Disclaimer: No, no me pertenecen! Si todo el mundo lo sabe ¿por qué me hacen pasar por esto? T_T

Dedicado: Pos sigue dedicado a Malkavian Kirie Croiff. Eres genial y no me cansaré de repetirlo ^^.

Aquí la R sí que está por algo. Escena de violencia al final, si no quieren leerla cierren los ojos, mejor no, digan que les parece ok? Weno, lean todo lo que quieran!

2. Cambiando la mirada

Draco se tambaleó cuando algo chocó contra él pero, por suerte, había conseguido mantenerse en pie. La chica que se encontraba frente a él había caído y, en ese momento, se frotaba su antebrazo derecho que había amortiguado el golpe y sufría las consecuencias del impacto. Por la parte del brazo, la camisa se había roto y mostraba un brazo lleno de magulladuras.

Estuvo a punto de decirle algo ofensivo, pero cuando la vio, las palabras murieron en su boca. La chica era... ¿Cómo decirlo...? Bonita. Bastante guapa para ser una vulgar muggle.

Su cabello, de un rojo oscuro, caía formando ondas por su espalda, enmarcando su cara, de facciones suaves pero bien definidas. Tenía unos labios llenos y muy apetecibles, acompañados con unos ojos de color chocolate grandes y expresivos y una nariz recta. La piel de su cara estaba recorrida por pecas, pero más que provocar un efecto antiestético, daban un toque de ternura a su rostro. Y su cuerpo... No estaba nada mal. Senos marcados y con una talla considerable sin llegar a ser demasiado grandes, cintura en proporción a su constitución y piernas esbeltas y largas de las que estaba gozando de una magnífica vista en ese momento. Probablemente le serviría, y ya que estaba pasaría un buen rato.

-¿Estás bien? –le preguntó aparentando preocupación mientras le tendía su mano.

Extrañamente, lo único que hizo ella fue observarle confundida, mirándolo directamente a sus ojos. Vio un extraño brillo en su mirada.

La chica se quedó callada durante unos segundos más, como si la información aún estuviera procesándose en su cerebro y todavía no le hubiera llegado una respuesta a sus sentidos.

-¿Qué... qué has dicho? –preguntó ella, tartamudeando vacilante. Su cara mostraba una mueca de sorpresa, mirando su mano y a él alternativamente.

-Te preguntaba si te encuentras bien –volvió a repetir Draco. Luego dirigió su mirada a su brazo lleno de moratones y magulladuras, no todos provocados por la caída-, aunque ya veo que no.

Ella se apresuró a cubrirse su brazo con lo que pudo, que no era mucho, pues la manga de su camiseta estaba rota y no tapaba nada.

Draco sonrió cálidamente, sin poner atención al último gesto de la chica, y esta vez cogió su mano derecha con la suya y la ayudó a levantarse. Cuando estuvo completamente erguida, reparó en algo de lo que no se había dado cuenta. Su camisa estaba parcialmente abierta y la mitad de los botones habían sido arrancados o estaban a punto de caerse. Se imaginaba algo de lo que podía haberle pasado a esa chica, pero no le dio importancia. A él no le incumbía cualquier cosa que tuviera que ver con una muggle, pero aún así eso le serviría más adelante.

-Siento haberte hecho caer, no era mi intención. Yo... –se disculpó Draco aunque sabía perfectamente que no era su culpa.

-No... No te disculpes –contestó la chica rápidamente-. Ha sido todo culpa mía. Estaba esca... corriendo y no sabía por donde iba. Yo lo... Lo siento mucho –suspiró ella finalmente, agachando la mirada.

Draco sonrió sarcásticamente mientras ella no le veía. Todo salía a la perfección. Esa estúpida actuaba justamente como él sabía que iba a actuar.

-¡Oh, vamos! Digamos que fue culpa de los dos y quedamos en paz. ¿De acuerdo? –él sonrió mientras la cogía por los hombros, haciendo que ella saltara y se alejara inmediatamente. La sonrisa de Draco se torció y desapareció a su reacción. Se mostró preocupado aunque realmente no sintiera nada-. ¿Te pasa algo?

Ella negó con insistencia mientras dibujaba una sonrisa en su cara. Después de tanto tiempo sin hacerlo, le costó un poco que se mantuviera en su boca.

