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Capítulo 12

Un Poco Más

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Recuerden, los personajes de Slayers pertenecen a su creador, de ninguna forma me estoy adjuicando propiedad alguna sobre ellos.

Gracias a Haruhara Haruko, Fany, Lis-chan, Zelda M, MGA_FGA, Wolf Greywords y a Vanshie por sus reviews.

Quieren saber algo más del sastre, ¿ne? Pues les diré que es... parte integral de la historia. Ejem... de todas formas, en este cap pueden saber algo más.

Me parece que Zelda M. preguntó en qué edades estaban los chicos. Al momento de comenzar este capítulo Filia acaba de cumplir doce años y Xellos catorce. Zelgadis tiene catorce también, Gourry tiene dieciseis, Lina tiene doce y Amelia tiene once. Lamento no haber contestado en el capítulo pasado, pero sinceramente olvidé que lo iba a incluir. Pero más vale tarde que nunca.

Y ahora "on with the story".

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Filia se despidió de sus amigos nuevamente desde el balcón de su recámara. Cuatro coches flanqueados por una fuerte guardia montada. La joven princesa suspiró contenta. Sus amigos habían prometido ayudarla en su búsqueda, no sólo del hechizo que liberaría a Xellos del collar, sino de alguna pista que pudiera dar luz sobre su verdadera identidad.

Ahh, Xellos seguramente seguía durmiendo, seguramente seguiría cansado. Quizás... quizás si observaba a Xellos podría tener una idea más clara de por dónde comenzar a buscar. Porque si bien el collar lo obligaba a obedecerla y no podía recordar quién era, su conducta, si lo dejaba ser, debería darle un indicio.

Pero no quería esperar demasiado por pistas. Ella lo ayudaría, claro que sí. Sus maestros siempre la obligaban a hacer el mismo ejercicio una y otra vez con diferentes situaciones. Eso, según ellos, la ayudaba a definir su carácter y aclarar sus posiciones con respecto a los asuntos reales. Roles. Sí, eso le daría una buena idea de quién era Xellos en realidad.

Sin pensarlo más se escapó de su recámara y se escurrió a la de Xellos.

El joven yacía aún en su cama, con las sábanas hasta mitad de pecho, sus manos con los anillos sobre su vientre y su cabeza levemente girada hacia el lado contrario de la ventana. Una posición bastante extraña para dormir, pensó la princesa. Filia notó que no había arrugado las sábanas y allí mismo comenzaron sus deducciones. Xellos debía ser un joven tranquilo, al menos mientras dormía. Observó los alrededores, sabía que las doncellas no habían tocado nada en la recámara de Xellos, ella misma lo había ordenado así.

Comenzó a rondar la habitación, tratando de obtener pistas de cualquier detalle pero el lugar apenas había sido tocado por el joven. Después de un largo rato regresó al lado de la cama y se dedicó a observar el subir y bajar del pecho de Xellos provocado por su suave respiración. Mientras observaba la luz del sol terminó dando de lleno sobre el espacio donde descansaba el rostro del joven.

"¿Qué es esto?" Exclamó Filia casi en un susurro contenido. Extendió su mano y tomó una hebra de cabello de extraño color que yacía enredada en la fina tela de lino de la almohada. La acercó a su rostro mientras se dirigía a la ventana. Definitivamente aquella era una hebra de cabello color púrpura. ¿Quién podía poseer cabello de semejante color? ¿Acaso había un intruso en palacio?

Volteó a ver a Xellos y aguzó la mirada. Se acercó decidida y tomando una hebra negra de cabello dio un fuerte tirón. El efecto no se hizo esperar.

"¡Itai!" Exclamó Xellos sumamente enojado. Al mirar a su alrededor vio a la pequeña princesa y sin pensarlo demasiado dirigió su mal humor hacia ella.

"¿Qué crees que estás haciendo? ¿Cómo te atreves a entrar a mi habitación sin mi autorización? ¿Cómo te atreves a despertarme tan temprano en la mañana?" Lo último casi lo dijo gritando y Filia retrocedió un paso. Xellos había reaccionado como lo haría un muy indignado noble.

