SON SÓLO COINCIDENCIAS

A Daphne Hoke le prohíben estudiar brujería en su segundo año en Hogwarts. Después de algún tiempo su sobrina Lily descubre que también ella es una bruja.

CAPÍTULO CUATRO

CARAS NUEVAS

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Daphne y Lily estuvieron los siguientes días hablando de magia. Para Daphne era un alivio, porque ahora alguien de su familia la entendía y para la pequeña era algo nuevo y fascinante que nunca había imaginado que pudiera ser tan real. El sábado por la tarde subieron en el coche de Daphne para ir la zona centro de Londres.

- ¿dónde encontraremos todas estas cosas? – preguntó Lily repasando por tercera vez la lista de los materiales para Hogwarts.

         - Hay una calle aquí en Londres dedicada a los magos y brujas. En España es mucho más difícil ir de compras, ya que cada tienda está en un sitio y normalmente están muy escondidas, todas mezcladas entre tiendas de ropa muggle y libros.

         Lily tenía muchas dudas en la cabeza. Le hubiese gustado saber porqué su tía se había ido a España, pero también cuál sería esa calle de la que nunca había oído hablar. Sin embargo no preguntó porque su tía continuó hablando.

         - Podríamos haber venido en autobús, pero con todas las paradas que tiene, lo que hacemos en quince minutos es algo más de media hora. Mira, ya estamos muy cerca, vamos a dejar el coche en ese aparcamiento.

         Dejaron el coche muy cerca de la estación de Newhapton, y siguieron caminando un rato entre gente que marchaba en todas las direcciones. Lily veía todas las calles tan normales como siempre, y trataba de distinguir alguna lo suficientemente diferente como para ser la que buscaban. Su tía iba tan callada y parecía tan concentrada buscando algo que no se atrevió a decir nada. Empezaba a pensar si no habrían cambiado la calle de lugar desde que Daphne era pequeña.

         - Creo que vamos a entrar ahí –dijo Daphne de pronto señalando un bar.

         Lily miró en esa dirección y leyó "El Caldero Chorreante". Sin duda un nombre apropiado para un lugar con ese aspecto, que no necesitaba explicación, solo era eso: chorreante, oscuro y asqueroso. Se dio cuenta que ninguno de los que pasaban delante de él lo miraba, como si no existiera ese bar tan pequeño. Empezó a pensar si realmente no se habrían perdido, hasta que al entrar comprobó que dentro había gente muy extraña, con sombreros de pico y túnicas de colores chillones. Sin duda debían ser magos.

         El cantinero estaba secando unas copas con un trapo mientas hablaba animadamente con una bruja de ojos saltones. Ella daba de vez en cuando un trago a un extraño líquido azul y espeso de su vaso. Cuando Daphne se acercó a la barra, dejó el trapo en una esquina y con una gran sonrisa (a la que le faltaban un par de dientes) dijo dirigiéndose a Lily:

- ¿Familia muggle? No recuerdo haberte visto por aquí.

- Somos las dos brujas –respondió Daphne de forma mordaz.

El hombre las examinó y pareció pensar un poco sus palabras.

- Bueno, era solo que vuestras caras no me son familiares. No hay que darle mas importancia al asunto ¿os puedo ayudar?

         - En realidad no –respondió Daphne de mala gana. No le había sentado nada bien que aquel hombre la hubiese ignorado, y mucho menos que la hubiese confundido con un muggle.

         Se buscó un momento en su bolso y sacó una varita de él. Dando unos pequeños giros de muñeca, unas grandes letras doradas aparecieron en el aire, y rápidamente formaron una frase:

"Creo que podré llegar a Diagon Alley yo sola, gracias."

         A Lily le gustó mucho ese truco, y se quedó mirando como las letras se desvanecían hasta que Daphne la llamó desde un pasillo a la izquierda del local. La siguió hasta un pequeño patio cerrado, donde ella ya se había arremangado las mangas y con la varita contaba ladrillos en una pared. Luego, diciéndola que se apartara un poco, dio tres golpes en uno de los ladrillos, que comenzó a estremecerse y poco a poco todos los demás ladrillos se retorcieron. Apareció un pequeño agujero. Parpadeó para intentar comprobar que era cierto pero el agujero ya había crecido de forma que podían ver una calle de adoquines bastante larga pero no demasiado ancha, porque ahora sí, estaban en el Callejón Diagon.

