Hola-holaaaa!!!!!!!!
Antes que nada, los reviews, después tengo algunas cositas que decir...
Akhasa, jajaja, tienes que ser la única que le ve sentido!!! Bueno, casi aciertas, este capítulo pensé en partirlo en dos para que no resultase tan largo, pero qué más da, no? Asíme ahorro subir dos veces ^.^ Espero que le sigas encontrando sentido después de leerla entera. Bueno, que sepas que la palabra FIN la he puesto especialmente para ti, jejeje. Besitos.
Ron's Lover, jajajaja, pero solo se menciona de pasada, muchos ni se habrán dado cuenta, seguro, y además al final hice caso a los gritos de "muerte a Lis" y la maté, no os podéis quejar!!! Espero que no te decepcione el final de la historia, pero si lo hace lo siento, ya no puedo hacer mucho!!! Besitos.
VaNeSsA o, esque me resulta un poco incoherente, aún más despues de este capítulo, porque parece que las cosas no cuadran entre sí, pero me alegro de que te esté gustando ^.^. Bueno, el principio de este capítulo es para quitarle un poco de dramatismo a la historia... y hacerla más extraña aún, jajaja. Besitos.
Jenny Anderson, siento que la historia te esté dando pena. Espero que con este capítulo se borre esa impresión de tristeza, aunque lo mires por donde lo mires la historia no es muy feliz que digamos. Y no, Sirius no sabe nada de una hija. Besitos.
Shashira, jajaja, si ya sabía yo que era rarito... pero gracias por el apoyo!!! Bueno, son cosas diferentes y yo no escribo las historias para que todas sean iguales, es más, me gusta más experimentar con estilos auqnue aquí creo que se me fue la mano, jajaja. Sí, es un drama y por eso me alegro de terminarla ya!!! Besitos.
Cata-chan, sí, es rarita rarita y después de este capítulo más. Espero que no te decepciones demasiado. Besitos.
Leila Diggory, jejej, ya me imagino que no estuviste muy de acuerdo. Sobre todo en que Remus estuviera casado, no? Creo que a muchos les hubiera gustado matarme por eso, pero me salvé porque maté a la chica en el mismo capítulo (que lista soy ^.^) si me hubiera esperado para hacerlo en el capítulo siguiente si que se me hubiera crucificado un poquito. Esque así era más fácil de justificar sus comportamientos. Si se liaban de nuevo lo iba a tener yo mas crudo!!!. Espero que este capítulo te consuele un poco. Besitos.
Kaly Pax, jajajajaja. Me ha encantado tu rev. Así que la historia es más rara de lo que pensaba!!! Yo creo que sí que hay gente que ha tratado de explicar tanto sus vidas después de Hogwarts como la mentalidad de Peter (para mí que me estoy metiendo demasiado con este personaje, me intriga demasiado para mi salud, menos mal que en este capi conseguí dejarlo un poco de lado!!!) Hummm, no estoy de acuerdo contigo, no creo que sea uno de los mejores porque ni tengo el talento suficiente para ello ni la historia es original, coherente ni nada. No creo que merezca esa apreciación, pero gracias por el peloteo ^.^. Bueno, aquí está el sexto y último capítulo, que lo disfrutes! Besitos. (y gracias mil por hacerme saber lo que sentiste con cada capítulo, ha sido un detallazo)
Grissey Key, ya ves, la cosa se iba a quedar en un solo capítulo, y solo por el olvido tonto de no poner que era capítulo único la gente empezó a pedirme segunda parte y mira, degeneró un poco, la verdad, jejeje. En realidad lo hice por joder, jejeje. Nooooo, necesitaba a Lis allí y solo la hice llegar en el momento más inoportuno ^.^. Jejeje, sí que es incoherente, sí, pero menos mal que no te entraron ganas de matarme ni nada de eso!!!. Bueno, aquí esta el último capítulo, a ver si tampoco me matas esta vez!!! Besitos.
Sevagkd, jejeje, siiii, es muuuy rara, pero tranquilidad que ya termina!!! Besitos.
Yussi, en realidad, y si soy sincera, en el capítulo cinco metí cosas que no tenía que haber metido, pero no me pude resistir. ¿Qué por qué lo hice? Porque tendrá relacion con Vacaciones ^.^. Besitos.
la señora toda poderosa, (me encanta tu nick, muy modesto ^.^) no, mujer, no hagas eso, déjatelas largas!!! Besitos.
luna-wood, Primero de todo te agradezco que me dejes review en mis historias (después de leer tu comentario me entró curiosidad y ví que habías dejado revs en otras ^.^) si te quedas más tranquila, no tengo en cuenta el quinto libro, me quedo en el cuarto!!!. La verdad es que a Remsie no lo trato muy bien, ni quiera en este capítulo, pero es que ha tenido una vida un poco askerosa ya de por sí, poco podía hacer yo!!! (que cínica que soy por Dior...) Bueno, este es el último capítulo, así que espero que no te decepciones demasiado después de leerlo. Besitos.
Ahora sí, vamos por partes:
1.- Los personajes siguen siendo de Rowling (aunque no se los merece!!!)
2.- Esta historia ni ninguna otra mía tendrá en cuenta el quinto libro (al menos no hasta que salga publicado en castellano)
3.- Este es el último capítulo de esta historia y ha sido realmente difícil de escribir. Primero de todo es arrítmico totalmente y está escrito entre varios "estados anímicos de la autora". La primera parte ha quedado demasiado absurda, pero no me apetecía seguir metida en el drama que supone la vida de Remus y estaba decidida a darle un enfoque más cómico. Es obvio que me pasé. Después, por causas personales, mi ánimo cayó por los suelos donde fue pisoteado sin piedad por la tristeza y la ira y aún no ha conseguido levantarse del todo, como consecuencia las cosas se volvieron un poco más serias en el relato. También hay que tener en cuenta que una de las escenas (ya veréis cual según leáis) fue escrita para intentar dar una interpretación a las actitudes de los personajes en cierta parte de "El prisionero de Azkaban" (esto es, yo con el libro en la mano intentando leer entre líneas con mi mente desequilibrada... y la verdad, no costó tanto leer entre líneas!!! Rowling resulta muy ambigua cuando quiere...)
4.- Este capítulo es más largo que la mayoría. En realidad esto no merece una nota, pero como me gustan mucho los número pares... Vale, ya me callo.
Bueno, que esto es todo amigos. Muchísimas gracias por soportarme durante tanto tiempo. Gracias si me dejásteis review y gracias si sólo leísteis la historia.
Ha sido un placer.
Besitos mil a todos y cuidáos.
EL PRISIONERO DE AZKABAN
Fue una increíble casualidad que Dumbledore pensase en él para el puesto de maestro en Hogwarts. O tal vez no fuera tan casual, porque para cuando Lupin aceptó se enteró de que Sirius Black había escapado de Azkaban y se creía que podía ir tras Harry Potter. Aunque también parecía poco extremista pensar que Dumbledore había traído a Remus a propósito a Hogwarts para que le parase los pies a su antiguo compañero...(¿o no?)
Remus había intentado ver a Harry en varias ocasiones y lo había conseguido, de lejos porque sus parientes muggles odíaban todo lo relacionado a la magia y la tía de Harry, Petunia, lo había visto en varias ocasiones cuando acompañaba a James y Lily.
Remus consultó con Dumbledore el asunto de la custodía del niño, pues no creyó demasiado sano que Harry, un mago, se criase en un ambiente en el que se despreciase la magia. Por supuesto, él no podía pedir su custodía. No solo estaba el asunto de que era un licántropo, sino que también vivía en medio de un bosque y estaba arruinado economicamente desde la enfermedad de Lisette. No era la mejor persona para cuidar de un niño, y muchísimo menos del niño más famoso del mundo mágico (entiendanme, menudo escándalo se habría armado si se supiera que una criatura oscura era la niñera del niño-que-sobrevivió, todo el mundo mágico se preguntaría si Harry llegaría a convertirse en el niño-que-sobrevivió-a-la-cena).
Remus no creía posible que Sirius pretendiese matar a Harry. Nunca le había creído verdaderamente culpable de la muerte de James y Lily, a pesar de que todas las pruebas así lo indicaban. El licántropo se regañaba amenudo al respecto, tachándose de sentimental cada vez que pensaba en que todo debía ser algún engaño, producto de una trampa tendida al animago. En ocasiones lograba convencerse de que sólo creía en su inocencia porque aún estaba enamorado de él. Pero no era del todo cierto, había cosas que no cuadraban, como el que Peter fuera a enfrentarse a Sirius solo, sobretodo después de que éste hubiera entregado a sus amigos. Remus recordaba con cariño a su pequeño amigo, pero no era tan estúpido para atribuírle cualidades de las que siempre supo que carecía. Y Peter no era valiente. Antes que enfrentarse a Sirius habría corrido a buscar a alguien más grande y fuerte que él, nunca hubiera arriesgado su propio pellejo, y menos sabiendo (como debía de saber después de presenciar cómo Sirius se desayunaba mortífagos) que llevaba todas las de perder.
