Bien, pues no había esperado hacer segunda parte de esta historia. No me había imaginado que caería víctima de vuestras presiones (malvados!) y terminaría hacíendola más larga. No es lo que en un principio había querido hacer, pero de alguna manera la cosa ha degenerado en esto, y no en lo que vosotros habíais pedido. Supongo que os decepcionará porque este capítulo no sigue el ritmo del anterior y esta historia está quedándome realmente tristona, cuando el primer capítulo es más bien todo lo contrario. Lo siento a los que esperábais otra cosa.
Humm, en un principio durará cinco capítulos aunque estoy escribiendo el quinto y no sé si la cosa terminará ahí.
Espero que no os dé por apedrearme al final del capítulo ^.^
Besitos a todos.
ACUERDO
El sol entraba a raudales por las ventanas de la torre de Gryffindor intentando colarse entre los cortinajes de las camas de cuatro chicos silenciosos para despertarles en contra de su voluntad. James, un delgaducho adolescente de revuelto pelo negro y ruidosos ronquidos, parecía a punto de caerse de la cama, como de costumbre. Dormía boca abajo, peligrosamente cerca del borde del colchón, con un brazo colgando casi hasta tocar el suelo y las piernas enredadas en las sábanas. Fue el primero en despertarse cuando el maldito sol le dio en los ojos y tanteó en busca de sus gafas en la mesilla de noche cuando aún luchaba por salir del sueño por completo. Se puso las gafas y se sentó en la cama desperezándose cansinamente y comprobando la hora en su despertador. Bueno, no se podía decir que fuera pronto.
Casi al mismo tiempo Peter, un chico rechonchito y no muy alto que ocupaba la cama más cercana a la puerta del baño, sacaba su cabeza despeinada por entre las cortinas de su lecho con aspecto de no estar del todo despierto. Gateó fuera de la cama y se quedó plantado en mitad del cuarto con aspecto indeciso por unos momentos. Finalmente, con un "dias, James" medio bostezado se encaminó directo a la ducha. James se limitó a hacerle un gesto con la mano como diciendo "sí, hola tú" y se dejó caer de espaldas contra el colchón derrotadamente. A James siempre le costaba arrancar por las mañanas. Le gustada demasiado su cama para dejarla de buenas a primeras y necesitaba lo que Sirius llamaba "preparación mental" para poder levantarse definitivamente. Además, aún quedaban diez minutos para la práctica de quidditch, seguro que si cerraba los ojos un momento....
Veinte minutos después James se despertó al ser zarandeado sin ningún cuidado por Peter.
- ¡Llegas tarde, holgazán!
James tardó un poco en concienciarse.
- ¿Llego tarde? – preguntó estúpidamente parpadeando para librarse del sueño – Nah, eso es imposible, Remus y Sirius no me dejarían llegar tarde – medio murmuró. Y alzó una ceja extrañado al ver el despertador, no porque sí era cierto que llegaría muy tarde si se tomaba la molestia de cambiarse el pijama por el uniforme de quidditch, sino porque sus amigos no le habían despertado. ¡Pero bueno, qué poco sentido de la responsabilidad! Aquellos dos sabían perfectamente que si no estaban allí para obligarle a salir de la cama él por sí solo perdería la mañana con la repetitiva idea de "cinco minutos más y me levanto".
Remus, que era con mucho el más responsable y puntual de todos, siempre se despertaba antes que los demás y solían encontrárselo ya arreglado preparando su mochila, recordándoles el horario y las materias a entregar, las tareas pendientes, los castigos y los preparativos de las bromas, los entrenamientos con el equipo, las citas con la chica de la semana y las sesiones de enfrentamientos físicos y verbales con los Slytherins.
Y Sirius, que siempre saltaba de la cama con una sonrisa, como si dormir fuese una molesta manera de recuperar energías, era el que sacaba a James de entre las sábanas a fuerza de empujones y amenazas, les hacía a todos engullir más comida de la que necesitaban y supervisaba que el ánimo del grupo no decayese nunca.
¿Dónde estaban hoy sus cuidadores personales? Porque Peter no servía para nada de eso, su especialidad era el lloriquero y la cobardía (N/A no sé, igual va a ser que le tengo un poco de manía, no?) y definitivamente era una nulidad en todo lo que se refería a organización u optimismo.
