
mientras Gorbag le sujetaba las piernas.
Scragga entonces le propinó una patada en los testículos, haciendo brotar sangre de
ellos. Legolas se echó para atrás, paralizado de dolor, pero no se quejó. Los uruk-hai
estaban acostumbrados a que sus víctimas llorasen y suplicasen, y se complacían
torturando elfos, pero la actitud de Legolas los desconcertaba y enfurecía. Gruñeron en
su lengua expresando su descontento y Gorbag, enfurecido a su vez con el elfo, se
puso de pie, mostrando su miembro erecto, y alzó las piernas de Legolas, penetrándolo
tan violentamente que desgarró la carne, oyéndose un sonido raspante que pronto fue
opacado por un alarido espantoso del elfo y luego hubo un silencio absoluto.
Legolas tuvo suerte de desmayarse, pues no oyó las exclamaciones de júbilo de sus
captores, que se regocijaban porque al fin había sido quebrada su dignidad. También
tuvo suerte de no oír el sonido raspante de Gorbag rasgándole la carne, ni sus
gruñidos de salvaje placer al explotar su inmunda semilla dentro de su cuerpo. El elfo
se había retirado a una oscuridad donde no podía sentir tampoco la penetración de
Scragga, menos violenta que la anterior, pero igual de hiriente. Tuvo suerte de que su
segundo verdugo acabase rápidamente y de no sentirlo expulsando un asqueroso
chorro de esperma en su interior.
El elfo estaba inconsciente, casi muerto. Sólo un delgado hilo sostenía su vida en la
Tierra Media: Aragorn. El recuerdo de aquél amor impidió que enloqueciera de espanto
y de asco, mas no mitigaba el dolor. Los uruk-hai se habían retirado a descansar, no
prestándole más atención a la ensangrentada figura del que fuera el orgulloso príncipe
de Mirkwood, y ahora no era más que un elfo quebrado de la forma más espantosa.
- "¿Aragorn? ¿estoy muerto? ¿es así como se siente la muerte? ¡No! Este dolor no es
de un cuerpo sin vida…aún estoy aquí ¡Oh Mandos, por favor llévame! No permitas que
esto pase de nuevo, ¡quítame este sufrimiento!"
***************
Cerca de la cueva
***************
Faramir y sus hombres estaban siguiendo las huellas de un pequeño grupo de uruk-
hai, los que habrían dado muerte a los elfos que hallaron cubiertos por varios
matorrales. Las criaturas jamás enterraban a sus víctimas, por lo que dedujeron que
uno de los elfos había sobrevivido.
Al continuar siguiendo el rastro, hallaron huellas de un caballo que había huído y restos
de un morral y alimento élfico. Era obvio que el sobreviviente había sido capturado.
Tocaron el cuerno en señal de amedrentamiento y partieron tras las huellas.
Les tomó algunos días rastrearlos adecuadamente, pues el terreno era rocoso y el
avance de las criaturas no era fácil de seguir. Avanzaban con cuidado, pues no
deseaban ser vistos. La tercera noche de la persecusión, un espantoso grito les
sobrecogió el corazón. Su ayuda había llegado demasiado tarde para el infortunado
cautivo, mas sería vengado. Se pusieron en marcha inmediatamente, hacia el origen
de aquél alarido.
Finalmente, hallaron restos de un campamento y se apostaron entre las rocas, junto a
la entrada de una cueva. No se oía ningún sonido, mas ya amanecía. Optaron por
esperar la salida del sol, pues los uruk-hai, a pesar de no ser vulnerables a la luz como
los orcos, no se sentían cómodos combatiendo de día.
Con el primer rayo de sol, acribillaron a flechazos al centinela, y la lucha comenzó. Los
uruk-hai eran pocos, pero inmensamente fuertes, y estaban desesperados pues habían
sido acorralados en una cueva. Los hombres de Faramir sumaban veinte y estaban
bien armados. Lucharon durante casi una hora, hasta que finalmente cayeron todos
menos Gorbag que se encontraba al fondo de la cueva luchando con su espada.