-No hay ningún problema. Siento lo que ha pasado. Adiós –dijo apresurada y ansiosa por marcharse. Pasó por su lado, pero él la detuvo cogiéndola suavemente por su brazo izquierdo.

-No pienso dejarte marchar con ese brazo –le advirtió Draco, volviendo a sonreír-. Ven conmigo. Sé de un lugar donde podría curártelo.

Ella intentó desistir, pero fue en vano. La testarudez de aquel chico era superior a sus fuerzas. Lo siguió mientras la guiaba a través de unas calles paralelas.

*-*-*

-¿Vives por aquí? –preguntó Virginia forzando otra sonrisa. Se sentía incómoda siguiendo a ese chico al que apenas conocía. Llevaban 10 minutos andando, y aunque él había intentado empezar alguna conversación, ella estaba demasiado ausente para responder con algo que no fueran monosílabos.

Él se giró para mirarla y le sonrió otra vez.

-No, yo vivo en York –contestó mientras se paraba en una esquina para ver el nombre de la calle en la que estaba-. Estoy aquí por cuestiones de trabajo.

Ginny frunció el ceño, sorprendida. Iba demasiado bien vestido como para ir por cuestiones de trabajo a un barrio como el suyo. Hacía tanto tiempo que no veía unos pantalones grises tan elegantes e impecables como los suyos, y más tiempo hacía que no veía una corbata tan bien colocada y anudada junto con una camisa que no estuviera rajada, descosida o sucia. Lo suficiente formal como para un buen trabajo, pero demasiado como para que el trabajo estuviera en esa zona.

-¿Qué edad tienes? –siguió preguntado para evitar que se quedara callado. Prefería escucharlo que tener que hablar de ella misma.

-Hace unos meses cumplí los diecisiete –respondió calmado, retirándose de la cara un par de mechones que le cubrían los ojos-. El 27 de marzo para ser exactos. ¿Y tú? ¿Cuándo los cumples?

Ginny miró al suelo intentando improvisar una excusa rápida o inventarse una fecha. No pensaba admitir que no tenía idea alguna de cuando era su cumpleaños. Sabía que tenía dieciséis años porque cuando tenía ocho William dijo algo sobre su edad y desde ese momento empezó a contarla. Cada 1 de enero se añadía un año más. Se decía a sí misma que crecía junto con el tiempo y esa idea la confortaba de alguna manera.

-No me gustan las fechas –dijo ella aparentando tranquilidad. No le costaba ocultar sus emociones-. El haber nacido en un momento u otro no cambia el hecho de que has nacido, no determina tu manera de ser ni te hace mejor a cualquier otra persona. No son tus circunstancias las que te convierten en lo que eres, son tus logros los que hablan sobre ti. 

Él rió ante su contestación. Rió como nunca lo había hecho.

-¿Qué es lo que te hace gracia? –le inquirió Virginia confundida.

Él tardó un rato en cortar sus carcajadas y en cuanto se vio capaz de hablar dijo:

-Si no querías decirme tu cumpleaños con un "prefiero que no lo sepas" hubiera bastado ¿sabías? –aún escapaban unas pocas carcajadas de vez en cuando-. Pero debo admitir que ha sonado poético. Estoy por apuntarla en mi lista de citas famosas bajo el nombre de hermosa pelirroja.

De alguna manera, al oír su explicación, le dieron ganas de reírse también. Se había puesto nerviosa y simplemente había soltado eso. Simplemente había sido inspiración.  

-Si no eres mayor de edad ¿Cómo es que estás trabajando? –preguntó Virginia algo sorprendida ante ese hecho.

Él se quedó algo pensativo, como calculando las posibles consecuencias de su respuesta.

-Bueno, no es un trabajo formal todavía –contestó algo dubitativo. Metió sus manos en los bolsillos de su pantalón mientras miraba al cielo-. Sólo ayudó mi padre en algunos negocios que él no considera demasiado importantes.

Ginny lanzó un silbido para sus adentros. Si para los negocios "no demasiado importantes" se vestía así, no quería ni imaginarse como sería en un negocio serio.

-¿Vienes por aquí a menudo? Yo nunca te había visto por este barrio... –replicó Ginny extrañada. Era cierto lo que decía, nunca había visto alguien así por el área en la que vivía. Ni siquiera de lejos.