         Era idéntica a las calles que habían cruzado de Londres hace unos minutos, con el mismo bullicio de familias en todas las direcciones y el mismo griterío de niños frente a escaparates con juguetes, pero tenías que tener en cuenta que ahora la gente vestía colores chillones, llevaba sombreros de punta y tenía escobas en vez de coches. Tampoco las tiendas vendían lo mismo, y eso se notaba en lo que llevaba la gente cuando salía de ellas e incluso en el olor de la propia calle, que era una mezcla que definitivamente, Lily no había olido nunca.

         Delante de ellas, un par de años mas pequeño que ella, caminaba levitando un sapo por delante de él.

         - ¿Cómo se puede saber si una es bruja? Quiero decir, que yo nunca he hecho volar nada, y no creo tener ningún poder sobrenatural...

         -Si la pluma mágica te anotó en Hogwarts, eres bruja. Pero para comprobarlo, nadie mejor que Ollivander.

                Pasaron a una tienda estrecha. Sobre la puerta, en letras doradas, se leía: «Ollivander: fabricantes de excelentes varitas desde el 382 a.C.». En el polvoriento escaparate, sobre un cojín de color púrpura, se veía solo una varita, y Lily se preguntó cuanto tiempo llevaría allí y cuanta gente la habría visto.

Cuando entraron, una campanilla resonó en el fondo de la tienda. Era un lugar pequeño pero lleno de estanterías con muchas cajas, que a Lily le parecieron las cajas de tornillos de la ferretería de su barrio, que era de las más antiguas de Londres.

-Buenas tardes -dijo un anciano, que las miraba con unos ojos grandes y pálidos -Umm, las señoritas Hoke...

-Yo soy Lily Evans

-A, sí, se me olvidó que las mujeres cambian su apellido al casarse, que tontería de mi parte... Tienes los ojos de tu madre.

-No, no es mi hija-. Dijo Daphne.

-¡oh! –dijo el señor Ollivander – segundo descuido. Pero os parecéis tanto... Aún recuerdo el día que viniste a comprar tu primera varita. Terrible historia la tuya, y la de tu familia.

Un ruido interrumpió al anciano. Alguien que entraba en la tienda, chocó con un montón de cajas que estaban colocadas en una irregular columna en el suelo. El extraño parecía de la edad de Lily, pero su pelo castaño estaba veteado de gris, como si se hubiese puesto mechas. Al levantarse, miró a Lily que pudo ver en sus ojos marrones un extraño brillo de tristeza.

- Lo siento –dijo el muchacho –Estaba leyendo...

-Valla, Lily –interrumpió Daphne –He olvidado cambiar nuestro dinero muggle. ¿puedes esperarme aquí? Sólo tardaré un momento, Gringgotts está aquí cerca.

-No hay problema –dijo Lily, aunque le asustaba un poco la mirada lúgubre del señor Ollivander.

- Bien, entonces nos ocuparemos primero del Señor Lupin.

El señor Ollivander se acercó al muchacho mientras sacaba de su bolsillo una cinta métrica.

-Veamos, ¿Con qué mano coges la varita? –preguntó Ollivander

-Con la derecha –dijo Lupin.

La cinta métrica se desenrolló sola y comenzó a medir al muchacho, su muñeca, su altura, alrededor de su cabeza, y mientras, el señor Ollivander les fue contando que cada varita era distinta y que tenían un núcleo  central de una sustancia mágica diferente, que podía ser de dragón, lechuza, fénix ó unicornio, e incluso de cualquier criatura mágica que prestara una pluma o un pelo, aunque fuese una nínfa. También la madera de la que estaban hechas podría ser de muchos tipos, como manzano, caoba, roble ó haya. El señor Ollivander estaba buscando entre los estantes, sacando cajas.