Tres hombres lo atacaron, pero logró asesinar a dos de ellos. Faramir en persona entró
a la cueva y su coraje tomó más bríos al ver a sus hombres caídos. Tomó la espada y
continuó el duelo, logrando decapitar a un cansado Gorbag, luego de varios minutos de
lucha.
Se disponían a retirarse, llevando los cuerpos de sus hombres caídos, cuando
Beregond, capitán de la guardia, reparó en un bulto oscuro que yacía al fondo de la
cueva.
- "Señor Faramir, aquí hay algo", exclamó. Faramir se detuvo ¡El cautivo! Aunque sólo
sería su cadáver.
- "Tráelo. Con cuidado", recomendó a Beregond.
Beregond y otro de los guardias se acercaron al prisionero, apenas veían dentro de la
cueva, pero alcanzaron a distinguir unos cabellos rubios. Beregond se arrodilló y tocó
su cuello, buscando señales de vida. Se sorprendió mucho al sentir el latido que,
aunque débil, indicaba que había aún una chispa de vida en el maltratado cuerpo. Lo
alzó de los hombros, con cuidado de que la cabeza no colgase. Al levantarlo, sus
manos se mancharon con la sangre que cubría todo el torso del cautivo. Su compañero
lo alzó de los pies y lentamente lo sacaron fuera de la cueva, donde los otros guardias
retiraban también los cadáveres de los uruk-hai.
- "¡Es un elfo!", exclamó uno de ellos.
Beregond lo depositó sobre la hierba lo más cuidadosamente que pudo. Faramir se
acercó a prisa para examinar al herido. El señor de Ithilien palideció al reconocer al
elfo.
- "¡Legolas!", exclamó espantado. Luego, se despojó de su manto para cubrir el cuerpo
desnudo del príncipe de Mirkwood de las miradas de los guardias.
- "Está agonizando, Señor. Nada podemos hacer por él", dijo Beregond tristemente.
- "¡No! ¡No puede, un guerrero como él no debe morir así! ¡Vivirá!", exclamó Faramir,
alzando la cabeza de Legolas. Su rostro hinchado presentaba las marcas de los golpes
recibidos, sus ojos estaban cerrados.
- "¡Legolas! ¡Soy yo! Estás a salvo. Abre los ojos, por favor!"
- "..A..Aragorn?", sus labios se movieron apenas para formar esa única palabra. Los
ojos permanecieron cerrados. Faramir, más que oírlo, adivinó el nombre y de pronto
recordó: ¡Las manos del Rey!
- "Beregond, ve a Gondor enseguida. Avísale al Rey lo acontecido y llévalo a Ithilien.
Fernion, ve a Ithilien y avísale a la Dama Eowyn que vamos en camino y que nos
espere con el mejor sanador. Dru y Mael, traigan agua y vendajes!"
Los hombres partieron en seguida, mientras Faramir examinaba las heridas en el
cuerpo de Legolas. El señor de Ithilien se estremeció al ver un reguero de líquido
negruzco y maloliente que se mezclaba con la sangre que corría por los muslos del
elfo, y comprendió que se trataba de la semilla de las criaturas que yacían muertas en
la cueva. Lágrimas de impotencia cayeron de su noble rostro al no haber llegado antes
y evitar el ultraje de que había sido víctima el valiente elfo.
Con ayuda de sus hombres, limpió cuidadosamente las heridas en el torso y espalda
del elfo, y las vendó. Cubrió el hinchado rostro con un ungüento especial y arregló sus
cabellos. Luego, atendió la herida más grave. Sus hombres contuvieron el aliento
mientras lo ayudaban a mover al elfo con cuidado. Era la herida más espantosa que
había visto. Trató de limpiarla lo mejor posible, y colocó un lienzo entre los muslos del
elfo para que contuviera la hemorragia que aún tenía. Con ayuda de sus guardias, lo
vistió con sus ropas de repuesto.
- "Mi señor, será afortunado si pasa la noche", comentó uno de los guardias.
