Disclaimer: Ya no sé ni pa' que digo esto si todo el mundo sabe que yo no soy J. K. Rowling y que yo no he creado estos magníficos personajes de los que me he enamorado (no de todos! Cómo puedes seguir viviendo, Peter "traidor" Pettigrew?! ¬¬XXXX). Pos ya sabéis, que ninguno es mío excepto Richard, Audric, Galya y algunos más que saldrán más adelante.
Dedicatoria: Esta vez va dedicado para... Tranquila, Croiff, que sigue dedicado a ti! Por dejarme aún en tensión con tu fic. Quién diría que después de tantos capítulos siguiera habiendo tanto misterio alrededor de la trama?
Go, go shopping! Ejem... /tos/ Quiero decir... Go and read! (Y la frase de go, go shoping tampoco me pertenece si no a las gals, seguro que alguien ya lo sabía pero bueno... nunca está de más remarcarlo)
4. Floreciendo entre zarzas
Intentó meter la cabeza bajo la almohada cuando la luz empezó a molestarle en los ojos. Gruñó y protestó suavemente al notar que la almohada desaparecía y los rayos dorados volvían a rozarle. Con los brazos intentó cubrir las rendijas que dejaban su cara al descubierto y al hacerlo sus oídos se inundaron con el sonido de una risa femenina. Abrió los ojos lentamente y ladeó la cabeza para mirar de quien provenía aquel sonido exótico. Con la mano que tenía más a su alcance se restregó los párpados para aclarar su visión que se encontraba ligeramente nublada. Nada más enfocar la vista distinguió una figura, con una delgadez que estaba únicamente algo por encima de la anorexia, semi-incorporada y totalmente desnuda. De repente, los recuerdos de la anterior madrugada lo golpearon fuertemente en la cabeza.
-Bon jour, Dgaco –dijo ella, haciendo correr una de sus largas uñas por la columna vertebral del rubio platino-. O quizás, debeguía decig... bon soir, Dgaco.
¿Buenas tardes? Se levantó rápidamente, haciendo que la chica se echara para atrás sorprendida. Se sentó al borde de la cama y observó el follón de ropas que habían tiradas por el suelo. Cogió la varita que estaba en su mesita de noche y conjuró el hechizo convocador para recoger toda las prendas.
-Toma –dijo bruscamente, tendiéndole un vestido junto con un conjunto de ropa interior a su acompañante.
La chica pasó una mano por las cortas hebras negras que eran sus cabellos para colocárselos un poco, cosa muy sencilla teniendo el pelo tan corto, mientras deshacía el bulto en el que había sido colocada su ropa.
-Merci –agradeció ella en su idioma natal mientras se abrochaba el sujetador-. Tu es un amour, le savais? –siguió ella con una tono de voz más irónico.
-Déjalo ya, Monique –Draco la ignoró casi completamente entrando en el baño anexo a su colosal habitación-. Ya nos veremos otro día.
Monique sonrió mientras terminaba de ponerse su corto vestido violeta que dejaba poco lugar a la imaginación.
Nunca esperaría un gesto de ternura de Draco Malfoy que no fuera una hipocresía. No se sentía ofendida por su actitud, ya estaba más que acostumbrada a su comportamiento frío. Tampoco ella buscaba un compromiso. A pesar de todo... tenía unas "muy buenas" manos. Volvió a reír mientras salía por la puerta ricamente elaborada en abenuz cambiado de color mágicamente al blanco marfil.
-Au revoir, Dgaco –se despidió, mientras echaba a andar sensualmente hacia el vestíbulo donde algún elfo doméstico le ofrecería ayuda.
Draco miró su reloj mientras frotaba una esponja contra su cuerpo. La aguja estaba muy cerca del cartel que indicaba "hora de quedar con Virginia". Maldijo sonoramente mientras aplicaba champú a su cabello. Las hebras plateadas ya eran medianamente largas y el darse cuenta de ese hecho no hizo más que hacerlo sonreír complacido. Terminó de enjuagarse y nada más salir, se miró en un espejo de cuerpo entero de platino con la imagen de una veela a tamaño natural tallada en lo alto que se movía a su antojo.
-¿A que viene tanta prisa, cariño? –le preguntó ella, cruzando sus largas piernas y mirando como se iba rápidamente en vez de mirarse al menos durante un minuto para comprobar su estado minuciosamente como era lo acostumbrado-. Apenas me permites contemplar el panorama –se quejó mirándose desinteresadamente las uñas.
-Otro día será, Helena –prometió él, buscando entre el reducido número de ropa muggle que poseía algo casual.
* * *
Lucius repasó por encima El Profeta que le había traído su lechuza negra. Acarició sus plumas de color ébano afectuosamente mirando los titulares. Sonrió complacido cuando leyó la primera página:
"MORTÍFAGOS EN GLASGOW"
"La marca tenebrosa inunda nuestros cielos"
Él mismo había estado allí. No había sido nada del otro mundo. Unos cuantos ataques a muggles y a los del bando del viejo estúpido de Dumbledore. Cualquiera pensaría que a su edad y teniendo tanta tensión debería haberle dado ya un ataque al corazón, pero el bastardo aún permanecía al pie del cañón. Arrugó el gesto mientras tiraba el diario a la chimenea encendida. El pensar en el protector de los muggles y los sangresucia le había aguado el día.