Así que James dependía de Remus y Sirius para que su día fuese recto. James tendía al melodrama, a los cambios de humor, las bajadas en picado de moral y la inseguridad típica de un adolescente mezclada con la arrogancia común de un adulto prepotente. También tenía estallidos de buen humor especialmente fastidiosos. Solía dejar las cosas "para más tarde" y podía perder horas mirando una viga del techo. Necesitaba a sus amigos para centrarse y no perder el dia entero abrazado a la almohada o dibujando corazones en sus deberes. Claro que alguna vez en el pasado James había sido un chico normal, todo esto no empezó a suceder sino hasta la aparición en escena de cierta pelirroja...
Aunque nos estamos desviando del tema. El caso es que ni Remus ni Sirius aparecían por allí y a James le preocupaba. Esa noche sería luna llena, y sabía muy bien el genio de su amigo el licántropo cuando rondaba por esos días. También conocía a la perfección el carácter sobreprotector de Sirius respecto al lobito. Así que se puso en pie de un salto y se acercó deprisa a la cama de Remus, abriendo las cortinas de un tirón. ¡Vacía! Masculló unas maldiciones y se volvió hacia la cama de Sirius temiendo no encontrarlo también. James había oído salir al hombre lobo la noche anterior y sabía que Sirius había salido tras él, pero se había quedado dormido antes de que regresaran.
Si es que regresaron.
Apartó las cortinas carmesíes presa de la ansiedad y miró entre las sábanas. Su primer pensamiento fue de alivio, porque allí estaban ambos sanos y salvos, durmiendo abrazados en el centro del colchón.
Cuando su mente lo asumió la escena fue cuando empezó a alucinar.
¿¿¿Durmiendo abrazados???
Bueno, decir esto es quedarse corto, porque Remus se había instalado cómodamente sobre su amigo, abrazándose a su pecho y utilizándolo a la vez de almohada, las piernas de ambos enredadas, Sirius con los dedos enterrados en el pelo castaño del licántropo y una mano perdida entre los dos cuerpos rumbo a-saber-dónde. Y la sonrisa boba de los dos ya era demasiado para la cordura del pobre James Potter.
¿Qué demonios estaba pasando allí?
Peter, el querido Peter (N/A sarcasmo ^.^), se acercó por detrás de James para ver qué le habia dejado en ese estado (esto es, blanco, mandíbula desencajada, ojos como platos, manos cerradas con fuerza sobre las cortinas y aspecto de estar a punto de desmayarse. Sumemos a todo eso su "look de recién levantado" con su pijama de ositos sonrientes y pelos de loco y se comprenderá la curiosidad del otro chico) y después de unos segundos de silencio empezó a reírse.
- ¿Te quieres callar? – dijo James mosqueado, viendo que "la parejita feliz" empezaba a despertarse. Con un poco de pánico, pues no sabría qué decirles si les encontraban mirándolos, James cogió a Peter por el cuello (N/A aprieta, aprieta!) y lo arrastró hasta el cuarto de baño tapándole la boca con una mano.
Sirius abrió los ojos con pesadez no sabiendo qué era lo que le había despertado. Puede que hubiera sido el sol que entraba por sus cortinas descorridas. ¿Descorridas? Él nunca las dejaba así... no tuvo tiempo de preguntarse nada más porque un movimiento sobre él le hizo tomar conciencia de que no estaba solo. Descansando sobre su pecho (¿cómo no se había dado cuenta antes?) se encontraba Remus, intentando despertarse.
Sirius lo miró anonadado preguntándose qué hacía allí. Después recordó la noche anterior, en el aula, y sus mejillas se tiñieron de rojo rememorando todo lo que allí había ocurrido. Se había dormido pensando en Remus y ahora despertaba teniéndolo a su lado hecho un ovillito. Al parecer para el licántropo tampoco había sido cosa de una sola noche.
- Hola – le musitó con una sonrisita bailándole en los labios.
Remus se frotó un ojo y apoyó la barbilla en el pecho de Sirius para mirarle. Sus ojos se iluminaron al lograr enfocarle bien.
- Hola... – dijo, sonriendo ampliamente. Él también se ruborizó no sólo por lo ocurrido en la noche sino por haber sido encontrado en cama de su amigo – Espero que no te importe que haya venido – dijo un poco cortado – Lo... lo necesitaba – dijo, sonrojándose más. Y era cierto, todos esos sueños que había tenido con Sirius le habían hecho saltar de la cama para ir a abrazarle.
- Tranquilo – susurró Sirius agrandando su sonrisa – Puedes hacerlo cuando quieras, no me molesta – dijo acariciándole el cabello. Remus alzó una ceja divertido.
- Apostaría que no – dijo pícaramente, removiéndose un poco para rozar con su muslo la erección que se había despertado en Sirius al recordar lo ocurrido entre ellos.