- "Vivirá Mael. Él sobrevivió al ataque del Nazgul, tiene una gran fortaleza. Sólo
debemos llevarlo cuanto antes a Ithilien"
Y empezaron a preparar la partida. No hubo tiempo para limpiar la zona e incinerar los
cadáveres de las bestias. La principal prioridad entonces era sacar a Legolas de allí. El
camino a Ithilien era de cuatro días y Faramir rogó por que su amigo tuviera la
fortaleza para resistirlos.
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De Gondor a Ithilien
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Aragorn galopaba con Arod, sosteniéndose de la crin del caballo, que, a la usanza
élfica, no llevaba silla ni brida. Mientras se alejaban cada vez más de Gondor, pensaba
en el elfo. Su amigo de quien nada podía recordar. Entonces, por primera vez, se dio
cuenta de lo extraño que era eso, de todos sus amigos de la Comunidad, el único del
cual no guardaba ningún recuerdo era el rubio elfo, de quien todos decían que era su
más querido amigo. El lo sentía así en el corazón, pero no era capaz de recordar las
hazañas que de él y del elfo se contaban.
Suspiró y trató de pensar en otra cosa, pues el dolor de cabeza amenazaba con volver.
Sorprendentemente, notó que si pensaba en el Legolas de ahora, quien necesitaba su
ayuda, el dolor no avanzaba, en cambio, si trataba de recordar a su compañero de la
Comunidad, su cabeza parecía sostener un enorme peso.
Maquinalmente, llevó la mano a su bolsillo y sacó la joya que había encontrado. ¿Por
qué esa joya le parecía tan extrañamente familiar? ¿Y las iniciales? "A" y "L" ("Aragorn,
Legolas"), ¡No! ¡Eso era una locura!
Continuó cabalgando, procurando no pensar en nada y preparando su cuerpo y mente
para la batalla que creía próxima, para salvar a Legolas.
La primera noche apenas descansó, pues Arod no deseaba detenerse y apenas comía.
El rey estaba conmovido por la preocupación que el animal demostraba por su amo, y
como él a su vez estaba preocupado, prácticamente cabalgó toda la noche. Lo mismo
sucedería la noche siguiente, en que cabalgaron hasta media noche y se detuvieron
luego en un claro para descansar.
El rey bajó del caballo, y luego de atenderlo, se preparó para pasar lo que quedaba de
la noche. Apenas puso la cabeza sobre la hierba, cuando oyó el galope de otro caballo
que se acercaba a gran velocidad. El rey se ocultó entre los árboles para poder ver
quién era el jinete que llevaba tanta prisa.
Cuando el jinete llegó al claro, el rey salió de su escondite y gritó:
- "¿Quién cabalga hacia Gondor?"
El jinete se detuvo y volvió sobre sus pasos, hacia la figura embozada que lo
observaba. Caminó lentamente, pues no estaba seguro si el desconocido estaba solo.
- "Voy a llevar un mensaje urgente al rey Elessar, de parte del señor Faramir de
Ithilien"
- "¿Y qué mensaje es ese?"
- "Sólo se lo daré al rey", respondió Beregond, pues de él se trataba.
- "Yo soy el Rey Elessar", dijo el rey, quitándose la capa, pues había reconocido a
Beregond.
- "¡Oh, Señor!, vengo a informarle que su amigo, el príncipe de Mirkwood se encuentra
gravemente herido y es llevado a Ithilien"
Y Beregond le contó la persecución a los uruk-hai y el rescate del elfo.
- "¡Ohhh, Legolas!", exclamó Aragorn, sintiendo un nudo en la garganta, - "¿está muy
mal herido?"
- "Sí, mi señor. El señor Faramir me envió por vos debido a vuestras habilidades como
sanador"
- "Entonces dime qué le ha ocurrido y así sabré que tratamiento aplicar y qué hierbas
deberé recoger", repuso el rey, tratando de calmar el golpeteo incesante de su
corazón.
- "Señor, tiene golpes en el rostro y heridas de uñas en todo el cuerpo, principalmente
en el pecho y la espalda…y…y…", Beregond se interrumpió, inseguro de cómo
comunicar al rey el hecho más grave.
- "¿Qué más?", el rey tuvo un horrible presentimiento y esperó ansioso la respuesta.