Aún así Lupin no tuvo mucho tiempo para analizar con cuidado lo sucedido. Estaba ocupado intentando conseguirse una vida, ya que la suya se había ido al carajo. Durante esos doce años de su vida trabajó en todo lo que le ofrecieron; cazador de recompensas, cocinero de un restaurante caribeño, recolector de hierbas para trances místicos, adiestrador de perros pequineses, sujeto de experimentos para nuevos sabores de golosinas (fue él quien sugirió acertadamente que no se sacasen al mercado productos tales como los caramelos de cebolla o el chicle de guindilla) o encuestador para Productos De Belleza Para La Piel Con Base De Peyote y Adormidera (de los que se hizo adicto por las Demostraciones En Vivo que llevaba a cabo. El "tratamiento de desenganche" le costó lo poco que había conseguido ahorrar hasta entonces).
Cuando le llegó la oferta para trabajar en Hogwarts Remus podría haberse parado a pensar en los riesgos que corría, no ya por ser un licántropo y tener la posibilidad de poner en peligro a los alumnos, sino porque Dumbledore sugirió que Snape le proporcionase la poción Matalobos y fiarse de Snape era como aceptar alegremente rociarse de aceite y prenderse fuego uno mismo.
No por la poción, por supuesto. El ministerio había implantado una nueva Ley para Licántropos volviendo obligatorio el consumo de dicha poción. ¿El problema? Que costaba un riñón y parte del otro, y Remus necesitaba los dos en su cuerpo si no deseaba morirse de hambre. Indignado porque el ministerio no proporcionase gratuítamente la Matalobos fundó la Organización para la Lucha de los Derechos de los Licántropos en Inglaterra, y puesto que el ministro no escuchaba sus propuestas (Lupin pretendía que se le declarase incapacitado para el trabajo dado que su condición le impedía encontrar empleos decentes y también conseguir una pensioncilla para su manutención y la obtención de la pocíon Matalobos de manera gratuíta, ya que estaba) organizó sentadas díarias en la puerta del ministerio. Por supuesto, el ministro Fudge poco menos que se rió de la Organización para la Lucha de los Derechos de los Licántropos en Inglaterra, ofendiendo a todos sus miembros (o lo que es lo mismo, a Lupin solo, porque era el único licántropo de toda Inglaterra y el único miembro de la Organización) y solo empezó a preocuparse por todo el asunto cuando los periodistas volvieron su vista al pálido hombre lobo de túnica raída y rostro amable que se encadenaba cada mañana a las verjas del ministerio. Cuando Dumbledore propuso que Remus trabajase para él, Fudge le envió a Hogwarts poco menos que con palmaditas en la espalda porque tener a Lupin diez horas al día en la puerta gritando sus absurdas proclamas y almorzando con el mismo guardía de seguridad que le desencadenaba cada día empezaba a resultar ridículo.
Lupin se fue a Hogwarts, pero siguió enviando a Fudge cartas y cartas a manera de recordatorio constante de sus peticiones "por el bien de todos los licántropos" (un poco cabrón el tipo cuando ya tenía un trabajo decente bien remunerado y después de todo la poción Matalobos le salía gratis ^.^)
El problema venía cuando era Severus Snape quien tenía que prepararle dicha poción. Snape y él nunca se habían llevado precisamente bien (reconozcámoslo, a Lupin le había encantado hacerle la vida imposible al Slytherin en sus tiempos en Hogwarts y luego lucir su mejor sonrisita inocente y arquear las cejas con sorpresa cuando le acusaba). Remus sospechaba que Snape trataría de vengarse de él de una manera u otra.
Aún así, Remus hizo de tripas corazón (no literalmente, claro) y se encaminó hacia Hogwarts con buen ánimo sin dejar de repetirse que allí vería a Harry, que Snape no era tan malo, "Actitud mental positiva", "al mal tiempo buena cara", "quien madruga se levanta más temprano" y su máxima más alentadora, "dinero, dinero, dinero". (Recordemos que estaba arruinado, el pobre. Llevaba tres meses sobreviviendo a base de lonchas de queso para fundir)
Al llegar al tren se encontró cara a cara con Harry Potter. Así, de sopetón, sin preparacíon ninguna. Remus no tuvo otra que fingirse dormido todo el viaje para poder espiarlo a sus anchas y respirar tranquilo al comprobar que el niño de James era mucho más tranquilito que su padre. Le hubiera dado un ataque de tener que vigilarlo las 24 horas del día como hacía con su amigo en sus tiempos de estudíante, ya estaba mayor para esas cosas (¡mentira, es que se había hecho muy cómodo! Y eso de andar en pijama de madrugada por el castillo ya no tenía tanto atractivo como a los 13 años). También había que agradecer que Harry no hubiese encontrado ningún equivalente a Sirius entre sus compañeros. Aunque por allí pululaba un clon de Lucius que causaba verdaderos escalofríos.
El papel de profesor, que Remus nunca antes había tenido que adoptar, no fue nada comparado con tener que lidíar con Snape y sus chicos. Los Slys eran fieles al jefe de su casa hasta la médula y habían descubierto bastante pronto que Severus no le tenía lo que se puede decir mucha simpatía (más o menos en cuanto Remus puso un pie en el Gran Comedor y Severus le despedazó con la mirada muy sutilmente)
No le hicieron la vida imposible al licántropo, pero sí muy difícil. A pesar de que la clase les pareciese interesante, no podía ver a ninguno con una expresión que no denotara un aburrimiento total. Siempre interrumpían sus clases con preguntas que a saber de dónde habían sacado y en sus trabajos solía aparecer información mucho más completa que la que Remus había dado, información que aún no debería estar en sus manos dada su edad. Era como si no necesitasen esa clase y aprendiesen mucho más y mejor por su propia cuenta. Un poco frustrante eso de querer enseñar a niños que daban a entender que ya lo sabían todo.
De entre los estudíantes se llevó ciertas sorpresas, como encontrar al hijo de los Longbottom, un chaval que parecía un poco disperso, al ya mencionado hijo de Malfoy acompañado eternamente de su cohorte, que incluía también al retoño de Zabini, muy monos esos dos cuando andaban juntos con esas caras de angelitos que no se tragaría nadie. Más de una les debía Lupin, pero a ver quien demostraba que esos engendros del infierno eran los reponsables de la mayoría de "accidentes" que le ocurrían, y más cuando Snape se paseaba cerca del hombre lobo vigilándolo como un halcón pero, convenientemente, desaparecía cuando sus chicos entraban en acción.
Si Remus no hubiera tenido el aliento de Snape en la nuca todo el día se habría entretenido en hacerles saber a esos mocosos con quien se las gastaban, ¡no por nada era el último merodeador!
Lo que tal vez más conmocionó al licántropo fue encontrarse con una niñita, muy mona ella, muy Slytherin también, sonriéndole desde la primera fila de la clase de segundo con una mirada depredadora que le recordaba horrores a la de Sirius cuando andaban tonteando en sus años de estudíantes. Si no hubiera sido porque era una cría de 12 años hubiera pensado que intentaba cazarle. Y lo más curioso de todo es que se parecía muchísimo a Meriel Mcallister.
Por supuesto, inmedíatamente después de su primera clase con ella intentó sonsacarle información discretamente a Snape sobre su alumna, pero este no pareció tomarselo muy bien puesto que casi le desgarró la tráquea de un mordisco, prohibiéndole acercarse a ninguno de sus Slys. Si no acabase de hacerle quedar como un estúpido ante todo el colegio con el asunto de cierto boggart con aspecto de profesor de pociones y vestido de abuela habría sospechado algo, pero asunto del boggart se extendió tan pronto y con tato detalle por todo el castillo que Lupin temía se atacado a traición en cualquier momento. Porque, por supuesto, aquel asunto les sentó muy mal a los Slytherins. Hasta la niñita de segundo curso le miraba de muy mal modo cuando se la encontraba por los pasillos.
Afortunadamente los Gryffindors parecieron adoptarle como "mejor-profesor-del-mundo" (como que no se notaba que odíaban a Snape a muerte), los Ravenclaws asumieron su típica actitud molestamente razonable de "son-cosas-que-suceden" y los Hufflepuffs, como siempre eran martirizados sin piedad por los Slys y eran la casa más débil, se adirieron totalmente a la opinión de los Gryffindors tal vez con la esperanza de que haciéndoles un poco la pelota les protegerían de la casa de la serpiente (por cierto, nada más lejos de la realidad!). Así que solo le odíaba una cuarta parte del colegio. No estaba tan mal después de todo.
Remus Lupin estaba realmente enfadado con Sirius Black. No porque hubiera vendido a dos de sus mejores amigos y se hubiera cargado sin piedad a otro más. Todo eso Remus lo justificaba de una manera u otra (bien con una imperius bien echada o bien con una enajenación mental transitoria, ¡a lo mejor se había cansado de que Peter le tocase las narices todo el rato!). Tampoco porque pareciera real su empeño de eliminar a Harry Potter del mundo, era algo que se podía pasar por alto sin dificultad (no es que Lupin odíase al crío ni nada de eso, incluso le protegía dentro de lo que le era posible ¡pero se trataba de Sirius!). Sino porque se había escapado de Azkaban.