El animago gimió sonoramente por el contacto y apretó las piernas en torno a su amigo.
- Remus... – suspiró, cerrando los ojos y dejándose llevar por el placer. El licántropo soltó una risita y procedió a mordisquearle una tetilla por debajo de la camisa del pijama. Sirius, un poco abrumado por las sensaciones, le hizo parar sus movimientos y le miró con seriedad.
- Moony, esto... – empezó indeciso. Remus clavó en él sus ojos ambarinos esperando que continuara, pero al ver que se quedaba callado preguntó:
- ¿No irás a decirme que no te gusta?
Su tono sonó tan escéptico, tan confiado de sí mismo, que Sirius parpadeó sorprendido un par de veces.
- ¿Qué?
- Bueno, sé que te está gustando – dijo el licántropo con naturalidad – creemé, se nota. Así que si me has parado por eso...
- No, no es por eso – dijo un Padfoot un poco avergonzado – Es que... me preguntaba... esto... ¿somos gays?
Esta vez fue el turno de Remus de sorprenderse.
- ¿Qué?
- Sí, ya sabes, gays. Porque esto que siento contigo... – Sirius no siguió porque su amigo se había separado de él para sentarse en la cama con las piernas cruzadas, mirándolo seriamente.
- ¿Te gustan las chicas? – le preguntó.
- Claro – contestó el moreno un poco extrañado.
- ¿Te gustan los chicos?
Sirius lo consideró por un minuto entero. Nunca se había fijado en un chico de manera sexual, nunca. Remus era el primero y el único en atraerle de esa forma.
- No – contestó al fin, con seguridad. – Pero me siento atraido por ti – añadió. Remus le dedicó una pequeña sonrisita.
- Mira, Padfoot, que nos acostemos juntos ni significa que tengamos que cambiar nuestra orientación sexual – explicó con mucha seguridad. Sirius tuvo la sospecha de que ya había considerado largamente la cuestión y había tomado una decisión al respecto – Yo también me siento atraído por ti, de una manera un poco animal – dijo con una sonrisa lobuna que hizo que a Sirius se le licuaran las entrañas y se arrepintiera de haber detenido a Remus en sus actividades – Somos amigos, te aprecio mucho y no te imaginas las ganas que tengo de estar contigo – la miradita de deseo fue bastante evidente – pero me temo que esto es solo sexual.
Sirius oía sus palabras, de verdad que lo hacía, e incluso les encontraba sentido y las comprendia, pero mientras tanto se fijaba en lo atractivo que estaba Moony por las mañanas, con sólo los pantalones grises del pijama puestos, el pelo revuelto y esos pectorales... La sonrisa de sus labios le alegraba por las mañanas, su mirada inteligente le hablaba sin palabras y sus manos expresivas, que acompañaban sus narraciones a la perfección, parecían hechas para comunicarle los detalles que callaba a los demás.
Bien, Sirius no podía creer que todo lo que sentía al mirarle fuese sólo producto de un deseo sexual. Esa complicidad que siempre había habido entre los dos y que parecía haber excluído a James y Peter. La preocupación que siempre sentía por él a cada instante, no importaba que Remus fuese perfectamente capaz de cuidarse solito. Lo molesto que se encontraba cuando le veía coquetear con las chicas... o mejor dicho, cuando las chicas coqueteaban con él.
Sabía que todo eso era por algo más profundo que el sexo. Por primera vez en su vida, Sirius se planteó la posibilidad de estar enamorado. Nunca se había imaginado con un chico. Nunca se había imaginado con Remus, puede que porque conscientemente no sabía lo que sentía por él, o, más cierto, no quería aceptarlo.
Sirius siempre había atraído mucho a las chicas. Había salido con medio colegio y siempre se había sentido a gusto con ellas, había tenido sanas relaciones esporádicas y no se había comprometido demasiado con ninguna. Lo máximo que solían durar, una semana. Pero es que ninguna chica era como Remus Lupin. Ninguna brillaba cuando sonreía ni le hacía palpitar el corazón cuando le tocaba la piel accidentalmente. Ninguna se desperezaba como él lo hacía, ni le regañaba o se enfadaba con él, o fruncía el ceño como su Moony. Ninguna podía decir "Ay, Padfoot" con tanta exasperación.
"Vaya" pensó Sirius anonadado "¡Estoy enamorado de él! ¡Realmente estoy enamorado!" Se sintió inmensamente feliz durante, al menos, unos diez segundos. Después se dio cuenta. "¿Deseo sexual, ha dicho? ¿Es eso lo único que siente por mí?" Se hundió en un instante. No solo descubría que estaba enamorado como un idiota, sino también que no era correspondido.