Miró el diario arrugarse y comprimirse mientras se ennegrecía. Acercó su mano a las llamas y éstas la envolvieron. Las llamas frías eran maravillosas, quemaban como las normales pero en frío y no podía hacer nada contra la carne humana. Cogió una de éstas en su mano y vio como desaparecía por la falta de carbono al sacarla de su lugar junto con las demás.
Su foco de atención cambió cuando vio entrar a su hijo en la sala, abrochándose una cremallera que tenía su camisa en la parte del cuello.
Tosió fingidamente para llamar su atención. Draco miró en su dirección mientras acababa de colocar el cuello para que no se arrugara.
-Buenas tardes, padre –saludó, inclinando su cabeza con respeto.
Lucius sonrió sarcásticamente mientras veía a su hijo abrir la entrada.
-¿Por qué tienes tanta prisa, Draco? –inquirió, mirando de forma despectiva la ropa muggle que vestía-. ¿Y por qué llevas esa ropa?
Draco se miró también. Aunque lo muggle no le sentaba mal, no se sentía tan cómodo como lo estaba con sus túnicas.
-Tengo algo que hacer en Londres –comentó él como quien habla del tiempo-. El Señor Tenebroso me mandó hacerlo.
Lucius apartó su mirada, desinteresado. Las únicas misiones en las que prefería no participar era aquellas en las que tenía que relacionarse con muggles estrechamente. Voldemort lo había apartado de ellas amablemente. A alguien tan inteligente como Lucius y con tan alto grado de lealtad a su causa se le podía conceder pequeños favores, como el apartarlo del trabajo sucio. En cambio, a su hijo no le importaba realizarlas con tal de ganarse el favor de su Señor.
-Puedes irte –lo excusó mientras seguía esperando al lado de la chimenea-. Yo me pasaré el resto de la tarde con Audric Dupont. No quiero que pases a molestar.
Draco no le dirigió mirada alguna. Finalmente salió y cerró la puerta de un portazo, asustando a uno de los elfos domésticos que guardaban la puerta. Lucius insultó al pequeño manojo de nervios que era su sirviente y lo mandó marchar. Ni siquiera le apetecía patearlo.
Apenas esperó cinco minutos y una figura alta apareció por el hueco de su chimenea. Con gran elegancia, Audric Dupont se sacudió algunas motas de polvo que la capa había adquirido en el proceso de viajar a través de la red flu. Su desaparición durante catorce años en algún país de Europa oriental no había cambiado para nada su apariencia algo juvenil que mantenía desde su adolescencia y que lo hacía atractivo a los ojos de otras mujeres. A pesar de sus cuarenta y cinco años, su pelo negro como las plumas de los cuervos se mantenía tan oscuro como lo había estado toda su vida, sus ojos verde mate con toques de marrón rodeados de espesas pestañas no tenían arruga alguna alrededor, su nariz era la viva imagen de aquellas que aparecían en las esculturas romanas y sus labios seguían sonriendo seductoramente. Parecía haber salido recientemente de la facultad. Pero todo cambiaba cuando observabas las pequeñas arrugas de su frente y aquel brillo de sabiduría difuminado en su iris, como si su inteligencia existiera desde tiempos inmemoriales e interminables. No se podía explicar exactamente cómo, pero se sabía nada más mirar en las profundidades de sus pupilas.
-Ha pasado mucho tiempo, Audric –saludó Lucius algo frío, dándole la mano-. De todas maneras, deberías haber estado aquí esta mañana.
-Tenía una visita que hacer antes –dijo tranquilamente, mientras correspondía el gesto de su compañero-. Algo muy urgente.
-Comprendo –asintió el rubio, sonriendo sarcástico-. Galya te ha vuelto a retener ¿cierto?
Audric sacudió la cabeza riendo. Hacía bastante tiempo que no había podido ver a Lucius, exceptuando en las reuniones frecuentes de mortífagos, pero éste seguía siendo poseedor de un humor afilado.
-Ojalá hubiera sido por eso –manifestó dejando ver su ligero acento francés-. No. Era una misión secreta.
Lucius no dijo nada en cuanto a eso. Cuando alguien decía misión secreta, detrás había un implícito "No preguntes".
-¿Y cómo está Dylan? –preguntó, conjurando un par de copas de vodka-. Me enteré que se licenció en animagia en Rusia y ahora trabaja en una compañía de detección de animagos ilícitos.
Audric tomó un trago cauteloso de su vaso. Estaba preparado como Lucius sabía que le gustaba, con un poco de agua y unos toques de anís.
Miró como se movía suavemente el líquido transparente.
-No estás mal enterado –suspiró él-. Se licenció en una de las mejores universidades mágicas, todo un honor. ¿Y tu Draco? No lo he visto más que en un par de reuniones.
Lucius rió suavemente.