A ver, ¿para qué cojones se había pasado nuestro licántropo 12 años ideando un plan para liberarlo? Vale, el plan aún no estaba del todo completo, sólo le harían falta unos cuantos hombres (unos 35) una pequeña distracción (un dragón no estaría mal) y una situación idónea (que los dementores mirasen para otro lado convenientemente, por ejemplo. ¿Es que no podían hacerse los despistados por un rato? ¿qué mas les daría un preso más o un preso menos?)
Remus había fantaseado (en el buen sentido, ¡pervertidos!) con entrar en Azkaban como quien entra en un bar de vaqueros, vencer a todo el mundo a punta de varita y liberar a su amigo, que se tiraría a sus brazos diciendo "¡sabía que vendrías, mi héroe!". Se fundirían en un beso apasionado y Sirius empezaría a desabotonarle la túnica susurrándole frases picantes al oído mientras le mordisqueaba el cuello y le presionaba con su cuerpo contra los barrotes de la celda a la vez que... Bien, esa parte de la fantasía se volvía un poco más subidita de tono y Remus tenía que cambiar de tema con acaloramiento.
Pero nada de eso se podría hacer realidad ahora que el animago se había escapado solito, muy discretamente y sin hacer ruido. Todo el país andaba loco buscándole, creyéndole un asesino sanguinario y seguidor de Voldemort. Su foto estaba en todos los periódicos y escaparates de tiendas y todos los aurores tenían ódenes explícitas de qué hacer con su cadáver. Aún así Sirius no había hecho ningún intento de contactar con Remus, lo que a éste no podía menos que ofenderle. ¿Dónde esperaba el animago encontrar un lugar seguro sin ninguna ayuda? ¿O acaso pensaba que el licántropo le creía tan culpable como todos los demás?
Remus accedió a darle clases "anti-dementores" a Harry cuando éste le chantajeó emocionalmente poniendo una carita que demasiadas veces había utilizado James en el pasado. Si Lupin era un experto en el Patronus, el hechizo que ahuyentaba a los dementores, era porque éstos eran los guardíanes de Azkaban y sus distintos y alocados planes de liberación le llevaban siempre a tener un encuentro forzoso con alguna de estas criaturas, y Remus se había preparado a fondo para el asalto de la prisión.
Cuando escuchó la noticia de que Sirius Black había sido condenado al "Beso del dementor", sentencia que se ejecutaría apenas se atrapase al sujeto, se la cayó el alma a los pies. Y de nuevo se le cayó (tal vez ya por costumbre) cuando oyó la misma condena salir de los labios de Harry.
Su parte de razón tenía el chico para pensar así, pero Remus no le desearía esa suerte ni a su peor enemigo, mucho menos a su mejor amigo. Una vez más pensó en porqué Sirius no se ponía en contacto con él, no solicitaba su ayuda. ¿Acaso no confiaba en él? ¿No le había demostrado ya suficientes veces que nunca dejaría de estar a su lado? Al parecer no.
A pesar de que Remus recorrió todos los lugares de Hogwarts y alrededores donde su amigo podía esconderse no lo encontró por ningún lado, y eso que se suponía que estaba cerca, ¡había entrado dos veces en Hogwarts! Por eso en cuanto vio el mapa del merodeador, aquel que tanto tiempo atrás había confeccionado junto a sus mejores amigos, no tuvo remordimiento alguno en confiscarlo, aún bajo las narices de Harry. ¡Él lo necesitaba!
Pero Sirius no volvió a aparecer por sus márgenes.
Al menos, no hasta aquella noche en la que también apareció (casi se calló de la silla al verlo) Peter Pettigrew. ¿Pero no estaba muerto? ¿De dónde salía ahora? ¿Y por qué precisamente ahora? Así que empuñando su varita corrió como un desesperado hacia el lugar donde Sirius había desaparecido, con Peter, Ron Weasley y, siguiéndoles los talones, Harry y su amiga Hermione.
Las cosas empezaban a encajar en su cabeza con una lentitud exasperante. Trotó por el viejo pasadizo que tantas veces había visitado hasta la casa de los gritos y acudió a la habitación de donde salían los gritos de Hermione. ¡Sirius Black! Cuando abrió la puerta casi le dá un ataque.
Harry Potter, ese chavalín tranquilo, educado y racional estaba apuntando con su varita a Sirius. ¡Cómo se atrevía! Le dieron ganas de tirarlo por la ventana por amenazar a SU Sirius, pero se tranquilizó enseguida. Ellos no comprendían. Igual que él tampoco había comprendido. Desarmó a los críos para que no hicieran tonterías y se volvió para mirar a Sirius. Allí estaba, después de doce años. Estaba delgado, pálido, con unas ojeras enormes, tenía toneladas de pelo sucio y espeso y estaba herido. Se le encogió el corazón.
Oh, Padfoot.
- ¿Dónde está, Sirius? - preguntó con voz temblorosa. Estaba a punto de hecharse a llorar. El animago lo miró con ojos vacíos, que no delataron emoción alguna al mirarlo y señaló al amigo pelirrojo de Harry.
- Pero entonces... - murmuró Remus, mirando a su amigo tal vez a la espera de una explicación - , ¿por qué no se ha manifestado antes? A menos que... – Click, click, click, las piezas fueron encajando una a una... Peter, que nunca se había arriesgado por nadie, ¿enfrentando a Sirius Black, el mejor auror del ministerio? ¿Sirius traicionando a su amigo del alma, James, y mandando a la muerte a Lily y a su ahijado, Harry? Nada de eso le había entrado nunca en la cabeza, pero ahora... ahora... - ... a menos que fuera él quien... a menos que te transmutaras... sin decírmelo... – susurró incoherentemente.
Dolía pensar aquello. Dolía pensar en que Sirius no hubiera confiado en él lo suficiente para contárselo... pero dolía menos que creer que había sido un traidor.
Y no pudo reprimirse más. Ignorando todo lo que ocurría a su alrededor, dentro de esa habitación, fijó sus ojos en el hombre demacrado y moreno en el que se había convertido su antiguo amante y le vió asentir, dándole la razón. No necesitó de más confirmaciones. Ayudándole a levantarse le abrazó como en los viejos tiempos, como hacía en Hogwarts en su último año. A duras penas reprimió las ganas de besarle (o tocarle el culo), después de todo había niños delante.
Sirius permaneció perplejo entre sus brazos, como si no terminase de creer que Lupin estuviese de su parte. Cuando al fin reaccionó y empezó a moverse para estrechar a Remus contra él, su amigo se separó para encarar a la niñita histérica, que gritaba su indignación a los cuatro vientos.
Sirius, demasiado confundido para prestar atención se dirigió con lentitud a la cama adoselada y se dejó caer en ella. Se cubrió los ojos con una mano tratando de asimilarlo todo. ¿Remus le creía? ¿Le creía? Tuvo ganas de echarse a reir y a llorar a la vez. ¡Remus! Todo este tiempo había supuesto que su amigo le rechazaría, pero no había sido así. Le había abrazado como en los viejos tiempos, con un cariño y un calor que Sirius no había sentido en todos los años que llevaba en Azkaban.
Desde que escapó de la prisión Sirius había estado recuperando poco a poco esos recuerdos que creyó que los dementores le habían quitado para siempre. A su mente volvieron imágenes olvidadas, momentos que parecían sueños y que le hacían pensar que tal vez lo había imaginado todo. Pero el abrazo de su amigo le había devuelto solidez a esas imágenes y le había traído muchos recuerdos. El más importante de ellos, Remus. Había recordado sus miradas, sus caricias, sus besos a escondidas, el dolor que le produjo acudir a la boda de su ex-amante, la angustia por verle consumido por la enfermedad de Lisette. Remus en todos sus recuerdos, en sus momentos felices, sus momentos tristes. Siempre a su lado.
Sirius se perdió en su propio mundo por unos minutos, abstrayéndose de la realidad deambulaba en el laberinto que había sido su vida olvidada a medías. Solo volvió a la realidad cuando vió a Peter ante sí, convertido en la rata que siempre había sido, agitando las patas histéricamente, chillando como un poseso y mirádole con terror con sus ojillos de animal. Toda su ira por aquella maldita rata renació en un momento. Por su culpa habían muerto James y Lily, Harry se había criado solo, él había pasado doce años de su vida entre rejas y Remus... Remus estaba horrible. Lo había pasado muy mal, se notaba enseguida por sus ropas raídas, sus ojos hundidos, su pelo grisáceo, su delgadez. Y Peter pagaría por todo ese dolor, ¡pagaría por destruir sus vidas!