-Ciertamente, no vengo muy seguido por aquí –reconoció él mirándola intensamente-. Aunque ahora que conozco a alguien como tú, creo que debería replantearme un par de visitas a la semana.

Virginia no respondió como lo hubiera hecho una chica normal. Asintió en silencio sin verse afectada por lo que implicaba el comentario.

Empezaba a parecerle extraña la actitud del chico. Y si sólo se había inventado esa excusa para...

-Llegamos –le avisó él, parando repentinamente y haciendo que ella pegara un bote del susto-. ¿Te pasa algo? –preguntó mientras tocaba el timbre repetidas veces. Se habían parado frente a una casa de aspecto señorial y pinta de tener mucho años, aún así no perdía encanto alguno y mantenía una elegancia que parecía natural. El edificio parecía encajar perfectamente con su acompañante.

Ginny retrocedió un par de pasos desconfiada y comprendiendo lo que había hecho. Había estado siguiendo a un extraño a quién-sabe-donde para Dios-sabe-qué-cosa.

-Yo creo que mejor me... –pero fue interrumpida cuando la puerta de la entrada, pintada de blanco y con un picaporte exageradamente ornamentado, se abrió dejando ver la figura de una señora entrada ya en la vejez vestida con ropas apropiadas para alguien perteneciente a la clase alta, totalmente confeccionadas con telas exóticas que le daban un aspecto sobrio. Su sonrisa desmentía su vestimenta dotando a su cara de una alegría contagiosa.

-¡Oh, Señorito Malfoy! –exclamó complacida pero sin perder la compostura- ¿A qué se debe su honorable presencia en esta humilde casa?

Virginia reprimió una carcajada a la referencia de "humilde". Si esa casa era humilde, lo suyo era una cueva prehistórica. Y una muy pequeña por cierto. De todas formas, de entrada, le cayó bien la mujer. Ésta, estaba bastante rellenita y parecía un estereotipo de "abuelita simpática de serie de televisión". Una cara surcada de arrugas no quitaba la belleza de sus rasgos dulces y de unos ojos que parecían nerviosos. Debió ser un reflejo, porque al instante parecieron calmarse.

-Sabes que me puedes llamar Draco, Josephine –él acertó a sonreír mostrando su blanca dentadura. Puso una mano sobre el hombro derecho de Ginny y la adelantó un poco para que la señora la viera bien-. Ella es...

-Virginia Mells –contestó ella rápidamente obviando el hecho de que pudiera verse de mala educación interrumpir.

Josephine contempló de pies a cabeza a la chiquilla, quizá algo más fijamente de lo que establecían las reglas de cortesía, y paró sus ojos en su antebrazo donde vislumbró las magulladuras y cortes que habían abierto su piel.

-¡Oh, Dios mío! ¿Cómo se ha hecho eso, señorita Mells? –inquirió ella, tapando su boca con su mano derecha, mostrando una sorpresa que a Virginia le pareció algo forzada.

La pregunta le resultó incómoda pero ocultó todo sentimiento existente como había hecho toda su vida y miró hacia otro lado sin responder.

-Tranquilízate, mi querida Josephine –instó Draco, intentando quitarle hierro al asunto-. Íbamos algo descuidados y chocamos, con tan mala suerte, que la señorita Mells cayó al suelo y se hizo estas heridas.

-Ahora entiendo porque has venido, querido –Josephine puso su mano de dedos cortos y regordetes en la cintura de Ginny haciéndola pasar dentro-. Has hecho muy bien en recurrir a mí. No podías dejar así a la pobre chica, hubiera sido muy descortés por tu parte.

La casa por dentro era, aún, mucho más impresionante. Nada más pasar la entrada, se podían ver unas escaleras que ocupaban buena parte del ancho pasillo, decorado por muebles todos hechos de una finísima madera que no era capaz de distinguir en ese instante. Las escaleras, que llevaban a la planta más alta de la casa, eran completamente de mármol del más puro.

En su vida, no había visto una casa así y se sintió algo intimidada por el aspecto. Ella estaba acostumbrada a las sucias paredes de su pequeña casa con la presencia de su sucio padre, que era mucho peor. Su recuerdo hizo que su mirada se endureciera y apretara los dientes.

-Ve acomodando a la señorita mientras busco el botiquín –sugirió la señora, entrando en una de las habitaciones contiguas-. Ahora subiré a curarla.

Él desechó la idea con un movimiento.