-Como siempre rodeado de mujeres que lo idolatran –comentó él como si no le diera importancia-. El chico sabe como pasárselo bien.
-No sé por qué, pero me recuerda a cierta persona –Audric miró a su amigo, mientras se reía a carcajadas-. Si Narcissa no te hubiera domado seguirías siendo un rompecorazones. Aún así –siguió en un tono mucho más serio-, tu hijo no es la clase de persona que lo deja todo por cualquiera. Busca el poder, se le ve en los ojos.
-Y me siento orgulloso de ello –sentenció Lucius, levantando su copa en señal de brindis-. ¡Por nuestra visión de futuro!
* * *
Draco se apareció en el jardín trasero de la casa de Virginia. Aunque hubiera preferido no hacerlo para evitar posibles sospechas de muggles, con el tiempo del que disponía no hubiera conseguido un medio de transporte más rápido.
Volvió a mirar su reloj, la aguja marcaba en punto el cartel de quedar con Virginia. Esperaba que ella no hubiera salido antes que él. Le gustaba quedar como caballero en ciertas ocasiones, como lo era ésta.
Miró disimuladamente por una esquina. Ni rastro de Virginia.
Sonrió mientras salía y se colocaba enfrente de la casa, apoyándose indolentemente en un farola, con sus brazos cruzados sobre su pecho y algunos mechones cayendo sobre sus ojos. En su cara se dibujó una media sonrisa cuando dos chicas que pasaron por la acera lo miraron MUY fijamente y rieron nerviosamente, hablando a toda velocidad entre ellas cuando ya estaban a cierta distancia. Sabía que si lo quisiera, esas dos podrían estar esa noche en su cama para complacerlo en lo que deseara. Pero más quisieran ellas, él no se iba a rebajar a tocarlas o a tenerlas. Tenía cierta clase que mantener y sucias muggles no igualarían su status.
-Tan puntual como siempre –le susurró una voz en el oído mientras unos brazos se cerraban alrededor de su cuello. Suaves labios se posaron sobre los suyos a modo de saludo.
Virginia no era la excepción en cuanto a lo que pensaba sobre los muggles, pero era mucho más aceptable que cualquier zorra de las que había visto hasta ahora, y mucho más difícil de manipular. Correspondió al gesto suavemente y la abrazó por la cintura para luego mirarla a los ojos. Además de todo lo anterior, era mucho más hermosa que las demás.
-Lo que haga falta para tenerte contenta –contestó sonriendo. La besó en la frente y la soltó poco a poco. Entonces pudo ver algo inusual.
Llevaba un vestido blanco de tirantes que le llegaba hasta medio muslo pero que no se pegaba exageradamente a ella, como lo hacían todos los vestidos que él había desabrochado, si no que permanecía suelto. El escote era algo digno de observar, teniendo los atributos que ella tenía... No es que fueran exageradamente grandes, se podía decir que estaban bien distribuidos y perfectamente formados. Lo inusual de esto, era que ella nunca había vestido de esa manera. Él mismo había dudado que ella tuviera algo de ese estilo en su armario. Aún así, no se quejaba, le quedaba magnífico.
-¡Dios! ¡Estás genial! –la elogió él, haciendo que se diera la vuelta para poder verla mejor.
-¿Te gusta? –preguntó ella, sonriendo abiertamente. Dio una vuelta delante de él para que la pudiera ver mejor. Sonrió lascivamente cuando tuvo una buena visión del trasero, gesto que cambió casi al momento cuando ella lo volvió a mirar.
-Por supuesto –admitió mirándola a los ojos, cosa que se le hacía un poco difícil con semejante atuendo-. Vámonos ya, la película empieza dentro de una hora y tú quieres ir andando ¿no?
* * *
Cuando salieron de la oscura sala, apenas eran las siete de la tarde.
Draco apenas había visto bien la película. Era una típica muggle de terror, y los horrores que habían salido en ella apenas podían compararse a lo que él había visto en el escuadrón de Voldemort. Aún así, la mayoría de los espectadores comentaban lo reales que habían sido los efectos y el buen argumento que tenía el film. En su opinión, no habían sido tan maravillosos, pero la mayoría de los que entraron habían gritado en más de una ocasión. Virginia, en cambio, no gritó en ningún momento. Ni siquiera se había inmutado en las escenas más impresionantes. Extraña chica la que había escogido.
-No entiendo como les ha podido asustar tanto –replicó ella, mirando burlonamente a algunas chicas que salían agarradas al brazo de sus novios como águilas aferrando con sus garras a sus presas, tanto era así que a los pobres chicos se les veía la mueca de dolor en la cara-. La historia era predecible y algunos momentos se veían venir. ¡Qué tontas!
-No me digas que a ti no te ha dado miedo –Draco le puso un brazo alrededor de los hombros y la estrechó mientras ella reía divertida-. Vamos, no te hagas la fuerte conmigo. Te conozco, seguro que te ha asustado.
Ella le pegó suavemente con el puño en el pecho, aún riendo y quejándose levemente.