Solo el razonamiento de su amigo hizo que se contuviera para no aplastar a esa traidor contra la pared. Bueno, eso y la mirada asustada de los adolescentes. Dolía ver tanta ira y terror en los ojos del hijo de James. Sirius quería hablar con él, contarle quién había sido ese padre al que Harry nunca conoció, hablarle de la dulzura de Lily y hacerle saber que una vez todos habían sido felices. Pero no pudo pronunciar palabra, el odio le atenazaba la garganta, la confusión paralizaba su lengua, los recuerdos estaban superpuestos y alborotados en su mente y lo único en claro que tenía en ese momento era que Peter debía morir y que Remus estaba a su lado, como siempre había estado.
Tenía la impresión de que la desaparición de Peter haría que su mundo volviera a la normalidad, que todo volviera a ser como antes, que él finalmente podría ordenar sus pensamientos y sería libre para perderse de nuevo en los besos de Moony.
El descubrimiento de que Snape estaba allí, en Hogwarts, haciendo la vida imposible a su licántropo como siempre había hecho hizo que la boca le supiera amarga. ¡Ese maldito Snape! Ojalá pudiera ponerle las manos encima para poder hacerle pagar algunas de las cosas que había hecho... y nada más pensarlo Snape se materializó ante sus ojos, más delgado, más cetrino, más... asqueado que nunca. ¡Y se atrevió a atar a Moony! Sirius se abalanzó sobre él para arrancarle los ojos con las uñas por atreverse a hacerle eso a Remus, pero Snape alzó la varita dispuesto a usarla contra él y Sirius, de nuevo, tuvo que contenerse, casi colapsado por la ira que recorría su cuerpo, mirando impotente a su amigo, que trataba de librarse inutilmente de las cuerdas que lo aprisionaban. Todavía tenía que matar a Peter...
- Lo único que tengo que hacer es llamar a los dementores en cuanto salgamos del sauce. – dijo Snape entonces - Estarán encantados de verte, Black... Tanto que te darán un besito, me atrevería a decir...
Sirius se paralizó. Así que esa sería su sentencia... Se habia jurado a sí mismo que nunca volvería a Azkaban. ¡Antes muerto! Así que si su destino era que una de esas criaturas le extrajera el alma no perdía nada atacando a Snape... con un poco de suerte le rompería la crisma antes de que el otro lograse hacerle algo. Justo cuando iba a lanzarse hacia delante para arremeter contra él, Harry y sus amigos atacaron a la vez a Snape haciéndole volar por los aires y dejándolo inconsciente, tirado en el suelo como un muñeco roto.
- Tenías que habérmelo dejado a mí – le dijo Sirius a Harry. El chico no contestó nada y Sirius miró un momento más a Snape con odio antes de volverse hacia Moony y desatarle. Lupin le dio una rápida y secreta sonrisa antes de ponerse en pie, una sonrisa que le llegó muy adentro.
Lupin no pudo evitar molestarse con Harry por negarse a creer en la inocencia de Sirius. Claro que no podía culparlo, pobre chico, pero ¿era necesario hacerle recordar a su amigo todo aquello? Al oír a Sirius relatar cómo descubrió la traición de Peter, al notar cómo se le quebraba la voz y cómo reprimía las ganas de llorar, Lupin se cabreó bastante con la situación.
- Es suficiente - dijo con frialdad, pues ver a Sirius quebrado era muy duro - Hay un medio infalible de demostrar lo que verdaderamente sucedió. Ron, entrégame la rata.
Aunque el chico aún se resistió un poco, finalmente pudo convercerlo para realizar la prueba. No era que Lupin la necesitara, él sabía perfectamente que ese bicho cobarde era aquel a quien una vez llamó amigo, pero Harry, Ron y Hermione merecían saber la verdad. Nunca les creerían si se limitaban a pisar a la rata hasta que dejase de gritar.
El odio que lo sacudió al ver de nuevo a Peter fue frío y casi desapasionado. No se permitió pensar en lo que había hecho el taidor, aún no. Sirius levantó la varita, dispuesto a cargárselo allí mismo, pero Lupin se lo impidió. Harry aún necesitaba una explicación, se la debían.
Nada de lo que dijo Peter fue demasiado convincente. El tiempo pasado convertido en rata seguramente habría afectado a sus facultades mentales, pues no pudo dar una explicación coherente a la situación en la que se encontraba. Aunque aún la rata tenía algo que decir:
- ¡Remus! Tú no lo crees. ¿No te habría contado Sirius que habían cambiado el plan? – casi aulló. Remus se retorció por dentro, pero acalló el dolor que esas palabras habían despertado en él.
- No si creía que el espía era yo, Peter – dijo intentando sonar indiferente - Supongo que por eso no me lo contaste, Sirius – le preguntó, mirándolo de lleno, esperando una respuesta.
- Perdóname, Remus – contestó Sirius sin devolverle la mirada. Ahora no era el momento de discutirlo, no delante de los niños, no cuando al fin estaba a punto de vengarse.
- No hay por qué, Padfoot, viejo amigo – respondió el licántropo, molesto por la respuesta. Por lo que no puedo evitar añadir, solo por joder: - Y a cambio, ¿querrás perdonar que yo te creyera culpable?
- Por supuesto – contestó Sirius con cortesía, ensayando una sonrisa falsa porque desde su abrazo había vuelto a pensar que Remus, entre todas las personas, nunca hubiera creído en su culpabilidad. - ¿Lo matamos juntos? – ofreció, para ocultar lo que le habían molestado sus palabras.
- Creo que será lo mejor - dijo Lupin con tristeza. No porque Peter le diera pena, que para nada se la daba. Ya se arrepentía suficiente de haber ido a su entierro y haber puesto flores en su tumba vacía, de haber pensado con tristeza en su muerte y haberle creído un buen amigo ejecutado injustamente.
Sus súplicas y ruegos no hicieron más que romper la fría calma de Lupin que, alterado al ver que Peter aún tenía la desfachatez de dirigirse a Harry en busca de salvación después de ser el causante de la muerte de sus padres, se dispuso a matarlo sin miramientos. Pero no pudo ser así. Harry, de alguna manera, logró convencerles de que no lo hicieran evocando el recuerdo de James.
Muchachito manipulador.
Sin duda debía saber que esa era una fibra sensible para Remus y Sirius.
Así que formando una extraña comitiva emprendieron el regreso al castillo por el pasaje secreto. Remus tenía la sensación de que se le había olvidado algo importante, pero con la nochecita que llevaba no era para que se acordase.
Se dio cuenta justo al salir del agujero.
Noche.
Luna. Y llena, además.
¡La poción! ¡No había tomado la poción Matalobos por ir en pos de Sirius! Sin tener tiempo de hacer nada más, ni siquiera avisar a los demás sobre lo que ocurriría, empezó a sentir los primeros síntomas de su transformación.
Sus transformaciones siempre eran dolorosas, largas y traían consigo una (a veces misericordiosa y a veces molesta) considerable pérdida de memoria. Así que cuando Remus Lupin despertó a la mañana siguiente acurrucado en la base de un árbol, medio congelado, desnudo, desorientado y sin varita se sintió bastante frustrado por no tener ni idea de qué había sucedido.
"¿Y ahora como vuelvo yo al castillo?" se preguntó a la vez que se miraba, totalmente desnudo. Sería una vergüenza que algún alumno se encontrase con él mientras trataba de volver a su habitación. Echó a andar en dirección a Hogwarts... o por donde suponía que podía estar. Tal vez pudiera pedirle ayuda a Hagrid a ver si podía prestarle algo de ropa, aunque francamente, se vería ridículo vestido, por ejemplo, con el abrigo de topo del semigigante, unas cincuenta tallas más grande.
Para cuando se acordó de la capa de invisibilidad, que había quedado olvidada la noche anterior en la casa de los gritos, ya había pensado en diferentes opciones, a cada cual más ridícula, así que tuvo verdaderas ganas de golpearse la cabeza contra un árbol hasta quedar sin sentido por no haberlo pensado antes.
Se deslizó hasta la casa atravesando el bosque, no era cuestión de que algún alumno u otro maestro viese al serio profesor Lupin correteando de árbol en árbol tal como vino al mundo tratando de llegar al Sauce Boxeador. Con la capa bien ajustada llegó hasta su habitación preguntándose qué habría sucedido la noche anterior. ¿Dónde estaría Sirius? Tenía ganas de verlo. ¡Había tanto de qué hablar después de doce años!
La respuesta se la dio Dumbledore, que acudió a buscarlo especialmente antes de que acudiera a desayunar, contándole los incidentes de la noche y también el "torpe descuido" de Snape al revelar a sus Slys que él era un licántropo.
A Remus no podía importarle menos. Estaba preocupado por Sirius. ¿Qué iba a ser de él por ahí huído con un hipogrifo? ¿No podía haber huído con algo más pequeño? ¿No se daba cuenta de que los hipogrifos no eran fáciles de ocultar? "¡Oh, pero en mi casa hay sitio!", pensó de repente. Y sólo de imaginar a Sirius en "El Cubil" esperando a que él volviera se puso nervioso y presentó su renuncia inmedíata a Dumbledore. No se iba a quedar allí cuando Sirius le necesitaba.