-Bajaré a coger el botiquín y la curaré yo mismo.

Con presteza, apresuró a Virginia para que subiera las escaleras y la hizo entrar en una de las habitaciones, que parecía ser un cuarto de invitados. Delicadamente la llevó a una silla muy elaborada, donde Ginny se sentó.

-¿Te encuentras mejor? –él cogió una de sus manos entre las suyas, estando arrodillado enfrente-. Parecías algo tensa ahí abajo, Virginia... si me permites llamarte así –se dio prisa a añadir.

-No importa –susurró ella, algo abstraída, sin creer aún lo que estaba pasando.

Él le dedicó una de esas sonrisas que hacía que toda la población femenina cayera a sus pies.

-Tú también me puedes llamar Draco –dijo seductoramente, dando un último apretón a sus manos, antes de salir de la habitación.

Ginny seguía mirando la habitación, preguntándose si no estaba soñando.

* * *

-¿Se puede saber quien era esa estúpida muggle, Malfoy?

La voz furiosa de "Josephine" llegó hasta los oídos de Draco mientras cerraba cuidadosamente la puerta. Le dirigió una sonrisa superior mientras se giraba y lo encaraba de frente.

-Nunca hubiera dicho que podía sentarte tan bien la figura de tu abuela –Draco lo tentó con esa mirada que decía claramente "encaja esa si puedes"-. Has salido a ella, McGowan.

McGowan apretó sus dedos en un puño mirándolo acusadoramente.

-Da gracias a que siempre miro quien llama, si me hubiera visto con la varita hubiera sido fatal –concluyó él, sentándose en una silla agotado-. Sólo dos cosas, Malfoy...

Draco suspiró aburrido, poniendo sus ojos en blanco mientras esperaba el sermón que seguramente se le venía encima.

-La primera, la poción no está hecha con nada de mi abuela –replicó McGowan. Después volvió a centrar su mirada reprobatoria en Draco-. La segunda es que aún no has respondido a mi pregunta. ¿Qué diablos hace esa aquí?

Draco volvió a sonreír irónicamente, sacando la varita del bolsillo interior de su chaqueta y jugueteando con ella. La voz fina y señorial con la que hablaba su subordinado resultaba grotesca cuando de su boca empezaban a salir maldiciones que contrastaban con su actual apariencia. 

-Aunque lo que haga o deje de hacer no es nada de tu incumbencia, te lo diré porque me pareces patético con esa actitud de "te la vas a cargar y yo me encargaré de ello" –Draco esperó a que se produjera una reacción violenta, pero esta no tuvo lugar. Probablemente, porque tenía una varita y sabía suficientes maldiciones peligrosas como para dejarlo vegetal o inválido para el resto de su vida-. La chica está relacionada con algo que el Señor Oscuro me mandó hace poco y si está aquí, es porque en alguna parte tenía que curarla ¿no crees?

Draco se acercó a la mesa donde, con un rápido hechizo, había conjurado un botiquín muggle completamente nuevo. Lo abrió para comprobar que hubiera los objetos adecuados dentro.

-Y ya que estás la metes en tu cama ¿no, Malfoy? –susurró el otro a media voz mientras en su boca se formaba una sonrisa amarga.

-Podría hacerlo –aseguró él, cerrando el maletín y acercándose a su compañero-. Pero no es más que una muggle y no entra en mis planes –Draco se situó detrás de la silla de McGowan y paseó la fría punta de su varita por su cuello, apenas rozando, pero el mero gesto produjo escalofríos de terror en él-. Aunque he visto como la has mirado... Bonitos pechos ¿verdad, Eric? Por supuesto, sus piernas también son magníficas –paró de hablar un momento y presionó su varita, arrancando un quejido de éste-. No eres más que un sucio bastardo McGowan, ni siquiera mereces que me ensucie las manos matándote.

Draco liberó a Eric del amenazante toque, y éste saltó de la silla y se alejó cuanto pudo. Con la figura de una anciana estirada, la imagen resultaba más ridícula aún y Draco se rió mientras abría la puerta y se disponía a subir.

-Por cierto, actúas muy bien como vieja relamida –Draco lo miró perversamente-. No deberías dejar que tu trabajo suprima tu verdadera personalidad.

Pegó un portazo y se dirigió a la habitación donde estaba su invitada.