-¿Qué dices? –repuso Ginny, mirándolo con expresión divertida-. ¡Esa película no podía asustar más que a niños de parvulario y a adolescentes pijas y estúpidas! ¿No será que a ti te ha dado miedo? –inquirió a Draco para molestarlo-. ¿El pobre Draco no puede aguantar un par de brazos sangrantes o unas cuantas mutilaciones inocentes?
"Si tú supieras" pensó él, recordando los terribles encantamientos a los que Voldemort sometía a sus víctimas, que se desangraban poco a poco mientras se ahogaban en su propia sangre. Lo que había hecho Jack el destripador era un trabajo de escolares comparado con las matanzas sangrientas de los mortífagos.
-¿Yo? ¿Miedo? –dijo mostrando incredulidad-. Esas palabras nunca irán unidas. Y a lo de las mutilaciones... Dudo mucho que la palabra "inocentes" pueda calificarlas en alguna manera. Tienes un insólito sentido de la inocencia en mi opinión.
Ginny se quedó mirando un punto enfrente de ella. No repuso nada pero se quedó callada. Instantáneamente pareció reaccionar y agarró a Draco de la camisa.
-Vamos a ver el río, por favor –rogó ella, mientras estiraba un poco de él.
Draco suspiró cansado y la siguió. Los cines en los que se encontraban no quedaban lejos del Támesis. Después de todo, estirar las piernas le sentaría bien después de estar hora y media sentado mirando una estupidez.
* * *
Virginia andaba un par de pasos por delante de él, dirigiéndose silenciosamente al banco que habían compartido por primera vez. Era un bonito día y se sentía bien. Estaba tan feliz de poder estar junto a él después de tres días sin verlo... Se había puesto el vestido que Elizabeth le regaló una vez y que había tenido guardado en el fondo de su armario para que no se supiera de su existencia. Ya casi llevaban un mes juntos y quería conmemorarlo de alguna manera. A pesar de que odiaba todas esas tonterías de aniversarios de pareja y días declarados como San Valentín, a los que consideraba meros inventos comerciales para sacar más dinero, quería que fuera especial.
Se sentó en el lado izquierdo del banco y esperó a que Draco se sentara a su lado, lo que hizo unos segundos después. Apoyó su cabeza en su hombro y tarareó muy bajito una canción que no recordaba haber aprendido en ningún momento, pero que le sonaba muchísimo. Sus ojos castaños recorrieron tranquilamente la superficie oleada del Támesis, calmándola y haciéndole olvidar todo.
-¿Recuerdas? –preguntó Virginia en un susurro que casi parecía un ronroneo. Draco la miró con cautela, mientras le acariciaba el pelo con una mano. Sus dedos se movían con algo de dificultad, no estaba acostumbrado a mostrar gestos de cariño-. Aquí fue cuando empezamos. En un principio no estaba segura de quererte. Para ser sincera, no te quería. Pero después de pasar tanto tiempo contigo, me he dado cuenta de que empiezo a sentir algo por ti que no creí que fuera a sentir nunca. No sé como llamarlo y tampoco me importa, pero quiero que sepas que me gusta a estar a tu lado- terminó ella, sin apartar su mirada de las ondas que recorrían el río.
Draco miró hacia otra parte escéptico. Odiaba oír ese tipo de cosas. No creía en cualquier sentimiento que implicara cariño ni tenía intenciones de hacerlo. Todo eran farsas y mentiras excepto los verdaderas emociones como eran las que él había podido sentir tantas veces: odio, rabia, dolor e indeferencia. No creía en nada más.
-Me alegra que digas eso –mintió él, sus labios curvados en una línea cruel-. Yo también te quiero.
Con su mano, la cogió por la barbilla y le ladeó la cara mientras la besaba suavemente, saboreando aquella extraña placidez que habitaba en su boca y que no podía encontrar en ninguna otra de sus conquistas.
Ya no había duda de que ella no se escaparía de sus manos, ya no era más que un animal dócil que se dejaría manejar fácilmente. Había cumplido su misión prácticamente. Quisiera lo que quisiera Voldemort de ella, él lo conseguiría.
* * *
Se despidió de Draco con un beso y sacó las llaves para entrar en su casa. Una sonrisa se dibujaba en sus facciones, felicidad inundaba su mente con una sensación deliciosa. Quizás no todo estuviera mal en su vida. Dios la había escuchado finalmente. Las heridas que tenía empezaban a sanar ya que apenas recibía golpes, y ya no estaba sola. Era tan feliz que incluso podía cantar.
Todos sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la puerta fue abierta con violencia, haciendo que las llaves permanecieran en la cerradura. Se encontró de frente con la cara furiosa de William, que la cogió con fuerza de un hombro y la metió dentro, cerrando la entrada de un portazo que resonó incluso en las casas vecinas.
Ginny no tuvo apenas tiempo para reaccionar y sin darse cuenta ya se encontraba con la espalda apoyada en la pared mientras William la zarandeaba agarrándola por los hombros.
-¡¿Qué te creías que hacías con ese tipo?! –gritó con fuerza, haciéndola golpear repetidas veces contra la tapia-. ¡¿Qué te he dicho sobre novios?! ¡Qué no deben existir en tu vida! Y este vestido... ¡Vas hecha una zorra!