Dumbledore tampoco trató de convencerle mucho. Lo que es más, le dedicó la típica sonrisita presumida de los que saben un secreto muy jugoso y dijo que lo comprendía, después de lo sucedido esa noche no podían arriesgarse y tal, tal, tal. Por supuesto, solo le estaba dando excusas que esgrimir por si alguien preguntaba.
Lo que le fue muy útil cuando Harry se presentó a despedirse de él. A esas alturas Remus ya había hecho prácticamente las maletas, pero Harry no perdía nada por intentarlo.
- ¡Es usted el mejor profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido nunca!- dijo casi haciendo un puchero - ¡No se vaya!
"¡Joder, cómo se parece este crío a James!", pensó Lupin sorprendido. Y se hubiera quedado, seguro que lo hubiera hecho (al carajo los padres con sus quejas por ser un licántropo y todas esas tonterías, Dumbledore podría con ellas) de no ser por cierto prófugo con hipogrifo. Se le formó un nudo en la garganta, porque hubiera querido llevarse a Harry metido en un bolsillo para que estuviese con él y Sirius y ser un poco como los Merodeadores que habían sido. Lamentaría perderse ver crecer a Harry. Y también le jodía un poco lo que aquella cría que se parecía a Meriel, aún no había podido averiguar nada sobre ella.
Tal vez Harry esperaba que él dijese algo, así que cambió de tema después de un tenso silencio. Después de escuchar el relato de Harry sobre su Patronus (que ironía que tuviese forma de ciervo, como James) le hizo entrega de su capa y (con un poco de recelo) del mapa del merodeador. Le había gustado volver a ver ambos objetos, y le apenaba un poco tener que perderlos de vista, sobre todo el mapa. Pero era justo que Harry lo tuviera, después de todo era el único descendiente de los Merodeadores.
Se marchó de allí con un nudo en la garganta, andando deprisa hacia su transporte antes de romper a llorar como una chiquilla, animándose con la perspectiva de ver a Sirius pronto.
Aunque no fue precisamente pronto cuando lo vio.
El maldito estúpido tardó todo un mes en ponerse en contacto con él. ¡Un mes! Y menuda carta que le envió:
Moony:
Espero que esta carta no caiga en manos indebidas. No me gustaría meterte en problemas por querer comunicarme contigo. Solo quería hacerte saber que estoy bien, que sigo con vida y aún no me han dado un "besito". Esconderme con un hipogrifo es un poco complicado, pero los dos nos las arreglamos bien. Siento que no tuvieramos tiempo de hablar, pero me alegro de haber podido verte (¡estás hecho un asco, compañero!) y saber que ya no me crees culpable. Es muy importante para mí saberlo.
Me he hechizado para ser "inmarcable" y que ninguna lechuza pueda encontrarme, pero si tú quieres comunicarte conmigo puedes hacerlo tranquilamente, solo tienes que poner tu nombre en el sobre.
Espero que podamos vernos pronto.
Padfoot.
A Lupin le ofendió sobremanera la cartita.
De primeras, ¿"Moony"? ¿Sólo "Moony"? Ni "Querido Remus", ni "Viejo amigo", ni nada de nada, solo "Moony". Después estaba el tono frío de la carta. ¡Por Dios, que se habían acostado juntos! Un poquito más de confianza no hubiera estado nada mal. "Siento que no tuviéramos tiempo de hablar", ¡puf!
Remus cogió su pluma y garabateó con rabia una carta para mandar su contestación con la misma lechuza con la que había recibido la misiva de Sirius.
Y un sorprendido Sirius recibió unas escuetas pero claras líneas a cientos de kilómetros de allí.
Padfoot:
¡Deja de hacer el imbécil y ven a casa YA!
Moony
Así que un perplejo Sirius emprendió el regreso a "El Cubil" de inmedíato.
Remus parecía un poco cabreado cuando le abrió la puerta del patio trasero de su casita de bosque.
- ¡Ya era hora! – espetó, y casi tiró de él para meterlo en la casa – Deja al hipogrifo en el cuarto de invitados, ahí estará cómodo. Te estoy haciendo la comida.
Sirius, aún alucinando ligeramente con su compañero hizo lo que el otro dijo y condujo a Buckbeak hasta el cuarto en el que él había pasado unas bonitas noches de insomnio anhelando la piel del licántropo a su lado. Luego bajó a comer un poco cohibido.
- ¿Bueno, y qué has estado haciendo durante este mes? – preguntó Moony ácidamente. Sirius parpadeó perplejo.
- Remus, ¿te pasa algo?
- ¿A mí? ¿Qué me tendría que pasar? – preguntó el licántropo con los dientes apretados, dejando caer un plato lleno a rebosar delante de su amigo. Se volvió para servirse una ración para sí mismo, pero se giró de nuevo presa de la ira: - ¡Un mes! ¿Qué pasa? ¿Qué querías volverme loco? ¡Ni una sola noticia tuya! ¡Yo aquí, pensando que te habrían capturado y tú ni te dignas a hacerme saber que estabas bien!
Sirius se hubiera echado a reír por la exagerada reacción de su amigo si no fuera porque sabía que estaba con "esos días del mes" en los que se ponía susceptible (N/A ¡y no, no hablo de la regla!) y todo se lo tomaba un poquitín a la tremenda.
- ¡Y cuando me escribes, vaya una carta! ¡Como si fuera un desconocido! – Remus gritó por un rato más su despecho hasta que, más calmado, se sentó a la mesa y dijo – ¿Quieres más salsa para la carne? – prefectamente tranquilo. Entonces sí que Sirius se largó a reir con carjacadas francas y estridentes, aunque antes de que Remus se molestase se apresuró a explicarse.
- Lo siento, es que parecías una esposa regañona. Si no te escribí antes fue porque me costó un poco encontrar lechuzas, recuerda que soy un prófugo.
Lupin se sonrojó un poco avergonzado, tanto por la escenita que le había montado a su amigo como por el comentario de la "esposa regañona". Y tambíen por la coherente explicación que a él no se le había ocurrido en ningún momento.
- Er... perdona, Padfoot. Esta noche es luna llena – trató de excusarse. Sirius le dio una sonrisa de complicidad y le cogió la mano por encima de la mesa.
- He pasado doce años de mi vida sin que me regañen... extrañaba que alguien lo hiciera.
Moony le devolvió la sonrisa y lamentó enormemente que Sirius retirase su mano para seguir atacando la comida. Habia extrañado mucho su contacto.
Remus había echo demasiada comida, pero el animago, con lo hambriento que estaba, devoró la mayor parte y el resto se lo dejaron a Buckbeak, que estaba tan famélico como él. Después de una necesaria ducha, un buen corte de pelo, un afeitado y un cambio de ropa, Sirius se sintió de vuelta al pasado, a cuando escapaba de Meriel para acampar en "El Cubil" con intenciones de ligarse a su amigo. No pudo evitar sonreír pensando en eso y se preguntó que habría sido de la chica.
Se acomodaron uno junto al otro en los sillones frente a la chimenea, hablando de recuerdos del pasado. Lupin contando como le habían ido las cosas en todo ese tiempo (por supuesto, mintió como un bellaco porque Sirius ya se sentía bastante culpable por no haber podido estar a su lado en sus transformaciones) y tratando de poner a su amigo al día de todo lo que había ocurrido en el mundo desde que Sirius fue apartado de él.
Hablaron durante toda la tarde, sin sentir apenas el paso del tiempo, hasta que Remus ya no pudo evitar la pregunta que le reconcomía desde el encuento con Peter.
- Bueno, ¿me vas a contar alguna vez por qué no confiaste en mí? – preguntó con seriedad, evitando mirarle - ¿Por qué preferiste que Peter fuera el guardián secreto? ¿por qué pensabas que yo era el espía?
Sirius levantó la vista sorpendido por sus comentarios.
- Jamás pensé eso – dijo como si se sintiera ofendido.
- No me hagas reír – amargura en la voz de Remus. Sirius frunció el ceño.
- Lo digo en serio, nunca lo creí. Si no te dije nada fue porque quería mantenerte al margen.
Moony le miró sorprendido y un poco excéptico.
- ¿Al margen? ¿Cómo que al margen? ¿Por qué? – exigió saber. Sirius se revolvió un poco inquieto en su asiento. Miró al fuego.
- Porque ya habías pasado por mucho – confesó, en un susurro - No te podía cargar con esa responsabilidad.
Remus le miró en silencio al menos por un minuto entero.
- Pero ¿qué explicación es esa? – preguntó con desdén. Sinceramente, había esperado más de su amigo. Sirius se levantó molesto y empezó a pasearse por la habitación.
- Mira, después de mí tú eras la opción lógica como guardián secreto. De Peter nadie sospecharía nunca – dijo, aún sin mirarle, ligeramente sonrojado, como si Remus pretendiera llegar a un tema que él no quisiera tocar.