- "Señor, él…los uruk-hai…lo lastimaron, está muy grave…"
- "¿Qué le hicieron?", insistió el rey ("¡Legolas! No quiero oírlo, pero debo saber, para
poder ayudarte. ¡Oh Valar, que no sea lo que estoy temiendo!)
- "Señor, ellos…ellos..lo ultrajaron", dijo finalmente Beregond
- "¡NOOOOOOOOO!", el rey estaba pálido. Su más funesto presentimiento se había
hecho realidad, su amigo estaba herido en la forma más cruel para un guerrero.
"¿Cuál es la extensión de sus heridas?", se oyó preguntar, sin saber cómo logró
articular estas palabras.
- "…son…fueron…no sabemos cuántos lo hicieron, pero la herida es seria. Estaba
inconsciente cuando lo hallamos y el señor Faramir me envió de inmediato a pedir
ayuda, hasta el momento en que vine hacia aquí, él no había despertado. El señor
Faramir lo está llevando a Ithilien y deben estar por llegar"
Aragorn sentía que el mundo giraba locamente a su alrededor. (¡Legolas!), su más
querido amigo estaba pasando por un terrible momento (¡No hay tiempo que perder!),
debía ir enseguida.
- "Gracias, Berengond. Partiré sin demora. Debo pedirte, sin embargo, que continúes
tu camino hacia Gondor e informes a la reina lo acontecido", pidió el rey.
- "Lo haré así, mi señor", respodió Beregond a manera de despedida y se alejó al
galope de nuevo.
Elessar montó a su vez y Arod emprendió el galope hacia Ithilien. Ambos, jinete y
caballo, confiaban en llegar a tiempo para curar las heridas del elfo.
**************
Camino a Ithilien
**************
Faramir cabalgaba a toda prisa con el elfo en sus brazos. No deseaba ponerlo sobre un
caballo, ni que los guardias lo llevasen. Por eso, él mismo se encargó de transportarlo,
sorprendiéndose de lo ligero que era Legolas. Trató de que el cuerpo del elfo rozara lo
menos posible el caballo, por eso lo sostenía sentado, apoyando la cabeza de Legolas
en su pecho.
El elfo apenas respiraba y muchas veces Faramir tuvo que detenerse para comprobar
si seguía con vida. Ese día casi no descansaron en su prisa por llegar a Ithilien, y era
de noche ya cuando bajaron de los caballos para descansar. Los brazos de Faramir
estaban adormecidos, pero aún así, fue él quien se ocupó de atender al elfo, dándole
agua. No estaba seguro de cómo alimentarlo, de modo que ordenó que le preparasen
jugo de frutas y se sintió complacido cuando el elfo semi inconsciente bebió un poco.
Legolas tenía fiebre, lo cual era de esperarse, pues no tenían cómo limpiar
adecuadamente la herida. Faramir se estremeció de pensar en las sustancias
infecciosas que podría tener el asqueroso fluido de los uruk-hai y rogó que Legolas
fuera fuerte y resistiese hasta Ithilien.
El señor de Ithilien sabía que esa noche sería la más difícil, y se dispuso a pasarla
vigilando a su amigo. Se sentó junto a él y dispuso los turnos de guardia, luego colocó
un recipiente con agua y puso un lienzo húmedo en la cabeza de Legolas.
El elfo no se movía, y su cuerpo estaba frío. Faramir colocó dos mantas extras para
cubrirlo y tomó su pálida mano entre las suyas para darle calor. Luego esperó.
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En algún lugar de la mente
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El pasillo estaba oscuro, pero había una luz al final de él. La delgada y pálida figura del
elfo avanzó penosamente. El dolor en su cuerpo era insoportable, pero sabía de algún
modo que debía llegar a la luz.
Vagamente percibía a lo lejos el galope de varios caballos y las voces de hombres,
pero era incapaz de responderles, concentrado como estaba en llegar hacia la luz.
No sabía cuánto tiempo había transcurrido, cuando finalmente levantó la cabeza y fue
cegado por la brillante luz. Su efecto fue como un bálsamo y sintió curarse sus heridas,
aliviarse el dolor de su alma. Anhelaba olvidar y descansar al fin. Se irguió y entró con
paso seguro a la amplia cámara que se abría al final del pasillo. Una figura alta lo
esperaba.