* * *

Virginia se levantó a los pocos instantes de que se fuera Draco. Caminó vacilante por la habitación, mirando a todas partes, extasiada por tanta belleza.

En medio de la habitación, había una cama de madera, tallada con gran dedicación y con hermosos grabados. Estaba cubierta con un dosel color azul cielo, muy vaporoso y semitransparente. Se acercó más a ella y admiró la colcha, que por su tacto debía ser de una tela muy fina y de gran calidad. Sus ojos se posaron en un grabado que estaba cincelado en la cabecera, un ángel con sus alas abiertas y mirada beatífica. Entre sus brazos descansaba el cuerpo de una chica y el ángel posaba sus labios en los de ella.

Ginny recorrió el contorno de la figura, maravillada ante la excelencia y exquisitez de la escena. Por un momento, deseó ser la chica representada en la imagen.

Sus ojos se ensancharon al percatarse de lo que pensaba. Sacudió la cabeza para sacarse esas tontas ideas de la cabeza. Ella sabía muy bien por propia experiencia que las ilusiones no existían más que para desesperanzarte. 

Volvió a la silla y su mirada se perdió en el paisaje industrial que mostraban las ventanas. En ese momento se abrió la puerta.

-¿He tardado mucho? -preguntó Draco asomando la cabeza por el quicio de la puerta. En su mano derecha llevaba el botiquín-. Espero que no.

Ginny negó con la cabeza ausentemente, sus ojos aún lejanos de la figura de Draco. Él se acercó poniéndose a su lado arrodillado. Dejó la maleta en una mesa y la abrió, sacando una gasa y un bote de agua oxigenada. La empapó levemente.

-¿Puedes quitarte la camisa? –pidió él amablemente, sosteniendo la gasita.

Ella no se movió ni hizo ningún gesto que indicara que lo iba a hacer.

-No voy a hacer eso –replicó cortante.

Draco la miró extrañado. Era la primera chica que se negaba a sus deseos, las demás aceptaban fuera lo que fuera lo que les pidiese. Y esta vez lo había dicho con la más inocente de las intenciones.

-Lo único que quiero es curarte el brazo –la intentó calmar él-. No me voy a quedar mirándote fijamente ni nada de eso, sólo pretendo ayudarte.

Virginia negó con la cabeza y siguió sin dirigirle la mirada.

-De acuerdo. Entonces, si no te importa, te tengo que terminar de romper la manga –él le sonrió cálidamente y termino de abrir la raja que tenía la manga por la parte del antebrazo. Ella lo miró a los ojos sorprendida y Draco le acarició la mejilla con una mano-. Tranquila, no te voy a hacer daño.

Draco limpió cuidadosamente la herida, intentando no poner demasiado presión para que no le doliera.

Virginia no notó el picor que produce el agua oxigenada en una herida abierta y sangrante. Se quedó mirando a Draco. Su pelo dorado casi plateado caía suavemente por su frente cubriendo parcialmente sus ojos, de un color grisáceo con tintes verdes y su nariz, recta y en su medida correcta. Sus labios parecían ser de seda y no eran ni demasiado grandes ni demasiado finos. En su cara los rasgos estaban muy suavizados, formaban una amalgama perfecta entre ellos, dotando de una belleza casi imposible a Draco. En cuanto a figura, era alto y atlético. No estaba exageradamente musculado ni nada por el estilo. Parecía la viva imagen de una escultura renacentista.

-No sabía que podía encontrar alguien como tú aquí –susurró ella sin moverse, manteniendo la postura.

Draco sonrió mientras miraba el botiquín para encontrar un cicatrizante. Sus dedos se dirigieron ágilmente hacia un pequeño bote de color amarillo y lo destaparon echando un par de gotas a la ya desinfectada herida.

-¿Alguien como yo? –preguntó riendo levemente-. No sé a que te refieres.

Ginny se quedó mirándolo mientras acababa de curar la herida.

-Yo tampoco lo sé –respondió mirando la escena de la cabecera de la cama.

Draco subió su mirada. Con su mano derecha cogió su barbilla e hizo que lo mirara. Volvió a curvar los labios en una sonrisa.

-Es bonita la imagen ¿verdad? –acercó su cara a la de ella -. Si tú quieres... puedo ser tu ángel.

Sus labios se acercaron a los de ella y Virginia quedó parada por la sorpresa. Cuando su cerebro registró sus palabras, el entendimiento volvió a su cabeza.