- ¿Y eso que tiene que ver con no contarme nada? – inquirió Lupin molesto.
- Pues... si venían a por ti sabrían que no tenías nada que ver y te dejarían en paz – había titubeado, estaba seguro de ello. El licántropo lo estudió detenidamente.
- Ni tú mismo crees lo que estás contándome, Sirius – concluyó con un suspiro desanimado - O sea, que deduzco no me dijiste nada para que no pudiera delataros a la primera, ¿no?
Era la única explicación que se le ocurría, así que se sorprendió bastante cuando Sirius se volvió hacia él y le miró directamente con sus ojos azules, oscurecidos por su tiempo en Azkaban, por los recuerdos amargos.
- No – dijo simplemente.
- ¿Cómo que no? – Moony saltó de su asiento indignado, como si el animago tratase de negar algo que él sabía muy bien - Yo hubiera soportado cualquier cosa antes de traicionaros. Tú también lo hubieras hecho. Pero siempre supimos que Peter era un cobarde. ¿Y aún así lo elegiste sobre mí?
Sirius, con un suspiro fatigado se dejó caer de nuevo en el sillón, ocultando el rostro entre sus manos para masajearse los ojos, como si le dolieran.
- Remus, las cosas eran así: – trató de explicar con voz cansada. No deseaba esta discursión. No ahora, ¿por qué había tenido Remus que preguntar? ¿Por qué no se conformaba con las respuestas que le daba? - Nadie hubiera imaginado que Peter era el guardián secreto y estaba muy bien escondido. – se echó hacia atrás en el asiento, reposando la cabeza contra el respaldo acolchado, mirando a las vigas del techo - Tú eras vulnerable, en la luna llena estás indefenso como mago, incluso días antes estás incontrolable.
Remus aceptaba ese argumento, porque era cierto.
- Pero nadie me hubiera encontrado en "El Cubil", nadie hubiera podido decirles dónde estaba porque sólo lo sabíais vosotros – puntualizó, pese a todo. Su voz rota por la desconfianza de su amigo.
- Pero podían haberte hecho salir. – dijo Sirius calmadamente - Si me hubieran atrapado y te lo hubieran hecho saber, ¿no hubieras acudido?
Se movió para mirarle.
Silencio
Las llamas de la chimenea jugueteaban sobre el rostro de Lupin, pero no le permitían ver sus ojos con claridad.
- No, no hubiera ido – dijo el licántropo después de pensarlo detenidamente - No a costa de traicionar a otros – lo creía firmemente. Le hubiera dolido muchísimo, y se hubiera vuelto loco, pero no hubiera reaccionado de manera que pusiera en peligro el secreto de James y Lily.
- En tu estado de alteración antes de la luna llena no hubieras reflexionado, Moony, lo sabemos los dos – le recordó Sirius.
- ¿Y Peter? – preguntó el licántropo, aún sin convencer - ¿No pensabas que tal vez él hubiera hecho lo mismo?
Sirius negó con la cabeza lentamente.
- Peter siempre fue demasiado cobarde. Nunca se hubiera expuesto por otra persona – dijo sinceramente. Se detuvo para coger aire y terminó por confesar: - Y yo sabía que era tu punto débil igual que tú eras el mío.
Su revelación, que era absolutamente cierta, tocó la fibra sensible de Remus. No le había ofrecido ser guardián para evitarle decidir en caso necesario; él o James y Lily. No había sido él por lo mismo. O eso creía. Hasta que le oyó añadir: - Sólo busqué protegerte.
Moony le volvió la espalda para reorganizar sus pensamientos.
- Sirius... nunca te diste cuenta de que nunca necesité tu protección – musitó, como si pensase para sí mismo. Cruzó los brazos sobre el pecho, consciente de la mirada del animago sobre su espalda - He sabido cuidarme a mí mismo bastante bien por mucho tiempo – una mueca amarga en su boca - Siempre te empeñaste en verme más desvalido de lo que en realidad era.
- No se trata de eso, Remus, nunca te he considerado débil o desvalido. – saltó Sirius, con voz urgente, no quieriendo falsas interpretaciones de sus actos - Sé que eres fuerte, independiente y que siempre vuelves a levantarte, ocurra lo que te ocurra. – tragó saliva pensando en su licantropía - Sé perfectamente que tu fortaleza ha hecho de ti un superviviente, te ha sacado adelante después de todo lo que te ha ocurrido. Pero... siempre he sentido el impulso de protegerte.
Remsus se volvió hacia él.
- ¿Por qué? – preguntó un poco desconcertado. Pues si sabía que podía cuidarse solito, ¿porqué ese afán de resguardarle de todo?
Sirius tomó aire. ¿Por qué? Buena pregunta. Él había tardado mucho en saberlo, y justo cuando lo supo, justo cuando se decidió a confesarlo, Remus le vino con aquel acuerdo.
- Porque te quiero.
Las palabras resonaron con siniestra claridad en el silencio de la casa. Como para subrayar lo que se había dicho, un tronco de la chimenea se movió haciendo ruido. Moony casi no respiraba.
- Porque no puedo soportar la idea de que te ocurra nada – continuó Sirius en un susurro, sintiéndose incapaz de mirarle, sonrojado hasta las raíces del pelo - Siempre he querido resguardarte de todo. Nunca he querido que nada te dañase, te molestase, te perturbase en manera alguna. Ya has sufrido bastante, Moony. Sólo quería evitarte más dolor – terminó casi inaudiblemente, pero el licántropo lo había escuchado.
Vaya que si lo había escuchado. Cada maldita palabra.
- Pues no lo conseguiste – consiguió decir Remus con voz atragantada. Era lo único que se le ocurría en esos momentos y era todo lo que podía decir hasta que su corazón volviese a latir.
- Lo lamento, de veras. Tiene que haber sido horrible para ti estar solo todo este tiempo. Sin ninguno de tus amigos – dijo Sirius amargamente. Sobre todo por la falta de respuesta.
- No me dolía tanto estar sin ellos como estar sin ti – confesó Remus haciendo que el animago levantase la mirada sorprendido hasta sus ojos - Y no era lo mismo tenerte lejos que la posibilidad de perderte definitivamente. En todos estos años recé porque Azkaban no pudiera vencerte – murmuró el licántropo, sintiendo que estaba a punto de echarse a llorar atragantado por los recuerdos y sobre todo por las palabras de su amigo. Tanto tiempo perdido...
- ¿Qué quieres decir? – preguntó Sirius levantándose con lentitud, deseando no haber entendido mal lo que acababa de escuchar, repentinamente ansioso por oírselo repetir - ¿Qué es eso de que te dolía estar sin mí?
Tenía la boca seca, las manos le temblaban y escalofríos de anticipación le recorrian el cuerpo, pero todo eso no fue nada comparado con el efecto que tuvo en él la sonrisa brillante y burlona de SU licántropo.
- ¡Uf! ¿Que voy a querer decir, Padfoot? – dijo Remus en un fingido tono molesto - Que llevo más de 20 años enamorado de ti.
No pudo procesar inmedíatamente esa frase. Se quedó allí plantado, mirando a su amigo, analizando cada una de las palabras que había escuchado y volviendo a unirlas en una frase en la que algo resaltó, como con letras de oro ante sus ojos: "enamorado".
Enamorado.
Moony estaba enamorado de él.
¡De él!
Y seguidamente, antes de que Sirius pudiera tirarse en sus brazos para comérselo enterito a besos, Remus se dobló de dolor al sentir que el lobo reclamaba su cuerpo. Habían pasado demasiado tiempo abstraídos el uno en el otro y la noche había llegado trayendo con ella la luna llena. Los ojos de Lupin se llenaron de las lágrimas que había estado tratando de retener, furioso porque ese momento se viera interrumpido de esta estúpida manera. Calló al suelo de rodillas, incapaz de contener un grito.
Sirius estuvo a su lado en medio segundo, mirándolo con preocupación, lágrimas también corriéndole por las mejillas, no sabía si por su confesión o por el dolor que sufría por la transformación.
- ¡Llévame al sótano! – consiguió decir el licántropo. Sirius le rodeó con sus brazos, angustiado como si fuera la primera vez que presenciaba una de sus transformaciones, y lo condujo al sótano que Remus utilizaba habitualmente.
Era una habitación muy amplia, con ventanas altas de barrotes reforzados mágicamente y con las paredes y el interior de la puerta acolchado para evitar golpes. Sirius dejó a Moony en un rincón, encogido de dolor, y se apresuró a cerrar la puerta a sus espaldas y a transformarse en perro. Una vez convertido se acercó a su amigo y le lamió la cara hasta que fue un lobo adulto, un poco más gris de lo que recordaba que hubiera sido.
El lobo reconoció al perro y le lamió el hocico con ternura.
Cuando el radíante sol de la mañana penetró por la ventana, Sirius fue el primero en despertar y se sacudió de encima su forma de perro, sonriendo alegremente al ver a Remus, de nuevo humano, acostado a su lado, hecho un ovillito, delgado, pálido y más apetecible que nunca, tal vez porque ahora Sirius sabía lo que su amigo sentía por él. Y tenerlo desnudo a su lado no era precisamente lo mejor en estos momentos, en los que Lupin estaba agotado después de su agitada noche y Sirius salvajemente excitado ya solo por el aroma de su amigo.