La respiración agitada y caliente de aquel hombre chocaba en su cara mientras la gritaba y sintió como una oleada de repugnancia invadía sus sentidos. Cuando dejó de sacudirla, Virginia lo miró fríamente, centró su mirada en los pequeños ojos azules de William e hizo algo que no había hecho en su vida cuando la golpeaba: habló.
-Diane también es una zorra y tú no le dices nada –contestó manteniéndose firme.
Probablemente fue un error porque la expresión de William pasó de agitada y enfadada a una de ira total. Le pegó una bofetada que le cruzó la cara con fuerza pero no la acobardó, giró de nuevo su cara para volver a mirarlo con ojos acusadores y eso fue la gota que colmó el vaso en la mente de William Mells. Levantó su rodilla y la hizo impactar contra su bajo vientre una y otra vez. Ginny no dijo nada, tenía toda su concentración en no sucumbir al dolor que recorría sus nervios y mostrarlo abiertamente.
La frustración lo invadió cuando no notó ninguna mueca de dolor en su "hija". En los lugares más recónditos de su mente se encontraba la necesidad de verla llorar y suplicar mientras la castigaba y pegaba, el deseo de verla doblegarse de dolor ante su poder. La idea lo excitaba de una manera que sólo de imaginarlo su deseo se encendía como nunca Diane había conseguido encenderlo. Ansiaba poseerla aunque lo tuviera prohibido, necesitaba hacerla rogar su perdón. Y entonces una idea iluminó su cerebro y una sonrisa maníaca se dibujo en sus labios grasientos.
-Ahora sí que vas a llorar, niña –susurró, sacando algo del bolsillo trasero de su pantalón. Virginia vio con terror silencioso y no mostrado como sacaba una navaja y enseñaba su hoja plateada y afilada.
Acercó su filo algo por debajo de los pechos de ella y lo apretó contra la fina tela del vestido que se rajó bajo el toque del arma y abrió verticalmente la piel pálida haciendo que brotara un fino caudal rojizo y manchara la blanca tela.
Virginia apretó los dientes cuando el dolor sordo y seco se convirtió en un dolor ardiente y penetrante. Pero él no se dio por satisfecho. Horadó la herida con la punta de la navaja, lacerando la carne que había por debajo de la piel superficialmente y provocando una sensación punzante en Ginny, que se contrajo para evitar que el objeto se hundiera más en ella.
William se carcajeó, dándole la vuelta para dejarla de espaldas, volvió a utilizar la cuchilla para hacer otro corte por su espalda lisa y moteada de pequeños lunares y el dolor comenzó a hacerse insoportable cuando a ese corte le siguió otro más largo y otro más.
El daño que le producía al principio los cortes disminuyó cuando ella empezó a acostumbrarse y a utilizar toda su voluntad para olvidarlo. El escozor que notaban sus maltrechas heridas dejó de ser inconcebible para disiparse y causar únicamente el sufrimiento de un hematoma recién hecho. Controló su respiración para hacer que doliera menos porque, por mucho que se diluyera el dolor, seguía estando ahí y seguía atormentándola. Notaba como el líquido que era su sangre caía por sus hombros y su espalda tiñendo su atuendo y haciendo que se pegara a ella.
El gozo y placer que le había producido al principio dejó de satisfacer a William al notar que ella seguía callada e impasible. Entonces todos sus intentos de autocontrol desaparecieron, dejando una hueco hondo en su razón. Tiró la navaja por el suelo con un grito de rabia y le dio la vuelta a su víctima, acercándose a ella.
-Ya me has cansado –proclamó intentando bajar los tirantes del vestido para dejar su carne desnuda. Pero esta vez ella sí que forcejeó y se resistió, gritando que la dejara en paz.
En ese momento entró Diane por la puerta, iba a preguntar que demonios hacían las llaves colocadas en la cerradura cuando encontró a su marido intentando desnudar a Virginia. Asustada y nerviosa, intentó cogerle por un brazo para llamar su atención, ya que era imposible que alguien del tamaño de Diane fuera capaz de detenerlo.
-¡Para de una puta vez! ¡Recuerda lo que nos dijo él! –demandó ella con su voz chillona y raspada-. ¡No puedes hacer esto!
William no desistió de su intento. Apartó de un empujón a la menuda rubia haciéndola caer por el suelo y siguió forcejeando con Ginny para intentar quitarle el sujetador.
-¡Al diablo con lo que dijera ese bastardo! –bramó él-. ¡Voy a enseñarle a esta puta que no debe desafiar a su padre!
No importaba cuanto intentara desgarrar la ropa, ella se defendía con toda la fiereza que poseía, haciendo casi imposible que la tocara. Por ello, decidió cambiar el rumbo de sus manos hacia los muslos, yendo cada vez más hacia arriba.
-¡Déjame en paz! –exigió Ginny, dándole con sus pequeños puños en el pecho-. ¡No me toques! ¡No sigas!
