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Capítulo 7
En la cueva del sastre
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Como siempre, los personajes de Slayers no me pertenecen ni me estoy adjudicando propiedad alguna sobre ellos.
Vanshie, no te alcancé la vez pasada para dejarte mi agradecimiento, así que te doy gracias por tu review ahora y por tu apoyo también. Gracias a MGA_FGA, Cass Metallium, Wolf Greywords (Claro que esta parejita tiene algo preparado para el primer ministro, pero antes el susodicho tiene que aparecer y Xeros tendrá su revancha como no te lo imaginas.). Espero ya no tardar tanto en actualizar, de todas formas, gracias por tenerme tanta paciencia.
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Xellos estaba despierto a primera hora de la mañana. Se sentía un poco nervioso, no sabía cómo serían los amigos de la princesa. No recordaba haber tenido amigos, no recordaba rostros, ni lugares, pero estaba seguro de que si hubieran existido amigos en su vida siquiera sentiría la añoranza que sentía por ver a su madre.
Sí, Xellos sentía deseos de ver a su madre a pesar de que no recordaba ni su rostro ni su sonrisa. Era un instinto que le decía que había recibido alguna vez el cuidado materno, el abrazo de un ser que lo amaba como sólo una madre podría hacerlo.
Mientras se miraba al espejo volvió a pasar automáticamente el cepillo por sus cabellos. Sabía que había algo en su imagen que no le era familiar. Algo estaba mal pero no atinaba a recordarlo. "¡Demonios!" Gruñó enojado.
De pronto aquella palabra le sonó tan conocida... *demonios*, no... esa no era la palabra... *demonio*. Arrugó el rostro con desesperación tratando de recordar.
"Es inútil." Susurró tratando de reprimir la humedad en sus ojos. Dejó el cepillo sobre el tocador y por primera vez notó una cajita de madera sobre el mueble. La abrió cautelosamente. En su interior encontró varios brazaletes, anillos y collares. Todos ellos de oro y rubíes, combinando perfectamente con el collar de servidumbre. Xellos sacó dos anillos, colocó uno en cada mano y los observó detenidamente. Se sentían bien.
Procedió luego a buscar entre las ropas que le habían sido asignadas algo de su agrado. Al cabo de un rato sacó las prendas que más le parecían a las que había visto a los habitantes del palacio. Realmente se sentía algo incómodo con aquellas ropas, no recordaba muy bien cómo se utilizaban ni cómo las había visto utilizarse durante la fiesta.
Había pasado ya bastante rato desde que se había levantado y no se percató de que ya casi era tiempo del desayuno. Claro que tendría que bajar, la princesa le había comentado que el desayuno solía tomarlo en la cocina del palacio y que la verdadera ocasión en que se solicitaba su presencia era durante la cena. El día anterior se había escapado dando la excusa de que Xellos no se sentía bien.
Unos toques a la puerta lo sacaron de sus cavilaciones y al momento entró la princesa.
"Buenos días..." La princesa había pasado al cuarto y se le quedó viendo confundida.
"Buenos días princesa. ¿Sucede algo?" Preguntó cuando vio que Filia lo rodeaba y se le quedaba viendo con cara de desaprobación.
"Creo que los sirvientes no entendieron mis órdenes. Estas son las ropas de los pajes reales." Chilló como era su costumbre.
"¿Ropas de paje?" Exclamó sin entender mientras la princesa abría de par en par las puertas del enorme mueble de madera que contenía las ropas de Xellos. Comenzó a sacar una prenda tras otra y a tirarlas sobre el suelo con un mohín de disgusto.
"Estas no son las ropas que ordené." Chilló enojada. Y tomó a Xellos de la mano. "¡Vamos!" Y el joven no pudo evitar obedecer aquella órden directa. Se dirigieron por los pasillos con presteza hasta llegar a una habitación enorme llena de telas e hilos. Varias mujeres trabajaban afanosamente bordando chalecos y camisas con los más caros materiales.
"¡Sastre!" Chilló y esta vez el joven tuvo que taparse los oídos. Al instante apareció un hombre de refinadas facciones, ojos verdes y cabellos color miel. Xellos se le quedó viendo insistentemente, ese hombre le recordaba a alguien conocido. Alguien que le provocaba malos recuerdos.