Se apoyó en un codo para mirarle a placer, descubriendo en su cuerpo diferencias con su físico de adolescente. Cuando se hicieron amantes, en Hogwarts, Remus tenía un cuerpo elástico, de músculos poco marcados, con unas cuantas cicatrices pálidas y piel tersa y suave. Ahora se apreciaba en él la mala alimentación, confiriendo a su aspecto un tono macilento, su cuerpo se había vuelto nervudo y sus cicatrices habían desaparecido casi por completo, o bien se habían fundido con la blancura de su piel. Miró con curiosidad el cabello de su amigo, separando mechones con sus dedos para admirarlo más detenidamente. Había encanecido. De joven sólo habían presidido en su pelo unas pocas canas en sus sienes, haciéndole parecer extrañamente exótico, como si hubiera sido hecho a propósito.
Estaba muy delgado, y eso se apreciaba sobre todo en su rostro, más anguloso de lo que recordaba. Había perdido en parte sus rasgos suaves para hacerse más afilados. Sus ojos estaban ligeramente hundidos, tal vez por las preocupaciones de su vida o puede que sólo fuera por los efectos de la luna llena.
Aún con todo, Sirius lo encontraba igual de atractivo que siempre, y tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no hacer nada más que mirarlo. Cuando se dio cuenta de que su amigo estaba tiritando de frio se maldijo por su estupidez. Lupin había perdido sus ropas, destrozadas en el proceso de su transformación, y no hacía precisamente calor en ese cuarto.
Sirius cogió delicadamete a su amigo en brazos y lo subió a su cuarto, arropándolo como a un niño en la cama y sonriendo con ternura al oirle emitir un suspiro satisfecho. Se detuvo en la puerta del cuarto, dudando, mirando hacia atrás a la figura acurrucada en la cama. Se acercó de nuevo a él y, con delicadeza, posó sus labios ansiosos en los fríos del objeto de sus deseos. Salió del cuarto rápidamente, antes de sucumbir a la tentación mientras oía a Lupin susurar en sueños.
Preparó la comida, atendió a Buckbeak, limpió la casa, se dio una ducha y, sin poder evitarlo, volvió al cuarto para ver dormir a Remus. Tenía un aspecto tan relajado y satisfecho que no pudo menos que sonreír al verle. Quitándose la túnica, se hizo un sitio al lado de su compañero y se abrazó a su cuerpo cálido, en busca de un poco de la paz de la que parecía disfrutar Remus. Sintiéndose de vuelta al hogar se quedó dormido, y no se despertó hasta que unas suaves cosquillas en el cuello le obligaron a hacerlo. Abrió los ojos perezosamente y se encontró con los ambarinos de Remus.
- Hola – dijo éste con una sonrisa. Sirius se encontró sonriéndole de vuelta aún antes de procesar porqué estaba Remus en su celda de Azkaban.
Al ver que el otro no lo rechazaba, el licántropo continuó con su tarea de mordisquearle el cuello al animago, que gimió involuntariamente. Sirius enterró sus dedos en el pelo de Remus, sintiéndose estremecer entero. El cuello siempre había sido su punto más sensible, y su amante lo había descubierto, juraría, la primera vez que estuvieron juntos, hacía ya tanto tiempo, en un aula solitaria de Hogwarts. En esa misma aula Sirius había descubierto que Moony le deseaba, que él le correspondía y que el sexo con un licántropo era una experiencia increíble, sin bien ahora se preguntaba si había sido increíble por ser Remus o por ser lupino.
Pero ahora eso no importaba demasiado, porque esos dientes que rozaban levemente su piel le robaban el sentido y le hacían apretarse al cuerpo de su dueño en busca de más contacto entre sus pieles desnudas.
Remus hacía unos ruiditos encantadores cada vez que descubría un nuevo punto de interés en su cuello, y aprisionaba el cuerpo de su amigo contra la cama manteniéndose casi encima de él, su miembro rozándose contra el muslo del animago impúdicamente mientras sus manos apenas rozaban los costados de su amigo.
Sirius se sintió sobrepasado por todas las sensaciones que se despertaban en su cuerpo y empezó a retorcerse involuntariamente bajo Remus, haciendo que sus pieles se rozasen enteras y que su deseo de disparase hasta límites que no recordaba haber sentido nunca con nadie que no fuera su amigo. El animago había pasado demasiado tiempo en Azkaban, sin contacto humano ni recuerdos tan siquiera del contacto de otra persona. Para él el sexo no había existido durante doce largos años, y sentir ahora todo aquello junto casi le volvió loco. Apretó a Remus contra sí, sacudiéndose en oleadas de placer aún cuando su mente le decía que aún no había ocurrido nada que mereciera su descontrol, pero no podía evitarlo.
- Es demasiado... – medio sollozó al oído de su amante. Remus se volvió hacia él y le miró con sus profundos ojos ámbar. Sirius recordó haber visto allí otras veces la presencia del lobo dominándole, pero éste ya no estaba, solo estaba Moony mirándole con amor y comprensión.
- Todo está bien – le susurró, mientras procedía a besarle la mandíbula con delicadeza, sus dedos ligeros rozando como al descuido el miembro del animago.
Sirius se apretó más contra él, sintiéndose avergonzado por sus reacciones primitivas y las lágrimas que empezaban a fluír de sus ojos. Quería que parase, pero también quería llegar al final y volver a ser uno con la persona que amaba. Moony le acarició los labios con la lengua, como tantas veces había hecho anteriormente, dejando que su aliento se deslizase ente sus dientes para mezclarse con el del animago. Sirius tiró ligeramente del pelo del licántropo para forzarle a un beso.
Pero no tuvo que forzarlo, Remus tomó su boca con ternura desbordante, tratando su lengua con delicadeza, lamiendo, chupando, acariciando, perdiéndose en ese beso que tanto había deseado. Deseó más, con urgencia, pero se obligó a controlarse repitiéndose que Sirius no estaba bien, aún no, Azkaban lo había marcado y no necesitaba apresuramientos. Pero veía claramente que estaba sufriendo, no podía controlar lo que sentía, le estaba resultando demasiado intenso. Así que Remus reconquistó con paciencia su boca y envió a su mano exploradora a reconocer el terreño.
Cuando Lupin le rodeó con sus dedos, Sirius creyó morir por ese toque. Gimió dolorosamente y se movió alocadamente contra la mano de su amigo, obligándole a apresurarse con sus movimientos. Moony no dejó de besarle ni un momento mientras le masajeaba casi con rudeza, deseando que el momento pasara, que Sirius se calmara y dejase de llorar. Resultaba doloroso verle así, sufriendo por su deseo, como si no entendiese lo que ocurría, como si le estuviesen torturando. Se preguntó que estaría recordando en ese momento para estar en ese estado, por eso se sintió inmensamente feliz cuando Sirius se liberó con un grito escandaloso de satisfacción, moviéndose aún con furia contra su mano, clavándole las uñas en la espalda. Aún sacudido por temblores volvió sus ojos hacia los dorados de Lupin y dijo:
- Te eché de menos, Moony.
Antes de besarle con pasión. Remus respondió a su beso con ansias invirtiendo posiciones.
- Te quiero – le oyó decir, mientras bajaba por su cuello en un recorrido de pequeños besos.
- Yo también te quiero – suspiró entrecortadamente, con los ojos cerrados para disfrutar con más intensidad de sus caricias – Siempre te he querido. Me he vuelto loco sin ti.
Sirius volvió a sus labios, los acarició brevemente y no pudo evitar preguntar:
- ¿Por qué te casaste con Lisette?
Tal vez no fue el mejor momento para preguntar, porque los ojos de Remus se abrieron alarmados. Al ver la expresión dolida de su amigo comprendió que necesitaba saberlo.
- Porque tú no me querías – dijo con sencillez. Los ojos azules de Sirius se agrandaron por la sorpresa.
- ¿Qué yo qué? ¿Qué te hizo pensar eso?
Remus alzó una ceja, confundido por la actitud de su amante.
- Tú. No parabas de salir con chicas, cada semana una.
- Pero eso fue antes de ti – contestó el animago. Remus parpadeó sorprendido.
- ¿Cómo?
- Después de esa noche, nuestra primera vez juntos...
- Mi primera vez – confesó Lupin con media sonrisa de melancolía. Sirius casi se atragantó al oírlo. Se quedó un segundo mirándole como si no creyera posible haber tenido ese honor y con un carraspeo siguió hablando.
- Como decía, después de esa noche no hubo nadie más que tú. Y si no recuerdo mal fuiste tú quien tuvo esa idea del acuerdo de solo-sexo-entre-nosotros. Si hubiera sido por mí, habríamos sido pareja de inmediato.