-Yo no necesito ningún ángel –contestó mientras apartaba la cara-. De todas maneras, muchas gracias. Te agradezco lo que has hecho por mí.

Él se detuvo. El asombro cubriendo sus facciones. Ni siquiera se levantó cuando ella lo hizo. Cogiendo su maleta se dirigió a la puerta.

-Adiós –concluyó ella saliendo de la habitación y bajando las escaleras de mármol.

Él sonrió. Seguía arrodillado delante de la butaca que ella hacía tiempo que había abandonado. Por mucho que intentara resistirse, la próxima vez la conseguiría.

Próximo paso a realizar: descubrir su casa.

* * *

Ginny cogió sus llaves y abrió la puerta de su casa con cuidado de no hacer ruido. Pero de nada sirvió.

William la esperaba en la entrada mirándola furiosamente, con los brazos cruzados sobre su pecho.

-¡¿Es qué no sabes mirar al jodido reloj que te compré?! –vociferó, cogiéndola por la muñeca y retorciéndola hasta que se vio la esfera del reloj con la correa ya gastada que le había conseguido años atrás. Ella se dobló de dolor pero de su boca no escapó ningún sonido-. ¡¿Y qué ha pasado con tu chaqueta?! ¡¿Y con tu camisa?!

-Lo siento –murmuró, aguantando el dolor que la recorrió cuando dobló más aún su mano.

-Ningún "lo siento" te va a salvar de tu castigo, niñata.

Tirando de su muñeca hacia delante hizo que se cayera contra el suelo sucio. Se agachó y la cogió por los pelos para que levantara la cabeza. Ella apenas pudo levantarla un par de centímetros.

-¿No lloras? –inquirió él, más furioso aún al ver que su expresión seguía igual de impasible que al principio-. ¿Es qué no te duele lo que hago? ¡¿Quieres más aún?! –con fuerza hizo golpear su frente contra el suelo, varias veces, hasta que de ella empezó a caer pequeñas gotas de sangre.

Ella seguía sin llorar. Y no pensaba hacerlo jamás en su vida. Nunca le daría ese gusto a ese ser abominable. Las lágrimas ya estaban secas en sus ojos.

Él se levantó y le pegó una patada en el costado, haciendo que ella se girara abruptamente y se encogiera de dolor y él aprovechó ese momento para patearla en las costillas.

Dolía muchísimo y sentía que el aire empezaba a faltarle en los pulmones, pero no lloró y ningún quejido escapó de su boca. Estaba segura que eso desesperaba a William porque parecía que la pateara con más fuerza aún.

Una patada tras otra, la potencia iba en aumento. Sentía la forma de sus deportivas amoldarse a lo que ya parecía una marca permanente en su torso. El daño era superior a lo que había sufrido hasta ahora por su parte. Creyó que de un momento a otro, su pie acabaría por atravesarla para dejarla morir allí mismo. En ese momento, y más que nunca, quería odiar con todas su ser a William, y probablemente lo odiaba. Pero todo era tan rutinario que aborrecerlo parecía no tener sentido. El detestarlo no iba a hacerlo desaparecer y por eso desistió en tener alguna emoción.

Aún no lograba entender que más le daba a William que ella llegara tarde, si en casa casi la mataba cada día. ¿Qué más le daba si moría? ¿Qué más le daba si desaparecía? Esos pensamientos la hicieron evadirse. La evasión era incluso un mejor calmante que la morfina que se le daba a los moribundos para que pasaran plácidamente a su otra vida. Ya no había dolor... Ya no había nada.

Repentinamente, le pegó una patada en el estómago que la hizo boquear buscando algo de oxígeno. Instintivamente, dirigió sus brazos a su busto y se abrazó a sí misma, buscando alguna calidez en la que refugiarse.

-¿Sigues sin llorar? Da igual –se dijo a sí mismo, algo cansado-, ya lo harás la próxima vez.

Y volvió a ocupar su sitio en el viejo sillón frente al televisor.

Virginia permaneció tirada en el suelo, como una muñeca rota, con la frente sangrante al igual que su labio, del que caía un hilillo rojizo del preciado líquido.

El torso le dolía una barbaridad y parecía que su cabeza le iba a estallar, pero aún así sonrió. Una sonrisa verdadera, lo que parecía imposible en sus labios. Miró la pared y en sus ojos se podía distinguir un brillo distinto. Esperanza.