- "¿Lord Mandos?", preguntó el elfo
- "Legolas de Mirkwood", respondió la figura, caminando hacia él. Era más alto que
Legolas y tan hermoso como sólo un Valar podía serlo. Su rostro tenía una expresión
compasiva.
- "¡Llevadme con vos!", pidió el elfo, sentía una enorme paz en ese lugar y sabía que
allí podría encontrar el olvido que tanto necesitaba.
- "Legolas", repitió Lord Mandos, obligándolo a mirarlo. Los azules ojos de Legolas lo
interrogaban con la mirada.
- "(¿Acaso no soy digno de entrar aquí? ¿También aquí se me despreciará por haber
sido débil?)"
- "Legolas. Tu tiempo en la Tierra Media no ha terminado", dijo calmadamente el amo
de aquel lugar.
- "¿Qué? ¡No puedo volver! ¡No soportaré vivir con lo que pasó! ¡Te lo suplico!", rogó
el elfo cayendo de rodillas.
- "Hay quienes te necesitan en la Tierra Media"
- "¡No tengo a nadie! Mi padre me amenazó con el destierro, mi hermano no me
necesita, mis amigos han encontrado ya la felicidad, ¡Por favor! ¡Alivia mi dolor,
déjame quedarme aquí!", pidió Legolas
- "Alguien te necesita aún", repuso Lord Mandos
- "¡No! A nadie más hago falta…(¡Aragorn!)…no puedo volver…(él me abandonó) … no
me obligues a hacerlo!", suplicó.
Pero Lord Mandos no lo escuchaba. En lugar de eso, lo tomó de la barbilla obligándolo
a levantarse y miró en los azules ojos, traspasando su alma. Luego sonrió y besó la
frente del elfo.
- "Debes irte y ayudarlo a hallar el camino"
El elfo sintió que un remolino se lo tragaba y gritó, pero fue en vano. Todo el dolor de
su cuerpo y alma habían vuelto y este último era más penoso aún, luego de haber
conocido la paz por unos instantes. Un gemido se escapó de sus labios.
**************
Camino a Ithilien
**************
Faramir y Mael vigilaban el sueño del elfo, si así podía llamarse. Muchas veces tuvieron
que aplicar el oído al pecho de Legolas para asegurarse de que su corazón aún latía.
Faramir reemplazaba cada cierto tiempo el lienzo de la frente de Legolas, pero la fiebre
no disminuía.
Hacia el amanecer, Faramir retiró de nuevo el lienzo y tocó el rostro del elfo y su
cuello, sintiéndolos fríos. Mael tocó sus manos y estaban heladas también. Ambos
sintieron un nudo en la garganta y Faramir comenzó a frotar los antebrazos del elfo
con un ungüento de eucalipto, mientras Mael hacía lo mismo con las sienes. Ambos
trataban de hacerlo reaccionar hablándole, pero el elfo no se movía.
De pronto, un suspiro escapó de sus labios y Faramir creyó que lo habían perdido,
sorprendiéndose mucho al ver luego el rostro del elfo inundado en lágrimas.
- "¡Legolas! ¡Resiste amigo mío!", exclamaba sin saber qué hacer
Un gemido escapó de los labios de Legolas, que abrió lentamente los ojos,
parpadeando muchas veces mientras trataba de distinguir las sombras que estaban
junto a él.
- "¿Aragorn?", dijo débilmente
- "¡Legolas! ¡Gracias Valar! Soy Faramir, ¿me reconoces? Estás a salvo ahora y te
llevamos a Ithilien", explicó
- "¿Faramir? ¿Cómo?", preguntó Legolas, cayendo de nuevo en la inconsciencia.
Faramir le frotó nuevamente las sienes y dejó escapar un suspiro de alivio cuando vio
que el cuerpo del elfo estaba cubierto de sudor, señal de que la fiebre se alejaría
pronto. Con ayuda de Mael, le cambiaron de ropas y retiraron una de las mantas. El
sueño de Legolas parecía más tranquilo y por fin pudieron permitirse un descanso.