- Esto ya está —dijo, y la cinta métrica se enrolló en el suelo—. Bien, señor Lupin, Pruebe ésta. Madera de cicuta y pluma de lechuza. Veintitrés centímetros. Delgada y flexible. Cójala y agítela.

El muchacho cogió la varita y la agitó, pero el señor Ollivander se la quitó casi de inmediato. De esta forma, probó cinco varitas más sin que ninguna pareciese gustarle al señor Ollivander.

- Esta tiene que ser: madera de abedul y fibra de corazón de dragón. Pruebe. - dijo el anciano.

De la varita de Lupin salió un pequeño rallo de luz que dio en una de las bombillas del techo. Hizo que diera dos vueltas sobre si misma y cayera en la mano de un alegre señor Ollivander.

- Como pensaba. Es esta. Del mismo tipo que tu padre. Ideal para deshacer hechizos. Toda tuya por cinco galeones. Estamos de rebajas...

El muchacho pagó y se fue. Como parecía seguir leyendo, el señor Ollivander se acercó a la puerta y se la abrió para evitar un nuevo incidente. Luego se volvió a Lily y sin decir nada la cinta métrica comenzó a tomarle medidas a ella. Luego se quedó un rato pensativo y se fue al fondo de la tienda para comenzar a mirar las cajas.

- Señor, ¿por qué ha dicho que mi historia es terrible? –preguntó Lily que no aguantaba tanto silencio.

- La tuya, aún no se sabe, solo lo dije por tu acompañante –respondió el señor Ollivander, como dudando decir algo o no.

- ¿Tía Daphne es una asesina? –preguntó ella curiosa.

- No, no... ¿no la conoces tu más? ¿la imaginas matando a alguien?

- No, pero para que sea terrible... debe haber muertes ¿no? Las mayores tragedias siempre tienen a un asesino en serie.

- No necesariamente, aunque puedes tener algo de razón. De todas formas basta con que te prohiban tu naturaleza para que el destino no se cumpla y todo se vuelva un lío.

- ¿qué quiere decir eso? –pregunto Lily con mucha curiosidad.

El señor Ollivander había sacado una varita de una de las cajas del fondo y se la dio a Lily, y como respuesta murmuró: Veintiséis centímetros de largo, elástica, de sauce. Una preciosa varita para encantamientos. Al ver que Lily no la cogía suspiró y dijo:

- En ocasiones creo que soy un bocazas. No creo que debiese ser yo quien te lo diga, tendrían que ser ellos, tu familia, pues de ellos es la culpa y solo sobre ellos pesa la maldición de ...

En ese momento, Daphne entró en la tienda y el señor Ollivander le dijo que agitase la varita. De ella salieron chispas como si fuese una bengala. Le dijo que tuviese mucho cuidado con ella, y que esperaba no tener que venderle otra, porque esa era perfecta para ella. Y tras embalar la varita y cobrar los galeones se escondió en la trastienda hasta que se fueron.

         Lily estaba muy emocionada con su nueva varita, aunque no la quiso desenvolver por si la perdía por el camino. No pudo evitar preguntarle a Daphne que para que tendría que usarla.

         - Bueno, eso es una pregunta muy fácil. La mayoría de los hechizos requieren tanta concentración que usando la varita toda tu energía se canaliza en su extremo y surte más efecto.

         - ¿y no existe otra forma de hacer magia sin varita?

         - Muy pocos magos han conseguido hacer magia sin sus varitas, excepto quizá cuando estaban muy enfadados y los más poderosos, después de más de quince minutos de concentración. De todas formas, están estudiando a algunos seres mágicos que no la necesitan, pero la cosa va muy despacio.

         - ¿qué tipo de seres?

         - Están los semi-elfos, elfos domésticos, furias, centauros y las sirenas, que se parecen mucho a los humanos y son bastante mágicos. Bueno, creo que deberíamos comprarte el uniforme aquí.