- ¿Sólo deseo sexual? – preguntó en voz alta, sólo dándose cuenta de que lo había hecho cuando sintió esos ojos de ámbar sobre él - ¿Piensas eso?
- Estoy seguro – replicó Remus con aplomo – A los dos nos siguen gustando las chicas y como esto es solo pasajero no vale la pena que dejemos de salir con ellas, ¿no crees?
- ¿Pasajero? – murmuró Sirius como atontado. ¿Pero qué estaba diciendo Lupin? Pero el licántropo no lo escuchó y se zambulló en un monólogo muy bien estructurado sobre su magnífica amistad y la manera de hacer que sus encuentros de cama fueran esporádicos, pudiendo seguir con su vida como habian hecho hasta ahora. Parecía haberlo redactado en su cabeza una y mil veces hasta que le quedó perfecto.
Y hacía efecto. Sirius lo miraba incrédulo. ¡Remus le estaba rechazando! ¡Solo pretendía tener una aventura con él, y pensaba que estaría de acuerdo con ello y que podría volver a salir con esas insulsas escolares que no tenían sus ojos ni olían como él! Se sintió tan dolido que no le interrumpió ni una sola vez. Y Remus lo tomó como una aceptación plena a sus palabras.
- Entonces, ¿estamos de acuerdo? – preguntó con un brillo en los ojos que Sirius no pudo descifrar.
- Bueno, si crees que compartir cama no afectará a nuestra amistad – dijo el animago, con el corazón destrozado, pensando que si al menos podía tenerle físicamente de cuando en cuando podría soportar su rechazo – y si te ayuda en tus momentos de furia-asesina-de-la-luna-llena...
- Claro que me ayuda – repuso Remus con una sonrisa un poco triste – Ahora mismo soy capaz de pensar con cierto razocinio, puedo controlarme un poco y el lobo que hay en mí está más apaciguado.
- Así que todo lo que necesitabas para calmarte era sexo – dijo Sirius intentando recuperar su tono burlón, pero no pudo evitar preguntar: - ¿Por qué me elegiste a mí?
Remus lo miró en silencio unos instantes, puede que pensando qué podia contestarle. Finalmente, sacudiendo la cabeza para librarse de sus pensamientos, contestó:
- Supongo que porque estabas allí – eso sonrisa triste de nuevo. Sirius tuvo la seguridad de que no le había dicho la verdad pero prefirió no insistir en ello, su respuesta ya le había decepcionado bastante sin tener la necesidad de añadir más detalles. Después de todo puede que Lupín estuviera esperando a alguien cuando lo encontró en el baño de los prefectos y él lo había arruinado todo. Era mejor no indagar por si llegaba a enterarse de algo tan desagradable como que era plato de segunda mesa, por ejemplo.
- Y estabas tan sexy... – añadió el licántropo después de unos momentos, mordiéndose ligéramente el labio con una miradita inconfundible.
- ¿Sexy? – repitió Sirius confundido. En realidad en esta conversación estaba actuando como un estúpido, siempre repìtiendo lo que Moony decía y no dejando de sorprenderse con las palabras y actitudes de su compañero - ¿Estaba sexy? – parpadeó un par de veces asumiendo el comentario de su amigo y dándose cuenta del rumbo de los pensamientos de Remus, rescató su típica sonrisa arrogante y dijo: - Es que SOY sexy, ¿alguna vez pensaste lo contrario?
- Sinceramente... no – contestó Remus inclinándose hacia delante hasta estar encima de su compañero. Se lamió los labios con lentitud, haciendo que Sirius se fijase en el recorrido de su lengua – Siempre has parecido muy atractivo – dijo en un murmullo seductor, íntimo, procediendo a recorrer con su lengua el labio inferior de Sirius mientras éste se aplastaba contra el colchón, suspirando embelesado. El licántropo mordisqueó ligeramente el labio de su amigo y después trasladó sus atenciones hasta su cuello, clavando los dientes ligeramente, tirando se su piel con suavidad y humedeciéndola con su lengua, haciendo que a Sirius se le escapasen involuntarios gemidos de placer y que enterrase las manos en su pelo, para bajarlas luego por su espalda desnuda y acabar en su trasero, bajo la tela de los pantalones del pijama.
- ¿Estamos solos? – preguntó con un jadeo, pensando que perdería el control en cualquier momento y moriría de vergüenza si los otros merodeadores se encontraban en el mismo cuarto, escuchando todo.