Lupin se quedó sin habla. A ver si lo comprendía, había sido él, con sus miedos por ser rechazado, perder la amistad de Sirius y no poder volver a sentirle cerca quien había hecho que su relación no llegara a más. ¡Sería imbécil! De haberlo sabido... ¿Pero cómo iba él a sospechar que Sirius quería que mantuviesen un noviazgo? ¡Nunca le había dado ninguna muestra de estar interesado en él! Así se lo dijo al animago, que bufó exasperado y se apoyó sobre un codo para moder mirarle un poco distanciado.
- ¿Qué nunca te dí muestras? ¿No te resultaban extraños mis ataques de celos cada vez que hablabas con una chica, o peor aún, con Snape?
- Pues... no. Nunca te ví celoso – aseguró Remus. Aunque ahora, pensandolo detenidamente y sabiendo qué buscar, sí que recordaba los cambios de actitud de su amigo cada vez que hablaba con alguien con un poco de confianza. Y vale, estaba el echo de que casi matase a Snape aquella vez que le picó para que le siguiera por el pasadizo del Sauce boxeador, pero siempre había pensado que era porque Snape era Slytherin y Sirius odiaba a todos los miembros de esa casa.
- Tampoco te diste cuenta de que siempre me peleaba por sentarme a tu lado – dijo Sirius entrecerrando los ojos con sospecha.
Remus no salía de su asombro. ¿Se peleaba? Bien, recordaba que siempre empujaba a Peter para poder sentarse al lado de él en las comidas, mas concretamente entre él y James. Y siempre se sentaba en el pupitre de atrás suyo en clases, arrastrando a James con él y echando a otros alumnos si el sitio ya estaba ocupado. Pero Remus nunca vio en estas cosas una prueba de que le interesaba. Es más, Sirius siempre andaba con James por todos lados, tanto era así que hubo un tiempo en que Remus se puso celoso de la "linda parejita" que formaban.
Se río de sí mismo al comprobar lo ciego que había estado.
- ¿Por qué nunca me dijiste nada? – le preguntó a Sirius con un poco de frustración.
- Porque no lo sabía – conestó el animago con una mueca – Lo descubrí después de nuestro primer encuentro. Fué cuando me dí cuenta de que había estado anormalmente pendiente de ti desde siempre. Pero entonces tú me viniste con aquello del acuerdo y pensé que no querías nada serio conmigo.
- ¿Cómo no iba a quererlo? – murmuró Moony con pesar – Si no me hubiera empeñado tanto en esconer lo que sentía para que no me rechazaras...
Suspiró ruidosamente, lamentando todos los errores que habían cometido a lo largo de los años.
- Sólo salí con Lisette porque no podía parar de pensar en ti – confesó el licántropo, ante la mirada estupefacta de su amigo – Siempre se rumoreaba que salías con ésta o aquella y no me atrevía a preguntarte si era cierto. No tenía derecho a hacerlo.
- Claro que tenías derecho – contradijo Sirius – Te acostabas conmigo, era justo que supieras si compartía mi cama con alguien más.
- No tenía ningún derecho sobre ti, Sirius – insitió Remus con amargura – Ni podía pedirte explicaciones ni que me guardases fidelidad. Si hubiéramos sido novios la cosa habría sido diferente, pero en la situación en la que estábamos... – inspiró profundamente – Además, ¿y si me hubieras dicho que sí, que tenías otros amantes? No lo hubiera soportado.
- Y preferiste salir con Lisette – dijo con aspereza Sirius.
- Intenté olvidarte con ella, era por completo tu contrario – sonrió Remus ante del recuerdo de su esposa, pálida, callada, amable y comprensiva – Yo la quería... a mí manera. De no haber estado tú de por medio hubiera sido muy feliz con ella.
- No sé como pudiste casarte con ella – dijo Sirius sin poder controlar el rencor de su voz. Asistir a esa boda había sido muy duro para él y apenas pudo guardar la compostura – Te rechazó por ser lo que eras.
- Pero volvió – dijo Remus, no queriendo que su amigo la juzgase duramente – Se asustó y huyó, pero tuvo el valor suficiente para volver conmigo. Aceptó muchas cosas por estar a mi lado, Sirius; aceptó no tener nunca hijos por la regulación de la licantropía, aguantó mis transformaciones, hablándome a través de la puerta cuando ninguno de vosotros podía acudir y cuidándome después con dedicación, aceptó que formase parte de la Orden del Fénix con todo lo que eso conllevaba. Y hasta soportó que pensara en ti cuando estábamos juntos – añadió en un susurro culpable. Miró a Sirius que lo contemplaba con ojos brillantes – Ella sabía que nunca la querría como a ti, y también lo aceptó. Por todo eso me casé con ella.
Ninguno de los dos habló por unos segundos, hasta que Remus volvió a tomar la palabra.
- Además, tú estabas con Meriel. Y nunca la dejaste.
Sirius lo miró intensamente y bajó hasta sus labios para regalarle un pequeño beso. Seguidamente le contó todo, todo lo que había ocurrido con Meriel, sus celos porque él no paraba de hablar del licántropo, su intención de dejarla cuando Lisette se marchó a Francia, sus vigilancias nocturnas cuando Remus quedó viudo y se convirtió en un peligro para sí mismo.
- Me porté muy mal con ella, Moony, y ahora me doy cuenta – terminó con culpabilidad – Y desapareció de la noche a la mañana, sin una explicación. ¿Supiste algo de ella en estos años?
- Nada en absoluto. Se evaporó – admitió Lupin abrazándose una vez más a su amigo para tratar de consolarle. En esos momentos pensó en decirle a Sirius que había una niña en Hogwarts que se parecía mucho a ella, pero un beso del animago le hizo olvidar sus palabras.
Aún estaba excitado y Sirius se encargó de hacérselo recordar a base de caricias por todo el cuerpo. El animago se acomodó entre las piernas de su amigo para poder besarle con más libertad mientras sus manos exploraban el cuerpo delgado bajo el suyo con total dedicación. Al llegar a su ingle, una sonrisita maliciosa apareció en su rostro y abandonó los labios juguetones de Lupin para bajar hasta esa zona y rodearla con sus labios. El gemido de Remus resonó en la habitación, haciendo sonreír a Sirius, que se aplicó a conciencia en lo que estaba haciendo, intentando hacer oídos sordos a las súplicas de su compañero o a sus manos enredadas en su pelo, que trataban de guiar sus movimientos para que lo tomara más profundamente.
Sirius lo devoró con avidez, aplicando en él todo lo que recordaba de sus tiempos de estudiante, soltándole solo cuando su excitación se hizo tan insoportable como la de su compañero.
Remus tiró de su pelo para reclamar sus labios y lamerlos, mordisquearlos, succionarlos mientras su cuerpo se arqueaba por el placer de sentir a Sirius dentro suyo una vez más, llenándolo. Las embestidas de su amante le hicieron jadear, gemir, gritar, llorar de placer y abrazarse a él con brazos y piernas para no soltarle nunca, para no volverle a perder, estallando los dos como hacía tiempo que no hacían, abandonándose completamente el uno al otro y, en un momento de delirio, declarándose su amor como colegiales enamorados, quitándose el resuello a base de besos y promesas y finalmente quedando tranquilos, abrazados, uno aún dentro del otro, mirándose estremecidos.
Después de un rato de silencio, en el que sólo se oían sus respiraciones aceleradas, Sirius acarició el pelo grisáceo de Moony.
- ¿Estás bien?
Remus asintió con una sonrisa amplia y brillante. El animago le devolvió el gesto contento de verle feliz.
- Te veo más enérgico que de costumbre tras una transformación – comentó - ¿Es por la poción esa?
- ¿La Matalobos? Oh, no – dijo Remus apliando aún más su sonrisa – Esa solo calma al lobo.
- Por eso estabas tan tranquilo esta noche – dijo Sirius, recordando que antaño solía tener que aplacarlo de cuando en cuando porque se enfurecía por cualquier cosa. En cambio, esa noche, Remus se había mostrado juguetón y sociable, algo raro en su estado lupino.
- Er... no. La poción es carísima y no he podido permitírmela. No me la he tomado esta vez – admitió Lupin tranquilamente. Sirius lo miró ligeramente perplejo.
- ¿Y entonces? ¿Al convertirte en adulto te has vuelto más pacífico? Recuerdo que antes no era así.
- Y no es así. Es que antes estaba alterado.
Sirius alzó una ceja extrañado.
- ¿Alterado?
- Ajá – afirmó el licántropo, volviendo a subirse encima de su amante, como si estuviera preparado para otra ronda de sexo – Eras tú quien me alteraba – confesó Lupin sin vergüenza alguna – Pero ahora que sé que eres mío estaré tranquilo – se inclinó sobre sus labios para besarle con maestría, dejando a Sirius en un estado comparable al hambre. Cuando se separaron en busca de aire sonrió con una expresión entre traviesa y malvada – Aunque por si acaso, sólo por precaución, marcaré mi territorio. No queremos que me altere de nuevo, ¿verdad?
FIN