"¿Majestad?" Respondió el hombre.
"Youki, necesito ropas adecuadas para el compañero de juegos de la princesa. ¡Y no quiero que parezca un paje!"
"Ropas dignas para el compañero de la princesa." El hombre sonrió y se acercó a Xellos. "Veamos." Dijo mientras sacaba una cinta de medir y le guiñaba un ojo al joven. Luego de unos minutos de concentración sus ojos se iluminaron. "Ya sé qué podemos hacer." Aquel hombre comenzó a buscar en unos enormes baúles y llenos de hermosas prendas primorosamente arregladas en su interior. Al cabo de un rato regresó con un bulto de ropas y tomó a Xellos de la mano y lo llevó atrás de unos bastidores.
"En unos momentos se lo dejo arreglado su Alteza." Dijo con un gesto algo afectado y lleno de innecesaria fineza. Y desaparecieron tras bastidores. Se escuchó un leve sonido de tela y ropa y al cabo de unos minutos Youki salió.
"Su Alteza Filia, le presento al príncipe Xellos, su nuevo compañero de juegos." Sonrió mientras hacía una reverencia.
Xellos apareció tras el sastre, un poco turbado y Filia sonrió de oreja a oreja. Ahora Xellos parecía un príncipe. Una hermosa camisa color lavanda suave, con hermosos olanes brocados. Un pantalón perfectamente entallado de un púrpura muy subido y un chaleco corto también entallado del mismo color del pantalón pero bordado en hilos de oro y plata en un intrincado diseño. Unas botas de cuero negro hasta abajo de la rodilla completaban el atuendo.
"¡Perfecto!" Tomó a Xellos de la mano y comenzó a arrastrarlo hacia la puerta. "¡Gracias Youki!" Y sin más desaparecieron.
Cuando Xellos vio que no se dirigían al comedor como había pensado, se preocupó un poco, pero finalmente la princesa lo estaba llevando de regreso a su recámara. Una vez adentro cerró la puerta y fue directamente al pequeño baúl donde estaban las joyas que había visto anteriormente.
Sin mediación volteó el baúl sobre la cama y comenzó a rebuscar entre las joyas. Sacó cuatro anillos y los colocó en los dedos que quedaban desnudos en las manos de Xellos. Luego sacó una especie de medallón y se lo mostró.
"Este es el símbolo de la casa real de Tougen." Le dijo al tiempo que acercaba el medallón para que pudiera ver el símbolo de un dragón de oro acunando un diamante azul. Dos pequeños zafiros hacían de ojos. Sin más la princesa lo colocó en su cuello y volvió a rebuscar sobre la cama. Sacó dos pulseras de oro con dos rubíes redondos muy parecidos al diseño de la piedra que estaba en el collar de servidumbre y los colocó en sus muñecas. Finalmente sacó un cinturón del mismo material y motivo que las pulseras y se lo ofreció para que se lo pusiera.
"Filia... ¿por qué me has puesto el símbolo real?" Le dijo confundido.
"Cuando vean que llevas el símbolo real nadie intentará ordenarte nada." Dijo con naturalidad la princesa. "Además, no te separes mucho de mí. Lina es muy mandona y tiene mal temperamento. Es una grosera." Replicó mientras levantaba la barbilla indignada y resoplaba un poco.
"¿Cuántos amigos tienes Filia?"
"Sólo tengo cuatro, Lina, Amela, Gourry y Zelgadis. Todos son príncipes, de los reinos vecinos. Vienen todos los meses y cada vez nos reunimos en el reino de cada uno. ¡Es muy divertido!" Xellos pareció meditarlo. Hubiera dado cualquier cosa por evitar el encuentro que se aproximaba.
"Creo que ya podemos bajar a desayunar." Sonrió la princesa emocionada luego de echarle otro vistazo al atuendo de Xellos y de enderezar los olanes de su camisa. Ese día ella iba vestida con uno de sus muchos trajes rosados. Ya el joven había visto cuántos trajes de ese color tenía la princesa y se comenzaba a preguntar si realmente sería por molestar al primer ministro o era que aquel color le gustaba. Por suerte no había tratado de vestirlo a él también del mismo color.