- Estamos solos – corroboró Lupin con la voz cavernosa que ya era tan típica, esa que indicaba la presencia del lobo dominándole – Si estuvieran aquí podría oirlos.
Sirius no lo dudaba, con los desarrollados sentidos del licántropo a su amigo no se le escaparía nada de lo que ocurriera en el cuarto. Cuando Remus abandonó su cuello para visitar sus labios, el animago lo miró a los ojos y descubrió en ese océano ámbar la misma lujuria que había vislumbrado la noche anterior.
- Eres mío – apenas un susurro contra sus labios entreabiertos. Y Sirius no pudo decirle cuánta razón tenía porque una lengua exigente reclamó su boca por completo, acallando sus palabras y enviando sus pensamientos al olvido.
Entretanto, por si alguien se lo preguntaba, James y Peter se encontraban tras la puerta del baño con una oreja pegada contra la madera para no perderse nada de lo que sus amigos decían. James, la verdad, se había sorprendido mucho por toda la situación, pero el colmo de todo fue oír a Lupin diciendo todo aquello. ¿Relacción sexual? ¿Pero aquello de qué iba? Vale, seguramente él era el único que había notado las miraditas que Remus le dedicaba a Sirius cuando éste no miraba, pero eso no las hacía menos reales.
James al principio había pensado que su amigo simplemente estaba muy agradecido a Black por todo, por como siempre estaba pendiente de él, por su manera de aceptar su "problema" (que Sirius había convertido en "problema de todos" implicándolos en el proyecto de convertirse en animagos para que Remus no sufriera solo sus transformaciones) y por todos esos detallitos que el chico tenía con él. Pero James no era tan ingenuo para seguir creyéndose esa teoría después de tanto tiempo. Estaban en séptimo curso, y esto duraba desde segundo. Era imposible que siguiese tratándose de agradecimiento, admiración o simple amistad.
Por cierto Moony jamás había dicho nada al respecto e incluso había salido con chicas, aunque nunca hubiese sido nada serio. James tenía la seguridad de que lo máximo que podría haber compartido con alguna de ellas habría sido un beso, y tampoco estaba muy seguro de que hubiera llegado a eso.
No podía evitar sospechar que Remus creía que el suyo era un amor imposible. Sirius nunca había demostrado interesarse por integrantes de su propio sexo, antes bien había salido con más de la mitad de las chicas del colegio y si aún no lo había hecho con la mitad restante había sido única y exclusivamente por cuestión de edad, porque las niñas de menos de trece años no solían atraerle demasiado. Era evidente que se había acostado con muchas de ellas y también que su complejo de "mamá gallina" no era exclusivo de Remus, se extendía a todos los merodeadores a pesar de que en caso del licántropo era más acentuado, puede que a causa de su maldición.
James, que era quien mejor conocía a Sirius, no sabría decir si éste se interesaba por Remus de una forma que iba más allá de la amistad. Algunas veces habría pensado que sí, por cómo se comportaba con él, pero después, al verlo con alguna chica, no le quedaba más remedio que cambiar de opinión. No era de extrañar entonces que Moony estuviera confundido. Ni tampoco que se hubiera apresurado a declarar un "deseo sexual pasajero", puede que en favor a su cordura. "Y sin embargo se asegura su ración se sexo, ¡qué cabrón!" pensó James con una sonrisa. Porque estaba claro que Sirius había disfrutado demasiado lo que quiera que hubiera ocurrido anteriormente entre ellos para resistirse ahora a los encantos del lupino.
Peter, asombrado por todo aquello, tuvo el impulso de preguntar algo a James por tercera o cuarta vez. Este una vez más le indicó por gestos que callase. El buen oído de Remus podría captar cualquier palabra que dijesen y ¿cómo explicarían que estaban tras la puerta escuchando una conversación privada?
Cuando empezaron los gemidos Peter y él intercambiaron una mirada de horror. ¿También iban a tener que escuchar aquello? ¡Oh, Dios! Se alejaron de la puerta como si quemase y se refugiaron en la esquina más alejada del cuarto de baño, tapándose los oídos con las manos para ahogar tan indecentes sonidos. James se lamentó de no haber traído su varita con él, y también lamentó no haber sido más rápido despertándose, pues de no ser un maldito holgazán habría salido de ese cuarto mucho antes de que todo esto empezase. Y con dolor recordó que se estaba perdiendo la práctica de Quidditch y que se ganaría una muy buena reprimenda.
¡Pero por Dios, que ruidoso que era Sirius!