Entraron en «Madame Malkin, túnicas para todas las ocasiones», donde una bruja vestida de color malva las sonrió y las llevó al fondo de una tienda.

- ¿Túnica de gala señorita? –dijo subiendo a Lily en un escabel –¿o uniforme para el colegio?

- Hogwarts –dijo Daphne pensando que un uniforme de gala valdría demasiado dinero –tres túnicas de trabajo y una capa.

- Tengo muchos pedidos para Hogwarts –dijo la bruja poniéndola una túnica –espero que dentro de poco mi hija pueda terminar sus estudios de alta costura y dedicarle mas tiempo a ayudarme con la tienda.

Mientras Madame Malkin hablaba, mas gente entró a la tienda y una bruja más joven, pero también vestida  de malva empezó a atenderlas en el escabel que estaba a su lado.

-Ya está listo lo tuyo, querida –dijo Madame Malkin –parece que tienes el largo estándar y no he tenido que retocar mucho.

Una hora después, cuando ya se habían tomado cada una un helado doble de fresa y vainilla en la heladería de Florean Fortescue (Lily no quiso probar los de carne picada), continuaron visitando la droguería, la tienda de Calderos y Flourish & Blotts.

- Tía, ¿porqué viniste a visitarme después de tanto tiempo?

Daphne estaba hojeando distraída un libro sobre como hechizar un horno muggle para que sazonase los alimentos mientras los calentaba.

- Recibí una lechuza de Dumbledore.

- ¿una lechuza?

- Si, como la que te dio la carta de Hogwarts.

- ¿Y para que te quiere mi director?

Daphne pareció insegura. Colocó el libro en su sitio dejando de mirar a Lily.

- Aún no lo sé –mintió- tengo que ir a verle en un par de días... ¿Sabes? Fue mi profesor de Transformaciones cuando estuve en Hogwarts. Es un gran tipo. Y es pelirrojo, como nosotras...

Cuando empezó a oscurecer ya tenían todo, y decidieron que era hora de volver a casa, aunque a Lily no le hubiese importado nada quedarse allí.

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¡holans! Espero que os este gustando esto... de momento no hay acción, pero como tampoco nadie sugiere nada, pues yo sigo el ritmo que tenía previsto. Espero que no os parezca ni demasiado largo ni muy cortito.

Quería dar las gracias a Bloomy, porque me ha ayudado con este capi, y a Jack Dawson, Luna Y Ruth Snape, que me han animado a seguir escribiendo, a pesar de que creo que poca gente lo lee.

Jack Dawson. Creo que lo mío no es la poesía... pero weno. Aquí tienes el siguiente capi, en el que Daphne sale un poco más. Por cierto ¿entrenas baloncesto? Jops, ahora parece que Dios nos ha abandonado :(  ¿qué le vamos a hacer? Por cierto, ¿no vas a seguir el fic de xena? ¿y el de Draco?

Luna. Ya he leído un poco tu blog-fic... ¡como os lo pasáis! Jejeje, es muy divertido, claro, como vosotras sois los personajes hay mas libertad XD. Bueno, a lily no le ha costado creerse lo de la carta del colegio porque ya se sentía ella bastante rara, y esta era una buena explicación para ser tan distinta. Petunia tiene un pasado oscuro... que poco a poco se desvelará jua,jua,juas ¿qué será? El sr Evans no odia a los magos, SABE mucho sobre ellos, aunque eso le va a traer algún problema.

Ruth Snape. Sip, a ver si nos leemos. Yo la semana que viene me voy a la playa, que a ver si el tiempo no se vuelve tormentoso, que me veo sin poderme "morenar".  Sobre lo de las negritas, a veces sale y a veces no. Yo creo que hay que escribirlo normal y después de ponerle guardar como html, es cuando señalas lo negro o subrayado. Es solo una teoría...

Bloomy. Aquí está. Todo vuestro. Pero lo mismo te digo yo a ti, si te vas de vacaciones, ¿qué va a pasar con Harry y su ombligo? ¿vas a seguir escribiendo aunque estés lejos de tu ordenador?