Suspiró resignado y se volteó a verse en el espejo. Nuevamente su reflejo le devolvió una imagen que desconocía. Suspiró cuando vio el reflejo de la princesa junto al suyo. Sus ojos extremadamente azules, como el cielo en primavera y sus cabellos del color del oro pero aquellas dos coletas no ayudaban en nada. Parecía una de las muchas muñecas que ella misma conservaba en su cuarto de juegos. *¿Por qué será que sigo sintiéndome como si fuera su muñeco o algo así?*
"Bajemos entonces." Le dijo Xellos al tiempo que se volvía. La princesa asintió y ambos comenzaron el camino hacia el comedor. Filia iba muy sonriente mientras que Xellos trataba de ocultar su ansiedad bajo una máscara de indiferencia y una pequeña sonrisa. Mientras se acercaban podía escuchar el sonido de voces juveniles charlando animadamente.
Justo antes de entrar tomó una profunda respiración. La princesa se volteó a verlo. "Luces muy bien." Mientras le daba una tímida sonrisa que sólo intentaba darle seguridad. En esos momentos a Filia le pareció que estaba frente a un príncipe de verdad, el porte real, el aire a su alrededor, aquella mirada que inspiraba respeto. Nadie podría decir que Xellos no era un príncipe de verdad.
Filia sentía que se iba a divertir mucho haciendo pasar a Xellos por un príncipe ante sus amigos, quienes no habían estado cerca en el momento en que el Primer Ministro había presentado el *regalo* a la princesa.
Pronto estuvieron en la entrada del comedor y la princesa se detuvo.
"¡Ohayo minna-san! Quiero presentarles a Xellos, el príncipe de Koubuchi." Anunció la princesa con rimbombancia y cuatro pares de ojos se fijaron en el joven desde la mesa del comedor.
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Ahh, si sólo Filia supiera lo que acaba de hacer, ne? Espero que les haya gustado hasta aquí. Lo próximo es el encuentro con los amigos de Filia, y qué amigos se gasta. Cuidense mucho y gracias por leer.
Y ya sé, otro capítulo corto, pero ni modo.
Ja ne!
Capítulo 7
En la cueva del sastre
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Como siempre, los personajes de Slayers no me pertenecen ni me estoy adjudicando propiedad alguna sobre ellos.
Vanshie, no te alcancé la vez pasada para dejarte mi agradecimiento, así que te doy gracias por tu review ahora y por tu apoyo también. Gracias a MGA_FGA, Cass Metallium, Wolf Greywords (Claro que esta parejita tiene algo preparado para el primer ministro, pero antes el susodicho tiene que aparecer y Xeros tendrá su revancha como no te lo imaginas.). Espero ya no tardar tanto en actualizar, de todas formas, gracias por tenerme tanta paciencia.
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Xellos estaba despierto a primera hora de la mañana. Se sentía un poco nervioso, no sabía cómo serían los amigos de la princesa. No recordaba haber tenido amigos, no recordaba rostros, ni lugares, pero estaba seguro de que si hubieran existido amigos en su vida siquiera sentiría la añoranza que sentía por ver a su madre.
Sí, Xellos sentía deseos de ver a su madre a pesar de que no recordaba ni su rostro ni su sonrisa. Era un instinto que le decía que había recibido alguna vez el cuidado materno, el abrazo de un ser que lo amaba como sólo una madre podría hacerlo.
Mientras se miraba al espejo volvió a pasar automáticamente el cepillo por sus cabellos. Sabía que había algo en su imagen que no le era familiar. Algo estaba mal pero no atinaba a recordarlo. "¡Demonios!" Gruñó enojado.
De pronto aquella palabra le sonó tan conocida... *demonios*, no... esa no era la palabra... *demonio*. Arrugó el rostro con desesperación tratando de recordar.
"Es inútil." Susurró tratando de reprimir la humedad en sus ojos. Dejó el cepillo sobre el tocador y por primera vez notó una cajita de madera sobre el mueble. La abrió cautelosamente. En su interior encontró varios brazaletes, anillos y collares. Todos ellos de oro y rubíes, combinando perfectamente con el collar de servidumbre. Xellos sacó dos anillos, colocó uno en cada mano y los observó detenidamente. Se sentían bien.