Xellos se percató de que la princesa, a pesar de estar muy asustada en ese momento, no se movía de su lugar. Sujetaba algo en la mano. De repente sus sentidos se aclararon y su mal humor se convirtió en pánico. Acababa de gritarle a la única persona que podía ayudarlo en esos momentos... acababa de gritarle a la persona que tenía control absoluto sobre su cuerpo y sus acciones. Parpadeó lentamente, el corazón latiéndole a mil por hora y esperó la respuesta de la princesa como quien espera una sentencia de muerte.

La princesa, por unos instantes no reaccionó, pero de repente unos diminutos caninos se pudieron ver en su delicada boca y un aura dorada la envolvió. "¿¡Cómo te atreves a hablarme así?!" Y se abalanzó sobre el joven.

A los pocos minutos un estruendoso ruido y varias explosiones se escucharon provenientes de la recámara de Xellos y a la hora del desayuno dos figuras solitarias sentadas a la mesa y con varios tipos de vendajes y rasguños era lo que quedaba de lo que una vez fuera la princesa y su compañero de juegos.

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El reino de Tougen se encontraba de fiesta... la princesa cumplía sus catorce años. Filia se paseaba nerviosa en su habitación. El traje que llevaba puesto la hacía sentir como la misma chiquilla de hacia dos años atrás. No que hubiera crecido demasiado pero su cuerpo comenzaba ya a mostrar unas suaves curvas, testigos del sutil cambio.

La verdad no le importaba demasiado lo que pensara ninguno de los súbditos del reino, eso no era lo que la tenía tan nerviosa. Lo que en verdad la ponía nerviosa era el hecho de presentarse antes Xellos con aquel traje de niña consentida. Maldijo en su mente. No era como si tuviera que impresionarlo. Aún así...

"K´so." Murmuró con los dientes apretados. "Parezco un algodón enorme." Dijo al tiempo que tomaba los vaporosos volantes en sus manos y les daba un inmisericorde tirón. Ella era la princesa, ella decidía qué iba a ponerse el día de su cumpleaños, le gustara a quien le gustara.

"¡Youki!" Gritó al tiempo que corría pasillo abajo con lágrimas en los ojos. Al llegar golpeó varias veces la puerta hasta que un somnoliento sastre abrió la puerta. Al ver a la princesa se pasó una mano por los cabellos, haciendo una profunda reverencia.

"¡Alteza! ¿Qué sucede?"

"Youki... este traje... es horrendo." Dijo entre sollozos. El hombre la hizo pasar adentro de la sastrería.

"Pero su majestad, es el traje que vuestros padres eligieron para usted." Le dijo con preocupación y tratando de sacudir el sueño que lo invadía. La princesa había estado luchando con aquel traje desde mucho antes del amanecer.

"Youki, ¿no tendrás algún otro traje que pueda usar?" Gimoteó suplicante. El sastre suspiró profundamente y se llevó una mano a la barbilla mientras ponía la otro bajo el codo, pensativo.

"Bien Princesa, me parece que tengo algo en su talla y que le podría gustar para esta ocasión."

"¿No pareceré un algodón enorme?" Dijo al tiempo que lo seguía al salón interior de la sastrería.

Pronto Youki comenzó a buscar en sus baúles *especiales*, aquellos en los cuales guardaba sus mejores trabajos. Ninguna de aquella ropa la había tocado ninguna de las doncellas, sólo él. Finalmente sacó un bulto que aparentaba ser de un color azul claro o violeta pálido. Cuando lo extendió sobre la mesa la princesa quedó maravillada.

Consistía de un traje bastante sencillo, de falda amplia y singular corte en la parte frontal. Un forro azul claro le daba forma a la silueta mientras que una capa de tul de seda transparente en color amatista atenuaba el azul y con cada movimiento de la tela el traje parecía cambiar el color.

Como en muchas ocasiones, Youki ayudó a la princesa a ajustarse el traje. Apenas tuvo que hacerle cambios, la figura, aunque leve, de la joven llenaba el traje en los lugares justos.

Filia daba vueltas frente al espejo emocionada. Aquel traje era justo lo que ella quería. No era que la hiciera ver mujer, pero tampoco la hacía ver como una chiquilla. Se giró a prisa y espontáneamente se lanzó a los brazos del sastre, dándole un abrazo y un beso.