Al día siguiente, el elfo continuó inconsciente, sólo despertaba durante cortos
intervalos, los cuales eran aprovechados por Faramir para darle jugo de frutas, y
aunque Legolas no estuvo nunca plenamente consciente de lo que ocurría, no
rechazaba ese alimento. Esa noche también Faramir veló su sueño, y la fiebre se
presentó de nuevo, pero no tan fuerte como antes.
Los otros días transcurrieron en forma similar, hasta que por fin vieron la torre de
Ithilien y apresuraron la marcha.
Finalmente, llegaron a Ithilien a media mañana del cuarto día de viaje y la Dama
Eowyn los recibió. Luego de una breve explicación, fueron conducidos al dormitorio
preparado para Legolas, donde ya se encontraba el sanador.
El elfo fue depositado cuidadosamente en la cama y el sanador inició su examen.
Mientras lo hacía, Faramir llevó a parte a su esposa y le explicó lo acontecido. Eowyn
estaba espantada.
- "¿Por qué Legolas? Él no merece sufrir así. Nadie lo merece. Quizás hubiese sido
mejor que muera", susurró ella.
- "No digas eso, amada mía. Él vivirá. He mandado llamar al Rey para que lo cure,
como hizo en Gondor, quién mejor que él entiende de elfos..."
- "¿El Rey? ¡No! ¡No puedes hacerlo! Eso sólo empeorará las cosas....", exclamó
Eowyn, pensando en lo que ignoraban los otros pero que ella había descubierto.
Aragorn allí sólo haría sentirse al elfo más miserable.
- "¿Por qué? Ellos son buenos amigos, Elessar no me perdonaría el no avisarle que su
amigo está herido en mis tierras, ¿qué sucede, Eowyn?", preguntó Faramir extrañado
por la reacción de su esposa.
- "No... no es nada. Sólo pensé que él no querría que el rey lo supiese. Por cierto,
Gimli está aquí", informó ella, "creo que debemos comunicarle lo ocurrido"
- "Está bien. Iré yo. Quédate aquí con Legolas", pidió Faramir, dirigiéndose hacia la
puerta.
Eowyn se acercó al sanador, quien había cortado las vendas en el torso de Legolas y
ya había terminado de examinar las heridas del rostro y pecho del elfo. El rostro de
Legolas ya no estaba hinchado, aunque aún presentaba marcas moradas en las
mejillas. Las heridas producidas por las uñas de los uruk-hai, se estaban cerrando
también, por lo que su piel presentaba un mejor aspecto. Aún así, Eowyn se
estremeció de pensar lo que le había ocurrido a su amigo y pensó qué haría el elfo
cuando apareciera Aragorn, si es que el rey acudía al llamado.
- "Señora", la voz del sanador la devolvió de su ensueño. "Necesitaré algo de ayuda
para examinar las otras heridas. Debo llamar a mi asistente"
- "No, no hace falta", dijo Eowyn pensando en la humillación del elfo. "Yo misma te
ayudaré"
El sanador asintió y entre ambos pusieron al elfo boca abajo. El sanador descubrió su
espalda y procedió a limpiar las heridas con agua tibia y hierbas desinfectantes. Eowyn
le ayudó a untar las heridas con un aceite especial que ayudaría en la cicatrización.
Luego le colocaron los vendajes, pero no lo vistieron, pues el sanador dijo que las
heridas cicatrizarían mejor así.
- "Señora, nos falta la herida más grave", dijo el sanador, dudando si ella accedería a
ayudarle.
- "Está bien. Estoy lista, ¿qué debo hacer?", respondió Eowyn. No le agradaba atender
esa herida, pero prefería ser ella quien lo hiciera a tener que someter a su amigo a las
miradas de otra persona.
En ese momento, alguien golpeó la puerta y Eowyn fue a abrir. Era Gimli.
- "Señora, debo ver a mi amigo Legolas", pidió el enano.
- "Adelante, Gimli", respondió ella, dejándolo pasar.