Procedió luego a buscar entre las ropas que le habían sido asignadas algo de su agrado. Al cabo de un rato sacó las prendas que más le parecían a las que había visto a los habitantes del palacio. Realmente se sentía algo incómodo con aquellas ropas, no recordaba muy bien cómo se utilizaban ni cómo las había visto utilizarse durante la fiesta.
Había pasado ya bastante rato desde que se había levantado y no se percató de que ya casi era tiempo del desayuno. Claro que tendría que bajar, la princesa le había comentado que el desayuno solía tomarlo en la cocina del palacio y que la verdadera ocasión en que se solicitaba su presencia era durante la cena. El día anterior se había escapado dando la excusa de que Xellos no se sentía bien.
Unos toques a la puerta lo sacaron de sus cavilaciones y al momento entró la princesa.
"Buenos días..." La princesa había pasado al cuarto y se le quedó viendo confundida.
"Buenos días princesa. ¿Sucede algo?" Preguntó cuando vio que Filia lo rodeaba y se le quedaba viendo con cara de desaprobación.
"Creo que los sirvientes no entendieron mis órdenes. Estas son las ropas de los pajes reales." Chilló como era su costumbre.
"¿Ropas de paje?" Exclamó sin entender mientras la princesa abría de par en par las puertas del enorme mueble de madera que contenía las ropas de Xellos. Comenzó a sacar una prenda tras otra y a tirarlas sobre el suelo con un mohín de disgusto.
"Estas no son las ropas que ordené." Chilló enojada. Y tomó a Xellos de la mano. "¡Vamos!" Y el joven no pudo evitar obedecer aquella órden directa. Se dirigieron por los pasillos con presteza hasta llegar a una habitación enorme llena de telas e hilos. Varias mujeres trabajaban afanosamente bordando chalecos y camisas con los más caros materiales.
"¡Sastre!" Chilló y esta vez el joven tuvo que taparse los oídos. Al instante apareció un hombre de refinadas facciones, ojos verdes y cabellos color miel. Xellos se le quedó viendo insistentemente, ese hombre le recordaba a alguien conocido. Alguien que le provocaba malos recuerdos.
"¿Majestad?" Respondió el hombre.
"Youki, necesito ropas adecuadas para el compañero de juegos de la princesa. ¡Y no quiero que parezca un paje!"
"Ropas dignas para el compañero de la princesa." El hombre sonrió y se acercó a Xellos. "Veamos." Dijo mientras sacaba una cinta de medir y le guiñaba un ojo al joven. Luego de unos minutos de concentración sus ojos se iluminaron. "Ya sé qué podemos hacer." Aquel hombre comenzó a buscar en unos enormes baúles y llenos de hermosas prendas primorosamente arregladas en su interior. Al cabo de un rato regresó con un bulto de ropas y tomó a Xellos de la mano y lo llevó atrás de unos bastidores.
"En unos momentos se lo dejo arreglado su Alteza." Dijo con un gesto algo afectado y lleno de innecesaria fineza. Y desaparecieron tras bastidores. Se escuchó un leve sonido de tela y ropa y al cabo de unos minutos Youki salió.
"Su Alteza Filia, le presento al príncipe Xellos, su nuevo compañero de juegos." Sonrió mientras hacía una reverencia.
Xellos apareció tras el sastre, un poco turbado y Filia sonrió de oreja a oreja. Ahora Xellos parecía un príncipe. Una hermosa camisa color lavanda suave, con hermosos olanes brocados. Un pantalón perfectamente entallado de un púrpura muy subido y un chaleco corto también entallado del mismo color del pantalón pero bordado en hilos de oro y plata en un intrincado diseño. Unas botas de cuero negro hasta abajo de la rodilla completaban el atuendo.
"¡Perfecto!" Tomó a Xellos de la mano y comenzó a arrastrarlo hacia la puerta. "¡Gracias Youki!" Y sin más desaparecieron.
Cuando Xellos vio que no se dirigían al comedor como había pensado, se preocupó un poco, pero finalmente la princesa lo estaba llevando de regreso a su recámara. Una vez adentro cerró la puerta y fue directamente al pequeño baúl donde estaban las joyas que había visto anteriormente.