-Puede que no fuera mi ángel, pero se preocupó por mí –susurró para sí misma.

Y en ese momento supo que aún había alguien ahí arriba que se preocupaba por ella. Y supo que eso nunca se lo podrían quitar. Ni William, ni Diane ni Sean, porque le pertenecía a ella. Porque era su esperanza y de nadie más.

FIN CAPÍTULO 2

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Hola de nuevo ^^.

Lo he puesto antes porque mañana empiezo el instituto. Adiós a mis días de dormir hasta la hora que me diera la gana y no hacer nada en todo el día T_T. De todas maneras, aún me iré a la playa. Hay que aprovechar que aquí aún hace buen tiempo!

Muchas gracias por los reviews! No esperaba tantos ya que es sólo mi primer capítulo. Sigo dando las gracias! No sabéis lo feliz que me hacéis ^///^

Malkavian Kirie Croiff: Me alegro un montón de que hayas sido la primera. ¿En serio crees que es envolvente? Pues se me ocurrió de casualidad, así me viene la inspiración a mí, a ratos. Je, je. Y me encanta que te guste mi estilo de escritura, aunque aún tengo que pulirlo bastante, pero ya dicen que con la práctica se aprende. ^______^ . Y cómo ya te dije en el msn sí que vale la pena el ser escritora, casi se me saltan las lágrimas al ver los reviews.

Alex O' Gray: Tranquila que lo seguiré, es que esta idea no me deja dormir así que por eso no hay problema. Y sí, me paso un poco con Ginny, pero eso marcará su carácter. Saldrá Harry, pero ya tengo pensado lo que voy a hacer con él. Lo siento pero no puedo cambiarla.

Nisa: Me halagas mucho, no soy para tanto! Y que sepas que tu review fue uno de los que me hizo subir los capis más rapido. Pero los demás sí que tendrán que esperar o dos semanas o un mes. Pero para que no os quejéis los hago bastante largos. (lo de largos también es porque no puedo parar de escribir pero bueno. Muchas gracias!

Shara: Muchas gracias, y como ves aquí tienes el nuevo capítulo.

Gi Potter: Que se le va a hacer! Es que tengo una obsesión secreta con el rubio y no puedo evitarlo =^_^=. No puedo concebirlo de otra manera!

Jeru: A mí también me gustan! Y yo también tengo expectativas con esta idea. Ya tengo toda la historia planeada, pero aún no escrita -_-´.

Issabel weasley: Me ha gustado tu review y que sepas que me ha alegrado un montón el día. A mí también me parece que esta es una buena idea, pero la cuestión es que sepa escribirla bien ^_-. Ya veremos que es lo que queda. Espero no haberte hecho esperar! (Valga la redundancia)

Leri: Aquí tienes tu capítulo. Y muchísimas gracias por poner mi historia en favoritos! No creo que me lo merezca pero lo agradezco muchísimo. *A la gatita se le suben los colores a la cara* Sigue leyendo si te gusta!

Dark Shampoo: Ya no sé que más decir ^^. No tengo las palabras suficientes para agradecéroslo a todos y también muchas gracias por ponerla en favoritos! (Yo la he visto en tus favoritos pero en mi log in no aparece, ¿estaré delirando?) Aquí va el segundo y creo que van a ser muchos más.

Yo: También el D/G es mi pareja favorita! ¿Se nota mucho? Je je. En cuanto Lucius... No he puesto nombre y no te aseguro nada, además aún quedan muchos personajes en esta trama y puede que no sea quien te esperas. ¬_¬ (aún me guardo muchos secretos)

Yaiza: Empieza bastante realista pero ya aparecerán los magos por ahí y se liará la cosa. Espero que lo sigas leyendo y que te guste. Y aún tengo muchos ases en la manga para hacerlo más interesante, pero un escritor no revela todos sus secretos ^_-.

*Público: ¿pero eso no eran los magos?-*

Vosotros a callar ¬¬.

Con esto ya acabé! Aviso que los primeros capítulos irán más lentos, pero quedan bastantes sorpresas y quizás cosas que no os esperáis!

Lo malo es que con el insti no voy a tener tanto tiempo pa escribir -_-. Pero lo intentaré.

Espero que me dejéis tantos reviews como en este capítulo.

Ja ne.