"Te debo una Youki. ¡Gracias!" Dijo alegremente y salió disparada por la puerta para terminar de arreglarse el cabello. Youki dejó escapar un suspiro, se restregó los ojos que ostentaban una leve sombra obscura, como si llevara varios días sin dormir.

Ultimamente el cansancio lo estaba alcanzando. Se adentró en su recámara privada y se dejó caer en su cama aún cálida, enredándose en las sábanas como lo había estado hasta que la princesa tocara a su puerta. Los eventos esos días se estaban complicando, cerrando los ojos comenzó a recordar la noche anterior.

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El fresco aire de la noche azotaba su rostro. El corcel corría como el viento, una espesa espuma cubría los negros belfos. Casi alcanzándolo iba otro corcel de idéntico color, sobre el animal una figura de blancos cabellos al aire. Al fijarse al frente vio el camino obstruido por varios troncos de árboles. Había sido conducido a una trampa, sin embargo sonrió, los ojos llenos de excitación. Detuvo su corcel antes de llegar a la barricada.

"¡Ríndete! Ya no tienes a dónde ir." Le gritó con voz airada una figura que vestía una armadura de plata con una loba a relieve en el pecho.

"¿Y permitir que su Alteza Real utilize esa hermosa espada en tan perfecto cuerpo?" Le sonrió burlonamente. La mujer pareció temblar de la ira mientras desenvainaba su espada.

"No tendré que utilizarla si me dices de dónde sacaste ese caballo." Le dijo tratando de dar la impresión de que podía cambiar de opinión al respecto. Haría todo lo que estuviera a su alcance por ponerle una mano encima al único que parecía tener una pista de dónde se hallaba el príncipe de Koubuchi... su hijo.

"Eso, su Alteza, es un secreto." Dijo mientras el animal daba algunos pasos atrás nervioso. La mujer rugió y se acercó rápidamente al animal con el suyo. El hombre, pensando que la estocada iba dirigida a su persona esquivó, pero nada más equivocado. La mujer cortó las bridas del caballo, dejándolo sin control. Por primera vez la vio sonreir. Dio un largo silbido y el caballo se levantó en sus cuartos traseros, haciéndolo caer al suelo, para luego acercarse a la mujer en un alegre trote.

"Este es el caballo del príncipe de Koubuhi. ¡¿Dónde lo conseguiste?!" Volvió a exigirle la mujer, esta vez adelantando el caballo hacia él.

"Eso se lo diré cuando logre atraparme, majestad." Dijo el hombre poniendose de pie y sacudíendose las ropas levemente.

"Ya estás atrapado." Le dijo la Emperatriz aguzando la vista al ver que el hombre continuaba sonriendo.

"No lo creo... aún falta un poco más de tiempo... supongo que ya tendrá otra ocasión para intentarlo, ¿ne?" Le dijo al tiempo que trepaba con agilidad por los troncos arrumbados y ya en el tope de ellos le hacía un gesto de despedida a la iracunda mujer.

Zellas dejó escapar un grito de furia y dolor. Aquel hombre sabía algo acerca de *su* Xellos. Lo atraparía aunque eso le costara voltear todos los territorios adyacentes, o más bien, apoderarse de ellos.

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Youki había recordado la noche anterior. Llevaba ya tiempo en la misma rutina, jugando con la paciencia de la Emperatriz de Koubuchi. Poco a poco se le iba haciendo más dificil, la mujer no era nada tonta y aquella espada... ah... recordaba la primera vez que había tenido un encuentro cercano con la filosa hoja. Definitivamente tenía que ser una espada mágica. Ninguna otra arma hubiera podido herirlo. Tuvo que fingirse enfermo por una semana y aún así vigilar porque el Primer Ministro no hiciera de las suyas. Con todo, seguía algo lástimado, era como si la herida se negara a sanar.

Aquella situación estaba drenando sus fuerzas inexorablemente, si no tenía cuidado la próxima vez la espada podría...

Se pasó una mano por los cabellos y cerró los ojos. Tenía que aguantar, al menos un poco más, hasta que estuviera seguro de que sus planes se llevarían a cabo. Además, no podía permitir que la Emperatriz perdiera las esperanzas de volver a ver al príncipe. Ella tenía que llegar hasta Tougen... tarde o temprano tendría que llegar hasta allí.

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