El enano se acercó a la cama donde yacía su amigo y lo examinó atentamente. Luego
tocó su frente ardiente y sus frías manos.
- "¡Oh, Legolas! ¡Cómo pudo pasar esto!", dijo el enano con la voz quebrada. "¿Cómo
está?", preguntó al sanador, con lágrimas en los ojos.
- "No lo sé aún con exactitud", respondió éste. "Debo examinar sus otras heridas"
- "¿Otras heridas? Faramir me dijo que los uruk-hai lo atacaron y eso es evidente, ¿de
qué otras heridas habla?", pregunto Gimli dirigiéndose a Eowyn.
- "Gimli...es...es algo difícil de explicar. Por favor déjanos examinarlo ahora y luego
hablaremos", respondió ella con dulzura.
- "¡No! ¡Debo saberlo! ¿Qué más le hicieron? ¡Dímelo!", pidió el enano.
- "Ellos abusaron de Legolas", dijo Eowyn con un hilo de voz, sus ojos también estaban
llenos de lágrimas.
- "¿QUÉ? ¡Nooooo, no puede ser! ¡Legolas!", sollozó el enano tomando las manos del
elfo inconsciente, "¿Qué le va a pasar ahora? ¿Cómo podrá superar esto? ¡Legolas!
¿Por qué tú?...¿Por qué...?"
Faramir entró en ese momento, acercándose a Eowyn y le susurró:
- "Traté de decírselo, pero no me dejó terminar, vino en seguida hacia aquí"
Ella asintió tristemente y respondió:
– "Debemos examinar las otras heridas, por favor sácalo de aquí"
- "Gimli", dijo compasivamente Faramir, tocando el hombro del enano, "Vamos, deben
curar sus otras heridas. No podemos estar aquí". Pero el enano no se movía. "Vamos",
continuó Faramir, "Aragorn viene en camino y su presencia ayudará a nuestro amigo a
mejorar..."
- "¡¿QUÉ?! ¿Aragorn? ¿Cómo pudiste?", gritó el enano
- "¡Gimli! ¡Basta! Él no lo sabía...", interrumpió Eowyn casi gritando, "Salgan de aquí,
por favor. Él necesita reposo y debemos atenderlo sin demora", y uniendo la acción
con la palabra, tomó a Faramir del brazo y a Gimli del hombro y los empujó
suavemente hacia la puerta, cerrándola cuando estuvieron fuera.
Eowyn volvió donde estaba el atónito sanador y continuaron con su tarea. La herida
aquélla presentaba un aspecto terrible, la carne estaba desgarrada y enrojecida y aún
sangraba. El lienzo que Faramir había colocado estaba cubierto por la sustancia negra
de los uruk-hai.
El sanador preparó enseguida una mezcla de hierbas y la aplicó mientras Eowyn
sostenía las piernas de Legolas. Una gota cayó sobre su mano y la hizo estremecer,
pues esa sustancia ardía. Se imaginó qué sentiría el elfo, pero éste no reaccionó.
Finalmente, la herida fue limpiada nuevamente, y gran cantidad de sangre oscura
manchó las sábanas. Colocaron un lienzo limpio entre las piernas de Legolas y
cambiaron las sábanas, recostando finalmente al elfo allí, desnudo y cubierto solo con
los vendajes. El sanador lo cubrió luego con una sábana.
- "Debe permanecer así, las heridas necesitan respirar y no podemos abrigarlo
demasiado por la fiebre. Debo ir a preparar los unguentos con que lo trataremos
mañana", dijo el sanador.
- "Está bien. Me quedaré con él"
El sanador salió, llevando consigo las sábanas, vendas y lienzos manchados. Gimli
entró inmediatamente, pues había estado esperando en la puerta.
- "¿Se pondrá bien, verdad?", preguntó tímidamente.
- "Sí, mi amigo. Él se pondrá bien", contestó Eowyn
***********************
Esa misma tarde, un cansado jinete, montado en un no menos cansado caballo, se
acercaba a los muros de Ithilien. Los guardias le exigieron identificarse, como era
habitual.
- "Soy Elessar, Piedra de Elfo, Rey de Gondor", fue todo lo que dijo.
TBC
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