Ella gritó, golpeó como pudo, se movió para dificultarlo, pero era inútil porque el seguía avanzando hasta llegar a su culo, que tocó al igual que lo hizo Sean. Notar sus manos en esa parte de su cuerpo la hizo saltar como un circuito sobrecargado. Chilló como nunca lo había hecho en su vida, como un animal malherido a punto de sucumbir a su destino, hasta el punto de hacer que dolieran los oídos. Y de repente, todo desapareció en un haz de luz blanca que la rodeó. Las manos que la profanaban dejaron de atosigarla, dejó de notar en la cara la humedad del aliento repugnante de William y la quemazón de sus heridas pareció mitigarse.
Cerró los ojos, porque si había caído inconsciente y se encontraba en un sueño quería regodearse en la sensación de liberación que estaba viviendo, desaparecer en la inmensidad que la envolvía, como una mota de polvo en ese pequeño universo. Y creyó que sus deseos eran realizados hasta que la algarabía de los bares nocturnos empezó a resonar en su cabeza como en una radio mal sintonizada.
Abrió sus ojos, y vio que ya no estaba en su casa. Estaba sentada en una calle recubierta de adoquines de piedra oscurecidos. Montones de tiendas se agrupaban a lo largo de la calzada, al igual que unos cuantos bares de los que salía un ruido irritante y que empezaba a darle dolores de cabeza.
Miró a su alrededor, muy extrañada. Las heridas aún le sangraban y al rozar una con su mano notó el dolor y supo que no era un sueño. Intentó levantarse pero estaba cansada y no quería gastar sus fuerzas. Sus piernas estaban extendidas por delante suya y en un intento de cubrirse el torso, las recogió, apoyando su barbilla en las rodillas.
De pronto, oyó el ruido de un papel crujiendo y su vista se clavó en dos trozos de pergamino doblados al lado suya. Al observarlos más detenidamente, recordó lo que eran. Su carta de aquel colegio mágico inexistente. ¿Cómo se llamaba? ¿Hogtars? ¿Howards?. No importaba.
Fue a estirar la mano cuando enfrente de ella, divisó dos pies largos con una especie de... no podía llamarlos zapatos, porque más bien parecían babuchas árabes o algún tipo de calzado similar. No podía distinguir el color claramente debido a la oscuridad, pero seguro que eran negras. Lentamente fue elevando su mirada, observando la desgarbada figura de aquel hombre hasta posarse en su larga barba blanca, en su nariz aguileña y en sus ojos azules que brillaban a través de una gafas pequeñas de media luna. En su mano había un palo que tenía la punta encendida y le iluminaba parte de la cara.
No intentó buscarle ningún sentido a la escena por muy imposible que esta fuera, lo miró indiferente mientras él cogía los dos trozos de pergamino.
Durante unos segundos los miró detenidamente, su ceño fruncido en concentración, hasta que al llegar a cierta parte de la carta sus cejas se arquearon en asombro.
-¿Virginia Weasley? –preguntó algo vacilante mientras posaba su mirada penetrante en la chica encogida enfrente de él-. ¿Ese es tu nombre?
Ginny lo miró durante un largo espacio de tiempo. No conocía de nada a ese hombre, y si había algo que había aprendido era a no confiar en nadie. Aún así, después de analizar la situación no vio ninguna razón para no responder. Estaba muy perdida, si es que no estaba delirando, y quedarse callada en la acera no supondría ningún cambio en su situación.
-Me llamo Virginia Mells –respondió ella algo reacia-. Aunque debo admitir que en el sobre todo lo demás lo acertaron y lo de la lechuza fue un gran detalle por parte del bromista –agregó con ironía.
El hombre la volvió a observar detalladamente. Pelirroja, ojos oscuros y estaba seguro que cuando se levantara destacaría por ser alta. No cabía ninguna duda de que era ella. Después de tanto tiempo buscándola, finalmente la había encontrado.
-Yo soy Albus Dumbledore –contestó él, sonriendo cálidamente-, director del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Todo un placer conocerla, Virginia Mells.
Virginia lo miró con la incredulidad pintada en su rostro. En su cara se dibujó una sonrisa agria.
-Claro, y yo soy la reencarnación de Maria Antonieta de Austria –los ojos de Ginny brillaron con recelo-. Vaya a contarle ese cuento a alguien con tan pocas neuronas como para creerlo –repuso mirando los adoquines de la pared enfrente de ella.
Dumbledore rió suavemente ante la agudeza de la chiquilla.
-Buena lección de historia, señorita Mells –con uno de sus dedos señaló la placa en su pecho con las iniciales A y D-. ¿Cómo explica esta insignia pues?
Ella observó las letras plateadas que señalaba él casi con aburrimiento.
-La explico diciendo que usted es un forajido ruso llamado Alexander Dimitrov –replicó ella con más sarcasmo del que se supone que debería poseer en una situación tan extraña como lo era la suya-. ¿Por qué no deja que me pudra en esta esquina? Así incluso seguiría la tradición familiar. Mi madre estaría orgullosa de mí –añadió con aspereza.