Sin mediación volteó el baúl sobre la cama y comenzó a rebuscar entre las joyas. Sacó cuatro anillos y los colocó en los dedos que quedaban desnudos en las manos de Xellos. Luego sacó una especie de medallón y se lo mostró.
"Este es el símbolo de la casa real de Tougen." Le dijo al tiempo que acercaba el medallón para que pudiera ver el símbolo de un dragón de oro acunando un diamante azul. Dos pequeños zafiros hacían de ojos. Sin más la princesa lo colocó en su cuello y volvió a rebuscar sobre la cama. Sacó dos pulseras de oro con dos rubíes redondos muy parecidos al diseño de la piedra que estaba en el collar de servidumbre y los colocó en sus muñecas. Finalmente sacó un cinturón del mismo material y motivo que las pulseras y se lo ofreció para que se lo pusiera.
"Filia... ¿por qué me has puesto el símbolo real?" Le dijo confundido.
"Cuando vean que llevas el símbolo real nadie intentará ordenarte nada." Dijo con naturalidad la princesa. "Además, no te separes mucho de mí. Lina es muy mandona y tiene mal temperamento. Es una grosera." Replicó mientras levantaba la barbilla indignada y resoplaba un poco.
"¿Cuántos amigos tienes Filia?"
"Sólo tengo cuatro, Lina, Amela, Gourry y Zelgadis. Todos son príncipes, de los reinos vecinos. Vienen todos los meses y cada vez nos reunimos en el reino de cada uno. ¡Es muy divertido!" Xellos pareció meditarlo. Hubiera dado cualquier cosa por evitar el encuentro que se aproximaba.
"Creo que ya podemos bajar a desayunar." Sonrió la princesa emocionada luego de echarle otro vistazo al atuendo de Xellos y de enderezar los olanes de su camisa. Ese día ella iba vestida con uno de sus muchos trajes rosados. Ya el joven había visto cuántos trajes de ese color tenía la princesa y se comenzaba a preguntar si realmente sería por molestar al primer ministro o era que aquel color le gustaba. Por suerte no había tratado de vestirlo a él también del mismo color.
Suspiró resignado y se volteó a verse en el espejo. Nuevamente su reflejo le devolvió una imagen que desconocía. Suspiró cuando vio el reflejo de la princesa junto al suyo. Sus ojos extremadamente azules, como el cielo en primavera y sus cabellos del color del oro pero aquellas dos coletas no ayudaban en nada. Parecía una de las muchas muñecas que ella misma conservaba en su cuarto de juegos. *¿Por qué será que sigo sintiéndome como si fuera su muñeco o algo así?*
"Bajemos entonces." Le dijo Xellos al tiempo que se volvía. La princesa asintió y ambos comenzaron el camino hacia el comedor. Filia iba muy sonriente mientras que Xellos trataba de ocultar su ansiedad bajo una máscara de indiferencia y una pequeña sonrisa. Mientras se acercaban podía escuchar el sonido de voces juveniles charlando animadamente.
Justo antes de entrar tomó una profunda respiración. La princesa se volteó a verlo. "Luces muy bien." Mientras le daba una tímida sonrisa que sólo intentaba darle seguridad. En esos momentos a Filia le pareció que estaba frente a un príncipe de verdad, el porte real, el aire a su alrededor, aquella mirada que inspiraba respeto. Nadie podría decir que Xellos no era un príncipe de verdad.
Filia sentía que se iba a divertir mucho haciendo pasar a Xellos por un príncipe ante sus amigos, quienes no habían estado cerca en el momento en que el Primer Ministro había presentado el *regalo* a la princesa.
Pronto estuvieron en la entrada del comedor y la princesa se detuvo.
"¡Ohayo minna-san! Quiero presentarles a Xellos, el príncipe de Koubuchi." Anunció la princesa con rimbombancia y cuatro pares de ojos se fijaron en el joven desde la mesa del comedor.
*******
Ahh, si sólo Filia supiera lo que acaba de hacer, ne? Espero que les haya gustado hasta aquí. Lo próximo es el encuentro con los amigos de Filia, y qué amigos se gasta. Cuidense mucho y gracias por leer.
Y ya sé, otro capítulo corto, pero ni modo.
Ja ne!