Dumbledore le tendió una mano de dedos largos y huesudos. Por un momento a Ginny aquel momento le pareció familiar y en su mente apareció la cara de Draco. Ojalá él estuviera allí con ella.
-Me temo, señorita Mells, que eso iría en contra de mi ética. Y siento decirle que no soy un forajido ruso –repuso con calma y tranquilidad-. Me gustaría que me acompañara, si no es molestia, ya que parece que no tiene otro lugar al que acudir.
Virginia iba a comentarle de malos modos por donde podía meterse su ética en su opinión, pero admitió que tenía razón. No sabía donde estaba y no podría volver a su casa nunca más, a no ser que deseara una violación seguida de un asesinato. Reluctante, cogió la mano del supuesto Dumbledore, y este la ayudó a levantarse. Las piernas casi le fallaron cuando volvió a ponerse en pie, y tuvo que aguantarse fuertemente a la pared cuando las heridas volvieron a quemar al ser estiradas. Apretó los dientes y se enderezó.
La expresión del anciano cambió abruptamente de una relajada a una de preocupación extrema cuando, gracias a la luz de su varita, pudo ver lo que no había observado antes: un corte largo y abierto en el tronco de Virginia del que aún goteaba algo de sangre y varios cortes por su espalda que sangraban en abundancia.
-¡Por la gracia de Merlín! –exclamó, mientras cogía uno de los brazos teñidos por el líquido vital de Ginny y lo pasaba alrededor de su cuello para ayudarla a mantenerse-. ¿Cómo se ha hecho eso, Virginia?
Virginia sonrió sarcásticamente y respiró profundamente, aunque incluso eso era doloroso. Apartó el brazo de sus hombros. No iba a confiar en él de momento, y ya podía aguantarse sola, que para eso ya había pasado por otras palizas. Caminó un par de pasos por delante de él y se giró sólo para mostrarle la expresión mordaz que había en sus facciones.
-Es una larga historia –explicó ella jadeando mientras temblaba por el esfuerzo que le suponía aguantar sin desfallecer. Sonrió cínicamente ante la mirada alarmada de Dumbledore al verla caminar tan rápidamente-. De todas formas, ¿me creería si le dijera que el bastardo de mi padre pretendía descuartizarme como un cerdo para que mi madre y él se hicieran la cena?
Y después de decir eso dio un par de pasos más, mientras Dumbledore la siguió y, a pesar de sus protestas, la cogió del brazo y la ayudó a caminar.
FIN CAPÍTULO 4.
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Notas de autora: Hola de nuevo a todos! Hoy estoy totalmente feliz! Me han quitado el aparato dental! Vuelvo a tener mis queridos dientes como antes... que digo? Mucho mejor!!!!!! Qué no lo había mencionado? Pos da igual, de todas maneras ya no lo tengo ^______^.
Pero también tengo que dar una noticia triste, y es que la abuela de una amiga mía se ha muerto y aunque sé que no vas a leer esto... Sólo espero que todo siga adelante para ti, Leti!
Ya no puedo seguir entristeciéndome, ahora esa mujer estará en un lugar mejor. Siguiendo por dónde iba, estoy tan feliz que he decidido que tenía que subir el capítulo pronto y lo he hecho. Para quién no entienda lo que pone en francés, que no creo que tengo mucha complicación pero por si se diera el caso:
Bon jour: Buenos días
Bon soir: Buenas tardes
Merci: Gracias
Tu es un amour: Tú eres un amor
Le savais: Lo sabías
*Aviso que esto no es muy seguro ya que mi francés es muy, muy limitado. Se me da mejor el inglés.
En fin, sin más dilación paso a los reviews:
Yo: No falla tu review en cada capítulo! Me alegro un montón que te vaya agradando la historia ^^. En cuanto a tus sugerencias, la de Sean no podía hacerla porque este capítulo ya lo tenía totalmente planeado y él no vuelve a salir. La otra está a punto de suceder y ya lo verás en el próximo capítulo.
Malkavian Kirie Croiff: Cada review tuyo me alegra un montón! Y ya he vuelto a aceptar tu sugerencia y creo que me ha ayudado bastante. No te cortes si hay algo que crees que debería mejorar en alguna escena, eso me ayudaría mucho! Espero que no te estén agobiando en la universidad, yo ya estoy empezando con los exámenes pero aún no voy muy estresada, voy bastante tranquila a decir verdad. Quiero currármelo este curso porque el año que viene paso a bachiller y me asusta un poco la idea. Espero que no estés demasiado ocupada como para no seguir escribiendo. No te agobies!
Jeru: Qué tal, como estás? La piedra filosofal? Sí, probablemente sí pero con una situación bastante distinta. Y no todavía no es amor, aunque en este capítulo se ve que el afecto ha crecido pero no te engañes que lo que Ginny no sabe como llamar no es lo que se diría amor, amor pero acercándose mucho más que antes. También te aseguro que Ginny no va a llorar nunca o casi nunca en este fic y ya dirá por qué.
A mí me gusta bastante la personalidad con la que la he caracterizado, como es un universo alterno he tenido mucho más libertad para hacerla. Me gustan las personas con carácter y con fuerza, las débiles y poco originales no me gustan, aunque también admito que todo el mundo es débil alguna vez, yo creo que la fuerza está en aquel que se sobrepone a lo malo (Que bonito me ha quedado verdad? ^^UU). Y por supuesto que me dan ganas de que estén juntos, por algo he hecho este fic, aún así aviso que las cosas no van a ser fáciles y que yo soy bastante imprevisible. Puede que Draco descubra las heridas de Ginny y puede que no... Eso me lo reservo (Soy malignaaaaa! Jajajaja. Ejem, sígamos) y lo de los chicos malos también tiene que estar en la naturaleza de las morenas porque a mí también me encanta y sí que haré que salga Blaise, pero en su forma masculina que es la que mas me gusta.
Por cierto, ya me han mandado otro libro de lenguaje, aunque esta vez son las leyendas de Bécquer así que deben estar bien, pero el de valenciano (asignatura que doy desgraciadamente por vivir en la Comunidad Valenciana) es un torro. Creo que ya me he pasado, hasta la próxima.
Dark Shampoo: Me alegra tanto escuchar estas cosas!!!! Se me cae la baba al oír tanto halago.
*Minina se limpia con la manga la babita que le cae por el mentón*
Y yo hago lo que puedo con las descripciones y buscando los sinónimos... escribir no es nada fácil! Sólo espero que mis capítulos sigan a la altura de tus expectativas y que te guste mucho éste. Crees que me ha quedado bien la escena del maltrato? Se me hizo un poco difícil de escribir.
Arwen-chan: En serio te he dejado impactada? O_O No creo que sea para tanto pero me alegra escucharlo, más bien leerlo. Siento decirte que esta vez también te dejo con la curiosidad, que pasará en el próximo capítulo? Eso es secreto de estado! Jajaja. Y te aseguro que Harry va a salir, lo tengo planeado, pero no sé si va a tener mucho guión... A mí también me ha gustado tu fic "Déjate querer"! Síguelo pronto!
Maite Malfoy González: Ya tienes el capítulo, ^^! Ha sido lo suficientemente rápido? Qué te guste!
Yaiza: Hola! Inesperada la inclusión de la carta? Siempre he pensado que las cosas inesperadas son las que hacen que sean más interesantes las historias. Aún hay que ver lo que ocurre ahora que está Dumbledore por medio. Pero Draco volverá a salir con toda seguridad y sus hermanos también... Sabrá ella que son sus hermanos? O mejor aún... lo sabrán ellos?
Lucia3: Hey, Lucia3! No importa, a veces yo también me descuido... a decir verdad la mayoría del tiempo. Ya no sé ni donde dejo la cabeza -_-´. La cara de Draco cuando lo descubra ya te la puedes imaginar y creo que a partir de este capítulo adivinarás como conseguirá sus cosas. Todo a su tiempo, todo a su tiempo... Y para que no te me comas los dedos aquí lo tienes el capi.
Miina: Es increíble que una de las autoras que más me ha gustado me dejé un review y no hay problema, te reconozco de todas maneras ^^! Y créeme que para ser un repaso rápido ha sido bastante largo (Me encantan los reviews largos). Sí, debo admitirlo, soy cruel y me gusta torturar a mis personajes. Que va, no lo decía en serio! Sólo un poco y es que esto tiene su razón de ser que está relacionada con la razón por la que quieren a Ginny y que no se descubrirá (o eso espero) hasta el final. Y no me gusta que mis personajes sean perfectos, porque nadie lo es y no me gustan las Mary Sues. Prefiero el realismo. Como ya le dije a Jeru su personalidad ha evolucionado por sus condiciones, y no puedo culparla porque por lo que ha pasado se las trae, no quiero saber como acabaría yo si me ocurriera a mí...
Y, al igual que tú, Draco es uno de los personajes que muestran mi afición por los rubios malos ( y estoy totalmente de acuerdo en quedarme con Nakago ^///^. Aunque Tasuki también es muy mono ^///////^). Yo es que no puedo soportar los fics en los que Draco se convierte en bueno de repente y se enamora perdidamente de Ginny sin razón alguna ¿y a ti? Y además yo tengo la creencia, no se por qué, de que Draco es un buen actor.
Ginny sí que irá a Hogwarts aunque supongo que eso ya os lo imaginabais y la razón por la que no recibió la carta durante tanto tiempo es por lo que dice su secuestrador al principio, el sello en los archivos de Hogwarts, la pregunta es ¿por qué la ha recibido? En el próximo capítulo lo sabremos. Solo adelanto que la sorpresa de nuestro Draco no va a ser pequeña...
Ya llevas mucho tiempo sin actualizar, no nos hagas esperar mucho más!
Con esto termino. No sé cuanto tardaré en actualizar la historia pero espero que no sea demasiado. Os he puesto a casi todos en la lista de actualizaciones, quien no quiera me avisa y ya esta. Que os ha parecido Audric? Ya me contaréis, pero por favor, no olvidéis dejarme reviews!
Hasta la próxima.
Ja ne.
